Mostrando entradas con la etiqueta Manuel Marulanda. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Manuel Marulanda. Mostrar todas las entradas

viernes, 30 de diciembre de 2016

PEPE SÁNCHEZ: “LA VEZ QUE ME FUI A FILMAR A MARULANDA EN PLENA GUERRA”



  29 de diciembre de 2019


Manuel Marulanda en posición de combate en Ríochiquito 1965. El histórico documental del año de 1965 por los franceses Jean Pierre Sargent como camarógrafo y Bruno Muel como director.

LA PROEZA DE PEPE SÁNCHEZ QUE NO CONOCE EL PAÍS

“La vez que me fui a filmar a Marulanda en plena guerra”

Por Roberto Romero Ospina, especial para El Espectador

“Hubo un momento en medio de la candela que los franceses quisieron meterse para filmar algunas escenas de guerra siguiendo una trocha, cuando nos encontramos con Manuel Marulanda diciéndonos, ‘para que se van a meter por allí si esos tiros salen de matorrales y no se ve nada, y después si les pasa algo me los van a cobrar a mí’”, anotó Pepe Sánchez en una entrevista exclusiva con este periodista hace un par de años.

 

Era la primera vez en su larga vida de cineasta, actor y director de televisión que Sánchez revelaba su experiencia como asistente de uno de los documentales históricos de la resistencia campesina que se fraguó en 1964 tras la ofensiva militar a Marquetalia en 1964 y que desencadenó esta guerra de medio siglo con las FARC que ya culmina.

Unos días antes de aquel evento, de cumplirse 50 años de la ofensiva a Marquetalia, Pepe Sánchez nos dio detalles de su participación en la filmación de “Ríochiquito” diciéndonos que jamás había revelado a la prensa aquellas jornadas.

Video: Versión original 1965 - "Rio Chiquito" en Francés.   



Y por primera vez también los lectores de El Espectador tienen acceso a esta información que nos entregó en el Café de la Memoria, envuelto en una gruesa bufanda gris y su cachucha de marino, y que mantuvimos inédita.

Pero también nos contó pasajes decisivos de su vida que revelan siempre su compromiso social, su “vocación subversiva y espirito crítico” y que nada o poco reflejaban los medios que siempre lo han querido presentar como un inofensivo hombre de la farándula. Como su activa participación en las jornadas estudiantiles, siendo alumno de Derecho del Externado, del 8 y 9 de junio de 1954 tras la matanza estudiantil del régimen de Rojas Pinilla.

Recuerda que bajo el gobierno del conservador Guillermo León Valencia en 1963 comenzó a prepararse “una ofensiva contra las llamadas repúblicas independientes del sur del Tolima entre las que se encontraban las zonas agrarias de Marquetalia y Riochiquito. Yo ya estaba vinculado a la televisión desde 1954 cuando la creo Rojas Pinilla y sabía de cine”.

Siguiéndole el paso a los acontecimientos



 Diego Montaña Cuéllar

Pepe se interesaba en seguirle el paso a estos acontecimientos y como él y su familia eran muy amigos del dirigente comunista Diego Montaña Cuéllar, en cuya casa “se hablaba de marxismo y se echaban unos tragos”, le propuso hacer un documental de aquellas regiones campesinas.

“Diego me dijo que hiciera una lista de lo que se necesitaba, entonces incluí una cámara, equipos de sonido, luces, y eso quedó en manos del partido, pero como el trámite se demoraba mucho prácticamente desistimos del proyecto”, subrayó. Para ese entonces ya había estallado la guerra tras la toma de Marquetalia en marzo de 1964.

Pero el proyecto de Pepe Sánchez tendría un giro inesperado unos meses después. “Montaña Cuéllar me llamó a comienzos de 1965 y me preguntó si aún seguía interesado en la idea de filmar allí y ante mi respuesta de: ‘yo encantado’, me cuentó que están por llegar dos cineastas franceses enviados por uno de los mejores documentalistas de todos los tiempos, el holandés Joris Ivens”. El “holandes errante” como se le conocía a Ivens, escogió a Jean Pierre Sargent como camarógrafo y Bruno Muel como director.

Los secretos de una aventura





Entonces revela los secretos de la memorable aventura que dio como resultado la realización de uno de las piezas narrativas más premiadas y que le dio la vuelta al mundo poniendo en entredicho al gobierno de Valencia.

Su papel fue de consejero y traductor aunque a veces metía la cucharada dando ideas de la realización del filme.

“Duramos diez días en llegar a la zona asignada de Ríochiquito, en el Huila, donde se habían desplazado los campesinos de Marquetalia y allí estaba el Estado Mayor Central de las nacientes guerrillas que más tarde se convertirían en las FARC. Nosotros pasamos un puesto lleno de militares a quienes les mostramos unas credenciales que yo había conseguido”.

Y añadió lleno de ese humor sarcástico que siempre lo acompañó: “Ellos entraron como documentalistas para realizar un trabajo sobre aves de la selva e indígenas paeces, lo que no era descabellado porque en esa región del Huila abundan los unos y los otros”, mientras se regocijaba por la burla que se le hizo a las autoridades para poder acceder a la zona de guerra.



 Jacobo Arenaz, co fundador de las FARC dando
instrucciones a los guerrilleros.

“Básicamente entrevistamos a Jacobo Arenas que en la cinta aparece dando una arenga, a Manuel Marulanda y al joven revolucionario Hernando González, a quien ya había conocido en mi época universitaria en Bogotá”.

A Pepe Sánchez le llamó la atención Manuel Marulanda a quien describió como “el hombre más tranquilo y callado de todos, de una gran sencillez”. Y recuerda que apenas a una escasa hora de cruzar el puesto militar a caballo pues había una tregua entre los dos bandos, detrás de una gran arbolada se encontraban los jefes guerrilleros. Allí filmaron la etapa de autodefensa campesina dedicada al abastecimiento para la posible movilización.

“Vamos a almorzar que estos regresan”

“Allí estuvimos una semana con Isauro Yosa, el patriarca de las autodefensas, Ciro Castaño y los jefes que ya señalé, todos en su política de proteger la vida y en la lucha por mejores condiciones sociales. Y Marulanda con ese olfato de estratega nos dice apenas aparece el alba: ‘a las 8 vamos a desayunar y de inmediato vamos a las trincheras pues no demoran en venir a bombardearnos’, y así fue. Todo eso lo registramos en las cámaras”.

El acoso de las bombas como previó también Marulanda, duró hasta las 12. “Vamos a almorzar que esos vuelven a las 2 pues también se fueron para lo mismo. Lo que se repitió con exactitud de oficina. La andanada de metralla y descargas de fuego desde la aviación solo terminó a la 5 de la tarde”.

El bombardeo de la región de Río Chiquito.

En 20 minutos, los espectadores pueden apreciar las escenas de la violencia: ranchos quemados, los vuelos rasantes de la aviación militar, el éxodo campesino, las arengas de un Marulanda de apenas 36 años o de Jacobo Arenas, y decenas de hombres con el fusil al hombro dispuestos a la lucha y que han marcado este medio siglo de historia. Al final, retumban los ecos de la música indígena en la banda sonora del film.

“Todo ese material de horas lo editaron en Paris haciendo de locutor Alberto Rojas Puyo; yo quería filmar más el lado humano de la tragedia, pero los franceses le dieron más fuerza a la parte política quizá porque la denuncia de la agresión a estas regiones de autodefensa era lo que primaba”, recalcó.

“La orden era dispararnos”

Después vendría la odisea de la salida. “Fueron quince largos días de marcha que trajo como primera víctima al comandante Hernando González quien logró conducirnos a otro grupo que nos esperaba pero a su regreso se equivocó y tomó la misma trocha y no una nueva, y allí lo emboscaron”.

Sánchez nos dijo que les tocó subir los picos más altos del Cauca y descender a las llanuras ardientes del Tolima para ponerse a salvo y resguardar el material fílmico.

“Como nos enteramos más tarde, y como ya sabían que habíamos estado con los guerrilleros, la orden era disparar sin contemplaciones de encontrarnos. Pasamos varios días sin alimentos, solo comiendo unas almendras del monte hasta que otro grupo nos recibió con provisiones y pudo llevarnos a las goteras de Bogotá”.

Los dos cineastas franceses fueron detenidos a su regreso y en menos de 24 horas expulsados de Colombia. Sánchez quedó a cargo de los rollos y salió por otra vía de manera que se salvó el material fílmico que en menos de dos meses se dio a conocer al mundo.


Los guerrilleros del año 1965 en Riochiquito.
  
Sin embargo, Pepe sufrió duras consecuencias por su audaz participación en aquella memorable realización que siempre reproducen los medios que muestra a Marulanda escribiendo a máquina con apenas 36 años. “Él escribía todas las mañanas una bitácora de los sucesos que luego revisaba Jacobo Arenas quien le tachaba cosas y le decía esto no va y esto sí, algo que no parecía correcto”.

Tuvo tiempo de conversar con Marulanda, a quien no volvió nunca a ver. “Cuando estaba en el colegio San Bartolomé haciendo el bachillerato, un compañero, Armando Yepes, me contó que su familia era desplazada de Ceylan por ser liberales y vio cómo los pobladores de Versalles, en Caldas, dirigidos por el cura, arrasaron con el pueblo. Marulanda me contó, 15 años después, la misma situación, siendo él víctima y por eso se enmontó con varios labriegos y unas pocas escopetas”.

Tocó perderse

Sánchez nunca apareció en los créditos de “Riochiquito”, lo que hubiera sido aún más grave para él. “Me estaban buscando, pero el conocido abogado Rafael Poveda, mi apoderado, me dijo que me presentara ante el juez, Muñoz Martínez, un bárbaro conservador que hizo una especialización en interrogatorios en la España franquista, a ver cómo salía de esta. La situación era muy difícil, pero yo me sentía orgulloso de aquella proeza”.


La pobreza reinaba y reina todavía en las regiones en donde surgió la guerrilla más antigua en Latinoamerica.

Fue a tres diligencias y al terminar la última se entera que las autorizaciones militares para entrar a la zona y que entregaron en los puestos castrenses, habían desaparecido del expediente. “Ante esto Poveda y mi familia me dieron la orden, piérdase de inmediato. Entonces me refugié en Chile y allí pasé cuatro años hermosos. Trabajé como asistente de Miguel Littin en su laureada película “El chacal de Nahualtoro”, y faltando pocos meses del golpe de Pinochet, resolví regresar a Colombia”.

Pepe Sánchez de inmediato se une al grupo de cine político que encabezaba Carlos Álvarez y con él hacen varios documentales y llevan sus películas a barriadas populares, sindicatos y al movimiento estudiantil. Allí también estaban su hermano Carlos Sánchez, Gabriela Samper, y Bejarano, entre otros.

Facilitó su regreso del exilio el olvido del caso además que el ministro de Guerra de ese entonces, el general Reveiz Pizarro y el juez, Muñoz Martínez, que tenía lista la orden de captura, habían fallecido.

El gran artista fallecido, columna ideológica de la dramaturgia comprometida de la TV nacional, siempre fue un abanderado de la búsqueda de la paz. Tenía muchas razones para ello: había visto la guerra con sus propios ojos en Riochiquito hace más de medio siglo.

 


martes, 4 de octubre de 2016

MARULANDA, EL GUERRILLERO QUE SE CONVIRTIÓ EN MITO





Pedro Antonio Marín, más conocido como ‘Tirofijo’ fundó las Farc en 1964. Durante 44 años fue el máximo comandante de este grupo insurgente, y falleció, en 2008, de muerte natural.
Por: Redacción Paz
Política 26 Sep 2016 - 7:02 am
Perfil del fundador de las Farc

La historia de la confrontación entre el Estado y las Farc que hoy llega a su fin tiene un protagonista ineludible que no estará en Cartagena porque falleció en 2008, pero que definitivamente encarna y personaliza lo que fue el largo conflicto de más de 50 años. Se trata de Manuel Marulanda Vélez, el máximo dirigente de las Farc, quien desde muchos años antes de que la organización guerrillera adoptara esta denominación, ya era un colombiano vinculado a la lucha armada. La misma que inició desde el mismo día en que Jorge Eliécer Gaitán fue asesinado en Bogotá. (Vea aquí el especial "A construir la paz")

Nacido en el municipio de Génova (Quindío) en mayo de 1928, aunque algunos sostienen que fue en 1930, su niñez transcurrió entre esta pequeña población de agricultores y la localidad de Ceilán (Valle), donde después se asentaron sus padres. En su familia había una clara tendencia política liberal, e incluso algunos de sus mayores habían participado en la Guerra de los Mil Días que se desarrolló en Colombia entre 1899 y 1902. En ese entorno, Pedro Antonio Marín, como era su verdadero nombre, cursó hasta quinto de primaria, pero a los trece años se lanzó a recorrer su propio camino.

Se dice que fue expendedor de carne, panadero, vendedor de dulces, recolector de café o aserrador de madera. Su historia cambió el 9 de abril de 1948 cuando vio asomar la guerra en el corregimiento de Ceilán, enclavado en una esquina de la cordillera occidental de Colombia. Ese día, como lo narró tiempo después en sus memorias, él constató cómo los liberales inmovilizaron a los conservadores del pueblo, pero después llegó el Ejército y se llevó presos a varios de los insubordinados. Días después, llegó un grupo de “Pájaros” y policías que protagonizó la primera masacre.

