martes, 20 de noviembre de 2012

POLÉMICA PALINGENÉSICA: HABLEMOS DE LENIN 2

"El término leninismo se impuso en el movimiento comunista internacional, no porque respondiera al capricho de alguien por agregar un ismo a la denominación de la doctrina del proletariado, sino porque en el debate quedó demostrado que Lenin había desarrollado el marxismo. Esta es la cuestión. Por tanto el término marxismo-leninismo se impuso por su propio peso." (Eduardo Ibarra) 



El señor Eduardo Ibarra pretende dejar oleada y sacramentada la cuestión acerca del leninismo y del marxismo leninismo con las aseveraciones contenidas en la cita.

Dijimos que esta cita era toda una delicia. Veamos porqué.

Para el señor Eduardo Ibarra el hecho de que en algún momento o durante algún periodo alguna idea, algún concepto, alguna posición política se haya impuesto en el movimiento comunista internacional, significa la Santa Palabra. Tiene el mismo significado que para los católicos tiene la palabra del Papa cuando habla ex cathedra.

Aquí podemos percibir como y conque facilidad se cae en el colonialismo mental, en la renuncia a pensar con cabeza propia, a proceder como debe proceder el marxista: buscando la verdad en los hechos.

Es cierto, totalmente cierto que a partir del V Congreso de la Internacional Comunista se impuso lo que afirma Eduardo Ibarra.

¿Pero qué pasó durante los primeros cuatro congresos que se realizaron en Rusia y cuando Lenin estaba con vida y prestaba el máximo de su atención al desarrollo de estos?

¿En alguna ocasión, durante el desarrollo de esos 4 eventos,  alguien se atrevió a plantear que la base ideológica y política del movimiento comunista internacional debía de ser ya no el marxismo a secas sino el marxismo-leninismo?

Preguntamos esto porque, para los muchísimos Ibarras que en la historia ha habido, resulta una condición sine qua non, de principio, insoslayable, un axioma, una tautología que toda organización que se pretenda parte del proletariado revolucionario tiene que definirse como “marxista-leninista” y fuera de esta definición, no es posible, para hablar en términos religiosos tan caro al espíritu de nuestros doctrinaristas cruzados, “salvación” alguna.

Es decir si en la “declaración de principios” de cualquier ciudadano u organización que se pretendan revolucionarios no está explícitamente la fórmula “marxista – leninista” esa organización y ese individuo son cualquier cosa: “revisionistas”, “oportunistas”, “populistas”, “reformistas”, “centristas”, “social demócratas”, “revolucionaristas pequeños burgueses” y calificativos de ese estilo, pero jamás revolucionarios marxistas.   

Todo activista pensante, que analice las cosas desapasionadamente, tiene que formularse la siguiente cuestión:

Cómo así el mismísimo Lenin no se percató, no se dio cuenta, no tuvo conciencia de la verdad tan monumental, tan escandalosamente monumental  de que él había sido el creador de una doctrina que  era garantía de victoria para la clase obrera en el capitalismo en su fase monopólica.

Cambiando lo que haya que cambiar es como si Newton no se hubiese percatado de todas las inmensas consecuencias para las ciencias naturales, para la técnica y para la vida que se abrían a partir del descubrimiento de la Ley de la Gravitación Universal; o que Leibniz ignorase las consecuencias de su descubrimiento del cálculo infinitesimal para las Matemáticas.

¿Cómo explicamos esto?

Lenin era un tipo genial que en infinidad de ocasiones mostró que era capaz de mirar lo que estaba tras el petróleo. ¿¡! Y no se iba a dar cuenta de una verdad tan monumental ¡!? No se había percatado que había logrado una superación cualitativa de Marx cuyo aparato e instrumental para el análisis, síntesis y transformación revolucionaria de la realidad era un traste obsoleto que servía sólo para la era del capitalismo pre monopolista.

¿Qué explicación hay para esto?

¿Tal vez que Lenin era un tipo muy frugal y modesto?

¿O que tal vez no tuvo la perspectiva suficiente hasta 1924, y que los sabihondos de su entorno sí la alcanzaron apenas meses después en 1925?

¿O acaso Lenin sí se dio cuenta de la trascendencia de su aporte, pero como era tan modesto y tan frugal, una especie de Francisco de Asís, decidió ocultar esta verdad tan monumental anteponiendo a las necesidades del movimiento revolucionario del proletariado internacional su obsesión por trasmitir una imagen de “modesto”?

 No, la cosa no es así, ni va por allí.

Lenin sabía perfectamente de la trascendencia y magnitud de su legado teórico derivado de su praxis revolucionaria, pero también sabía perfectamente que toda su producción, en relación a la ciencia viva del MARXISMO a la que él estaba adscrito, era para alimentarlo, enriquecerlo, vivificarlo, restaurarlo del modo más enérgico. Y sabía también que eso mismo habían hecho o hacían contemporáneos suyos como los Plejanov y Kautsky antes de su desbarrancada, Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y Clara Zetkin o el propio Antonio Gramsci. Esa y no otra era la concepción que él tuvo del marxismo.  

Es cierto, totalmente cierto que a partir del V Congreso de la Internacional “se impuso” y “quedó demostrado” en los debates lo que defiende Ibarra.

El hecho que una idea (en este caso lo relativo a la fórmula marxismo leninismo) se haya “impuesto en el debate” no significa que sea verdad, por más Congreso de la Internacional Comunista de por medio.

Escapa a los límites de esta intervención analizar el derrotero de las tácticas de la KOMINTERN, pero es ampliamente aceptado que cometió gravísimos errores, que dio bandazos ultraizquierdistas como inexplicables giros a la derecha… y todas estas maniobras, hablando a lo Ibarra, “se impusieron” y fueron “demostradas en los debates” como “correctas”.

Tomemos nota también que entre estas “verdades que se impusieron” producto “del debate” en el Movimiento Comunista Internacional están reflejadas en el rechazo y desprecio a las tesis de José Carlos Mariátegui por parte del hombre de la Internacional, el comisario de la KOMINTERN para América del Sur, el  ítalo argentino Vittorio Codovilla en la Conferencia Comunista Latino Americana de junio de 1929.

Tomemos nota de que entre estas mismas “verdades” que se “habían impuesto” (siguiendo el discurso de los infinitos Ibarras que en el mundo han sido)  en el seno del Movimiento Comunista también estaba aquella de la “bolchevización del partido” para llevar adelante la táctica de “clase contra clase” que implicó entre otras cosas que Eudocio Ravines Pérez fundase el PCP y que como primera medida, siguiendo las “verdades que se habían impuesto producto del debate” procediese a “desmariateguizar” el partido, a “limpiar” el partido de la influencia de José Carlos Mariátegui.

Si hasta la propia internacional encargó a uno de sus cuadros teóricos (cuyo nombre no puedo recordar) la “crítica marxista leninista” a José Carlos Mariátegui que concluyó que éste era  “populista”, “centrista”, “soreliano”, “pequeño burgués” y “reformista” luego de aplicar a rajatabla los conceptos de la IC que eran los que manejaban los Codovillas, los Ravines, los Del Prado y la saga que llega hasta nuestros pintorescos “Cruzados contra el Revisionismo” como Ibarra y cia.

Veamos ahora cómo se comporta un marxista frente a “verdades que se impusieron como resultado de los debates” en el movimiento comunista internacional.

Miremos un momento a José Carlos Mariátegui.

La Internacional Comunista realizó su Segundo Congreso en 1,920.
En ese congreso tuvo activa participación Lenin.

Mariátegui conocía perfectamente los acuerdos a que se arribaron.

Conocía perfectamente las “Veintiún (21) condiciones para ser admitidos en la Internacional  Comunista”.

Sabía por ejemplo de la condición 17, a saber:

17. - En este sentido, todos los partidos que quieran adherirse a la Internacional Comunista deben cambiar de nombre. Todo partido que quiera pertenecer a la Internacional Comunista debe llamarse: Partido Comunista de tal o cual país (sección de la Internacional Comunista). El hecho del nombre no es solamente una cuestión formal, sino una cuestión exquisitamente política y de gran importancia. La Internacional Comunista ha declarado la guerra a todo el mundo burgués y a todos los partidos de la socialdemocracia amarilla. La diferencia entre los partidos comunistas y los viejos partidos "socialdemócratas" o "socialistas" oficiales, que han traicionado la bandera de la clase obrera, debe hacerse comprensible para cualquier simple trabajador”

¿Qué actitud tomo José Carlos Mariátegui, actuando como marxista convicto y confeso que era?

¿Se allanó, aceptó lo que “se había impuesto en el debate” aún a sabiendas que había estado el propio Lenin en él?

No. Mariátegui actuó marxistamente. Fue contra la corriente. Buscó la verdad en los hechos.

Así, previo e indispensable labores de preparación en diversos terrenos, acordó con la vanguardia del proletariado poner como nombre al partido,

“Partido Socialista del Perú” que era el nombre que correspondía y no otro, en estas tierras.

Quien si se allanó a lo que “se impuso en el debate” (a lo Eduardo Ibarra) fue Eudocio Ravines.

Volveremos sobre este tema.

Eusebio Leyva.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario