Cuando el
aparato represivo del dictador Leguía durante los meses de junio y julio de
1924 persiguió, encarceló, torturó deportó a dirigentes sindicales y profesores
de la Universidad Popular González Prada; así como también clausuró órganos de
prensa y allanó locales de los trabajadores; surgió, como conducta reactiva, la
idea de asesinar al dictador, pensando con la simpleza de la desesperación: muerto el perro, se acabó con la rabia.
El presidente Augusto B. Leguía, gran aficionado a la
hípica; en el palco presidencial del hipódromo de Santa Beatriz con Alejandro
P. Moore, embajador de los Estados Unidos en el Perú.
A Enrique Cornejo Koster, estudiante
de medicina y profesor de la Universidad Popular González Prada y a otros
jóvenes compañeros les hicieron una invitación:
…dos
anarquistas se acercaron a nosotros a presentarnos un plan: eliminar a Leguía
en el hipódromo un próximo domingo. (…) Nos reunimos esa noche. Éramos ocho los profesores que podíamos
conocer ese asunto. Cuatro votaron por
la afirmativa y cuatro se opusieron
Habiendo
empate y no sabiendo que hacer recurrimos a José Carlos, quien con lógica fría
nos hizo ver lo inconveniente de un asesinato político sin tener nada preparado
para tomar el poder.
Este plan
es prematuro, nos dijo; la labor de ahora es de enseñanza y difusión.
Ese
testimonio ha sido registrado por Guillermo Rouillon, el biógrafo de
Mariátegui. Pero ahí no queda el
asunto. Entre todos los cuestionarios
que remitió Rouillon a los contemporáneos de Mariátegui, figura una carta de
respuesta que pertenece a Francisco Amorós Arenas y que obra en su archivo. Para mí, un desconocido. Amorós, solo figura de manera marginal y
escueta en el segundo tomo de la biografía de Rouillon y nada más.
Entonces,
me acordé de mi amigo Ricardo Melgar, investigador y docente de la universidad nacional
autónoma de México. El es amplio
conocedor del Oncenio de Leguía (1919/1930) y tiene fichada a la vanguardia
obrera de esa época. Es tan valioso su
archivo que el Dr. Bernardo Fernández Oliva, Inspector General de
Investigaciones del gobierno de Leguía, lo hubiera codiciado. Le trasmití el nombre de quien para mí era un
desconocido: Francisco Amorós Arenas.
Gentilmente me respondió de inmediato
con el currículo abreviado de dicho personaje. He aquí un fragmento del mismo:
Obrero de construcción civil y
dirigente sindical. Formó parte integrante de los obreros
sindicalizados que se congregaron en torno a José Carlos Mariátegui a mediados
de los años veinte del siglo pasado. Adhirió al movimiento sindical de
orientación clasista que dio origen a la Confederación General de Trabajadores
del Perú (CGTP). Durante el velorio de Mariátegui estuvo presente en el círculo
más íntimo de los amigos de la familia. Más tarde se afilió y militó en las
filas del Partido Comunista. Fue cofundador del Sindicato en Construcción Civil
de Lima y Balnearios el 24 de enero de 1940.
Bueno, leamos unos fragmentos
de la breve respuesta de Francisco Amorós Arenas:
Conocí a
don José Carlos en la primera conferencia que diera en el antiguo palacio
municipal del Paseo Colón; desde el primer momento me interesó su plan
expositivo y más tarde por el hondo contenido socialista de sus conferencias.
(…) Tenía
que estar en el velorio por afinidad ideológica. Y porque reconocía que había dedicado su vida
a una causa altamente humana.
(..) El
año 1924 aún existía en Lima el Ring
al aire libre. Por esa época consideraba
que se podía arreglar cualquier situación política con una onza de plomo o un
cartucho de dinamita. Fue con ese
criterio absurdo y funesto que mandé decir a don José Carlos con Luis Heysen
que al día siguiente iba a liquidar a Leguía, en el ring al aire libre a las
dos y media de la noche. Regresaba a
Barranco Luis Heysen y me informaba que don José se oponía terminantemente ante
mi decisión porque el hecho daría lugar a una reacción en forma irreversible y
podía provocar el caos en el país.
La carta de
Francisco Amorós Arenas está plagada de faltas de ortografía lo que indica su
nivel de escolaridad; pero eso no tiene importancia, sino el contenido. De las dos versiones para asesinar al
presidente Leguía, Guillermo Rouillon únicamente registró en su libro el
testimonio de Enrique Cornejo; mas no así el testimonio de Francisco Amorós. No
sabemos cuál fue el criterio de Guillermo Rouillon. Pero, es indudable, en Lima se respiraba una
atmósfera que incentivaba el asesinato del dictador.
José Carlos
Mariátegui La Chira
(1894/1930
En suma, Mariátegui,
desde su silla de ruedas le salvó la vida a Leguía; esta actitud de José Carlos
es un indicio de la estrategia que se había trazado al retornar al Perú con la
misión de constituir el partido de la clase obrera. No cabe dudas, el magnicidio de los
dictadores siempre es una tentación.
Finalmente,
agradezco la gentileza de Armida Picón Vda. de Rouillon por haberme
proporcionado la carta de Francisco Amorós Arenas; también mi agradecimiento a
Ricardo Melgar por haber “fichado” a Francisco Amorós.
Antonio Rengifo Balarezo
rengifoantonio@gmail.com
Lima,
Unidad Vecinal N°3, Enero 19 del 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario