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lunes, 12 de abril de 2021

DE ROJAVA A CHIAPAS

Raúl Romero

12 abril, 2021


El Kurdistán es un pueblo con lengua y cultura propias que habita entre los ríos Tigris y Éufrates. Desde hace años y de distintas formas, este pueblo lucha por su autodeterminación. En el pasado, los territorios kurdos estuvieron divididos por los imperios otomano y persa. Después del reparto imperial que vino con la Primera Guerra Mundial, el pueblo kurdo quedó dividido entre Irak, Irán, Siria y Turquía.

La lucha del pueblo kurdo por su liberación se ha vuelto también una lucha por la sobrevivencia, en la que enfrentan a ejércitos de gobiernos nacionales, del Estado islámico y de potencias imperiales. Las organizaciones kurdas son varias y diversas entre ellas, incluso estas diferencias suelen ser usadas por los actores interesados en el petróleo de la región para disminuir la resistencia.

Entre las organizaciones del pueblo kurdo destaca el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), fundado en 1978, marxista-leninista, y que formó parte de las luchas anticoloniales que estallaron por aquellos años. Con el paso del tiempo, el PKK fue transformándose intelectualmente para encontrar un camino propio, el Confederalismo Democrático, un proyecto que, según Abdullah Öcalan –figura ideológica y prisionero político– se caracteriza por ser flexible, multicultural, antimonopólico, orientado hacia el consenso y en donde la ecología y el feminismo son pilares centrales.

El confederalismo democrático puede enunciarse como un proyecto anticapitalista, antipatriarcal, popular, construido por el pueblo kurdo, el cual experimentó entre 2012 y 2014 un momento paradigmático: la declaración de la autonomía de facto de Rojava, una región en el Kurdistán sirio, proceso que encontró eco internacional. En este proceso jugaría un papel determinante la resistencia armada encabezada por las mujeres kurdas y su congreso Kongra Star.

Para la socióloga Azize Aslan, Rojava no es sólo el territorio donde está teniendo lugar una revolución, es también un territorio donde la idea de una revolución está redefiniéndose. Su argumento es potente: ahí se construye una red de asambleas en donde los pueblos toman las decisiones respecto de su futuro. Son esas asambleas las que posibilitan la democracia directa y el autogobierno: El propósito del sistema de asambleas populares en Rojava es organizar un modelo anticapitalista y autónomo para una sociedad sin Estado, antipatriarcal y ecológica (https://bit.ly/2MJ0NYG).

La profundidad teórica y práctica de la crítica y alternativa que se construye en Rojava destaca por varios elementos: es un cuestionamiento a la modernidad capitalista, al Estado-nación, a la ciencia hegemónica, al patriarcado y al ecocidio. La crítica viene acompañada de una praxis encaminada a la construcción –no sin contradicciones– de una modernidad democrática con su confederalismo, su autonomía, su economía alternativa, con el protagonismo de las mujeres y también con su ciencia crítica, una ciencia que dio lugar a la Jineolojî o ciencia de las mujeres, basada en la ética, la estética, con poder práctico y relacionada con la economía.

Alessia Dro, del Movimiento de Mujeres del Kurdistán, ha señalado que una de las contradicciones más grandes de nuestro tiempo es la existente entre la resistencia de las mujeres y el patriarcado. Esa contradicción, recuperada como vertebral por la revolución kurda, es lo que propicia que miles de mujeres de todo el mundo se identifiquen con esa lucha: Para hacer una transformación, tenemos que lograr cambiar a la sociedad con una perspectiva de liberación de las mujeres. La liberación de las mujeres significa liberar la sociedad entera. Eso es algo que los movimientos revolucionarios en el mundo aún no han elaborado como eje prioritario, y creo que por eso hay mujeres de muchos lugares que nos unimos al movimiento (https://bit.ly/2PucW4H).

La solidez teórica y política que ha alcanzado la revolución kurda se refleja en el reconocimiento de sus pares en otros lugares del mundo. Es con el EZLN y con las mujeres zapatistas con quienes ha establecido un diálogo fraterno. En diciembre de 2019 la palabra de las mujeres de Rojava llegó hasta territorio zapatista, al semillero Huellas del Caminar de la comandanta Ramona, en donde se realizaba el II Encuentro Internacional de las Mujeres que Luchan: Hoy, querríamos haber estado junto a las mujeres zapatistas en el encuentro de mujeres que se ha celebrado allá, pero está claro que en nuestra situación y con los ataques a nuestro pueblo, esto no ha sido posible. Pero podemos decir que nuestros corazones están allá y con todas las mujeres en lucha por su libertad y la de sus pueblos. Porque estamos luchando contra todo tipo de ocupación impuesta a los pueblos, todo tipo de esclavitud impuesta a las mujeres. Y estamos juntas en la lucha.

En Rojava y en la Chiapas zapatista se construyen alternativas emancipatorias de nuevo tipo. No son las únicas, hay otras con sus propias formas y tiempos. Una nueva historia se está construyendo y hay que aprender a escucharla.

Fuente: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/de-rojava-a-chiapas/

 

 


lunes, 30 de octubre de 2017

TITIRITEROS Y LOS KURDOS: ARABIA SAUDÍ INTENTÓ UTILIZAR A LOS KURDOS PARA CORTAR LAS ALAS A IRÁN




Con Estados Unidos en retirada, Arabia Saudí se queda más débil que nunca como resultado de su juego con los kurdos


Middle East Eye
30-10-2017
Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós.


Desde el momento en que Massud Barzani, presidente de la región del Kurdistán iraquí, convocó su referéndum estaba claro qué grupo de países formaría una coalición para cortar de raíz un Kurdistán independiente. 

En una región con 30 millones de kurdos que abarca cuatro países, Turquía, Irán e Iraq compartían un interés particular en suprimir al estado en ciernes desde su nacimiento, incluso aunque para Ankara significara abandonar al único aliado kurdo del que dependía en su guerra contra el Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK) en el país y contra el Partido de la Unión Democrática del Kurdistán (PDK) en Siria.

Menos claro parecía, sin embargo, qué grupo de Estados respaldaría a Barzani. Israel fue el único actor regional que lo hizo expresamente. Como declaró su primer ministro Benajmin Netanyahu, “Israel apoya los esfuerzos legítimos del pueblo kurdo para lograr su propio Estado”.

Aunque Israel consideraba al PKK como un grupo terrorista, Yair Golan, antiguo subjefe del ejército israelí, declaró en una conferencia en Washington que él personalmente no. “Cuando miras a Irán en el este, cuando ves la inestabilidad en la región, una entidad kurda estable y unificada en medio de este espacio empantanado no es tan mala idea”.

El razonamiento de Golan no era del todo ajeno a otra potencia regional con un interés en utilizar a los kurdos para cortar las alas a Turquía, a Irán y a Iraq: Arabia Saudí. De cara a la galería, el Rey Salman respaldaba firmemente la unidad de Iraq. Detrás de escena, la corte real despachó una serie de emisarios para animar a Barzani en su proyecto de dividir el Estado iraquí y cuestionar la integridad territorial de Turquía e Irán. Uno de ellos es un general retirado en las fuerzas armadas saudíes, Anwar Eshki, presidente en la actualidad del think-tank saudí Centro de Estudios Estratégicos y Legales para Oriente Próximo.

Eshki fue explícito sobre el razonamiento del reino. Manifestó ante el Consejo de Relaciones Exteriores que trabajar para la creación de un Gran Kurdistán por medios pacíficos “reduciría las ambiciones iraníes, turcas e iraquíes. Ello desarticulará un tercio del territorio de cada país a favor del Kurdistán”. Eshki reiteró su apoyo a un Estado kurdo independiente en una reciente entrevista telefónica con la agencia de noticias rusa Sputnik, donde afirmó que el reino saudí no se interponía en el camino de la voluntad del pueblo. “Creo que los kurdos tienen derecho a tener un Estado propio. […] Iraq ha do muy lejos en la marginación de los kurdos. Y como el propio Barzani señaló, él no se ha adherido a la constitución que dividió Iraq en razas y sectas. Si el gobierno iraquí sigue por el mismo camino, podría ser que Iraq se acabara dividiendo en más de dos”.

Otra señal es la enviada en marzo de este año por un asesor de la corte saudí: Abdulá al Rabiah declaró a Saudi Okaz Daily que el Kurdistán iraquí tenía un alto potencial económico, cultural, político y militar imposible de eliminar por Irán y Turquía. Tras reunirse con Barzani, Rabiah señaló que el Kurdistán tenía “las bases necesarias para la independencia y defendía su existencia”. Otro miembro clave de la alianza saudí, Emiratos Árabes Unidos, hizo lo propio. Me cuenta una fuente fiable que el hijo de Barzani, Masrur, jefe del Consejo de Seguridad Nacional, hizo una visita secreta a Abu Dhabi solo un mes antes del referéndum del 25 de septiembre.

