Mostrando entradas con la etiqueta Andrés Herrero. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Andrés Herrero. Mostrar todas las entradas

sábado, 10 de septiembre de 2011

RECONCILIAR A MARX CON BAKUNIN


Andrés Herrero
Rebelión

06-02-2006

Vivimos en la civilización de la posesión y la desigualdad, y no de la libertad, la democracia y los derechos humanos, que son solo eslóganes publicitarios del sistema.

La vida bajo el capitalismo se reduce a la economía. Lo que se vote es irrelevante. Lo que cuenta es tener o no. Cuanto cuesta vivir, cuanto comprar una vivienda, cuanto alimentarse, curarse o morir. Todos llevamos una etiqueta con el precio puesto. Si la mujer ha logrado equipararse al varón, ha sido entre otras cosas, porque al capital le pareció rentable emanciparla de los fogones y tareas domésticas, para ponerla a trabajar para él en fábricas y oficinas. Los derechos en el capitalismo se adquieren con dinero. La diferencia entre un jeque y un moro de patera, la establece el pozo de petróleo y la cuenta corriente.

La esencia del capitalismo es el lucro, conocido también por el nombre menos fino, de rapiña.

Sin ningún género de duda, la propiedad privada es el primer mal, el pecado original de la humanidad. Marx tenía toda la razón cuando reivindicó la propiedad colectiva de los medios de producción para evitar la explotación del hombre por el hombre, pero se equivocó en el procedimiento elegido.

Porque el poder resulta tan nefasto como la propiedad privada.

El poder implica por definición desigualdad, y no puede ser por tanto un medio válido para conseguir igualdad. La economía planificada y la dirección desde arriba constituyen un grave error. No se trata de conquistar y ocupar el poder, sino de desmontarlo. El culto al cargo desemboca en el culto a la personalidad. Tan parásita resulta la casta burocrática como la clase capitalista. De hecho, ambas son perfectamente intercambiables, como todos hemos visto con la privatización de los regímenes comunistas, cuando los jerarcas del aparato, se reconvirtieron de la noche a la mañana, en multimillonarios.

Los mismos perros con distintos collares, que todo cambie para que todo siga igual. El poder constituye el caldo de cultivo idóneo, para que medren tipos habilidosos, hechos de esa pasta especial, mezcla de ambición, codicia, falta de escrúpulos y oportunismo.

El problema radica en la naturaleza humana, y por eso, cualquier sistema que conceda atribuciones y poder a unos seres humanos sobre otros, estará condenado de antemano al fracaso.

Dará igual que la élite sea familiar, proletaria, étnica, científica, religiosa, militar, de partido, de origen divino, de sabios, de magnates o de cocineros. Las jerarquías y desigualdades de poder entre humanos, son y seguirán siendo la fuente de todos los privilegios y abusos.

Por eso, concentrar los esfuerzos en eliminar la propiedad privada, sin intentar acabar simultáneamente con el poder - los dos males que corroen al hombre y a la sociedad -, supone quedarse a mitad del camino.

Ese es el punto en el que ambos revolucionarios, Marx y Bakunin no se pusieron de acuerdo, y en el que ahora deben confluir, reconciliando el rigor alemán, con la independencia eslava.

Solo de esa manera el anarquismo podrá superar las debilidades y contradicciones irresolubles que lo lastran desde su origen: ¿Cómo vencer al poder sin poder? ¿Cómo enfrentarse a las fuerzas combinadas del capitalismo y del estado, sin una organización sólida, que posea una dirección, una estrategia y unos objetivos bien definidos?

Por temor a contaminarse no puede uno quedarse en la inacción. El método asambleario no ha resultado ser adecuado para la toma de decisiones que exigen rapidez, y en la práctica, se ha revelado tan ineficaz para cambiar el curso de los acontecimientos, como las bombas, atentados y sabotajes con que debutó en su día el anarquismo, y que hoy día son ya historia. La atomización y la dispersión, no han sido tampoco armas que hayan favorecido precisamente la necesaria coordinación de esfuerzos. Cualquier ejército provisto de un mando único y centralizado, aplastará sin esfuerzo a las partidas rebeldes que se le opongan.

Hace falta algo que sea más consistente. Solo con la conciencia limpia no se triunfa. Una izquierda sin organización, no es izquierda. Las cosas van por otro lado.

Transformar la sociedad requiere:

• Una toma generalizada de conciencia por parte de la ciudadanía, cuanto más amplia, mejor.
• Que coincidan los intereses de la mayoría con la dirección del cambio.
• Articular, dinamizar e impulsar éste.

Los avances en el primer punto resultan muy lentos, debido al adoctrinamiento recibido desde la infancia por parte del sistema educativo, reforzado por el lavado de cerebro al que los medios de comunicación, monopolizados por el capital, nos somete continuamente.

Pero el segundo apartado es el que quizá resulta más conflictivo a nivel personal, porque aunque pensemos de izquierda, vivimos de derecha, y como bien señaló Marx, no se vive como se piensa, sino que se piensa como se vive, lo que es exactamente lo contrario. La ideología sucumbe ante el negocio. Todos tenemos algo que perder, y el consumo, el bienestar material y la comodidad, minan la voluntad colectiva. El voluntarismo y las buenas intenciones, lo único que hacen es que nos sintamos mejor con nosotros mismos, sin cambiar nada.

El último aspecto es el que exige un compromiso más serio. Pasar del campo de las declaraciones al terreno de los hechos, significa:
1. Dar la batalla de las ideas, elaborando una alternativa ideológica, viable y clara para todos.
2. Involucrarse en el terreno económico, impulsando proyectos alternativos y cooperativos en todos los campos productivos: agrícola, industrial, comercial, científico, artístico, cultural, etc.
3. Entrar en el escenario político, por medio de un movimiento participativo de nuevo cuño, extendido a escala global.

Para ser eficaces, los tres frentes deben actuar al unísono, contando con la reacción violenta del sistema y preparados para ella, porque un imperio dispuesto a utilizar bombas atómicas para mantener su hegemonía, no se va a quedar cruzado de brazos ante semejante desafío.

El gran problema sigue siendo construir organizaciones de base, igualitarias, democráticas y no jerárquicas, que logren ser eficaces sin autoritarismo, sabiendo conciliar los liderazgos naturales con la ausencia de prerrogativas. Un modelo en el que nadie ostente más derechos que nadie, con independencia de su capacidad de decisión, y en el que los puestos - que no cargos - respondan a tareas especializadas, sin conllevar estatus, prebendas y atribuciones sobre los demás.


Organizaciones con responsabilidad compartida, basadas en el respeto absoluto a la mayoría, y no en la sumisión de ésta a la voluntad de quienes desempeñan labores directivas. Organizaciones e instituciones en las que los nombramientos se efectúen desde abajo y no desde la cúpula, con una forma cooperativa de funcionar; algo que en los miles de años que nuestra especie lleva rodando sobre la Tierra, todavía no ha aprendido a hacer.

Bakunin, en Dios y el Estado, hace unas interesantes reflexiones al respecto:

"Una academia científica, incluso la de los hombres más ilustres, acabaría indefectiblemente por corromperse moral e intelectualmente. Esta es la historia de todas las academias. El mayor genio científico, desde el momento en que se convierte en académico, en sabio oficial, patentado, pierde su espontaneidad, su atrevimiento; sin duda gana en cortesía y sabiduría utilitaria y práctica, lo que pierde en potencia de pensamiento, porque toda posición privilegiada mata el espíritu y el corazón de los hombres.

Cuando se trata de zapatos, prefiero la autoridad del zapatero; si se trata de una casa, de un canal o de un ferrocarril, consulto la del arquitecto o la del ingeniero. Pero no dejo que se impongan a mí ni el zapatero, ni el arquitecto ni el sabio.

Les escucho libremente y con todo el respeto que merecen su inteligencia, su carácter y su saber, pero me reservo el derecho incuestionable de crítica y de control. No me contento con consultar a una sola autoridad especialista, consulto varias; comparo sus opiniones, y elijo la que me parece más justa.

Pero no reconozco autoridad infalible, ni aun en cuestiones especiales; por consiguiente, no obstante el respeto que pueda tener hacia la honestidad y la sinceridad de tal o cual individuo, no tengo fe absoluta en nadie.

Una fe semejante sería fatal a mi razón, la libertad y al éxito de mis empresas; me transformaría inmediatamente en un esclavo estúpido y en un instrumento de la voluntad y de los intereses ajenos. Si me inclino ante la autoridad de los especialistas, y me declaro dispuesto a seguir, en una cierta medida, durante todo el tiempo que me parezca necesario sus indicaciones y aún su dirección, es porque esa autoridad no me ha sido impuesta por nadie.

La más grande inteligencia no podría abarcarlo todo. De donde resulta para la ciencia tanto como para la industria, la necesidad de la división y de la asociación del trabajo. Yo recibo y doy, tal es la vida humana. Cada cual es dirigente y dirigido a la vez. Por tanto no hay autoridad fija y constante, sino un cambio continuo de autoridad y de subordinación mutuas, pasajeras y sobre todo voluntarias.

Aceptamos todas las autoridades naturales y todas las influencias de hecho, pero ninguna de derecho, porque toda autoridad o toda influencia de derecho, y como tal oficialmente impuesta, se convierte pronto en una opresión y en una mentira, que nos conduce indefectiblemente, a la esclavitud y el absurdo".

La especialización del tipo que sea, no tiene porque reportar ventajas a nadie. Cualquier jerarquía de talentos ha de ser abolida. Ninguna profesión tiene porque ser considerada superior a otra, ni remunerada más que ella: el médico más que el albañil, el agricultor más que el maestro, el juez más que el minero (los que se asusten con esta clase de razonamientos, deberían recordar que nuestra sociedad paga mejor a futbolistas, cantantes o estrellas de cine, que a cirujanos e investigadores, y ve absolutamente normal que se recompense más el entretenimiento que la salud).

En una sociedad un poco más sana, organizada en comunidades de dimensión humana, y construida desde abajo, solo debería haber límites a lo que una persona puede ganar, no a lo que puede hacer. El ser humano, tendría que dedicar menos de la mitad de la jornada actual a tareas especializadas, ya que las no especializadas serían asumidas por todos sin excepción. Las diferencias salariales, caso de permitirse, serían mínimas. El estímulo provendría de desempeñar la labor que a uno le gusta, en las condiciones adecuadas, gozando de reconocimiento ajeno. Sería la propia comunidad, por poner un ejemplo, la que debería decidir quien merece ocupar una vivienda, y sería también ella la encargada de resolver los conflictos que se suscitasen en su seno. Rebelión, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=19926, mostró cual podría ser el camino para la toma correcta de decisiones colectivas.

Nada de esto es imposible: los que piensen que éstos son planteamientos excesivamente utópicos e irrealizables, tendrían que comprender que no nada hay más inviable e insostenible que la actual sociedad.

Pero mientras el ser humano no aprenda a compartir personas y bienes, seguirá estando en la edad de piedra, y por más sofisticados que sean sus juguetes tecnológicos, no conseguirá vivir en paz consigo mismo ni con los demás.

viernes, 9 de septiembre de 2011

NECESIDAD DE MARX Y BAKUNIN




Andrés Herrero
Rebelión, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=26324
05-03-2006

Me sorprende que un artículo mío de tres páginas: Reconciliar a Marx con Bakunin, haya merecido una crítica de seis: Sustituir a Marx por Bakunin.

Grave peligro doctrinal debía haber en mi ingenuo "catecismo revolucionario", para que alguien, llevado seguramente de su fervor ortodoxo, haya llegado a confundir una síntesis, con una OPA.

Manifiesta mi gentil comisario político, no entender eso de que la vida bajo el capitalismo se reduce a la economía... ¿qué vida? ¿que economía?... se pregunta.

Creía que era obvio que la economía rige los aspectos materiales, fundamentales de la existencia, como comer todos los días, tener un techo, etc.; y que de lo material, deriva todo lo demás. El dinero manda sobre los hombres y dirige su vida, aunque por supuesto, existan más cosas en el mundo, y no todo sea dinero. Sabido es que al teorema de Pitágoras y a la vía Láctea, las subidas y bajadas de bolsa, les afectan más bien poco. Pero el Código de Circulación (por utilizar su ejemplo), supongo que diferirá bastante de una sociedad socialista a una capitalista.

También ignoraba que hubiera programas de televisión sin componente económico, pero lo que de verdad ha supuesto una iluminación para mí, ha sido su contundente afirmación de que "las instituciones religiosas no legitiman directa e inmediatamente el actual orden económico, ni participan en su configuración..." ¡Caramba, que pronto se ha evaporado el opio del pueblo, y se ha impuesto en el Vaticano la "teología de la liberación"!... ¡al infierno la lucha de clases!... Se trata sin duda de un hallazgo revolucionario, como los de la sima de los huesos o mayor, y que debería patentar cuanto antes, no sea que se lo roben.

Me acusa de reducir toda la realidad social a los intereses económicos, para acto seguido, citando a Marx, "reconocer que la estructura económica de la sociedad es la base sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política de la sociedad". ¿En que quedamos, la economía es lo primero, o lo secundario? ¿donde está la discrepancia? ¿le gustaría más mi texto, si cambiase la palabra economía, por estructura económica? Me comprometo a hacerlo, a condición de que acepte, que la lucha de clases y la lucha política, provienen del orden económico, más que del influjo de los astros.

¿Cómo puede achacarme sostener que bastaría con destruir las relaciones económicas, para acabar con el capitalismo, cuando lo que propongo es precisamente lo contrario, un plan coordinado de actuación y lucha, en los tres frentes posibles: ideológico, económico y político? Lea bien, por su bien.

Y llegamos al tema del poder... ¿qué poder?... ¿el de quien?... se vuelve a preguntar.

Hombre, sin ser un oráculo, le diré que jerarquías existen hasta en los monos; el poder constituye un remanente de nuestra herencia animal, un componente más de nuestra naturaleza, que nos guste o no, proyectamos sobre nuestras actividades sociales, incluso las íntimas.

Nadie discute que en la sociedad capitalista, el poder económico, ideológico y político, lo ostenta una clase, pero la afición al poder, más fuerte o más atenuada, se halla inscrita en nuestros genes y nos acompañará siempre.

Pero es que además, usted no distingue entre autoridad y poder. Un científico, puede ser una autoridad, alguien a quien se respeta por sus conocimientos, capacidad y experiencia, pero que carece de poder alguno. Un padre puede reunir ambas condiciones en su persona (al menos durante un intervalo de tiempo), y un patrono, un juez, un ministro, o un general, tienen poder (lo usen o no), aunque no necesariamente autoridad.

