(Primera
parte)
(14 de mayo de 2015) (*)
Por Miguel
Aragón
Algunos
pocos investigadores, de un sector del amplio y variado movimiento
socialista peruano, nos encontramos en pleno estudio y debate
de los alcances y trascendencia de los Acuerdos de la
Reunión de Barranco de octubre de 1928 (01), y de nuestras
tareas actuales, que derivan como consecuencia de esos
acuerdos.
Indudablemente
que esta investigación forma parte del necesario e imprescindible debate
teórico y político, debate que justamente tiene como objetivo fortalecer
la unidad programática de los socialistas peruanos, como parte
sustancial de la más amplia unidad del proletariado y del pueblo peruano. Sin
este objetivo práctico que tenemos por delante, no se justificaría participar
en este debate. Queda claro entonces, que el objetivo de esta investigación y
debate, es eminentemente práctico, fortalecer la unidad para luchar contra el
enemigo común y continuar trabajando por el cambio social.
Uno de los
pocos participantes en este debate, apresurado él, está muy urgido
en querer arribar ya, “ahora mismo”, de “inmediato”, a conclusiones
definitivas, sin realizar las investigaciones necesarias que le permitan
sostener sus conclusiones con un copioso alegato, por eso su uso y abuso
excesivo de adjetivos, a falta de mayores sustantivos. Por otra parte,
no ha faltado otro comentarista que considera que esta
investigación es un “tópico superado”, y nos ha vuelto a repetir los ya
conocidos, como superados, “lugares comunes” del pasado. Un tercer
comentarista, ha reducido esta investigación y debate al nivel de
una comedia risible (un “hazmerreir” nos ha dicho, en nerviosa postura
irónica), argumento con el cual él pretende seguir ocultando sus
responsabilidades individuales en la grosera tergiversación
de varios de los hechos históricos que son materia de esta investigación.
Por mi
parte, yo considero que antes de pretender llegar “de inmediato” a
conclusiones definitivas, en primer lugar tenemos que revisar con
la debida atención, y difundir entre las nuevas generaciones de activistas,
tanto los antecedentes, como el desarrollo, y las consecuencias
posteriores de la trascendental Reunión de Barranco.
Este es un
debate a mediano plazo, recién estamos volviendo a plantear los nuevos
términos de la investigación y debate. Sería muy arbitrario de mi parte afirmar
que “recién está comenzando el debate” (o “la historia comienza conmigo”),
porque lo cierto es que, estamos reanudando y continuando un largo
debate que comenzó hace más de ochenta años, en el cual ya han participado tres
generaciones aportando cada una nuevos argumentos. Y no obstante el
tiempo transcurrido, todavía hay muchos aspectos por seguir esclareciendo.
Como parte
de esos antecedentes, que es por donde debemos continuar la
investigación (o sea por los antecedentes, para después llegar a las
consecuencias, y no a la inversa), necesariamente tenemos que ubicar el
verdadero papel desempeñado por algunos personajes de ese tiempo en que
se realizó la Reunión de Barranco. Entre otros, por ejemplo, falta
conocer el verdadero papel desempeñado por Eudocio Ravines,
un individuo al cual, entre otras cosas, se le ha calificado y se
le sigue calificando muy a la ligera de “traidor”. Y yo me pregunto ¿traidor a
quién? Considero que Ravines nunca traicionó al proletariado ni al socialismo
peruano, por la simple razón que él nunca se identificó con el proletariado, ni
con el socialismo. Desde sus inicios él se identificó con los intereses de otra
clase social y con otro proyecto político contrario al socialismo (02).
I
Cuando se
revisa el papel desempeñado por Eudocio Ravines en la historia social del
Perú, la mayoría de los analistas y críticos, tanto de derecha como de
izquierda, coinciden casi unánimemente en calificarlo como que temporalmente
fue “un cuadro político de la Internacional Comunista”, e
incluso, en el colmo de la especulación y la arbitrariedad, lo han denunciado
como un “agente de Stalin” en el Perú. Pero que -- se apresuran en
agregar-- años después Ravines se “volvió un renegado”, un
“traidor al socialismo peruano”, y que finalmente terminó su vida como un
“agente desembozado de la oligarquía peruana”.
Lo cierto es
que, esas opiniones, salvo la última, no se apoyan en la
realidad, solamente son el resultado de excesos
especulativos, y cuando no, ojerizas contra la todavía incomprendida función de
la Internacional Comunista en los países de Nuestra América durante la década
de 1930, lo cual será materia de otra investigación.
