Publicado
por Francisco Umpiérrez Sánchez en 10:34
Lunes, 27 de abril de 2015
Leo la información que
nos ha facilitado Wilbert Tapia, miembro
del foro Filosofía y Pensamiento.
Transcribo una de las preguntas formuladas a Luís Camacho Naranjo y su respuesta.
La información al completo puede leerse en La
Nación entretenimiento, publicada el
27 de abril de 2015:
Pregunta: ¿Cómo podría definirse una filosofía científica?
Respuesta: Recordemos una propuesta de Jean Piaget: primero, hay
filosofías no científicas, como las que se inspiran en la literatura; segundo,
existen filosofías anticientíficas, las que objetan teorías demostradas por la
ciencia; tercero, hay filosofías científicas porque tienen a la ciencia como
motivo constante de reflexión.
La respuesta de Luís Camacho es pobre y poco precisa. Podríamos decir
que es poco científica. Las teorías científicas tienen dentro de sus mínimos
requisitos el rigor conceptual, y la respuesta del filósofo costarricense no lo
es. Y una precisión: Jean Piaget fue un gran psicólogo, no un gran filósofo.
Igual ocurre con Einstein. No conozco filosofías que se inspiren en la
literatura. No comprendo cómo puede ponerse como opción filosófica algo
inexistente. Dentro de los grandes y medianos filósofos de todos los tiempos no
hay filósofo alguno que se haya inspirado en la literatura. De todos modos creo
que Luís Camacho cae en el error de muchos intelectuales “científicos”: no
saben distinguir el saber del saber específico de las ciencias naturales,
puesto que cuando Luís Camacho habla de las ciencias se refiere muy
especialmente a las ciencias naturales; y dentro de estas muy especialmente a
la lógica matemática y a la física. La literatura no es ciencia pero sí es
saber. Se pueden conocer muchos aspectos de la vida de los seres humanos por
medio de la literatura. Una profunda y extensa elaboración de la concepción del
mundo necesita de la literatura. El ser humano no solo es un científico de la
naturaleza, es muchísimas cosas más, y entre ellas un escritor de historias
humanas. Las ciencias más excelsas, la matemática y la física, no representan
toda la diversidad y complejidad de la existencia humana. El ser no puede
reducirse a dos o tres de sus modalidades, sino que debe exponerse en toda su
diversidad, complejidad y devenir histórico.
Tampoco existen filosofías dedicadas a objetar las teorías científicas.
Las teorías idealistas, que tal vez puedan ser consideradas las más alejadas
del espíritu científico, puesto que no toman como punto de partida el
conocimiento sensible o la experiencia sensible, han tenido la gran virtud,
según reconoce el propio Marx en Tesis
sobre Feuerbach, de haber desarrollado y comprendido muy profundamente el
lado subjetivo de las cosas. Y la lógica matemática y la física en nada sirven
para comprender el lado subjetivo de las cosas. La subjetividad debe ser objeto
de la ciencia. Y lo es de la psicología y de la sociología. Lo cierto es que
los autoproclamados filósofos científicos tienen muy pocos conocimientos de las
ciencias sociales e históricas. Recientemente se ha discutido en el foro Filosofía y Pensamiento sobre el
determinismo social. Es también un problema científico. Pero el modo en que se
estudia y se resuelve teóricamente este problema no es el modo en que la lógica
matemática y la física resuelven sus problemas específicos.
Afirmar que la filosofía científica es aquella que tiene a la ciencia
como motivo constante de reflexión implica declarar que la filosofía carece de
objeto propio. Por el modo en que ha respondido Luís Camacho, subscribiendo lo
ha afirmado por Piaget, la filosofía se presenta como un saber que tiene como
objeto a otros saberes ya elaborados, de manera que carece de mirada propia
sobre la realidad. No me parece un gran acierto afirmar después como él lo hace
que hay aspectos específicos de la vida humana que la ciencia no cubre y la
filosofía sí, como son los valores y todo lo relacionado con la ética. Creo que
el gran objeto de la filosofía es el propio saber, pero no solo el saber lógico
matemático y físico sino todas las formas del saber. Como también creo que el
objeto fundamental de la filosofía es la contradicción entre el ser y el
pensamiento, que hoy día como en tiempos de Aristóteles sigue desgarrando la
vida humana.
Cuando a Luís Camacho le preguntan cuál es su ideal de sociedad, formula
la siguiente respuesta: “El mejor de los mundos es el que tenga la mayor
diversidad de entidades y culturas, con la mínima complejidad de
regulaciones”. Quien sepa leer tras las
palabras, esto es, quien sepa conectar las palabras de Luís Camacho con el
mundo actual, se percatará que el filósofo costarricense es neoliberal.
Cualquier pensador mínimamente sensible sabrá que uno de los problemas más
graves de los últimos treinta años es la extrema desigualdad social. De manera
que el mejor de los mundos posibles será aquel donde haya la menor desigualdad.
Otro aspecto del mundo actual es el enorme padecimiento humano que ha generado
la crisis financiera desatada en 2008 y cuyo rasgo más criticado ha sido la
falta de regulación de los mercados financieros. Y justamente cuando la
desregularización financiera ha sido señalada como una de las causas
principales del enorme dolor humano que se ha padecido en los últimos siete
años, Luís Camacho afirma que el mejor de los mundos es aquel que tenga “la
mínima complejidad de regulaciones”. Tras su apariencia neutral de “filósofo
científico” ha salido a relucir la piel de los lobos financieros.
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