La autoridad infunde respeto, el poder, acatamiento. La autoridad es una cualidad que pertenece al ámbito del ser, en tanto que el poder es una potestad que se adquiere y ejerce. El poder mide nuestra capacidad de control y decisión sobre la vida ajena, de adoptar medidas sobre su libertad, su trabajo, sus bienes, sus relaciones, etc.

La desigualdad, procede del apego del hombre a dominar a los demás para satisfacer sus ansias personales, combinado con la necesidad de la sociedad de dotarse de un cierto grado de poder para funcionar y desenvolverse eficazmente.

No reconocer que el poder es goloso, es negar la evidencia. Argumentar como hace usted, que si el hombre tiene "voluntad de poder", al negársela estaríamos obrando contra su propia naturaleza, sería lo mismo que afirmar que puesto que al hombre le gusta enriquecerse y explotar a sus semejantes, una sociedad socialista iría contra sus verdaderos intereses. Un sofisma.

Para empezar, la naturaleza humana presenta notables diferencias con la de los animales. El hombre posee mayor número y variedad de registros vitales que ellos; un león, no desarrolla tecnologías, ni se suicida, y pese a su mayor poderío físico, no puede sobrevivir más que en determinados hábitats.

La naturaleza humana es dinámica y adaptable al medio, en una palabra dialéctica. El ser humano no se comporta igual en la paz que en la guerra, y la expresión de sus facultades, el que desarrolle sus músculos o su inteligencia, su competitividad o su espíritu de cooperación, su afán de poder o su capacidad de sacrificio, estará en función de lo que las circunstancias le exijan y le ofrezcan en cada momento. De esa dualidad nacen todos los comportamientos sociales, buenos, malos o regulares.

El guión de la humanidad es totalmente diferente en la edad de piedra que en la era tecnológica, en una sociedad capitalista que en una socialista. Dentro del ser humano habitan toda clase de impulsos y tendencias, lo importante es cuales se fomentan socialmente.

Si la sociedad facilita al hombre, la oportunidad de explotar a los demás, de enriquecerse, o de conseguir poder, alguien la aprovechará. Como a cualquier otra criatura, al hombre, su programa biológico le empuja a buscar lo que considera mejor para él. Su forma particular de entender "lo mejor", es lo que le caracteriza como individuo.

Bakunin en su obra, el Sistema Capitalista, advirtió a tiempo: "¿Queréis que los hombres no opriman a otros? Haced que no tengan nunca el poder de oprimirlos. ¿Queréis que respeten la libertad, los derechos, el carácter humano de sus semejantes? Haced que estén forzados a respetarlos. No forzados por la voluntad ni por la acción opresiva de otros hombres, ni por la represión del estado y de las leyes, necesariamente representadas y aplicadas por hombres, lo que los haría esclavos a su vez, sino por la organización misma del tejido social; organización constituida de modo que aún dejando a cada uno el mas entero goce de su libertad no deje a nadie la posibilidad de elevarse por encima de los demás, ni de dominarlos de otro modo que no sea por la influencia natural de las cualidades intelectuales o morales que poseen, sin que esa influencia pueda imponerse nunca como un derecho ni apoyarse en una institución política cualquiera". Porque pensar que todo el mal proviene de la sociedad capitalista, y que extirpada ésta, el ser humano resplandecerá como un dechado de virtudes y perfección, es soñar.

Nada más idealista, ingenuo y peligroso, que pretender ignorar el egoísmo y los intereses que anidan en el corazón de los hombres. Cervantes y Shakespeare, le informarán con mucho gusto y sin compromiso.

"La naturaleza humana está configurada de tal modo, que si se le concede poder sobre otros, invariablemente los oprimirá. Tomen al revolucionario más radical, y póngale en el trono de Rusia u otórguenle un poder dictatorial – la ilusión de tantos revolucionarios novatos – y dentro de un año, será peor que el propio zar. Con la máquina estatal bien fortalecida, pronto necesitarán un dictador. Cualquier sistema impuesto por la fuerza, debido a la necesidad de violencia regularmente organizada del Estado, conduce fatalmente a crear una clase estatal privilegiada" (Bakunin, en su libro Tácticas Revolucionarias, volviendo a anticipar de nuevo el futuro).

Lo de "pensar de izquierdas y vivir de derechas" resulta todavía más fácil de comprender. Imagine que usted necesita el coche para ir a trabajar, a pesar de ser partidario del transporte público, consciente de que se trata de un medio contaminante e insostenible... ¿qué debe hacer?... ¿despedirse del trabajo, cambiar el tráfico, comprarse un patinete, mudar de conciencia, o irse a una cabaña a hacer compañía a Robinsón?... Por más consecuente que sea, ¿como es posible que viviendo en una sociedad injusta, no exista contradicción alguna entre su modo de vivir y sus ideas? Pero celebro mucho que usted se halle limpio de contradicciones... y seguro que Marx también, porque él siempre defendió, que la conciencia debe ser explicada a partir de las contradicciones de la vida material; en una palabra, que son las contradicciones las que impulsan el cambio. Pero si usted no las tiene, ¿como va a avanzar?... para progresar, tendrá que quedarse quieto.

Comparto lo fundamental de las tesis de Marx, pero discrepo de su fe en el progreso, en el devenir de la Historia y en el triunfo final del proletariado. No tengo duda de que se equivoca, cuando proclama en el Manifiesto Comunista, "que el hundimiento de la burguesía y la victoria del proletariado son inevitables", porque la Historia, es una realidad abierta, no predeterminada, ni escrita en ningún sitio.

Hay que decir sin embargo en favor de Marx, que en su época, no se conocían las bombas atómicas, y que ni la ingeniería genética, ni el cambio climático, habían hecho su aparición, por citar algunas de las amenazas que se ciernen ahora mismo sobre el futuro de la humanidad. Tampoco podía imaginar, que el capital iba a tener la diabólica habilidad de escamotear a los asalariados los medios de producción, y sustituírselos por medios de consumo, para hacerlos sentir "propietarios" e integrarlos al sistema.

En el terreno práctico, tampoco que yo sepa, la infabilidad de Marx, está probada científicamente. De hecho, el método revolucionario que él propugnó, no ha dado los frutos esperados. Al contrario, lo que habría que plantearse es:

• ¿Porqué los regímenes comunistas que un día conquistaron el Estado, se han desplomado o se encuentran en vías de extinción? Porque lo que no se puede negar, es que la dictadura del Partido, que no del proletariado, ha fracasado, y el comunismo ha desaparecido prácticamente de todas partes, excepto de Cuba (ante la que hay que descubrirse), y China, aunque lo del capitalismo comunista chino, no deja de ser una fórmula genial, que no puede uno tomarse en serio.

• ¿A que se debe que los países comunistas se hayan arrojado en brazos del capitalismo, precisamente cuando más desarrollados estaban, contradiciendo así otro de los postulados de Marx? (y que conste que soy de los que opinan, que no existe razón objetiva alguna, para que un país atrasado, no pueda estar tan colectivizado como capitalizado).

• ¿Porqué razón, disponiendo de 50, 60 y hasta 70 años por delante, las sociedades comunistas no corrigieron a tiempo sus errores? ¿no le extraña que todas hayan terminado del mismo modo, o cree usted que solo ha sido una mala racha?

