Publicado el 19 de marzo de 2024 /
Josep Cónsola
7 de marzo de 2024
Como he escrito en anteriores ocasiones, hace ya muchos años que se está
primando el concepto de enfermedad y olvidando el concepto de salud, con lo
cual todo el ejercicio sanitario ha estado dedicado a aliviar algunos síntomas,
oscureciendo al mismo tiempo las causas del malestar para no incordiar a los
responsables ya que ello implicaría poner sobre la mesa la totalidad del
sistema productivo, es decir el sistema de producción capitalista.
Pero los
llamados sistemas de salud en el capitalismo tienen una función básica: el
mantenimiento de la maquinaria humana, con lo cual hasta hace ya bastantes años
fue preciso disponer de unas estructuras médicas para recomponer la mano de
obra existente, debido a que el llamado “ejército de reserva”, es decir las
multitudes que esperan ansiosas un puesto de trabajo, era minúsculo comparado
con las necesidades productivas operadas por un gran número de personal. Era
necesario incrementar los gastos para dicho sistema aunque supusiera un costo
adicional en los presupuestos, tanto estatales como patronales.
Al mismo
tiempo se necesitaba una mano de obra mínimamente escolarizada, educada y
disciplinada, capaz de interpretar planos, esquemas, operaciones matemáticas,
métodos y tiempos, etc. Para ello un sistema educativo que respondiera a dichas
necesidades dirigido en su mayor parte al futuro proletariado asalariado. Y en
menor parte dirigido a los que deberían ocupar puestos de responsabilidad
directiva. Aquí también se incrementaron los presupuestos.
¿Cuáles eran las bases del sistema educativo y sanitario concebido como
suplemento de la productividad a partir de la segunda revolución industrial de
principios del siglo XX?
Para poner
un ejemplo en 1902 el Foment del Treball publicó en su revista El Trabajo
Nacional un proyecto para la creación de una escuela industrial catalana. Un
año después, un nuevo texto dirigido al Ministerio de Instrucción Pública apareció
en la revista de la Asociación de Ingenieros Industriales. Según este texto, la
Escuela Industrial constaba de la Escuela de Ingenieros Industriales y de la
Escuela Provincial de Artes y Oficios, abarcando toda la escala de la enseñanza
industrial en los niveles elementales, secundarios y superiores (1).
Según la
lógica del capitalismo, era necesario un sistema sanitario y educacional acorde
a las expectativas de rendimiento del capital, y tener un proletariado
enfermizo y semianalfabeto no correspondía a las exigencias del sistema
productivo. La generalización de la asistencia sanitaria basada en la
enfermedad y la búsqueda de paliativos temporales a ésta, era de vital
importancia, así como unos sistemas de enseñanza para obreros en los que primara
la formación profesional.
Y durante el
franquismo se construyeron las llamadas universidades Laborales, tomando como
modelo la Universidad del Trabajo “Paul Pastur” de Charleroi (Bélgica), un
conjunto construido a principios del siglo XX para la formación técnica de
aprendices y obreros, que según palabras de su fundador era “el modelo más
representativo por la potencia de sus herramientas, la modernidad de sus
métodos de enseñanza y la diversidad y el carácter de su actividad, es ante
todo, una forma de enseñanza técnica más que una escuela. Estas Escuelas
Técnicas se han desarrollado a partir del impulso de la vida laboriosa de la
región respondiendo a las aspiraciones de los obreros y de los pequeños
empresarios y ellas alimentan a la industria de obreros técnicos cualificados”.
Modelo que Francia incorporó con la creación de las Escuelas de Mutualidades de
Burdeos (2).
El primer
centro en España se construyó en Gijón, en el año 1948 seguido posteriormente
de otros en Sevilla, Córdoba, Zamora y Tarragona. Esta última fue la primera
Universidad Laboral cuya dirección educativa no estuvo a cargo de una orden
religiosa, solamente los servicios de cocina, lavandería y limpieza se
encargaron a una comunidad de religiosas, pues las otras universidades
laborales eran gestionadas por las órdenes religiosas de jesuitas y dominicos
(3).