En Emiratos Árabes Unidos, académicos a la sombra del Príncipe Heredero de Abu Dhabi, Muhammad bin Zayid, hicieron mucho más que emitir declaraciones de apoyo. Abdulá Abd al Jaliq publicó un mapa donde se representa el Estado de Kurdistán que se establecería dentro de unos años y que tendría una población que podría ascender a 30 millones. También pidió al presidente turco, Recep Tayip Erdogan, que no penalizase a Kurdistán por el referéndum pues, dijo, “es una medida democrática”.

Todo esto no pasó desapercibido en Bagdad. The New Arab citó a un funcionario iraquí que denunciaba que Irbil había firmado un “memorando de entendimiento” con Ibtisam al Kutbi, director del Centro de Políticas de Emiratos Árabes Unidos, para ayudar a organizar el referéndum. Emiratos Árabes Unidos negó informes de que su cónsul en Irbil hubiera asistido al referéndum y hubiera visitado algunos colegios electorales.

Arabia Saudí muestra sus intenciones

Arabia Saudí envió otras señales de que su política en la región estaba cambiando. Sorprendió una visita secreta del ministro saudí para asuntos del Golfo, Zamer al Sabhan, a Raqqa (Siria). Según Al Quds al Arabi, al Sabhan fue fotografiado con Brett McGurk, enviado especial de Estados Unidos para la campaña contra Daesh, acompañado por comandantes militares de las Fuerzas Democráticas Sirias respaldadas por Estados Unidos, los mismos que erigieron un retrato del líder del PKK Abdulá Ocalan, en las ruinas de la ciudad recién liberada de Daesh. Era aparentemente un mensaje dirigido a Turquía.

Una vez que se derrumbó la resistencia de los peshmerga kurdos en Kirkuk, Riyad abandonó rápidamente el barco. Salman llamó a Haider al Abadi, primer ministro de Iraq, para subrayar el apoyo del reino a la unidad de Iraq y lo invitó a visitar Riad la semana siguiente. El jefe de personal del ejército iraquí ha visitado el reino esta semana.

El fiasco de Kirkuk es el último ejemplo de la inestabilidad asociada al desmoronamiento del imperio estadounidense en Oriente Próximo. Tanto Turquía, como el Gobierno Regional del Kurdistán, Iraq y Arabia Saudí son aliados en los que Estados Unidos ha invertido mucho dinero. Pero eso ya ha dejado de significar algo habida cuenta de cómo estos aparentes aliados militares de EEUU se miran entre sí: recuerdan más a cómo se comportaron los estados o principados de la Europa del siglo XVIII que a cualquier otra cosa que hayamos presenciado en el siglo pasado.

Las unidades del ejército iraquí entrenadas y financiadas por EEUU operaron junto a las milicias chiíes respaldadas por Irán para expulsar a las fuerzas kurdas peshmergas equipadas por EEUU, que eran instrumentos esenciales en la lucha contra el Daesh en el norte de Iraq.

La limpieza étnica alrededor de Kirkuk durante la última semana ha sido real. Cerca de 100.000 kurdos han tenido que huir de sus hogares, muchos de sus negocios han sido incendiados y decenas de combatientes peshmerga asesinados.

Mientras esto sucedía Washington se ha mantenido al margen. Un portavoz del Departamento de Estado ha declarado que “la reafirmación de la autoridad federal sobre las áreas en disputa de ninguna manera cambia su status; siguen siendo disputadas hasta que su estatuto se resuelva de acuerdo con la constitución iraquí”.

El paraguas militar estadounidense echo jirones

De hecho, la lucha sobre Kirkuk constituye la primera gran violación del pacto en el Iraq post Sadam según el cual Bagdad no usaría la fuerza militar contra los kurdos. El primer ministro iraquí, Abadi, ha reafirmado su autoridad. La recuperación de Kirkuk le favorece en la lucha contra su rival, el ex primer ministro Nuri al Maliki, en las elecciones nacionales del próximo año, y lo que diga o no la Constitución iraquí poco cuenta.

De manera que ser aliado de EEUU no supone tener garantías de contar con un paraguas diplomático estadounidense y mucho menos militar. El vacío dejado por la retirada de Estados Unidos –yo veo en el nacionalismo de America First de Donald Trump la continuación de la atenuación que inició Barack Obama respecto al intervencionismo de Bush– es aún más desestabilizador que un presidente que ha convertido la Casa Blanca en un reality show.

Cualquiera que fuera el apoyo con el que contaba internamente de los peshmerga leales a la UPK, que no ha recibido, Barzani también interpretó equivocadamente las señales de Riad y Abu Dhabi. Bienvenidos al mundo post-occidental. Tanto Gran Bretaña como Rusia atravesaron el doloroso proceso de la pérdida de sus imperios. Ahora le toca el turno a Washington.

La retirada estadounidense no deja un nuevo equilibrio de poder controlado por potencias regionales fuertes. Deja una vasta zona de espacios disputados controlada por ejércitos independientes y curtidos en guerras con armas occidentales. Se abandonan aliados tradicionales y se desintegran políticas de la noche a la mañana.

Irán gana, nuevamente

Por supuesto hay ganadores. Uno de ellos es Irán. En ausencia de un mediador internacional fuerte y confiable, Qasim Suleimani, el dirigente de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria Islámica, parece haber jugado un papel mucho más eficaz al convencer al sector de la familia Talabani de la UPK de llegar a un acuerdo con las fuerzas de Hashd al Shaabi, aunque la milicia chií rápidamente retiró a sus combatientes dejando el control a ejército y policía federal iraquíes.

Solo dos días después de que su contrato nuclear fuera “descertificado” por Donald Trump, Irán, a través de sus representantes subsidiarios chiíes, ha logrado controlar efectivamente otra parte estratégica de los bienes raíces de Iraq y varios de sus pozos de petróleo.

Turquía ha sido empujada todavía más a la esfera de Teherán. La fuerza simbólica de Turquía en Iraq está ahora rodeada por todas partes de milicias chiíes de Hashd al Shaabi, respaldadas por Irán y utilizadas para encabezar el asalto a Kirkuk.

Arabia Saudí es más débil regionalmente que nunca. ¿Comprenderá y aprenderá algo cada vez que juega a Juego de tronos y pierde? El legado resultante de estas luchas es un listado cada vez más largo de ciudades suníes en ruinas y millones de refugiados. Esas ruinas y los refugiados son el resultado del llamado liderazgo saudí en el mundo árabe suní.


sábado, 18 de marzo de 2017

RUSIA Y ESTADOS UNIDOS ‘NEUTRALIZAN’ LA INTERVENCIÓN DE TURQUÍA EN LA GUERRA SIRIA




·         www.cuartopoder.es
·         marzo 17º, 2017

En una operación combinada sin precedentes en la guerra siria, EEUU y Rusia se han interpuesto entre el Ejército turco y las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), la alianza liderada por el Partido Kurdo de la Unidad Democrática (PYD), “arrinconando” así a los grupos rebeldes respaldados por Ankara en una “franja de seguridad” delimitada por las localidades de Azaz, Jarabulús y Al Bab, ciudad esta última recientemente arrebatada por estos grupos al Estado Islámico.

Tal hecho tiene una repercusión trascendental en el desarrollo del conflicto ya que, en la práctica, neutraliza la intervención turca en Siria y debilita enormemente a la denominada “oposición moderada”, apoyada por Turquía, Arabia Saudí y Qatar. 

Por el contrario y muy a pesar de la estrategia turca, refuerza considerablemente el “factor kurdo”, sobre todo si, como parece previsible, las SDF consiguen entrar en Raqqa, principal ciudad en manos del Estado Islámico.

Para el Gobierno de Tayip Erdogán, cuyas relaciones con los países occidentales no pasan precisamente por su mejor momento, supone un fuerte revés para su estrategia en Siria, ya que, una vez tomada Al Bab, había anunciado expulsar a las SDF de la zona de Manbij para, después, dirigirse a Raqqa, dejando así fuera de esta importante operación a la alianza kurdo-árabe.

En este sentido, Erdogán había pedido al nuevo presidente norteamericano, Donald Trump, que dejara de apoyar al PYD, argumentando que se trata de una organización terrorista al ser “la rama siria del PKK”.

