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viernes, 14 de junio de 2019

DEBATE UMPIÉREZ SÁNCHEZ vs LÓPEZ ARNAL: LA DIALÉCTICA CONCEPTUAL EN LA ECONOMÍA POLÍTICA



EL VALOR COMO RIQUEZA SOCIAL

sábado, 8 de junio de 2019


López Arnal siempre ha presentado reparos al estatuto de la Lógica Dialéctica como tal Lógica. Pero cambiemos de nominación y así tal vez ponga menos reparos. Hablemos del pensamiento dialéctico sin que este se haya constituido en un cuerpo teórico autónomo. Pensar, entre otras cosas,  implica tener en cuenta todos los aspectos pertinentes que concurren en un problema. Cuántos más aspectos se tengan en cuenta, más multilateral se será y se estará más cerca del pensamiento dialéctico; y cuanto menos aspectos se tengan en cuenta, más unilateral se será y se estará más cerca del pensamiento metafísico. Es propio de la economía convencional proporcionar definiciones aisladas sobre el dinero. Así, por ejemplo, Paul Krugman y Robin Wells en su obra titulada Introducción a la Economía proporcionan la siguiente definición de dinero: “El dinero se define en términos de lo que es capaz de hacer: dinero es cualquier activo que puede ser fácilmente usado para adquirir bienes y servicios”. A esto se llama pensar de modo metafísico. Proporcionar definiciones aisladas y que se toman como puntos de partida. En El Capital, por el contrario, el dinero se presenta como el resultado de un proceso de evolución que atraviesa varias etapas. En el pensamiento de Marx hay dinamismo, mientras que en el pensamiento de Krugman y Wells predomina la visión estática de las cosas y sus relaciones mutuas. Y no solo se presenta esta diferencia al comparar el pensamiento de Marx con el de estos dos economistas convencionales, también ocurre que el pensamiento de Marx es más profundo, más rico y más complejo que el de los dos economistas convencionales.


Pedazos de papel

Krugman y Wells en la obra referida dicen lo siguiente: “Hoy día nos parece natural el que podamos entregar un cierto número de pedazos de un papel especial, impresos de manera sofisticadísima, y recibir cualquier bien o servicio a cambio”. A esto se llama economía vulgar: un pensamiento que capta las cosas en su manifestación más externa y superficial.  Reducir uno de los productos sociales más importantes de la vida humana, el dinero, que es resultado de un largo proceso de evolución social, a su forma más enajenada y extrañada, a su existencia material, implica un pensamiento muy pernicioso para la ciencia. Krugman y Wells no van más allá de la representación corriente que se hacen del dinero los agentes económicos. El dinero, eso que en la actualidad se presenta como “pedazos un papel especial, es la expresión de las relaciones económicas entre los seres humanos. Es un grave error filosófico el que cometen Krugman y Wells cuando presentan como cosas las relaciones sociales, contribuyendo de forma inconsciente a mantener la enajenación que experimentan los seres humanos, esto es, contribuyendo a que los seres humanos no controlen las relaciones económicas entre ellos y así no produzcan un mundo más justo y feliz.

El precio

Escuchemos de nuevo a Krugman y Wells en la obra referida: “Los billetes que lleva usted en su billetera son dinero. Otras formas de la riqueza, como los automóviles, las casas o los títulos de valor, no son dinero”. A esto se llama forma metafísica de pensar, todo lo contrario del pensamiento dialéctico –para que tome nota López Arnal–. Un rasgo del pensamiento metafísico es pensar por medio de definiciones aisladas, que es lo que hacen Krugman y Wells. Y otro rasgo del pensamiento metafísico, consecuencia de las definiciones aisladas, consiste en la desconexión de las partes del todo. Krugman y Wells ponen la mercancía en un lado, los automóviles, y el dinero en otro lado, como si entre esos dos lados no hubiera conexión ni transición. Si miramos cualquier automóvil que esté a la venta, observamos que lleva colgado su precio, por ejemplo, 20.000 euros. En el precio existe el dinero de forma ideal. Luego la separación y desconexión que Krugman y Wells suponen que se da entre las mercancías y el dinero no son ciertas. Fuera de la mercancía, en el bolsillo del comprador, existe el dinero contante y sonante, mientras que sobrepuesto en la mercancía existe el dinero en forma ideal. Ya hemos unido más el dinero con la mercancía, aunque en una modalidad de existencia distinta. Pero el precio es algo más que la simple existencia del dinero en forma ideal. Vamos a recurrir a dos economistas convencionales, Samuelson y Nordhaus, para ver cómo definen el precio en su obra Economía: “En un sistema de mercado, todo tiene un precio, que es el valor del bien expresado en dinero”. Ahora nos damos cuenta, gracias a Samuelson y Nordhaus, que entre el dinero y la mercancía no solo hay una conexión externa, sino también una conexión interna: el precio es la expresión del valor de un bien o un servicio. Del dinero llegamos al precio, que era algo superpuesto a la mercancía, y del precio hemos llegado al valor de la mercancía, que es una parte interna de la mercancía. Hemos roto así con la concepción metafísica de Krugman y Wells, que ponían en un lado a la mercancía y en otro el dinero, y que definía este último como la negación del primero: el dinero no es un automóvil. Dicho de forma general: el dinero no es una mercancía. Y si ya hemos llegado al valor, entonces ya podemos aterrizar en el pensamiento de Marx y así disfrutar de la riqueza de su pensamiento y su concepción del mundo transido por el inmenso poder de la contradicción, que es uno de los rasgos esenciales del pensamiento dialéctico.

Lo particular y lo social

Escuchemos a Marx en la sección de El Capital  dedicada al atesoramiento: “La mercancía como valor de uso satisface una necesidad específica y constituye un elemento particular de la riqueza material. Pero el valor de la mercancía mide el grado de su fuerza de atracción sobre todos los elementos de la riqueza material, o sea, la riqueza social de su poseedor”. Aquí vemos dos contrarios: elemento particular de la riqueza frente a riqueza social. Reflexionemos. Todas las personas realizan trabajos particulares y por consiguiente contribuyen a producir bienes o servicios particulares. En este ámbito nadie es más que nadie; o si lo es, lo es en pequeña medida. Una ingeniera satisfará una necesidad más compleja y de calidad que un barrendero, pero siempre satisfará una necesidad particular. Nadie produce todos los bienes y servicios que necesita. Pero el valor mide el grado de fuerza de atracción sobre todos los elementos de la riqueza material. Así que a más valor, la fuerza de atracción será mayor; y a menos valor la fuerza de atracción será menor. Por ejemplo, como el valor del esfuerzo o trabajo particular de Ronaldo es enorme, su riqueza social es inmensa; mientras que como el valor de la fuerza de trabajo de una cajera de supermercado es pequeño, su riqueza social es pequeña. Así que son en las diferencias de valor donde reside las desigualdades económico sociales, que tan superpoderosos y felices hacen a unos y que tan carentes de poder e infelices hacen a las mayorías sociales. Lo importante en este pensamiento de Marx estriba en que hablando de la contradicción entre valor de uso y valor la presenta como la contradicción existente entre el elemento particular de la riqueza y la riqueza social, entre cada uno de los bienes y servicios en su particularidad y el conjunto de los bienes y servicios. En esto estriba la riqueza del pensamiento de Marx y su poderosa dialéctica: en el continuo flujo y reflujo de sus conceptos: en el valor se ve el valor de uso.






Comentarios a un artículo de Francisco Umpiérrez Sánchez
SOBRE LÓGICA DIALÉCTICA, PENSAMIENTO DIALÉCTICO Y PENSAMIENTO METAFÍSICO

14/06/2019

En un reciente artículo -“El valor como riqueza social” [1]- el profesor Francisco Umpiérrez Sánchez hace referencia al que suscribe esta nota en dos ocasiones. Unos breves comentarios por mi parte. 

Empiezo por su segunda observación:

Escuchemos de nuevo a Krugman y Wells en la obra referida [Introducción a la Economía]: “Los billetes que lleva usted en su billetera son dinero. Otras formas de la riqueza, como los automóviles, las casas o los títulos de valor, no son dinero”. A esto se llama forma metafísica de pensar, todo lo contrario del pensamiento dialéctico –para que tome nota López Arnal– .

Aunque no acabo de captar bien por qué Umpiérrez Sánchez se dirige a mí explícitamente en este punto, tomo nota por supuesto (y añado, de manera cortés, que no me parece totalmente cortés la forma que tiene de indicarme que tome nota).

Para nuestro autor un rasgo de lo que él llama “pensamiento metafísico” es pensar, por una parte, por medio de definiciones aisladas -lo que, en su opinión, hacen Krugman y Wells en el citado ensayo-, y, por otra, en la desconexión de las partes del todo. Sin estar muy puesto en estas consideraciones metodológicas, a mí también me parece adecuado evitar las desconexiones (acaso provisionalmente necesarias en muchas ocasiones) construyendo un pensamiento globalista cuidadoso (no especulativo sin pie firme) que las integre o disuelva (y que supere, si existiera, la desconexión inicial).

Veamos la primera referencia, la que abre su artículo. Dice así:

López Arnal siempre ha presentado reparos al estatuto de la Lógica Dialéctica como tal Lógica. Pero cambiemos de nominación y así tal vez ponga menos reparos. Hablemos del pensamiento dialéctico sin que este se haya constituido en un cuerpo teórico autónomo. Pensar, entre otras cosas, implica tener en cuenta todos los aspectos pertinentes que concurren en un problema. Cuántos más aspectos se tengan en cuenta, más multilateral se será y se estará más cerca del pensamiento dialéctico; y cuanto menos aspectos se tengan en cuenta, más unilateral se será y se estará más cerca del pensamiento metafísico.

La verdad es que no ha sido siempre. Me hice un lío sobre el tema hace ya muchos años; algunas lecturas juveniles no ayudaron. Pero ciertamente sigo teniendo reparos a la consideración de la mal llamada “lógica dialéctica” como una alternativa a la fijista, antidinamicista o incluso burguesa “lógica formal”. Los disparates de esa “línea de reflexión e investigación” son conocidos. No es necesario citar nombres. Manuel Martínez Llaneza habló de ese maltrato de la ciencia en un estudio imprescindible [2]. En algunos de esos escenarios, se habla de la contradicción como un atributo permanente y generalizado de la realidad misma y se generan elogios a una “lógica dialéctica alternativa” que asuma la tal contradicción como si fuera esperada y bendita agua de abril o mayo. Un sendero claramente equivocado.

No se bien a qué se refiere Umpiérrez Sánchez cuando afirma que “sin que este [el pensamiento dialéctico] se haya constituido en un cuerpo teórico autónomo”, pero, desde luego, no tengo ninguna objeción con el uso de la expresión. Aunque no siempre está claro lo que queremos decir con ella (Mario Bunge, entre otros, nos enseñó sobre ello hace muchos años), me parece mucho mejor hablar de pensamiento dialéctico que de la lógica dialéctica.

Dudo, eso sí, si pensar, “entre otras cosas, implica tener en cuenta todos los aspectos pertinentes que concurren en un problema”. Tal vez ese tener en cuenta todos los aspectos sea una tarea sobrehumana y, por el contrario, en muchas ocasiones pensar significa no tener en cuenta, provisionalmente, todos los aspectos pertinentes que concurren, o creemos que concurren, en un problema. En las ciencias naturales, en la física, por ejemplo, ese no tener en cuenta “todos los aspectos” de manera provisional es frecuente. Los resultados están a la vista.

Umpiérrez Sánchez afirma a continuación que “cuántos más aspectos se tengan en cuenta, más multilateral se será y se estará más cerca del pensamiento dialéctico”. Me parece entender aquí una finalidad gnoseológica razonable. Ningún problema si es operativa, si no nos lleva al desasosiego por no alcanzar imposibles. Me parece entonces que, siguiendo esa forma de hablar, muchísimo conocimiento científico, en ciencias naturales o sociales, aspira a ser (es incluso) pensamiento dialéctico.

En cambio, cuanto menos aspectos se tengan en cuenta, añade nuestro autor, “más unilateral se será y se estará más cerca del pensamiento metafísico”. La afirmación parece ser, de nuevo, una caracterización de lo que él llama pensamiento metafísico, una limitación -unilateralismo- severa en términos gnoseológicos (también en términos políticos). Para evitar confusiones, desde el uso normal del término metafísica (asociado a pensamiento metafísico, si bien en otra acepción de la expresión), en mi opinión es perfectamente posible un hacer metafísico, un pensar metafísico, que sea dialéctico en grado sumo. Ejemplo: el reciente ensayo, deslumbrante en mi opinión, de uno de nuestros filósofos más dialécticos… y más metafísicos (a un tiempo y sin contradicción), Miguel Candel: Ser y no ser. Crítica de la razón narcisista [3].

En síntesis, creo que el profesor Umpiérrez Sánchez y yo tenemos total o casi total acuerdo en que es mejor no hablar de lógica dialéctica y que vamos por mejor camino gnoseológico si hablamos de pensamiento dialéctico, esforzándonos en concretar, en la medida de nuestras fuerzas, qué entendemos por tal, a un tiempo que reflexionamos si existe tanta diferencia real entre ese tipo de pensamiento (que sería, digamos, el bueno, el vindicable) y otros pensamientos que no llevan adheridos la etiqueta “dialécticos”.


Notas
2) Manuel Martínez Llaneza, La ciencia mal-tratada. Crítica a Razón y Revolución de Alan Woods y Ted Grant. http://www.profesionalespcm.org/_php/MuestraArticulo2.php?id=9497
3) Publicado por la editorial Montesinos en 2018. Sendas entrevistas con el autor sobre su ensayo -Entrevista a Miguel Candel sobre Ser y no ser. Crítica de la razón narcisista. “La metafísica puede parecer inane, uránica y escapista, pero tiene muchas más consecuencias prácticas de las que uno podría pensar a primera vista”- en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=246375 y https://www.rebelion.org/noticia.php?id=246585

miércoles, 20 de marzo de 2019

CONCRETO TEÓRICO Y MISTIFICACIÓN



lunes, 18 de marzo de 2019


Un concreto teórico es una totalidad de conceptos articulados. Debe tener un carácter orgánico, esto es, los conceptos articulados deben distinguirse funcionalmente. En dicha totalidad conceptual hay que hacer tres distinciones: uno, la existente entre los conceptos elaborados y los conceptos que sirven de material de elaboración, dos, la existente  entre los conceptos fundamentales y los conceptos derivados, y tres, la existente entre los conceptos principales y los conceptos secundarios. Los conceptos fundamentales de El Capital son los siguientes: valor de uso y valor –en el valor incluimos el valor en su forma acabada, esto es, el dinero– capital constante, capital variable y plusvalía. La utilidad,  la necesidad y la satisfacción son conceptos que sirven de material de elaboración, pero ellos mismos carecen de elaboración propia. Mientras que el concepto de valor de uso y valor, en su condición de conceptos fundamentales, son conceptos elaborados.  El concepto de precio, por ejemplo, es un concepto derivado del concepto de dinero, quien en esta relación debemos considerarlo concepto principal. Y otro ejemplo: el concepto de ganancia es un concepto derivado del concepto de plusvalía. Hay conceptos como el de apariencia y mistificación que son conceptos secundarios sin elaboración. De ahí que sea un error hablar de que en El Capital hay una teoría de la apariencia o considerar que el concepto de mistificación desempeña un papel fundamental o principal en dicho cuerpo teórico, como mantiene Clara Ramas, quien en la presentación de su obra Fetiche y mistificación capitalista, se formula la siguiente idea:Clara Ramas analiza hasta qué punto ambos conceptos, el de fetiche y mistificación, constituyen el núcleo de la crítica de la economía política”. Si bien es cierto que el concepto de fetiche está elaborado en El Capital, no es cierto que surque toda esa obra teórica; mientras que el concepto de mistificación carece de elaboración propia. Y en palabras de Marx: “Esta naturaleza doble del trabajo contenido en la mercancía la he demostrado yo por primera vez de un modo crítico. Como éste es el punto en torno al cual gira la comprensión de la economía política, debemos examinarlo más de cerca”. De lo que debemos concluir que “el núcleo” de la crítica de la economía política lo constituyen los conceptos de trabajo concreto y de trabajo abstracto.


La reproducción ampliada: el concreto teórico

La reproducción ampliada es el concreto teórico donde veremos el papel que desempeñan los conceptos de apariencia y mistificación. Hay teóricos marxistas que hacen de los conceptos de apariencia y mistificación conceptos diluidos y vagos. ¿Cuál es la causa? Que lo desligan del concreto teórico al que pertenecen. Los conceptos no se deben llevar más allá de sus límites, esto es, extenderlos más allá del concreto teórico al que pertenecen. Cosa diferente sería que alguien al percatarse de que Marx analiza un fenómeno donde la apariencia se opone a la esencia, decide elaborar una teoría de la apariencia donde la apreciación de Marx representa una parte de dicha exposición. La apariencia es una categoría filosófica especialmente vinculada a la epistemología de la percepción y es ahí donde adquiere su reinado como categoría fundamental.  También es necesario no modificar el papel que los conceptos desempeñan en el concreto teórico: si son secundarios, no deberían presentarse como principales; y si son derivados, no deberían presentarse como fundamentales.

En lo que sigue expondré los cuatro razonamientos mediante los cuales se llega al concepto de mistificación tal y como figuran en el capítulo de El Capital titulado Conversión de la plusvalía en capital. Los expondré sin extenderme mucho. Presupongo en el lector ciertos conocimientos básicos sobre el valor de uso, el valor y el capital, tal y como han sido expuestos en El Capital. Primer razonamiento: Capital y plusvalía. Segundo razonamiento: Forma de existencia originaria del capital y la plusvalía. Tercer razonamiento: Trabajo propio y trabajo ajeno. Cuarto razonamiento: Mera apariencia o forma pura.

Capital y plusvalía

Marx señala que en capítulos anteriores se ha estudiado cómo brota la plusvalía del capital. En esta exposición se demuestra que sin alterar las leyes de la producción mercantil el propietario del capital puede apropiarse de trabajo ajeno. La posibilidad de este hecho se basa en tener claro en que una cosa es el valor de la fuerza de trabajo y otra muy distinta es el valor creado por el uso de la fuerza de trabajo. Y la clave está en que la fuerza de trabajo crea más valor del que cuesta. Mientras que en el capítulo referido anteriormente, titulado Conversión de la plusvalía en capital, se estudiará cómo nace el capital de la plusvalía. Ahora Marx elabora de modo simple el concepto de acumulación afirmando: “La utilización de la plusvalía como capital o la reconversión de plusvalía en capital se llama acumulación de capital”. De ahí que el concepto fundamental de este capítulo sea la conversión de la plusvalía en capital; en ningún caso el concepto de mistificación.

Forma de existencia originario del capital y de la plusvalía

Mientras que el capital existe originariamente como dinero, no sucede lo mismo con la plusvalía: existe desde un principio como una parte del producto elaborado por el trabajador colectivo. En el trabajo colectivo siempre hay que incluir el trabajo del gestor o gestores de la empresa. Si el producto total se vende, donde incluimos el capital y la plusvalía, el capital retorna a su forma originaria, mientras que la plusvalía transforma su forma de existencia originaria: de existir en forma de producto del trabajo pasa a existir en forma de dinero, de manera que en cuanto a la forma no se diferencia del modo originario de existencia del capital. Este concepto, el referido a la forma de existencia originario de la plusvalía y su reconversión en dinero, constituye un concepto principal en la elaboración del capítulo referido.

Trabajo propio y trabajo ajeno

Este razonamiento puede llevar por título una parte de lo expresado por Marx en la sección primera del capítulo referido: “Conversión de las leyes de propiedad de la producción de mercancías en leyes de la apropiación capitalista”. En esta sección Marx nos habla de un hilandero que ha desembolsado un capital de 10.000 libras esterlinas, donde 4/5 partes se han invertido en capital constante y 1/5 se ha invertido en salarios. Marx dice que el capital originario se formó mediante el desembolso de 10.000 libras esterlinas. Y se pregunta: ¿De dónde las sacó su poseedor? Y responde, siguiendo el decir de los economistas políticos: De su trabajo y el de sus antepasados. Y añade Marx que esta hipótesis es la única que concuerda con las leyes de la producción de mercancías. Dicho de otra forma: debemos aceptar que el dinero que lleva el hilandero al mercado como capital se basa en el trabajo propio.

Supone Marx que la cuota de ganancia que obtiene el hilandero es del 20 por ciento, esto es, obtiene una plusvalía de 2000 euros. Ahora nos advierte que sabemos de dónde proviene esta plusvalía: está constituida enteramente por trabajo ajeno no retribuido. Si los 2000 euros los vuelve a invertir como capital y en la misma proporción, esto es, 4/5 partes en capital constante y 1/5 partes en capital variable, entonces es la clase obrera quien con el plustrabajo de este año crea el capital que al año siguiente creará trabajo complementario. Marx define este hecho, crear al año siguiente puestos de trabajo con el plustrabajo producido este año, producir capital con capital. Este concepto, producir capital con capital, es igualmente un concepto principal en el capítulo referido.

Mera apariencia o forma pura

El intercambio de mercancías, de acuerdo con sus propias leyes, se presenta como un intercambio de equivalentes. Y según nos advierte Marx: la transformación originaria de una suma de valor en capital se realiza en completa conformidad con las leyes del intercambio. Pero desde que la plusvalía se convierte en capital, las cosas cambian. Marx nos advierte que cuando la plusvalía se emplea como capital solo se intercambia en apariencia. ¿Por qué? “En primer lugar, la misma parte intercambiada por fuerza de trabajo no es más que una parte del trabajo ajeno apropiado (por el capitalista) sin equivalente, en segundo lugar, su productor, el obrero, no solo tiene que reponerla, sino que tiene que reponerla con un nuevo excedente”. 

Luego añade Marx: “La relación de intercambio entre capitalista y obrero deviene, pues, una mera apariencia inherente al proceso de intercambio, pura forma, ajena de por sí al contenido, y que tan solo lo mistifica”. En la forma de intercambio se produce el intercambio entre dinero, en manos del capitalista, y fuerza de trabajo, en manos del obrero. Pero con la plusvalía capitalizada sucede que el dinero que entrega el capitalista al obrero es trabajo de la clase obrera. Luego es intercambio solo por la forma, por el contenido no hay tal intercambio. De ahí que Marx catalogue a este intercambio mera apariencia. También afirma que la forma del intercambio es ajena al contenido del intercambio. De ahí que la llame pura forma. Y cuando se produce que la forma del intercambio es ajena de por sí al contenido, la forma mistifica o falsea  el contenido. Por último, Marx añade: “la constante compra y venta de la fuerza de trabajo es la forma. El contenido estriba en que el capitalista vuelve a cambiar siempre una parte del trabajo ajeno ya objetivado, del que se apropia incesantemente sin equivalente, por una cantidad cada vez mayor de trabajo ajeno vivo”. El contenido conceptual principal de este apartado es el siguiente: en el intercambio de mercancías se intercambia trabajo propio por trabajo ajeno, mientras que en el intercambio de la plusvalía capitalizada se intercambia trabajo ajeno por trabajo ajeno. Mientras que el concepto de mistificación es un concepto secundario atributivo sin elaboración. Y con respecto al concepto de mera apariencia también es un concepto secundario, cuya definición consistiría en lo siguiente: llamaremos mera apariencia de intercambio cuando la forma de intercambio no se corresponde con el contenido del intercambio. Y no hay más. Es un concepto con una mínima o escasa elaboración. No es un concepto plenamente desarrollado, como sucede con todos los conceptos fundamentales y principales de El Capital. Quien pretenda convertir dos conceptos secundarios como son el de mera apariencia y mistificación, uno con mínima elaboración y el otro carente de elaboración,  en conceptos principales de este concreto teórico titulado Conversión de la plusvalía en capital, sencillamente falta a la verdad o especula. Y si lo extiende a todo El Capital, más grave sería aún su falta a la verdad y su discurrir especulativo.