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jueves, 26 de noviembre de 2015

¿Y DESPUÉS DE LA DERROTA ARGENTINA QUÉ? SIETE CLAVES SOBRE AMÉRICA LATINA





Notas
26-11-2015

El triunfo de Mauricio Macri en los comicios presidenciales argentinos supone sin dudas un retroceso para todos los gobiernos de izquierda y progresistas de América Latina. Sin embargo, su victoria se enmarca en un proceso político y económico que trasciende las coyunturas electorales. 

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Las dictaduras militares de los años ’60 y ’70 en América Latina dieron inicio al período neoliberal que luego prosiguió con las aperturas democráticas. Presionados por la ofensiva conservadora encabezada por Ronald Reagan en EEUU y Margaret Thatcher en Gran Bretaña -y en muchos casos también por factores internos como las Fuerzas Armadas locales- las nuevas democracias de fin del siglo XX profundizaron las medidas de ajuste, endeudamiento y privatizaciones.

Sustentado en una derrota económica, social, política y también militar, este período supuso un reflujo de las masas populares que dio paso a una etapa de resistencia al neoliberalismo.

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Entre fines del siglo XX y principios del XXI, esa resistencia pasó a la ofensiva y América Latina vivió un ciclo de rebeliones populares que impugnaron el modelo neoliberal. El Caracazo de 1989 y la fallida rebelión militar de 1992 en Venezuela; el levantamiento zapatista de 1994 en México; el 19 y 20 de diciembre de 2001 en Argentina; y las guerras del gas y del agua en Bolivia, fueron algunas de estas expresiones que abrieron el camino a un nuevo ciclo.

Fue entonces que fuerzas progresistas y de izquierda llegaron al gobierno como expresión y canalización de esos levantamientos populares que rechazaron el neoliberalismo en todo el continente.

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La nueva etapa, que puede fechar su comienzo en la victoria de Hugo Chávez en Venezuela en el año 1998, significó una impugnación mayoritaria al neoliberalismo pero no su derrota definitiva. Por el contrario los últimos 15 años vieron como América Latina se dirimió entre tres grandes modelos en disputa.

Por un lado aquellos proyectos neoliberales que no lograron ser derrotados por las masas (Colombia, Chile, México, entre otros) continuaron como aliados del imperialismo estadounidense. Con transformaciones y matices, pero sin modificar su matriz de fondo ni cuestionar la hegemonía norteamericana.

Asimismo surgieron varios gobiernos progresistas con un modelo neodesarrollista que basó su proyecto en una reindustrialización sostenida en la venta de las commodities (que vieron disparados sus precios internacionales); la intervención del Estado en la economía para controlar, principalmente, la esfera del consumo y con reducidas acciones que modifiquen la estructura de sus economías; y una política de distribución de la renta generada. Argentina y Brasil fueron los principales exponentes de este paradigma.

Finalmente, el tercer modelo en pugna -y más radical- fue aquel que se nucleó tras la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) impulsada por Cuba y Venezuela que puso al Socialismo del Siglo XXI como horizonte. Es decir una alternativa al capitalismo en sus distintos matices (neoliberal o con inclusión). Asimismo, este proyecto fue el que planteó la contradicción principal con el imperialismo y el modelo neoliberal.

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Con la crisis del capitalismo mundial producto de la explosión de la burbuja inmobiliaria en EEUU hacia finales de la década del 2000 se lanza una ofensiva contra las economías periféricas.

Las grandes multinacionales buscan avanzar aun más en el control de los recursos naturales que generan renta extraordinaria (como la minería y el petróleo). Asimismo, en la búsqueda de mercados para insertar sus productos industriales, fomentan tratados de libre comercio que tienen como resultado la desindustrialización de los países emergentes. Finalmente (y esto se ve claramente en América Latina) comienzan a realizar una manipulación del dólar que pasa a ser, además de la moneda mundial de intercambio, una mercancía en sí misma cuyo precio es manejado desde Washington para presionar a las economías locales.

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En paralelo a este avance del capital transnacional, los EEUU realizan cambios en su política exterior que apuntan en el mismo sentido. Tras la crisis económica y las derrotas en Medio Oriente (Afganistán e Irak) vuelve a volcar con fuerza su iniciativa sobre América Latina.

Mediante una alianza con las burguesías locales y los medios de comunicación como actores principales, fomenta la desestabilización de los gobiernos que plantearon distintos niveles de soberanía (en algunos casos como Honduras y Paraguay, provocando directamente golpes de Estado).