Estado actual de la zona norte de Siria, donde confluyen las estrategias de Rusia, Turquía y EEUU. / Manuel Martorell
El problema con el que se ha encontrado Ankara estriba en que no solo el Pentágono ha ratificado su apoyo al PYD y a sus SDF, sino que ha enviado nuevas partidas de armamento y más unidades terrestres de combate para ayudarles en la ofensiva sobre Raqqa.

Por su parte, Rusia, que hasta ahora estaba coordinando sus operaciones militares con Turquía, ha decidido, de acuerdo con el Gobierno de Damasco, poner fin a la penetración turca en territorio sirio, considerando suficiente “premio” a su colaboración en la ofensiva de Alepo la creación de la citada “franja de seguridad”, con la que ha logrado abortar la conexión territorial de la distintas zonas kurdas.

Hay que recordar que Turquía facilitó la derrota de la resistencia rebelde en Alepo al desplazar a cientos de combatientes de esta ciudad y de la vecina provincia de Idlib para utilizarlos en la ofensiva de Al Bab, provocando así, indirectamente, la mayor derrota de la oposición en toda la guerra. 

De hecho, tras la pérdida de Alepo, las tropas gubernamentales no dejan de avanzar y la presencia rebelde ha quedado limitada a la citada “franja de seguridad”, la provincia de Idlib, una parte de Daraa, junto a la frontera con Jordania, y algunas bolsas rebeldes en Damasco, Hama y Homs.


Estos tres mapas permiten entender mejor la influencia política, demográfica y económica de las partes en conflicto. / M.M.
Además, este debilitamiento de los grupos apoyados por Turquía ha supuesto también que, en la propia provincia de Idlib, hayan quedado en franca minoría frente a la nueva alianza liderada por Al Qaeda bajo el nombre de Tahrir al Cham. 

Los citados grupos rebeldes “moderados” han tenido que buscar el apoyo sobre el terreno de la coalición islamista Ahrar al Cham, enfrentada a Al Qaeda pero también contraria a las conversaciones de paz que se están desarrollando en Ginebra y Astana.

La nueva situación, por ejemplo, ha permitido que las fuerzas de Damasco hayan llegado al río Éufrates y se hayan hecho con el control de la estación de bombeo que suministra agua potable a Alepo, un suministro que había sido interrumpido por el Estado Islámico. 

A partir de aquí, podría amenazar la ciudad de Tabqa, que cuenta con una importante base aérea y desde donde se controla la presa del mayor pantano de Siria.

El otro cambio trascendental en la correlación de fuerzas es la conversión del “factor kurdo” en el segundo en importancia del conflicto sirio, sobre todo si se confirma la toma de la ciudad de Raqqa. 

En realidad, las SDF, que no dejan de aumentar su capacidad militar, ya controlan en este momento un territorio tan amplio como el del régimen y muy superior al de los grupos rebeldes y el Estado islámico. 

Este control es aún más efectivo si nos referimos a la “Siria útil”, es decir a aquellas regiones más pobladas donde se concentran los recursos acuíferos, agrícolas y petroleros, como se puede apreciar en los tres mapas adjuntos.


Formación de nuevos combatientes, originarios de Raqqa, que se han sumado a las SDF. / Hawar News
En caso de perder Raqqa en Siria y Mosul en Irak, se interpreta que el Estado Islámico quedaría reducido a algunas zonas de la cuenca del Éufrates junto a la frontera sirio-iraquí, lo que permitiría al régimen concentrar sus esfuerzos bélicos en otros frentes.

En definitiva, el régimen de Damasco, apoyado por Rusia, y la alianza kurdo-árabe, apoyada por EEUU y otros países occidentales, tendrían en sus manos prácticamente toda la “Siria útil” y, probablemente, más del 80 por ciento de la población que todavía permanece dentro del país.

Teniendo en cuenta que el PYD, el partido kurdo que lidera las SDF, siempre ha defendido una salida al conflicto negociada con el Gobierno central, y el progresivo deterioro de la oposición islamista, parece lógico que, al final, la solución a la guerra siria, una vez derrotado el Estado Islámico, pase por un acuerdo entre el régimen y las Fuerzas Democráticas Sirias, convertidas ahora en la principal oposición al régimen de Bachar al Asad.


jueves, 1 de diciembre de 2016

FRANCIA Y TURQUÍA CONTRA LOS KURDOS




Al colaborar con el presidente turco Erdogan, el kurdo sirio Salih Muslim ha llevado parte del pueblo kurdo a la derrota. Ahora trata de rectificar su error y Ankara ha emitido contra él una orden de arresto.

por Thierry Meyssan 

Si los medios occidentales no logran explicar las guerras que asolan el «complicado Oriente» es porque no quieren reportar lo que pasa a escala regional. En lugar de entrar a discutir si lo que sucede en Siria es una revolución, una guerra civil o una agresión, o si la represión en Turquía se justifica o no, Thierry Meyssan propone una lectura diferente de los hechos a través del caso de los kurdos.

Red Voltaire | Damasco (Siria) | 29 de noviembre de 2016

Los medios occidentales de difusión abordan los acontecimientos del Medio Oriente país por país. Eso no sorprende a sus lectores, que en su mayoría desconocen la historia de esta región, pero lo cierto es que no logran entender este «complicado Oriente» perpetuamente en guerra.

El Medio Oriente no es para nada comparable con, por ejemplo, Europa, sino más bien con África ya que sus fronteras no se basan en realidades geográficas sino en los “arreglos” entre las potencias coloniales. A lo largo del siglo pasado, los Estados del Medio Oriente se esforzaron por convertir sus poblaciones en verdaderos Pueblos. Sólo Egipto, Siria e Irak lo lograron.

Durante los últimos 5 años, la prensa occidental ha hablado de «revolución democrática» en Túnez, en Libia, en Egipto y en Siria, ha hablado de «injerencia iraní» en Bahréin, Líbano y Yemen y de «terrorismo» en Irak. Pero en el Medio Oriente, todas las fuerzas implicadas, exceptuando solamente a las petrodictaduras del Golfo, han denunciado esa lectura de los acontecimientos y presentado una interpretación regional completamente diferente.

Observemos, por ejemplo, la situación de los kurdos. Podría explicar aquí la situación del Emirato Islámico (Daesh), pero este segundo ejemplo sería mucho más difícil de aceptar para los lectores occidentales.

Según la prensa occidental, los kurdos son felices en Irak, donde disponen de una autonomía casi total en el marco de un sistema federal felizmente impuesto por Estados Unidos. Pero en Siria luchan a la vez contra la dictadura alauita de la familia Assad y la opresión sunnita extremista del Emirato Islámico. Y están demasiado oprimidos en Turquía. Pero son un Pueblo con derecho a un Estado independiente… en Siria, pero no en Turquía.

Para los propios kurdos, la realidad es muy distinta.

Los kurdos tienen una cultura en común, pero no comparten la misma lengua, ni la misma historia.

Para explicar las cosas brevemente hay que decir que los kurdos de Irak eran principalmente pro-estadounidenses durante la guerra fría mientras que los de Turquía y Siria eran pro-soviéticos. Preocupado ante el fuerte respaldo que la URSS encontraba en Turquía, Estados Unidos organizó primeramente una ola de migración kurda hacia Alemania, para que Turquía no se sintiese tentada a romper con la OTAN. Posteriormente, Estados Unidos estimuló la represión contra los kurdos del PKK [1]. Durante la guerra civil de los años 1980, cientos de miles de kurdos turcos del PKK buscaron refugio en Siria, junto a su líder, Abdullah Ocallan, y obtuvieron la protección del Estado sirio. En 2011, esos kurdos de Turquía y sus descendientes optaron por la nacionalidad siria.

Entremos ahora en la parte fundamental de este tema. Nadie mencionó la existencia de una «cuestión kurda» durante lo que llamaré la Primera Guerra de Siria –la que trató de extender a ese país la «primavera árabe» utilizando las técnicas de las guerras de 4ª generación. Todo comenzó poco a poco a partir de la Segunda Guerra de Siria –la que se abrió con la conferencia de los autoproclamados «Amigos de Siria», realizada en París, en julio de 2012.

