LA MATRIZ REPRODUCTIVA DE LA SOCIEDAD ACTUAL
Nuevo Orden: Matriz comunitaria
|
EL PARTO SANGRIENTO DEL SIGLO XXI
SOCIALISMO Y PODER - Parte XI
Marcelo Colussi
Medios
de comunicación alternativos: una guerra popular
En
el Informe "Un
solo mundo, voces
múltiples. Comunicación e información en nuestro tiempo", más conocido como Informe MacBride, presentado en
la Conferencia General de la UNESCO en Belgrado, 1980, se alertaba
ya en aquel
entonces que "la
industria de la
comunicación está dominada por un número relativamente pequeño de
empresas que engloban todos los aspectos de la producción y la distribución,
las cuales están situadas en los principales
países desarrollados y
cuyas actividades son
transnacionales". Se decía
asimismo que "con
harta frecuencia se trata a los
lectores, oyentes y los espectadores como si fueran receptores pasivos de
información. Los responsables de los medios de comunicación social deberían
incitar a su público a desempeñar un papel más activo en la comunicación, al
concederle un lugar más importante en sus periódicos o
en sus programas
de radiodifusión con
objeto de que
los miembros de la
sociedad y los
grupos sociales organizados
puedan expresar su opinión". En
otros términos, más de
25 años atrás se denunciaba
una tendencia ya
evidente en aquel
entonces, y que
con el curso del
tiempo fue agigantándose: la
monopolización comunicativa unilateral, al par que se establecían las
líneas para superarla: "darle voz a los que no tienen voz".
En la
actualidad los medios
de comunicación se han
vuelto una institución referente
y constructora de la realidad humana, con
toda la implicancia social,
política y cultural que este fenómeno tiene. Quieran o no, los
medios de comunicación
cumplen un papel
social educativo y formador
de las sociedades.
Hoy – tendencia
siempre en ascenso– los medios
se constituyen como
los articuladores y
creadores de los
temas de interés nacional,
al mismo tiempo
que son los
difusores de los
conceptos y valores que perciben pasivamente los grandes colectivos.
Tal
como lo puntualizaba
el Informe MacBride,
los medios de comunicación
han transitado por
la lógica de
grandes empresas, que responde no a la búsqueda de la verdad
objetiva, la imparcialidad y el desarrollo general de las comunidades sino a
las reglas comerciales imperantes en el mercado; es decir: a la incidencia
en la sociedad en términos de
cantidad de consumidores
y la venta
en el mercado,
la utilidad comercial que se
percibe a través de la publicidad y la
venta directa de servicios. Dicho
sea de paso,
la llamada industria
cultural (periódicos, libros,
radio, cine, televisión, discos, videojuegos, internet) facturó en el 2005 cerca
de 450.000 millones
de dólares. En
esta lógica extremadamente comercial
los medios de
comunicación han empujado
las funciones informativas,
educativas y de
análisis de la
vida y sus
relaciones a responder también
a esta perspectiva
comercial de hiper
mercantilización en favor
de una representación de
la realidad social
cada vez más emocionante, excitante y sorprendente. En
otras palabras: "espectáculo vendible".
Los usuarios
de todo este arsenal técnico somos acostumbrados a ver el mundo sin actuar
sobre él. Al separar la información de la ejecución, al contemplar un mundo
mosaico en el que no se perciben las relaciones entre las cosas y se presenta
todo previamente digerido, se crea entonces
un estado de
aturdimiento, indefensión y
modorra en el que
crece con facilidad
la parálisis social.
El "espectáculo" de
la vida va
reemplazando así a
la vida misma.
Pero como dijo
Gabriel García Márquez: "La
invención pura y simple, a lo Walt Disney, sin
ningún asidero en la realidad, es lo más detestable que pueda
haber".
Dado
el grado de
impacto social que
alcanzan, los medios de
comunicación, por el contrario, podrían jugar un papel de importancia
decisiva en la transformación para una vida mejor. Pero la lógica del lucro
no lo
permite; las grandes
compañías mediáticas terminan
siendo, en todo caso,
enemigas a muerte
de cualquier intento
de cambio; son,
en otros términos, no sólo aliados del poder sino parte fundamental
misma de la estructura
del poder, con
tanta o mayor
preponderancia en el mantenimiento de
las sociedades que
las armas más
sofisticadas. La guerra principal
es hoy la guerra mediática.
Surge ahí, entonces, la necesidad de otro tipo
de medios comunicativos: son los llamados
medios alternativos. Es
decir: medios de comunicación no centrados en la dinámica
empresarial, no centrados en el espectáculo de la vida sino en la vida
concreta, en la lucha de la vida. La única manera de lograr esto es permitir,
como lo manifestara el Informe MacBride, que "los miembros de la sociedad
y los grupos sociales organizados puedan
expresar su opinión". O sea: reemplazar el espectáculo, la representación
de los hechos por la palabra de los actores mismos de los hechos.
Eso son los
medios alternativos de
comunicación: instrumentos que sirven para darle voz a los sin voz.
