Mostrando entradas con la etiqueta Naomi Klein. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Naomi Klein. Mostrar todas las entradas

lunes, 19 de octubre de 2020

CÓMO RECONSTRUIR SOBRE LOS ESCOMBROS DEL LIBERALISMO

 


Entrevista a Naomi Klein

Grace Blakeley

12 octubre 2020

El clima y la elección en EE UU

GB: En CNBC News se difundió esta semana un reportaje que dice que el hemisferio norte está conociendo el verano más cálido jamás registrado; en los meses de junio a agosto, la temperatura fue 2,11 grados Fahrenheit –alrededor de un grado Celsius– más alta que el promedio del hemisferio norte, con lo que hemos tenido el agosto más caluroso desde que comenzaron a realizarse estos registros en 1880. Escalofriante, ¿no?

NK:Sí, en efecto, porque estamos perdiendo el hielo del Ártico a un ritmo alarmante. Creo que donde resulta más inquietante, en cuanto al calor que hace, es en el extremo norte. Estamos viendo ahora temperaturas asombrosamente cálidas en el Ártico. Está claro que cuando se derrite el hielo, sube el nivel del mar y esto tiene enormes efectos globales, y además es irreversible. Como dice mi amigo Bill McKibben, hemos acabado con uno de los principales elementos característicos del mundo, el Ártico. Sí, esto es nefasto. Y claro que los grandes incendios son un síntoma de ello. Las tempestades, esa acometida de huracanes simultáneos que golpean la costa meridional de Norteamérica, también son sintomáticos, al igual que en el Caribe. Esto ya es realidad, definitivamente.

GB: En otra parte del reportaje se explica que la temperatura en el Valle de la Muerte alcanzó los 130 grados Fahrenheit [⁓ 54,5 grados Celsius], una de las temperaturas más elevadas que jamás se han registrado en el planeta.

NK: Sí. Estuve en la región el verano pasado, y el calor ya era insoportable con 118 grados. Estamos perdiendo también esos ecosistemas únicos. Los árboles de Josué, esos paisajes de otro mundo, van a terminar ardiendo. Este nivel de temperatura es el contexto en que se producen los enormes incendios. En los últimos días han estado ardiendo al mismo tiempo cinco de los incendios más extensos de la historia de California. Así que el calor tiene mucho que ver con esto. No es el único factor. Hay otros factores que determinan que esto se nos haya ido de las manos, incluida la manera en que se han gestionado los bosques.

Esto es lo extraño de Donald Trump, que a menudo tiene una pizca de razón. Fue a California y dijo que el problema no son las altas temperaturas ni el cambio climático, sino la gestión forestal. Claro que tiene que ver con el aumento de las temperaturas y con la sequía, pero un aspecto agravante ha sido la eliminación y el desprecio de los conocimientos indígenas en California y en tantas otras partes del mundo.

Los pueblos indígenas solían practicar las llamadas quemas culturales, que a veces también se denominan quemas controladas; constituyen una manera de cuidar el bosque, permitiendo que haya algún fuego como parte de un ecosistema sano. El ecologismo ha tendido a contemplar el bosque como un museo, como algo que no hay que cambiar. Y ha habido mucho miedo al fuego a medida que las cosas se han descontrolado. Si temes perder tu casa –que no deberían haber construido en zonas con peligro de incendio–, entonces no puedes tolerar ningún fuego.

Luego esta esa acumulación de materia combustible, que no es más que madera muerta, restos. Tal como yo lo veo, si quieres hacer un fuego en el bosque, primero reúnes algo de leña menuda y tal vez un pedazo de papel, y encima colocas algunos leños pequeños y enciendes el fuego con una cerilla. Cuando todo arde, echas trozos de leña más grandes. Así que no permitimos que los fuegos naturales eliminen los restos. También están los insectos asociados al cambio climático que no mueren de forma cíclica, que han estado comiendo madera, comiendo árboles y dejando atrás un reguero de muerte. Acabamos de tener una nueva infestación de polillas, que hacen lo mismo. Así que hay montones de material combustible. Esta es la leña menuda, y si imaginas que alguien hace un fuego en el bosque, el calor hace de cerilla, el calor se acerca y entonces todo arde. Ahí es donde estamos en estos momentos.

GB: ¿Qué importancia crees que tendrá esta cuestión en la campaña de la elección presidencial? ¿Piensas que la magnitud de los desastres que estamos viendo este año, por mucho que Trump rechace la idea de que esto tenga algo que ver con el colapso climático, hará que la gente comience a prestar atención a todo esto y que ello influirá en su voto?

NK: Creo que si Biden se ratifica en los mensajes que ha estado emitiendo en los últimos días, podría tener un impacto enorme, porque los sondeos muestran que el electorado está muy preocupado por el cambio climático. El cambio principal de los dos últimos años, y en especial del último año y medio, se ve cuando se pide a los y las votantes al Partido Demócrata que declaran que les preocupa el cambio climático que clasifiquen por orden de importancia las cuestiones que les preocupan. Claro que es una manera extraña de sondear la opinión, la de preguntar a la gente: ¿qué te preocupa más, la salud o el empleo, o el empleo o el clima? Así que la gente confecciona esa ridícula lista, como si todas esas cuestiones no estuvieran interrelacionadas.

Pero en este sondeo, cuando piden a votantes del Partido Demócrata que declaran que les preocupa el cambio climático que lo clasifiquen por orden de importancia, suelen poner siempre el cambio climático en la parte baja de la lista, como en el puesto decimonoveno o vigésimo. Esto ha sido así durante un decenio. Sin embargo, en los dos últimos años la cuestión ha ido escalando hasta el punto de que en las primarias del Partido Demócrata rivalizaba con la atención sanitaria por el primer puesto. También adquiere una importancia destacada entre votantes independientes y muchos Republicanos. Así que es una cuestión ganadora. Hay claramente un sentido de la urgencia, en particular cuando la gente afronta lo que sabe que no tiene precedentes.

Recuerdo que estando en Misisipi, Estado Republicano como el que más, después de que el huracán Katrina azotara la costa del golfo de México y hablando con votantes Republicanos, estos dijeron: “Por supuesto que esto es el cambio climático. Construimos nuestra casa aquí porque sabemos dónde se sitúa el nivel máximo del agua, y el agua del río nunca había subido tanto como ahora.” Así que cuando la gente lo vive en propia carne, cuando sabe que nunca ha habido un incendio como este, que nunca ha habido una tempestad que haya hecho subir tanto el nivel del río, esto afecta a su vida, y entonces está claro que tienen un tremendo sentido de la urgencia al respecto.

Y creo que se han emitido algunos mensajes inteligentes desde el bando de Biden, cuando oyes a Trump decir estas cosas destinadas muy específicamente a las zonas residenciales suburbanas: los Antifa vienen a por vosotros, quieren destruir vuestros barrios. Lo que ocurre realmente es que lo que destruye las zonas residenciales no son los Antifa, sino los grandes incendios incontrolados en el noroeste de la costa del Pacífico. Es lo mismo que las tempestades sin precedentes. Creo que son mensajes inteligentes. Espero que Biden insista. A menudo escuchamos algún mensaje bueno sobre el clima en boca de algún que otro Demócrata centrista, pero luego se asustan. Les acusan de politizar las catástrofes y entonces se acobardan y se desdicen. Espero de verdad que no se acobarden, porque creo que es un mensaje ganador.

GB: ¿Y qué me dices de la política efectiva? Biden se ha sacado de la manga ese plan por el clima de dos billones de dólares –toda una sensación mediática– y he visto algunos comentarios positivos de medios progresistas e incluso de personas que apoyaban a Bernie Sanders y otras candidaturas. ¿Crees que será tan transformador como parece?

NK: Pienso que la respuesta breve es no, no si se deja en sus manos. Y para serte sincera, en realidad no le he prestado mucha atención. Está claro que sigo lo que dice el bando de Biden, pero me temo que he presenciado suficientes campañas electorales para saber que hay una diferencia realmente muy grande entre lo que dirá un Demócrata centrista en la campaña y lo que hará cuando asuma el cargo. Observan los mismos sondeos que yo. Comprenden que esta es una cuestión ganadora que atraviesa las divisorias partidarias, que resuena en los barrios residenciales suburbanos acomodados, así como en comunidades y ciudades desfavorecidas. Y entienden que hay un ala juvenil muy movilizada en su propio partido, representada por el Sunrise Movement, entre otros, que les harán la vida imposible si no dicen algunas de las cosas que hacen falta.

Así que ¿significa esto entonces que van a traernos el Green New Deal, el gran pacto social verde de nuestros sueños? De ningún modo. No significa esto. Significa que comprende que este es un mensaje electoral ganador, que es peligroso no ofrecer algo al ala progresista del partido, pero habla por las dos comisuras de la boca. Biden también suelta esos discursos en que afirma que no piensa prohibir la fracturación hidráulica, pues se ha convencido de que esta es la manera de ganar en Pensilvania. Creo que la medida real de lo que podemos esperar de Biden la tendremos cuando veamos de quiénes se rodea y a quiénes acaba nombrando. Pienso que una señal de esperanza, me parece, es que el movimiento por la justicia climática no adopta una postura de esperar y ver, que fue uno de los grandes errores que hicimos con Obama.

Cuando Obama, había un ala muy potente del Partido Demócrata que yo calificaría con eso de dadle al tipo una oportunidad, que sin importarle qué cosas indignantes hizo Obama –hizo campaña diciendo que rescataría la Main Street de las garras de Wall Street y luego resulta que buscaba asesoramiento económico en Larry Summers–, siguió diciendo eso de dadle al tipo una oportunidad. Puede que en esta partida de ajedrez tridimensional que estuvo jugando, Obama trataba de dar a entender que quería calmar a Wall Street, y realmente esa era su intención.

Y pienso que hemos aprendido la lección a base de palos; no le deis ninguna oportunidad al tipo. Mantened la presión a todo trapo. Y se han enviado cartas firmadas por montones de líderes medioambientales, advirtiendo a la administración de Biden que no nombre para los cargos cruciales en materia energética a personas vinculadas al sector de los combustibles fósiles, que es lo que hizo Obama. Así que la gente trata de tomar la delantera y dejar claro que no nos contentaremos con algunas frases bonitas durante la campaña, que de verdad la cuestión es a quién nombrará, de quién se rodea. Y pase lo que pase, lo decisivo será la presión a que se vea sometido. Estoy absolutamente convencida de que es imperativo que nos deshagamos de Trump, que vayamos al terreno en que estos debates importan.

Ni siquiera nos preocupamos de presionar a Trump porque sabemos que no es posible presionarle. Y menos aún con cuestiones como la del Green New Deal, no sirve de nada. Así que hemos de ir al terreno en que podemos tener algo de fuerza y hace falta que aprendamos de los errores durante los años de Obama, cuando francamente perdimos el tiempo durante el primer mandato de su presidencia, dándole al tipo una oportunidad en múltiples frentes. No fue hasta el segundo mandato que comenzamos a ver actos de desobediencia civil masiva, bien sea en el movimiento climático con la campaña entre el oleoducto Keystone XL y luego contra el oleoducto de acceso a Dakota en Standing Rock, el movimiento Black Lives Matter, o el de los Dreamers, el movimiento por los derechos de los migrantes.

La gente salió a la calle y se manifestó contra el gobierno de Obama, practicó la desobediencia civil y planteó alternativas potentes. Fue entonces cuando empezamos a ver alguna reacción y conseguir algunas políticas medianamente decentes. Está claro que no tenemos todo ese tiempo. De modo que lo que podamos conseguir de Biden dependerá de lo que reivindiquemos durante el periodo de transición y a partir del primer día. Todo esto suponiendo que entraremos en lo que hoy por hoy es el mejor escenario posible, a saber, que gane Biden.

Una vida en la izquierda

GB: Tu libro No Logo fue como un oasis en el desierto neoliberal que existía antes de la crisis financiera, en tiempos del movimiento altermundista. Después hiciste un documental, The Take, sobre la toma de una fábrica por los obreros en Argentina. Y luego vino La doctrina del shock, publicado en vísperas de la crisis financiera, que demostró que su tesis central es correcta. Desde entonces has publicado algunos más, entre ellos Esto lo cambia todo y On Fire, tu libro más reciente, The Burning Case for the Green New Deal. ¿Puedes contarnos un poco cómo te implicaste en todo esto? ¿De dónde vino tu impulso a querer comenzar a escribir, a querer implicarte en el activismo?

NK: Bueno, siempre he escrito. Me veía a mí misma como escritora y me propuse escribir antes de verme como activista. De niña escribía mucho. Escribí un montón de mala poesía, llené muchísimos diarios, adoraba escribir, adoraba leer, y crecí en una familia activista. Mi madre es cineasta documental. Formaba parte del que creo que fue el primer estudio cinematográfico de mujeres del mundo, llamado Studio Den Canadá. Mis padres se oponían a la guerra. Vinimos a Canadá porque mi padre que quería ir a Vietnam. Mi abuelo fue un sindicalista represaliado. Trabajó para Walt Disney de animador, participó en la organización de la primera huelga de animadores y después lo despidieron y lo pusieron en la lista negra.

Así que crecí en este ambiente. Y mis abuelos y abuelas formaban parte del movimiento de Vuelta a la naturaleza en Nueva Jersey, donde participaron en la fundación de esa especie de comuna llamada Nature Friends, donde actuarían Paul Robeson y Pete Seeger y Woody Guthrie. Así que en mi infancia bebimos toda esa cultura. Y yo estaba increíblemente abochornada durante mi adolescencia en la década de 1980. Simplemente pensaba que todo eso era horroroso, muy horroroso.

Pero de alguna manera la idea se me metió en la cabeza, a través del acervo familiar. Y cuando fui a la universidad, comencé a escribir para la revista del campus y me impliqué en la actividad política. Durante mi primer año de estudiante hubo una terrible masacre en una universidad de la ciudad donde vivía, Montreal. En aquel entonces fue, creo, uno de los peores actos de asesinato indiscriminado de la historia de Canadá, cuando un tipo armado fue a una escuela de ingeniería donde creía que le habían discriminado como hombre. Era una especie de incel [célibe involuntario] adelantado a su tiempo. Esto ocurrió en 1989. Entró en el edificio y separó a los hombres de las mujeres en la escuela de ingeniería, obligó a ellas a situarse contra la pared y dijo “sois todas una banda de jodidas feministas” y mató a 14 mujeres y después se suicidó.

Luego, en estado de consternación, conectamos nuestros televisores y nuestras radios y escuchamos a un sinfín de comentaristas masculinos diciendo que no tenía nada que ver con el feminismo o las mujeres o la misoginia. Que no era más que un trastorno mental. ¿Te suena? Y esta clase de cosas te sientan como un tiro, especialmente a mí, porque había crecido en ese contexto. Hasta aquel momento yo había intentado mantenerme al margen. Mi hermano era el gran activista. Yo solo quería ser escritora y no destacar demasiado. Y de pronto me vi presidiendo reuniones y chupando de ese acervo que no me había dado cuenta que llevaba dentro, pero que lo llevaba porque crecí en un hogar en que se celebraban reuniones políticas en la sala de estar. Así fue cómo todo comenzó para mí.