En esas condiciones, Marín huyó inicialmente a Génova, para refugiarse en la casa de sus padres, pero después, con el apoyo de diez primos, organizó un grupo armado para hacerle frente a las fuerzas oficiales o los bandoleros que empezaban a tomarse la región. Con el tiempo, junto a sus primos, se movilizó hacia los municipios de Gaitania y Planadas, en el sur del Tolima, y con Gerardo Loaiza, sus cuatro hijos y el gremio de los aserradores, crearon una “columna guerrillera” que determinó organizar una base de operaciones en la margen derecha del río Cambrín, en el Tolima.

Hacia 1950, el grupo de Marín y los suyos se unió con un contingente de alzados en armas que defendían el comunismo, y entre todos crearon un Estado Mayor Unificado. Después pasaron a llamarse Ejército Revolucionario de Liberación Nacional. En ese momento, la mayor influencia la ejerció un líder agrario de Natagaima (Tolima), que había sido fiel seguidor del Unirismo gaitanista, pero que terminó en las filas del comunismo. Se hacía llamar “Mayor Lister”, en homenaje a un aguerrido líder republicano de la Guerra Civil española. Su estrategia era la autodefensa de masas.

La nueva organización ubicó un cuartel general entre la hoya del río Cambrín y la quebrada la Lindosa. Se le llamó El Davis, y a este punto comenzaron a llegar decenas de refugiados de la violencia partidista junto a sus familias. En la región llegó a consolidarse una organización agraria de más de dos mil hombres y mujeres. Fue por aquella época que Pedro Antonio Marín decidió cambiar su nombre por el de Manuel Marulanda Vélez, para hacerle homenaje a un líder sindical que fue torturado y asesinado por detectives del Servicio de Inteligencia Colombiano (SIC).

A partir de 1952, la estabilidad en El Davis y la organización misma, comenzó a tener quebrantos, porque surgieron diferencias de fondo entre los liberales y los comunistas. Los primeros se autodenominaron “Limpios”. Los segundos fueron conocidos como “Comunes”. La discrepancia terminó saldándose a bala, circunstancia que aprovechó el Ejército para incentivar la división del movimiento y así poder golpearlo. En esa guerra interna vivían Marulanda y los suyos cuando se produjo el golpe militar de Gustavo Rojas Pinilla en 1953 para ponerle fin al gobierno de Laureano Gómez.

Aunque la intención del gobierno Rojas fue negociar políticamente con todos los grupos alzados en armas, con el que orientaba Marulanda se dio de entrada una oposición. Los “Limpios” acogieron el proceso de paz, pero los “Comunes” optaron por convertirse en un movimiento de autodefensa campesina. Cuando la presión militar se hizo más intensa, la orden de los “Comunes” fue activar el mecanismo de las “columnas de marcha” o “comisiones rodadas”, y evacuar El Davis. El propósito fue ubicar a los combatientes con sus familias en otras áreas del territorio nacional.

El primer grupo, con Manuel Marulanda y su compañero de armas Jacobo Prías Alape, más conocido como “Charro Negro”, se movilizó hacia la región de Ríochiquito, una zona indígena ubicada al norte del Cauca. El segundo grupo con el “Mayor Lister” a la cabeza, marchó hacia Villarica (Tolima), en las estribaciones del Sumapaz. El tercero se ubicó cerca de Natagaima (Tolima). El último fue masacrado por los “Limpios” y no pudo salir. Días después, el Estado Mayor de las guerrillas comunistas anunció que no entregaba sus armas y menos al gobierno militar de Rojas Pinilla.

La respuesta de Rojas fue inmediata. Primero ilegalizó la militancia del comunismo en Colombia, y luego organizó una ofensiva militar al asentamiento mayor en el Sumapaz. Ese momento de la historia se le conoce como la Guerra de Villarica que, a partir de noviembre de 1954, se formalizó a través del ataque de cuatro batallones apoyados por aviones de combate para exterminar ese foco comunista. Este episodio de guerra se prolongó hasta 1956, cuando los guerrilleros volvieron a repetir su estrategia de repliegue a través de “columnas de marcha”.