En
una demostración de
modestia, el desaparecido
periodista argentino Rodolfo
Walsh decía para referirse a los comunicadores: "Nuestro rango en las
filas del pueblo es el de las mujeres embarazadas, o los viejos. Simples
auxiliares,
acompañantes". Tal vez
había ahí un
exceso de modestia; los medios de comunicación que se pretenden
alternativos son más que acompañantes: están llamados a ser parte
importantísima de la lucha por otro mundo.
Medios de
comunicación alternativos hay
muchísimos, con una amplísima
variedad en formatos,
estilos, recursos y grados
de incidencia. ¿Qué
elemento común tienen
una radio comunitaria
que transmite en lengua suahili
para algunas aldeas de Tanzania y una página electrónica como, por ejemplo,
"Rebelión", donde escriben los
más conspicuos intelectuales de la izquierda
mundial? ¿Qué une a
un periódico comunitario de una barriada pobre de Mumbay,
en la India, con un canal televisivo como Catia TVe, de Caracas, cuya consigna
es "no mire televisión: ¡hágala!"?
El trabajar por
una transformación social
desde un espíritu solidario y
no estar movidos
por el afán
de lucro empresarial,
el hacer jugar a
la población no
el papel de consumidor pasivo sino
el de sujeto activo en el proceso de comunicación.
Esta enorme
gama de medios que se reconocen como alternativos tiene como
objetivo primordial ser
un instrumento popular,
una herramienta en
manos de los
pueblos para servir
a sus intereses.
Por cierto ello permite
una gran versatilidad
en la forma
en que se
implementan las acciones, pero
el común denominador
es constituirse en
un campo alternativo en contra
del discurso hegemónico de la industria capitalista de la comunicación y la
cultura. Ante la institucionalización de la mentira de clase, ante la
manipulación de los hechos y la presentación de la realidad como
el colorido espectáculo
vendible al que
nos someten las agencias
capitalistas generadoras de
un tipo de
información/cultura, surgen estos medios jugando el vital papel de
contraoferta cultural.
Constituirse
en la instancia que da voz a los que no la tienen, ser la caja de resonancia de
colectivos populares, de organizaciones de base y movimientos
sociales organizados –asociaciones
obreras o campesinas, sindicatos, comunidades
barriales, expresiones culturales alternativas, etc.– es, en todo caso, un
acompañamiento de vital importancia. En realidad no son sólo acompañamiento
solidario sino expresión de un genuino poder popular.
Por
su misma naturaleza
de extra oficiales,
de vivir en el sistema pero en confrontación con él, todos
los medios de comunicación alternativos padecen similares problemas: desde el
ataque a la seguridad más elemental cuando
arrecia la marea
represiva hasta la
crónica falta de recursos
para funcionar en
lo cotidiano. Ser
"alternativo", en definitiva, impone esa situación: quien
critica al statu quo y propone otras
vías se enfrenta a los poderes fácticos. Ser alternativo –en todo, y en el
ámbito comunicativo más evidentemente aún– lleva a estar en guerra continua.
Si la lucha de clases, la lucha por un mundo más
justo y solidario, por constituir una aldea global basada en el beneficio
democrático de las mayorías y no sólo en el de las élites, si todas estas
luchas implican un combate perpetuo, el campo de las comunicaciones, dada la
importancia creciente que las mismas tienen en las sociedades modernas, pasa a
ser un especialísimo ámbito de estas nuevas guerras.
Los medios
alternativos, populares e independientes viven en una virtual guerra, siempre
al filo; y no puede ser de otra manera. Su papel en los
procesos de cambio,
de transformación profunda,
es cada vez más
importante. Entre otros
tantos ejemplos que lo demuestran
puede mencionarse, sólo por
citar algún caso,
el de la
Revolución Bolivariana en
Venezuela: fueron ellos, en contra de
las poderosas cadenas comerciales,
los que permitieron
la gran movilización
popular que impidió
el golpe de Estado
en abril del
2002. Sin ellos
la derecha hubiera
logrado su plan contrarrevolucionario. Esto demuestra que tienen en sus
manos una muy importante cuota de poder.
Los
medios de comunicación
alternativos son un
principalísimo embrión de poder
popular, y más
allá de posibles
falencias técnicas y pobreza crónica de recursos –quizá
irremediables, dado su misma condición
de no-integrados, de
"marginales" en el
buen sentido de
la palabra– son
una de las más
efectivas armas de la
democracia de base, de la democracia revolucionaria.
Y
si algo tan
novedoso como un
medio técnico de
comunicación puede erigirse en
una nueva arma
en la lucha por
un mundo de mayor justicia, eso
ya nos habla de la necesidad de revisar muchos elementos de nuestra
carga conceptual cuando
nos referimos al socialismo. Hoy, entrado el siglo XXI, no podríamos decir
que el mismo esté en crisis. Pero sí, sin dudas, vemos que es necesario
detenerse a pensar qué fue lo que
ocurrió el pasado siglo con las primeras experiencias que se proclamaron
socialistas. El hecho
que un medio
alternativo pueda ser
un instrumento quizá
más efectivo para
cambiar las relaciones
de poder que una huelga, o eventualmente que un
movimiento armado, nos alerta ya de la necesidad de esa reformulación, de esa
relectura crítica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario