C. Marx
Crítica del
Programa de Gotha
I N D I C E
PROLOGO DE F. ENGELS
El manuscrito que aquí publicamos -- la
crítica al proyecto de programa y la carta a Bracke que la acompaña -- fue
enviado a Bracke en I875, poco antes de celebrarse el Congreso de unificación
de Gotha, para que lo transmitiese a Geib, Auer, Bebel y Liebknecht y se lo
devolviera luego a Marx. Como el Congreso del Partido en Halle había colocado
en el orden del día la discusión del programa de Gotha, me parecía cometer un
delito hurtando por más tiempo a la publicidad este importante documento -- acaso
el más importante de todos -- sobre el tema que iba a ponerse a discusión.
Pero este trabajo tiene, además, otra
significación de mayor alcance aún. En él se expone por primera vez, con
claridad y firmeza, la posición de Marx frente a la tendencia trazada por
Lassalle desde que se lanzó a la agitación, tanto en lo que atañe a sus
principios económicos como a su táctica.
El rigor implacable con que se desmenuza
aquí el proyecto de programa, la inexorabilidad con que se expresan los
resultados obtenidos y se ponen de relieve los errores del proyecto, todo esto,
hoy, a la vuelta de quince años, ya no hiere más a nadie. Lassalleanos
especificos ya sólo quedan en el extranjero como ruinas aisladas, y el programa
de Gotha ha sido abandonado en Halle, como absolutamente insatisfactorio,
incluso por sus propios autores.
A pesar de esto, he suprimido algunas
expresiones y juicios duros sobre personas, allí donde carecían de importancia
objetiva, y los he sustituido por puntos suspensivos. El propio Marx lo haría
así, si hoy publicase el manuscrito. El lenguaje violento que a ratos se
advierte en él obedecía a dos circunstancias. En primer lugar, Marx y yo
estábamos más estrechamente vinculados con el movimiento alemán que con ningún
otro; por eso, el decisivo retroceso que se manifestaba en este proyecto de
programa tenía por fuerza que irritarnos muy seriamente. En segundo lugar,
nosotros nos encontrábamos entonces -- pasados apenas dos años desde el
Congreso de La Haya
de la Internacional
-- en la más enconada lucha contra Bakunin y sus anarquistas, que nos hacían
responsables de todo lo que ocurría en el movimiento obrero de Alemania; era,
pues, de esperar que nos atribuyesen también la paternidad secreta de este
programa. Estas consideraciones ya no tienen razón de ser hoy, y con ellas desaparece
también la necesidad de los pasajes en cuestión.
Algunas frases han sido sustituidas
también por puntos, a causa de la ley de prensa. Cuando he tenido que elegir
una expresión más suave, la he puesto entre paréntesis cuadrados. Por lo demás,
reproduzco literalmente el manuscrito.
Londres, 6 de enero de 1891
F. Engels
Fuente: Tomado de C. Marx, Crítica al Programa de Gotha, Ediciones en
Lenguas Extranjeras, Pekín (Beijing), República Popular China, 1979.
Digitalización: Juan Rafael Fajardo, para el Marxists Internet
Archive, abril de 2000.
CARTA DE C. MARX A W. BRACKE
Londres, 5 de mayo de 1875
Querido Bracke:
Le ruego que, después de leerlas,
transmita las adjuntas glosas críticas marginales al programa de coalición a
Geib, Auer, Bebel y Liebknecht, para que las vean. Estoy ocupadisimo y me veo
obligado a rebasar con mucho el régimen de trabajo que me ha sido prescrito por
los médicos. No ha sido, pues, ninguna "delicia" para mí, tener que
escribir una tirada tan larga. Pero era necesario hacerlo, para que luego los
amigos del Partido a quienes van destinadas esas notas no interpreten mal los
pasos que habré de dar por mi parte.
El caso es que, después de celebrado el
Congreso de unificación, Engels y yo haremos pública una breve declaración
haciendo saber que nos es del todo ajeno dicho programa de principios y que
nada tenemos que ver con él.
Es indispensable hacerlo así, pues en el
extranjero se tiene la idea, absolutamente errónea, pero cuidadosamente fomentada
por los enemigos del Partido, de que el movimiento del llamado Partido de
Eisenachesta secretamente dirigido desde aquí por nosotros. Todavía en un libro
que ha publicado hace poco en ruso, Bakunin, por ejemplo, me hace a mi
responsable, no sólo de todos los programas, etc., de ese partido, sino de
todos los pasos dados por Liebknecht desde el día en que inició su cooperación
con el Partido Popular
Aparte de esto, tengo el deber de no
reconocer, ni siquiera mediante un silencio diplomático, un programa que es, en
mi convicción, absolutamente inadmisible y desmoralizador para el Partido.
Cada paso de movimiento real vale más que
una docena de programas. Por lo tanto,
si no era posible -- y las circunstancias del momento no lo consentían -- ir más
allá del programa de Eisenach, habría que haberse limitado, simplemente, a
concertar un acuerdo para la acción contra el enemigo común. Pero, cuando se
redacta un programa de principios (en vez de aplazarlo hasta el momento en que
una más prolongada actuación conjunta lo haya preparado), se colocan ante todo
el mundo los jalones por los que se mide el nivel del movimiento del Partido.
Los jefes de los lassalleanos vinieron porque a ello les obligaron las
circunstancias. Y si desde el primer momento se les hubiera hecho saber que no
se admitía ningún chalaneo con los principios, habrían tenido que
contentarse con un programa de acción o con un plan de organización para la
actuación conjunta. En vez de esto, se les consiente que se presenten armados
de mandatos, y se reconocen estos mandatos como obligatorios, rindiéndose así a
la clemencia o inclemencia de los que necesitaban ayuda. Y para colmo y remate,
ellos celebran un Congreso antes del Congreso de conciliación,
mientras que el propio Partido reúne el suyo post festum. Es obvio que
con esto se ha querido escamotear toda crítica y no permitir que el propio
Partido reflexionase. Sabido es que el mero hecho de la unificación satisface
de por sí a los obreros, pero se equivoca quien piense que este éxito efímero
no ha costado demasiado caro.
Por lo demás, aun prescindiendo de la
canonización de los artículos de fe lassalleanos, el programa no vale nada.
Próximamente, le enviare a usted las
últimas entregas de la edición francesa de El Capital. La marcha de la
impresión se vio entorpecida largo tiempo por la prohibición del gobierno
francés. Esta semana o a comienzos de la próxima quedará el asunto terminado.
¿Ha recibido usted las seis entregas anteriores? Le agradecería que me
comunicase las señas de Bernhard Becker, a quien tengo que enviar también las
últimas entregas. La librería del Volksstaat obra a su manera. Hasta
este momento, no he recibido, por ejemplo, ni un solo ejemplar de la tirada del
"Proceso de los comunistas de Colonia".
Saludos cordiales.
Suyo,
Carlos Marx
K. Marx
GLOSAS MARGINALES AL PROGRAMA DEL PARTIDO
OBRERO ALEMAN
I
1. "El trabajo es
la fuente de toda riqueza y de toda cultura, y como el trabajo útil
sólo es posible dentro de la sociedad y a través de ella, el fruto íntegro
del trabajo pertenece por igual derecho a todos los miembros de la
sociedad".
|
Primera parte del párrafo: "El trabajo es la fuente de toda riqueza y de
toda cultura".
El trabajo no es la fuente de
toda riqueza. La naturaleza es la fuente de los valores de uso (¡que
son los que verdaderamente integran la riqueza material!), ni más ni menos que
el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la
fuerza de trabajo del hombre. Esa frase se encuentra en todos los silabarios y
sólo es cierta si se sobreentiende que el trabajo se efectúa con los
correspondientes objetos y medios. Pero un programa socialista no debe permitir
que tales tópicos burgueses silencien aquellas condiciones sin las
cuales no tienen ningún sentido. En la medida en que el hombre se sitúa de
antemano como propietario frente a la naturaleza, primera fuente de todos los
medios y objetos de trabajo, y la trata como posesión suya, su trabajo se
convierte en fuente de valores de uso, y, por tanto, en fuente de riqueza. Los
burgueses tienen razones muy fundadas para atribuir al trabajo una fuerza
creadora sobrenatural; pues precisamente del hecho de que el trabajo esta
condicionado por la naturaleza se deduce que el hombre que no dispone de más
propiedad que su fuerza de trabajo, tiene que ser, necesariamente, en todo
estado social y de civilización, esclavo de otros hombres, quienes se han
adueñado de las condiciones materiales de trabajo. Y no podrá trabajar, ni, por
consiguiente, vivir, más que con su permiso.
