Ayrton Armando Trelles Castro
El maestro Juan Bautista Segales
decía que en los momentos de crisis aparece la verdadera cara de los que
afrontan el problema. Aparece lo oculto o lo que pasaba desapercibido.
Ello se muestra en el comportamiento de una parte de Europa frente a la guerra
en Ucrania. Ellos nos develan cómo en realidad quienes se precian más de
humanistas y desarrollados, terminan siendo los que reproducen relaciones de
dominación alrededor del globo, y piensan implantar una narrativa única frente
a los conflictos que vivimos. Lo cual nos hace recordar que, en la modernidad,
la guerra es la continuación de la política por otros medios, como diría
Clausewitz. Aunque, para puntualizar, no toda política tiene a la guerra como
otro medio.
El
apoyo a los grupos neo-nazis
Desde el 2014, después de las
revueltas en Ucrania, con el objetivo de derrocar al presidente Viktor
Yanukóvich, de inclinaciones pro-rusas, occidente echó mano otra vez de un
recurso recurrente en su geopolítica, este recurso es apoyar a extremistas que
sirven a sus intereses. El caso de Ucrania desnuda bien la situación, porque se
trata de simpatizantes del nazismo y de facciones que forman milicias que
reivindican el nefasto régimen nacional-socialista.
Como indica Isaac Bigio (2022), las
cosas en Ucrania desde el golpe a Yanukóvich no han ido bien. La tensión con
Rusia aumentó, los coqueteos de las autoridades ucranianas con el bloque
europeo y su brazo armado, la OTAN, generaron suspicacias en los rusos, que no
estuvieron ni están dispuestos a ceder terreno, el cual podría poner en peligro
la belicosidad de su presencia político-militar. Además, en ese afán de
arrinconar a Rusia, occidente estimuló a los grupos pro-nazis, guardando
silencio frente a sus acciones en la Repúblicas populares Donetsk y Luhansk
escindidas de Ucrania, en la que llevaron a cabo actos de sabotaje y asesinato
los miembros de Svoboda, partido de extrema derecha y una de las principales
fuerzas políticas ucraniana (Espinoza, 2022).
Además de ello, occidente tiene otros
antecedentes interviniendo en conflictos ajenos. No es la primera vez que apoya
bandas de dudosa reputación. Por ejemplo, en el conflicto que enfrentó a la
Unión Soviética con Afganistán, país que formaba parte de la órbita de su
influencia directa, y al que intervinieron para restablecer a un gobierno afín.
La heroica resistencia afgana se vería mellada por el papel pequeño pero
propagandístico que tuvo Al-qaeda. Grupo que años después sería un dolor de cabeza
para Estados Unidos, porque, para utilizar una imagen de la literatura, fue
como la creación del profesor Frankenstein: se volvió en contra y terminó
persiguiéndolos. Sucede que antes de que ocurrieran los atentados que hicieron
conocidos mundialmente a los terroristas de Al-qaeda, eran presentados por
occidente como guerrilleros abnegados, luchando por la paz.
Sepulcros
blanqueados
Nosotros ya hemos vivido esas
tácticas de las potencias occidentales y, específicamente, de Estados Unidos.
Tenemos como ejemplo a las dictaduras del Cono Sur, durante el siglo pasado.
Esas dictaduras latinoamericanas, en muchos casos, no estuvieron en la mira
para ser intervenidas “humanitariamente”, al contrario, contaron con el apoyo
logístico y financiero, para ser el instrumento que pudiese sofocar las luchas
populares de los pueblos latinoamericanos
Y ahora, con el mismo afán
geopolítico, apoyan a gobiernos implicados en problemas con sus pueblos, como
el caso de Colombia. Con la influencia que manejan, tanto en maquinaria
propagandística como en intelectuales a su servicio, pueden blanquear
sepulcros. Por ejemplo, denuncia Atilio Borón, el caso del ex gobernante
colombiano Álvaro Uribe. Pintado, por el nobel Mario Vargas Llosa, como ejemplo
de administración política, pese a que cuentan con fuertes sospechas y
denuncias por actividades ilícitas, tales como narcotráfico o asesinatos a
campesinos, que al matarlos los hacían pasar por insurgentes o guerrilleros
(falsos positivos) (Luna, 2022, p. 18).
El
tercer mundo expectante
Lo que pasa en Europa es un efecto
Boomerang como sostiene Ramón Grosfoguel (2013). Ahora lo que pasa ahí, en lo
“civilizado”, es como lo ocurrido en el tercer mundo. El límite de los análisis
que hacen, es no fijarse en nuestra precaria condición. Quizá donde fallan las
reflexiones sobre la guerra, las cuales son documentadas y meritorias, es que
están pensando el problema de Ucrania desde la perspectiva de las potencias que
se disputan la hegemonía global, y no desde la periferia.
Grosfoguel (2013) menciona que el
conocimiento de lo que ocurre también puede ser el conocimiento unilateral de
una situación que involucra pluralidades. Proceder así es una constante del
mundo moderno, ya que, en esta realidad, el conocimiento (episteme) se elimina
eliminando a las personas y erradicando su cultura para que quede una sola
explicación entorno a los hechos. Así es como se constituye y sedimenta el
racismo epistémico.
El
racismo de los conocimientos de lo que ocurre, claramente se ha manifestado en
la guerra ucraniana. Los aparatos comunicacionales de gran alcance, nos
muestran el horror de una guerra y sus consecuencias, sin embargo, no ocurre lo
mismo con otras guerras en otras latitudes, por ejemplo, los pueblos como
Palestina, Yemen, Somalia, Siria, Libia, que recientemente han sido destruidos,
pero con distinta narrativa a la actual. Porque el llamado a las armas, en
estos casos por parte de occidente, era la de intervenir humanitariamente en
esas zonas no-occidentales. Dejando a la vista un criterio seleccionador que
indica quiénes tienen que ser civilizados y quienes son los civilizadores.