Algo esencial debe fallar en la doctrina comunista, porque no puede ser que todas las sociedades la aplicaran mal. Resulta cómodo personalizar los errores en Stalin, y satanizarlo, camarada, para exorcizar con él todos los defectos del sistema, pero lo que habría que hacer es ir un poco más allá, y preguntarse como es posible que semejante personaje pudiera alcanzar la cima del poder, y lo que es peor, mantenerse tantos años en él. Stalin constituye la prueba de lo que significa el poder para los humanos (y no es un caso aislado).

• ¿A que obedece el que se hallen en retroceso, cada vez más debilitados y desunidos, los partidos comunistas de los países desarrollados, precisamente cuanto mayores son la desigualdades sociales en ellos, y más se deterioran las condiciones de vida de sus trabajadores?

Sin duda, una de las razones por las que la larga marcha electoral a través de las instituciones ha terminado en nada, es porque los partidos de izquierda, al sentarse a la mesa del poder y comenzar a mamar de las ubres del sistema, han terminando disputando despachos más que ideas; otra manifestación de esa naturaleza humana, etérea y misteriosa, que a usted le despista tanto. La lucha por el poder se dá en todas las organizaciones humanas, y cuanto mayor es el premio, más descarnada resulta.

• A la vista de este estado de cosas, ¿qué le hace suponer que el Partido, y la dictadura del proletariado, siguen siendo instrumentos válidos para la liberación del hombre, y que fuera de ellos no hay salvación?

Porque los hechos lo desmienten a diario. Como bien señalaba Brecht, la verdad es concreta, y ha llegado ya la hora, camarada, de olvidarse de verdades absolutas, y atenerse a la realidad. La panacea universal no existe, y es la lucha la que se tiene que adaptar a la situación, y no la situación a la lucha.

Está claro, que ya hemos padecido bastantes dictaduras y totalitarismos, y que no queremos ni una más, ni del propietariado, ni del proletariado.

El problema del anarquismo es que acepta la autoridad, pero no el poder, sea cual sea la forma que revista éste, y al rechazarlo por completo, se condena a la esterilidad. Se resiste a admitir que resulta inevitable una dosis de poder en los asuntos humanos, y que la cuestión no estriba tanto en evitarlo, cosa imposible, como en reducirlo a lo estrictamente indispensable, para que no genere más problemas de los que resuelve.

Mariano Constante, aragonés superviviente del campo de exterminio de Mauthausen, en su libro autobiográfico Los Años Rojos, narra magníficamente su experiencia durante la guerra civil, cuando siendo un joven de apenas 17 años, escapó de su pueblo, tomado por las tropas de Franco, para irse a luchar al otro bando:

"Fui a Argüís (Huesca), primer pueblo en poder de los republicanos, al pié de la sierra, donde se encontraba el Estado Mayor.

Mi primera sorpresa fue ver allí un gran número de milicianos tomando el sol... ¿eso era el ejército republicano?...

Lo imaginaba disciplinado, entrenándose, vestido con el uniforme militar, y en vez de aquello, me encontraba gente barbuda, mal vestida, con los pantalones remangados hasta la rodilla. No les faltaban ni las patillas largas, ni la camisa desbotonada, ni el pañuelo rojo y negro, atado en la cabeza. Parecían salidos de una película de bucaneros.

Me chocó tanto aquella visión, comparada con la disciplina estricta de los nacionales, que inmediatamente pregunté:

- ¿Qué hacen aquí, tan lejos de la línea de fuego?

- Estamos descansando – me contestó alguien.

A mí aquello me resultaba inconcebible... ¡estaban descansando, en vez de avanzando por un frente, en el que solo de tarde en tarde había pequeños combates! Pregunté que unidad ocupaba el sector, y un amigo me dijo:

- Aquí solo hay columnas. Nosotros no tenemos oficiales, solo responsables. Aquí no hay galones, todos somos iguales, por algo somos comunistas libertarios...

... comprendí, que si no lograban escapar de aquel caos, se condenarían a la impotencia".

La organización y la forma de organizarse es lo fundamental. La clave del éxito.

Y me parece que mis ideas al respecto, no difieren demasiado de las que en 1921, en el Estado y la Revolución, defendía Lenin para el naciente poder soviético:

1) Elegibilidad y revocabilidad en cualquier momento, de los miembros del aparato.

2) Ningún funcionario percibirá una retribución superior al salario de un obrero especializado. Abolición de todos los privilegios y gastos de representación.

3) No al ejército y policía permanentes, y sí al pueblo en armas.

4) Todo el mundo, por turnos, deberá participar en las tareas del Estado. "Cuando todo el mundo es burócrata, nadie es burócrata".

Lamentablemente, muerto Lenin, al cabo de pocos años, "el valor de un hombre se medía por las vacaciones que podía permitirse, el lujo de su apartamento, y la ropa y posición que ocupaba en la jerarquía..." (Ante Ciliga).

Y es que, desde el mismo instante de su concepción, el comunismo apostó por la máxima concentración de poder como garantía de eficacia, haciendo de ello su norma de actuación, sin percatarse de que todas las acumulaciones, sean de poder o de dinero, son letales para el hombre. Peligro, que hasta la propia sociedad capitalista, ha tratado de eludir recurriendo a la división institucional de poderes, la creación de policías y servicios de inteligencia paralelos, la limitación de mandatos, etc.

En el fondo, los planteamientos autoritarios lo que demuestran, es una gran desconfianza en el hombre y en la sociedad, como sujetos capaces de autorregularse a sí mismos, al requerir una fuente de poder exterior a ellos que los encauce por la buena senda; un poder que Hobbes encarnaba en el Estado, y otros, en el Partido. Como si el ser humano solo fuera capaz de agruparse bajo las banderas de la disciplina o la represión.

El marxismo niega el capitalismo, pero ha llegado el momento de que dé un paso hacia adelante para proceder a la negación (parcial) del marxismo, si quiere seguir avanzando. Tal y como hizo Einstein al negar la mecánica absolutista de Newton, para introducir la relatividad en física. Los tiempos varían, las fórmulas también.

Proletarios de todos los países, uníos (pero sin dogmatismos, se le olvidó añadir a Marx).

Comunistas y anarquistas deberían efectuar una profunda reflexión sobre sus métodos, con la vista puesta en el objetivo común de combatir al poder para derribarlo y deconstruirlo, no para tomarlo.

Porque si realmente pretenden acabar con el capitalismo, tendrán que flexibilizar sus posturas; tan negativa resulta la intoxicación de poder, como su ausencia absoluta. Cierto que todas las precauciones que se adopten respecto del poder, serán siempre pocas, y que cuanto más repartido esté, mejor nos irá, pero lo que no se puede hacer es darle la espalda y despreciarlo, porque de un signo o de otro, siempre lo tendremos entre nosotros.

Mi convicción es que cada persona tiene que hacer su parte, lo que le dicte su conciencia, y que nadie puede hacer la revolución por los demás.

Sin ser defensor de la no violencia, me inclino más por la transformación de la cantidad en calidad y la participación cuanto más amplia, mejor, en una organización con la mayor descentralización posible en la toma de decisiones, con elecciones directas desde la base, sin acumulación de cargos y con rotaciones obligatorias en ellos.

La indispensable coordinación de esfuerzos, exige trabajar con las mismas reglas para todos, sin excepción. Ni democracia orgánica ni parlamentaria; democracia radical en todas las instituciones, empresas y organizaciones. Los jefes del ejército deberían ser elegidos (y depuestos en su caso) por los soldados, y comer el mismo rancho, dormir en el mismo catre y vestir la misma ropa que ellos. Sin privilegio alguno.

Y parece que cada vez hay más gente que piensa así. En Venezuela, por ejemplo, ya han empezado a autoorganizarse, y a dar pasos en esa dirección.

Si por Forosocialismo, entiende usted la unidad de debate y acción, bienvenido sea el nuevo movimiento. A usted, y a nadie más, le corresponderá la gloria de su alumbramiento.

Por mi parte, sería demasiado atrevido pretender trazar el mapa de la nueva sociedad, pero le aseguro, que si lo mío es idealismo, lo suyo, es realismo mágico.

jueves, 8 de septiembre de 2011

¿EQUISOCIALISMO?

Nota Breve

En el siglo XXI, pensar el futuro es una necesidad perentoria. El proyecto de desobediencia informativa, La Haine.org, difunde una breve, muy breve, reseña de un libro de Andrés Herrero que nos trae su particularísima visión del futuro que él denomina: EQUISOCIALISMO.

En ésta hora de grandes negociados toda nueva propuesta futurista es bienvenida. El debate está abierto.

T. 7 setiembre 2011
EBM




De un capitalismo sin futuro, a un futuro sin capitalismo

La haine

06-09-2011

Reseña de la Felicidad Tecnológica de Andrés Herrero

Este libro plantea que la tecnología es un agente que modifica la naturaleza; algo que puede hacer respetando o no sus equilibrios básicos, de forma sustentable o suicida. Que ni es todopoderosa ni tampoco inocente; que ni nos controla completamente, ni nosotros la controlamos totalmente a ella. Pero que, precisamente por eso, por ser mucho más que un mero instrumento, debemos desterrar cualquier ilusión de dominarla o ser dueños de ella.

Desde los tiempos más remotos, la tecnología ha formado parte de la condición humana: no existe sociedad humana, por primitiva que sea, sin tecnología. El problema es que el capitalismo ha contagiado su laissez faire, de desregulación y libertad absoluta de movimientos a la tecnología, imponiendo un totalitarismo tecnológico en el que no existen límites para ella, provocando que la tecnología deje de ser una elección, para convertirse en una imposición.

La Felicidad Tecnológica aborda, desde una posición crítica, libre y desprejuiciada, como la tecnología ha ido configurando cada sociedad histórica humana, desde una tribu primitiva hasta un estado moderno. Cómo durante miles de años la humanidad ha ido ensayando diversas fórmulas de organización colectiva sin encontrar una que fuera estable y satisfactoria para todos. Cómo ha habido sociedades buenas para la colectividad y malas para el individuo, y a la inversa, sociedades buenas para la minoría y nefastas para el conjunto de la población, como la actual.

El libro rastrea la evolución social y tecnológica humana desde sus orígenes, indagando en qué hemos fallado como especie, con objeto de no repetir los errores del pasado y organizarnos socialmente de otro modo, en pié de igualdad, venciendo los dos obstáculos que nos lo han impedido hasta el momento: el poder y la riqueza, o lo que es lo mismo, las jerarquías y la propiedad privada.

La Felicidad Tecnológica disecciona el capitalismo, mostrando como se trata de un sistema depredador montado por una minoría para explotar a la mayoría, pero a la vez examina con mirada autocrítica el comunismo y anarquismo, para integrar sus aportaciones válidas en un nuevo sistema, el equisocialismo, una alternativa comunitaria al capitalismo y el mercado, basado en democracia horizontal, socialismo y equidad, donde no sea posible acumular ni riqueza ni poder, y la tecnología se supedite a las demandas y necesidades colectivas.
________________________________________
Extracto del capítulo 20 del libro.

El Equisocialismo: Una alternativa comunitaria al capitalismo y el mercado (Del libro La Felicidad Tecnológica: De un capitalismo sin futuro a un futuro sin capitalismo)
Desde el principio de la historia, los dos pecados capitales de la humanidad han sido la propiedad privada y las jerarquías; la fatal combinación del poder con la riqueza ha operado como una hidra de dos cabezas que, hasta la fecha – y llevamos miles de años rebelándonos y luchando contra ellas - se ha demostrado invencible, resistiéndose a todos los intentos de desarraigarla del cuerpo social. El sistema de propiedad privada, clases sociales y jerarquías está tan firmemente enraizado en nosotros que ha resistido a Espartaco, la Revolución Francesa, las religiones, el comunismo, el anarquismo y la democracia, sobrevivido a rebeliones, insurrecciones y motines, sin que nadie haya podido acabar con él, porque forma parte de esa herencia animal innata que todavía no hemos logrado superar. Y al igual que entre los animales los más feroces ocupan la cúspide, también entre los humanos ese lugar pertenece a los individuos más despiadados y de menos escrúpulos.

Cualquier intento de combatir a la propiedad privada y el poder por separado se halla condenado al fracaso, porque como ya advirtió Bakunin en su día:

«El poder político y la riqueza son inseparables. Los que tienen poder, disponen de medios para adquirir riqueza, y tienen que orientar todos sus esfuerzos a adquirirla, porque sin ella no podrían retener aquel. Los que son ricos, deben hacerse fuertes, pues si carecen de poder, corren el riesgo de verse privados de sus riquezas».

La asignatura pendiente de la humanidad sigue siendo cómo organizarse colectiva y eficientemente en pie de igualdad.

Pero para organizarse adecuadamente conviene no confundir autoridad con poder. Un científico puede ser una autoridad, alguien a quien se respeta por sus conocimientos, capacidad y experiencia, pero que carece de poder alguno. Un padre puede reunir ambas condiciones en su persona (al menos durante un intervalo de tiempo), y un jefe, un juez, un ministro, un obispo o un general, tienen poder (lo usen o no), aunque no necesariamente autoridad. La autoridad infunde respeto; el poder, acatamiento. La autoridad es una cualidad que pertenece al ámbito del ser, en tanto que el poder es una potestad que se adquiere y ejerce.

El comunismo acertó al socializar los medios de producción, pero al monopolizar el poder y hacer de él su finca particular, lo único que consiguió fue sustituir el capitalismo privado por el de estado y la élite de millonarios por otra burocrática.

En cuanto al anarquismo, intuyó correctamente que el objetivo último no era conquistar el poder, sino eliminarlo, porque toda acumulación de poder resulta tóxica. Pero al rechazar de plano cualquier clase de poder – y organización significa poder -, se condenó a la esterilidad, por no querer reconocer que los asuntos humanos requieren indefectiblemente de una dosis de poder y que, de lo que se trata no es tanto de erradicarlo por completo, cosa imposible, como de reducirlo al mínimo indispensable para que no cree más problemas de los que resuelve. Tan negativa resulta la intoxicación de poder como su ausencia absoluta; todo poder al que alguien renuncia, otro se lo apropia en su beneficio. No se puede vencer a un mundo tan bien estructurado como el capitalista, armado solo con buenas intenciones y asambleas. Se necesita algo más.

El fracaso de los regímenes comunistas a lo largo del siglo XX ha demostrado que los fines son inseparables de los medios y que el socialismo no se puede construir con fórmulas capitalistas. Si no queremos repetir los errores del pasado, tendremos que plantearnos un modelo superador de comunismo y anarquismo: el Equisocialismo - democracia horizontal, socialismo y equidad - en el que la política, la economía y el trabajo discurran por otros cauces.

