Mostrando entradas con la etiqueta Organización y Liderazgo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Organización y Liderazgo. Mostrar todas las entradas

miércoles, 6 de diciembre de 2023

LA NECESIDAD DE LENIN 100 AÑOS DESPUÉS

 


Publicado el 4 de diciembre de 2023 / Por Antonio Liz

 

El 21 de enero de 1924 Lenin moría en Gorki, a pocos kilómetros de Moscú. Tenía 53 años. No obstante, Lenin había muerto políticamente el 10 de marzo de 1923 cuando tuvo un espasmo que le redujo al silencio, desde ese día ya no pudo ni hablar ni escribir ni gobernar. Así, Lenin dirigió la Rusia de los Soviets desde octubre de 1917 a marzo de 1923, ni tan siquiera 6 años. Eso es muy poco tiempo, un visto y no visto en términos históricos. Entonces, por qué Lenin es tan importante, por qué está en la Historia. La respuesta es sencilla, porque fue el líder de la primera Revolución socialista de la Historia de la Humanidad.

Hoy, cien años después de su muerte, tenemos un mundo por el que Lenin no luchó, un mundo donde el capitalismo lo devora todo, desde los recursos naturales a la energía humana, desde la esperanza de un mundo mejor a la alegría cotidiana. Y todo para convertir el planeta en un estercolero y hacer que la Naturaleza descontrole su ritmo propio para llevarnos a un cambio climático pernicioso para la vida presente y futura de la humanidad. Hoy el capitalismo es más capitalismo todavía que en los tiempos de Lenin, la concentración de capital en pocas manos es mayor que nunca y el poder de sus armas bélicas es tan descomunal que en pocos minutos podrían destruir nuestra especie. Y todo esto cuando los conocimientos en física, química o medicina están a años luz de los tiempos de Lenin, tanto que hasta hemos empezado a navegar por el cosmos.

Lo dicho no pertenece a una novela o a un film distópico sino al pan nuestro de cada día. Entonces, ante una realidad tan alejada en el tiempo y en el propósito de Lenin  puede pensarse que evocar hoy a Lenin es para otorgarle sencillamente un merecido reconocimiento a su lucha revolucionaria en un tiempo pasado. No. No estoy evocando a Lenin por un simple homenaje a su pasado revolucionario sino por la utilidad política que tiene hoy. Lenin no sólo dirigió la primera Revolución socialista de la Historia -ya solamente por eso habría que evocarlo, claro- sino que para poder dirigirla creó herramientas políticas y nutrió al movimiento obrero de una espiritualidad reivindicadora y solidaria con las que se puede cambiar el mundo de hoy. Dicho de otra manera, Lenin fue el mayor estratega de los desheredados que hasta ahora ha dado la Historia, razón por la cual su quehacer nos ha legado mecanismos políticos e ideológicos de lucha y eso es lo que hace útil que hoy ante la barbarie del capitalismo acudamos a él para aprender y motivarnos.

Se puede argumentar que los tiempos han cambiado mucho desde que Lenin murió. Efectivamente, es así, pero en el plano social el mundo ha cambiado para mal normalizando la explotación, la discriminación y los privilegios con el nombre de “democracia”. Incluso hoy se le llama “democracia” al Estado de Israel cuando este practica el apartheid en su seno y el genocidio sobre el pueblo palestino a los ojos televisivos de todo el mundo. Se le llama “democracia” a países donde hay multimillonarios como es el caso de los Estados Unidos de América donde  Elons Musk posee un patrimonio valorado en 258 mil millones de dólares o como el caso del Estado español donde Amancio Ortega tiene un patrimonio  de 81.800 millones de euros, por poner solo dos ejemplos bien conocidos. Es decir, multimillonarios que por sí solos atesoran un capital que ni miles de trabajadoras y trabajadores pueden conseguirlo en todos sus años de trabajo ni haciendo horas extraordinarias a destajo. Pues bien, para combatir un mundo tan salvajemente desigual Lenin nos es útil como maestro.

Lenin demostró en el proceso histórico que si la clase trabajadora construye su propio partido político puede conquistar el poder. Esta es la primera gran enseñanza que nos da la Revolución de Octubre de 1917, de la que Lenin fue su estratega permanente. Que la clase trabajadora tenía la imperiosa necesidad de contar con su propio partido para hacer su propia política ya lo había dicho Marx en el siglo XIX siendo Lenin, su alumno político, quien demostró en los hechos esta enseñanza teórica. Desde Lenin en adelante que la clase trabajadora puede conquistar el poder ya no es un sueño utópico sino una realidad histórica.

