“Las palabras que
revelan la verdad no son agradables y las palabras agradables muchas veces no
dicen la Verdad” ( Lao Tse (S. IV o III a.C.))
I
«El joven estudioso estrecha el libro contra su pecho mientras se abre paso entre la multitud. El Campo dei Fiori está abarrotado; es un año jubilar y Roma rebosa de peregrinos, pedigüeños y carteristas. Él avanza lento ignorando a los vendedores que le tiran con fuerza de la manga. Días antes una pequeña noticia había llamado su atención en una publicación local. Se iba a ejecutar a un monje dominico de Nola que había agotado la paciencia y la buena voluntad de las autoridades. El estudioso suspira. Se le encoge el corazón ante la expectativa. Aún no ha pasado un siglo desde la muerte de Leonardo pero la ilustración se ha desvanecido tanto que parecen haber transcurrido eones.
El estudioso trepa con dificultad el andamiaje situado detrás del puesto de un mercader y eso le permite ver desde arriba las cabezas de la masa. El griterío procedente de un extremo de la plaza le comunica que Bruno ha llegado tras haberlo exhibido desnudo por las calles de Roma. Lo atan al poste con cuerda gruesa mientras un funcionario local lee los cargos. El estudioso sólo alcanza a oír palabras sueltas: “hereje impenitente…, negativa a retractarse…, despropósitos constantes”.
Un soldado atraviesa la lengua y la mandíbula de Bruno con una aguja para que deje de hablar. Como gesto de clemencia, el soldado le cuelga un saco de pólvora alrededor del cuello para acelerar el fin del sufrimiento. Bruno aparta la cabeza cuando le ofrecen el crucifijo. Los gritos saturan el aire; antorchas encendidas se elevan a lo alto y luego descienden. El estudioso no soporta mirar más y se abre camino a empellones para salir de la plaza.
El libro
que sostenía entre las manos el joven estudioso era Del infinito: el
universo y los mundos, escrito por Giordano Bruno en 1584.»
Fuente: Blog LA
HOGUERA DE LOS HEREJES, Autor: Renzo Ortiz
http://elherejeimpenitente.blogspot.com/2011/04/giordano-bruno.html
II
EL ANTIDOGMA, UNA
APOSTILLA MINÍMA
“No
importa las cartas que tengas, sino cómo las juegas.”
Giordano Bruno es un dogmático; pero, un dogmático a la inversa. Giordano no puede creer en los dogmas de su tiempo, tiene que creer que nada puede ser susceptible de fe en tanto el conocimiento es relativo.
Giordano Bruno, (nació en Nola, Nápoles, 1548) fue un religioso, filósofo, astrónomo y poeta italiano. Giordano hablaba 11 idiomas y, por decir lo menos, era un hombre brillante. Estudió en Nápoles especializándose en humanidades y dialéctica. Después de su muerte se convirtió en paradigma de la subversión del dogma, en adalid del librepensamiento y precursor de la revolución de la ciencia.
Bruno redactó y publicó toda su obra entre 1582 y 1591, año en que inició su proceso inquisitorio. Fue alrededor de esta época que una de las primeras obras de Bruno fue publicada, “Las Sombras de las Ideas” al cual le siguió prontamente “El Arte de la Memoria”. En estos libros mantenía que las ideas son sólo sombras de la verdad.
Después de 8 años en los calabozos del Vaticano, prefiere la muerte a retractarse. El 8 de febrero fue leída la sentencia en donde se le declaraba herético, impenitente, pertinaz y obstinado. Es famosa la frase que dirigió a sus jueces: "Tembláis más vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla". Fue expulsado de la Iglesia y quemado vivo, junto a sus trabajos, el 17 de febrero de 1600 en la plaza pública Campo dei Fiori, Roma.
«El 27 de octubre del pasado año 1553, el español Miguel Server fue quemado en Ginebra a causa de sus convicciones religiosas y a instancias de Calvino, pastor de esa iglesia», escribe Giordano. No acaba allí su alegato. Lee atento y contiene el aire y la emoción, puesto que lo mismo podrá ser dicho algún día de su ilustre persona. «Matar a un hombre no es defender una doctrina, sino matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet no defendieron ninguna doctrina, sacrificaron a un hombre, y no se hace profesión de la propia fe quemando a otro hombre, sino únicamente dejándose quemar uno mismo por esa fe».
La aristocracia de su tiempo lo veía como un salvaje, radical, subversivo y peligroso. Giordano sólo contra el mundo enfrentó a católicos y protestantes. En su obra la "Cábala del Garañón como Pegaso con la Adición del Asno de Cilene", una discusión irónica sobre las pretensiones de la superstición. Este “asno” de la superstición, dice Bruno, se lo encuentra en todos lados, no sólo en la iglesia sino en las cortes de ley e incluso en los colegios. En otro libro "La Expulsión de la Bestia Triunfante", ataca la pedantería que encuentra en las culturas católica y protestante. En "El Infinito, el Universo y sus Mundos", escribe: “Existen, pues, innumerables soles; existen infinitas tierras que giran igualmente en torno a dichos soles, del mismo modo que vemos a estos siete (planetas) girar en torno a este sol que está cerca de nosotros.”
Los hombres, con hábito o sin él, del caos capitalista. Pragmáticos todos ellos, no se atreven a decir cómo debieron proceder en ese momento. Piensan, ellos, que los jerarcas de la Iglesia de tiempos de Giordano Bruno “fueron sabios al librarse de él, porque no escribió más libros; pero debieron haberlo estrangulado al nacer”. Según resultó al final, no se lo quitaron de encima para nada. Su suerte no fue inusual para un hereje; este extraño genio fue rápidamente olvidado, pero no tanto como esperaban. Sus obras fueron honradas con un sitio en el Index Expurgatorius el 7 de agosto de 1603 y sus libros se hicieron difíciles de conseguir, y por lo mismo, muy buscadas. Bruno fue un pionero que despertó a Europa de su largo sueño intelectual.
Vivir a plenitud es renovarse permanentemente. Y Giordano fue uno de esos tipos que jamás renunció a luchar. Toda creación humana cuando es auténticamente renovadora rompe con dogmas y tradiciones y, por tanto, emerge a la vida como una herejía. Los revolucionarios son por naturaleza, inconformes, iconoclastas, herejes, cuando se proponen encontrar respuestas. La herejía les sirve para hallar la solución. En uno de sus libros, "La Hoja Trifoliada y la Medida de las Tres Ciencias Especulativas y el Principio de Muchas Artes Prácticas", encontramos una discusión sobre un tema que iba a ser tomado en un siglo posterior por el filósofo francés Descartes. El libro fue escrito cinco años antes de que naciera Descartes, y en él se dice: "Aquél a quien le inquiete la filosofía debe ponerse a trabajar poniendo todas las cosas en duda".
Ni la eternidad del descubrimiento ni la gloria individual les preocupa a estos genios del cambio. El Adanismo no forma parte de su conducta. Sabe que la “verdad” es suya y, a la vez, no le pertenece. Y lo sabe porque es conciente que su ciencia brota de la verdad de otros. Es que la ciencia es resultado del esfuerzo intelectual pasado y presente de la humanidad.
Los dogmas del pasado caen para dar paso a nuevos dogmas. El hombre iconoclasta cuando encuentra una VERDAD, y entra en posesión de ella, cesa de encontrar utilidad en la herejía. Una vez en el dominio y disfrute de la solución: la transforma en dogma.
¿Qué es el dogma? De todas las definiciones nos quedamos con la del maestro José Carlos Mariátegui. Dogma es una verdad que deja de ser susceptible de desarrollo. Cuando esa verdad se estanca, deja de ser objeto de desarrollo, muere. Dogma es una verdad petrificada que deriva en código de una ideología del pasado. Dogma es una verdad que en el curso de la experimentación se transforma en lo opuesto; es decir, una verdad que se transforma en falsedad. Por eso, la verdadera lucha contra la ignorancia es el combate a los dogmas.
Giordano Bruno fue un hereje torturado y quemado vivo. Si el santo oficio “purificaba” a los herejes en la hoguera; el doctrinarismo de izquierda los condena a la exclusión y marginación. Están convencidos que para unir fuerzas hay que someterlas. La mentalidad de conquistador español sobrevive en las filas del socialismo. La “igualdad” en la cooperación se basa en el sometimiento, en la “unidad” de rodillas. La persuasión, el arrancar a los contrarios de la ignorancia no pasa por su mente.
Las obras imperecederas son producto del ingenio humano. Muchas de éstas
quiebran las reglas, destruyen los viejos dogmas, debilitan las tradiciones
culturales o científicas, sustituyéndolas por nuevos paradigmas. Una nueva idea
produce un gran revuelo entre los comunes. ¡Soltad un Pegaso en un monte y
veréis como las cabras no saben que hacer! En todo tiempo y lugar, romper las
reglas establecidas es una herejía. Cambiar el viejo orden es recrear la
realidad y, por tanto, es otra herejía. Y, como los revolucionarios son
“herejes” en potencia, los Torquemadas, siempre estarán listos para empalar a
los blasfemos, a los sacrílegos, a los sospechosos de pensar con cabeza propia.
Tacna, 26 junio 2011 – 17 febrero
2022
Edgar Bolaños Marín
Fuentes:
-
“GIORDANO BRUNO Y
LA VIGENCIA DE SU SACRIFICIO”, Juan Daniel González Hernández. https://docplayer.es/41754750-Giordano-bruno-y-la-vigencia-de-su-sacrificio.html
-
Giordano Bruno y la magia de la memoria: filosofía, política y
mnemotecnia, Saraí Elizondo Martínez. https://aion.mx/filosofia/giordano-bruno-y-la-magia-de-la-memoria-politica-y-mnemotecnia#:~:text=En%201582%2C%20Bruno%20dedic%C3%B3%20su,organizaci%C3%B3n%20y%20disposici%C3%B3n%20del%20conocimiento.
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