GB: Tu carrera comenzó con las críticas a la globalización neoliberal. ¿Puedes contarnos brevemente cómo ha evolucionado tu crítica de lo que los liberales llamarían el orden mundial basado en reglas desde la década de 1990? En particular, ¿crees que estamos entrando en una fase de algo así como una desglobalización?

NK: No sé muy bien cuál es esta etapa en que nos hallamos. No creo que alguien lo sepa. Pero nos hallamos en una nueva etapa. Y pienso que Trump ha marcado una época diferente, en la que ha surgido sin duda un nuevo tipo de proteccionismo. Pero no creo que esté tanto en contradicción con ese orden comercial neoliberal como él quisiera que creamos, ni mucho menos. Del mismo modo que creo que a Boris Johnson le gusta posicionar al Partido Conservador en la oposición a los globalistas, etc. Creo que han aprendido a entrever la crítica profunda de que lo que representó ese régimen comercial en términos de desindustrialización, de vaciado de las economías y de precarización del trabajo. Y saben que a sus bases esto les preocupa. Así que han buscado la manera de aparentar, por decirlo así, un cambio de este orden económico mundial. Dicho esto, creo que está produciéndose un cambio real en los conflictos con China. No sé si todo esto tiene pies ni cabeza más allá del mero deseo de Trump de mantenerse en el poder.

Pero por mi parte, en la década de 1990 me puse a examinar todo esto porque escribía una columna en un periódico canadiense, Toronto Star, y edité una revista de izquierda llamada This Magazine, e hicimos muchos reportajes sobre los efectos de este régimen comercial en el mundo del trabajo. Yo informaba tanto sobre las condiciones de sobreexplotación que imperaban en las fábricas en que se producían nuestros bienes de consumo, en Indonesia y en Filipinas y otras partes, finalmente en China, y sobre el ascenso del McJobs [empleo precario]. Todo esto está en No Logo.

El punto de partida fue el intento de comprender cómo se fabricaban entonces las cosas, las cosas de nuestras vidas. Y el ascenso de lo que yo llamaba esas marcas huecas, esas marcas que no tenían sus propias fábricas. Comprendí que la cuestión no era simplemente dónde se fabricaban las cosas, sino la concepción que tenían las empresas de sí mismas, no como fabricantes de cosas, sino sobre todo como productoras de ideas, de identidades, de tribus. Era el modelo Nike, que en su tiempo fue una revolución: el hecho de ser una empresa que parecía ser una empresa que se dedicaba sobre todo a fabricar y vender zapatillas deportivas y no poseía ni una de sus fábricas. Era un nuevo modelo de negocio, ya que todas sus competidoras tenían su propia cadena de suministro, y era tan rentable que todo el mundo comenzó a imitarle.

Pero lo que yo estaba tratando de vislumbrar era la manera en que este modelo de negocio cambiaba tanto el trabajo como la cultura. Está claro que transforma el trabajo, porque lo precariza y hace que las personas que producen las cosas pierdan importancia para los poderosos, ya que se emplean a través de una red de contratistas y subcontratistas. Si hay un problema en una fábrica, le rescinden el contrato y se lo dan a otra, con lo que pierde peso el poder del factor trabajo. Pero también transforma la cultura, porque si tu producto es tu idea, tu identidad, entonces produces a través del márqueting. Produces devorando las manifestaciones y expresiones de aquellas ideas en el mundo real a través del patrocinio empresarial, etc.

Así que como joven reportera me interesaba saber cómo la cultura juvenil estaba siendo devorada en aquel periodo, y No Logo trataba tanto del trabajo como de la cultura, trataba de cómo estaba cambiando nuestra cultura, y Trump es fruto de esto. Esto es algo que me parece que es importante que comprendamos, que Trump es la primera marca hueca que ha llegado a jefe de Estado. Se podría decir que Silvio Berlusconi fue un ejemplo temprano de esto, pero Berlusconi no era una marca, ¿verdad? Posee toda esa red de medios de comunicación y equipos deportivos, etc., estaba en ese negocio, pero la marca no era Berlusconi. En el caso de Trump, la marca es Trump. Y él se ha apoyado en esto, lo ha convertido en su carrera política. No creo que la gente dedique tiempo suficiente a pensar qué significa tener una marca de presidente. Es bastante extraordinario, de veras.

GB: Resulta increíble que escribieras La doctrina del shock, que se publicó en 2007, y un año más tarde, en toda Europa y el Reino Unido, tenías gobiernos aprovechando la crisis masiva para imponer los costes de un colapso financiero a la gente trabajadora a través de la austeridad…

NK: El capitalismo es creación de crisis, como sabes, así que no es tan increíble que hubiera una crisis. En realidad, este método se ensayó en todo el mundo tras la crisis financiera asiática, tras el colapso de la Unión Soviética, la crisis del peso. De esto escribí en La doctrina del shock. Finalmente, esta práctica fue asumida  por el centro del poder en Wall Street.

GB: Está claro que esto repercutió enormemente en los movimientos en que has estado implicada desde entonces. Buena parte de la energía que impulsó los momentos de Jeremy Corbyn y Bernie Sanders se remonta, de una manera u otra, a Occupy y las protestas que se produjeron tras la crisis financiera. ¿Cuál crees que es el efecto duradero de esta crisis en la izquierda?

NK: Pienso que de alguna manera hay un hilo rojo que relaciona a tantos de estos movimientos y, por otro lado, vemos cómo se informa de ellos, como si no tuvieran que ver unos con otros. Dicen que no hay relación alguna entre los movimientos altermundistas de comienzos de la década de 2000 y de finales de la de 1990 y Occupy, y por supuesto que la hay, y hay una conexión entre el movimiento por la justicia climática y Occupy y Bernie y Corbyn. Con un poco de suerte, aprendemos de nuestros errores, y creo que una de las limitaciones de los movimientos de las plazas fue que muchos de ellos no plantearon alternativas a este sistema fallido. Había una especie de fetichismo por la ausencia de demandas; fue un no, pero no fue un sí suficientemente fuerte a lo que queremos en su lugar.

Hay excepciones a este respecto, pero creo que por parte de la gente que se implicó en la plaza Tahrir o en las revueltas masivas de Grecia y Occupy se ha formulado una crítica, una autocrítica por la incapacidad de decir más que tan solo no. Has dicho que yo estuve implicada en este movimiento. Y lo estuve. Lo apoyé y fui a Occupy unas pocas veces y hablé con activistas y asistí a reuniones, pero lo cierto es que una vez publicada La doctrina del shock y cuando la economía mundial cayó en picado tomé la decisión de que no me dedicaría a ir aquí y allá para hacer lo que comenté en broma con mi pareja, Avi, la gira de Os lo dije, porque estaba recibiendo invitaciones.

Me llegaban invitaciones, como Ven a España. Ven a Grecia. Ven aquí. Ven y háblanos de La doctrina del shock. Pensé: bueno, ¿para qué? Porque la gente lo entiende perfectamente. En las calles gritaban “No pagaremos vuestra crisis” y hubo esa increíble revuelta, llena de fuerza, de gente que nombraba lo que estaba produciéndose. Fue una crisis creada por las elites. La provocaron los bancos. El coste de la misma estaba cargándose sistemáticamente sobre las espaldas de la gente menos responsable y más vulnerable. Estaba ocurriendo en un país tras otro, y la gente resistía y denunciaba. Ya estaba claro que el mero nono iba a pararlo.

Pero de todos modos ocurrió, y fue entonces cuando decidí escribir Esto lo cambia todo, pues había tomado esa decisión concertada de distanciarme un poco. Sentí profundamente que necesitábamos un contundente, una visión realmente transformadora de la clase de mundo que queríamos. No quiero emplear la palabra solución porque no creo que la cosa sea tan simple. Sería un proceso de reparación de esta rotura interseccional, la rotura de nuestro mundo físico, lo que le hemos hecho a nuestro mundo físico con el cambio climático, con tantas otras crisis ecológicas, la herencia de cuarenta años de austeridad y la rotura de nuestra infraestructuras de cuidados, y la rotura simultánea de la construcción del Estado carcelario, que está estrechamente relacionada con toda esa desinversión en los componentes del Estado que ayudan realmente a la gente.

Así es como veo el Green New Deal. Es algo que ha adoptado muchos nombres. Cuando escribí Esto lo cambia todo, cité a una negociadora boliviana sobre el cambio climático, de nombre Angélica Navarro. También era la embajadora boliviana en la Organización Mundial del Comercio, y reclamó un Plan Marshall para la Tierra. Era la misma idea. Creemos puestos de trabajo y luchemos contra la disrupción climática al mismo tiempo. Paguemos reparaciones por el colonialismo y la esclavitud. Estas son las palabras que dan miedo, pero es lo que tenemos que hacer.

 

Recuerdo que estuve en Europa cuando investigaba para el libro y me reuní con Alexis Tsipras y gente de Podemos. Tsipras me dijo, literalmente: “Nadie se preocupa ya del medio ambiente. Solo les preocupa la economía.” Yo le contesté algo así como: “Tu trabajo es hacer que se preocupen. Les trae sin cuidado porque sienten que tienen que optar por una cosa u otra, pero no tienen por qué optar. Es posible. Necesitamos una visión de cómo crear puestos de trabajo y superar la crisis climática al mismo tiempo. Esta es la vía de salida de la crisis.” Lo rechazó de plano. En aquel entonces escuchamos otros discursos similares, recuerdo a Pablo Iglesias diciendo que “la gente no puede preocuparse por el clima cuando tiene que llevar comida a la mesa”, y es lo mismo, no les obligues a optar. Como sabes, Grace, toda la idea de un Green New Deal o como quieras llamarlo es que dice a la gente: “Podemos crear puestos de trabajo para alimentar a las familias y al mismo tiempo curar el planeta y librarnos de los combustibles fósiles.”

Fue una oportunidad perdida, una oportunidad perdida a escala mundial, pero hemos de ser autocríticas al respecto. Pienso que ahora hay una generación de activistas por la justicia climática y políticos rebeldes que han captado la profundidad de este error y promueven por fin esta visión interseccional. Lo que estuve haciendo en aquel entonces era trabajar sobre lo que al final fue nuestra hoja de ruta, que lanzamos primero en Canadá, el Leap Manifesto [Manifiesto del salto], hace exactamente cinco años.

La crisis de la Covid

GB: En este momento nos hallamos en plena crisis mundial generada por la pandemia de covid-19. ¿Crees que estamos a punto de encajar otra lección en la línea de la política de La doctrina del shock? ¿O acaso eres más optimista y crees que seremos capaces de aprovechar este momento para impulsar un cambio real sobre la base del hecho de que tenemos una política formulada más alrededor de la idea de lo que podrías llamar un que simplemente un no? ¿Podría ser el Green New Deal nuestro en este momento, por el que podemos luchar y que podemos impulsar tras una crisis que va a causar tanto sufrimiento y exigirá renovar completamente tanto nuestros sistemas económicos como sociales?

NK: Debería serlo, y pienso que necesitamos una visión tan expansiva como sea posible, que realmente junte a los movimientos, porque también nos hallamos en medio de lo que se ha venido en llamarse un ajuste de cuentas racial, una revuelta por la justicia racial. Hay quien empieza a hablar de Black and Red and Green New Deal. Me gusta esta formulación porque pienso que queda por hacer un montón de trabajo para hacer confluir realmente estos movimientos, asumiendo las demandas, las demandas transformadoras de todos los movimientos, incluida la de dejar de financiar a la policía y acabar con el Estado carcelario e invertir en infraestructuras de cuidados.

Hace falta que el movimiento feminista nos informe en este sentido, de modo que consigamos un Green New Deal tan amplio como sea posible y que entre en resonancia con tanta gente que luche por ello como sea posible. No se trata simplemente de una cuestión de corrección política ni de poner crucecitas en montones de casillas. La cuestión es esta: ¿cómo construyes una coalición ganadora? ¿Cómo motivas a la gente para que luche por algo? Porque como hemos dicho al comienzo, perdimos las batallas en que tuvimos una oportunidad de contar con gobiernos que hicieran esto. Nuestras mejores perspectivas ahora son un Partido Laborista centrista y un Partido Demócrata centrista.

Así que lo que hace falta es que los movimientos sociales se unan en torno a este , y que entusiasmen realmente a la base, a una multitud de personas, para luchar por esto e implementarlo a escala local. Tenemos que mirar en qué ciudades gobiernan. ¿Por qué no podemos hacer muchas más cosas en este sentido en Londres, por ejemplo? ¿O en Manchester? Y lo mismo podemos decir de Nueva York y San Francisco y Los Ángeles. Son espacios en que no podemos limitarnos a culpar a Johnson y Trump. Se supone que tenemos algún poder en esos lugares, donde no ha ocurrido lo suficiente, y eso importa porque la mayoría de la población vive en ciudades. Así que si pueden ver que su calidad de vida mejora cuando conseguimos que se apliquen algunas de estas políticas, entonces el argumentario de la derecha, que blande el empleo frente al medio ambiente, comenzará a desmontarse porque la experiencia vivida por la gente demostrará lo contrario, que no hace falta que elijan una cosa o la otra.

GB: Ahora que asistimos, como dices, a la recuperación por candidatos centristas de partidos políticos en EE UU y el Reino Unido, ¿ves alguna posibilidad viable de lograr realmente el Green New Deal? Hemos hablado un poco de la importancia que los movimientos sean más radicales en estas cuestiones. A fin de cuentas, necesitaremos una legislación. Este es un problema de acción colectiva de masas. ¿Ves alguna posibilidad de lograr este cambio legislativo, pero también de reunir el volumen de recursos colectivos que necesitaremos para abordar esta cuestión ahora que los sectores de izquierdas de dichos partidos han sido derrotados?

NK: Creo que la cosa es bastante más complicada. Lo habría sido de todas maneras, porque lo cierto es que lo que hemos visto durante las campañas, y me refiero a la basura que se ha estado echando sobre Corbyn y Sanders y al hecho de que una parte significativa del Partido Laborista preferiría sin duda votar a Johnson que no a Corbyn, y una parte significativa de Demócratas centristas se arriesgarían antes a un segundo mandato de Trump que a tener un presidente socialista democrático, significa que lo que hemos experimentado apenas es una pequeña degustación de lo duro que habrían tenido que batallar si hubieran ganado. Así que no habría sido fácil, y puede que no hubiera conducido a nada.

Estamos hablando de otra vía distinta, una que requiere una movilización masiva. Cuando hablamos de la presión de los movimientos sociales, si observas lo que ocurrió en la década de 1930, cuando Franklin D. Roosevelt era presidente, lo que acontecía en la izquierda en EE UU era simplemente extraordinario. Había cada vez más huelgas todos los años. Dirías que cuando consigues la seguridad social y el seguro de desempleo y el final de los bancos, la gente podría pensar que no haría falta una huelga general, pero lo cierto es que eso ocurrió cuando ya había una huelga general.

Mi amigo Raj Patel ha confeccionado una gráfica sobre las alteraciones de la vida laboral durante la década de 1930. Lo que vemos es que a medida que se desarrollaba el New Deal, el número de huelgas aumentó rápidamente. El punto álgido se alcanzó en 1937, y el New Deal comenzó en 1933. Fue cuando bloquearon ciudades enteras, puertos, etc. No fue una mera protesta: fueron poblaciones movilizadas. Por eso Howard Zinn pudo decir: “Sí, pregúntate por quién votas cuando estés en la cabina donde se hallan las papeletas. Pero el resto del tiempo, construye poder.”

El libro de Zinn, La otra historia de los Estados Unidos, trata de esta clase de poder, que se organizaba barrio por barrio, lugar de trabajo por lugar de trabajo, para construir esa fuerza capaz de conseguir algo de la magnitud del New Deal original, que como sabemos dejó fuera a las mujeres, dejó fuera a mucha gente trabajadora negra, porque no incluyó a la mano de obra agrícola ni a las empleadas domésticas. Y había una discriminación sistémica en el movimiento obrero, pero también tenía programas que proporcionaron más recursos a las poblaciones afroamericanas e indígenas que cualquier otro programa posterior.

Constituyen legados complicados, y tenemos que aprender tanto de sus fallos como de sus aciertos. Así que sí, pienso que es posible. Es realmente difícil y se trata de comprender que tenemos que reconstruir sobre los escombros del neoliberalismo. De alguna manera, creo que tal vez hayamos sido demasiado ingenuas al pensar que podríamos haberlo hecho de arriba abajo. Porque Corbyn y Sanders, si hubieran ganado, no tendrían detrás a poblaciones organizadas como las tuvo Roosevelt, porque no podemos reconstruir tan rápido partiendo de cincuenta años de ataques contra el movimiento obrero. Por tanto, el panorama es distinto y esta es una labor que necesitamos desesperadamente llevar a cabo.

Volviendo a lo que me preguntabas sobre la pandemia y cómo podríamos vencerla, creo que una de las cosas que ha hecho la pandemia es mostrar a millones de trabajadores y trabajadoras –que habían sido tratadas como un objeto de usar y tirar, cuyo trabajo había sido degradado al máximo, a las que habían dicho que no estaban cualificadas, que eran fáciles de reemplazar– que de hecho son los trabajadores y trabajadoras más esenciales en nuestra economía. Han sido calificadas de trabajadoras esenciales. Y si miras quiénes son las trabajadoras esenciales, se trata de la clase trabajadora, de la gente que hace que la rueda siga girando. Son las personas que cuidan a la gente mayor. Sabemos que quiénes hablamos. Hablamos de las personas que aseguran que lo básico funcione.

Quiero afinar mucho en cómo lo digo, porque pienso que muchas de esas personas no sabían lo importante que es su trabajo. Pero mira, la ideología neoliberal es una fuerza poderosa. Ahora, el personal de Amazon sabe que su trabajo es crucial para suministrar alimentos y ropa a la gente. Creo que en este aspecto no tendremos la misma situación que en la década de 1930, en qué significa ejercer el poder esencial de la clase trabajadora. Está organizándose en línea y en persona, pero estas son nuevas herramientas que se están organizando.

Pienso que existen distintas palancas en diferentes épocas del capitalismo, pero esta es nuestra esperanza; la que depositamos en los trabajadores y trabajadoras esenciales que han sido tan maltratadas. Podemos hablar de las enfermeras que han tenido que atender a pacientes de covid-19 sin los equipos necesarios para protegerse ellas mismas y a sus familias, pero hay tanta gente trabajadora enfurecida en estos momentos, y con toda la razón. Y allí hay poder si logramos movilizarlo.

02/10/2020

Naomi Klein es periodista y activista. Grace Blakeley es redactora de Tribune.

 

https://www.jacobinmag.com/2020/10/naomi-klein-neoliberalism-rebuild

 

viernes, 17 de julio de 2020

"DISTOPÍA DE ALTA TECNOLOGÍA: LA RECETA QUE SE GESTA EN NY PARA EL POST-CORONAVIRUS"



Por: Naomi Klein

Durante la sesión informativa diaria sobre coronavirus del gobernador de Nueva York Andrew Cuomo el miércoles, la sombría mueca que llenó nuestras pantallas durante semanas fue reemplazada brevemente por algo parecido a una sonrisa.

La inspiración para estas vibraciones inusualmente buenas fue un contacto en video del ex CEO de Google Eric Schmidt, quien se unió a la reunión informativa del gobernador para anunciar que encabezará una comisión para reimaginar la realidad post-Covid del Estado de Nueva York, con énfasis en integrar permanentemente la tecnología en todos los aspectos de la vida cívica.

"Las primeras prioridades de lo que estamos tratando de hacer", dijo Schmidt, "se centran en telesalud, aprendizaje remoto y banda ancha… Necesitamos buscar soluciones que se puedan presentar ahora y acelerar la utilización de la tecnología para mejorar las cosas". Para que no haya dudas de que los objetivos del ex CEO de Google eran puramente benevolentes, su fondo de video presentaba un par de alas de ángel doradas enmarcadas.

Justo un día antes, Cuomo había anunciado una asociación similar con la Fundación Bill y Melinda Gates para desarrollar "un sistema educativo más inteligente". Al llamar a Gates un "visionario", Cuomo dijo que la pandemia ha creado "un momento en la historia en el que podemos incorporar y avanzar en las ideas [de Gates] … Todos estos edificios, todas estas aulas físicas, ¿para qué, con toda la tecnología que se tiene?" preguntó, aparentemente de modo retórico.

Ha tardado un tiempo en edificarse, pero está comenzando a surgir algo parecido a una doctrina del shock pandémico. Llamémoslo "Screen New Deal" (el New Deal de la pantalla). Con mucho más de alta tecnología que cualquier otra cosa que hayamos visto en desastres anteriores, el futuro que se está forjando a medida que los cuerpos aún acumulan las últimas semanas de aislamiento físico no como una necesidad dolorosa para salvar vidas, sino como un laboratorio vivo para un futuro permanente y altamente rentable sin contacto.

Anuja Sonalker, CEO de Steer Tech, una compañía con sede en Maryland que vende tecnología para el auto estacionamiento de vehículos (self parking), resumió recientemente el nuevo discurso que genera el virus. "Hay una tendencia definida a la tecnología sin contacto con humanos", dijo. "Los humanos son biopeligrosos, las máquinas no lo son".

Es un futuro en el que nuestros hogares nunca más serán espacios exclusivamente personales, sino también, a través de la conectividad digital de alta velocidad, nuestras escuelas, los consultorios médicos, nuestros gimnasios y, si el estado lo determina, nuestras cárceles. Por supuesto, para muchos de nosotros, esas mismas casas ya se estaban convirtiendo en nuestros lugares de trabajo que nunca se apagan y en nuestros principales lugares de entretenimiento antes de la pandemia, y el encarcelamiento de vigilancia "en la comunidad" ya estaba en auge. Pero en el futuro, bajo una construcción apresurada, todas estas tendencias están preparadas para una aceleración de velocidad warp (forma teórica de moverse más rápido que la velocidad de la luz).

Este es un futuro en el que, para los privilegiados, casi todo se entrega a domicilio, ya sea virtualmente a través de la tecnología de transmisión y en la nube, o físicamente a través de un vehículo sin conductor o un avión no tripulado, y luego la pantalla "compartida" en una plataforma mediada. Es un futuro que emplea muchos menos maestros, médicos y conductores. No acepta efectivo ni tarjetas de crédito (bajo el pretexto del control de virus) y tiene transporte público esquelético y mucho menos arte en vivo. Es un futuro que afirma estar basado en la "inteligencia artificial", pero en realidad se mantiene unido por decenas de millones de trabajadores anónimos escondidos en almacenes, centros de datos, fábricas de moderación de contenidos, talleres electrónicos, minas de litio, granjas industriales, plantas de procesamiento de carne, y las cárceles, donde quedan sin protección contra la enfermedad y la hiperexplotación. Es un futuro en el que cada uno de nuestros movimientos, nuestras palabras, nuestras relaciones pueden rastrearse y extraer datos mediante acuerdos sin precedentes entre el gobierno y los gigantes tecnológicos.

Si todo esto suena familiar es porque, antes del Covid, este preciso futuro impulsado por aplicaciones y lleno de conciertos nos fue vendido en nombre de la conveniencia, la falta de fricción y la personalización. Pero muchos de nosotros teníamos preocupaciones. Sobre la seguridad, la calidad y la inequidad de la telesalud y las aulas en línea. Sobre autos sin conductor que derriban peatones y aviones no tripulados que destrozan paquetes (y personas). Sobre el rastreo de ubicación y el comercio sin efectivo que borra nuestra privacidad y afianza la discriminación racial y de género. Sobre plataformas de redes sociales sin escrúpulos que envenenan nuestra ecología de la información y la salud mental de nuestros hijos. Sobre «ciudades inteligentes» llenas de sensores que suplantan al gobierno local. Sobre los buenos trabajos que estas tecnologías eliminaron. Sobre los malos trabajos que producían en masa.

Y, sobre todo, nos preocupaba la riqueza y el poder que amenazaban a la democracia acumulados por un puñado de empresas tecnológicas que son maestros de la abdicación, evitando toda responsabilidad por los restos que quedan en los campos que ahora dominan, ya sean medios, minoristas o transporte.

 Ese era el pasado antiguo conocido como «febrero». Hoy en día, una gran ola de pánico arrastra a muchas de esas preocupaciones bien fundadas, y esta distopía calentada está pasando por un cambio de marca de trabajo urgente. Ahora, en un contexto desgarrador de muerte masiva, se nos vende la dudosa promesa de que estas tecnologías son la única forma posible de proteger nuestras vidas contra una pandemia, las claves indispensables para mantenernos a salvo a nosotros mismos y a nuestros seres queridos.

Gracias a Cuomo y sus diversas asociaciones multimillonarias (incluida una con Michael Bloomberg para pruebas y rastreo), el estado de Nueva York se está posicionando como la brillante sala de exposición para este sombrío futuro, pero las ambiciones van mucho más allá de las fronteras de cualquier estado o país.

Y en el centro de todo está Eric Schmidt. Mucho antes de que los estadounidenses entendieran la amenaza de Covid-19, Schmidt había estado en una agresiva campaña de lobby, presiones y relaciones públicas impulsando precisamente la visión de la sociedad del Black Mirror (o Espeo Negro, por la serie inglesa) que Cuomo acaba de darle poder para construir. En el corazón de esta visión está la perfecta integración del gobierno con un puñado de gigantes de Silicon Valley: con escuelas públicas, hospitales, consultorios médicos, policías y militares, todas las funciones principales se externalizan (a un alto costo) a empresas privadas de tecnología.

Es una visión en la que Schmidt ha estado avanzando en sus funciones como presidente de la Junta de Innovación de Defensa, que asesora al Departamento de Defensa sobre el mayor uso de la inteligencia artificial en el ejército, y como presidente de la poderosa Comisión de Seguridad Nacional sobre Inteligencia Artificial, o NSCAI, que asesora al Congreso sobre "avances en inteligencia artificial, desarrollos relacionados con el aprendizaje automático y tecnologías asociadas", con el objetivo de abordar "las necesidades de seguridad nacional y económica de los Estados Unidos, incluido el riesgo económico". Ambas juntas están llenas de poderosos CEOS de Silicon Valley y altos ejecutivos de compañías como Oracle, Amazon, Microsoft, Facebook y, por supuesto, los colegas de Schmidt en Google.

Como presidente, Schmidt aún posee más de 5.3 mil millones de dólares en acciones de Alphabet (la compañía matriz de Google), así como grandes inversiones en otras empresas tecnológicas, esencialmente ha estado llevando a cabo una reestructuración con sede en Washington en nombre de Silicon Valley. El objetivo principal de las dos cámaras empresarias es solicitar aumentos exponenciales en el gasto del gobierno en investigación sobre inteligencia artificial y en infraestructura que permita tecnologías como la 5G, inversiones que beneficiarían directamente a las compañías en las que Schmidt y otros miembros de estos grupos tienen amplias participaciones.

Primero en presentaciones a puertas cerradas para legisladores y más tarde en artículos de opinión y entrevistas públicas, el argumento de Schmidt ha sido que, dado que el gobierno chino está dispuesto a gastar dinero público ilimitado para construir la infraestructura de vigilancia de alta tecnología, mientras permite a las empresas tecnológicas chinas como Alibaba, Baidu y Huawei obtener los beneficios de las aplicaciones comerciales, la posición dominante de los EE.UU en la economía global está al borde del colapso.

El Centro de Información de Privacidad Electrónica recientemente obtuvo acceso a través de una solicitud de la Ley de Libertad de Información a una presentación realizada por el NSCAI de Schmidt hace un año, en mayo de 2019. Sus diapositivas plantean una serie de afirmaciones alarmistas sobre cómo la infraestructura reguladora relativamente laxade China y su apetito sin fondo por la vigilancia está haciendo que se adelante a los EE.UU. en varios campos, incluyendo la inteligencia artificiaal para diagnóstico médico, vehículos autónomos, infraestructura digital, ciudades inteligentes, viajes compartidos y comercio sin efectivo.

Las razones dadas para la ventaja competitiva de China son innumerables, desde el gran volumen de consumidores que compran en línea; "La falta de sistemas bancarios heredados en China», lo que le ha permitido saltar sobre efectivo y tarjetas de crédito y desatar «un enorme mercado de comercio electrónico y servicios digitales" utilizando "pagos digitales"; y una grave escasez de médicos, lo que ha llevado al gobierno a trabajar estrechamente con compañías tecnológicas como Tencent para usar la AI (inteligencia artificial) como medicina "predictiva". Las diapositivas señalan que en China, las compañías tecnológicas "tienen la autoridad de eliminar rápidamente las barreras regulatorias, mientras que las iniciativas estadounidenses se ven envueltas en el cumplimiento de HIPPA y la aprobación de la FDA".

Sin embargo, más que ningún otro factor, el NSCAI señala la voluntad de China de adoptar alianzas público-privadas en la vigilancia masiva y la recopilación de datos como una razón para su ventaja competitiva. La presentación promociona el "apoyo y participación explícita del gobierno de China, por ejemplo, en el despliegue del reconocimiento facial". Sostiene que "la vigilancia es uno de los ‘primeros y mejores clientes’ para Al" y, además, que "la vigilancia masiva es una aplicación asesina para el aprendizaje profundo".

Una diapositiva titulada "Conjuntos de datos estatales: vigilancia = ciudades inteligentes" señala que China, junto con el principal competidor chino de Google, Alibaba, están corriendo por delante.

Esto es notable porque la empresa matriz de Google, Alphabet, ha estado impulsando precisamente esta visión a través de su división Sidewalk Labs, eligiendo una gran parte de la costa de Toronto como su prototipo de "ciudad inteligente". Pero el proyecto de Toronto se cerró después de dos años de controversia incesante relacionada con las enormes cantidades de datos personales que Alphabet recolectaría, la falta de protecciones de privacidad y los beneficios cuestionables para la ciudad en general.

Cinco meses después de esta presentación, en noviembre, el NSCAI emitió un informe provisional al Congreso que suscitó la alarma sobre la necesidad de que EE.UU actúe frente a la adaptación China de estas tecnologías controvertidas. "Estamos en una competencia estratégica", afirma el informe , obtenido a través de FOIA por el Centro de Información Electrónica de Privacidad. "La inteligencia artificial estará en el centro. El futuro de nuestra seguridad y economía nacional está en juego”.

A fines de febrero, Schmidt estaba llevando su campaña al público, tal vez entendiendo que el aumento de presupuesto que su junta directiva estaba pidiendo no podría aprobarse sin una mayor aceptación. En un artículo de opinión del New York Times titulado “Silicon Valley podría perder frente a China», Schmidt pidió «asociaciones sin precedentes entre el gobierno y la industria» y, una vez más, haciendo sonar la alarma de peligro amarilla:

"AI (inteligencia artificial) abrirá nuevas fronteras en todo, desde biotecnología hasta banca, y también es una prioridad del Departamento de Defensa. … Si las tendencias actuales continúan, se espera que las inversiones generales de China en investigación y desarrollo superen a las de Estados Unidos dentro de 10 años, aproximadamente al mismo tiempo que se proyecta que su economía sea más grande que la nuestra. A menos que estas tendencias cambien, en la década de 2030 competiremos con un país que tiene una economía más grande, más inversiones en investigación y desarrollo, mejor investigación, un mayor despliegue de nuevas tecnologías y una infraestructura informática más sólida. … En última instancia, los chinos están compitiendo para convertirse en los principales innovadores del mundo, y Estados Unidos no está jugando para ganar."

La única solución, para Schmidt, era un chorro de dinero público. Elogiando a la Casa Blanca por solicitar una duplicación de la financiación de la investigación en inteligencia artificial y ciencia de la información cuántica, escribió: “Deberíamos planear duplicar la financiación en esos campos nuevamente a medida que creamos capacidad institucional en laboratorios y centros de investigación. … Al mismo tiempo, el Congreso debe cumplir con la solicitud del presidente para obtener el nivel más alto de financiamiento de I + D de defensa en más de 70 años , y el Departamento de Defensa debe capitalizar ese aumento de recursos para desarrollar capacidades innovadoras en inteligencia artificial, cuántica, hipersónica y otras prioritarias áreas tecnológicas".

Eso fue exactamente dos semanas antes de que el brote de coronavirus se declarara una pandemia, y no se mencionó que el objetivo de esta vasta expansión de alta tecnología era proteger la salud de los estadounidenses. Solo que era necesario evitar ser superado por China. Pero, por supuesto, eso pronto cambiaría.

En los dos meses transcurridos desde entonces, Schmidt ha sometido estas demandas preexistentes, para gastos públicos masivos en investigación e infraestructura de alta tecnología, para una serie de «asociaciones público-privadas» en inteligencia artificial y para el aflojamiento de innumerables protecciones de privacidad y seguridad, a través de un ejercicio agresivo de reposicionamiento discursivo. Ahora, todas estas medidas (y más) se están vendiendo al público como nuestra única esperanza posible de protegernos de un nuevo virus que nos acompañará en los próximos años.

Y las compañías tecnológicas con las que Schmidt tiene vínculos profundos, y que pueblan las influyentes juntas asesoras que preside, se han reposicionado como protectores benevolentes de la salud pública y generosos campeones de los «héroes cotidianos» de los trabajos esenciales (muchos de los cuales perderían sus empleos si estas compañías se salieran con la suya). Menos de dos semanas después del cierre del estado de Nueva York, Schmidt escribió un artículo de opinión para el Wall Street Journal que estableció el nuevo tono y dejó en claro que Silicon Valley tiene toda la intención de aprovechar la crisis para una transformación permanente.

"Al igual que otros estadounidenses, los tecnólogos están tratando de hacer su parte para apoyar primera línea de respuesta a la pandemia. Pero cada estadounidense debería preguntarse dónde queremos que esté la nación cuando termine la pandemia de Covid-19. ¿Cómo podrían las tecnologías emergentes desplegadas en la crisis actual impulsarnos hacia un futuro mejor? … Empresas como Amazon saben cómo suministrar y distribuir de manera eficiente. Tendrán que proporcionar servicios y asesoramiento a los funcionarios del gobierno que carecen de los sistemas informáticos y de la experiencia. También deberíamos acelerar la tendencia hacia el aprendizaje remoto, que se está probando hoy como nunca antes. On line, no existe un requisito de proximidad, lo que permite a los estudiantes obtener instrucción de los mejores maestros, sin importar en qué distrito escolar residan … La necesidad de una experimentación rápida a gran escala también acelerará la revolución biotecnológica. … Finalmente, el país está atrasado hace tiempo en infraestructura digital real … Si queremos construir una economía futura y un sistema educativo basado en tele-todo, necesitamos una población totalmente conectada y una infraestructura ultrarrápida. El gobierno debe hacer una inversión masiva, tal vez como parte de un paquete de estímulo, para convertir la infraestructura digital de la nación en plataformas basadas en la nube y vincularlas con una red 5G."

De hecho, Schmidt ha sido implacable en la búsqueda de esta visión. Dos semanas después de la aparición de ese artículo de opinión, describió la programación ad hoc de educación en el hogar que los maestros y las familias de todo el país se vieron obligados a improvisar durante esta emergencia de salud pública como «un experimento masivo en el aprendizaje remoto». El objetivo de este experimento, dijo, era «tratar de descubrir: ¿cómo aprenden los niños de forma remota? Y con esos datos deberíamos ser capaces de construir mejores herramientas de aprendizaje a distancia que, cuando se combinan con el maestro … ayudarán a los niños a aprender mejor ” Durante esta misma videollamada, organizada por el Club Económico de Nueva York, Schmidt también pidió más telesalud, más 5G, más comercio digital y el resto de la lista de deseos preexistente. Todo en nombre de la lucha contra el virus.

Sin embargo, su comentario más revelador fue el siguiente: “El beneficio de estas corporaciones, que amamos difamar, en términos de la capacidad de comunicarse, la capacidad de lidiar con la salud, la capacidad de obtener información, es profundo. Piensa en cómo sería tu vida en Estados Unidos sin Amazon". Agregó que la gente debería "estar un poco agradecida de que estas compañías obtuvieron el capital, hicieron la inversión, construyeron las herramientas que estamos usando ahora y realmente nos han ayudado".

Es un recordatorio sobre que, hasta hace muy poco, el rechazo público contra estas corporaciones estaba creciendo. Los candidatos presidenciales discutían abiertamente la caída de la gran tecnología. Amazon se vio obligado a abandonar sus planes para una sede en Nueva York debido a la feroz oposición local. El proyecto Sidewalk Labs de Google estaba en una crisis perenne, y los propios trabajadores de Google se negaban a construir tecnología de vigilancia con aplicaciones militares.

En resumen, la democracia se estaba convirtiendo en el mayor obstáculo para la visión que Schmidt estaba promoviendo, primero desde su posición en la cima de Google y Alphabet y luego como presidente de dos poderosas juntas asesorando al Congreso y al Departamento de Defensa. Como revelan los documentos de NSCAI, este inconveniente ejercicio del poder por parte del público y los trabajadores tecnológicos dentro de estas megaempresas, desde la perspectiva de hombres como Schmidt y el CEO de Amazon, Jeff Bezos, desaceleró enloquecedoramente la carrera armamentista de la inteligencia artificial, manteniendo flotas de automóviles y camiones sin conductor potencialmente mortales fuera de las carreteras, evitando que los registros de salud privados se conviertan en un arma utilizada por los empleadores contra los trabajadores, evitando que los espacios urbanos se cubran con software de reconocimiento facial, y mucho más.

