Publicado por Francisco Umpiérrez
Sánchez
sábado, 6 de abril de 2024
Hace años yo
solía ir dos veces por semana a almorzar a un pequeño restaurante. En dicho
restaurante había una pareja de unos cuarenta años que se llevaban
maravillosamente bien: siempre se les veía hablar entre ellos de forma muy
cordial, se reían mucho y se trataban de manera exquisita. Un día me acerqué y
les felicité. Les dije: Nunca, o en contadas ocasiones, había visto una pareja
que se llevara tan bien. Y ella me respondió: es que no somos pareja. No tuve
más remedio que sonreír. Por regla general las personas que más se extralimitan
en el trato y se dicen cosas desagradables o se tiran puntas son las parejas.
Fuera de la pareja, y sobre todo si es una persona que acabamos de conocer,
todos nos esmeramos con un trato correcto y decoroso.
Una vez vi
por la televisión que una pareja estaba celebrando que llevaban juntos sesenta
y cinco años. El periodista le preguntó a la mujer cuál era el secreto de que
ella y su marido llevaran tanto tiempo juntos. Ella respondió: porque
discutimos todos los días. En otra ocasión le dije a una vecina que me alegraba
que su amiga tuviera pareja y que él parecía muy buen chico. Ella me respondió:
“es demasiado guanajo, no te discute nada, y así la pareja es poco animada. No
me gusta esa clase de hombres”. Y, por último: en cierta ocasión le pregunté a
mi peluquera, próxima a los cincuenta años, si no le gustaría tener pareja. Y
me respondió: claro que sí, para tener alguien con quien discutir. Así que la
discusión en pareja es un bien y no lo es tanto con las personas que acabamos
de conocer.
Digo todo
esto para indicar que cuando examinamos el significado y el sentido de algunas
palabras, no debemos separar el lenguaje de la vida, las locuciones de la
persona A o B siempre debemos presentarlas como parte de una o varias relaciones
sociales. Y el contenido de las relaciones sociales son muy diferentes. Y esta
diferencia de contenido en las relaciones sociales es la que crea las
diferencias de sentidos de las mismas palabras. Las palabras en sí mismas
tienen el mismo significado allá donde estén presentes, pero sus relaciones de
sentido varían con cada cambio de contenido en las relaciones sociales. No
podemos examinar el significado y el sentido de las palabras como si el
lenguaje constituyera un reino independiente. Una mujer llama a su marido, con
el que lleva viviendo más de cincuenta años y al que quiere mucho, cobarde. Un
señor B que conoce a ese marido desde hace diez años y con el cual tiene un
trato sin mucho fondo lo llama igualmente cobarde. La palabra “cobarde” tiene
en ambos casos el mismo significado, pero sus sentidos son muy diferentes.
El sentido
de una palabra lo constituye varias cosas: las relaciones sociales a la que
pertenece, y los sentimientos, las concepciones, los valores y el estilo de
vida a los que está vinculada esa palabra. Cuando la mujer llama cobarde a su
marido, no por ello deja de quererlo ni busca denigrarlo o hundirlo, busca que
cambie de actitud ante un problema cuya solución es decisiva para su vida. Las
parejas por mucho que discutan y se digan cosas desagradables, si llevan mucho
tiempo juntos, siempre tienden hacia la reconciliación. Mientras que cuando el
señor B llama cobarde al marido de esa mujer, al que no quiere ni le tiene
aprecio, busca denigrarlo y herirlo. Y en general no tiene ningún interés por
la reconciliación. Así que una cosa es el significado de una palabra
y otra el sentido. Y no puede hacerse un análisis preciso y certero de las
locuciones si no se tiene en cuenta el marco de relaciones sociales del que
forma parte esas locuciones, si no se tiene en cuenta el resto de los
componentes psicológicos presentes en la vida humana: además del lenguaje, hay
que tener en cuenta los sentimientos, la historia, los valores y la ideología,
entre otras cosas, que constituyen el contenido de una determinada relación
social.
Fuente: https://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com/2024/04/significado-y-sentido.html
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