Dr. Hugo SALINAS
En
el Perú se acaba de promulgar la ley que promueve la apertura de
puestos de trabajo para los jóvenes entre los 18 y 24 años de edad. Su
espíritu es loable, pero la intención real es criminal. A un pueblo que
sufre el índice más alto de desigualdad socio-económica en América
Latina, se le reducirá aún más sus ingresos para alimentar las arcas de
los “empresarios”. Así se hace empresa en el Perú: robando, coimeando,
traficando, y reduciendo por ley el precio de la mano de obra. Para eso
sirven los presidentes y congresistas “elegidos por el pueblo”.
Es
indudable que vivimos en un país de extremo desempleo, disfrazado por
el sub-empleo. Los que viven en las calles, y no en el Palacio de
Gobierno o en el Congreso, lo sienten diariamente. No hay puestos de
trabajo, así pasemos nuestras vidas obteniendo nuevos diplomas. Y si,
por suerte o vendiendo nuestra alma y cuerpo, conseguimos uno, está
lejos de compensar el esfuerzo de formación profesional realizado. Y
está más lejos aún del estándar internacional de salarios según la
formación profesional.
Ante
este sombrío y degradante panorama, es loable incentivar la apertura de
nuevos puestos de trabajo para aquellos jóvenes que comienzan una vida
llena de esperanzas. Pero, ¿es eso lo que facilita esta Ley de Régimen
Laboral Juvenil?
En
el nuevo contrato de trabajo juvenil, la Ley ordena, entre otros, la
eliminación de la compensación por tiempo de servicios (CTS), la
disminución de mitad tanto del monto de gratificación como de las
vacaciones. Es decir, la ley dispone la reducción del costo de la mano
de obra juvenil. Se argumenta que el objetivo es promover una actividad
económica más competitiva a fin de crear nuevos puestos de trabajo. Hay
que ser inocente para creer en esta patraña. Estos “hijos del pueblo”
nos toman por….
En
cierta medida tienen razón, porque no llegamos a comprender todavía el
engranaje del problema. ¿Por qué no hay puestos de trabajo, en este país
en donde hay muchas cosas que faltan por hacer? ¿Por qué hay tantos
desempleados si, como lo sabemos, el trabajo es la fuente de creación de
riquezas? ¿Por qué, aun trabajando, a la mayoría no le alcanza para
vivir dignamente? ¿Por qué, algunos, sin trabajar o con un mínimo de
esfuerzo, viven como reyes?
Un
razonamiento lógico nos dice que una disminución del costo de la mano
de obra conduce, ya sea a incrementar el margen de utilidad del
empresario, a facilitar la disminución del precio de venta del bien
producido, o a ambos a la vez. Pero, los ayayeros del
gobierno sólo nos dicen que servirá para bajar el precio de venta del
bien producido, a fin de ganar partes del mercado. Esto, a su vez,
permitiría abrir nuevos puestos de trabajo. ¿Cómo reacciona realmente el
empresario?
Una
primera reacción sería pensar en bajar el precio de venta del bien
producido. Pero la Ley abre la misma posibilidad a todos los
empresarios. Ante una demanda constante, si todos los empresarios
bajaran el precio de dicho bien por el mismo monto, el único
beneficiario sería el consumidor, al generarle un ahorro y, con ello,
incrementar su poder de compra de otros bienes. ¿Esta sería la decisión
final del empresario, o de los empresarios? Definitivamente, no.
El
empresario siempre piensa en favorecer sus intereses financieros antes
que pensar en los del consumidor, o en la creación de nuevos puestos de
trabajo. Entonces, la decisión será simplemente no bajar el precio de
venta del bien producido con un cholo joven, más barato aún, y
embolsicar el margen de utilidad que le permite generar esta Ley de
“promoción de trabajo juvenil”. Y lo más grave, no está ahí.
Esta
ley, sin incrementar nuevos puestos de trabajo, permite al empresario
remozar su equipo de trabajadores con cholos jóvenes baratos. Es decir,
permite despedir a todos los “trabajadores viejos”. Y si por mala
suerte, los viejos reclaman o hacen huelga, para eso está la ley de
despidos colectivos que acaba de promulgar el Presidente de la
República, “hijo del pueblo”.
Nos
encontramos ante el caso típico del comportamiento de los empresarios
de una economía a Repartición Individualista. Este mecanismo permite que
el 100% de las utilidades de una empresa sea apropiado por el que puso
el capital para formar la empresa; es decir, es apropiado por el dueño
de la empresa o por sus accionistas. Y es él quien decide qué hacer con
esas utilidades: ahorrarlo, gastarlo, invertirlo aquí o en el
extranjero.
Pero,
es bueno saber que existen empresarios y Empresarios. Los unos son los
micro-empresarios quienes constituyen el grueso del sector empresarial y
que, por lo general, llegan a fin de carrera sin siquiera
contar con un buen plan de jubilación. Los otros, son los gerentes de
las grandes multinacionales, cuyas empresas absorben casi la totalidad
del valor agregado por los pueblos del mundo. Una extorsión tanto de los
trabajadores como de los micro y medianos empresarios.
Me
pregunto, ¿por qué no crear empresas en donde el dueño sea el país,
toda la población, sin ninguna distinción, a fin de que la totalidad de
las utilidades de la empresa pertenezcan a todos por igual? Esta
propuesta no es ni utópica ni descabellada. Esta empresa-país[i]
no requiere de aportes provenientes ni de los trabajadores ni de
terceras personas, porque financiamiento existe, y a raudales.
Se
trata de la emisión monetaria, aquella muy conocida como la
“maquinita”, utilizada por todos nuestros gobernantes para saldar sus
deudas, motivo por el cual nos conducen a procesos inflacionarios tal
como recientemente, y en gran magnitud, lo utilizó, entre otros, el
presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. El destino de la emisión
monetaria de nuestra propuesta es diferente. Estará orientada, única y
exclusivamente, a la creación y desarrollo de empresas-país.
Lima, sjl, 18 de diciembre del 2014
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