Pero, dejemos la tesis, tal como está, o
mejor dicho, tal como viene renqueando. ¿Que conclusión habría debido sacarse
de ella? Evidentemente, ésta:
"Como el trabajo es la fuente de toda
riqueza, nadie en la sociedad puede adquirir riqueza que no sea producto del
trabajo. Si, por tanto, no trabaja él mismo, es que vive del trabajo ajeno y
adquiere también su cultura a costa del trabajo de otros".
En vez de esto, se añade a la primera
oración una segunda mediante la locución copulativa "y como",
para deducir de ella, y no de la primera, la conclusión.
Segunda parte del párrafo: "El trabajo útil sólo es posible dentro de la
sociedad y a través de ella".
Según la primera tesis, el trabajo era la
fuente de toda riqueza y de toda cultura, es decir, que sin trabajo, no era posible
tampoco la existencia de ninguna sociedad. Ahora, nos enteramos, por el
contrario, de que sin sociedad no puede existir ningún trabajo
"útil".
Del mismo modo hubiera podido decirse que
sólo en la sociedad puede el trabajo inútil e incluso perjudicial a la
comunidad convertirse en una rama industrial, que sólo dentro de la sociedad se
puede vivir del ocio, etc., etc.; en una palabra, copiar aquí a todo Rousseau.
¿Y que es trabajo "útil"? No
puede ser más que el trabajo que consigue el efecto útil propuesto. Un salvaje
-- y el hombre es un salvaje desde el momento en que deja de ser mono -- que
mata a un animal de una pedrada, que amontona frutos, etc., ejecuta un trabajo
"útil".
Tercero. Conclusión: "Y como el trabajo útil sólo es posible
dentro de la sociedad y a través de ella, el fruto íntegro del trabajo
pertenece por igual derecho a todos los miembros de la sociedad".
¡Hermosa conclusión! Si el trabajo útil
sólo es posible dentro de la sociedad y a través de ella, el fruto del trabajo
pertenecerá a la sociedad, y el trabajador individual sólo percibirá la parte
que no sea necesaria para sostener la "condición" del trabajo, que es
la sociedad.
En realidad, esa tesis la han hecho valer
en todos los tiempos los defensores de todo orden social existente. En
primer lugar, vienen las pretensiones del gobierno y de todo lo que va pegado a
él, pues el gobierno es el órgano de la sociedad para el mantenimiento del
orden social; detrás de él, vienen las distintas clases de propiedad privada,* con sus pretensiones respectivas, pues las
distintas clases de propiedad privada son las bases de la sociedad, etc. Como
vemos, a estas frases hueras se les puede dar las vueltas y los giros que se
quiera.
La primera y la segunda parte del párrafo
sólo guardarían una cierta relación razonable redactándolas así:
"El trabajo sólo es fuente de riqueza
y de cultura como trabajo social", o, lo que es lo mismo, "dentro de
la sociedad y a través de ella".
Esta tesis es, indiscutiblemente, exacta,
pues aunque el trabajo del individuo aislado (presuponiendo sus condiciones
materiales) también puede crear valores de uso, no puede crear ni riqueza ni
cultura.
Pero, igualmente indiscutible es esta otra
tesis:
"En la medida en que el trabajo se
desarrolla socialmente, convirtiéndose así en fuente de riqueza y de cultura,
se desarrollan también la pobreza y el desamparo del que trabaja, y la riqueza
y la cultura del que no lo hace".
Esta es la ley de toda la historia hasta
hoy. Así, pues, en vez de los tópicos acostumbrados sobre "el
trabajo" y "la sociedad", lo que procedía era señalar
concretamente como, en la actual sociedad capitalista, se dan ya, al fin, las
condiciones materiales, etc., que permiten y obligan a los obreros a romper esa
maldición social**.
Pero de hecho, todo ese párrafo, que es
falso lo mismo en cuanto a estilo que en cuanto a contenido, no tiene más
finalidad que la de inscribir como consigna en lo alto de la bandera del
Partido el tópico lassalleano del "fruto íntegro del trabajo".
Volveré más adelante sobre esto del "fruto del trabajo", el
"derecho igual", etc., ya que la misma cosa se repite luego en forma
algo diferente.
2. "En la sociedad
actual, los medios de trabajo son monopolio de la clase capitalista; el
estado de dependencia de la clase obrera que de esto se deriva, es la causa
de la miseria y de la esclavitud en todas sus formas".
|
Así "corregida", esta tesis,
tomada de los Estatutos de la
Internacional, es falsa.
En la sociedad actual, los medios de
trabajo son monopolio de los dueños de tierras (el monopolio de la propiedad
del suelo es, incluso, la base del monopolio del capital) y de los
capitalistas. Los Estatutos de la Internacional no mencionan, en el pasaje
correspondiente, ni una ni otra clase de monopolistas. Hablan de "los
monopolizadores de los medios de trabajo, es decir, de las fuentes de
vida". Esta adición: "fuentes de vida", señala
claramente que el suelo esta comprendido entre los medios de trabajo.
Esta enmienda se introdujo porque
Lassalle, por motivos que hoy son ya de todos conocidos, sólo atacaba
a la clase capitalista, y no a los dueños de tierras. En Inglaterra, la mayoría
de las veces el capitalista no es siquiera propietario del suelo sobre el que
se levanta su fábrica.
3. "La emancipación
del trabajo exige que los medios de trabajo se eleven a patrimonio común de
la sociedad y que todo el trabajo sea regulado colectivamente, con un reparto
equitativo del fruto del trabajo".
|
Donde dice "que los medios de trabajo
se eleven a patrimonio común", debería decir, indudablemente, "se
conviertan en patrimonio común". Pero esto sólo de pasada.
¿Que es el "fruto del trabajo"?
¿El producto del trabajo o su valor? Y en este último caso, ¿el valor total del
producto, o sólo la parte de valor que el trabajo añade al valor de los medios
de producción consumidos?
Eso del "fruto del trabajo" es
una idea vaga con la que Lassalle ha suplantado conceptos económicos precisos.
¿Qué es "reparto equitativo"?
¿No afirman los burgueses que el reparto
actual es "equitativo"? ¿Y no es éste, en efecto, el único reparto
"equitativo" que cabe, sobre la base del modo actual de producción?
¿Acaso las relaciones económicas son reguladas por los conceptos jurídicos? ¿No
surgen, por el contrario, las relaciones jurídicas de las relaciones
económicas? ¿No se forjan también los sectarios socialistas las más variadas
ideas acerca del reparto "equitativo"?
Para saber lo que aquí hay que entender
por la frase de "reparto equitativo", tenemos que cotejar este
párrafo con el primero. El párrafo que glosamos supone una sociedad en la cual
los "medios de trabajo son patrimonio común y todo el trabajo se regula
colectivamente", mientras que en el párrafo primero vemos que "el
fruto íntegro del trabajo pertenece por igual derecho a todos los miembros de
la sociedad".
¿"Todos los miembros de la
sociedad"? ¿También los que no trabajan? ¿Dónde se queda, entonces, el
"fruto íntegro del trabajo"? ¿O sólo los miembros de la sociedad que
trabajan? ¿Dónde dejamos, entonces, el "derecho igual" de todos los
miembros de la sociedad?
Sin embargo, lo de "todos los
miembros de la sociedad" y "el derecho igual" no son,
manifiestamente, más que frases. Lo esencial del asunto está en que, en esta
sociedad comunista, todo obrero debe obtener el "fruto íntegro del
trabajo" lassalleano.