Algunas de las medidas que se pueden enumerar -con distintos niveles de efectividad- son: el aislamiento y ataque sistemático a la Revolución Bolivariana para que no pueda convertirse en un eje articulador de un bloque antiimperialista; la distensión de relaciones con Cuba que buscan penetrar en la isla y presentarla como un modelo que ya no es “peligroso”; el apoyo a Santos por sobre Uribe en Colombia para mostrar una nueva burguesía confiable y supuestamente no guerrerista; la derrota de los modelos neodesarrollistas ya sea por la vía electoral (Argentina) o la presión económica y política para que lleve a cabo un ajuste (Brasil).

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Frente a este panorama se pueden observar algunas tendencias que suponen un reto para las fuerzas populares:

* El agotamiento del neodesarrollismo no presentó una salida por izquierda si no, por el contrario, un regreso a las políticas conservadoras y de ajuste.

* Esta crisis de los modelos neodesarrollistas también plantea que la alianza entre las burguesías locales y los sectores populares fracasó. Pero esta derrota del “capitalismo serio” no fue una decisión de la clase trabajadora, si no de las propias burguesías que, al no obtener ya las ganancias extraordinarias que pretenden en el mercado interno, se vuelcan al rentismo.

* La crisis del precio del petróleo fue un duro golpe para el Alba y los gobiernos neodesarrollistas. Entre otras cosas dio por tierra (más allá de decisiones políticas) con cualquier posibilidad de impulsar proyectos como el Banco del Sur, una herramienta que podría haber resultado muy útil en un contexto como este.

* La muerte de Chávez y la ofensiva imperialista obligó a retroceder al proyecto del Alba lo que llevó a los gobiernos de izquierda a apoyarse en proyectos de integración más amplios como la Unasur y la Celac. Si bien estos espacios no dejan de suponer un avance frente a la hegemonía estadounidense, su desarrollo fue una necesidad en desmedro de un proyecto más radical y de transformación.

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Los procesos electorales sin duda condensan acumulaciones políticas y ponen de manifiesto relaciones de fuerzas sociales. En este sentido el triunfo de Macri en Argentina plantea un retroceso popular que se suma al contexto general de la región.

No obstante, así como la victoria de Dilma Rousseff en Brasil no impidió la derrota del neodesarrollismo en ese país, el resultado electoral argentino tampoco implica una derrota definitiva del movimiento popular.

Actualmente América Latina vive un período de transición cuya duración, hoy por hoy, no se puede prever. Lo que si debe estar claro es que los tiempos de ese proceso no serán los que marquen los calendarios electorales si no la propia dinámica del capital. Comprender esto es fundamental para mirar en perspectiva, evitar el impresionismo que las elecciones pueden producir y proyectar una alternativa a largo plazo.

@SantiMayor
Este artículo fue redactado sobre la base de una conferencia brindada por Joao Pedro Stédile (dirigente del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra de Brasil) el 20 de noviembre de 2015 en la Escuela Nacional Florestán Fernandes de San Pablo.

sábado, 10 de enero de 2015

CHARLIE HEBDO Y EL DEBATE SOBRE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN




10-01-2015

De entrada es bueno aclarar que el título es un poco engañoso. La idea de este artículo no es hablar sobre la revista humorística francesa Charlie Hebdo, pero si tomar un debate que emergió a partir del brutal ataque sufrido por su redacción el miércoles 7 de enero: el de la supuesta libertad de expresión.

La masacre perpetrada por tres ciudadanos franceses de ascendencia árabe y de religión musulmana es sin lugar a dudas repudiable. Partiendo de esa base y dejando de lado cualquier debate al respecto, resulta interesante abordar la problemática de la libertad de expresión.

No es una tarea sencilla, más en el mundo del periodismo que, independientemente de ideologías tiende a abroquelarse detrás de este concepto prácticamente sin matices y considera cualquier cuestionamiento de su profesión como un “ataque” a esa supuesta libertad.

¿Qué es la libertad de expresión?

Como buen concepto liberal, la libertad de expresión se basa en la igualdad ante la ley. Todos los ciudadanos y ciudadanas son igualmente libres de emitir sus opiniones. Ahora bien, no hay que ser Karl Marx para saber que esto no es tan así.

No cualquiera, en este mundo, puede y tiene acceso a difundir sus ideas masivamente en la televisión, la radio o los diarios. Ese es un atributo de pocas personas, mayoritariamente empresarios o, de mínima, gente con un capital cultural y económico importante.

(Si, existen medios alternativos y populares, ¿pero cuál es su alcance? La propia dinámica en algunos casos y la escasez de recursos financieros -como pasa con Notas- en otros, se convierte en un enorme limitante a la hora de insertarse en una disputa por la masividad).

Entonces ya logramos delimitar un primer espacio de la libertad de expresión. Son libres de expresarse quienes tienen las condiciones materiales para hacerlo.

Este primer punto está asociado con otra restricción que, si bien no es lineal, se acerca mucho y tiene que ver con el poder en una sociedad determinada. Los sectores oprimidos, marginados y excluidos suelen carecer de voz propia donde expresarse. En general, los medios de comunicación no reflejan su realidad, sus necesidades y, por el contrario, los estigmatizan y refuerzan la dinámica de dominación.

Acá es donde aparece el eje central del debate ¿quiénes ejercen la libertad de expresión? Y, más importante aun ¿sobre quiénes la ejercen?

José Antonio Gutiérrez, en su artículo Je ne suis pas Charlie (Yo no soy Charlie) se hace eco de esto y sostiene: “No me olvido de la carátula del Nº 1099 de Charlie Hebdo, en la cual se trivializaba la masacre de más de mil egipcios por una brutal dictadura militar, que tiene el beneplácito de Francia y de EEUU, mediante una portada que dice algo así como ‘Matanza en Egipto. El Corán es una mierda: no detiene las balas”.

Y acto seguido se preguntaba qué pasaría si publicara “una revista cuya portada tuviera el siguiente lema: ‘Matanza en París. Charlie Hebdo es una mierda: no detiene las balas’ e hiciera una caricatura del fallecido Jean Cabut acribillado con una copia de la revista en sus manos”. Sin dudas sería un escándalo mundial, reproducido hasta el hartazgo en todos los medios internacionales y que llegaría a gran parte de los hogares del mundo.

Sin embargo de la tapa 1099 de Charlie Hebdo nadie, más que quienes compraron la revista, se acuerda.

Derecho a la información y responsabilidad social del periodismo

Al concepto de libertad de expresión preferimos sustituirlo por otros dos, presentes en el Código Internacional de Ética Periodística de la UNESCO: el derecho a la información y el de responsabilidad social del periodismo y los periodistas.

“En el periodismo, la información se comprende como un bien social, y no como un simple producto. Esto significa que el periodista comparte la responsabilidad de la información transmitida”, sostiene el Código de la UNESCO aprobado en 1983. Y aquí es donde más se mete el dedo en la llaga de esta profesión tan egocéntrica e individualista.

No da lo mismo decir tal o cual cosa. No se puede decir siempre lo que a uno se le canta. El periodismo supone una responsabilidad, y como decimos en Notas, una responsabilidad histórica. Un compromiso con nuestro tiempo y nuestro lugar.

Prosigue el Código de Ética: “El verdadero periodista defiende los valores universales del humanismo, en particular la paz, la democracia, los derechos del hombre, el progreso social y la liberación nacional, yrespetando el carácter distintivo, el valor y la dignidad de cada cultura, así como el derecho de cada pueblo a escoger libremente y desarrollar sus sistemas políticos, social, económico o cultural” [la cursiva es nuestra].

La indignación que suscitó el ataque a la redacción de Charlie Hebdo está a años luz de la que produjo, en la prensa occidental al menos, el bombardeo sistemático durante más de 50 días por parte de Israel a la Franja de Gaza. Más de dos mil palestinos murieron, entre ellos más de 500 niños y niñas. ¿Esas vidas valen menos que las de los 12 periodistas franceses? Para nada. Y eso va a decir todo el mundo. Pero una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace.

¿O cómo tomaríamos en nuestra sociedad occidental y cristiana que una revista de un país musulmán como Irán o Egipto hiciera recurrentemente caricaturas ofensivas sobre Jesucristo o la Virgen María? ¿Seríamos tan tolerantes y gritaríamos a los cuatro vientos el derecho de los humoristas islámicos a expresarse? Yo creo que no, porque la burla es siempre más sencilla sobre un otro subordinado o, en última instancia, sobre uno mismo. Yo me puedo criticar, pero ¿otros?

En Europa, continente colonialista que durante décadas oprimió y aun hoy oprime a países del tercer mundo (muchos de ellos de creencia musulmana) está creciendo una ola de islamófobia que identifica a cualquier creyente del Islam con un potencial terrorista.