Poco a poco,
y desde hace varias décadas atrás, se va conociendo y demostrando
documentadamente, que el verdadero fundador del Partido Comunista del
Perú, Sección Peruana de la Internacional Comunista, fue Eudocio
Ravines. Mariátegui no tuvo ninguna participación ni responsabilidad en
esa fundación partidaria. Y, a su vez, se va comprendiendo que ese
partido político fundado por Ravines, no tenía, ni tiene, ninguna relación de
continuidad con el proyecto partidario que José Carlos Mariátegui venía
desarrollando a largo plazo, desde 1923 hasta las vísperas de su
fallecimiento en abril de 1930.
En la Reunión
de Chosica, realizada el 20 de mayo de 1930 (un mes después del
fallecimiento de José Carlos Mariátegui), en la cual se fundó el Partido
Comunista del Perú, reunión convocada y dirigida personalmente por
Eudocio Ravines, no “se cambió el nombre del partido” como todavía siguen
creyendo y escribiendo con ligereza algunos confundidos investigadores. En esa
reunión, en la cual el máximo dirigente (Eudocio Ravines) y los
sorprendidos dirigidos unánimemente se declararon “marxistas
leninistas”, se fundó un partido, que era totalmente diferente en
lo teórico, político y organizativo, al proyecto partidario que
venían desarrollando la vanguardia de la primera generación de los socialistas
peruanos que hasta marzo de 1930 contaban con la dirección personal de José
Carlos Mariátegui.
II
Si bien, a
la fecha ya se ha avanzado un buen trecho en el conocimiento y
comprensión de las grandes diferencias, y la relación antagónica,
existente entre el partido fundado por Ravines (el Partido Comunista) y
el proyecto partidario de Mariátegui (el Partido Socialista), tenemos que reconocer
que, no obstante el tiempo transcurrido, muy poco se conoce del
papel desempeñado por Ravines en el desarrollo de la proyectada
Apra (alianza popular revolucionaria americana).
Y todavía,
mucho menos se conoce de la relación y la influencia directa
existente entre el desarrollo de la propuesta original de la Apra de los años
1926 y 1927, y el PCP de 1930. Influencia que, como un cordón umbilical,
subsiste hasta la actualidad en las diferentes tendencias teóricas y facciones
políticas en que se ha desintegrado el obsoleto partido comunista peruano. Esa
influencia primigenia se ha expresado tanto en las tendencias más
moderadas y reformistas, como la que fue dirigida durante muchos años por Jorge
del Prado, como también en las más extremistas y aventureras, como
la tendencia que dirigió Abimael Guzmán, pasando por otras tendencias
como las dirigidas por Saturnino Paredes, Alberto Moreno y varios más,
tendencias que hasta ahora se reclaman herederas del PCP.
Todas esas
tendencias y facciones del comunismo peruano, en el fondo han sido y
siguen siendo tributarias del proyecto original de la Apra,
improvisado proyecto desarrollado en forma conjunta por Eudocio Ravines y
Víctor Raúl Haya (03). Agregaré, para no caer en una
crítica unilateral, que un proceso similar ha ocurrido con todas las tendencias
y facciones que proceden de la descomposición del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR), que originalmente se llamaba Apra Rebelde.
III
Para
comprender el papel del individuo en la historia, necesariamente tenemos que
partir por investigar las condiciones económicas y sociales en las cuales se
desarrollaron, condiciones que, en última instancia, son las que
determinan el desarrollo de las ideas y el comportamiento práctico de
todo individuo. José Carlos Mariátegui (1894), Víctor Raúl Haya
(1895) y Eudocio Ravines (1896), fueron tres personajes que nacieron y se
formaron en el mismo tiempo, pero en su propia formación teórica y política,
recibieron influencias de la misma y única realidad en la cual se
desenvolvieron, pero desde diferentes ángulos. Según la concepción
materialista de la historia, toda realidad histórica siempre es una sola,
pero las visiones e interpretaciones de esa única realidad en la mente de
los hombres, por lo general son varias (Por ejemplo, objetivamente reconocemos
que el 7 de octubre de 1928 se desarrolló una sola Reunión de
Barranco, no hubo dos ni tres, sino solamente una. Pero las interpretaciones en
nuestras mentes de ese único acontecimiento si son varias).
Ravines
nació en Cajamarca a fines del siglo XIX, en tiempos en los cuales en ese
departamento del norte del país todavía predominaban en toda su
potencia las viejas relaciones feudales heredadas de los tiempos de la
colonización española, y recién comenzaban a penetrar y desarrollarse
lentamente las nuevas relaciones capitalistas. En los aspectos económico y
social la principal manifestación de la herencia feudal era la subsistencia del
latifundio y la servidumbre, mientras que en los aspectos político y cultural
la principal expresión de esa herencia era, y sigue siendo, el
caudillismo de unos pocos y el servilismo de unos muchos. Para que el
caudillaje personalista, heredado del feudalismo, sobreviva hasta el
presente en las relaciones políticas y culturales del país, tiene que existir
una base social servil. Las expresiones de esta pesada herencia cultural
todavía abarcan y cubren todas las formas de organización social y
política de la sociedad peruana, incluido el amplio y variado movimiento
socialista peruano, que no escapa a su influencia.