Tomemos, en primer lugar, las palabras
"el fruto del trabajo" en el sentido del producto del trabajo;
entonces, el fruto del trabajo colectivo será la totalidad del producto
social.
Ahora, de aquí hay que deducir:
Primero: una parte para reponer los medios de producción
consumidos.
Segundo: una parte suplementaria para ampliar la producción.
Tercero: el fondo de reserva o de seguro contra accidentes,
trastornos debidos a fenómenos naturales, etc.
Estas deducciones del "fruto íntegro
del trabajo" constituyen una necesidad económica, y su magnitud se
determinará según los medios y fuerzas existentes, y en parte, por medio del
cálculo de probabilidades, pero de ningún modo puede calcularse partiendo de la
equidad.
Queda la parte restante del producto
total, destinada a servir de medios de consumo.
Pero, antes de que esta parte llegue al
reparto individual, de ella hay que deducir todavía:
Primero: los gastos generales de
administración, no concernientes*** a la producción.
Esta parte será, desde el primer momento,
considerablemente reducida en comparación con la sociedad actual, e irá
disminuyendo a medida que la nueva sociedad se desarrolle.
Segundo: la parte que se destine a
satisfacer necesidades colectivas,
tales como escuelas, instituciones sanitarias, etc.
Esta parte aumentará considerablemente
desde el primer momento, en comparación con la sociedad actual, y seguirá
aumentando en la medida en que la nueva sociedad se desarrolle.
Tercero: los fondos de sostenimiento
de las personas no capacitadas para el trabajo, etc.; en una palabra, lo que hoy compete a la llamada
beneficencia oficial.
Sólo después de esto podemos proceder al
"reparto", es decir, a lo único que, bajo la influencia de Lassalle y
con una concepción estrecha, tiene presente el programa, es decir, a Ia parte
de los medios de consumo que se reparte entre los productores individuales de
la colectividad.
El "fruto íntegro del trabajo"
se ha transformado ya, imperceptiblemente, en el "fruto parcial",
aunque lo que se le quite al productor en calidad de individuo vuelva a él,
directa o indirectamente, en calidad de miembros de la sociedad.
Y así como se ha evaporado la expresión
"el fruto íntegro del trabajo", se evapora ahora la expresión
"el fruto del trabajo" en general.
En el seno de una sociedad colectivista,
basada en la propiedad común de los medios de producción, los productores no
cambian sus productos; el trabajo invertido en los productos no se presenta
aquí, tampoco, como valor de estos productos, como una cualidad material, poseída
por ellos, pues aquí, por oposición a lo que sucede en la sociedad capitalista,
los trabajos individuales no forman ya parte integrante del trabajo común
mediante un rodeo, sino directamente. La expresión "el fruto del
trabajo", ya hoy recusable por su ambigüedad, pierde así todo sentido.
De lo que aquí se trata no es de una
sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino,
al contrario, de una que acaba de salir precisamente de la sociedad
capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el
económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de
cuya entraña procede. Congruentemente con esto, en ella el productor individual
obtiene de la sociedad -- después de hechas las obligadas deducciones --
exactamente lo que ha dado. Lo que el productor ha dado a la sociedad es su
cuota individual de trabajo. Así, por ejemplo, la jornada social de trabajo se
compone de la suma de las horas de trabajo individual; el tiempo individual de trabajo
de cada productor por separado es la parte de la jornada social de trabajo que
él aporta, su participación en ella. La sociedad le entrega un bono consignando
que ha rendido tal o cual cantidad de trabajo (después de descontar lo que ha
trabajado para el fondo común), y con este bono saca de los depósitos sociales
de medios de consumo la parte equivalente a la cantidad de trabajo que rindió.
La misma cantidad de trabajo que ha dado a la sociedad bajo una forma, la
recibe de esta bajo otra distinta.
Aquí reina, evidentemente, el mismo
principio que regula el intercambio de mercancías, por cuanto éste es
intercambio de equivalentes. Han variado la forma y el contenido, por que bajo
las nuevas condiciones nadie puede dar sino su trabajo, y porque, por otra
parte, ahora nada puede pasar a ser propiedad del individuo, fuera de los
medios individuales de consumo. Pero, en lo que se refiere a la distribución de
estos entre los distintos productores, rige el mismo principio que en el
intercambio de mercancías equivalentes: se cambia una cantidad de trabajo, bajo
una forma, por otra cantidad igual de trabajo, bajo otra forma distinta.
Por eso, el derecho igual sigue
siendo aquí, en principio, el derecho burgués, aunque ahora el
principio y la práctica ya no se tiran de los pelos, mientras que en el régimen
de intercambio de mercancías, el intercambio de equivalentes no se da más que
como término medio, y no en los casos individuales.
A pesar de este progreso, este derecho
igual sigue llevando implícita una limitación burguesa. El derecho de los
productores es proporcional al trabajo que han rendido; la igualdad,
aquí, consiste en que se mide por el mismo rasero: por el trabajo.
Pero unos individuos son superiores, física
e intelectualmente a otros y rinden, pues, en el mismo tiempo, más trabajo, o
pueden trabajar más tiempo; y el trabajo, para servir de medida, tiene que
determinarse en cuanto a duración o intensidad; de otro modo, deja de ser una
medida. Este derecho igual es un derecho desigual para trabajo desigual.
No reconoce ninguna distinción de clase, porque aquí cada individuo no es más
que un trabajador como los demás; pero reconoce, tácitamente, como otros tantos
privilegios naturales, las desiguales aptitudes individuales****, y, por consiguiente, la desigual capacidad
de rendimiento. En el fondo es, por tanto, como todo derecho, el derecho de
la desigualdad. El derecho sólo puede consistir, por naturaleza, en la aplicación
de una medida igual; pero los individuos desiguales (y no serían distintos
individuos si no fuesen desiguales) sólo pueden medirse por la misma medida
siempre y cuando que se les coloque bajo un mismo punto de vista y se les mire
solamente en un aspecto determinado; por ejemplo, en el caso dado, sólo en
cuanto obreros, y no se vea en ellos ninguna otra cosa, es decir, se
prescinda de todo lo demás. Prosigamos: un obrero está casado y otro no; uno
tiene más hijos que otro, etc., etc. A igual trabajo y, por consiguiente, a
igual participación en el fondo social de consumo, uno obtiene de hecho más que
otro, uno es más rico que otro, etc. Para evitar todos estos inconvenientes, el
derecho no tendría que ser igual, sino desigual.
Pero estos defectos son inevitables en la
primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad
capitalista después de un largo y doloroso alumbramiento. El derecho no puede ser nunca superior a la estructura
económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado.
En una fase superior de la sociedad
comunista, cuando haya desaparecido la
subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, el contraste entre el trabajo
intelectual y el trabajo manual; cuando
el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en
todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro
lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse
totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá
escribir en sus banderas: ¡De cada cual,
según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!
Me he extendido sobre el "fruto
íntegro del trabajo", de una parte, y de otra, sobre "el derecho
igual" y "el reparto equitativo", para demostrar en qué grave
falta se incurre, de un lado, cuando se quiere volver a imponer a nuestro
Partido como dogmas ideas que, si en
otro tiempo tuvieron un sentido, hoy
ya no son más que tópicos en desuso, y, de otro, cuando se tergiversa la
concepción realista -- que tanto esfuerzo ha costado inculcar al Partido, pero
que hoy está ya enraizada -- con patrañas ideológicas, jurídicas y de otro
género, tan en boga entre los demócratas y los socialistas franceses.
Aun prescindiendo de lo que queda
expuesto, es equivocado, en general,
tomar como esencial la llamada distribución y poner en ella el acento
principal.
La distribución de los medios de consumo
es, en todo momento, un corolario de la distribución de las propias condiciones
de producción. Y ésta es una característica del modo mismo de producción. Por
ejemplo, el modo capitalista de producción descansa en el hecho de que las
condiciones materiales de producción les son adjudicadas a los que no trabajan
bajo la forma de propiedad del capital y propiedad del suelo, mientras la masa
sólo es propietaria de la condición personal de producción, la fuerza de
trabajo. Distribuidos de este modo los elementos de producción, la actual distribución
de los medios de consumo es una consecuencia natural. Si las condiciones materiales de producción fuesen propiedad
colectiva de los propios obreros, esto determinaría, por sí solo, una
distribución de los medios de consumo distinta de la actual. El socialismo vulgar (y por intermedio suyo, una
parte de la democracia) ha aprendido de los economistas burgueses a considerar
y tratar la distribución como algo independiente del modo de producción, y, por
tanto, a exponer el socialismo como una
doctrina que gira principalmente en torno a la distribución. Una vez que esta dilucidada, desde hace ya mucho
tiempo, la verdadera relación de las cosas, ¿por qué volver a marchar hacia
atrás?
4. "La emancipación
del trabajo tiene que ser obra de la clase obrera, frente a la cual todas las
demás clases no forman mas que una masa reaccionaria".
|
La primera estrofa está tomada del
preámbulo de los Estatutos de la Internacional, pero "corregida". Allí
se dice: "La emancipación de la clase obrera tiene que ser obra de los
obreros mismos"; aquí, por el contrario, "la clase obrera" tiene
que emancipar, ¿a quien?, "al trabajo". ¡Entiéndalo quien pueda!
Para indemnizarnos, se nos da, a título de
antistrofa, una cita lassalleana del más puro estilo: "frente a la cual (a
la clase obrera) todas las demás clases no forman más que una masa
reaccionaria".
En el Manifiesto Comunista se
dice: "De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el
proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases
van degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el
proletariado, en cambio, es su producto más peculiar".
Aquí, se considera a la burguesía como una
clase revolucionaria -- vehículo de la gran industria -- frente a los señores feudales
y a las capas medias, empeñados, aquéllos y éstas, en mantener posiciones
sociales que fueron creadas por formas caducas de producción. No forman, por
tanto, juntamente con la burguesía, una masa reaccionaria.
Por otra parte, el proletariado es revolucionario
frente a la burguesía, porque habiendo surgido sobre la base de la gran
industria, aspira a despojar a la producción de su carácter capitalista, que la
burguesía quiere perpetuar. Pero el Manifiesto añade que las
"capas medias… se vuelven revolucionarias
cuando tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al
proletariado".
Por tanto, desde este punto de vista, es
también absurdo decir que frente a la clase obrera "no forman más que una
masa reaccionaria", juntamente con la burguesía e incluso con los señores
feudales.
¿Es que en las últimas elecciones
[1] se ha gritado a los artesanos, a los pequeños
industriales, etc., y a los campesinos: Frente a nosotros, no formáis,
juntamente con los burgueses y los señores feudales, más que una masa
reaccionaria?
Lassalle se sabía de memoria el Manifiesto
Comunista, como sus devotos se saben los evangelios compuestos por él.
Así, pues, cuando lo falsificaba tan burdamente, no podía hacerlo más que para
cohonestar su alianza con los adversarios absolutistas y feudales contra la
burguesía.
Por lo demás, en el párrafo que acabamos
de citar, esta sentencia lassalleana está traída por los pelos y no guarda
ninguna relación con la manoseada cita de los Estatutos de la Internacional. El
traerla aquí, es sencillamente una impertinencia, que seguramente no le
desagradará, ni mucho menos, al señor Bismarck; una de esas impertinencias
baratas en que es especialista el Marat de Berlín[2].
5. "La clase obrera
procura su emancipación, en primer termino, dentro del marco del Estado
nacional de hoy, consciente de que el resultado necesario de sus aspiraciones,
comunes a los obreros de todos los países civilizados, será la fraternización
internacional de los pueblos".
|
Por oposición al Manifiesto Comunista
y a todo el socialismo anterior, Lassalle concebía el movimiento obrero desde
el punto de vista nacional mas estrecho. ¡Y, después de la actividad de la Internacional, aún
se siguen sus huellas en este camino!
Naturalmente, la clase obrera, para poder
luchar, tiene que organizarse como clase en su propio país, ya que
éste es la palestra inmediata de su lucha. En este sentido, su lucha de clases
es nacional, no por su contenido, sino, como dice el Manifiesto Comunista,
"por su forma". Pero "el marco del Estado nacional de hoy",
por ejemplo, del imperio alemán, se halla a su vez, económicamente, "dentro
del marco" del mercado mundial, y políticamente, "dentro del
marco" de un sistema de Estados. Cualquier comerciante sabe que el
comercio alemán es, al mismo tiempo, comercio exterior, y la grandeza del señor
Bismarck reside precisamente en algún tipo de política internacional.
¿Y a qué reduce su internacionalismo el
Partido Obrero Alemán? A la conciencia de que el resultado de sus aspiraciones
"será la fraternización internacional de los pueblos", una
frase tomada de la Liga
burguesa por la Paz
y la Libertad[3], que se quiere hacer pasar como equivalente de
la fraternidad internacional de las clases obreras, en su lucha común contra
las clases dominantes y sus gobiernos. ¡De los deberes internacionales
de la clase obrera alemana no se dice, por tanto, ni una palabra! ¡Y esto es lo
que la clase obrera alemana debe contraponer a su propia burguesía, que ya
fraterniza contra ella con los burgueses de todos los demás países, y a la
política internacional de conspiración[4] del señor Bismarck!
La profesión de fe internacionalista del
programa queda, en realidad, infinitamente por debajo de la del partido
librecambista. También éste afirma que el resultado de sus aspiraciones será
"la fraternización internacional de los pueblos". Pero, además, hace
algo por internacionalizar el comercio, y no se contenta, ni mucho menos, con
la conciencia de que todos los pueblos comercian dentro de su propio país.
La acción internacional de las clases
obreras no depende, en modo alguno, de la existencia de la "Asociación
Internacional de los Trabajadores". Esta fue solamente un primer
intento de crear para aquella acción un órgano central; un intento que, por el
impulso que dio, ha tenido una eficacia perdurable, pero que en su primera
forma histórica no podía prolongarse después de la caída de la Comuna de Paris.
La Norddeutsche de Bismarck tenía sobrada razón cuando, para satisfacción
de su dueño, proclamó que, en su nuevo programa, el Partido Obrero Alemán
renegaba del internacionalismo[5].
*
En la edición alemana de Obras
Completas de Marx y Engels, t. XIX, se lee: propietarios privados.
**En la misma edición se lee: maldición
histórica.
*** En la edición alemana de Obras Completas de Marx y Engels,
t. XIX, se agrega: directamente.
**** En la edición alemana de Obras Completas de Marx y Engels,
t. XIX, se agrega: de los trabajadores.
II
"Partiendo de estos
principios, el Partido Obrero Alemán aspira, por todos los medios legales, al
Estado libre y la sociedad socialista; a la abolición del sistema
del salario, con su ley de bronce y la explotación bajo todas sus
formas; a la supresión de toda desigualdad social y política".
|
Sobre lo del Estado "libre", volveré
mas adelante.
Así, pues, de aquí en adelante, el Partido
Obrero Alemán ¡tendrá que creer en la "ley de bronce del salario"[6] lassalleana! Y para que esta "ley" no
vaya a perderse, se comete el absurdo de hablar de "abolición del sistema
del salario" (debería decirse: sistema del trabajo asalariado), con
"su ley de bronce". Si suprimo el trabajo asalariado, suprimo
también, evidentemente, sus leyes, sean de "bronce" o de corcho. Pero
la lucha de Lassalle contra el trabajo asalariado, gira casi exclusivamente en
torno a esa llamada ley. Por tanto, para demostrar que la secta de Lassalle ha
triunfado, hay que abolir "el sistema del salario, con su ley de
bronce", y no sin ella.
De la "ley de bronce del
salario" no pertenece a Lassalle, como es sabido, más que la expresión
"de bronce", copiada de las "ewigen, ehernen grossen
Gesetzen" ("las leyes eternas, las grandes leyes de
bronce"[7]), de Goethe. La expresión "de bronce"
es la contraseña por la que los creyentes ortodoxos se reconocen. Y si admito
la ley con el cuño de Lassalle, y por tanto en el sentido lassalleano, tengo
que admitirla también con su fundamentación. ¿Y cuál es ésta? Es, como ya
señaló Lange poco después de la muerte de Lassalle, la teoría malthusiana de la
población (predicada por el propio Lange)[8]. Pero, si esta teoría es exacta, la mentada ley
no la podré abolir tampoco, aunque suprima yo cien veces el trabajo
asalariado, porque esta ley no regirá solamente para el sistema del salario,
sino para todo sistema social. ¡Apoyándose precisamente en esto, los
economistas han venido demostrando, desde hace cincuenta años y aún más, que el
socialismo no puede acabar con la miseria, determinada por la misma
naturaleza, sino sólo generalizarla, repartirla por igual sobre
toda la superficie de la sociedad!
Pero todo esto no es lo fundamental. Aun
prescindiendo plenamente de la falsa concepción lassalleana de
esta ley, el retroceso verdaderamente indignante consiste en lo siguiente:
Después de la muerte de Lassalle, se había
abierto paso en nuestro Partido la concepción científica de que el
salario no es lo que parece ser, es decir, el valor, o el
precio del trabajo, sino sólo una forma disfrazada del valor, o del
precio de la fuerza de trabajo. Con esto, se había echado por la borda, de
una vez para siempre, tanto la vieja concepción burguesa del salario, como toda
crítica dirigida hasta hoy contra esta concepción, y se había puesto en claro
que el obrero asalariado sólo está autorizado a trabajar para mantener su
propia vida, es decir, a vivir, en la medida en que trabaja gratis
durante cierto tiempo para el capitalista (y, por tanto, también para sus cobeneficiarios
en cuanto a la plusvalia); que todo el sistema de producción capitalista gira
en torno a la prolongación de este trabajo gratuito alargando la jornada de
trabajo o desarrollando la productividad, o sea, acentuando la tensión de la
fuerza de trabajo, etc.; que, por tanto, el sistema del trabajo asalariado es
un sistema de esclavitud, una esclavitud que se hace más dura a medida que se
desarrollan las fuerzas productivas sociales del trabajo, esté el obrero mejor
o peor remunerado. Y cuando esta concepción viene ganando cada vez más terreno
en el seno de nuestro Partido, ¡se retrocede a los dogmas de Lassalle, a pesar
de que hoy ya nadie puede ignorar que Lassalle no sabía lo que era el
salario, sino que, yendo a la zaga de los economistas burgueses, tomaba la
apariencia por la esencia de la cosa!
Es como si, entre esclavos que al fin han
descubierto el secreto de la esclavitud y se alzan en rebelión contra ella,
viniese un esclavo fanático de las ideas anticuadas y escribiese en el programa
de la rebelión: ¡la esclavitud debe ser abolida porque el sustento de los
esclavos, dentro del sistema de la esclavitud, no puede pasar de un cierto
límite, sumamente bajo!
El mero hecho de que los representantes de
nuestro Partido fuesen capaces de cometer un atentado tan monstruoso contra una
concepción tan difundida entre la masa del Partido, prueba por sí solo la
ligereza criminal, la falta de escrúpulos con que ellos han acometido la
redacción de este programa de transacción.
En vez de la vaga frase final del párrafo:
"la supresión de toda desigualdad social y política", lo que debiera
haberse dicho es que con la abolición de las diferencias de clase, desaparecen
por si mismas las desigualdades sociales y políticas que de ellas emanan.
III
"Para preparar
el camino a la solución del problema social, el Partido Obrero Alemán
exige que se creen cooperativas de producción, con la ayuda del Estado
bajo el control democrático del pueblo trabajador. En la industria y en
la agri- cultura, las cooperativas de producción deberán crearse en
proporciones tales, que de ellas surja la organización socialista de todo
el trabajo".
|
Después de la "ley de bronce" de
Lassalle, viene la panacea del profeta. Y se le "prepara el camino"
de un modo digno. La lucha de clases existente es sustituida por una frase de
periodista: "el problema social", para cuya "solución"
se "prepara el camino". La "organización socialista de todo el
trabajo" no resulta del proceso revolucionario de transformación de la
sociedad, sino que "surge" de "la ayuda del Estado", ayuda
que el Estado presta a las cooperativas de producción "creadas"
por él y no por los obreros. ¡Es digno de la fantasía de Lassalle eso
de que con empréstitos del Estado se puede construir una nueva sociedad como se
construye un nuevo ferrocarril!
Por un resto de pudor, se coloca "la
ayuda del Estado" bajo el control democrático del "pueblo
trabajador".
Pero, en primer lugar, el "pueblo
trabajador", en Alemania, está compuesto, en su mayoría, por campesinos, y
no por proletarios.
En segundo lugar, "democrático"
quiere decir en alemán "gobernado por el pueblo" ("volksherrschaftlich").
¿Y qué es eso del "control gobernado por el pueblo del pueblo
trabajador"? Y, además, tratándose de un pueblo trabajador que, por el
mero hecho de plantear estas reivindicaciones al Estado, exterioriza su plena
conciencia de que ¡ni está en el Poder ni se halla maduro para gobernar!
Huelga entrar aquí en la crítica de la
receta prescrita por Buchez, bajo el reinado de Luis Felipe, por oposición a
los socialistas franceses, y aceptada por los obreros reaccionarios del Atelier[9]. Lo verdaderamente escandaloso no es tampoco el
que se haya llevado al programa esta cura milagrosa específica, sino el que se
abandone simplemente el punto de vista del movimiento de clases, para
retroceder al del movimiento de sectas.
El que los obreros quieran establecer las
condiciones de producción colectiva en toda la sociedad y ante todo en su
propio país, en una escala nacional, sólo quiere decir que laboran por
subvertir las actuales condiciones de producción, y eso nada tiene que ver con
la fundación de sociedades cooperativas con la ayuda del Estado. Y, por lo que
se refiere a las sociedades cooperativas actuales, éstas sólo tienen valor en
cuanto son creaciones independientes de los propios obreros, no protegidas ni
por los gobiernos ni por los burgueses.
IV
Y ahora voy a referirme a la parte
democrática.
A. "Base libre
del Estado".
|
Ante todo, según el capítulo II, el
Partido Obrero Alemán aspira "al Estado libre".
¿Qué es el Estado libre?
De ningún modo es propósito de los
obreros, que se han librado de la estrecha mentalidad del humilde súbdito,
hacer libre al Estado. En el imperio alemán, el "Estado" es casi tan
"libre" como en Rusia. La libertad consiste en convertir al Estado de
órgano que está por encima de la sociedad en un órgano completamente
subordinado a ella, y las formas de Estado siguen siendo hoy más o menos libres
en la medida en que limitan la "libertad del Estado".
El Partido Obrero Alemán -- al menos, si
hace suyo este programa -- demuestra cómo las ideas del socialismo no le calan
siquiera la piel; ya que, en vez de tomar a la sociedad existente (y lo mismo
podemos decir de cualquier sociedad en el futuro) como base del Estado
existente (o del futuro, para una sociedad futura), considera más bien al
Estado como un ser independiente, con sus propios "fundamentos
espirituales, morales y liberales".
Y además, ¡qué decir del burdo abuso que
hace el programa de las palabras "Estado actual", "sociedad
actual" y de la incomprensión más burda todavía que manifiesta acerca
del Estado, al que dirige sus reivindicaciones!
La "sociedad actual" es la
sociedad capitalista, que existe en todos los países civilizados, más o menos
libre de aditamentos medievales, mas o menos modificada por el específico
desarrollo histórico de cada país, más o menos desarrollada. Por el contrario,
el "Estado actual" varía con las fronteras nacionales. En el imperio
prusiano-alemán es otro que en Suiza, en Inglaterra, otro que en los Estados
Unidos. "El Estado actual" es, por tanto, una ficción.
Sin embargo, los distintos Estados de los
distintos países civilizados, pese a la abigarrada diversidad de sus formas,
tienen de común el que todos ellos se asientan sobre las bases de la moderna
sociedad burguesa, aunque ésta se halle en unos sitios más desarrollada que en
otros, en el sentido capitalista. En este sentido puede hablarse del
"Estado actual", por oposición al futuro, en el que su actual raiz,
la sociedad burguesa, se habrá extinguido.
