miércoles, 20 de enero de 2016

MARIÁTEGUI LE SALVÓ LA VIDA AL PRESIDENTE LEGUÍA



Cuando el aparato represivo del dictador Leguía durante los meses de junio y julio de 1924 persiguió, encarceló, torturó deportó a dirigentes sindicales y profesores de la Universidad Popular González Prada; así como también clausuró órganos de prensa y allanó locales de los trabajadores; surgió, como conducta reactiva, la idea de asesinar al dictador, pensando con la simpleza de la desesperación: muerto el perro, se acabó con la rabia.

El presidente Augusto B. Leguía, gran aficionado a la hípica; en el palco presidencial del hipódromo de Santa Beatriz con Alejandro P. Moore, embajador de los Estados Unidos en el Perú.

A Enrique Cornejo Koster, estudiante de medicina y profesor de la Universidad Popular González Prada y a otros jóvenes compañeros les hicieron una invitación:

…dos anarquistas se acercaron a nosotros a presentarnos un plan: eliminar a Leguía en el hipódromo un próximo domingo. (…) Nos reunimos esa noche.  Éramos ocho los profesores que podíamos conocer ese asunto.  Cuatro votaron por la afirmativa y cuatro se opusieron

Habiendo empate y no sabiendo que hacer recurrimos a José Carlos, quien con lógica fría nos hizo ver lo inconveniente de un asesinato político sin tener nada preparado para tomar el poder.

Este plan es prematuro, nos dijo; la labor de ahora es de enseñanza y difusión.

Ese testimonio ha sido registrado por Guillermo Rouillon, el biógrafo de Mariátegui.  Pero ahí no queda el asunto.  Entre todos los cuestionarios que remitió Rouillon a los contemporáneos de Mariátegui, figura una carta de respuesta que pertenece a Francisco Amorós Arenas y que obra en su archivo.  Para mí, un desconocido.  Amorós, solo figura de manera marginal y escueta en el segundo tomo de la biografía de Rouillon y nada más. 

Entonces, me acordé de mi amigo Ricardo Melgar, investigador y docente de la universidad nacional autónoma de México.  El es amplio conocedor del Oncenio de Leguía (1919/1930) y tiene fichada a la vanguardia obrera de esa época.  Es tan valioso su archivo que el Dr. Bernardo Fernández Oliva, Inspector General de Investigaciones del gobierno de Leguía, lo hubiera codiciado.  Le trasmití el nombre de quien para mí era un desconocido: Francisco Amorós Arenas.  Gentilmente me respondió de inmediato con el currículo abreviado de dicho personaje. He aquí un fragmento del mismo:

Obrero de construcción civil y dirigente sindical. Formó parte integrante de los obreros sindicalizados que se congregaron en torno a José Carlos Mariátegui a mediados de los años veinte del siglo pasado. Adhirió al movimiento sindical de orientación clasista que dio origen a la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP). Durante el velorio de Mariátegui estuvo presente en el círculo más íntimo de los amigos de la familia. Más tarde se afilió y militó en las filas del Partido Comunista. Fue cofundador del Sindicato en Construcción Civil de Lima y Balnearios el 24 de enero de 1940.

Bueno, leamos unos fragmentos de la breve respuesta de Francisco Amorós Arenas:

Conocí a don José Carlos en la primera conferencia que diera en el antiguo palacio municipal del Paseo Colón; desde el primer momento me interesó su plan expositivo y más tarde por el hondo contenido socialista de sus conferencias.

(…) Tenía que estar en el velorio por afinidad ideológica.  Y porque reconocía que había dedicado su vida a una causa altamente humana.

(..) El año 1924 aún existía en Lima el Ring al aire libre.  Por esa época consideraba que se podía arreglar cualquier situación política con una onza de plomo o un cartucho de dinamita.  Fue con ese criterio absurdo y funesto que mandé decir a don José Carlos con Luis Heysen que al día siguiente iba a liquidar a Leguía, en el ring al aire libre a las dos y media de la noche.  Regresaba a Barranco Luis Heysen y me informaba que don José se oponía terminantemente ante mi decisión porque el hecho daría lugar a una reacción en forma irreversible y podía provocar el caos en el país.

La carta de Francisco Amorós Arenas está plagada de faltas de ortografía lo que indica su nivel de escolaridad; pero eso no tiene importancia, sino el contenido.  De las dos versiones para asesinar al presidente Leguía, Guillermo Rouillon únicamente registró en su libro el testimonio de Enrique Cornejo; mas no así el testimonio de Francisco Amorós. No sabemos cuál fue el criterio de Guillermo Rouillon.  Pero, es indudable, en Lima se respiraba una atmósfera que incentivaba el asesinato del dictador.

José Carlos Mariátegui La Chira
(1894/1930

En suma, Mariátegui, desde su silla de ruedas le salvó la vida a Leguía; esta actitud de José Carlos es un indicio de la estrategia que se había trazado al retornar al Perú con la misión de constituir el partido de la clase obrera.  No cabe dudas, el magnicidio de los dictadores siempre es una tentación. 

Finalmente, agradezco la gentileza de Armida Picón Vda. de Rouillon por haberme proporcionado la carta de Francisco Amorós Arenas; también mi agradecimiento a Ricardo Melgar por haber “fichado” a Francisco Amorós.

Antonio Rengifo Balarezo
rengifoantonio@gmail.com

Lima, Unidad Vecinal N°3, Enero 19 del 2016

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