“Se han enredado por mirar
atrás y no adelante”.
Volvemos
a publicar un documento, difundido a principios de éste año, que trata algunos
de los temas objeto de controversia entre los Cruzados del Anti Revisionismo y
Eusebio Leyva.
Uno
de los rasgos característicos del doctrinarismo es mirar atrás, como si la vida
estuviera detenida en el tiempo. Pero, la lucha por la vida continúa, no se detiene
ni una milésima de segundo. El pasado sólo nos sirve como experiencia para
abrir camino en el presente - futuro. La vieja fórmula que gobernó la actuación de José Carlos Mariátegui:
poner los pies firmemente en la realidad material, combatir el viejo orden y
entenderse ante la realidad concreta, sigue siendo faro que alumbra la
actuación de los activistas en el siglo XXI.
Las tendencias en la lucha de clases son
inevitables como inevitable es la diversidad de opiniones. Si no arrojamos a la
basura el facilismo de hacer “política” con el pasado. Las potencialidades
quedarán atrapadas en el círculo vicioso de la esterilidad de interminables debates.
El doctrinarismo –dice Eusebio Leyva- es infértil porque
busca la verdad en los libros, no en los hechos. Y tiene mucha razón. Los
hechos son la vida y la vida es producción material, es lucha de clases y es
experimentación científica, esto es, práctica y más práctica. Así, la práctica y sólo la práctica, marcará la diferencia entre cien
mil escuelas en el circo agonal de la vida. Oficio de políticos es mirar
adelante; oficio de historiadores es mirar atrás. Dejemos el trabajo de
escudriñar el pasado a los historiadores. Tenemos un mundo por conquistar, ¿qué
nos detiene? ¡Nada! ¡Absolutamente nada!
Tacna, 01 Octubre 2012
Edgar Bolaños Marín
NARCISISMO, ADANISMO Y UN MUNDO POR CONQUISTAR
No hay mejor
almohada que la conciencia sana.
¡Amen![1]
¡DOS VECES AMÉN! ¿Ese
"joven cito" fuera del agua no tendrá ocupación más provechosa?
¿Quién inventó el adanismo? ¡No! ¡No fue Adán Ramones! El comediante que se cree
inventor de los Monólogos. Su origen se remonta al amanecer de la propiedad
privada y, más tarde, al de los derechos privados, copyright. Así un tal Jehová
o Yahvé, tiene su Adán y… su Eva como simple accesorio. Eva en la narrativa
bíblica es un objeto decorativo. ¡Hasta la moda en el vestir la inventó la
Serpiente! La muy rastrera enreda a Eva y provoca en la adánica pareja
vergüenza por la desnudez. Así, desde aquéllos tiempos y mientras dure el macro ciclo clasista, el
complejo de Adán y el narcisismo caminan de la mano.
¡Al
maestro, cuchilladas! Hay quien mantuvo viva la flama del
marxismo. Y hay quienes hacen de la frase castellana norma en su vida. La Verdad sea dicha[2]
y otros anti-panegíricos nos recuerdan a Víctor Raúl Haya de la Torre y sus
trastornos de personalidad. Entre 1928 - 1930, las limitaciones de clase de
Víctor Raúl, sólo toleraban o le permitían “rebatir” con agravios el proyecto
de José Carlos Mariátegui. La conducta de Haya y sus epígonos no es poco
frecuente; es, en todo caso, el modus operandi del Petit bourgeois siempre oscilante entre los extremos: capital y
trabajo.
Haya de la
Torre hace más de ochenta años escribió: “Mariátegui no transigirá nunca porque
es inválido, porque es cojo y porque es fantaseador.”[3] Hoy,
algunos seguidores de la “plañidera narcisista”[4],
sueltan la sin huesos, sin mirar el leño que cubre sus pupilas. En un triste espectáculo cuál viejas
solteronas -orgullosas de su estéril
pureza moral- vociferan a los cuatro vientos: ¡crisis de senilidad! ¡Cobardía!
La ironía es un recurso
cuando la necedad de un "argumento" se repite y repite como disco
rayado. Albert Camus, alguna vez dijo: La estupidez siempre insiste e insiste. En un
medio donde todo es blablabla, narcisismo y adanismo, se dan la mano en relegar
y subordinar los proyectos colectivos. Contra las disputas por quién corrió
primero o quién es la prima donna
hasta los dioses luchan en vano. Hace más de 400 años, el filósofo francés
Michel Eyquem de Montaigne dijo: Nadie
está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis.
El drama de la pequeña burguesía es su ambición y temor. Sueña con poder,
riqueza y prestigio; pero, al mismo tiempo, teme la pobreza que la amenaza
todos los días. Por su misma
naturaleza de clase, defiende la propiedad privada de
los medios de producción; pero, simultáneamente, se opone a la liberalización
irrestricta de la economía (consciente de su incapacidad para competir). Esa es
la base de su reformismo de buen vecino o su radicalismo estéril. La empleocracia
vive entre la aspiración de ascenso social y la brutal
realidad de estar encadenado a un puesto, sometidos a un jefe incapaz, tan
frustrado como ellos. Todos angustiados, todos atrapados sin salida, todos
simulando un éxito huidizo. La angustia de la pequeña burguesía, sólo
encontrará descanso eterno cuando el curso ineluctable de la vida termine por
doblegar sus instintos en la fría tumba de los anaqueles de la historia. Entre
tanto, la duda hamletiana consume su inteligencia y, la lucha de clases, los
empuja hacia los extremos: burguesía o proletariado. Su protesta incendiaria
(desde la extrema derecha o la extrema izquierda) se canaliza a través del
dicterio y la diatriba, para ellos los soldados (no las organizaciones) son los
culpables de todos los males sociales.
En 1924, cuando Mariátegui regresó al Perú, encontró un
movimiento obrero sumido en disputas fratricidas y sometido a la pequeña burguesía.
Su llamamiento, a los révoltè de aquél entonces, da la pauta para salir del
pantano (de las riñas por quítame esta
paja) y sigue siendo una luz que alumbra nuestro futuro:
“La existencia de tendencias y
grupos definidos y precisos no es un mal; es, por el contrario, la señal de un
periodo avanzado del proceso revolucionario. Lo que importa es que esos grupos
y esas tendencias sepan ENTENDERSE ante la REALIDAD CONCRETA DEL DÍA. Que no se
estrellen bizantinamente en excomuniones y exconfesiones recíprocas. Que no
alejen a las masas de la revolución, con el espectáculo de las querellas
dogmáticas de sus predicadores. QUE NO EMPLEEN SUS ARMAS NI DILAPIDEN SU TIEMPO
EN HERIRSE UNOS A OTROS, SINO EN COMBATIR EL VIEJO ORDEN SOCIAL, SUS
INSTITUCIONES, SUS INJUSTICIAS Y SUS CRÍMENES.”[5]
Realidad
concreta, combatir el viejo orden y entenderse, son las claves de la unidad
Mariateguiana. Los verdaderos hombres se entienden en la práctica concreta, en
la lucha de clases. Los discursos, las palabras, se las lleva el viento. De qué
sirven las palabras si no tienen el respaldo de la organización. De qué sirven
los grupos si no tienen el respaldo de la lucha concreta. De qué sirven las
tendencias si no tienen el respaldo de un proyecto. De qué sirve el proyecto si
no brota
en medio de una tenaz lucha (ideológica, teórica, política y orgánica) por la
hegemonía en el frente de clases. De qué sirve la hegemonía en el frente unido si no tiene el respaldo
de la clase obrera organizada en partido.
Parafraseando
a Vladimir Ilich Lenin, hoy podemos decir: !Oh
Dios mío, qué verdades tan elementales hay que deletrear, cuando se han
confundido y embrollado todos los objetivos! ¡No está claro aún! Hay que
repetirlo mil veces y aún será necesario volver a repetirlo: unidad en la lucha
contra el enemigo común.
De cara al Toro, situase
el Diestro en la rectitud de su terreno, avanza agitando la capa dispuesto al Capotazo. Y el
torero deja con un palmo en la nariz al buey rojo de furia… En algunas
ocasiones, no otra cosa ocurre entre los homínidos. Para qué entretenerse
despejando las dudas hamletianas de los que no creen. No insistas. Déjalos
bufar y sigue tu camino.
La
variedad de tendencias y la diversidad de matices ideológicos es inevitable en
éste siglo decisivo. Asimismo, las colisiones
en la diversidad son ineludibles como inevitable es la necesidad que obligará a
la colaboración en la lucha contra el enemigo común. Luchar
por el alimento (para el cuerpo y el alma) es el modus vivendi de la especie
que impulsa la producción material, la lucha de clases y la experimentación
científica. Esta práctica social nos elevó del salvajismo a la civilización y
nos permitirá dejar atrás el macro ciclo clasista. Sí Marx y Mariátegui, tenían la certeza que el
desarrollo intelectual de la clase obrera, debía ser el resultado inevitable de
la
acción conjunta y de la discusión.[6]
Con mayor razón, se tiene la seguridad que de los escombros de la crisis terminal del modelo
civilizatorio (climática, energética, económica, financiera y alimentaria) brotará la nueva organización de la sociedad del
futuro. La lucha por el pan, el agua, la educación y la
dignidad es el motor que revitaliza el movimiento
del futuro en el
movimiento del presente.