Quienes son los que pueden intervenir humanitariamente, aunque instrumentalicen
esas intervenciones. Como sucedió con el “gladiador de la
doctrina reaganiana” Elliot Abrams (Mars, 2019, párr. 5),
cuya defensa de las injerencias militares fue cínica. Defendió los resultados
que se dieron tras la invasión a Irak y Panamá (Bioska, 2019); señalando que
esos países eran ejemplos de progreso, luego de haber sido intervenidos, lo
cual es impreciso.
Los aparatos comunicacionales de gran
alcance, nos muestran el horror de una guerra y sus consecuencias, sin embargo,
no ocurre lo mismo con otras guerras en otras latitudes, por ejemplo, los
pueblos como Palestina, Yemen, Somalia, Siria, Libia, que recientemente han
sido destruidos, pero con distinta narrativa a la actual.
Ahora, en Ucrania se ve algo similar,
Occidente no acepta que la guerra ha tocado a sus puertas y ante ello se
victimiza para apiadarse mejor de su situación. En un vídeo de alta
circulación, unos reporteros europeos desesperados expresan que los refugiados
ucranianos no son comparables con los refugiados que provienen de países
subdesarrollados, es más, ahora son los blancos los que mueren; “el periodista
Philippe Corbe dijo: «No estamos hablando aquí de sirios que huyen de los
bombardeos del régimen sirio respaldado por Putin, estamos hablando de europeos
que se van en autos que se parecen a los nuestros para salvar sus vidas»”
(referenciado por Nadine White, 2022, párr. 8). Es decir, frente a las guerras
que provocaron en Medio Oriente, África, etc., que llevó refugiados hasta las
puertas de sus opulentas ciudades, ahí no cabía la desesperación porque se
trataba de los no son occidentales, es decir, los no-civilizados.
Cuando los conflictos en el tercer
mundo comenzaban, durante estos primeros años del siglo XXI, no estaba tan
claro qué sucedía. Ahora cada vez más la trama explica que las potencias
occidentales siguen utilizando como peones y carne de cañón a los territorios
que pueden meter en su órbita de influencia. Esas áreas arrinconadas en el
tablero de la geopolítica, constituyen los lugares donde las potencias han ido
midiendo fuerza para ir enfrentándose de forma más directa, ahora en que los
bloques se van consolidando y disputando la influencia global. Y, por su
puesto, sus protagonistas principales, son belicistas contumaces, tanto Rusia y
Estados Unidos muestran que el problema del mundo es esa minoría de ricos y
oligarcas, son quienes han tomado al mundo por asalto, y engordan sus cuentas
bancarias con la guerra, la rapiña y el saqueo.
Vivimos una época moderna que parece
reproducir, en un retorno a lo mismo, el “yo conquisto, luego soy”, que
precedió a la frase cartesiana, “pienso, luego existo”, porque esta
civilización, fundada en el paradigma de la invasión, el saqueo, y el
sometimiento, no va a parar hasta que exista otra opción u otro paradigma de
humanidad. Ahora las intervenciones humanitarias, sólo parece considerar como
ser humano a los anglo-sajones, los mismos que se arrogan el derecho de
intervenir en el tercer mundo, guerrearlo, y abandonarlo a su suerte, para
luego darle la espalda a las víctimas de los conflictos; en tanto que cuando
eso mismo les sucede, piden el socorro del mundo. Piden que todos se unan
contra el agresor euroasiático, cuando en realidad, lo que está tocando a sus
puertas es la creatura que una civilización des-humanizante ha creado y ha
alimentado, creyendo que, a más intimidación y sanciones, iban a doblegar.
Rusia, con su potencial armamentístico, no es igual que parte del tercer mundo,
iba a responder esas provocaciones, después de haber ensayado sus pequeñas
campañas en países satélites.
En resumen, deberíamos temer por el
destino de la humanidad. La OTAN que se precia como el ejército de la paz, y
occidente, que habla de sí mismo como salvador de los pueblos, en su propio
territorio estuvo apoyando a grupos racistas, matones y extremistas. Rusia ha
tironeado bien la situación y supo explotar la oportunidad. Sin embargo, si eso
ocurre en el lugar donde habitan los países con más influencia global, ¿qué no
nos podría pasar? Es más, ¿cuántos gobiernos latinoamericanos, políticos y
activistas estarán siendo apoyados por esas potencias, con el objetivo de que
sirvan a sus intereses?
Conclusión
En la política global, los que menos
deberían arrogarse el nombre de la humanidad son los que más lo hacen. Ellos
han llevado la cultura belicista a todo rincón del globo, fomentando la cultura
de la guerra, la rapiña y la división de los pueblos. Y lo peor, no sólo es
eso, sino que parte de la población haya pensado que en este siglo las guerras
no serían como las de antes, es decir, a balzos; cuando, por el contrario,
teníamos a parte de la humanidad sufriendo invasiones. Parece que cuando se
hablara de guerra, mientras no ocurra en Europa, son simples incursiones,
incluso, son incursiones humanitarias. Ahora hay guerra por ahí. Es lamentable
que lo que ocurre en otras partes del globo les suceda, porque, como en toda
guerra, mueren más inocentes que culpables.
Referencias
bibliográficas
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Ucrania es vergonzoso. Independent en español. https://www.independentespanol.com/opinion/rusia-ucrania-racismo-medios-comunicacion-b2029021.html
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