Primera versión en Rebelión el 15 de enero de 2022
Nunca antes en la historia había sido tan brutal el desajuste entre la capacidad tecnológica del ser humano para generar bienes y servicios y la miseria extrema de gran parte de la población mundial. Las entrañas de la bestia. La fábrica de dinero en el capitalismo desquiciado surge de la constatación de esta situación, indaga sus causas y rastrea su historia, poniendo en evidencia el papel crucial de los modos de producción y circulación del dinero en la gestación del desastre. Este enjundioso a la par que ameno y revelador trabajo nos demuestra que, más allá de los cuentos de hadas que proliferan, la economía tiene potencial teórico para explicar con contundente rigor los procesos esenciales que modelan nuestro mundo.
Alfredo Apilánez (Gijón, 1966) es un raro y erudito economista que no vende sus conocimientos a la reproducción del capital, sino que los dedica a la labor ímproba e imprescindible de desvelar sus argucias y desnudar los mecanismos por los que nos ha traído hasta aquí. En su blog Trampantojos y embelecos fustiga sin desmayo las falacias de los sicarios del sistema, al igual que lo hace en sus contribuciones en medios alternativos, en charlas, conferencias y simposios. El que nos ocupa es su primer libro, fruto de cinco años de investigación en el ámbito de la economía monetaria y acaba de ser editado por Dado Ediciones en 2021. Alfredo Apilánez es además activista en movimientos sociales y objetor a los bancos, faceta esta última, no exenta de inconvenientes, con la que nos demuestra cada día que es posible vivir sin colaborar con el crimen organizado.
La introducción del libro enfoca el problema. Se trata de comprender los mecanismos que hacen posible la situación actual, un proceso degenerativo de desigualdades crecientes con perspectivas fatales. Indagar las causas del desastre ha de requerir un análisis de la evolución de la acumulación del capital en las últimas décadas y del auge desenfrenado de las actividades financieras, el bloqueo de las productivas y las dificultades crecientes para la regeneración del sistema. Como se verá, la generación de dinero y deuda por agentes privados juega un papel esencial en esta dinámica. Éstas son las entrañas de la bestia, que han de permanecer bien ocultas para que la gente lo ignore todo sobre los procesos que rigen su vida y todo siga igual.
La Reserva Federal toma el poder para la banca privada
En las sociedades precapitalistas, el dinero coexistía con una economía no monetaria de enorme extensión. Por otra parte, sólo en el capitalismo el poderoso caballero se convirtió en capital, al ser avanzado para obtener un beneficio a través de la explotación de las clases asalariadas. De esta forma, pasó a ser la herramienta mediante la cual se ejerce el poder sobre aquellos cuya única opción de subsistencia es la venta de su fuerza de trabajo. Esta visión contrasta frontalmente con la teoría del “dinero-lubricante” de la economía ortodoxa, para la cual éste sería tan sólo un stock creado por un banco central y recluido en la esfera de la circulación para agilizar las transacciones.
La evolución del capitalismo pone de manifiesto un proceso ineluctable de reducción de la economía productiva y de agigantamiento del sector financiero, imposible de revertir. Los hitos históricos principales de este proceso son analizados en detalle. La polémica en Inglaterra entre los partidarios del patrón oro, como David Ricardo, y los defensores del crédito privado, se saldó con el triunfo de estos últimos, consolidado al otro lado del Atlántico en 1913 con el nacimiento de la Reserva Federal, la institución “independiente” que afianzó el poder de la banca privada para producir dinero “de la nada”. La descripción del proceso nos deja boquiabiertos porque en esencia se trata de una máquina succionadora de toda la riqueza social en manos de la banca privada. Nada menos que el 95% del dinero circulante es creado por ésta a través de la generación de préstamos, dato que constituye el secreto más relevante y mejor guardado de nuestro mundo.
De la crisis del 29 al neoliberalismo
La Fed actuó al unísono con el gobierno estadounidense durante la Gran Guerra para financiar generosamente el gran proyecto geopolítico que ésta supuso para los norteamericanos, y en 1918 el dólar era ya la moneda de reserva mundial. Poco después, la especulación desaforada de los “felices 20” generó una burbuja financiera que estalló de forma trágica en 1929 y abrió paso a la Gran Depresión. La recuperación llegó de la mano del “New Deal” de Roosevelt, con políticas fiscales y monetarias que reactivaron la economía, pero al no atacar la base del sistema fueron incapaces de acabar con la sobreacumulación de capitales y el subconsumo. Sólo la devastación de la segunda Gran Guerra hizo posible una titánica regeneración del tejido industrial y productivo durante los “30 gloriosos” que convirtió esta época en máximo exponente de “capitalismo equilibrado” para los economistas del ala izquierda del sistema, de Stiglitz a Varoufakis.
