(16 de febrero de 2021)
Por Miguel Ángel Aragón
En el mes de noviembre pasado, al cierre de la inscripción de postulantes, fueron recibidas 23 listas de candidatos para las elecciones de abril 2021. De ese total, veinte de ellas se disputaban la servil función de continuar defendiendo los intereses de los grupos de poder económico.
Entre esos veinte hay de todos los matices y tendencias, desde el grupo que sigue los mandatos del estafador político Antauro Humala, hasta el “franquista” Rafael López, devoto seguidor del ala más derechista y más retrógrada del fanatismo religioso (el Opus Dei, enemigo de las tendencias renovadoras de la iglesia cristiana).
Todos los candidatos de esas veinte listas de derecha son enemigos abiertamente declarados de las reivindicaciones del pueblo peruano. Según ellos, los trabajadores deben seguir siendo explotados, “como siempre lo han sido” desde los inicios de la época republicana. Para ellos no hay nada que cambiar, y menos modernizar en el país.
Hasta la segunda semana de enero, los simpatizantes de esta derecha conservadora (que no están dispuestos a apoyar, y ni siquiera tolerar a un posible gobierno democrático de izquierda), estaban debatiendo entre apoyar a Keiko Fujimori, a Daniel Urresti o Hernando Soto.
Para mediados de enero, las veinte posibles opciones de derecha habían sido reducidas a solamente tres: KEIKO, URRESTI, o SOTO. Con cualquiera de esos tres candidatos, la confusa y cada vez más reducida derecha peruana se sentía segura para frenar el creciente apoyo que va logrando una de las candidaturas democráticas de izquierda.
Pero de un momento a otro, a mediados de enero, con las calenturas de la estación veraniega, los derechistas se sintieron asaltados por dudas y vacilaciones, y un sector de ellos comenzó a pretender levantar la desconocida figura de un tal Rafael López, cuyo símbolo es la “R” de reacción y retroceso.
Entre tantas dudas e incertidumbres, en los raleados sectores de la población identificados con la derecha, de lo único en que están, o estaban seguros, era que de ninguna manera apoyarían a Forsyth, a Guzmán, o a Lescano. Tienen sospechas que los tres son “caviares” (“son como el caviar Vizcarra” se dicen entre ellos), por lo tanto no merecen su apoyo. Su decisión es aislarlos y sacarlos de la competencia electoral. Este trabajo de demolición, para “bajarles la llanta”, todavía no ha concluido.
La palabreja “caviar” no dice nada, y a la vez dice mucho, según quienes la utilizan a falta de argumentos serios. En su uso cotidiano coinciden los vulgares voceros de la ultraderecha, con los raleados voceros de la ultraizquierda.
Este es el gran drama que está viviendo la derecha peruana en esta rara estación veraniega, o continuar apoyando a alguno del trio KEIKO-URRESTI-SOTO, o abandonarlos (como ya hicieron con los viejos partidos llamados “populares” --Alianza Popular, Acción Popular, Partido Popular-- tan útiles a sus intereses en el pasado cercano), para decidirse de manera definitiva a apoyar y continuar financiando la candidatura del desconocido Rafael, el de la “R” de retroceso.
Ante tanto desconcierto e incertidumbre, no descartan intentar un nuevo golpe de estado, como ya lo intentaron el 9 de noviembre, con la dupla Merino-Flores Araoz. “Todo vale” en esta contienda electoral de abril 2021, la más trascendente de los últimos años.
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