miércoles, 9 de diciembre de 2020

INVITACIÓN A LA VIDA HEROICA. (Evocación de Mariátegui)

  


 

INVITACIÓN A LA VIDA HEROICA.

(Evocación de Mariátegui)

 

EL destino de los hombres es múltiple como múltiples son las manifestaciones de la actividad humana. Algunos, de su tránsito por la vida apenas sí dejan huellas: existencias oscuras deslizan sus horas en una monotonía mediocre. Días quietos, casi sin emociones, encerrados en un individualismo crudo: el mundo comienza y termina en ellos y si se extiende algo, sólo alcanza hasta sus familiares; otros hay -son el polo opuesto-, combativos. Cada minuto es una emoción, cada palabra lleva un sentido; un afán de justicia espolea el ánimo y allí donde van y en cada cosa que tocan dejan impreso el sello de su personalidad. Terminadas sus existencias, el correr de los años no cubre sus acciones con el polvo del olvido. Lejos de ello agudiza sus caracteres, revela la magnitud de sus acciones y la distancia (tiempo) nos da en una visión panorámica de sus vidas, la grandeza de sus destinos.

La conformación moral de los hombres no se estructura ni en la escuela, ni en las universidades. Casi diríamos que éstas atentan contra aquélla, pues los caracteres más ejemplares, siempre estuvieron en abierta rebeldía contra estas instituciones. Es que, representando a la cultura burguesa, ya en plena bancarrota, el ritmo que llevan hace que vayan a la zaga del verdadero progreso.

La civilización moderna se halla impulsada por una auténtica corriente filosófica que debemos a Marx. Ella entraña, el cuerpo de doctrina más seria, destinada a ser el eje sobre el que girará la organización de un nuevo orden social. que reemplazará al ya caduco y agonizante régimen capitalista.

Los nuevos valores, para ser tales, tienen necesariamente que templarse al calor de esa doctrina y la determinación es ya clara y neta, como que son dos etapas más de la civi1ización la una recorrida, la otra por recorrer: aquélla la capitalista, ésta la proletaria.

Toda concepción filosófica que prescinda de la doctrina de Marx es decadente, pues prescindir de ella es hacer tabla rasa de la realidad social que nos circunda.

La certeza de esta afirmación la sostiene el hecho de que todo escritor, filósofo, artista, hombre de ciencia, si quiere aportar algo eficaz a su disciplina; debe preñarla de un contenido marxista.

Hay sólo un camino que lleva al porvenir y los que se apartan de la ruta tienen el destino oscuro que les está deparado a quienes, ciegos ante la realidad presente, marchan por el camino que conduce al abismo, sepulcro donde terminarán sus andanzas de cadáveres vivientes.

El carácter de los hombres, repetimos, no se conforma ni en la escuela ni en la Universidad que hoy tenemos. Es en el contraste de un espíritu congénitamente bueno chocando con el actual orden social, congénitamente malo, donde cada hombre halla los elementos formativos de su carácter. Es por eso que los que se destacan no hicieron sus enseñanzas entre las cuatro paredes de un templo en cuyo frontispicio graban las letras de una palabra que suena a hueco y que pretende ser el patrimonio de la cultura de 1os pueblos; y si esos caracteres fueron a la Universidad en busca de mayor capacitación técnica, niegan ellos mismos poseer espíritu universitario, porque comprendieron en la frecuentación de sus aulas lo artificioso de la cultura allí impuesta.

J. C. Mariátegui fue precisamente una personalidad formada al margen de la influencia universitaria. "Estoy lo más distante posible de la técnica profesional y del espíritu universitario”.

Inicióse desde joven en el periodismo y jamás su pluma se mojó en la descolorida tinta en que las grandes empresas de diarios humedecen sus tipos de imprenta.

Hay en sus escritos, como en su obra, fibra revolucionaria. No el revolucionarismo criollo, postura improvisada, actitud amenazante y quieta de "espantapájaros". Revolucionaría en la acepción certera del término, ganóse el calificativo, no en lo bullanguero y fácil, sino en lo medular de sus concepciones y en la seriedad que imprimió a todos sus actos.

Recorrió Europa: estudió sus problemas; contempló el panorama del mundo. En “Escena Contemporánea” pasa en rápida revista los aspectos, más interesantes de la época. El ritmo de los acontecimientos impide que esas impresiones se transformen en las páginas de un libro más orgánico en que desarrolle con la debida intensidad la interpretación de los fenómenos sociales. Pero no por eso dejan de ser profundas sus concepciones. Y así como en "Escena Contemporánea" utiliza para su libro una técnica periodística (la visión cinematográfica lo exige), pasa también revista a las realidades de su país: "Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”, en donde realiza una crítica socialista a los problemas del Perú que son en sustancia los problemas de América toda.

Con la noción exacta del alcance de su obra, aclara en este nuevo libro, que tampoco es orgánico. Hay en él una influencia nietzchiana; este carácter nos hace recordar a la producción de Ingenieros ...

Nietzche (el mismo Mariátegui lo expresa), "no amaba al autor contenido a la producción intencional, deliberada, de un libro, sino a aquel cuyos pensamientos formaban un libro espontánea e inadvertidamente".

Pero ponía en sus páginas todo el fervor de sus ideas, por eso vemos fluir de ellas la vena cálida de sus sentimientos y vemos descorrerse el velo que impide a los ojos profanos visualizar el contenido y forma de las cosas. Logra así introducir en el Perú el todo dialéctico del materialismo histórico, atento siempre al expresado anhelo de "concurrir a la creación del socialismo peruano".

Sería interesante pasar una revista crítica de todas sus producciones, pero por ahora ensayaremos sólo una evocación rápida de su personalidad en un deseo de divulgar la obra interesante y vasta de uno de los hombres a quien el proletariado de América admirará a medida que le conozca.

Brillante polemista, hace en su libro "Defensa del marxismo" una disección acabada a la tendencia reformista de Henri de Man. Crítico sagaz, clarifica en forma magistral la concepción marxista y al par que muestra la inconsistencia de la argumentación del adversario va revelando su potencia intelectual.

Todos sus escritos tienen cuidadoso estilo y un fuerte armazón ideológico; de ahí que sus producciones estén llamadas a perdurar en el tiempo. El sentido de su obra es claro y terminante: despertar la conciencia de clase en el proletariado peruano.

Su pensamiento limpio de oscuridades no admite sino una sola interpretación ni tergiversa ni se presta a ser tergiversado.

Ante el espectáculo de un proletariado que lucha por instinto de clase, irrumpe en escena Mariátegui, da a esa lucha una base científica y transforma así un impulso de instintivo en revolucionario.

Porque no es revolucionario toda bulla callejera, ni tampoco lo es todo grito de protesta; un movimiento de masas para ser cierto debe poseer una base doctrinaria firme y las masas deben tener conciencia plena de lo que quieren y a dónde van. Los “revolucionarios” burgueses ponen antes de armarla una venda en sus ojos y luego hacen que griten y protesten y así el grito se quedó en grito, la protesta en protesta y la revolución en palabra bonita.

Mariátegui, conjuntamente con los hombres que en torno a él se reunieron, llena en el Perú una necesidad que es real en nuestro país; la formación de un grupo dirigente con una base doctrinaría firme, desposeída de declamaciones vanas, que oriente al proletariado a fin de que los elementos revolucionarios que existen en la clase proletaria se ordenen con un sentido y un fin precisos, encausando la lucha que los acontecimientos mundiales precipitan día a día. De no ser así sobrevendrá el caos no-constructivo y la retardación del proceso socialista, culminación de la lucha entablada entre el proletariado y la sociedad capitalista.

Dentro de esta tarea clarificadora, los medios eficaces para hacerla efectiva, además de la organización en partidos o grupos, además del libro y de la tribuna, las revistas llenan una función por su agilidad incalculable. Lo comprendió así Mariátegui y organizó la revista “Amauta”, cuyas páginas leídas en todos los países de habla castellana y preferentemente, en América iba ganando adeptos y es precisamente por la difusión de este órgano, que la obra de Mariátegui ha tenido repercusión americana.

Cuando alguien quiera historiar el movimiento de las ideas en América, tendrá que recurrir a esta revista, pues compendia el más hermoso esfuerzo de una generación genuinamente inquieta que sacudirá el estatismo de la cultura de un continente.

José Carlos - ya necesitamos llamarlo así, como lo llamaban sus amigos íntimos, porque a esta altura se ha penetrado en nosotros mismos, se ha confundido en nuestros sentimientos, se ha mezclado en el haz de nuestras ideas, ofrece el espectáculo de una vida heroica que invita a repetirla.

José Carlos, atado a su sillón, de inválido, “carreta de mutilado, impregnada -al decir de uno de sus comentadores- de una filosofía de acción, personifica al hombre creador, que domina los elementos superiores de la inteligencia."

El ataúd que guarda sus restos fue llevado en hombros por el proletariado peruano. Ninguna carga fue tan pesada por el dolor de la pérdida; ninguna, también, más liviana, porque José Carlos era la liberación de la otra carga, ésta sí peso muerta que hunde en una trágica angustia a las masas laboriosas.

Lima la colonial y católica se estremeció ese día de emoción al oír los sones de la Internacional. Era al caer de la tarde y antes que la noche extendiese su negro velo, el sol que se escondía, había teñido de rojo un girón del cielo de Occidente.


ROBERTO MIRANDA.

Bs. Aires, febrero de 1934 .

 

Fuente: Miranda, Roberto, “Invitación a la vida heroica (Evocación de Mariátegui”, Revista Claridad No.276, abril, 1934, Buenos Aires.

Nota: Agradecemos a Ondina González y Emigdio Aquino por hacernos llegar esta joya del marxismo latinoamericano. 

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