Ahora, en medio de la carnicería de esta pandemia en curso, y el miedo y la incertidumbre sobre el futuro que ha traído, estas corporaciones ven claramente su momento para barrer todo ese compromiso democrático. Para tener así el mismo tipo de poder que sus competidores chinos, que ostentan el lujo de funcionar sin verse obstaculizados por intrusiones de derechos laborales o civiles.

Todo esto se está moviendo muy rápido. El gobierno australiano ha contratado a Amazon para almacenar los datos de su controvertida aplicación de seguimiento de coronavirus. El gobierno canadiense ha contratado a Amazon para entregar equipos médicos, generando preguntas sobre por qué omitió el servicio postal público. Y en solo unos pocos días a principios de mayo, Alphabet ha puesto en marcha una nueva iniciativa de Sidewalk Labs para rehacer la infraestructura urbana con $ 400 millones en capital semilla. Josh Marcuse, director ejecutivo de la Junta de Innovación en Defensa que preside Schmidt, anunció que dejaría ese trabajo para trabajar a tiempo completo en Google como jefe de estrategia e innovación para el sector público mundial, lo que significa que ayudará a Google a sacar provecho de algunas de las muchas oportunidades que él y Schmidt han estado creando con su lobby.

Para ser claros, la tecnología es sin duda una parte clave de cómo debemos proteger la salud pública en los próximos meses y años. La pregunta es: ¿estará la tecnología sujeta a las disciplinas de la democracia y la supervisión pública, o se implementará en un frenesí de estado de excepción, sin hacer preguntas críticas, dando forma a nuestras vidas en las próximas décadas? Preguntas como, por ejemplo: si realmente estamos viendo cuán crítica es la conectividad digital en tiempos de crisis, ¿deberían estas redes y nuestros datos estar realmente en manos de jugadores privados como Google, Amazon y Apple? Si los fondos públicos están pagando gran parte de eso, ¿el público no debería también poseerlo y controlarlo? Si Internet es esencial para muchas cosas en nuestras vidas, como lo es claramente, ¿no debería tratarse como una utilidad pública sin fines de lucro?

Y aunque no hay duda de que la capacidad de teleconferencia ha sido un salvavidas en este período de bloqueo, hay serios debates sobre si nuestras protecciones más duraderas son claramente más humanas. Tomemos la educación. Schmidt tiene razón en que las aulas superpobladas presentan un riesgo para la salud, al menos hasta que tengamos una vacuna. Entonces, ¿no se podría contratar el doble de maestros y reducir el tamaño de los cursos a la mitad? ¿Qué tal asegurarse de que cada escuela tenga una enfermera?

Eso crearía empleos muy necesarios en una crisis de desempleo a nivel de depresión y les daría mayor margen a todos en el ambiente educativo. Si los edificios están demasiado llenos, ¿qué tal dividir el día en turnos y tener más educación al aire libre, aprovechando la abundante investigación que muestra que el tiempo en la naturaleza mejora la capacidad de los niños para aprender?

Introducir ese tipo de cambios sería difícil, sin duda. Pero no son tan arriesgados como renunciar a la tecnología probada y verdadera de humanos entrenados que enseñan a los humanos más jóvenes cara a cara, en grupos donde aprenden a socializar entre ellos.

Al enterarse de la nueva asociación del estado de Nueva York con la Fundación Gates, Andy Pallotta, presidente de United Teachers del Estado de Nueva York, reaccionó rápidamente: “Si queremos reimaginar la educación, comencemos por abordar la necesidad de trabajadores sociales, consejeros de salud mental , enfermeras escolares, cursos de artes enriquecedores, cursos avanzados y clases más pequeñas en distritos escolares de todo el estado", dijo. Una coalición de grupos de padres también señaló que si realmente habían estado viviendo un "experimento de aprendizaje remoto" (como lo expresó Schmidt), los resultados fueron profundamente preocupantes: "Dado que las escuelas cerraron a mediados de marzo, nuestro la comprensión de las profundas deficiencias de la instrucción basada en pantalla solo ha crecido".

Además de los obvios sesgos de clase y raza contra los niños que carecen de acceso a Internet y computadoras en el hogar (problema que las compañías tecnológicas están ansiosas por cobrar, mediante grandes ventas tecnológicas), hay grandes preguntas sobre si la enseñanza remota puede servir a muchos niños con discapacidades, como lo exige la ley . Y no existe una solución tecnológica para el problema de aprender en un entorno hogareño superpoblado y / o abusivo.

El problema no es si las escuelas deben cambiar ante un virus altamente contagioso para el cual no tenemos cura ni vacuna. Al igual que todas las instituciones donde los humanos actúan en grupos, las escuelas cambiarán. El problema, como siempre en estos momentos de conmoción colectiva, es la ausencia de debate público sobre cómo deberían ser esos cambios y a quién deberían beneficiar. ¿Empresas tecnológicas privadas o estudiantes?

Las mismas preguntas deben hacerse sobre la salud. Evitar los consultorios médicos y los hospitales durante una pandemia tiene sentido. Pero la telesalud pierde en gran medida frente a la atención persona a pesona. Por lo tanto, debemos tener un debate basado en la evidencia sobre los pros y los contras de gastar recursos públicos escasos en telesalud, en comparación con enfermeras más capacitadas, equipadas con todo el equipo de protección necesario, que pueden hacer visitas a domicilio para diagnosticar y tratar pacientes en sus hogares. Y quizás lo más urgente es que necesitamos lograr el equilibrio correcto entre las aplicaciones de seguimiento del virus, que con las protecciones de privacidad adecuadas tienen un papel que desempeñar, y los llamados a un Cuerpo de Salud Comunitario que pondría a millones de estadounidenses a trabajar no solo haciendo seguimiento de contactos sino asegurándose de que todos tengan los recursos materiales y el apoyo que necesitan para estar en cuarentena de manera segura.

En cada caso, enfrentamos decisiones reales y difíciles entre invertir en humanos e invertir en tecnología. Porque la verdad brutal es que, tal como están las cosas, es muy poco probable que hagamos ambas cosas. La negativa a transferir los recursos necesarios a los estados y ciudades en sucesivos rescates federales significa que la crisis de salud del coronavirus ahora se está convirtiendo en una crisis de austeridad fabricada. Las escuelas públicas, universidades, hospitales y tránsito se enfrentan a preguntas existenciales sobre su futuro. Si las compañías tecnológicas ganan su feroz campaña de presiones y lobby para el aprendizaje remoto, telesalud, 5G y vehículos sin conductor, su Screen New Deal, simplemente no quedará dinero para prioridades públicas urgentes, sin importar el Green New Deal (el Nuevo Pacto Verde) que nuestro planeta necesita con urgencia.

Por el contrario: el precio de todos los brillantes dispositivos será el despido masivo de maestros y el cierre de hospitales.

La tecnología nos proporciona herramientas poderosas, pero no todas las soluciones son tecnológicas. Y el problema de externalizar decisiones clave sobre cómo «reimaginar» nuestros estados y ciudades a hombres como Bill Gates y Eric Schmidt es que se han pasado la vida demostrando la creencia de que no hay problema que la tecnología no pueda solucionar.

Para ellos, y para muchos otros en Silicon Valley, la pandemia es una oportunidad de oro para recibir no solo la gratitud, sino también la deferencia y el poder que sienten que se les ha negado injustamente. Y Andrew Cuomo, al poner al ex presidente de Google a cargo del cuerpo que dará forma a la reapertura del estado, parece haberle dado algo cercano al reinado libre.

Publicado en The Intercept, el 8 de mayo de 2020 (Traducción realizada por Agencia Lavaca.org)