El joven
Ravines --al igual que sus familiares y vecinos—que se venían formando en ese
medio estático en el cual todavía predominaban las relaciones feudales,
sintió el efecto corrosivo de las nuevas fuerzas productivas y relaciones
capitalistas de producción que comenzaron a afectar al estático y
tradicionalista ambiente rural cajamarquino. Esa etapa de naciente
inestabilidad del viejo orden feudal los afectó y le dejaron huellas profundas
social y espiritualmente a él, y a gran parte de la población de su entorno.
Un sector de
la población del lugar, incluido Ravines, instintivamente asumió
una posición defensiva, de rechazo a las nuevas relaciones, asumiendo una
posición “anticapitalista”, e incluso antiimperialista, pero no para
aprovechar y superar las relaciones capitalistas y remplazarlas por algo nuevo
y superior (por el socialismo), sino para restaurar la estabilidad de las
viejas relaciones sociales, que ellos, como muchos otros, todavía seguían añorando.
Un proceso
mental similar ocurrió con su contemporáneo Víctor Raúl Haya, que había
nacido y había vivido su infancia y juventud en la señorial ciudad norteña de
Trujillo, próxima a Cajamarca. Mientras Ravines procedía de una de las capas
pobres de la población cajamarquina, Haya procedía de las capas
medias, que se confundían con los pequeños terratenientes del lugar. Pero en el
fondo, en ambos personajes el efecto del desarrollo de las nuevas
relaciones capitalistas en su estancado medio feudal, fue casi el mismo,
el rechazo instintivo a los cambios que introducía el capitalismo, y la defensa
de la estabilidad del viejo orden social tradicionalista.
En el
desarrollo de la mentalidad de José Carlos Mariátegui, el impacto del
crecimiento de las nuevas relaciones capitalistas en el país, fue muy
diferente. En mayo de 1929 Mariátegui escribió: “El feudalismo español se
superpuso al agrarismo indígena, respetando en parte sus formas comunitarias,
pero esta misma adaptación creaba un orden estático, un sistema
económico cuyos factores de estagnación eran la mejor garantía de la
servidumbre indígena. La industria capitalista rompe este equilibrio,
interrumpe este estancamiento, creando nuevas fuerzas productoras y nuevas
relaciones de producción. El proletariado crece gradualmente a expensas del
artesanado y la servidumbre. La evolución económica y social de la nación entra
en una era de actividad y contradicciones que, en el plano ideológico,
causa la aparición y desarrollo del pensamiento socialista”.
A
continuación Mariátegui agregó: “Sin los elementos materiales que crea la
industria moderna o, si se quiere el capitalismo, ¿habría posibilidad de
que se esbozase el plan, la intención siquiera de un Estado socialista, basado
en las reivindicaciones, en la emancipación de las masas indígenas? El
dinamismo de esta economía, de este régimen, que torna inestables todas las
relaciones, y que con las clases opone las ideologías, es sin duda lo que
hace factible la resurrección indígena, hecho decidido por el juego de fuerzas
económicas, políticas, culturales, ideológicas, no de fuerzas raciales” (04).
La
influencia del crecimiento capitalista en las mentalidades de Ravines y Haya,
fue diferente a la influencia recibida en la evolución de la mentalidad de
Mariátegui. Mientras Mariátegui logró sistematizar e identificarse con las
necesidades y aspiraciones de una clase nueva en formación,
como era el proletariado peruano; por el contrario, Ravines y Haya
sistematizaron y se identificaron con las penurias y lamentaciones de una
inestable clase social en proceso de descomposición, así ellos
llegaron a ser los máximos exponentes del ideario del sector
reaccionario de los medianos y pequeños propietarios desestabilizados por
el crecimiento capitalista. Esa fue la raíz económica y social de su
“antiimperialismo”, antiimperialismo de carácter netamente reaccionario. (continuará)
Notas.-
(*) Yo tenía
previsto divulgar este comentario para el día 7 de mayo, en el
Aniversario 91° de La Gran Mentira del APRA, fecha en la cual
supuestamente “se fundó el APRA en México”. Pero múltiples compromisos no me
permitieron terminar de revisar y corregir mis apuntes para esa fecha, tanto
mejor. Porque ahora espero enviar la segunda parte de este comentario el día 20
de mayo, en el Aniversario 85° de la Fundación del Partido Comunista del
Perú, que me parece es una fecha más significativa que la anterior.
