I
CRISIS
CÍCLICA O CRISIS TERMINAL
Este debate,
aparentemente "teórico", en el fondo es un debate político, eminentemente
táctico.
Si la crisis
actual es una "Crisis Terminal", y el Perú se encuentra en
"Crisis General", las tareas políticas y organizativas tienen que
ajustarse a esa realidad. Deberá colocarse en primer plano el objetivo de
luchar por la "dirección de la producción", y asumir como tarea del
momento presente, la lucha insurreccional. Y si somos consecuentes con nuestras
afirmaciones, todo el trabajo organizativo deberá adecuarse a esa necesidad
perentoria, colocando en primer plano la reivindicación de una "máquina de
combate".
Por el
contrario, si la crisis actual es una "Crisis cíclica" que está afectado
solamente a una parte del mundo (a los países capitalistas más desarrollados),
y el Perú se encuentra atravesando un largo periodo de "crecimiento
capitalista", igualmente las tareas políticas y organizativas tendrán que
ajustarse a esta realidad. Deberá continuar colocándose en primer plano el
objetivo de luchar por la "distribución de la producción", y asumir como tarea del
momento continuar fortaleciendo la lucha reivindicativa y la lucha político
electoral. Y si somos consecuentes con estas conclusiones, todo el trabajo
organizativo deberá continuar adecuándose a esta necesidad urgente, colocando
en primer plano el fortalecimiento de la "máquina de organización".
Creo que así
podemos entender mejor, la importancia y trascendencia de este debate
"teórico", debate que no tiene nada de abstracto.
Creo que todos
entendemos que plantearse la lucha
insurreccional como tarea principal, en condiciones de "crecimiento
capitalista" sería una propuesta tan absurda y torpe condenada al fracaso,
como también sería torpe plantearse la lucha reivindicativa como tarea
principal en condiciones de "crisis general".
O
es lo uno, o es lo otro, aunque no lo podemos entender ni
plantear en términos estáticos. Por el contrario, tenemos que entender que ante
la cambiante realidad, los virajes tácticos se pueden presentar, y se
presentarán, en cualquier momento. ( )
Miguel Ángel
Aragón
II
BIBLIA
CATÓLICA
Nácar
Colunga (Págs. 1007, 1200, 1256)
Mateo
5
33 También habéis oído que se dijo a los
antiguos: No perjurarás, antes cumplirás al Señor tus juramentos. 34 Pero yo os
digo que no juréis de ninguna manera: ni por el cielo, pues es el trono de
Dios; 35 ni por la tierra, pues es el escabel de sus pies; 36 Ni por tu cabeza
jures tampoco, porque no está en ti volver uno de tus cabellos blanco o negro.
37 Sea vuestra palabra: sí, sí; no, no;
todo lo que pasa de esto, de mal procede.
2
Corintios 1
15 En esta confianza quise ir primero a
veros, para que tuvieseis una segunda gracia, 16 y pasando por vosotros, ir a
Macedonia, y de nuevo desde Macedonia volver por ahí y ser por vosotros
encaminado hacia Judea. 17 Al proponerme esto, ¿obré a la ligera? O lo que yo
me he propuesto, ¿me lo propuse llevado
de sentimientos humanos, de manera que haya en mí Sí, sí, y No, no? 18 Dios me es fiel testigo de que nuestra
palabra no es Sí y No. 19 Porque el Hijo de Dios, Cristo Jesús, que os
hemos predicado yo, Silvano y Timoteo, no
ha sido Sí y No, antes ha sido Sí.
20 Cuantas promesas hay en el Señor son en Él Sí; y por eso decimos amén, para gloria de Dios en nosotros.
Santiago
5
12 Pero ante todo, hermanos, no juréis
ni por el cielo, ni por la tierra, ni con otra especie de juramentos; que vuestro Sí sea Sí y vuestro No sea No,
para no incurrir en juicio.