Las declaraciones de los dirigentes de los países miembros de la OTAN hacían pensar que el derrocamiento de la República Árabe Siria era inminente y que la Hermandad Musulmana ascendería al poder en Damasco, como ya había sucedido en Túnez, en Libia y en Egipto. Así que Turquía invitó las poblaciones del norte de Siria a venir a su territorio, a ponerse al abrigo de los sobresaltos de la «revolución». En septiembre, Ankara incluso nombró para esas poblaciones un «walli», o sea un prefecto turco. Pero ese término proviene de la época otomana y recuerda la opresión del sultán. Bajo la autoridad directa del entonces primer ministro turco Erdogan, ese prefecto –cuyo nombre es Veysel Dalmaz– distribuyó entre los «refugiados» miles de millones de dólares facilitados por las petrodictaduras del Golfo.

En aquel momento, todos vieron que se trataba de una maniobra para debilitar a Siria. Pero nadie entendió el verdadero motivo de aquel desplazamiento de población, a pesar de que Kelly M. Greenhill –muy vinculada a la embajadora de Estados Unidos en la ONU, Samantha Power– ya había publicado un trabajo universitario sobre La ingeniería estratégica de las migraciones como arma de guerra [2], trabajo que debería que haber llamado la atención sobre aquel movimiento. Turquía construyó nuevos poblados para albergar a los sirios, pero no los puso en manos de estos desplazados. De hecho, aún hoy siguen inhabitados. Ankara comenzó por hacer una selección entre los refugiados, según sus opiniones políticas, a algunos los mantuvo en campamentos donde podían recibir formación militar antes de mandarlos de regreso a Siria como combatientes, y a otros los mezcló con la población turca para explotarlos como fuerza de trabajo barata.

Las poblaciones restantes en el norte de Siria se componían principalmente de cristianos, kurdos y turcomanos. Estos últimos se pusieron masivamente al servicio de Turquía y fueron puestos bajo las órdenes de la organización de los Lobos Grises, milicia fascista creada en 1968 por cuenta de la OTAN. Por su parte, Damasco creó milicias cristianas y kurdas para garantizar la protección del territorio. Durante 2 años todos los kurdos sirios lucharon bajo las órdenes de la República Árabe Siria.

Traicionando al fundador del PKK, Abdullah Ocallan, y a sus hermanos kurdos, el sirio Salih Muslim se alió con la Turquía que en los años 1980 masacró parte de su propia familia. Se reunió secretamente en París con los presidentes de Turquía y Francia –Hollande y Erdogan– y concluyó con ellos un pacto. Francia y Turquía se comprometieron a hacerlo presidente de un Estado independiente que se crearía en el norte de Siria. A cambio, Salih Muslim tendría que «limpiar» el terreno masacrando la población cristiana, exactamente como otros kurdos masacraron –hace un siglo– a otros cristianos por cuenta de los otomanos. Salih Muslim tendría que aceptar después que Turquía expulsara hacia el Estado donde él sería presidente a los kurdos turcos, que a su vez serían reemplazados por refugiados sunnitas sirios en los territorios kurdos de Turquía.

Este plan tiene una larga historia. Fue trazado por Ahmet Davutoglu, entonces ministro turco de Exteriores, y su homólogo francés Alain Juppé, en 2011, antes de la incorporación de Turquía a la guerra contra Libia y antes del comienzo de los desórdenes en Siria. El Pentágono lo asumió públicamente, en septiembre de 2013, cuando Robin Wright publicó en el New York Times el mapa de ese futuro Estado, y también el mapa de lo que sería el Califato de Daesh. Por supuesto, el primer Estado se llamaría «Kurdistán», a pesar de hallarse muy lejos del territorio del Kurdistán histórico definido por la Comisión King-Crane en 1919 y reconocido por la Conferencia en 1920. El segundo Estado sería un «Sunnistán» y abarcaría territorios pertenecientes a Irak y Siria, cortando así definitivamente la «ruta de la seda», que China espera restablecer.

Este plan perseguía los objetivos del sultán Abdulhamid II, de los Jóvenes Turcos y del Tratado de Lausana, firmado en 1923: la creación de una Turquía exclusivamente sunnita y la expulsión o masacre de todas las demás poblaciones. Fue precisamente para impedir ese plan y condenar a quienes habían iniciado su aplicación con la masacre de armenios y de griegos pónticos que Raphael Lemkins creó el concepto de «genocidio», cuya definición se aplica hoy tanto a los actos cuya responsabilidad recae en hombros de los franceses Juppé y Hollande y de los turcos Davutoglu y Erdogan.