El capitalismo ha saltado los límites del planeta y el instinto de las masas, que casi nunca se equivoca, se orienta de la
lucha por la existencia (agua, habitad y alimento
sano) a la lucha por la dirección de los procesos de producción y distribución.
Innovar es arriesgar y exponerse
al error. Pero, no hay por qué temerle al error. El error forma
parte de la historia de la humanidad. Sólo se equivoca el que se atreve a hacer
algo. En 1886, Friedrich Engels, al hacer un recuento de sus experiencias con Marx, recomendaba
a los alemanes, cómo si les estuviera hablando a los peruanos del siglo XXI: “Lo que debieran hacer los alemanes es
elevarse hasta su propia teoría –si la comprenden, como lo hicimos en 1845 y
1848–, entrar en todo movimiento obrero real, ACEPTAR SUS PUNTOS DE PARTIDA
PRÁCTICOS Y CONDUCIRLOS GRADUALMENTE AL NIVEL TEÓRICO, señalando cómo todo
error cometido, todo revés sufrido, es consecuencia necesaria de las
concepciones teóricas erróneas del programa original…”[7]
Efectivamente, qué nos impide vincular nuestra crítica con la crítica de la política,
qué nos impide tomar partido en política, qué nos
impide renovar la política, qué nos impide participar en luchas reales e
identificarnos con ellas. ¡Nada! Nada nos impide
innovar la organización y sus formas de lucha. Innovar es reinventar la política.
Innovar es reinventar la organización. Innovar es reinventar el Perú, ese Perú
de todos los trabajadores, ¿qué esperamos?
Renovarse o
morir es la disyuntiva del presente. El siglo XXI será conocido como
el siglo de las innovaciones. Organización que no se renueva está llamada a
desaparecer. Sin innovaciones no hay renovación. Sin
renovación no hay nuevos procesos ni nuevos conceptos. Atreverse a ser
visionarios no es sólo pensar diferente, no es sólo una nueva manera de ver las
cosas, sino, sobre todo, una manera de REALIZARLAS. ¡Atreverse a mover las
ideas del plano conceptual al plano de la realidad! ¡Ese es el punto! ¡Qué cada quién experimente sus ideas o proyectos! Que 100 flores florezcan y
cien escuelas de pensamiento compitan, que cada grupo o tendencia realice
lo que tenga que realizar combatiendo el
viejo orden social, sus instituciones, sus injusticias y sus crímenes. Así,
la práctica y sólo la práctica, marcará la diferencia entre cien mil escuelas en
el circo agonal de la vida. Y bien, tenemos un mundo por conquistar, ¿qué nos
detiene? ¡Nada! ¡Absolutamente nada!
Tacna, 01 de Enero 2012
Edgar Bolaños Marín
[1] Un provocador Amén, el de
Gustavo Pérez, da origen a éstas breves notas que probablemente saquen más de
una cana, si es que todavía tienen cabello. Gustavo Pérez explica su ¡Amén! El señala que el Amén viene al cuento por “el aire clerical,
solemnemente religioso del título: La
Verdad sea dicha. Me hizo recordar –dice– las arengas del MOVADEF que son
recitadas como oraciones religiosas (19.12.2011)”. (Véase: Gustavo Pérez Hinojoza, Domingo, diciembre 18, 2011
4:00 P.M., Re: [foro_centenario] LA VERDAD SEA DICHA.) Ese aire clerical –hasta
“ANGELICAL” diríamos – que hace referencia Gustavo, nos recuerda la unción o
devoción de los “testículos de Mariátegui” –como los calificara el irreverente
poeta Ayacuchano Artidoro Velapatiño Castilla– de la década de los ochentas del
siglo pasado.
[2] Eduardo Ibarra, 12.11.11
[3] Carta de Haya de la Torre a
Eudocio Ravines, 19 de febrero de 1929
[4] Carta de Esteban Pavletich a JCM, México 12 abril 1930
[5] JCM, El 1º de Mayo y el Frente
Único, Mayo 1924
[6] F. Engels,
Prefacio a la edición Alemana de 1890 del Manifiesto
Comunista.
[7] Carta de
Engels a Florence Kelley Wischnewetski, 28 diciembre 1886
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