A pleno
rendimiento, la Universidad Laboral de Tarragona tenía capacidad para 4.000
alumnos e impartía ochenta especialidades y según los datos recogidos durante
el período de su funcionamiento cursaron sus estudios más de 45.000 jóvenes de
forma totalmente gratuita con alimentación, alojamiento y ropa incluidos. El
capital español precisaba de una mano de obra especializada para recomponer la
destrucción que había supuesto la guerra, el exilio de cientos de miles de
personas y la superación del trabajo artesanal que no era acorde a las
expectativas del llamado desarrollismo español a partir de los años 50.
Pero, ¿qué ocurre a partir del último tercio del siglo XX, con la puesta
en marcha de la tercera revolución industrial, la llamada “revolución
microelectrónica”?
Se dio un
vuelco: aumentó el desempleo y con él, el ejército de reserva al tiempo que
algunas funciones y conocimientos obreros ya no eran precisos. Pero ya con la
deriva sumisa de los sindicatos, hizo que el capital realizara una magna
operación, de acuerdo con algunas entidades de la llamada “sociedad civil”.
Operación que se concretó en fomentar una creciente oleada migratoria que, por
un lado aumentaba el volumen del ejército de reserva de mano de obra, y por
otro lado presionaba a la baja los salarios. Y aparece con fuerza el Credo de
la Globalización.
Pero además,
a partir de este momento ya se empieza a poner los cimientos de la cuarta
revolución industrial, la Industria 4.0, en la que estamos inmersos aunque
todavía no se ha generalizado, en la cual las predicciones son como las
apuntadas por la multinacional legislativa Deloitte: “La Industria 4.0 implica
la promesa de una nueva revolución que combina técnicas avanzadas de producción
y operaciones con tecnologías inteligentes que se integrarán en las
organizaciones, las personas y los activos… Su alcance es mucho más amplio,
afectando a todas las industrias y sectores e incluso a la sociedad… Más allá
de eso, podría generar cambios en la fuerza laboral, lo que requeriría nuevas
capacidades y roles” (4).
Esta nueva
operación del capital para revertir la tendencia decreciente de la tasa de
beneficio, conlleva, aunque sea contradictorio, una disminución de la necesidad
de mano de obra (que es la única que produce plusvalía), y como resultante un
incremento de la mano de obra ociosa, lo cual sería perfectamente asumible
reduciendo la jornada de trabajo a tres o cuatro horas diarias o a dos o tres
días a la semana.
Pero la
concepción de Pacto Social enraizada dentro del movimiento sindical, establece
la relación salarial y contractual ligada a los beneficios empresariales con lo
cual, los salarios, los incrementos de productividad y las jornadas de trabajo
han dejado de establecerse en relación al precio de la venta de la fuerza de
trabajo y se han subordinado a las cuentas de resultados de los capitales
invertidos.
En esta
nueva coyuntura, se precisan unos sistemas de enseñanza muy especializada y
fragmentada para una minoría necesaria y una degradación para la inmensa
mayoría. Ya así lo estableció el llamado Acuerdo de Bolonia en el año 1999, con
sus Grados, Masters y Doctorados, al mismo tiempo que tanto en España como en
otros países europeos, la enseñanza básica o politécnica se dejaba a la deriva.
Ya no era necesaria en el nuevo marco globalista.
En la ESO,
la Lomce, Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, autorizaba a dar el título
con hasta dos suspensos. En Bachillerato, había que tener todo aprobado para
obtener el título (5). Con la Lomloe, Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre,
no hay límites en la ESO y en Bachillerato, se permite un suspenso (6).
Y con el
nuevo currículo de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) Real Decreto
217/2022, de 29 de marzo, dicen que se pretende potenciar la lucha contra el
abandono escolar y para ello nada más cómodo que conceder las titulaciones sin
tener en cuenta los conocimientos y/o aptitudes adquiridos. Asimismo, también
desaparecen los exámenes de recuperación de junio y septiembre. Por lo que, los
alumnos que tengan alguna asignatura suspensa (sin límite) podrán pasar de
curso siempre y cuando tenga el visto bueno del claustro de profesores (7).
Y mientras
tanto, las reivindicaciones puramente corporativas de los funcionarios de la enseñanza
son de mejor retribución, menos alumnos, etc. Y las reivindicaciones de las
AMPAS son de mejoras en los comedores, gratuidad, transporte, etc. De lado se
deja la crítica a los contenidos curriculares, enmascarados en una pueril
dicotomía entre público y privado.
Tres
elementos se han priorizado desde la enseñanza primaria y secundaria: 1) la
aceptación de la ola migratoria, 2) el ecofascismo del capitalismo verde, 3) la
incorporación del discurso trans y las aberraciones biológicas. Junto a ello
todos los elementos de la cultura anglosajona.
Pero a pesar
de los incrementos en las partidas presupuestarias ocurre lo que a finales del
siglo XX planteaba Robert Kurz: “Hoy en día el Estado no repara en gastos para
que miles de personas simulen el trabajo desaparecido en peregrinos ‘talleres
de entrenamiento’ y ‘empresas ocupacionales’, a fin de mantenerse en forma para
«puestos de trabajo» normales que no van a conseguir nunca. Cada vez se
inventan ‘medidas’ nuevas y más estúpidas solamente para hacer ver que la
calandria social, que gira vacía, puede seguir funcionando eternamente” (8).
En medio de
este galimatías se acelera la introducción de la llamada inteligencia
artificial en sectores como banca, administración pública, sanidad, enseñanza,
logística, cine, literatura, transporte, comunicaciones… aunque en el sector
industrial este sistema está algo más retrasado.
Hasta la
entrada de la tercera revolución industrial en los años 80 la relación
existente entre innovación de procesos e innovación de productos suponía que
durante la innovación de procesos aumentaba el desempleo debido al sobrante de
mano de obra, pero la innovación de productos posterior absorbía de nuevo la
mano de obra. Pero estamos ante una nueva fase en la cual la rapidez en la
innovación de procesos no está relacionada con la innovación de productos
elaborados por humanos, ante lo cual solamente una solución es posible: menos
horas y menos días de trabajo asalariado.
Cuestión
aparte será analizar en que se utiliza el tiempo de ocio disponible, ya que si
es para mantener la figura de espectador paciente frente a una pantalla, poco
habremos ganado.
Ya en la
Acta de Adhesión de España a las Comunidades Europeas que se firmó en Madrid el
12 de junio de 1985 por el Presidente del Gobierno, Felipe González, la
desindustrialización era la condición no escrita de la entrada a la CEE como
país especializado en el sector terciario y en los bajos salarios en el marco
de la división europea del trabajo, que reservaba a los países centrales las
actividades con mayor valor añadido y a la periferia mediterránea las de menos
valor (9).
Es desde
esta perspectiva que debemos analizar los presupuestos de sanidad y enseñanza
que, a pesar de los incrementos cuantitativos año tras año, presuponen al mismo
tiempo un deterioro en sus contenidos.
Y mientras
no entremos a fondo en los mismos, cualquier reivindicación tan solo será más
de lo mismo, ya que la provisión de bienestar educativo y de salud has sido
sistemas que tradicionalmente han servido para reproducir y mantener la mano de
obra que la actividad capitalista ha requerido.
—-
(1) https://www.diba.cat/es/web/recintes/historia-de-la-escuela-industrial
(2) https://core.ac.uk/download/pdf/61903233.pdf
(3) https://eltrasterodepalacio.wordpress.com/2016/03/04/universidad-laboral-de-tarragona-un-poco-de-historia-y-un-paseo-imaginario/
(4) https://www2.deloitte.com/es/es/pages/manufacturing/articles/que-es-la-industria-4.0.html
(5) https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2013-12886
(6) https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-2020-17264
(7) https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-2022-4975
(8) Robert Kurz. Manifiesto contra el trabajo. 1999
(9) https://www.gestion-sanitaria.com/1-sistemas-sanitarios-union-europea.html
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