Nadie debe confundirse sobre lo que aquí escribo. Si bien París y Ankara quieren crear una Turquía exclusivamente sunnita, el hecho es que la mayoría de los sunnitas se opone a ello, lo cual explica la feroz represión desatada tanto en Turquía y como en los territorios del Califato de Daesh.

En julio de 2015, el gobierno de Erdogan ordenó a Daesh la realización de un atentado en la localidad turca de Suruc, atentado que causó la muerte de kurdos y alevitas –estos últimos son el equivalente turco de los alauitas sirios– que expresaban su apoyo a la República Árabe Siria. Erdogan utilizó ese atentado como pretexto para romper la tregua pactada en 2009 con el PKK. Simultáneamente, cortó todo aprovisionamiento a una parte cuidadosamente seleccionada de los refugiados sirios. Así iniciaba Ankara la ejecución del plan anteriormente descrito… y también comenzaba el calvario de Turquía.

En agosto, Turquía empujó los refugiados sirios, a los que había previamente privado de todo recurso, a huir hacia la Unión Europea. En octubre, en Siria, los hombres de Salih Muslim atacaron las comunidades cristianas asirias y trataron de “kurdizar” sus escuelas por la fuerza mientras que, en Turquía, el AKP de Erdogan saqueaba 128 sedes políticas del HDP –partido pro-kurdo– y más de 300 establecimientos pertenecientes a kurdos. Las fuerzas especiales turcas masacraron a más de 2 000 kurdos turcos y arrasaron parcialmente las ciudades de Cizre y Silopi. Nuestros lectores han podido seguir esos hechos, pero los medios occidentales no los mencionaron y sólo ahora –más de un año después– comienzan a hablar de Cizre y Silopi como ciudades mártires.

Con ayuda de Massud Barzani –el presidente «vitalicio» del Kurdistán iraquí– Salih Muslim impuso el reclutamiento obligatorio de los jóvenes kurdos sirios para reforzar sus tropas e imponer el terror. De eso tampoco hablaron nunca los medios occidentales, que prefieren la prosa romántica sobre Rojava. De hecho, los jóvenes sirios de origen kurdo se rebelaron en masa y prefirieron unirse à las Fuerzas de Defensa de la República Árabe Siria.

En septiembre de 2016, el presidente Erdogan anunció que Turquía concedería la nacionalidad turca a una parte de los refugiados sirios que aún quedan en ese país –los que apoyan el plan de una Turquía exclusivamente sunnita. Serán estos quienes finalmente recibirán los apartamentos construidos hace 4 años.

Atrapado entre su ambición personal y la solidaridad de sus hombres hacia sus hermanos kurdos de Turquía, el colaborador Salih Muslim se volvió finalmente en contra de Ankara, que acaba de emitir contra él una orden de arresto en noviembre. Después de recibir al secretario general de la OTAN, el presidente Erdogan anunció que quiere «renegociar» el Tratado de Lausana. Erdogan pretende anexar varias islas griegas, el norte de Chipre, una parte de Siria y también parte de Irak, para crear en 2023 el 17º imperio turco-mongol.

Y desde ahora el ejército turco está ocupando territorios en Siria –Yarablus– y en Irak –Baachiqa. Cuando el primer ministro iraquí, Haidar al-Abadi, lanzó una advertencia a Turquía sobre ese acto de guerra, el presidente Erdogan le respondió con arrogancia que no está «a su nivel» y lo intimó a «mantenerse en su lugar». Al ser cuestionado por dos veces ante el Consejo de Seguridad de la ONU, el embajador de Turquía y ex ministro de Exteriores Feridun H. Sinirlioglu respondió que su país actúa por el bien de las poblaciones y que por esa razón Irak no debe invocar el derecho internacional ni quejarse.

En un campo de batalla, no puede haber tres bandos, sino dos. En la actual guerra tenemos, de un lado, a Turquía, que pretende dividir las poblaciones en comunidades e imponer la supremacía de una de esas comunidades sobre las demás. Del otro lado está la República Árabe Siria, que defiende la paz y la igualdad entre comunidades que conviven pacíficamente.

¿De qué lado está usted?

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[1] Fundado en 1978, el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) lucha fundamentalmente por los derechos de los kurdos en Turquía. Nota de la Redacción.
[2] “Strategic Engineered Migration as a Weapon of War”, Kelly M. Greenhill, Civil War Journal, Volume 10, Issue 1, julio de2008.