Modificar el actual estado de cosas requiere una revolución de las conciencias que vaya acompañada de una movilización general de la sociedad. Pasar de un sistema en que ser rico es lo mejor que le puede suceder a uno, a otro en el que nadie pueda serlo, exige un giro copernicano mental, porque como acertadamente explicó Bertrand Russell: «cuando obras malas producen suculentas recompensas, se requiere una heroica firmeza de carácter para hacer las cosas bien; por eso, cualquier sistema que demande cualidades excepcionales de las personas, solo en casos excepcionales alcanzará éxito».

Para impedir que nadie acumule poder en su persona, lo utilice en su provecho o abuse de él, cualquier organización comunitaria debe regirse por una serie de principios elementales:

• Exigir que se participe activamente durante varios años en ella (¿4 como mínimo?), antes de aspirar a puestos de decisión y hacerlo progresivamente, de forma gradual, sin quemar etapas.

• Que todos los cargos se cubran mediante candidaturas individuales y voto secreto. En ningún caso se admitirá que en ningún órgano haya más de un 10% de personas ligadas por lazos de consanguinidad, o que pertenezcan a la misma asociación o credo para evitar que actúen como grupo de presión (los candidatos deberán declararlo previamente o su nombramiento quedará invalidado en el momento en que se conozca dicha circunstancia).

• Nadie, sea cual sea la posición que ocupe y la responsabilidad que tenga, podrá designar o cesar a otro. Inmiscuirse o interferir en la labor de los demás, constituirá una falta de la máxima gravedad que implicará su destitución inmediata. Las personas que incurran en este tipo de comportamientos, quedarán inhabilitadas para lo sucesivo.

• Quienes resulten elegidos no dispondrán de chófer, vehículo oficial, secretaria ni asesores personales ya que la comunidad les prestará todo el apoyo y colaboración que precisen.

• El mismo puesto de decisión podrá ser desempeñado por más de una persona, a turnos, cuando exija una dedicación continuada o mayor de la que correspondería a una sola.

• La duración de cada mandato será limitada e improrrogable, teniendo que rendir cuentas a cualquiera que lo solicite, y con posibilidad de revocación inmediata en cualquier momento.

• Al concluir su desempeño, nadie se podrá postular para otro cargo hasta transcurrido como mínimo un plazo igual al de su mandato.

• No se permitirá a nadie acumular más de un puesto, y su ejercicio no otorgará privilegio alguno, ni supondrá diferencia de remuneración, de trato o de derechos, respecto de los demás miembros de la colectividad.

• Las deliberaciones y votaciones de todos los órganos serán públicas y a mano alzada (¿también telemáticas o televisadas y seguidas en directo por Internet?), permitiéndose la libre asistencia a las mismas. Sus acuerdos deberán ser refrendados posteriormente por los ciudadanos afectados para ser válidos. Cualquier excepción a esta norma, lo será puntualmente y con autorización expresa.

• Los delegados de un órgano que acudan a otro de ámbito superior serán designados por la asamblea respectiva, que además de fijar su posición, acordará también si acuden con mandato cerrado o no.

Pero aunque ésta sea una economía hecha a medida de los poderosos, convencerse de que el sistema de ricos y pobres únicamente favorece a una élite, erradicando los vicios consumistas y el individualismo competitivo e insolidario propiciado por el capitalismo, no resultará tarea fácil.

Si realmente la riqueza la proporcionara el trabajo personal, el dueño de la casa sería el albañil y no el constructor, el obrero que fabrica el coche y no el industrial. El bienestar lo producen los hombres con su esfuerzo, no los capitales que no sudan ni se cansan: cuando en el mundo no había empresarios, los humanos también se alimentaban, vestían y vivían, y nadie les echaba de su empleo o embargaba su casa, ni estaban endeudados hasta las cejas antes de nacer.
El capital no trabaja: moviliza a los hombres para que lo hagan por él. Por sí mismo, el dinero no produce nada: sin el concurso del trabajo estaría muerto y solo sería un fajo de papel muerto sin valor alguno.

La propiedad privada es el primer obstáculo a vencer para llegar a una sociedad en la que ninguna persona se tenga que vender o pueda comprar a otra. Nadie tiene porque poseer más que sus enseres de uso personal, y debe ser la colectividad la que disponga de todos los medios de producción: tierras, ganados, fábricas, hospitales, periódicos o universidades.

La primera medida a adoptar será eliminar las herencias, las sociedades anónimas, las bolsas y patentes, clausurar los paraísos fiscales y socializar todos los conocimientos, recursos productivos, capitales y grandes patrimonios. La supresión de la propiedad privada implicará la desaparición del incentivo económico, lo que unido a la imposibilidad de enriquecerse, hará que el robo, el soborno y el fraude pierdan su sentido, de paso que contribuirá a simplificar las leyes al reducir los conflictos al ámbito interpersonal y comunitario, permitiendo que guardas de seguridad, policías, jueces, abogados, fiscales y carceleros cuyo cometido principal consiste en defender la riqueza expropiada a la colectividad, puedan dedicarse a menesteres más provechosos. Las drogas se despenalizarán, pero al no poder beneficiarse nadie con ellas, su tráfico ilícito se extinguirá, lo mismo que al disponer todo el mundo de un salario y un empleo adecuado, acabará la prostitución basada en la necesidad económica.

La rentabilidad económica dejará de ser el criterio universal de eficacia, y la desaparición del lucro como motivación propiciará una gran estabilidad de precios, disipando cualquier incentivo para producir cuanto más mejor, especular y hacer negocio fabricando artículos innecesarios, comercializando medicamentos inseguros o contaminando, lo que, de paso, favorecerá que se investiguen con más rigor los riesgos y utilidad de cualquier manipulación genética, avance científico, tratamiento, servicio o producto, antes de autorizarlo.

En una sociedad mínimamente sana, solo habrá límites a lo que una persona pueda ganar y poseer, no a lo que pueda hacer y ser. La semana laboral durará como máximo 5 días. Las tareas rutinarias que no demandan una cualificación especial (limpieza, administración, almacén, reparto, mantenimiento, cuidado, supervisión, etc.), se compartirán por rotación o sorteo entre todos los miembros de la colectividad, dedicándoles no más de 1 hora al día.

El trabajo especializado, sea de un cargo o de una actividad laboral, se reducirá a un máximo de 2 horas diarias acumulables (lo que no impedirá a nadie investigar con medios públicos o curar a otros en su tiempo libre si así lo desea). Hay que contar también con que 1 hora más al día se reservará a debatir y decidir sobre los asuntos colectivos lo que, añadido a la hora diaria destinada a las tareas comunes no especializadas, elevará a un total de 20 horas a la semana la aportación obligatoria a la comunidad, quedando el resto del tiempo a disposición de cada cual. El tiempo libre, tanto de ocio como de vacaciones, lo podrá dedicar cada persona a las actividades lúdicas o recreativas que más le seduzcan, pudiendo concentrar su prestación laboral en parte del año de forma que disponga de varios meses seguidos para practicar aficiones como el alpinismo, viajar o cultivar actividades científicas, artísticas, artesanas, cinegéticas, culinarias, de jardinería, etc.

El crecimiento de la capacidad productiva auspiciada por la tecnología, ha convertido el trabajo en un recurso escaso que, solo racionándolo y distribuyéndolo racionalmente, dará ocupación a todos.

La jornada laboral se podrá reducir tan drásticamente e incluso más, porque no se dilapidarán esfuerzos en producir armas, artículos basura, lujos y cometidos absurdos. Todo el mundo sin excepción trabajará (para los discapacitados se habilitarán puestos adaptados a su situación), desaparecerá el desempleo estructural, se recuperará a la mayoría de la población reclusa condenada por delitos económicos (mafiosos, atracadores, ladrones, carteristas, estafadores y delincuentes de todo tipo), y se acabará con toda esa caterva de empleos ficticios e improductivos que tanto abundan ahora y cuya relación sería interminable: contables, auditores, consultores, consejeros, economistas, financieros, hombres de negocios, inversores, cabilderos, testaferros, directivos, gerentes, ejecutivos, administradores, burócratas, secretarios, intermediarios, traficantes, especuladores, mayoristas, contratistas, supervisores, representantes, agentes inmobiliarios, de seguros y de bolsa, vendedores a comisión, guardaespaldas, criados, deportistas y jugadores profesionales, actores, modelos, famosos que viven del cuento, etc.

Además, se rebajará la edad de jubilación voluntaria, y toda persona, mientras viva, esté jubilada o en activo, recibirá el mismo salario universal, con independencia de su profesión, responsabilidad, puesto que ocupe, labor que realice, capacidad que tenga o rendimiento que aporte (aunque si la comunidad lo estima conveniente, podrá premiar o sancionar a quien se haga acreedor a ello con un plus, positivo o negativo, de hasta el 20% del salario universal).

La economía y la contabilidad se reducirán a su mínima expresión, lo mismo que las complicaciones burocráticas. No habrá loterías ni casinos, y como no se necesitará recaudar impuestos, ya que se éstos se descontarán directamente del salario universal, la desaparición de las declaraciones de renta y obligaciones fiscales se llevará por delante a otra legión de gestores, asesores, inspectores, recaudadores y aduaneros, encargados, los unos de evadir, y los otros de combatir, los delitos económicos.

Igualmente, funcionarios, rentistas, registradores, notarios, abogados, soldados, políticos y religiosos tendrán que buscarse en principio otra profesión (la religión no será una actividad remunerada), aunque si sus fieles quieren sostener económicamente el culto, nadie se lo impedirá. La desaparición del estado acarreará que burócratas, funcionarios y gestores se transformen en oficios superfluos, al tiempo que, la desmovilización de los ejércitos, liberará ingentes recursos humanos y materiales para la sociedad. Al no haber patronos ni asalariados, no se necesitarán sindicatos ni jefes, y al no existir tampoco partidos ni políticos profesionales (gobernantes, parlamentarios, concejales), la responsabilidad del buen funcionamiento de cada barrio, colegio, fábrica o centro, recaerá sobre sus propios integrantes.

Cada comunidad decidirá qué le interesa producir, investigar o qué obras acometer, en función de sus necesidades. Las cuentas públicas serán públicas y la administración transparente, lo que significa que cualquier persona podrá consultarlas libremente y fiscalizar cómo y en qué se gasta el dinero de todos. Diferentes comités, nombrados al efecto, se encargarán de la planificación, ejecución y supervisión de los proyectos colectivos.

Se potenciarán la artesanía y las labores manuales, y regresarán la agricultura orgánica y la ganadería extensiva, lo que, de paso, contribuirá a reequilibrar la población campo -ciudad. Nuestro abastecimiento de energía provendrá básicamente de fuentes renovables y sostenibles como el sol, el viento y el agua, e incluso en algunos casos habremos de volver a la de origen animal (el caballo por ejemplo, puede resultar un medio de transporte idóneo en algunos lugares). La vida supersónica acabará, o se dará con cuentagotas.

El transporte público se complementará con el uso de bicicletas, patines, etc. Los automóviles se alquilarán solo cuando se necesiten para vacaciones, fines de semana, o alguien desee divertirse corriendo en pistas preparadas para ello. Si comemos menos carne, y utilizamos más las piernas y menos el coche, estaremos infinitamente más sanos sin necesidad de ir al médico o al gimnasio, y de paso tendremos un planeta más limpio y habitable.

El segundo gran obstáculo que la humanidad ha de superar, es aprender a organizarse igualitariamente, con responsabilidades, cometidos y funciones diferentes, pero sin jerarquías. La diversidad de aptitudes, destrezas y talentos humanos deberá servir como fuente de enriquecimiento y no de discriminación: nadie es más que nadie y toda persona supera a otra en algo.
La especialización del tipo que sea, no reportará ventajas a nadie. Toda jerarquía de talentos será abolida. El estímulo provendrá de desempeñar bien la labor que a uno más le agrade y del reconocimiento social que obtenga por ello.

Ningún oficio o cometido será considerado superior a otro ni remunerado por encima suyo: el arquitecto más que el albañil, el maestro más que el agricultor, el cámara de televisión más que el panadero. Aunque en la extinta URSS comunista los médicos cobraban menos que los mineros del carbón, no salían en desbandada de las clínicas para ingresar a las minas. Un labrador puede pasar perfectamente sin contemplar los goles de Messi, pero seguro que éste no puede vivir sin comer.

Los que se asusten con esta clase de razonamientos deberían recordar que nuestra sociedad paga mejor a los deportistas, modelos, cantantes o estrellas de la pantalla, que a los médicos, científicos e investigadores o a quienes se juegan la vida en un andamio, en el mar, la mina o la carretera, aceptando como un hecho absolutamente normal que se recompense más el entretenimiento que la salud, o que un cirujano que arriesga la vida ajena cobre más que un bombero que arriesga la suya propia.

La economía tendrá un carácter mixto y será lo más autónoma, descentralizada y autosuficiente posible. Habrá un mercado comunitario y otro privado, que funcionarán de modo separado e independiente, complementándose entre sí.

En el mercado comunitario los bienes esenciales, sanidad, educación, cultura y transporte, así como la ropa, vivienda, energía y alimentación básica serán gratuitos, mientras que los artículos discrecionales que oferte la comunidad (carburante, vehículos, ordenadores, electrodomésticos, libros, perfumes, objetos de decoración, material deportivo, viajes…), tendrán precios fijos regulados que recogerán no solo sus costos de producción, sino también los energéticos y ecológicos, tanto más elevados cuanto más esfuerzo humano exijan, menos renovables sean los recursos usados y mayor la contaminación que genere su fabricación y reciclaje. Se habilitarán servicios colectivos de comedor, guardería, lavandería, calefacción, reparación, transporte, etc.

Nadie tendrá que desembolsar nada por sus medicinas, pero sí por comer en un restaurante en vez de en un comedor colectivo, utilizar lavadora propia en vez de comunitaria, o disfrutar de mejores muebles, o de una vivienda más confortable, adjudicación que se efectuará por sorteo entre quienes las soliciten, y no en función de su capacidad económica o relevancia social (aunque a nadie se impedirá construir su propia vivienda en terrenos de la comunidad con permiso de ella). A los libros electrónicos se podrá acceder prácticamente gratis, mientras que los de papel serán de pago.
Los únicos precios completamente libres serán los que provengan de las transacciones que los particulares efectúen privadamente entre sí, como ayudarse en las tareas domésticas (cocina, limpieza, pintura, bricolaje), proveer servicios personales (masaje, enseñanza, peluquería), o vender productos de su cosecha (lechugas, cerámica, ropa, pesca), que se retribuirán de mutuo acuerdo entre las partes.