En esta ocasión, los destinos elegidos fueron la región de El Pato, en el Caquetá y la zona de El Duda, en el Guayabero y Ariari, en el departamento del Meta. En estas alejadas zonas del territorio nacional, sumadas al fortín de Marquetalia, situado en la zona selvática de El Támaro, entre Tolima y Cauca, la organización se mantuvo como autodefensa de masas. Aunque entre 1958 y 1960, los intentos de paz del gobierno Lleras Camargo fueron un breve oasis de paz, y en esa época Marulanda alcanzó a ser nombrado inspector de carreteras entre Neiva y Planadas, no demoró mucho en arreciar la guerra.

En 1962, en respuesta a los reclamos que desde el Congreso se hacían por las supuestas “Repúblicas independientes” en las que proliferaba el comunismo, el gobierno de Guillermo León Valencia anunció un ataque frontal. Con apoyo de Estados Unidos, se estructuró el Plan Laso, pensado para concretar una ofensiva militar definitiva contra los asentamientos comunistas. El ataque comenzó en mayo de 1964, se le conoció como la Operación Soberanía, y secuencialmente se desarrolló contra los fortines de Marquetalia y Riochiquito, en especial contra Manuel Marulanda, a quien los militares llamaban “Tirofijo”.

Dos años después, tras una reunión de comandantes en la zona de El Pato, la organización pasó a llamarse Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc). Su máximo comandante fue Manuel Marulanda Vélez. En adelante, el personaje se convirtió en el eje de la persecución del Estado. Muchas veces se habló de su muerte. En 1970 llegó a decirse que había muerto por una herida mortal en el pecho. En otras ocasiones se dijo que había sido ajusticiado por sus propios hombres. Se convirtió en una especie de forajido a vencer sin que ningún gobierno pudiera dar el parte de guerra de su baja.

Durante la siguiente década, Marulanda fue el artífice de que las Farc fueran creando nuevos frentes de guerra. Inicialmente en Caquetá, Cauca, Huila y Tolima. Después en el Magdalena Medio y la región de Urabá. Para 1978, en su sexta conferencia, ya la organización tenía previsto crear un frente de guerra por departamento y complejas redes de apoyo en las ciudades. Cuando llegó el Estatuto de Seguridad del gobierno Turbay Ayala, arreció la guerra, pero después llegó el gobierno de Belisario Betancur y el cambio de enfoque hacia la política de negociación de la paz.

En 1984, cuando se firmó el acuerdo de cese al fuego con el gobierno de Belisario Betancur, la imagen de Manuel Marulanda se convirtió en el personaje clave de la negociación y de la historia de la guerra. Por esa época aparecieron varios libros sobre su trayectoria, y el más divulgado de todos, escrito por el periodista Arturo Alape. Llegó a decirse que Marulanda iba ser la cabeza del partido político Unión Patriótica (UP). Después de habló de Jacobo Arenas, ideólogo y compañero de armas de Marulanda. Al final el candidato presidencial fue Jaime Pardo Leal, asesinado en octubre de 1987.

Lo demás es historia conocida. Fueron 24 años más haciendo la guerra o dando instrucciones en los procesos de paz. En la era Pastrana y el fallido proceso de paz del Caguán, se volvió un personaje más público que nunca. Pero en vez de protagonizar en los equipos de negociación, se tomó por su cuenta una pelea aparte: impulsar el canje de prisioneros de guerra. Envió cartas a los dignatarios del Senado y la Cámara, a los magistrados de las altas cortes. En junio de 2001 se salió con la suya a través de un acuerdo humanitario que devolvió a la libertad a casi 400 soldados y policías.

Cuando llegó la era Uribe, Manuel Marulanda siguió en el foco de la guerra. La seguridad democrática lo catalogó como objetivo de alto valor estratégico. La Interpol no dejó nunca de buscarlo con 21 órdenes de captura en sus manos, señalándolo por delitos de terrorismo, homicidio y secuestro, entre otros. En mayo de 2008, el entonces ministro de Defensa Juan Manuel Santos, comentó en una entrevista a la revista Semana que Marulanda había muerto por causas naturales el día 26 de marzo. 48 horas después, el jefe guerrillero “Timochenko” confirmó la noticia a través de un video divulgado por Telesur.

Hoy, sin duda, Manuel Marulanda Vélez, o Pedro Antonio Marín o Tirofijo, es el principal ausente de la delegación de la guerrilla en la firma de la paz en Cartagena. De cualquier modo, con visiones alternas, entre la aversión o la  apología, el prontuario o la leyenda, el personaje es uno de los protagonistas de la larga guerra que libró Colombia desde hace más de seis décadas, y que termina hoy con un acuerdo para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera.