jueves, 28 de enero de 2021

¿QUÉ ES LA INTELIGENCIA?

Publicado por Francisco Umpiérrez Sánchez

miércoles, 27 de enero de 2021

 

Llamaremos inteligencia, en principio, a aquella cualidad de la mente que una persona poniendo en marcha todas o una parte de las funciones  psicológicas superiores le permite analizar y solucionar problemas. Todas las personas son más o menos inteligentes. Cuando de una persona decimos que es inteligente estamos en realidad diciendo que es especialmente inteligente. Para medir la inteligencia de una persona solo podemos hacerlo en aquella área donde la persona en cuestión tiene la competencia adecuada y tiene un mínimo de conocimientos prácticos y teóricos. Ninguna persona es inteligente de forma absoluta. Habrá áreas, en aquellas donde menos conocimientos tiene, donde la persona en cuestión en vez de mostrarse inteligente se muestra torpe.

Funciones psicológicas superiores

La mente o actividad cerebral de una persona está constituida por las siguientes funciones psicológicas superiores principales: sensación y percepción, representación, atención y memoria, y pensamiento y lenguaje. Así que el grado de inteligencia estará determinado en principio por el grado de desarrollo de dichas funciones psicológicas superiores y siempre sobre una materia o área de saber determinada. Proporcionaré a continuación definiciones básicas de esas funciones psicológicas superiores. Siempre advirtiendo que cuando las personas emplean su mente lo hacen poniendo en juego de forma mancomunada todas o una parte de sus funciones psicológicas superiores. Dichas funciones psicológicas superiores están interrelacionadas y entre ellas se producen mediaciones que después explicaré.

Sensación y percepción

La sensación es el reflejo de aspectos aislados de la realidad o de los objetos que constituyen la realidad: un sonido, un color, una textura. Por percepción entenderemos el reflejo de los objetos como totalidad. Mientras que en la sensación consideramos cada órgano de los sentidos por separado, en la percepción suponemos la participación mancomunada de todos los sentidos. Una manzana, por ejemplo, la conocemos por su color, por su textura y por su sabor. Aquí participan tres órganos de los sentidos: la vista, el tacto y el gusto. Un automóvil lo conocemos por su figura, por sus componentes externos y por su sonido. Así que el conocimiento como totalidades de los objetos lo realizamos por medio de la percepción y siempre supone la participación mancomunada de todos o una parte de los órganos de los sentidos. También podemos afirmar que la percepción se constituye con sensaciones.

Atención y memoria

Para realizar una determinada acción o conjunto de acciones secuenciadas es necesario seleccionar la información pertinente y mantener un control permanente sobre dicho conjunto de acciones. A esto llamaremos atención. A cualquier persona siempre le llega una caudal enorme de información del exterior y puede distraerse con un estímulo totalmente secundario respecto a la tarea a realizar. Una persona puede ser muy atenta porque selecciona de forma óptima la información necesaria para realizar una secuencia de acciones, pero puede ser despistada en el control permanente de esas acciones secuenciadas y cometer errores. Por memoria debemos entender la huella que deja en nuestra mente las experiencias que vivimos, la retención de las mismas y la activación de la información que proporciona esas huellas para realizar acciones en el futuro. Hay dos clases de problemas que se le plantean al sujeto respecto a la memoria: su dificultad para retener las experiencias que vive y su dificultad para activar la memoria sobre esas experiencias pasadas y ponerla en juego en la experiencia presente.

Memoria y fuerzas de la subjetividad

Hay veces que solemos decir de algunas personas que tienen mala memoria. Pero eso no se debe exclusivamente a esa función psicológica superior que llamamos memoria y retención, sino que cuando esa persona está viviendo una nueva experiencia no pone en juego otras fuerzas de la subjetividad.  Si en aquello que estamos aprendiendo ponemos interés y nos entusiasma y emociona, memorizaremos nuestras experiencias mucho mejor y de manera más profunda que si estamos desganados y con poco interés. Una persona altamente estimulada graba mejor la información de sus experiencias que una persona de comportamiento inhibido. Por eso hablaba al principio de este trabajo de la interrelación de las funciones psicológicas superiores. Pero no basta con que entren en juego las fuerzas de la mente, sino que además es necesario que entren en juego las fuerzas de la subjetividad en su totalidad: sentimientos, emociones, intereses, voluntad y algunas más. La clave para asimilar de manera óptima una experiencia no depende si la persona en cuestión es rápida o lenta de reflejos, sino si tiene una voluntad de hierro y es constante en el esfuerzo. Hay que llegar a la cima. Unas personas llegarán muy pronto y otros lo harán más tarde, pero la clave es llegar a la cima y no desesperarse por los atrasos o las dificultades.