Con independencia del dinero o posición que cada cual posea, continuará desarrollando las mismas tareas y horas de trabajo comunitario encomendadas. Y con objeto de que nadie pueda acumularlo, el dinero físico tal y como lo conocemos dejará de existir y de circular. Cada ciudadano funcionará con dos tarjetas personalizadas, autentificando las operaciones que realice con su código o huella dactilar:

• En la tarjeta comunal se le abonará mensualmente el salario universal, del que se irá descontando el importe de los bienes comunitarios que vaya consumiendo.
• En la tarjeta personal, se le ingresará cada mes un porcentaje fijo del 25% del salario universal, a modo de sobresueldo, que le permitirá adquirir a otros ciudadanos cosas que ellos realicen particularmente en su tiempo libre, así como percibir ingresos por las que él mismo les venda.

Pero recuperar la propiedad colectiva de los medios de producción no será suficiente si no sabemos reorientar adecuadamente su actividad. Es la producción la que tiene que ponerse al servicio de la persona y no al revés. Si una tarea no es aceptable y digna para un ser humano tampoco lo será la máquina o el procedimiento que la respalde, ni la mercancía que fabrique.

El Equisocialismo propugna que menos es más. Menos cosas, más personas. Moderación frente a exceso; sencillez frente a ambiciones megalomaníacas; ajuste en la producción; equidad en el reparto; igualdad de condiciones sociales. La receta es menos población, menos consumo, menos horas de trabajo, menos tecnología, menos prisa, menos estrés, menor presión sobre el ser humano y el planeta y más equilibrio. Frugalidad y buena administración como fórmulas para subsistir en un medio finito. Si no queremos que a la era del derroche le suceda otra de penuria, tendremos que “elegir entre el colapso ecológico y el económico” y hacer escala en la estación de la cordura “viviendo sencillamente, para que todos puedan sencillamente vivir”, como propuso Gandhi.

Pero yendo más allá de lo puramente material, no habrá una solución global mientras no desarrollemos una conciencia global y modifiquemos en profundidad nuestros valores, sustituyendo el privilegio por la equidad, la dominación por el respeto, la competencia por la cooperación, desechando la resignación, la pasividad, los prejuicios y los estereotipos mentales, enemigos tan peligrosos o más para nosotros, que el afán de lucro, la contaminación o el calentamiento global.

En este nuevo escenario económico cada comunidad financiará sus proyectos con el trabajo de sus ciudadanos, y al desaparecer tanto el ahorro como los intereses, la banca dejará de ser la pieza maestra del sistema que con su ansia voraz de beneficios, vampiriza y parasita a los particulares, las empresas y el estado, cobrándoles unos intereses exorbitantes facilitarles un dinero que no es suyo (servicio que, incluso hoy día, podría prestar perfectamente una banca pública a precio de coste: a un tipo de interés suma del pagado a los depositantes, incrementado en los gastos de personal, instalaciones y morosidad de los préstamos fallidos), recordando como manifestó Bertold Brecht que “robar un banco no es nada comparado con fundarlo”.

Al no cargarse intereses, estar controlados los precios de los artículos, y no permitirse acumular riquezas a nadie, se desvanecerá el peligro de inflación (entendida como disminución del valor del dinero), aunque los precios de algunos artículos suban. Las tres magnitudes que una economía como ésta tiene que ajustar para mantener el equilibrio son:

• La cantidad de dinero en poder de la gente.
• La cantidad de bienes y servicios producidos.
• El precio (coste) de los mismos.

Para conseguir que tanto el dinero, como la producción y los precios guarden la debida proporción, tendrán que ser revisados periódicamente. Evidentemente, resultará laborioso armonizar intereses no siempre coincidentes y poner de acuerdo a los ciudadanos en su doble faceta de consumidores y productores para que decidan si prefieren trabajar menos y que haya menor cantidad y variedad de bienes o no... la respuesta dependerá de cada persona. Para muchas la abundancia de comida será preferible a la de ropa, pero no todo el mundo pensará igual. La gran ventaja de compartir las decisiones es que, aciertos y fallos son de todos, y cualquier aumento de la riqueza colectiva repercute en el bienestar general, ya que todos se benefician equitativamente de ella.

Las cosas de todos tienen que ser obra de todos; cada cual ha de hacer su parte y nadie puede hacer la revolución por los demás. La desaparición de la propiedad privada y la transición al nuevo orden, solo se conseguirá a través de una gran alianza social y deberá realizarse de golpe, como sucedió en Rusia con el paso del comunismo al capitalismo, o durante la revolución húngara de 1956, cuando en dos días se constituyeron consejos obreros en todas las fábricas del país.

Desde el primer día se nacionalizarán todas las empresas y tierras, y el dinero en curso quedará inservible y sin valor, siendo sustituido por el salario universal que recibirán todas las personas adultas (trabajen, estudien, estén jubiladas o enfermas) con independencia de su profesión, responsabilidad, puesto que ocupen, labor que realicen, capacidad que tengan o rendimiento que aporten. Al mismo tiempo, la jornada laboral se irá reduciendo progresivamente, ya que, en un principio, puede que falten profesionales o especialistas en algún área concreta, y los puestos vacantes se cubrirán con quienes hayan perdido su ocupación anterior (que lógicamente solicitarán los empleos más idóneos con arreglo a sus aptitudes, experiencia y conocimientos).

Campos, oficinas, tiendas, fábricas, empresas y talleres empezarán a funcionar en régimen cooperativo. En todos los centros y lugares de trabajo se celebrarán elecciones para autoorganizarse y dotarse de órganos de gestión. Lo que ahora son países se estructurarán en comunidades de base cada una con su territorio y su población (comprendidos ambos entre unos límites máximos y mínimos razonables… ¿de hasta 100.000 habitantes quizá?)… En las grandes ciudades se recuperarán espacios, demoliendo los bloques sobrantes para levantar en su lugar parques, zonas deportivas, equipamientos culturales, de ocio y huertos.

Se trata tan solo de la semilla de un proyecto en construcción, plural y abierto a todos, que debe adaptarse a las circunstancias concretas de cada momento y lugar, y que la realidad se encargará de poner a prueba, corregir y afinar. Punto de partida hacia una sociedad sin castas ni categorías socioeconómicas, que no esté dividida en ciudadanos de primera y de segunda clase.
Pero aunque no constituya la panacea universal, ni el camino esté exento de dificultades, problemas y riesgos, no es imposible; los que piensen que se trata de planteamientos excesivamente utópicos e irrealizables, deberían comprender que no hay nada más inviable, insostenible e inhumano que nuestro actual modelo de sociedad. Creer que el individuo se puede organizar y la sociedad no, apostando por un crecimiento indefinido en un medio finito, solo puede conducirnos a la autodestrucción.

Al igual que la naturaleza aún no teniendo un organizador presenta un orden, la humanidad posee la capacidad de autoorganizarse por sí misma, sin necesidad de mercado, propiedad privada o jerarquías. Pero ese orden espontáneo solo puede surgir de una economía cooperativa, sin dueños, y de un nuevo modelo de convivencia basado en la autogestión y la democracia participativa, en la firmeza de principios y flexibilidad de organización, sustentado en acuerdos y no en imposiciones.

Lo esbozado hasta aquí a grandes rasgos, no pretende alumbrar un mundo feliz, ni dibujar una sociedad idílica o perfecta - puesto que si el hombre no lo es, sus sistemas económicos, políticos y sociales tampoco pueden serlo -, sino mostrar que existen alternativas y que éstas dependen de nosotros.

Fuente: http://www.lahaine.org/index.php?p=55873