Apilánez defiende sin embargo que la prosperidad de estos años es engañosa, pues se circunscribe al Primer Mundo y se basa en una explotación brutal del Sur global. Argumenta además que esta era de bonanza es consecuencia de un momento histórico excepcional e irrepetible, ligado en gran parte a la reconstrucción de lo destruido durante la guerra, que terminó en cuanto la economía norteamericana y las tasas de ganancia en los países occidentales entraron en declive. Fue entonces cuando arrancó la financiarización galopante, plan de choque que consistió en realidad en que el resto del mundo pagara los números rojos de una economía norteamericana dispuesta a succionar toda la riqueza del planeta con su alquimia financiera. Los detalles del robo expuestos en Las entrañas de la bestia son estremecedores.
El “Nixon Shock” de 1971 fue un primer impulso en esta dirección, al liberar el dólar de su sujeción al oro, y en 1979 el “Volcker Shock” (por Paul Volcker, presidente de la Fed a la sazón) dio la puntilla con una subida estratosférica de los tipos de interés que arruinó países y disparó el desempleo por doquier, pero logró plenamente canalizar la riqueza global hacia la potencia imperial. En Europa surge en 1992 el Banco Central Europeo (BCE) como una copia depurada de la Fed y con el objetivo, escondido tras palabrería biensonante, de promover desregulaciones y privatizaciones y enriquecer a la banca privada en perjuicio de los estados soberanos.
La economía neoliberal estaba en marcha y su dinámica financiera enloquecida, incapaz de mantener la acumulación de capital, conoció crisis sin cuento que la Fed y el BCE capearon con inyecciones masivas de dinero. No obstante, no es posible insuflar energía a un organismo muerto, y un análisis de los resultados reales de estas estrategias muestra su impotencia para reactivar la economía. Sí que sirvieron sin embargo para salvar bancos y socializar sus pérdidas (Robin Hood al revés). La situación actual se caracteriza por una expansión del capital ficticio y el endeudamiento, que parasitan un trabajo productivo cada vez más exiguo. La consecuencia son condiciones extremas de desigualdad, explotación e inestabilidad por todo el cuerpo económico.
Los “mamporreros” del sistema
Al publicitado aparato teórico e ideológico que legitima el sistema se dedica otro capítulo revelador. La clave de bóveda de este edificio presuntuoso resulta ser una cruzada contra la inflación, proceso que se interpreta en términos terroríficos desde una visión sesgada del dinero como flujo. Esto sirve para justificar la estabilidad presupuestaria y el cruel cerrojazo a las políticas sociales. Los Chicago Boys tomaron el timón en los 70 para conjurar el fracaso del modelo keynesiano, generador de estanflación en aquel momento, con sus medidas monetaristas de guerra a la inflación y el gasto público. Sin embargo, tras esta fachada, la expansión sin trabas del casino financiero es en realidad un intento desesperado del capital por restablecer su tasa de ganancia, en caída libre con el declive de la economía productiva.
Conocemos también a los mamporreros institucionales. El caso de la India resulta emblemático, con la imposición en los 90 por el ariete del Consenso de Washington (BM, FMI, OMC) de las habituales reformas estructurales y privatizaciones que provocaron el suicidio de cientos de miles de campesinos arruinados. Pero ésta es sólo una faceta de una tragedia global; según un investigador de la ONU: “El mercado de los alimentos se ha convertido en un casino por una única razón: hacer que Wall Street gane todavía más dinero.” Para redondear el negocio, la nueva Lex mercatoria pone a los estados de rodillas ante las multinacionales, reduciendo a la impotencia a las instituciones democráticas y creando una situación que puede ser definida propiamente como “fascismo financiero” según de Sousa Santos.
Otros ejemplos de estas prácticas son la aplicación de la doctrina del Shock en el cono sur a partir del golpe de Pinochet en 1973, buena muestra de cómo todos los fascismos convergen, la renuncia de Mitterrand en 1982 a las medidas socialdemócratas con las que había llegado al Elíseo un año antes, o las claudicaciones similares de Zapatero en 2010 y Tsipras en 2015. Todos estos casos retratan a las claras el puño de hierro del fascismo financiero y las escasas opciones que existen de reformar el sistema.
Estrategias para el futuro
Leer en la actualidad la crítica que Rosa Luxemburg hizo al reformista Bernstein en 1899 pone de manifiesto su lucidez al anticipar la degeneración financiera del capitalismo que sufrimos hoy mismo. Sin embargo, hay que decir que la izquierda actual se encuentra volcada mayoritariamente en un reformismo institucional que, purgando el tumor financiero, habría de permitir regresar a un capitalismo productivo de rostro amable. Tras un análisis pormenorizado de las medidas estrella en este programa, como las de la Teoría Monetaria Moderna, el dinero “seguro”, la renta básica universal o diversos arbitrismos fiscales, Apilánez llega a la conclusión de que de ninguna manera estos proyectos son realistas, pues ignoran de plano el agotamiento productivo del capitalismo, el significado de su degeneración como casino global y la triste evidencia, constatable cada día, de unas instituciones democráticas impotentes ante el monstruo financiero.