Percepción y memoria

Hablemos ahora de la mediación entre percepción y memoria. Gracias a la percepción la información sobre los objetos y situaciones objetivas llegan a nuestro cerebro. Supongamos que esa información se graba y se retiene de manera óptima en nuestro cerebro. Esa memoria sobre el objeto y situación objetiva mejorará nuestra percepción en calidad y funcionalidad sobre la experiencia futura. Dada una determinada experiencia que realizamos de forma regular, la percepción es el canal por la que aumentamos nuestra memoria en cantidad y calidad; y la memoria es el medio por el que mejoramos nuestra percepción sobre dicha experiencia. Las personas después de acumular experiencia sobre una determinada tarea o conjunto de tareas, suelen decir ahora lo veo más claro. Descartes decía que la percepción tiene que ser clara y distinta. Al principio de una experiencia nuestra percepción de las tareas no está clara, es un poco borrosa, ni es distinta, es un poco confusa, solemos mezclar cosas.

Percepción y representación

La representación es una de las funciones psicológicas superiores menos estudiada por la psicología contemporánea. La representación debemos entenderla en principio como una rememoración de la percepción. La representación sensible es hija de la percepción. Supongamos que desde un mirador tenemos una percepción visual de un trozo de ciudad. Ahí la realidad, la situación objetiva, se presenta en toda su riqueza de detalles: vemos edificios con sus escorzos y tejados, parques, carreteras, fuentes, puertos, barcos, raudos automóviles y autobuses, y un largo etcétera. Cerremos ahora los ojos y representémonos todo lo que veíamos. Es obvio que esa representación trabaja con la información memorizada y suministrada de la percepción.

¿Cuáles son las diferencias entre percepción y representación? La representación es más pobre en detalles y menos vivaz que la percepción. La representación podemos considerarla como una abstracción de la percepción, puesto que deja atrás una buena parte de la riqueza que nos suministra esta última. Pero la representación tiene una gran ventaja sobre la percepción: mientras que para que haya percepción la situación objetiva tiene que estar presente, en nuestra casa podemos tener una representación de dicha situación objetiva sin que esta esté presente. Esa es la ventaja de la representación sobre la percepción: la superación de los límites estrechos de la percepción y tener en la cabeza imágenes de cosas que no están presentes. La representación en términos de abstracción está más cerca del concepto que la percepción. También sucede que mediante la representación podemos construir una situación objetiva que no se da en la existencia. Esta es también una gran ventaja de la representación sobre la percepción. La elaboración de El Capital a cargo de Marx se basa en esta última y gran ventaja de la representación.

Percepción y nominación

La percepción está mediada por el lenguaje. Desde que somos bebes nuestros padres señalando el objeto en cuestión nos dicen: pan, manzana, mesa, cuchillo y así con la totalidad de los entes que vemos y oímos. Así que los seres humanos desde los primeros meses no solo se dedican a ver y oír las cosas, sino además a nombrarlas. Los nombres son muy importantes en la comunicación entre colectivos. En una empresa todas las cosas, funciones y procesos deben tener un nombre y deben ser los mismos para todos los empleados. Ocurre en ocasiones que un mismo objeto, proceso o función es denominado de distinta manera según sea el empleado que hable. También ocurre que a veces hay procesos o funciones que tienen nombres inadecuados. Todo esto dificulta una buena comunicación.