En la actualidad hay que recordar que “el mundo civilizado” occidental se sustenta con regímenes llamados “democracias” a secas cuando en realidad son democracias burguesas, es decir, democracias para los ricos ya que estos pueden competir en igualdad de condiciones en todos los ámbitos, desde el económico al jurídico, mientras la clase trabajadora es utilizada exclusivamente para generar capital. En su lucha cotidiana por el mayor trozo de tarta posible el burgués es cualquier cosa menos que solidario porque cada uno de ellos quiere todo el pastel económico aunque no le queda más remedio que compartirlo con otros burgueses, reparto que se hará exclusivamente en función de la relación de fuerzas y no de acuerdos democráticos. En lo que sí están de acuerdo todas las fracciones de la burguesía, sean del país que sean, es en tener alienada a la clase trabajadora a través de sus sistemas de “enseñanza” y de sus grandes medios de comunicación. Así, a la clase trabajadora además de exprimirla al máximo posible -según las condiciones del país concreto, claro: en unos todavía más que en otros, siempre dependiendo de la capacidad organizativa del movimiento obrero para defenderse- se le come el coco hora tras hora y día tras día. Esta comedura de coco (alienación cultural y política) permanente es posible ejecutarla a pleno rendimiento gracias a los partidos reformistas que se autocalifican de izquierda. Estos partidos de “izquierda” implementan reformas en las leyes y básicas prestaciones sociales pero siempre sin cuestionar el propio sistema y solo atemperando la explotación y la alienación. Por supuesto, la “democracia” le paga a estos reformistas de “izquierda” sus servicios porque sus prestaciones y salarios siempre están muy por encima de lo que percibe la clase trabajadora. Y aquí interviene la utilidad de Lenin ya que nos enseña que si bien la clase trabajadora se debe defender de la inmediata explotación con el escudo sindical también nos enseña que el escudo sindical sólo sirve para parar los golpes y no para devolverlos por lo que también nos hace falta la espada política, el Partido, para enfrentar y poder tener la oportunidad de derrotar social y políticamente a la burguesía.

Para que el Partido sea realmente una espada política en la lucha con la burguesía tiene que conquistar influencia política en miles de trabajadoras y trabajadores. Para alcanzar esto el Partido, como toda criatura política, tiene que nacer y crecer y para que este crecimiento sea posible tiene que aglutinar a las diversas capas de la clase trabajadora en la consecución del objetivo estratégico que no es otro que la conquista del poder político para comenzar a crear una  sociedad sustentada en la justicia social, esto es, sin explotación y sin discriminación. Las capas de la clase trabajadora son diversas e inclusive múltiples porque los sectores económicos y de servicios en las sociedades capitalistas son innumerables. El Partido revolucionario de la clase trabajadora al harmonizar políticamente en su seno a las diversas capas trabajadoras convierte a la totalidad de la clase trabajadora en el sujeto histórico de cambio, en la clase social que lidera la lucha nacional y planetaria por la emancipación de toda la humanidad. Lenin nos enseña que la clase trabajadora no quiere conquistar un Estado para sí misma sino un Estado que meta en la dinámica de cambio a la inmensa mayoría de la humanidad. Así, el Estado socialista a conquistar no es solo para la clase trabajadora sino una herramienta política transitoria en la conquista de un mundo sin explotación social, sin opresión nacional y sin discriminación por género, raza o nacionalidad.

El Estado que nos anima a conquistar Lenin tiene que estar basado obligatoriamente en la democracia social. En este Estado la mayoría social tiene que ser socialmente culta y participar en el autogobierno de la sociedad. Este Estado tiene que dotarse de leyes y mecanismos que impidan la explotación y la discriminación y ser él mismo una escuela de democracia por lo que los funcionarios no podrán ser una casta privilegiada con sueldos por encima del salario medio de las trabajadoras y trabajadores ni podrán tener privilegios como una sanidad especial ya que tendrán que estar, como todas y todos los ciudadanos, en la sanidad pública. Este Estado tiene que elaborar un plan económico general ejecutado a través de la autogestión ejercida por las propias trabajadoras y trabajadores en cada centro de trabajo. Estos haceres son la única manera para que el Estado se convierta en un mecanismo para su propia abolición futura, cuando la humanidad se autogobierne.

Dada la doctrina alienadora del Estado capitalista a través de su sistema de “enseñanza” y de sus grandes medios de comunicación este plan estratégico para el conjunto de la humanidad hoy suena a utopía, a algo imposible de conquistar. Pero no es que sea así sino que así nos lo presentan tanto los “especialistas” oficiales como los chismosos tertulianos televisivos, todos bien  pagados por sus metafísicas intervenciones “democráticas”. Y aquí entra en escena una vez más Lenin que nos enseña como librarse de la reaccionaria contaminación del aire que desde la niñez y hora tras hora y día tras día nos lanzan sus escuelas y sus grandes medios de comunicación, razón por la cual la clase trabajadora tiene que socializar la enseñanza y los mass media, con controles de las propias trabajadoras y trabajadores de la empresa dada para que solamente quepa la ciencia, la reflexión y la honradez.

Hace más de 100 años que Lenin afirmo que sin la mujer es del todo imposible construir el socialismo. La revolución rusa trajo para la mujer derechos fundamentales como el divorcio y el aborto y el trabajo y el estudio en plena igualdad con el hombre. Lenin se sentía muy orgulloso que la República de los Soviets hubiera legislado en esa dirección por primera vez en la Historia. No obstante, Lenin no se conformaba ya que advertía que los derechos formales no son suficientes y que había que transformarlos en derechos reales. Lenin nos informa que para fumigar el patriarcado hay que dar una lucha social permanente y que para empezar adecuadamente esa lucha la mujer no puede tener como misión encargarse de la cocina y de los niños y para eso la República Soviética creó guarderías y comedores sociales. Lenin explicó tenazmente que la República Soviética solo podía ser una democracia social si la mujer y el hombre estaban en igualdad de condiciones jurídicas y sociales. Pero también explicó tenazmente que la lucha por la emancipación de la mujer se debía dar no solo en la República de los Soviets sino a nivel internacional. Esta realidad y espiritualidad política nos ayuda a comprender mejor como en la II Guerra Mundial hubo aviadoras soviéticas que atacaban a las tropas nazis en plena noche causándoles múltiples bajas y extendiendo el pánico en sus filas, tanto que las llamaban “Las brujas de la noche”. Nunca antes se habían visto mujeres pilotando aviones de guerra, era algo insólito. También se puede comprender mejor como la primera mujer astronauta de la Historia fue una soviética, Valentina Tereshkova. El quehacer de Lenin daba sus frutos, a pesar del retroceso que supuso el stalinismo.

Lenin también nos enseña en la teoría y en la práctica lo fundamental que es el reconocer el derecho de las naciones sometidas a su autodeterminación. Él lo explicó claramente diciendo que la autodeterminación significa el derecho a la separación. Lenin lo llevó a la práctica reconociendo la independencia de Polonia, Finlandia y las Repúblicas Bálticas, que habían pertenecido a la Rusia zarista, y estructurando a la URSS en una República Socialista Federal. Pero para Lenin la autodeterminación no era solo el derecho a la separación sino el camino a la amistad entre los pueblos. Amistad que solo se puede dar en igualdad de condiciones ya que la amistad es imposible entre la nación agredida y la agresora, entre la nación oprimida y la opresora. Que esta enseñanza de Lenin tampoco la está ejecutando el “mundo democrático”, el “Occidente civilizado”, se ve salvajemente reflejado en la opresión y en la matanza con que Israel somete a diario al pueblo palestino con el permiso de las “grandes democracias” planetarias, tales como los Estados Unidos y la Unión Europea. Hoy es una obviedad que salta a la vista a través de las imágenes televisivas que las potencias “democráticas” sólo miran sus intereses estratégicos razón por la cual el asesinato diario de palestinas y palestinos en Gaza y Cisjordania es un mero daño “colateral”. En el campo de la autodeterminación de las naciones oprimidas y de la necesaria amistad entre los pueblos para poder vivir en paz también hay que acudir a Lenin para aprender de él la lección teórica y práctica y apartarnos decididamente de los “civilizados” occidentales.