III
BERNSTEIN
Y LA DIALÉCTICA
Otro ejemplo: si
en 1885, en ocasión de la nueva edición del folleto de Marx Revelaciones sobre el proceso de los
comunistas, y en 1887, en el prólogo de su folleto Sobre el problema de la vivienda, Engels expuso ideas que, en
opinión de Bernstein, concuerdan difícilmente con su actitud francamente
negativa hacia determinada rebelión de los jóvenes de la socialdemocracia
alemana, producida hace algunos años, la
culpa de ello la tiene la dialéctica. ¿El lector no me cree? Pues vea por
sí mismo: “Esta duplicidad, tan ajena al carácter de Engels, al fin de cuentas
provenía de la dialéctica tomada de Hegel” En esta frase no hay,
desgraciadamente, ni sombra de “duplicidad” Y si, convencidos de ello, le
preguntamos al señor Bernstein por qué motivo, en cambio, la dialéctica inclina
a la duplicidad, recibiremos de él la siguiente explicación: el “sí es no y no es sí”, en vez de el “sí es sí y no es no”; “el traspaso
recíproco de las contradicciones, la transformación de la cantidad en calidad y
otras bellezas dialécticas siempre han constituido un obstáculo para tener una
idea clara sobre el alcance de los cambios ocurridos” (…)
Por otra parte,
sería posible endilgarle al señor Bernstein esta “duplicidad” si, por lo menos,
intentara de algún modo demostrar la
exactitud de su opinión sobre el carácter dañino de las “bellezas dialécticas”.
Pero él no lo intenta en modo alguno. Y, por otro lado, no tiene de dónde tomar
las pruebas (…) Esta es la razón por la cual el señor Bernstein no intenta siquiera dar pruebas de su
opinión. Él se limita a enunciarla, contando, con sobrada
razón, que habrá de encontrar lectores ingenuos que no sólo habrán de creer su
palabra, sino que inclusive le atribuirán hondura de pensamiento. (…)
Si el señor
Bernstein conociera el tema por el
cual se ha aventurado tan ingenua e imprudentemente, no hay ninguna duda de que
se avergonzaría de su juicio sobre la dialéctica. Bernstein piensa que el “sí es no y no es sí” obstaculiza una
relación sobria con la realidad y nos entrega al “auto-desarrollo de los
conceptos”. Pero este es un pecado que comente justamente el pensamiento
metafísico que obedece a la formula citada por Bernstein -“sí es sí y no es no” (…)
Pues esta última
forma es justamente la abstracción “o
una cosa u otra” que, como dice Hegel, atrae normalmente a la juventud.
Pero la abstracción -“o una cosa u otra”-
ha obstaculizado durante mucho tiempo un planteamiento justo de los problemas
en la vida social y en las ciencias naturales, como es sabido ahora por todo el
mundo. (…)
A primera vista
parecería que esto se aclara por sí solo; pero esto resulta claro tan sólo a quien -consciente o inconscientemente-
adopta el punto de vista dialéctico y no considera a la abstracción “o una cosa u otra” (dicho de otro modo:
“sí es sí y no es no”) como la regla
fundamental del pensamiento. Preguntad, por ejemplo, al conde León Tolstoi
si es justa la opinión de Chernishevski sobre la guerra. Tolstoi nos dirá que
es absolutamente falsa, puesto que la guerra es un mal, y el mal nunca puede ser el bien. El conde Tolstoi juzga todos los problemas desde el punto de
vista de la abstracción “o una cosa u
otra”, lo cual quita a sus conclusiones toda seriedad. Como pensador, es completamente ajeno a la
dialéctica, y esto explica, entre otras
cosas, su instintiva repulsión por el marxismo. (…)
Los anarquistas preguntan a los
socialdemócratas: “¿Reconocen ustedes la libertad de la personalidad?” “La
reconocemos -contestan los socialdemócratas-, pero la reconocemos
condicionalmente, puesto que la libertad
incondicional de una persona implica la esclavitud
incondicional de todos los que están a su alrededor, es decir, la libertad se transforma en su contrario”. Esta
respuesta tampoco es del agrado de los anarquistas, quienes al parecer opinan
sinceramente que los socialdemócratas son los
enemigos de la libertad y, por otra parte, proclaman la libertad ilimitada, es decir,
incondicional de la personalidad. La transformación de la libertad en su
contrario se presenta a sus ojos como un simple sofisma o -como acaso pueda
decirlo alguno de ellos, enterado de la terminología del señor Bernstein- una de las bellezas de la dialéctica
hegeliana. La doctrina anarquista
de la libertad está impregnada del espíritu de la abstracción “o una cosa o la otra” (o la libertad o el despotismo), y se basa plenamente en la fórmula preferida del
señor Bernstein -sí es sí y no es no-,
mientras que los socialdemócratas consideran en problema de la libertad desde el punto de vista concreto. Los
socialdemócratas no olvidan que no existe
una verdad abstracta, que la verdad es concreta. Al respecto, los
socialdemócratas están imbuidos del espíritu
dialéctico. (…)
La
búsqueda de la verdad concreta constituye el rasgo diferencial del pensamiento
dialéctico.