Cuando a un nuevo empleado le estamos enseñando sus tareas es conveniente evitar los acrónimos. En este sentido es necesario distinguir entre la expresión desplegada y el acrónimo. Por ejemplo “APPCC” es un acrónimo que no nos dice nada. Sin embargo, en su forma desplegada, “Análisis de Peligros y Puntos de Control Crítico”, nos dice mucho. Una vez que la persona en periodo de aprendizaje domina el contenido significativo de la expresión desplegada, ya puede empezar a usar el acrónimo.

Los nombres de las cosas son nombres no de individuos sino nombres de clases de individuo. Así si en una vivienda hay cuatro mesas, a todas se les llama mesas. Pero también se les llama mesas a las mesas del vecino, a las de un país lejano y a las de un tiempo remoto. De este modo las palabras en su función nominativa tienen una función generalizadora. Así que desde el principio el niño que empieza a usar nombres sobre los objetos que percibe está realizando una función generalizadora. Esta función generalizadora de los nombres es una de las propiedades de los conceptos. Todos los conceptos tienen una extensión: el número de individuos que se puede nombrar con la misma palabra. Así que desde que pasamos de la percepción al lenguaje, aunque solo sea con el uso nominativo de las palabras, transitamos hacia los conceptos. Si un niño es capaz de nombrar a todos los objetos que cabe llamar como mesa, ese niño ya está llevando a cabo tareas de análisis y síntesis: es capaz de analizar el objeto en cuestión, destacar sus rasgos esenciales y situarlo bajo una determinada categoría.

Significación y representación

Una persona que está al otro lado del teléfono nos cuenta que ha estado en una playa y nos habla de las olas, del sonido del mar, de un joven que tocaba la guitarra y de una pareja que paseaba por la orilla cogidos de la mano. Todo lo que nos dice con palabras quien nos habla, nosotros nos lo representamos o imaginamos. Así nos pasa igualmente con la literatura. Quien habla o escribe una historia tiene una intención significativa y nosotros respondemos con actos de representación que nos dan la situación objetiva de la que nos hablan. El lenguaje es el mayor precursor de la representación. Así que los grandes lectores de historias y de poemas terminan desarrollando una gran capacidad representativa. Antes hablábamos de la representación como una hija de la percepción, mientras que ahora hablamos de los actos de representación como actos necesarios para comprender lo que el otro nos dice o cuenta. De manera que cuando leemos a un pensador tan abstracto como Hegel, solemos decir que no lo entendemos porque sencillamente no podemos representarnos lo que nos dice. De ahí que si en medio de todo el árido lenguaje de Hegel nos encontramos con un ejemplo es como si en un desierto encontráramos un oasis. Los conceptos abstractos hegelianos necesitan de ejemplos que los ilustren. 

Pensamiento y lenguaje

Pensar es demorar la respuesta antes de actuar frente a una determinada situación. De muchas personas decimos que no pensó lo que hizo. Dicha persona no pensó, esto es, no analizó la situación a la que se enfrentaba y no evaluó las consecuencias de sus actos. Pensar es también razonar: partir de unas premisas, encadenar algunos juicios y extraer conclusiones. Y pensar, por último, es reflexionar, darle varias vueltas a lo que tenemos entre manos. Cuanto más vueltas le demos a una cosa, más aspectos veremos y mediremos con más precisión nuestra respuesta. Si queremos diferenciar la persona que piensa de la persona que simplemente opina, observaremos que la que en sentido estricto piensa es aquella que conoce bien de lo que habla y que emplea conceptos. Por concepto de un objeto debemos entender la definición de dicho objeto. El concepto es mucho más que definir, pero definir es la condición mínima si en sentido estricto hablamos de pensar. Los conceptos también nos proporcionan la visión de conjunto sin los cuales la persona que piensa incurrirá en muchos errores.