Desde el periodismo y desde el humor hay que asumir una responsabilidad en este contexto (que no es el mismo que el de Argentina, vale aclarar). En nombre de la libertad de expresión no se puede reproducir la estigmatización y la lógica de opresión sobre los sectores marginados y excluidos. Sobre un otro del que vale decir cualquier cosa.

En nombre de reivindicar mi derecho a opinar no puedo apuntalar esa lógica que somete y condena a comunidades enteras.

Como sabiamente publicó en la tapa de su último número la Revista Barcelona “el mundo occidental” condenó el ataque y “reivindicó un sistema de valores, creencias y negocios que casi nunca comete genocidios, que pocas veces financia grupos terroristas, que estigmatiza únicamente a quienes lo merecen”.

La hipocresía es una práctica que debemos desterrar de nuestra profesión. La libertad de expresión es, quizás, su manifestación más importante.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

jueves, 9 de enero de 2014

CORREA, EL ABORTO Y EL “MAL EJEMPLO” DE CHÁVEZ



09-01-2014

Durante 2013 y los pocos días que lleva el 2014 han sido tema de agenda las declaraciones y la posición del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, sobre el tema del aborto, el feminismo y la igualdad de géneros.

La postura radicalizada del mandatario ecuatoriano en contra del reconocimiento, aunque sea formal, de los derechos de sexualidades diversas e incluso de las mujeres (como en el caso del aborto) le ganó el repudio de amplios sectores progresistas y de izquierda dentro de su país y en todo el continente. Incluso produjo un rechazo al proceso de la Revolución Ciudadana que él encarna como su principal figura.

Cabe recordar que esto surge durante la reforma del Código Penal ecuatoriano que se llevó a cabo en 2013, en ese momento Correa amenazó con renunciar si se incluía el derecho al aborto. Como sucede en estos casos, y sobre todo en procesos complejos y contradictorios como son las revoluciones, la derecha más rancia se apoyó en estos dichos para dar un giro sorprendentemente en su postura de siempre y de pronto “apoyar” lo que poco tiempo antes catalogaban como un asesinato. El objetivo, al igual que con el golpe de Estado de 2010, era lograr la destitución de Correa cosa que afortunadamente no sucedió.

El “mal ejemplo” de Chávez

Desde ya que la postura del presidente ecuatoriano debe ser repudiada por cualquiera que luche por un proceso emancipatorio radical de nuestros países. A esta altura del partido, no reconocer que la lucha contra el patriarcado, por los derechos de las mujeres y la igualdad de géneros va ligada a cualquier proceso de liberación nacional y social, es de una ceguera política importante. Sin embargo el asunto resulta más complejo si tenemos en cuenta algo tan básico como que: A. Las revoluciones son procesos, no se llevan a cabo de un día para el otro, tienen avances y retrocesos y; B. Las revoluciones las hacen los pueblos, no sujetos individuales.

Y acá es donde entra el “mal ejemplo” del Comandante Chávez y su rol dentro de la revolución bolivariana y latinoamericana. Chávez nos mal acostumbró a que siempre (o casi) estuvo a la vanguardia de la revolución que dirigió. Fue él quien llamó a reformar la Constitución dos veces, fue él quien respondió al lockout petrolero de 2002/2003 nacionalizando por completo PDVSA, fue él quien habló por primera vez de socialismo, fue él quien llamó a conformar los consejos comunales y las comunas, fue él quien se proclamó feminista y sostuvo que la revolución debía levantar en alto esas banderas.

En definitiva, Chávez nos dio un mal ejemplo. Nos convenció de que los líderes siempre van un paso adelante de sus pueblos (aunque tampoco se pueden ir muy lejos a menos que quieran quedarse solos). Pero sin embargo, si repasamos la historia, salvo contadas excepciones esto no es así. Son los pueblos los que empujan o se quedan “con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”.

En este sentido el caso de Correa es ejemplificador. El presidente ecuatoriano, que ha estado a la ofensiva en muchos temas y quizás sea el mandatario latinoamericano que más se le ha plantado al imperialismo, en este aspecto se ha quedado estancado. Sin embargo, su postura no está un paso atrás de su pueblo, sino todo lo contrario, es un fiel reflejo del mismo. La mayoría de los ecuatorianos y ecuatorianas, rechazan el aborto.

Como lo rechazan muchos pueblos latinoamericanos fuertemente influenciados por una cultura colonialista y patriarcal que lleva siglos trabajando sobre nuestras mentes y nuestros cuerpos. El catolicismo, y aun peor, el evangelismo promocionado por las embajadas norteamericanas durante los últimos 60 años, han hecho un trabajo muy fuerte.