Cabe, entonces, preguntarse: ¿que
transformación sufrirá el régimen estatal en la sociedad comunista? O, en otros
términos: ¿qué funciones sociales, análogas a las actuales funciones del
Estado, subsistirán entonces? Esta pregunta sólo puede contestarse
científicamente, y por más que acoplemos de mil maneras la palabra pueblo y la
palabra Estado, no nos acercaremos ni un pelo a la solución del problema.
Entre la sociedad capitalista y la
sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la
primera en la segunda. A este período corresponde también un período político
de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura
revolucionaria del proletariado.
Pero el programa no se ocupa de esta
última, ni del futuro régimen estatal de la sociedad comunista.
Sus reivindicaciones políticas no se salen
de la vieja* y consabida letanía democrática: sufragío
universal, legislación directa, derecho popular, milicia del pueblo, etc. Son
un simple eco del Partido Popular burgués, de la Liga por la Paz y la Libertad. Son, todas
ellas, reivindicaciones que, cuando no estan exageradas hasta verse convertidas
en ideas fantásticas, están ya realizadas. Sólo que el Estado que las
ha puesto en práctica no cae dentro de las fronteras del imperio alemán, sino
en Suiza, en los Estados Unidos, etc. Esta especie de "Estado del
futuro" es ya Estado actual, aunque existente fuera "del
marco" del imperio alemán.
Pero, se ha olvidado una cosa. Ya que el
Partido Obrero Alemán declara expresamente que actúa dentro del "Estado
nacional de hoy", es decir, dentro de su propio Estado, del
imperio prusiano-alemán -- de otro modo, sus reivindicacio nes serían, en su
mayor parte, absurdas, pues sólo se exige lo que no se tiene --, no debía haber
olvidado lo principal, a saber: que todas estas lindas menudencias tienen por
base el reconocimiento de la llamada soberanía del pueblo, y que, por tanto,
sólo caben en una república democrática.
Y si no se tiene el valor** -- lo cual es muy cuerdo, pues la situación
exige prudencia -- de exigir la república democrática, como lo hacían los
programas obreros franceses bajo Luis Felipe y bajo Luis Napoleon, no debía
haberse recurrido al ardid, que ni es "honrado"[10] ni es digno, de exigir cosas que sólo tienen
sentido en una república democrática a un Estado que no es más que un
despotismo militar de armazón burocrático y blindaje policíaco, guarnecido de
formas par lamentarias, revuelto con ingredientes feudales e influenciado ya
por la burguesía; ¡y, encima, asegurar a este Estado que uno se imagina poder
conseguir eso de él "por medios legales"!
Hasta la democracia vulgar, que ve en la
república democrática el reino milenario y no tiene la menor idea de que es
precisamente bajo esta última forma de Estado de la sociedad burguesa donde se
va a ventilar definitivamente por la fuerza de las armas la lucha de clases;
hasta ella misma está hoy a mil codos de altura sobre esta especie de demo
cratismo que se mueve dentro de los límites de lo autorizado por la policia y
vedado por la lógica.
Que por "Estado" se entiende, en
realidad, la máquina de gobierno, o el Estado en cuanto, por efecto de la
división del trabajo, forma un organismo propio, separado de la sociedad, lo
indican ya estas palabras: "el Partido Obrero Alemán exige como base
económica del Estado: un impuesto único y progresivo sobre la renta",
etc. Los impuestos son la base económica de la máquina de gobierno, y nada más.
En el Estado del futuro, existente ya en Suiza, esta reivindicación está casi
realizada. El impuesto sobre la renta presupone las diferentes fuentes de
ingresos de las diferentes clases sociales, es decir, la sociedad capitalista.
No tiene, pues, nada de extarño que los Financial-Reformers*** de Liverpool -- burgueses, con el hermano de
Gladstone al frente -- planteen la misma reivindicación que el programa.
B. "El Partido
Obrero Aleman exige, como base espiritual y moral del Estado:
1. Educación popular general e igual a cargo del Estado.
Asistencia escolar obligatoria general. Instrucción gratuita".
|
¿Educación popular igual? ¿Que se entiende por esto? ¿Se cree que en la
sociedad actual (que es de la única de que puede tratarse), la educación puede
ser igual para todas las clases? ¿O lo que se exige es que también las
clases altas sean obligadas por la fuerza a conformarse con la modesta
educación que da la escuela pública, la única compatible con la situación
económica, no sólo del obrero asalariado, sino también del campesino?
"Asistencia escolar obligatoria para
todos. Instrucción gratuita". La primera existe ya, incluso en Alemania;
la segunda, en Suiza y en los Estados Unidos, en lo que a las escuelas públicas
se refiere. El que en algunos estados de este último país sean
"gratuitos" también centros de instrucción superior, sólo significa,
en realidad, que allí a las clases altas se les pagan sus gastos de educación a
costa del fondo de los impuestos generales. Y -- dicho sea incidentalmente --
esto puede aplicarse también a la "administracion de justicia con carácter
gratuito" de que se habla en el punto A, 5 del programa. La justicia en lo
criminal es gratuita en todas partes; la justicia civil gira casi
exclusivamente en torno a los pleitos sobre la propiedad y afecta, por tanto,
casi unicamente a las clases poseedoras. ¿Se pretende que éstas ventilen sus
pleitos a costa del Tesoro público?
El párrafo sobre las escuelas deberia exigir,
por lo menos, escuelas técnicas (teóricas y prácticas), combinadas con las
escuelas públicas.
Eso de "educación popular a cargo
del Estado" es absolutamente inadmisible. ¡Una cosa es determinar,
por medio de una ley general, los recursos de las escuelas públicas, las
condiciones de capacidad del personal docente, las materias de enseñanza, etc.,
y, como se hace en los Estados Unidos, velar por el cumplimiento de estas
prescripciones legales mediante inspectores del Estado, y otra cosa
completamente distinta es nombrar al Estado educador del pueblo! Lo que hay que
hacer es más bien substraer la escuela a toda influencia por parte del gobierno
y de la Iglesia. Sobre
todo en el imperio prusiano-alemán (y no vale salirse con el torpe subterfugio
de que se habla de un "Estado futuro"; ya hemos visto lo que es
éste), donde es, por el contrario, el Estado el que necesita recibir del pueblo
una educación muy severa.
Pese a todo su cascabeleo democrático, el
programa está todo él infestado hasta el tuétano de la fe servil de la secta
lassalleana en el Estado; o -- lo que no es nada mejor -- de la superstición
democrática; o es más bien un compromiso entre estas dos supersticiones
igualmente lejanas del socialismo.
"Libertad de la ciencia";
la estatuye ya un párrafo de la
Constitución prusiana. ¿Para qué, pues, traer esto aquí?
"¡Libertad de conciencia!"
Si, en estos tiempos del Kulturkampf [11], se quería recordar al liberalismo sus viejas
con signas, sólo podía hacerse, naturalmente, de este modo: todo el mundo tiene
derecho a satisfacer sus necesidades físicas****, sin que la policía tenga que meter las
narices en ello. Pero el Partido Obrero, aprovechando la ocasión, tenía que
haber expresado aquí su convicción de que "la libertad de conciencia"
burguesa se limita a tolerar cualquier género de libertad de conciencia
religiosa, mientras que él aspira, por el contrario, a liberar la
conciencia de todo fantasma religioso. Pero, se ha preferido no sobrepasar el
nivel "burgués".
Y con esto, llego al final, pues el
apéndice que viene después del programa, no constituye una parte característica
del mismo. Por tanto, procuraré ser muy breve.
2."Jornada
normal de trabajo".
|
En ningún otro país se limita el partido
obrero a formular una reivindicación tan vaga, sino que fija siempre la
duración de la jornada de trabajo que, bajo las condiciones concretas, se
considera normal.
3. "Restricción del
trabajo de la mujer y prohibición del trabajo infantil".
|
La reglamentación de la jornada de trabajo
debe incluir ya la restricción del trabajo de la mujer, en cuanto se refiere a
la duración, descansos, etc., de la jornada; de no ser así, sólo puede
significar la exclusion del trabajo de la mujer de las ramas de producción que
son especialmente nocivas para e} organismo femenino o inconvenientes, desde el
punto de vista moral, para este sexo. Si es esto lo que se ha querido decir,
debió haberse dicho.
"Prohibición del trabajo infantil".
Aquí, era absolutamente necesario señalar el límite de la edad.
La prohibición general del
trabajo infantil es incompatible con la existencia de la gran industria y, por
tanto, un piadoso deseo, pero nada más. El poner en práctica esta prohibición
-- suponiendo que fuese factible -- sería reaccionario, ya que, reglamentada
severamente la jornada de trabajo según las distintas edades y aplicando las
demás medidas preventivas para la protección de los niños, la combinación del
trabajo productivo con la enseñanza desde una edad temprana es uno de los más
potentes medios de transformación de la sociedad actual.
4. "Inspección por
el Estado de la industria en las fábricas en los talleres y a
domicilio".
|
Tratándose del Estado prusiano-alemán,
debió exigirse, taxativamente, que los inspectores sólo pudieran ser
destituidos por sentencia judicial; que todo obrero pudiera denun ciarlos a los
tribunales por transgresiones en el cumplimiento de su deber; y que
perteneciesen a la profesión médica.
5. "Reglamentación
del trabajo en las prisiones".
|
Mezquina reivindicación, en un programa
general obrero. En todo caso, debió proclamarse claramente que no se quería,
por celos de competencia, ver tratados a los delincuentes comunes como a
bestias, y, sobre todo, que no se les quería privar de su único medio de
corregirse: el trabajo productivo. Era lo menos que podía esperarse de
socialistas.
6. "Una ley eficaz
de responsabilidad por las infracciones".
|
Había que haber dicho qué se entiende por
ley "eficaz" de responsabilidad por las infracciones.
Diremos de paso que, al hablar de la
jornada normal de trabajo, no se ha tenido en cuenta la parte de la legislación
fabril que se refiere a las medidas sanitarias y medios de protección contra
los accidentes, etc. La ley de responsabilidad por las infracciones sólo entra
en acción despues de infringidas estas prescripciones.
En una palabra, también el apéndice se
distingue por su descuidada redacción.
Dixi et
salvavi animan meam.*****
* En la edición alemana de Obras Completas de Marx
y Engels, t. XIX, no aparece la palabra "vieja".
** En la edición alemana de Obras Completas
de Marx y Engels, t. XIX, se lee: si no se está en condiciones.
*** Partidarios de la reforma financiera.
**** En la edición alemana de Obras
Completas de Marx y Engels, t. XIX, se lee: satisfacer sus necesidades
religiosas lo mismo que sus necesidades corporales, sin que la polícia tenga
que meter sus narices.
***** He dicho y salvado mi alma.
Notas
[1] Se trata aquí de las elecciones del lo de
enero de 1874 al reichstag.
[2] Con este calificativo tal vez se refiera Marx
irónicamente a Hasselmann, redactor en jefe del Neuer Social-Demokrat.
Este periódico era el órgano central de la Asociación General
de los Trabajadores de Alemania (lassalleanos) que aparecía en alemán tres
veces por semana en Berlín (1871-1876). La tendencia de dicho periódico
reflejaba enteramente la política practicada por los lassalleanos para
acomodarse al régimen de Bismarck y complacerse con la clase dominante de
Alemania y, por consiguiente, con el oportunismo y el nacionalismo de los
dirigentes lassalleanos. Partiendo de esta posición de sectarismo, dicho
periódico se opuso sistemáticamente a los dirigentes marxistas de la Internacional y al
Partido Obrero Socialdemócrata Alemán y apoyó la actividad de los bakuninistas
y la de los partidarios de los grupos antiproletarios contra el Consejo General
de la Internacional.
[3] La
Liga de la
Paz y la
Libertad, organización pacifista burguesa, fue fundada
en 1867 en Suiza por un grupo de pequeñoburgueses republicanos y liberales (V.
Hugo y G. Garibaldi así como otros tomaron parte activa en sus actividades). De
1867 a
1868, Bakunin participó en su trabajo. Al comienzo, la Liga trató de utilizar el
movimiento obrero para sus propios fines. Difundía entre las masas la ilusión
de que la creación de unos "Estados Unidos de Europa" permitiría
poner fin a las guerras, y desviaba así al proletariado de la lucha de clases.
[4] Después del fracaso de la Comuna de París, Bismarck
trató, entre 1871 y 1872, de firmar un acuerdo con Austria y Rusia con miras a
reprimir conjuntamente el movimiento revolucionario, sobre todo la I Internacional.
En octubre de 1873, los tres países concertaron la alianza tripartita
preconizada por Bismarck, o sea, un acuerdo de acción común de los gobiernos de
los tres países en casos de "disturbios en Europa".
[5] Marx hace alusión al editorial publicado el 20
de marzo de 1875 en el Norddeutsche Allgemeine Zeitung. Allí, en lo
tocante al proyecto de programa del Partido Socialdemócrata Alemán se lee lo
siguiente: "La agitación socialdemócrata ha pasado a set más circunspecta
en muchos aspectos: reniega de la Internacional. . ."
Norddeutsche Allgemeine Zeitung, periódico conservador publicado en
Berlín entre 1861 y 1918, fue órgano of icioso del gobierno de Bismarck durante
las décadas del 60 al 80.
[6] Lassalle formuló su "ley de bronce"
en estos términos: "La ley económica de bronce que, en las condiciones de
hoy, bajo el poder de la oferfa y la demanda del trabajo, determina
los salarios, es ésta: el promedio de salario permanece siempre reducido a la
indispensable subsistencia que por lo común necesita un pueblo para prolongar
su existencia y para la reproducción.
Este es el punto en torno al cual oscila el salario diario real, sin poder
aumentar demasiado ni rebajarse demasiado por mucho tiempo. El salario diario
real no puede permanecer largamente por encima de este promedio, porque
entonces el mejoramiento de la situación de los obreros conduciría a un aumento
de la población obrera y con ello de la oferta de mano de obra, lo que
rebajaría nuevamente el salario a su nivel anterior o incluso por debajo de
éste.
El salario no puede, tampoco, quedar muy por debajo del nivel necesario de la
subsistencia por largo tiempo, ya que entonces sucederían la emigración, el
celibato y la abstención de procreación y finalmente, como resultado de la
miseria, el descenso de la población obrera, lo que reduciría la oferta de mano
de obra y haría subir el salario nuevamente a su antiguo nivel elevado. Así,
pues, el promedio de salario real existe en constante movimiento alrededor de
ese centro de gravedad: baja y sube, ora un poco por encima, ora un poco por
debajo de ese nivel." (Véase Libro de lectura para obreros, discursos
de Lassalle en Francfort del Meno el 17 y el 19 de mayo de 1863, Ediciones
Hottingen-Zürich, 1887).
Esta "ley" la desarrolló Lassalle por primera vez en sus Respuestas
abiertas al Comité Central sobre la convocatoria de un Congreso General Alemán
de Obreros en Leipzig, Zürich, 1863, págs. 15-16.
[7] Verso de la obra de Goethe Lo divino.
[8] Se refiere a las observaciones de Freidrich
Albert Lange en su obra Die Arbeiterfrage in ihrer Bedeutúng für Gegenwart
und Zukunft (El problema obrero en su significación para el presente y el
futuro ), Duisburg, 1865.
[9] El Atelier, revista mensual en
francés de los artesanos y obreros que se encontraban bajo la influencia de las
ideas del socialismo católico, publicada en Paris de 1840 a 1850. Su redacción,
que se elegía cada tres meses, estaba constituida por representantes de los
obreros.
[10] A los eisenachianos se les llamaba también
"los honrados".
[11] Kulfurkampf (Lucha cultural ) era
como llamaban los liberales burgueses al conjunto de medidas legislativas
adoptadas por el gobierno de Bismarck en los años 70 del siglo XIX. Al socaire
de la lucha por una cultura laica, estas medidas se dirigían contra la iglesia
católica y el partido del "centro", que apoyaban las tendencias
separatistas y antiprusianas de los funcionarios, los terratenientes y la
burguesia de los pequeños y medianos estados del Suroeste de Alemania. En la
década del 80, para reunir las fuerzas reaccionarias, Bismarck derogó la mayor
parte de estas medidas.
Escrito: Abril y mayo de 1875.
Primera Edición: Por Engels, en Neue Zeit, órgano
teórico del Partido Socialdemócrata Alemán, v. I, no. 18, 1891.
Digitalización: Juan Rafael Fajardo, para el Marxists Internet
Archive, abril de 2000.
Fuente: Tomado de C. Marx, Crítica al Programa de Gotha,
Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín (Beijing), República Popular China,
1979.
Anexo 1
PROGRAMA DEL PARTIDO OBRERO SOCIALDEMOCRATA ALEMAN
(Aprobado en Eisenach en 1869)
I. El Partido Obrero Socialdemócrata
persigue el establecimiento del Estado popular libre.
II. Cada miembro del Partido Obrero
Socialdemócrata tiene el deber de defender con todas sus fuerzas los siguientes
principios:
1. Las condiciones politicas y sociales de
hoy son en sumo grado injustas y deben, por tanto, ser combatidas con la mayor
energia.
2. La lucha por la emancipación de las
clases trabajadoras no es una lucha por privilegios de clase y prerrogativas,
sino por derechos iguales y deberes iguales y por la supresión de toda
dominación de clase.
3. La dependencia económica del obrero
respecto al capitalista constituye la base de toda forma de servidumbre, y por
tanto el Partido Obrero Socialdemócrata se esfuerza por dar a cada trabajador
el ingreso integral de su trabajo por la abolición del actual modo de
producción (sistema de salario) mediante el trabajo cooperativo.
4. La libertad politica es el
indispensable prerrcquisito para la liberación económica de las clases
trabajadoras. La cuestión social es por tanto inseparable de la política,
estando su solución condicionada por esta última y sólo siendo posible en un
Estado dcmocrático.
5. En vista de que la emancipación
política y económica de la clase obrera sólo es posible si ésta libra
conjuntamente y bien unida la lucha, el Partido Obrero Socialdemócrata se da
una organización unida, la cual, sin embargo, permite a cada cual hacer valer
su influencia para el bien de la comunidad.
6. En vista de que la emancipación de los
obreros no es una tarea ni local ni nacional, sino una tarea social que abarca
a todos los países en que existe una sociedad mo derna, el Partido Obrero
Socialdemócrata se considera, hasta donde las leyes de asociación lo permitan,
como una rama de la
Asociación Internacional de los Trabajadores, adhirién dose a
sus propósitos.
III. Como reivindicaciones inmediatas en
la agitación del Partido Obrero Socialdemócrata deben hacerse valer:
1. Concesión del derecho electoral
general, igual, directo y secreto a todos los hombres mayores de veinte años
para las elecciones al Parlamento, a los landstags de los diversos estados, a
las asambleas provinciales y municipales así como a todos los demás cuerpos
representativos. Se aseguraran sueldos suficientes a los representantes
elegidos.
2. Introducción de la legislación directa
(esto es, el derecho de proponer y de rechazar) por el pueblo.
3. Supresión de los privilegios de clase,
de propiedad, de nacimiento y de culto.
4. Establecimiento de la milicia popular
en lugar del ejército permanente.
5. Separación entre la iglesia y el Estado
y entre la escuela y la iglesia.
6. Instrucción obligatoria en las escuelas
populares e instrucción gratuita en todos los establecimientos de enseñanza
pública.
7. Independencia de los tribunales,
institución del jurado y de jurisdicciones profesionales, adopción del
procedimiento público y oral y del pleito gratuito.
8. Derogación de todas las leyes sobre la
prensa, el derecho de reunión y de asociación; introducción de la jornada
normal de trabajo; limitación del trabajo de las mujeres y prohibición del
trabajo de los niños.
9. Supresión de todos los impuestos
indirectos e introducción de un impuesto único, directo y progresivo sobre la
renta y la herencia.
10. Apoyo estatal al cooperativismo y
crédito estatal para las cooperativas libres de producción bajo garantías
democráticas.
Fuente: Tomado de C. Marx, Crítica al Programa de Gotha, Ediciones en
Lenguas Extranjeras, Pekín (Beijing), República Popular China, 1979.
Digitalización: Juan Rafael Fajardo, para el Marxists Internet
Archive, abril de 2000.
Anexo 2
PROGRAMA DEL PARTIDO OBRERO ALEMAN
(Proyecto)
(Publicado en el Volksstaat,
No. 27, 7 de marzo de 1875)
I. El trabajo es la fuente de toda riqueza
y de toda cultura, y como el trabajo útil sólo es posible dentro de la sociedad
y a través de ella, el fruto íntegro del trabajo pertenece por igual derecho a
todos los miembros de la sociedad.
En la sociedad actual, los medios de
trabajo son monopolio de la clase capitalista; el estado de dependencia de la
clase obrera que de esto se deriva, es la causa de la miseria y de la
esclavitud en todas sus formas.
La emancipación del trabajo exige que los
medios de trabajo se eleven a patrimonio común de la sociedad y que todo el
trabajo sea regulado colectivamente, con un reparto equitativo del fruto del
trabajo.
La emancipación del trabajo tiene que ser
obra de la clase obrera, frente a la cual todas las demás clases no forman más
que una masa reaccionaria.
La clase obrera procura su emancipación,
en primer término, dentro del marco del Estado nacional de hoy, consciente de
que el resultado necesario de sus aspiraciones, comunes a los obreros de todos
los países civilizados, será la fraternización internacional de los pueblos.
II. Partiendo de estos principios, el
Partido Obrero Alemán aspira, por todos los medios legales, al Estado libre y
la sociedad socialista; a la abolición del sistema del salario, con su ley de
bronce y la explotación bajo todas sus formas; a la supresión de toda
desigualdad social y política.
III. Para preparar el camino a la solución
del problema social, el Partido Obrero Alemán exige que se creen cooperativas
de producción, con la ayuda del Estado bajo el control democrático del pueblo
trabajador. En la industria y en la agricultura, las cooperativas de producción
deberán crearse en proporciones tales, que de ellas surja la organización
socialista de todo el trabajo.
El Partido Obrero Alemán reclama como base
libre del Estado:
- 1. Derecho electoral general, igual,
directo y secreto de todos los hombres mayores de 21 años de edad
inclusive para todas las elecciones nacionales y municipales;
- 2. Legislación directa por el pueblo con
derecho a proponer y rechazar;
- 3. Servicio militar general, milicia
popular en lugar del ejército permanente. Decisión sobre la guerra y la
paz por la representación popular;
- 4. Derogación de todas las leyes de
excepción, sobre todo de las ley'es de prensa, asociación y reunión;
- 5. Justicia por el pueblo.
Administración de la justicia con carácter gratuito.
El Partido Obrero Alemán exige, como base
espiritual y moral del Estado:
- 1. Educación popular general e igual a
cargo del Estado. Asistencia escolar obligatoria general. Instrucción
gratuita.
- 2. Libertad de la ciencia. Libertad de
conciencia.
El Partido Obrero Alemán reclama, para
defender a la clase obrera contra el poder del capital dentro y fuera de la
sociedad de hoy:
- 1. Libertad de asociación.
- 2. Jornada normal de trabajo y
prohibición del trabajo del domingo.
- 3. Restricción del trabajo de la mujer y
prohibición del trabajo infantil.
- 4. Inspección por el Estado de la
industria en las fábricas, en los talleres y a domicilio.
- 5. Reglamentación del trabajo en las
prisiones.
- 6. Una ley eficaz de responsabilidad por
las infracciones.
Fuente: Tomado de C. Marx, Crítica al Programa de Gotha,
Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín (Beijing), República Popular China,
1979.
Digitalización:
Juan Rafael Fajardo, para el Marxists Internet Archive, abril de 2000.