(…)
Si esto es así
-y así es, en efecto- no es difícil comprender el papel desempeñado por la
dialéctica en el desarrollo del
socialismo desde la utopía hasta la ciencia. (…) Los socialistas utópicos
toman en cuenta a veces la insuficiencia del pensamiento abstracto del siglo
XVIII. Algunos de ellos, al opinar sobre
la historia, dejan de lado eventualmente la abstracción el “sí
es sí y no es no” y adoptan el punto de vista dialéctico. Pero tal cosa
ocurre tan sólo eventualmente. Casi
todos ellos, en la gran mayoría de las veces, al juzgar la vida social se
limitan a la abstracción “o una cosa o la otra”. El espíritu de este “o-o” confiere a dichos sistemas un carácter utópico. Para pasar de la
utopía a la ciencia, el socialismo necesitó superar este modo de pensar y
alcanzar el método dialéctico. Marx y Engels realizaron esta necesaria reforma
del socialismo. (…)
El señor
Bernstein afirma que Marx exageró la rapidez de la marcha del movimiento
histórico. Esto es exacto si se refiere al punto de vista de Marx sobre el
desarrollo de la sociedad capitalista.
Pero ¿por qué Marx tenía que exagerar en este sentido?. El señor Bernstein le echa
la culpa a la dialéctica. (…)
Según Hegel, el
proceso lógico de la negación se
realiza fuera del tiempo. Pero los
procesos reales de negación de un
fenómeno de la naturaleza por otro, o de un sistema social por otro, se
determinan por la rapidez de su marcha,
por su naturaleza y por las
condiciones concretas en las cuales se efectúan. (…)
El que escribe
estas líneas está realmente muy asombrado al comprobar hasta qué punto ha
entendido mal la filosofía de Engels -y, en consecuencia, la de Marx- el señor
Bernstein, que ha tenido durante años una estrecha relación con él. (…) Aunque
siempre lo hemos tenido por un hombre de
cortos alcances (y de esto pueden dar testimonio muchos de nuestros
camaradas más cercanos), de todos modos considerábamos que Bernstein pertenecía
a la escuela de Marx y nos sentíamos muy afectados por las tonterías que escribía a la sazón sobre el materialismo. (…) La
ignorancia filosófica del señor Bernstein se ha mostrado en todo su esplendor y ya ni siquiera nos atrevemos a invitarlo a
que revise sus manuales; comprobamos que
los manuales no han sido escritos para él. (…)
Todos estos
errores del señor Bernstein son tan evidentes y tan imperdonables, demuestran
hasta tal punto su total y franca incompetencia en el terreno filosófico, que
el lector puede formularse la pregunta: ¿vale la pena ocuparse de ellos? Pero
quien esté dispuesto a dar una respuesta negativa
a esta pregunta, aunque sólo sea de pasada, cometerá un grave error. (…)
(…) estas
deficiencias constituyen la expresión natural, inevitable y elocuente de sus
actuales tendencias sociales y políticas. Estas tendencias pueden definirse de
la siguiente manera: la aproximación a los sectores progresistas
de la burguesía. “Lo que llaman burguesía -dice el señor Bernstein- es
una clase compleja, compuesta por diversas capas de intereses muy diversos. (…)
es decir, la burguesía forma una masa reaccionaria homogénea porque todos sus
elementos se ven igualmente amenazados por la socialdemocracia, unos en sus
intereses materiales y otros en sus intereses ideológicos: la religión, el
patriotismo, el deseo de defender al
país de los horrores de una revolución violenta” (…); por último, con el
propósito de no “amenazar a la burguesía con los horrores de una revolución violenta”, se pronuncia contra la Zusammenbruchsteorie (teoría de las catástrofes) -la cual,
dicho sea de paso, ha confeccionado Bernstein sobre la base de algunas palabras
de Marx y Engels en parte mal entendidas y en parte desfiguradas- y trata de
demostrar que “la dictadura de clase es señal de una cultura inferior: es un
paso hacia atrás, un atavismo político” (…)
Si el señor
Bernstein ha rechazado el materialismo para no “amenazar” a uno de los
intereses ideológicos de la burguesía, la
religión, este rechazo de la dialéctica está motivado por su deseo de no
asustar a esa misma burguesía con “los
horrores de una revolución violenta”. (…) Por esta razón los filisteos
alemanes han saludado su “crítica” con repetidas exclamaciones de alegría,
elevándolo al rango de los grandes hombres. Los pájaros del mismo plumaje se
reconocen.
Al fin de “no
amenazar” a la burguesía con los “horrores de una revolución violenta” el señor
Bernstein se ha insurgido contra la dialéctica y rompe lanzas contra la misma “teoría de las catástrofes” lucubrada
por él. Al mismo tiempo, y con la misma finalidad, Bernstein se presenta como
el Píndaro de la “democracia” (…) La democracia suprime tan sólo los privilegios políticos de las clases
altas. Y justamente por esto, por no suprimir el dominio económico de una clase sobre las otras -de la burguesía
sobre el proletariado- no termina ni siquiera con la lucha entre el
proletariado y la burguesía, ni con la necesidad del proletariado de luchar por
todos los medios adecuados a su fin en un momento dado. Al razonar
“humanamente”, cualquier hombre no prevenido estará de acuerdo en que “los horrores de la revolución violenta”,
tomados en sí mismos, no encierran en
sí nada deseable. Pero todo hombre que no esté enceguecido por las corrientes
anti-revolucionarias habrá de reconocer que la constitución democrática en modo
alguno previene la agudización de la lucha de clases, que lleva necesariamente
a un estallido revolucionario y a una dictadura revolucionaria. Y el señor
Bernstein no asusta por cierto a los revolucionarios, con su infundio de que la
lucha de clases es síntoma de una cultura inferior. La gran cuestión de nuestro tiempo -la cuestión planteada por la supresión de la explotación económica
del hombre por el hombre- sólo puede ser resuelta -como se han resuelto las
grandes cuestiones sociales de épocas pasadas- por medio de la fuerza. Verdad es que la fuerza no implica violencia: es tan sólo una de las formas en que se
manifiesta la fuerza. Pero la elección de la forma en que el proletariado habrá
de manifestar su fuerza revolucionaria no depende de su propia buena voluntad,
sino de las circunstancias. La mejor forma es la que lleva más segura y
rápidamente a la victoria sobre el enemigo. Y si la “revolución violenta” resultare ser en un país dado y en
determinadas circunstancias el modo de acción más adecuado a ese fin, entonces
será un doctrinario lamentable -cuando no un traidor- el que opusiere a ella consideraciones
de principio, en el estilo usado por el señor Bernstein: “cultura inferior”, “atavismo
político”, etc. La lucha física es un “atavismo”, si queréis, donde quiera que
se presente: es verdad que dos hombres que se pelean semejan a dos fieras. Pero
¿quiénes -salvo los tolstoianos- condenan esa resistencia al mal mediante la
lucha física? Y si existe algún hombre serio que tome estas conclusiones
seriamente, ¿qué razones usan los tolstoianos para condenar en principio la
violencia? Para todo hombre sensato es evidente que estas conclusiones
representan una aturdida caricatura del pensamiento de acuerdo a la fórmula
favorita del señor Bernstein: “sí es sí
y no es no”. Totalmente identificable, como ya sabemos, con la abstracción
“o
una cosa u otra” de Hegel (la violencia o el mal o el bien). “Los
horrores de la revolución violenta” siempre son más o menos “horrorosos”. Así
es, esto nadie lo discute. Pero el señor Bernstein ha elegido una manera muy
equivocada de combatirlos: Bernstein debería
dirigirse a la burguesía y mostrar ante los elementos que aún no están estropeados por el egoísmo de clase
que el esfuerzo por frenar el impulso del actual movimiento socialista
representa el pecado más tremendo contra el humanismo y la cultura. En la
medida en que esta exhortación tenga buen resultado, habrá de debilitar la
resistencia que opone la burguesía al movimiento proletario. En tal forman
disminuirían las posibilidades del horror de una “revolución violenta” (…)
La lamentable
traducción del lamentable librejo del señor Bernstein ya ha tenido dos
ediciones “legales”. Probablemente no tardará mucho tiempo en salir la tercera.
No hay de qué asombrarse. Cualquier “crítica” del marxismo y cualquier parodia
del mismo -siempre que esté imbuida del espíritu burgués- habrá de halagar indefectiblemente a ese sector de
nuestros marxistas legales que representa la parodia burguesa del marxismo.
Jorge
Plejanov,
segunda parte de El Papel del Individuo
en la Historia
Editorial Grijalbo S.A, México D.F. 1969
(Énfasis agregados en todo el tema)
IV
Nota.- Respecto
a que: plantearse la lucha
insurreccional como tarea principal, en condiciones de "crecimiento
capitalista" sería una
propuesta tan absurda y torpe…, sólo basta recordar que
Atribuir
al adversario
Una
evidente necedad
Para
refutarla luego
Es
recurso de personas
Poco
inteligentes
Engels
|
Finalmente:
De
nadie soy Maestro
De
todos soy Alumno
Hasta
de quien sabemos
Por
lo que aprendo de él
|
Ragarro
28.06.14