Justamente por esto, resulta llamativo que desde cierta izquierda posmoderna y relativista al extremo, se lo cuestione a Correa por este tema y también por su enfrentamiento con algunos sectores organizados de los pueblos originarios, por no respetar su cultura y sus tradiciones. Curiosamente los pueblos originarios, al menos en Ecuador, rechazan de plano el aborto y lo catalogan como un asesinato. Los originarios, ya sea por su tradición precolombina o porque también se han convertido al cristianismo, en este punto están del mismo lado que Correa.

¿Y entonces qué? ¿Por eso hay que conformarse y aceptar que el aborto no es viable en Ecuador? Para nada, este artículo busca complejizar un poco más la mirada y no catalogar a Correa con los peores insultos que se nos puedan ocurrir ni condenar a uno de los procesos de cambio más avanzados de nuestro continente.

Un árbol, por grande que sea, no puede tapar el bosque

Resulta fácil dejarse llevar por la lectura mediática superficial de las realidades de los distintos países. Allí los presidentes y presidentas suelen ser voceros indiscutidos de lo que sucede junto algún que otro político opositor que tenga relevancia. Justamente es la visibilidad mediática que lógicamente tiene Correa la que nos tapa el bosque del complejo entramado de la Revolución Ciudadana.

Con la llegada al gobierno de Alianza País, también accedieron a puestos de importancia en el Estado luchadores y luchadoras ecuatorianas que enfrentaron desde distintos lugares los gobiernos neoliberales anteriores. En este grupo entran una enorme cantidad de militantes por los derechos de las mujeres y la igualdad de géneros.

Sin ir más lejos, el conflicto que se desencadenó en 2013 tuvo que ver con que tres asambleístas de Alianza País (el partido de gobierno) querían despenalizar el aborto. No fueron asambleístas de otro partido, sino del mismo al que pertenece Rafael Correa.

Un ejemplo en este sentido es Rosana Alvarado. Ella es vicepresidenta de la Asamblea Nacional de Ecuador y forma parte de Alianza País desde su nacimiento. En una entrevista reciente afirmó: “Soy una feminista convencida y siempre buscare más derechos en el camino a la igualdad real entre hombres y mujeres, pero al mismo tiempo soy incapaz de exigir la política del todo o nada. Este proceso político del Ecuador está transformando el país en favor de las inmensas mayorías y esa para mí es la razón de mi defensa y profunda adhesión a este gobierno”.

También aseguró que desde ya pretende “más derechos, más libertades para las mujeres, quiero que la historia, el Estado, la iglesia, la ley, le devuelvan a la mujer todo lo que le negaron cuando la veían como menos o como incapaz. Yo seguiré disputando esos derechos y esos espacios, a veces, en contra de tesis conservadoras que también están dentro de mi movimiento. La historia nos demuestra que las leyes son superadas por la realidad y eso es fundamental cuando se trata de sincerar los discursos políticos y sociales”.

Estos sectores, estas luchadoras y luchadores no estarían donde están hoy si no fuera por la Revolución Ciudadana, un proceso de cambio que les abrió las puertas a las grandes mayorías del país y desencadenó fuerzas sociales que antes estaban contenidas.

Tal como definió Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, existen en toda revolución “tensiones creativas”. Es decir aquellas tensiones que se suscitan dentro de la revolución, entre sectores que la defienden y cuyo desenvolvimiento debe hacer avanzar el proceso.

Cualquier proceso que se precie de cambiar todo lo que deba ser cambiado tendrá necesariamente contradicciones, idas, vueltas y trabas a vencer, tanto internas como externas. En Ecuador eso se está dando en todos los planos. En algunos, su principal dirigente a estado a la vanguardia, en otros ha obturado lamentablemente el debate.

Será tarea del pueblo ecuatoriano y sus organizaciones ir trabajando y desandando el camino de la cultura colonial que se nos ha impuesto durante siglos para avanzar en la toma de conciencia necesaria. Incluso torciendo la voluntad de sus dirigentes si es necesario. Pero sabiendo siempre que las tensiones se resuelven dentro del proceso de cambio, nunca por fuera. Porque afuera espera agazapado el imperialismo para dar el golpe.

Porque hoy, como ayer, sigue teniendo validez aquella frase que hace más de 50 años pronució ese enorme líder revolucionario que es Fidel Castro en sus Palabras a los Intelectuales: “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir”.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.