Lenin, siguiendo una vez más el camino trazado por Marx,  también nos enseña que las trabajadoras y trabajadores de todas las naciones del planeta se tienen que organizar a nivel internacional. El por qué es muy sencillo ya que la economía y la política superan el marco nacional la clase trabajadora también debe superarlo. Como las grandes empresas capitalistas y las grandes organizaciones políticas son multinacionales también la organización de la clase trabajadora tiene que tener carácter supranacional. La clase trabajadora es un producto histórico del capitalismo y como este tiene dimensión internacional ella también tiene que adecuar su dinámica política al marco internacional. Por todo esto Lenin creó la III Internacional, también conocida como la Internacional Comunista o Komintern. La creó en plena Guerra Civil rusa, cuando el Ejército Rojo absorbía todas las energías de la Rusia de los Soviets para defenderse de los ejércitos “blancos”, armados y financiados por los gobiernos “democráticos” de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, que además ocuparon franjas de territorios de la Rusia de los Soviets. Que en esta bárbara coyuntura Lenin llevase a cabo el nacimiento de la III Internacional ya explica por sí mismo la importancia capital que le daba. Así, se creó por primera vez en la Historia un Estado Mayor Proletario que tenía por misión dotar a la clase trabajadora planetaria de una estrategia común. La muerte de Lenin y los avatares de la Historia echaron por tierra el proyecto pero su enseñanza está ahí, para recogerla y ponerla en marcha.

Hoy, tal y como está el mundo que habitamos, donde la esperanza de alcanzar la hermandad entre los pueblos y una sociedad planetaria basada en la justicia social parece una utopía venida de otra galaxia, la caída de la URSS se puede ver como la oportunidad perdida. A pesar de la deformación que sufrió la Unión Soviética por el stalinismo allí aún se conservaban derechos fundamentales para las mujeres y para la clase trabajadora que no existían en Occidente y si la clase trabajadora no autogestionaba la URSS, lo que impedía el socialismo y el propio desarrollo normalizado de la Unión Soviética, la clase trabajadora todavía gozaba del aura de la clase imprescindible para cambiar el mundo. Si a todo esto le añadimos que allí se había dado la Revolución de Octubre y que gracias a la URSS Cuba y Vietnam habían podido resistir la agresión de los EEUU se comprenderá la razón de que la URSS fuera un punto de referencia para la clase trabajadora planetaria. Y la URSS también influía de modo directo en las condiciones sociales de existencia de la clase trabajadora en la Europa capitalista, tanto que el llamado Estado del Bienestar se tuvo que implementar para que la clase trabajadora europea no girara al socialismo. Derrumbarse la URSS y debilitarse las prestaciones sociales en la Europa “civilizada” fue un todo en uno.

La humanidad nació por la casualidad de la dinámica evolutiva de la Naturaleza. Esto, por sí mismo, nos permite comprender que la especia humana no tiene un fin determinado, teleológico. A la especie humana no la pusieron los dioses en la Tierra a su imagen y semejanza. No. Ocurrió justo lo contrario, que la especie humana creó a los dioses a su imagen y semejanza (con celos, con egoísmo, con deseos carnales…)  dándoles sencillamente el atributo soñado de la inmortalidad. Por lo tanto, la humanidad no ha llegado hasta el siglo XXI porque tuviera un camino predeterminado. Todo lo contrario, ha llegado hasta aquí tirando de la capacidad de supervivencia que tiene. La humanidad hasta ahora ha vivido de forma empírica no estratégica. Entendiendo esto podemos comprender que el pasado pudo ser de otra manera y que el futuro está por hacer.

Más de un mercenario de la pluma ha dicho que Lenin ya está superado. Pobrecillos, estos personajillos  no son capaces ni de ver lo que realmente ya pasó en la Historia. Lenin sólo será superado cuando construyamos un Estado socialista que supere en tiempo y en contenido a la Unión Soviética. Y esto es justo lo que Lenin quería. Aprendamos y ejecutemos sus lecciones, el futuro de la humanidad está en juego. Socialismo o Barbarie.

Madrid, 2, diciembre, 2023.

Fuente: https://kaosenlared.net/la-necesidad-de-lenin-100-anos-despues/

 

viernes, 9 de diciembre de 2022

LA OFENSIVA DE LA REACCIÓN FASCISTA EN EL PERÚ Y LA CAÍDA DE PEDRO CASTILLO

 


Lo que está ocurriendo es obviamente un golpe de estado con anuencia, e incluso incitación, del gobierno americano. Los yanquis hoy por hoy sólo se pueden permitir gobiernos cipayos, pues temen que China les mueva el piso en Latinoamérica con gobiernos que osen sacar los pies, aunque sea a medias, del plato americano.

Ni en tiempos de la Unión Soviética se ha visto tal sucia y persistente arremetida contra China y Rusia. No hay que engañarse; la guerra no declarada, ya ha sido decretada por el imperialismo americano y sus satélites, y el recurso a una conflagración internacional generalizada, nuclear, es parte de su estrategia. Están dispuestos a jugarse la vida pues tienen perfecta consciencia de su decadencia y sustitución por un mundo multipolar donde no podrán más obtener ganancias mediante el saqueo militar y económico como lo han venido haciendo a lo largo de la historia del dominio de la civilización burguesa.

Las provocaciones y mentiras imperialistas no tienen límite.  Los medios americanos y europeos son hoy por hoy el principal ariete imperialista en el frente de la guerra psicológica y de propaganda, mientras que el nazismo ucraniano es el ariete militar, el brazo del ejército americano en el frente de batalla. En Ucrania los imperialistas americanos y sus lacayos europeos están ensayando todo tipo de armamento como parte de su preparación para una guerra caliente.

De cómo se van a resolver las contradicciones en el caso específico del Perú es algo que no es previsible por ahora. Para gobernar, el lumpen imperialismo no lo podrá hacer más que con la represión pues los problemas económicos y sociales son muy grandes y no se van a resolver por solo los mecanismos económicos, y ni siquiera con un posible apoyo económico masivo de las potencias imperialistas, las que hoy en día no tienen ni para sostenerse internamente en sus propios países. Tampoco la represión generalizada, incluida la acción de las bandas lumpen de sicarios peruanos y venezolanos, puede lograr la paz de cementerio necesitada por el lumpen imperialismo aún si en un primer momento pueda ejercer una acción paralizante contra la protesta de un pueblo que ya ha sido saqueado al máximo. Una vez más el pueblo luchará a pecho descubierto, sin dirección centralizada, abandonado por una dirigencia absorbida en la lucha por el sillón parlamentario.  Sin embargo, la necesidad de reconstruir los organismos de dirección de la clase trabajadora sigue vigente, y en ello se puede avanzar justamente en los momentos en que el lumpen imperialismo saca sus garras con más virulencia. Pero será una nueva dirigencia, joven, dispuesta al sacrificio, heroica, a la cual las antiguas dirigencias deberán ceder el paso y a la cual deberán más bien contribuir a consolidarse y concretar nuevos y renovados organismos de clase. Esto es, si a esos viejos aún les queda algo de su sueño socialista de juventud.

La protesta popular contra el golpe es en realidad más que una defensa de Castillo, un rechazo al neofascismo lumpen de la burguesía local y sus aparatos político y de represión. Castillo fue abandonado por la izquierda electorera pero el mismo también cayó en el oportunismo legalista, sin atreverse a movilizar al pueblo, rodeándose de una argolla de personajes corruptos. Ya en la pusilánime defenestración de Béjar del Ministerio de Relaciones Exteriores pudo verse lo que sería el carácter y contenido del gobierno de Castillo. Lejos de movilizar al pueblo, se arrodilló una y otra vez ante el lumpen político, tratando una y otra vez de apaciguarlo, en una actitud cobarde, oportunista y de debilidad que sólo sirvió para envalentonar a toda suerte de delincuentes de la política y partidos lumpen fascistas. El ejemplo de Bolognesi en Arica le hubiera podido servir de derrotero.

El pueblo va a tener que luchar una vez más sin cabeza, sin dirección centralizada, abandonado a su suerte por una dirigencia electorera preocupada en como encaramarse a las poltronas parlamentarias. Todo está por construir y reconstruir. Esto no se logra de la noche a la mañana. Será una nueva dirigencia, joven, dispuesta al sacrificio, heroica, la que se encargue de esta tarea que es retomar el trabajo de Mariátegui. A los viejos, si aún les queda algo de su sueño socialista de juventud, les corresponde contribuir al crecimiento y desarrollo de los nuevos y renovados organismos de la clase trabajadora, sin pretender sustituirla ni irrogarse actitudes paternalistas ante las nuevas dirigencias.

09/12/2022

Rebelde Marxista

domingo, 29 de noviembre de 2020

LIDERANDO LA RECONSTRUCCIÓN SOCIAL



Autor: Ramón Espinoza Guerrero

28/11/2020


CAPITULO I : IDEOLOGÍA Y DESARROLLO

 

En los últimos tiempos, la comprensión humana ha llegado a desarrollarse al nivel de nuevas construcciones ideológicas, las mismas que abarcan una visión de la vida como una gran red interconectada. A medida que las organizaciones sepan reconocer la conexión dinámica de las distintas partes de la estructura social dentro de un todo global, el liderazgo empezará a florecer en lugares y modos que difícilmente podemos imaginar. Solo líderes así tendrán una gran influencia en quienes los rodean para trabajar de una manera más innovadora y eficaz (Drucker, 1996).

Sabemos que la innovación reduce el capital social acumulado de las personas porque las obliga a comenzar de cero, pero no hay otro camino. Todo individuo puede empezar de cero otra vez, pero, sin innovación, todos se frustran: no se crean los ambientes para que miles y miles de personas se formen y puedan ser más productivas (Hamel, 2000).

En el Perú, la mayoría de las instituciones de la sociedad política y de la sociedad civil no se construye con sólidas bases ideológicas, sino que, más bien, sus motivaciones están en relación tan solo con la gestión y no con la innovación del ‘orden existente’. Este hecho social deviene, finalmente, en la impotencia y la desaparición progresiva del liderazgo de las instituciones. Y esto, a su vez, en el deterioro y la extinción de la organización social como antesala del caos, la corrupción y la violencia generalizada.

¿Qué está pasando con nosotros y nuestro mundo?

Todos estamos implicados en una crisis terminal de la civilización industrial, y de las ciencias sociales que fueron su base y fundamento. La Sociedad Contemporánea —o capitalista— y sus teorías sociales científicas han llegado a su límite. He ahí nuestra impotencia ideológica y organizacional. Entonces, ¿qué hacer?

La respuesta incluye una actitud de apertura hacia lo desconocido e inesperado, y un panorama teórico más amplio que nos lleve a sobrepasar las barreras disciplinares de las ciencias sociales para encontrar soluciones compatibles con la naturaleza compleja de la problemática global actual

Consideremos que, para la construcción de un planteamiento ideológico interdisciplinar válido, se requiere de una profunda capacidad de reflexión, equipos de búsqueda y composición de información, y un nuevo enciclopedismo poscapitalista que sirva de punto de partida y guía. La interdisciplinariedad nos obliga a reconectar diversos tipos de saberes y diversas dimensiones de la vida para que todo acto de creación se pueda manifestar plenamente (Cândida, 2010).

Presente y futuro mundiales.

Es interminable la lista de problemas con los que se enfrenta nuestra sociedad. Padecemos el hedor y la podredumbre moral de una civilización industrial moribunda, donde sus instituciones, una tras otra, se precipitan en una ciénaga de ineficacia y corrupción. Ya no es posible resolver, dentro del marco de esta civilización, los problemas más urgentes de hoy, desde los de la energía, la guerra y la pobreza hasta la degradación ecológica y la quiebra de las relaciones familiares. El rígido dogma teológico del mercado libre y el goteo de los beneficios de arriba hacia abajo que postulan los políticos no va a solucionarlos (Toffler & Toffler, 1995).

Sin embargo, los cambios bruscos que ahora experimentamos dan por sentado que vivimos una transformación gigantesca de nuestro modo de vivir, trabajar, actuar y pensar, porque lo que ahora sucede es una revolución global de enorme magnitud; pero estos grandes cambios no son caóticos ni aleatorios, sino que de hecho forman una pauta definida y claramente discernible. De tal forma que, analizados desde esta perspectiva, muchos acontecimientos, aparentemente desprovistos de sentido, resultan de pronto comprensibles. Las líneas generales del cambio empiezan a emerger con claridad. La acción por la supervivencia vuelve a ser posible y probable. En resumen, la premisa revolucionaria libera nuestra inteligencia y nuestra voluntad (Toffler & Toffler, 1995).

En tal sentido, al finalizar la década de 1990 e iniciarse el siglo XXI, los líderes y organismos más clarividentes* de la sociedad descubren que las décadas comprendidas entre los años 1950 y 2000, corresponderían a la tercera y última línea divisoria de la civilización capitalista o contemporánea, y que esta habría evolucionado no solo como una divisoria histórica occidental, al igual que las diversas líneas divisorias (cada 300, 200 o 100 años) durante todo el segundo milenio (s. XI – s. XX), sino como una primera gran metamorfosis de toda la sociedad mundial, la misma que habría dado nacimiento al sistema capitalista global que hoy vivimos (*que comprenden complejidades).

El mundo, pues, ha cambiado radicalmente durante los últimos 50 años, más que en los 2000 años precedentes, pero la mentalidad de la sociedad no lo ha hecho de la misma manera. Esa es la esencia del colapso civilizatorio actual, que se grafica como una brecha insalvable entre la sobrecapacidad industrial y la concentración de la riqueza social por un lado y la masificación del subempleo y la difusión de la pobreza por el otro. Pero, sobre todo, por la parálisis y la obsolescencia de las teorías económicas, sociales y políticas del siglo XX.

Mientras tanto, los países no desarrollados del Hemisferio Sur como el Perú —que no habían desarrollado por sí mismos formas económicas y sociales de tipo capitalista sino desde y para el extranjero, en coexistencia con formas de producción feudales y comunales primarias en la mayor parte de su territorio—, comenzaron de pronto, entre los años 1980 y 1990, una gran reestructuración sistémica nunca antes vista desde la conquista española. En gran medida, parte de sus modalidades económico sociales de tipo comunitario y/o servil se extinguió sin que se constituya una economía moderna; en su lugar, se desarrolló un capitalismo tardío, principalmente urbano, sobre la base del subempleo del 80 por ciento de la PEA nacional. ¿Qué hacer?

La segunda parte del tercer período de la Sociedad Contemporánea (2000-2050), antecedida por la crisis general del llamado Globalismo, se caracterizaría finalmente por la reforma radical del sistema capitalista global, la reconstrucción de las economías nacionales de dinámica interna, la reorganización sectorial de la sociedad civil (educación, salud, trabajo, residencia, seguridad y vida comunitaria, etc.) y la reestructuración del Estado al servicio de tales cambios renacentistas.

Todo esto constituiría una transformación y un desarrollo histórico endógeno que, nuevamente, después de unas tres o cuatro décadas más, entraría en crisis. Esta impulsaría un nuevo tipo de globalización que, a su vez, ocasionaría el surgimiento de una sociedad poscapitalista mundial basada en el capital saber y el trabajo técnico científico: la Tecnocracia.

En el marco de la crisis general de nuestra sociedad, se constituye el Movimiento Nacional de Innovación Política - MNIP, con la misión de servir significativamente al diseño y la difusión de las bases ideológicas que necesita nuestro país para la reconstrucción de su institucionalidad económica, laboral, social y política. Así, todo nuestro esfuerzo ideológico está dirigido a tod@s aquell@s que tengan un vivo interés por el trabajo intelectual y organizacional que el desarrollo económico, social, ideológico y político exige.

 

 

CAPITULO II : DESASTRE Y SOBREVIVENCIA ¿QUÉ HACER?

 

Desde la aparición manifiesta del sistema capitalista global en los años de 1980, a partir del traslado de la producción industrial de los países de occidente hacia la periferia global —cuando las últimas tecnologías del sector financiero-informático comienzan a tener una posición dominante en el Hemisferio Norte, que finalmente modifican las economías nacionales de dinámica interna a través de las múltiples redes de flujo de capital, tecnología, información y productos que operan a escala global en tiempo real (Castells & Esping-Andersen, 1999)—, se constituyen velozmente Estados Globalistas (o Estados Corporación). Estos Estados se adecúan a la globalización de los capitales financieros, lo que supone la minimización de sus obligaciones sociales hasta procurar librarse de la población económicamente no rentable, sobrante. Dentro del sistema de producción a base de tecnologías de punta, las capas sociales masivas no son necesarias (Fúrsov, 2008).

El Capitalismo de mercado global ha demostrado ser un gran motor de creación de riqueza, pero si en los próximos 25 años sigue funcionando como lo ha hecho en el último cuarto de siglo, se viene un grave colapso del propio sistema. Esto suena terrible. Y, de hecho, lo es. Las amenazas del Capitalismo de mercado global son diversas. Cuando las brechas entre ricos y pobres siguen creciendo, cuando millones de desposeídos migran desde los países pobres hacia los ricos —y estos últimos responden con un proteccionismo cada vez más estricto—, cuando los sistemas financieros globales son frágiles y nada transparentes, y cuando los protectores tradicionales de la sociedad —el gobierno, la industria, los negocios y las instituciones internacionales— son incapaces de abordar estos y otros problemas de primer orden, están todos los elementos para un desastre (Bower, et al., 2011).

En tal sentido, los nuevos postulados del Nacionalismo poscrisis del siglo XXI, que la sociedad mundial comienza a adoptar al reestructurarse por sí misma cuando sobrepasa la primera década del 2000, tienen que ver hoy, principalmente, con las tendencias proteccionistas de los países desarrollados. Estos últimos, amenazados por las corporaciones supranacionales estacionadas, sobre todo, en el Asia de mano de obra barata, están viéndose obligados a blindar sus mercados y sus economías empresariales de dinámica interna, todo lo que los países atrasados tendrán que imitar en pocos años.

Hacia finales de la primera década del 2000, frente al desarrollo y crisis del Globalismo, se clarifican los nuevos componentes del desarrollo económico nacional por autosuficiencia: (1) reforma radical de los programas de mercado libre para un desarrollo económico endógeno por ocupación plena de las fuerzas productivas nacionales, (2) desarrollo por distribución del producto social sobre la base del desarrollo organizacional de la pequeña empresa moderna y (3) desarrollo local autónomo para la integración nacional a través de dinámicas multilocales con infraestructura productiva y mercados en expansión, diferenciación y diversificación.

Frente a los nuevos componentes del desarrollo nacional, la autogestión social se convierte, cada vez más, en una estrategia vital de la sociedad y su desarrollo. Comenzando el siglo XXI, la autogestión se despliega alrededor del planeta como un nuevo estado de cosas de las sociedades humanas. Hacerse a sí mismo se vuelve la naturaleza humana de las culturas globalizadas (El arte es verbo no sustantivo, 2011).

La autogestión ha existido desde la formación de las primeras sociedades humanas. Las culturas más ancestrales se han desarrollado, todas, de un modo autogestionado; esto perduró hasta que la implantación de los Estados desplazó la hegemonía de los grupos y las comunidades autogestionadas. La palabra autogestión, hace algunos siglos, entra nuevamente en el vocabulario occidental a través de las comunidades rusas que hacían sus vidas sostenibles en medio del abandono de los poderes feudales y la aristocracia (El arte es verbo no sustantivo, 2011).

La experiencia de autogestión más plena y consistente del siglo XX se dio en la España de 1936, que aprovechó el vacío de poder que quedaba tras un fallido golpe de estado militar. Casi toda la economía estuvo bajo el control de los trabajadores organizados, dirigiendo las fábricas por medio de comités y asambleas. En Cataluña se llegó a sostener la colectivización de al menos 75 por ciento de la industria, plasmando la actualización de las tradiciones rurales autogestionarias a través de las tecnologías industriales modernas (ídem).

Igualmente, el gobierno socialista de Yugoslavia en 1950, tras haber roto sus relaciones con la Unión Soviética, declaró y promovió la implementación de la autogestión a la vez que redujo el control del Estado sobre la economía. Durante dos décadas se mantuvo la primacía de la economía autogestionada, sosteniendo altos índices de empleo y de educación, al menos hasta las crisis petroleras de la década de 1970 (ídem).

Así, hoy por hoy, los problemas más apremiantes de la humanidad no son meramente tecnológicos; estos son más bien culturales, sociales y políticos. Asimismo, son globales en su esfera de influencia. Frente a tal situación, el futuro de la humanidad dependerá de nuestra capacidad de innovación ideológica, social y política (Hamel, 2012).

¿Cómo hacer todo ello?

Los sistemas sociales grandes y complejos no se cambian desde arriba, salvo estén en medio del desastre. Pero el desarrollo desde abajo significa comenzar de cero otra vez. En el período actual del desarrollo tecnológico, significa crear una multitud de pequeñas organizaciones de todo tipo (culturales, sociales, políticas, empresariales…) que permitan a la gente ver el fruto de sus esfuerzos. Consiste en crear embriones que crecen a través de un proceso de división celular: una única célula se convierte en dos, luego en cuatro, ocho, 16, y así sucesivamente. Algunas células se convierten en pulmones, otras en dedos de los pies, en huesos, en tendones y en todos los demás órganos y estructuras del cuerpo. División y diferenciación, esa es la esencia del crecimiento. Lo mismo ocurre en las organizaciones. Cuando estas dejan de dividirse y diferenciarse, la innovación muere y el crecimiento se frena (Hamel, 2007).

Si queremos entender los hechos sociales importantes con la ayuda de nuestro trabajo por seguimiento de tendencias, obtendremos ese entendimiento. Si no tenemos interés por comprender nuestro mundo, no seremos conscientes de la realidad que nos rodea, que es la primera condición para la supervivencia y el desarrollo social. Estamos dispuestos a trabajar con usted, según sus tiempos y condiciones, en función de la realización de los objetivos de innovación social suyos y nuestros. Comuníquese con nosotros, hagamos algo trascendente por nuestros hijos y la sociedad peruana.