El pensamiento existe de forma objetiva en el lenguaje. Cuando pensamos, lo que en realidad hacemos es hablar con nosotros mismos. En la conversación uno habla y el otro escucha, y después el otro habla y uno escucha. En la conversación las funciones de hablar y escuchar están repartidas entre dos personas, mientras que en el pensar la persona que habla y escucha son la misma. Hay personas que no pueden parar de pensar, esto es, que no pueden parar de hablarse a sí mismos. Esto algunas veces es agotador. Supongamos que tenemos un problema con otra persona y en el momento de la diferencia no le dijimos lo que tal vez deberíamos haberle dicho. Después en nuestra casa y durante unas interminables horas no cesamos de decirnos en nuestro interior todo lo que tal vez deberíamos haberlo dicho. Nos enfadamos y le decimos en nuestra interior muchas cosas duras y algunas hirientes. Todo esto supone, en parte, un desgaste psicológico, y en parte, un descargue sobre nosotros mismos de nuestra rabia y enfado. Y al día siguiente, cuando nos tropezamos con la persona que en el día de ayer habíamos tenido la diferencia, le decimos solo cuatro cosas y el diálogo transcurre por unos causes más moderados que en el día anterior nos habíamos imaginado. Somos así.

El acto intelectual

Lo que en general se conoce como inteligencia no es más que el acto intelectual. Los rasgos estructurales del acto intelectual son los siguientes. Primero debemos suponen una situación que hay que solucionar y mediante la actividad orientadora investigativa cristaliza la tarea concreta. Aunque hablamos de la cristalización de la tarea concreta al principio no pasa de ser el nombre del objetivo final que perseguimos. Lo primero que hay que determinar es la estrategia general donde definimos el objetivo final y las distintas etapas y fases que debemos recorrer. Aquí es importante la secuencia temporal. Hay personas que se desesperan porque pretenden que el objetivo final se consiga en un plazo muy corto. Lo segundo que se debe contemplar son las distintas tácticas que hay que emplear para conseguir los objetivos intermedios, esto es, los objetivos de cada etapa y fase. Lo tercero que debemos tener en cuenta son los variados métodos que debemos emplear para resolver los diversos problemas con que nos tropezamos. Y por último, debemos establecer mecanismos de control y supervisión para saber si vamos por el camino debido y si nos acercamos o alejamos del objetivo final. En resumen, las personas más inteligentes cuando hablamos de actos intelectuales son aquellas que identificamos como grandes estrategas, con capacidad de cambiar las tácticas en función de cómo cambie la situación a la que nos enfrentamos, con un gran número de recursos metódicos para resolver los cientos de problemas a la que nos enfrentamos de camino al objetivo final, y que de continuo repasa el recorrido realizado y establece mecanismos de control para evaluar si nos acercamos o alejamos a dicho objetivo final. Al principio definí de forma resumida la inteligencia como aquella cualidad de la mente que una persona poniendo en marcha todas las funciones psicológicas superiores le permite analizar y solucionar problemas. Y ahora la he definido como acto intelectual y he descrito su estructura. También añadí que en la actuación inteligente de una persona no solo debemos tener en cuenta las funciones psicológicas superiores sino todas las fuerzas de la subjetividad.  Lo cierto es que todas las personas al igual que tienen sensaciones, percepciones y conceptos, también realizan actos intelectuales de mayor o menor complejidad. Así que todas las personas son inteligentes. Ya dije que cuando afirmamos de una persona que es inteligente estamos más bien afirmando que es especialmente inteligente y siempre dentro de un colectivo o grupo determinado. A lo mejor una persona que en el colectivo A se muestra especialmente inteligente, en el colectivo B no lo es tanto porque en este colectivo hay personas más inteligentes que él.

De todos modos he de advertir que el conocimiento de la inteligencia como cualidad de acto de las funciones psicológicas superiores nos exige conocer dichas funciones psicológicas superiores así como las distintas fuerzas de la subjetividad. Las fuentes bibliográficas de lo aquí expuesto se encuentran en los siguientes pensadores: Husserl, Vygotski, Luria, Ilích Ulianov y Bruner. Y otra fuente es mi propia experiencia en el mundo del trabajo que me ha permitido conocer a diversas personalidades donde se destacan unas u otras virtudes y unas u otras limitaciones. Hay otros aspectos que se deben tener en cuenta a la hora de catalogar a determinada persona como inteligente y que no expondré aquí de forma detallada, pero sí las quiero enumerar: información y decisión, capacidad de comunicación y organización, visión inmediata y perspectiva general, conocimiento de lo particular y conocimiento de lo general, esperanzar y desmovilizar, y dirigir y coordinar.

Fuente: https://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com/2021/01/que-es-la-inteligencia_27.html

 


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