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martes, 14 de enero de 2025

LOUISE MICHEL: DE LAS AULAS A LAS BARRICADAS PARISINAS. LA VIRGEN ROJI-NEGRA DE LA COMUNA

 


La joven poeta y maestra que apuntaba maneras de revolucionaria

Louise Michel nace en 1830 en un pueblecito de la región francesa de Champagne-Ardenne. Su infancia estuvo marcada por una dualidad de clase, ya que era hija de una sirvienta y del hijo de un terrateniente francés de formación liberal. Su familia paterna siempre sufragó los gastos de su educación y tuvo tempranas inquietudes desde joven por la poesía y la literatura; escribiendo numerosos poemas a lo largo de su vida.

Decidió iniciar estudios para ser maestra, y se involucró en una profunda formación política, con convicciones de crítica a las injusticias sociales y proclive de la agitación popular. Louise Michel conoció los ambientes políticos franceses y le condujeron a posturas revolucionarias. Ella creía en la educación como herramienta para la emancipación de las clases oprimidas.

Tras la muerte de su abuelo paterno en 1850 recibió una parte de su herencia y en esa década abrió sucesivamente algunas escuelas en diversas poblaciones de su región natal, promoviendo la educación de los hijos e hijas de las familias más desfavorecidas. Defendía unos valores de educación en libertad, sin autoritarismos y promoviendo una educación creativa y la responsabilidad personal y colectiva. Su pedagogía innovadora y contraria a cualquier clase de castigo le hizo enfrentarse a las autoridades educativas de su tiempo.

En 1856, se traslada definitivamente a París para ejercer de maestra en algunos centros educativos parisinos, dedicándose a la enseñanza sin interrupción durante quince años, primeramente como empleada de una maestra longeva, la profesora Vollier y más tarde, abriendo sus propias escuelas en el distrito de Montmartre.

Su contacto con los ambientes literarios y políticos le llevaron a publicar algunos textos bajo el pseudónimo de ‘Enjolras’, uno de los personajes de la obra Los Miserables de Víctor Hugo; y se afilió a la «Unión de Poetas» en 1862. También continuó formándose en los círculos de pedagogía republicana en la capital parisina y conoció a algunos socialistas franceses. Louise Michel, además, impartía las materias de dibujo, literatura o geografía en una escuela profesional por algunas colaboradoras del semanario Le Droit des Femmes.

La profesora que defendió la Comuna parisina en primera línea de barricada

El año 1871 estremeció al mundo burgués dándose el primer gobierno obrero revolucionario nada menos que en el corazón de Francia, y un hito crucial para la vida de Louise Michel. Participó directamente de este levantamiento popular que puso en jaque a la autoridad francesa, tanto de organizadora social como defensora activa de las barricadas. Su compromiso con el movimiento comunalista parisino le llevó a defender derechos sociales de la clase trabajadora y de las mujeres, alegando que una transformación radical del mundo también tendría que incluir un cambio del papel de las mujeres en la sociedad. La valentía y determinación que tuvo con la justicia social hicieron que se la apodara como «la virgen roja», sin embargo la Comuna fue aplastada brutalmente por el gobierno francés en mayo de 1871.

Ya desde antes de ese año Louise Michel era una mujer activa en la defensa de posturas revolucionarias, y sobre todo, seguidora del republicano socialista Louis Auguste Blanqui. Finalizando el año 1870 había participado en las manifestaciones populares contra la guerra imperialista franco-prusiana, y había disparado vestida de guarda nacional. En los acontecimientos del 18 de marzo de 1871 que marcaron ese inicio de la Comuna de París, Louise Michel ya era presidenta del Comité de Vigilancia del distrito XVIII, y como tal encabezó una manifestación de mujeres que se dirigió a la colina de Montmartre. El gobierno de Versalles había enviado tropas para apoderarse de los cañones de la Guardia Nacional emplazados en ese punto de la ciudad parisina, por lo que numerosas mujeres, entre ellas Louise Michel, se lanzaron contra las tropas versallesas para evitar que se llevasen esos cañones que servirían para la defensa del pueblo de París.

Louise Michel tuvo una destacada labor social y política en los escasos dos meses que duró la Comuna de París, tiempo en el que se aceleraron las conciencias y la acción revolucionaria tomó tal sentido que en un espacio temporal tan limitado se llevaron adelante medidas de un calado político profundamente inalcanzables salvo en situaciones de experiencia plenamente revolucionaria. Louise Michel consiguió que se abriesen comedores para niños y niñas del barrio, así como la organización de un servicio de guarderías infantiles en toda la capital parisina. Apoyó la idea de que surgieran escuelas profesionales y orfanatos laicos, todo ello pensando en formar humana y laboralmente a quienes estarían destinados a defender los logros revolucionarios.

En mayo de 1871 se desarrollan los acontecimientos de la «Semana sangrienta» cuando las tropas leales del gobierno francés asaltaron París. Louise Michel combatió fusil en mano en las barricadas en distintos municipios del área metropolitana parisina para frenar el avance del ejército francés. También actuó como enfermera atendiendo heridos, y reclutó mujeres que participaran en el transporte de vehículos sanitarios. Lideró junto a otras mujeres la defensa del distrito de Montmartre, resultando muchas de sus compañeras muertas y, aunque ella consiguió escapar inicialmente, se entregó a las tropas versallesas pocos días después.

Más de mil mujeres comuneras serían detenidas, y en total quince mil comuneros fueron juzgados por consejos de guerra militares, llegando el juicio a Louise Michel en diciembre de 1871. Acusada de intento de derrocar al gobierno e incitar a ciudadanos a tomar las armas, fue tomada por una peligrosa histérica, y sentenciada finalmente a diez años de destierro en Nueva Caledonia.

Nueva Caledonia: Deportación y profundización de sus ideas anarquistas

La Comuna había representado la primera revolución de las mujeres como sujeto protagonista, y una acción social determinante habiéndose creado uniones de mujeres para la defensa y el cuidado de los heridos, participando de los comités, y las decisiones políticas; y en la lucha frente al ejército posicionándose en las barricadas. Serán acusadas de doble traición, a su país y a su sexo; las mujeres comuneras serán puestas de depravadas, violentas y libertinas, que no cumplen con su función social de buena ciudadana.

Louise Michel salvó la vida pero en agosto de 1873 un barco la trasladó a una prisión en Nueva Caledonia, en el Pacífico Sur, donde rápidamente trabó relaciones con los grupos que luchaban por la independencia política en la colonia francesa. Hizo buena amistad con otros deportados como la internacionalista Nathalie Lemel, y con quien intercambió relevantes ideas que la acercaron más aún hacia el anarquismo.

Durante su deportación, Louise Michel, mantuvo vivo su espíritu revolucionario, continuó escribiendo y reflexionando sobre sus experiencias, así como sobre el futuro del movimiento anarquista y feminista. Estudió con mayor profundidad obras de filosofía, política e historia y su compromiso la llevó a mantener correspondencia con anarquistas y revolucionarios de su tiempo. Fundó el periódico denominado «Petites Affiches de la Nouvellle-Calédonie», y se interesó en conocer a los canacos, un pueblo melanesio, de quienes aprendió su lengua y desarrolló comúnmente una labor educativa y de cooperación apoyándoles en la revuelta en 1878 contra la autoridad francesa. Sin embargo, un año más tarde se la permitió instalarse a vivir en la ciudad de Noumea donde retomó su actividad como maestra de los hijos de los deportados franceses.

Amnistía y regreso a Francia: la oradora de la clase obrera francesa y del anarquismo europeo

En 1880 fue liberada en una amnistía parcial a los comuneros, y Louise Michel regresa a Francia con convicción y energía para continuar su lucha por la clase trabajadora. En sus conferencias por Francia hablaba de la educación libre, derechos laborales y la emancipación de las mujeres. Ya no solamente mencionaba una igualdad jurídica entre hombres y mujeres, sino que en sus discursos había propuestas de transformación profunda de las estructuras sociales y de género que perpetuaban la opresión. Para Louise Michel la emancipación de las mujeres debía estar directamente relacionada con la emancipación de la humanidad que planteaba el anarquismo. Para ella la liberación de las mujeres no podría lograrse sin una revolución social más amplia que desmantelase todas las formas de autoridad opresiva. Y esto solo podría lograrse a través de la participación activa y protagonista de las mujeres en la lucha revolucionaria.

Louise Michel continuó su labor como escritora y publicó por entregas su obra La Miseria, que tuvo bastante éxito en círculos de lectura franceses. En una conferencia en París en 1882, desmarcándose de las posturas del socialismo autoritario, Louise Michel enarboló la bandera negra, símbolo posteriormente del anarquismo. Participó de manifestaciones en esa década pasando por la prisión en varias ocasiones, y siendo estrechamente vigilada siempre por la policía francesa. En la cárcel defendió a compañeras prostitutas que estaban en prisión, y denunciaba su condición de explotadas más allá de moralismos sociales. Se pronunció en varios mítines contra la pena de muerte, y denunció la crueldad y explotación a los animales.

En 1886, y en plena libertad vigilada tras una conferencia pública en Le Havre sufrió un atentado por los disparos de un monárquico. Tras recuperarse en la siguiente década continuó ofreciendo conferencias e incluso la quisieron encerrar en un psiquiátrico, pero escapó cinco años a Londres donde gestionó una escuela libertaria. Cuando regresó a Francia en 1895 fundó el periódico Le Libertaire junto a Sébastien Faure.

En la última década de vida siguió otorgando conferencias como figura del anarquismo francés; y siendo vigilada constantemente por la policía e incluso detenida por participar en acciones reivindicativas pese a lo avanzado de su edad. A principios del siglo XX comenzó a tener neumonías frecuentemente y agotamiento, muriendo el 9 de enero de 1905 en un hotel de Marseille. Aunque inicialmente fue inhumada en esa ciudad, fue trasladada pocos días después a París donde sería enterrada en el cementerio de Levallois-Perret. La prefectura de policía parisina se desplegó hostigando a los miles de congregados en un mitin.

Louise Michel no solo fue una teórica de la organización revolucionaria; también fue una militante activa que participó en huelgas y manifestaciones, organizó grupos de apoyo para mujeres trabajadoras y promovió iniciativas educativas que buscaban empoderar a la clase trabajadora.

Fuente: https://www.briega.org/es/opinion/louise-michel-aulas-a-barricadas-parisinas-virgen-roji-negra-comuna

sábado, 27 de marzo de 2021

LA COMUNA DE PARÍS Y LAS MUJERES (150 ANIVERSARIO DE LA COMUNA)

Publicado: Jueves, 25 Marzo 2021 20:00 | Por: L. Vicente |

La adhesión femenina a la Comuna de Paris (18 de marzo a 27 de mayo de 1871) se explica por el hecho de que la mayoría de ellas nada tenía que perder y sí algo que ganar. Su condición queda magistralmente descrita por Víctor Hugo:

El hombre puso todos los deberes del lado de la mujer y todos los derechos del suyo, cargando de manera desigual los dos platillos de la balanza… Esta menor, según la ley, esta esclava, según la realidad, es la mujer.

Desde 1860 el feminismo organizado se había extendido y nacieron los Comités de Mujeres y entre las mujeres que se integraron en ellos  destacamos a Louise Michel, la virgen negra. Casi todas procedían de la burguesía pero habían abandonado su clase para permanecer libres y militar por la liberación de la mujer. Muchas trabajaban de institutrices, encuadernadoras, etc. Dedicaban la noche a reuniones, conferencias y a la creación de comités.

Fueron mujeres las que en la mañana del 18 de marzo de 1871 plantaron cara a las tropas taponando las calles y mezclándose con los soldados, a los que pedían que confraternizaran con la ciudadanía. Louise Michel destacó entre ellas. En este contexto revolucionario se formó la Unión de Mujeres para la Defensa de París y la Ayuda a los Heridos, cuyo Consejo Provisional estuvo formado por siete obreras, entre ellas la rusa Elisabeth Dmitrief enviada por K. Marx a París como representante del Consejo General de la Internacional. En la composición del Ejecutivo de la Comuna hubo cuatro obreras y otras cuatro mujeres más entre las que se encontraba Dmitrief que dirigía la mencionada Unión de Mujeres. La institutriz Louise Michel, mientras tanto, peleó como simple soldado en el batallón nº 61. Capítulo aparte merecen las Petroleras, nombre dado a las mujeres dedicadas a la quema de edificios. Nunca se comprobó su existencia siendo considerado como una leyenda para perseguir a las mujeres más activas y que costó la vida a cientos de ellas.

En la represión sangrienta que acabó con la Comuna murieron alrededor de 20.000 personas, 44.000 fueron detenidas, de las cuales 23 fueron condenadas a muerte y 7.500 fueron deportadas. Entre estas últimas estuvo Luisa Michel, deportada a Nueva Caledonia, de donde regresó en 1880. Destaquemos su intervención ante el consejo de Guerra:

Pertenezco enteramente a la revolución social y declaro asumir la responsabilidad de mis actos. Lo que reclamo de vosotros… que os pretendéis jueces… es el campo de Satory donde ya han caído mis hermanos. Puesto que, al parecer, todo corazón que lucha por la libertad no tiene derecho más que a un poco de plomo, yo reclamo mi parte. Si me dejáis con vida, no cesaré de gritar venganza.

Interrumpida por el presidente, Louise Michel replica:

Si no sois unos cobardes, matadme.

Dmitrief logró abandonar Francia y fue condenada en rebeldía. Regresó a Rusia y se casó con un condenado al destierro al que acompañó a Siberia.

Nathalie Lémel, que formó parte del ejecutivo de la Comuna, fue deportada a Nueva Caledonia y se negó a aceptar la gracia que sus amigos solicitaron para ella. Ciega y pobre fue admitida en 1915 en el hospicio de Ivry.

Laura Vicente

Fuente: http://pensarenelmargen.blogspot.com/

 


jueves, 18 de marzo de 2021

150 AÑOS DESPUÉS, LA COMUNA DE PARÍS SIGUE VIVA

 


Guardias nacionales en una barricada de Belleville, el 18 de marzo de 1871.

 

Antes del Primero de Mayo o de la revolución rusa, la leyenda de la insurrección de 1871 fue la gran referencia de todos aquellos que querían subvertir el orden capitalista

Clémence Egilore

17/03/2021

En tiempos normales, costaría imaginar que en esta colina de Montmartre, hace 150 años, el pueblo de París se levantó en armas contra el Estado francés para autogobernarse durante 72 días. Abandonada por los turistas tras la pandemia de coronavirus, la basílica del Sacré-Coeur perfila el horizonte de París con su fría mole de piedra blanca. Pero a sus pies, vigilante, la plaza Louise Michel perpetúa la memoria de la Comuna, y permite al visitante recordar que, un 18 de marzo de 1871, la esperanza de un mundo más justo le ganó a la barbarie capitalista.          

La memoria es un campo abonado al engaño y al atajo. La memoria histórica, por ende, es una batalla política de primer nivel, entre el relato oficial y la voz de las desposeídas. Hace unas semanas, pocos esperaban que el pleno del Ayuntamiento de París del pasado 3 de febrero se convirtiese en una disputa sobre unos hechos ocurridos hace 150 años. Se tenían que aprobar una serie de conmemoraciones y subvenciones y la oposición de derechas se opuso a que se financiase a la asociación Les Amies et Amis de la Commune de Paris de 1871, una organización que desde 1882 se dedica a difundir y recordar el legado y los valores de los comuneros. 

La discusión entre la mayoría de la alcaldesa socialista de París, Anne Hidalgo, y la oposición se alargó durante una hora. Antoine Beauquier, concejal de la derecha, resumió la posición de su grupo: “De ninguna manera se puede conmemorar un triste momento de guerra civil en el que los parisinos se mataron entre ellos”. Según Beauquier, la alcaldía de París tiene una visión “política” de la historia, algo de lo que la corporación local puede sentirse orgullosa, porque, como declaró en el pleno la concejal comunista Laurence Patrice: “La Comuna encarnó valores que son los nuestros hoy en día”. 

Como hace 150 años, la mirada viva y determinada de la comunera Louise Michel volverá a posar sus ojos sobre los habitantes de París. El Ayuntamiento de la capital ha elegido a la mítica revolucionaria para ilustrar los carteles de los actos de conmemoración que decorarán la ciudad entre el 18 de marzo y el 28 de mayo. Conferencias, exposiciones, murales y obras de teatro al aire libre servirán para recordar y reflexionar sobre los 72 días de vida de la Comuna.  

Pero la polémica que estalló mes y medio antes de las celebraciones oculta, según Beauquier, otro juego político: contentar a los partidos más a la izquierda de Anne Hidalgo ante una posible candidatura de la alcaldesa a las elecciones presidenciales francesas de 2022, donde necesitaría el apoyo de sus socios de gobierno en París, los comunistas y los verdes. “La política de la capital tiene que dejar de ser el terreno para la confraternización de las facciones de la izquierda francesa”, afirma el concejal conservador. 

Para Roger Martelli, historiador, copresidente de la asociación Les Amies et Amis de la Commune de Paris 1871, y antiguo dirigente del Partido Comunista Francés, la reacción de la derecha parisina “se basa en la leyenda negra de los opresores de la Comuna” y sería el síntoma de la actual influencia de la extrema derecha sobre el discurso nacional: “Algo preocupante, porque desde principios de los años 2000 se había conseguido consensuar la imagen de la Comuna”.    

“El poder político del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.

En la colina de Montmartre donde se alza hoy el Sacré-Coeur, un 18 de marzo de 1871 el pueblo de París se negó a entregarle al gobierno los 227 cañones que había pagado por suscripción popular para defender la ciudad del asedio del ejército prusiano. Disuelto el imperio de Napoleón III tras la derrota en la batalla de Sedan en la guerra franco-prusiana, proclamada la III República y firmada la paz en enero, la capital, que desde el 18 de septiembre de 1870 vivía entre el hambre y la paralización por el bloqueo de los alemanes, se sintió traicionada por su propio gobierno. Además, las elecciones legislativas del 8 de febrero habían dado lugar a una Asamblea de mayoría monárquica (un tercio de los diputados eran aristócratas), por lo que París, que había votado republicano, veía en el gobierno una nueva amenaza. 

Respaldada por los 500.000 fusiles y 170.000 soldados de la Garde Nationale, una milicia reclutada en las ciudades, París estaba dispuesta a continuar el combate, ya fuera contra el enemigo externo o contra el recién formado gobierno de Versalles. La negativa de los batallones de París a ceder sus cañones al ejército regular supuso el primer evento de la Comuna. Asustado ante la determinación del pueblo parisino, el gobierno abandonó la capital y dejó el poder efectivo de la ciudad en manos de la Garde Nationale, que convocó las elecciones municipales del 28 de marzo.

Karl Marx consideró el levantamiento como el primer ejemplo concreto de la dictadura del proletariado, “el resultado de la lucha de los productores contra la clase de los propietarios”. Sombreros, encuadernadores, obreros metalúrgicos, zapateros; pero también abogados, periodistas, médicos… El Consejo de la Comuna fue una representación del pueblo trabajador de París, “el momento de la historia de Francia donde más obreros han accedido a puestos de poder”, según la historiadora Mathilde Larrère. Anarquistas, internacionalistas, jacobinos, socialistas, republicanos radicales, todas las tendencias políticas revolucionarias de aquel siglo XIX crepuscular cabían dentro del edificio del Ayuntamiento.


 Litografía de la barricada en la Place Blanche, defendida por mujeres. | Musée Carnavalet

En apenas 72 días, el Consejo de la Comuna, elegido por sufragio universal masculino, prohibió la expulsión por impago de los inquilinos, requisó los inmuebles vacíos y los talleres abandonados por los patrones, donde instauró la jornada laboral de 10 horas, dio la ciudadanía a los extranjeros, decretó la separación entre la Iglesia y el Estado, reconoció la unión libre de las parejas, facilitó el divorcio, permitió la educación obligatoria, laica y gratuita. Fue, según el copresidente de la asociación de Amies et Amis de la Commune de Paris, el historiador Roger Martelli, “el poder político del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.

Para Larrère, las políticas de la Comuna no tienen nada de novedoso porque son “la aplicación de ideas que ya están presentes en la revolución de febrero de 1848 en Francia”, el programa de la llamada ”república democrática y social”. Añade, sin embargo, que “hay que diferenciar entre las medidas que aplicó y el campo de posibilidades que maduraron en su seno, como la democracia directa y las ideas feministas”. 

Organizadas en clubes de debate y en torno a la Union des Femmes, las mujeres jugaron un papel fundamental en la  supervivencia de la Comuna. Su papel iba más allá de curar a los heridos, organizar el avituallamiento o confeccionar los uniformes de la tropa; codo a codo en las barricadas lucharon por la igualdad efectiva de hombres y mujeres. La Comuna, sin embargo, nunca hizo efectivo el derecho al voto y a la participación política que tantas luchadoras reclamaron.       

En la noche del 22 al 23 de mayo de 1871, un centenar de mujeres esperaba, fusil en mano y recogidas tras la barricada de la Place Blanche en Montmartre, la llegada de las tropas gubernamentales de Versalles que desde el 21 invadían París. En una fotografía de esos días, Louise Michel, vestida con el uniforme gris de los “federados”, mira de frente al enemigo, con una media sonrisa que recuerda a la de la Gioconda: “Nos gustaba, la víspera de los combates, hablar de las luchas por la libertad”, cuenta Michel en su libro de recuerdos de la Comuna de París.

“En la sombra de espanto (...) la vida crece y se ramifica”

Apenas un villorrio en 1871, el distrito 18 de París que albergaba los cañones y la esperanza de todo un pueblo, es hoy el barrio más pobre y en el que más desigualdad de rentas hay en la ciudad. Sin embargo, entre el ambiente canalla de cabarets y sex-shops de Pigalle, y las calles que abrazan por el norte el Sacré-Coeur, dos mundos se cruzan en los bulevares: artistas, bohemios y burgueses conviven con las tiendas de baratijas para turistas y los vendedores de tabaco falsificado de Barbès.    

“En la sombra de espanto que desde diciembre cubría el segundo Imperio, Francia parecía muerta: pero en las épocas en que las naciones duermen como en sepulcros, la vida en silencio crece y se ramifica”, escribió Louise Michel. Antes del Primero de Mayo o de la revolución rusa, la leyenda de la Comuna de París fue la gran referencia dialéctica de todos aquellos que querían subvertir el orden capitalista. Sus protagonistas, antagonistas, y sus hitos, dieron forma durante décadas a la imaginación revolucionaria. “Los bolcheviques presentaban a los rusos blancos como a los versalleses y a ellos mismos como comuneros. Ante los ojos de los socialistas europeos, querían que su revolución se leyera en una dinámica más occidental, no como si fueran tártaros venidos de lo más profundo del este”, destaca Larrère.  

De Moscú al Berlín de Rosa Luxemburgo, del mayo del 68 francés, con una parada en Shanghai, a las comunas del Rojava kurdo, el fantasma de la Comuna sigue recorriendo el mundo. Su recuerdo es múltiple, tanto como el de los herederos ideológicos de este levantamiento: anarquistas, socialistas e internacionalistas estuvieron en la primera hora, comunistas, maoístas y trotskistas bebieron más tarde de su fuente: “La Comuna es un caleidoscopio y, dependiendo de la familia política a la que pertenezcas, te apropiarás de unas ideas o de otras”, explica Larrère. 

Retrato de Louise Michel en la prisión de Versalles. | Musée Carnavalet

Esas semillas que anunciaba Louise Michel volvieron a germinar recientemente en toda Francia durante las protestas de 2018 de los chalecos amarillos, que obligaron al presidente, Emmanuel Macron, a mendigar ante los grandes empresarios una prima excepcional de final de año para sus empobrecidos empleados. “Aunque los contextos sean diferentes, las preguntas que planteaba la Comuna encuentran su eco en las reivindicaciones sociales y de democracia directa que se nos plantean hoy en día”, afirma Larrère, especialista en las revoluciones francesas del siglo XIX. 

Chalecos amarillos como Philippe o Monique, del grupo de Montreuil (ciudad de la periferia de París) recuerdan la lucha de 1871. “Somos los herederos de la Comuna, democracia directa, gobierno autónomo, decisiones locales”, explica Philippe. “Nuestras reivindicaciones se funden con las suyas: igualdad de hombres y mujeres, justicia social, derechos para los extranjeros”, remata Monique. 

Su grupo difundió un llamamiento en vídeo para ocupar las rotondas el 18 de marzo, en conmemoración de la Comuna, como hicieron durante 2018 y 2019. “Aguantaremos hasta que nos echen”, afirma Philippe. Una iniciativa a la que se suman colectivos de chalecos amarillos de Narbona, Rennes o Montauban, cada uno con sus propias acciones.   

“Los chalecos amarillos provocaron una esperanza de insurrección en Francia, y la memoria de la Comuna responde perfectamente a esa esperanza”, afirma Larrère. Para Philippe y Monique, las celebraciones que prepara el Ayuntamiento de París por los 150 años de la Comuna son muy hipócritas: “Los avances humanistas de la Comuna fueron reprimidos por la burguesía que hoy en día la quiere recordar”, dice Philippe. 

El 21 de mayo, las tropas versallescas invadieron París desencadenando contra la Comuna siete días de represión, la conocida como “Semana sangrienta”. Los combates se libraron barrio a barrio, barricada por barricada. Frente a los comuneros y al pueblo de París, 130.000 soldados conscriptos, reclutados por un periodo de siete años, sembraron el terror en nombre del gobierno. “Hay que imaginarse un cadáver en cada calle de París”, afirmó la historiadora de los movimientos sociales Ludivine Bantigny, en una reciente entrevista publicada por el semanario francés Le 1. La última barricada fue tomada el 28 de mayo, las últimas refriegas importantes tuvieron lugar la víspera en el cementerio del Père Lachaise: las balas silbaban entre los panteones, los soldados se acuchillaban entre las tumbas. Contra la tapia del cementerio, los regulares fusilaron a 147 comuneros.  

“Miles de cuerpos sin identificar dormían en los cementerios parisinos, la represión armada dejó entre 10.000 y 20.000 muertos. Más de 40.000 personas fueron detenidas por los versalleses, varios miles, entre ellos Louise Michel, acabaron deportados a las posesiones de Nueva Caledonia, en el Pacífico sur. Otros muchos consiguieron huir de Francia y unos pocos acabarían llegando a España donde, como revela la investigadora Jeanne Moisand, que ha estudiado los alzamientos cantonalistas del siglo XIX, influyeron en el movimiento social de aquellos años. “De hecho, el andaluz Antonio de la Calle, que llegó a ser capitán de la Garde nationale durante la Comuna, fue miembro de la Junta de Salud Pública (cuyo nombre se inspira en el Comité de Salut Public de París) durante el cantón de Cartagena en 1873, y dirigió la Comisión de servicios públicos que organizó la vida dentro de Cartagena”. 


 Dibujo de la ejecución de comuneros en el cementerio del Père-Lachaise. | Henri-Alfred Darjou 

“De hecho, Antonio de la Calle, que llegó a ser capitán de la Garde Nationale durante la Comuna, dirigió durante el cantón de Cartagena en 1873, la Junta de Salud Pública (cuyo nombre se inspira en el Comité de Salut Public de Paris) que organiza la vida dentro de Cartagena. Había vivido de primera mano el papel que tuvieron las mujeres en la Comuna y eso puede explicar que dejase en manos de mujeres labores como el racionamiento o la fabricación de sacos de pólvora”, explica Moisand. 

La memoria histórica de la Comuna se construyó muy rápido a pesar de la represión. Solo nueve años después de su fin, y dos meses antes de que el parlamento de la III República francesa aprobase la amnistía general de los comuneros, el 23 de mayo de 1880 tuvo lugar la primera subida al “Muro de los federados” del Père Lachaise donde fueron fusilados 147 comuneros. Convertido desde entonces en el acto principal de recuerdo de la Comuna, esta marcha ha sido durante décadas el espejo del movimiento obrero francés. Si en 1880, reunió a 25.000 personas, en 1936, un pocos meses después de la victoria electoral del Frente Popular de izquierdas (que estableció las vacaciones pagadas y la semana laboral de 40 horas), 600.000 manifestantes hicieron suya la lucha por la utopía. 

En noviembre de 2016, el Parlamento francés aprobó rehabilitar a los comuneros víctimas de la represión versallesca y reivindicó los valores republicanos que la insurrección de los hombres y mujeres de la Comuna de París llevaban en su seno, elevándolos a la categoría de “luchadores de la libertad”. 

Fuente: https://ctxt.es/es/20210301/Politica/35378/Comuna-Paris-150-aniversario-revolucion-Louise-Michel-chalecos-amarillo.htm

 

viernes, 25 de agosto de 2017

MUJERES & COMUNA DE PARÍS: LOUISE MICHEL, LA COMBATIENTE DE LA COMUNA DE PARÍS



25-08-2017
Maestra, poeta y libertaria, esta menuda mujer representa el espíritu de una revuelta en la que las mujeres no solo conquistan el derecho a la educación, al divorcio y al trabajo, sino también a combatir codo a codo con los hombres.


“Cuando la multitud hoy muda Ruja como el océano Y a morir esté dispuesta La Comuna resurgirá Volveremos multitud sin número Vendremos por todos los caminos Espectros vengadores surgiendo de las sombras Vendremos estrechándonos las manos La muerte llevará el estandarte La bandera negra velo de sangre Y púrpura florecerá bajo el cielo llameante.”
(Louise Michel. Canción de las prisiones, mayo de 1871)

Durante la semana del 20 de mayo de 1871, el ejército de Versalles (la burguesía francesa aliada a los prusianos) avanza contra la Comuna de París. En el cementerio de Montmartre, en el corazón de la Comuna obrera, una mujer calzada con botas de soldado dispara su fusil. La metralla sostenida que retumba sobre su cabeza le hace pensar en un océano descargando su furia desde el cielo. Los obuses hacen temblar la tierra y las flores de las tumbas vuelan por el aire. Louise Michel se escabulle por un agujero de la tapia, solo para volver enseguida con refuerzos.

De los 50 hombres que la acompañan, pronto queda la mitad; poco después, quince; finalmente, solo tres siguen defendiendo la barricada sobre la calle Clignancourt. París arde en llamas la noche del 24 de mayo. Los fuegos pueden verse desde lejos: la calle Royale, Rivoli, las Tullerías, el Hôtel-de-Ville, el teatro lírico, la orilla izquierda, se destacan por el rojo crepitar sobre el cielo negro. Si la Comuna no va a sobrevivir, no se entregará a Versalles sin luchar. En aquellos días, Louise Michel siente que el tiempo es flexible. “Todo lo ocurrido se acumula, como si en esos días hubiéramos vivido mil años.”

Esta mujer menuda, de 40 años, representa el espíritu de la Comuna de París, donde las mujeres no solo conquistan el derecho a la educación, al divorcio y al trabajo, sino también el derecho a combatir codo a codo con los hombres.

Las mujeres de la Comuna

Tras la caída del Segundo Imperio de Luis Napoleón Bonaparte, con la derrota en la guerra franco-prusiana en septiembre de 1870, París proclama la República.

Con la ciudad sitiada por el ejército de Bismarck, el gobierno francés de Adolphe Thiers termina firmando la capitulación de Francia, aceptando la ocupación de la capital por los prusianos. Pero la Guardia Nacional parisina, formada en su mayoría por obreros y artesanos, se niega a rendirse al enemigo. Thiers se retira a Versalles y el pueblo de París toma el control de la ciudad.

El 18 de marzo, el ejército de Versalles intenta aplastar la rebelión y arrebatar los cañones en manos de los parisinos. Ese día, fueron las mujeres las primeras en salir a las calles, en una insurrección que da comienzo a la Comuna de París. Así lo cuenta Louise Michel: “Todas las mujeres se hallaban ahí. Interponiéndose entre nosotros y el ejército, las mujeres se arrojaban sobre los cañones y las ametralladoras, los soldados permanecían inmóviles. La revolución estaba hecha”. Poco después se convocan a elecciones para elegir los representantes de la Comuna de París, el primer gobierno obrero de la historia.

Como ya había ocurrido durante la Revolución francesa de 1789, las mujeres participaron activamente en la Comuna, formando asociaciones como el Comité de Vigilancia de las Ciudadanas y la Unión de Mujeres para la Defensa de París. Según Michel, más de 10.000 mujeres “diseminadas o juntas, combatieron por la libertad en los días de mayo”. “Con la bandera roja al frente habían pasado las mujeres; tenían su barricada en la plaza Blanche. Estaban allí Elisabeth Dmitrieff, la señora Lemel, Malvina Poulain, Blanche Lefebvre, Excoffons. André Leo estaba en las de Batignolles.”

En la plaza Blanche se mantiene una barricada defendida por un batallón de 120 mujeres. En el bulevar Sebastopol varias mujeres trabajan llenando sacos de tierra y cestas de mimbre. Las petroleuses, las incendiarias. Así llaman sus enemigos a las mujeres de la Comuna. Cada mujer que atraviesa las calles con ropa humilde y con un cacharro entre las manos es sospechosa. En Francia regía en aquellos años el Código napoleónico, que imponía a las mujeres la condición de menores de edad, sometidas al padre o al marido, sin derecho a ninguna actividad independiente, sin derecho al voto, ni al divorcio.

Las mujeres obreras se ven sometidas a una doble explotación y opresión. Por eso la Comuna de Paris trae la esperanza de un mundo nuevo para las mujeres del pueblo. En el muro del cementerio del Père-Lachaise, que hoy se conoce como el muro de los comuneros, cientos de luchadores fueron fusilados. Otros miles, deportados y exiliados Louise Michel, maestra abnegada, escritora y poeta, ocupa su puesto de combate en las barricadas. Defiende la París obrera que desde el 18 de marzo ha tomado en sus manos su propio destino. La Comuna ha creado una nueva forma de gobierno, con delegados electos y revocables que cobraban un salario obrero. Ha condonado las deudas a los inquilinos, expropiado los talleres abandonados para cederlos a cooperativas obreras.

La Comuna ha establecido la igualdad de las mujeres ante la ley, separando la Iglesia del Estado y expropiando al clero; un conjunto de medidas que no había tomado ninguna república liberal. La Comuna había defendido París, entregada por Thiers a los prusianos. La heroica Comuna había desafiado a la Europa del orden y el capital, eliminando “el ejército permanente, la policía, la burocracia, el clero y la magistratura”, al decir de Marx en el Manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores, escrito entre abril y mayo de 1871.

La represión y el exilio


Según las fuentes históricas, más de 30.000 personas fueron asesinadas en la semana sangrienta de mayo, cuando la represión se ensañó en las calles de París. En el muro del cementerio del Père-Lachaise, que hoy se conoce como el muro de los comuneros, cientos de luchadores fueron fusilados. Otros miles, deportados y exiliados. Louise Michel logró escapar, pero su madre fue detenida por la policía en su lugar, por lo que Louise se entregó para salvar su vida. Junto con decenas de presas fue hacinada en prisión, donde escuchaban por la ventana los fusilamientos de otros comuneros.

El juicio, en diciembre de 1871, se transforma en una tribuna para reafirmar su compromiso con la Comuna y con la lucha. “No quiero defenderme, no quiero ser defendida”, exclama Louise Michel, “pertenezco por entero a la revolución social y declaro aceptar la responsabilidad de todos mis actos; la acepto sin restricción”, relata Lissagaray en su historia de la Comuna. La heroína de Montmartre es deportada a la isla de Nueva Caledonia, colonia francesa en el Pacífico. El viaje a bordo del Virginie es también un descubrimiento; Michel señala que en esa travesía, reflexionando sobre la experiencia de la Comuna, se hizo anarquista. En la lejana isla del Pacífico, Louise Michel convive con los canacos, tribus originarias sometidas a la opresión francesa. La maestra enseña a los niños canacos y se convierte en defensora de su causa. “Una noche de tormenta durante la insurrección canaca, oí llamar a la puerta de mi compartimento en la choza. ¿Quién es? pregunté. Taïau, respondieron. Reconocí la voz de nuestros canacos, los que nos traían los víveres (taïau significa amigo).

En efecto se trataba de ellos, venían a despedirse de mí antes de alejarse a nado bajo la tempestad para unirse a los suyos y combatir a ‘blancos malvados’, decían ellos. Entonces, dividí la banda roja de la Comuna, que había conservado a través de mil dificultades, y se la di como recuerdo”. Después de varios años en Caledonia, Louise Michel puede volver a Francia en 1880. Allí retoma su actividad política -- por lo que pronto vuelve a ser encarcelada-- participando en movilizaciones contra el desempleo y en mítines y conferencias. Muere en enero de 1905, a los 74 años.

Su espíritu indomable sigue siendo la imagen viva de la Comuna.


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