Sin opciones reformistas viables, la insistencia en la vía institucional por parte de los movimientos sociales sólo puede generar frustración. Otra característica del momento presente es que ante el marasmo creado y sin capacidad teórica para atisbar su causa real, proliferan “luchas de un solo asunto”, agotadoras y estériles al no atacar el corazón del problema. Otro aspecto esencial es que la ausencia de una alternativa viable y bien planificada resulta enormemente peligrosa, pues abre el camino a chivos expiatorios y populismos del más variado pelaje.
Cuál puede ser la alternativa entonces. Apilánez, siguiendo a Manuel Sacristán, es partidario de un realismo que huya por igual de los “cuentos de la lechera” reformistas y de los apresuramientos revolucionarios, y se concentre en “una potenciación de las plataformas populares y las luchas cotidianas surgidas de la acción colectiva, sobre el telón de fondo de una forma distinta de vivir las relaciones humanas emanada de la tradición comunista.” Se trataría de abrir grietas autogestionadas en la estructura de dominación, para derribarla y construir otro mundo. Es ésta una vía en la que el uso del dinero, como mediador del poder y la riqueza, merece ser puesto en cuestión en aras de un programa de auténtica democracia.
La obra lleva un “Posfacio pandémico”, sobre la gestión de la crisis sanitaria por los poderes públicos, caracterizada por una absoluta pleitesía al capital privado. Que ésta no es la única opción posible puede observarse en China, donde un potente sector bancario estatal reactivó exitosamente la economía productiva en un tiempo récord. Esta constatación no implica de ninguna manera adhesión al régimen político del gigante asiático.
Las entrañas de la bestia al desnudo
La economía es una ciencia muy desprestigiada y el espectáculo cotidiano de premios Nobel defendiendo tesis contradictorias contribuye mucho a que lo sea. Sin embargo, leyendo este trabajo de Alfredo Apilánez comprendemos que la guerra de relatos se debe a una razón muy simple. La proliferación de análisis erróneos o abiertamente desquiciados que caracteriza esta disciplina, predicados todos los días desde púlpitos académicos y mediáticos, se debe más que nada a que los dueños del mundo, que pagan generosamente, no pueden permitir que se conozca la verdad. Como no podía ser de otra manera, ahí están todavía los “espadachines a sueldo del capital” de los que hablaba Marx.
Leyendo este libro comprendemos que el dinero resulta ser mucho más que esos billetes y monedas que llevamos ufanos en el bolsillo y nos sirven para comprar cosas. El dinero, con su metamorfosis en capital, es la herramienta del poder para apropiarse de la vida de los seres humanos y transformarla en mercancía. Aprendemos por qué el capitalismo es monstruoso, pero también que su latrocinio es extraordinariamente inestable. Lo que oprime al mundo en este momento es una caricatura demencial del capitalismo industrial de antaño, fraguada al agotarse la actividad productiva y caer la tasa de ganancia. La proliferación de metástasis financieras que exacerba las desigualdades y destruye el planeta, es sólo un intento desesperado y vano de restituir esa tasa de ganancia. No hay ninguna esperanza de que el genio maligno pueda ser devuelto a la botella y la construcción de un mundo donde merezca la pena vivir pasa necesariamente por acabar con él.
Las entrañas de la bestia arroja luz sobre misterios que los más poderosos tienen enorme interés en que no conozcamos. Por su lenguaje incisivo y su tratamiento riguroso, y hay que decir que ameno, a pesar de la aridez de muchos asuntos, el libro se lee con la emoción de una revelación. Los hitos y conceptos que han configurado nuestro mundo son diseccionados con pasión y agudeza y de este modo se consigue que nuestra forma de ver las cosas cambie completamente. Hay que destacar además la profusión de citas esclarecedoras de otros autores, y de notas a pie de página. Y por si esto fuera poco, al final del texto un glosario y una amplia bibliografía comentada nos aportan la posibilidad de contrastar en otras fuentes lo leído y ampliar nuestra visión. De esta forma, Las entrañas de la bestia se convierte en puerta a un sinfín de lecturas sobre estos aspectos decisivos, pero muy mal conocidos.
Conscientes de lo que hay, no nos queda otra que emprender camino hacia la reconstrucción de lo humano al margen del sistema monstruoso tejido para engañarnos. Sin embargo, nada de esto será posible sin saber bien a qué nos enfrentamos. Gracias, pues, a Alfredo Apilánez por el viaje revelador que nos ofrece en este libro a las mismísimas entrañas de la bestia.
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