(01) Como ya es
(o debería ser) ampliamente conocido, la Reunión de Barranco se realizó
el 7 de octubre de 1928, con la participación de nueve socialistas dirigidos
por José Carlos Mariátegui. En esa reunión se acordó “dejar constituido
el grupo organizador del Partido Socialista del Perú”. No obstante la
precisión y claridad de ese acuerdo, todavía hay entre nosotros
algunos testarudos que equívocamente persisten en decir o escribir
que “ese día se fundó el Partido Socialista del Perú”.
Equívoco que yo he cuestionado documentadamente en mi comentario divulgado en
cuatro partes a partir del 22 de enero del presente año.
(02) Actualmente
ocurre algo similar con las denuncias que se hace al presidente Ollanta Humala
como “traidor”. El sector de la izquierda peruana que equívocamente lo apoyó en
las elecciones presidenciales del año 2011, tal como era de esperarse, muy
pronto se desengañó de su comportamiento. Luego comenzaron a retirarle su
apoyo, y han pasado a la oposición. Ellos, sin mayor análisis serio ni
justificación acusan a Humala de “traidor”, de “haber virado a la
derecha”, y otros reclamos similares. Pero lo cierto es que, Ollanta Humala
desde su ingreso a la Escuela Militar en sus años de juventud, siempre estuvo
identificado con los intereses de la clase dominante, y nunca lo estuvo con el
pueblo. Es más, en su conocida condición de comando anti subversivo, como el
“Capitán Carlos”, durante el gobierno de Fujimori reprimió brutalmente a un
sector del pueblo, y defendió “sin dudas ni murmuraciones” los intereses de la
clase dominante y su estado burgués. Complementariamente, su esposa, Nadine
Heredia, proviene de una conocida familia aprista, y desde muy niña se formó en
un ambiente saturado de un visceral anti socialismo. Para decir las cosas
claras, y en pocas palabras: Humala no ha traicionado al pueblo, porque
nunca estuvo al lado del pueblo. Lo que ha ocurrido es que Humala engaño
a una parte de la izquierda, y logrado su propósito de ganar las
elecciones, simplemente se ha desenmascarado. Por mi parte yo no
tengo que “reclamarle” una supuesta traición a Humala, porque nunca
confié en su prédica demagógica, nunca lo apoyé, y en las elecciones del
año 2011, públicamente ejercí mi derecho al Voto Nulo.
(03) La
influencia determinante de un movimiento político como el Apra, en las filas de
un partido como el Partido Comunista, no es algo nuevo, raro, ni antojadizo,
en la historia de las organizaciones políticas. Cuando José Carlos
Mariátegui escribió, entre los años 1928 y 1929, el ensayo sobre Teoría y
Práctica de la Revolución (Defensa del Marxismo. Polémica Revolucionaria),
justamente reconoció y explicó lo que realmente había ocurrido en el desarrollo
de la socialdemocracia alemana.
En ese ensayo, Mariátegui anotó: “Los más severos y
seguros estudiosos del movimiento socialista constatan que el rector
efectivo de la social-democracia alemana, a la que teórica y prácticamente
se siente tan cercano de Man, no fue Marx sino Lasalle. El reformismo
lassalliano se armonizaba con los móviles y la praxis empleados por la
socialdemocracia en el proceso de su crecimiento, mucho más que el
revolucionarismo marxista”.
Algo muy similar ha ocurrido con el Partido
Comunista en el Perú. Desde sus inicios hasta el presente, el rector
efectivo de su teoría y práctica, no ha sido el socialismo de Mariátegui, sino el
“nacionalismo” de la dupla Ravines - Haya. La comprobación de esta
afirmación es sumamente fácil, basta con revisar las conclusiones de todos los
congresos y conferencias nacionales de todas las facciones derivadas del tronco
original del PCP, desde 1930 hasta el presente, incluidas las conclusiones de
las tan voceadas V y VI conferencia nacional del PCP (facción Bandera Roja),
realizadas en los años 1965 y 1969 respectivamente. En todos esos documentos,
por oposición a la acertada propuesta estratégica de “revolución socialista”
agitada por Mariátegui, se levantó la bandera de la “revolución
antiimperialista”, la “revolución antiimperialista y antifeudal”, la
“revolución nacional democrática”, la “revolución de liberación nacional”, la
“revolución por la segunda independencia”, y otras más por el estilo.
(04) Revisar Tesis
sobre el Problema Indígena, escrita por Mariátegui en mayo de 1929, y
publicada en Amauta N° 25 de agosto de 1929. Esa tesis fue escrita como una de
las Tres Tesis anexas a la propuesta de Programa del Partido Socialista
del Perú. Esta Tesis aparece publicada en el libro Ideología
y Política, pero refundida dentro de un texto mayor escrito por
otros, con el arbitrario nombre de El Problema de las Razas en la América
Latina.
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