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lunes, 22 de febrero de 2021

BUJARÍN Y PREOBRAZHENSKI: «NUESTRO PROGRAMA»

 


Escrito: En 1919.
Primera Edición: Publicado a en castellano en la revista Asuntos Sociales, Madrid, 1929, en traducción de Ramón Solórzano.
Digitalización: Juan Fajardo, junio de 2000.
Fuente: Elaborado en base al reimpreso de la edición de 1929 de N. Bujarín, El a.b.c. del comunismo por la Editorial Grijalbo en 1970.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2000 (Rev. 2002).

1. ¿QUE ES UN PROGRAMA?

Todo partido se propone conseguir determinados fines. Lo mismo un partido de latifundistas o capitalistas que partido de obreros y campesinos. Es, pues, necesario que cada partido tenga objetivos precisos, porque, de lo contrario, pierde el carácter de partido. Si se trata de un partido que represente los intereses de los latifundistas, se propondrá la defensa de los latifundistas: buscando los medios de mantener la propiedad de la tierra, de sometre a los campesinos, de vender el grano a los precios más altos posibles, de elevar la renta y de procurarse obreros agricolas pagados con jornales infimos. Igualmente, un partido de capitalistas, de industriales, tendrá sus objetivos propios: obtener la mano de obra barata, ahogar toda protesta de los obreros industriales, buscar nuevos mercados en los que puedan vender las mercancías a precios elevados, obtener grandes ganancias, para lo cual aumentará las horas de trabajo y, sobre todo, tratará de crear una situación que quite a los trabajadores toda posibilidad de aspirar a un orden social nuevo; los obreros deben vivir con el convencimiento de que siempre ha habido patrones y que continuarán existiendo mientras exista el hombre. Estos son los objetivos de los industriales. No cabe duda que, naturalmente, los obreros y los campesinos tienen objetivos bien distintos, por ser distintos sus intereses. Un viejo proverbio ruso dice: «Lo que conviene al ruso es mortal para el alemán.» La siguiente variante sería muy apropiada: «Lo que al obrero conviene es mortal para el capititalista

Esto significa que el trabajador tiene un fin, el capitalista otro y el latifundista otro. Pero no todos los propietarios se ocupan asiduamente de sus intereses. Más de uno vive en la holganza y en la francachela, sin siquiera tomarse la molestia de revisar las cuentas que le presenta el administrador. Pero también hay muchos obreros y campesinos llenos de despreocupación y apatía. Estos se dicen: «De una manera u otra conseguiremos ir viviendo y lo demás ¿qué nos importa? Así han vivido nuestros antepasados y así seguiremos viviendo nosotros.» A esta clase de gente le tiene todo sin cuidado y no comprende ni aun sus propios intereses. Pero los que se preocupan de hacerlos valer del modo mejor, se organizan en un partido. Al partido no pertenece la totalidad de la clase, sino sólo la fracción más enérgica y mejor, que es la que guía a toda la restante. En el partido de los trabajadores (el partido de los comunistas bolcheviques) están afiliados los mejores obreros y campesinos. En el partido de los latifundistas y capitalistas (cadetes)[1] están afiliados los capitalistas y latifundistas mas enérgicos y sus servidores: abogados, profesores, oficiales, generales, etc. Todo partido comprende la parte más consciente de aquella clase cuyos intereses representa. Un latifundista o capitalista, organizado en un partido, combatirá a sus campesinos o trabajadores con mayor eficacia que otro no organizado. Del mismo modo, un obrero organizado luchará contra el capitalista o latifundista con mayor éxito que uno no organizado, siendo la razón de esto el que él tiene conciencia de los intereses y de la finalidad de la clase obrera y conoce los métodos más eficaces y rápido para conseguirla.

El conjunto de los objetivos que se propone un partido en la defensa de los intereses de la propia clase forma el programa de este partido. Las aspiraciones de una clase están formuladas en el programa. El programa del partido comunista contiene las aspiraciones de los obreros y de los campesinos pobres. El programa es la cosa más importante para todo partido. Siempre se puede saber por el programa de cualquier partido los intereses que representa.

2. ¿CUAL ERA NUESTRO ANTIGUO PROGRAMA?

Nuestro programa actual fue aprobado en el VIII Congreso del Partido, a fines de marzo de 1919.

Hasta entonces carecíamos de un programa bien definido y formulado. Teníamos tan sólo el antiguo programa que fue elaborado en el II Congreso, en 1903. En aquella época los bolcheviques y los mencheviques formaban un partido único y, por tanto, tenían un programa común. Entonces la clase obrera comenzaba apenas a organizarse. Las fábricas y las oficinas eran raras. El porvenir de la clase obrera era muy discutido. Los Narodniki[2] (los precursores del actual partido de los socialrevolucionarios) sostenían que la clase obrera en Rusia no tenia ninguna posibilidad de desarrollo pues el numero de nuestras fabricas y talleres no aumentaría. Los socialdemócratas marxistas (es decir, los actuales bolcheviques y mencheviques) eran, por el contrario, de la opinion de que en Rusia, como en todos los demas paises, seria, una vez desarrollada, el elemento revolucionario primordial. La historia desmintió la opinión de los Narodniki y dio la razón a los socialdemócratas.

Más en la época en que los socialdemócratas, en el II Congreso, elaboraron su programa (elaboración en la que participaron tanto Lenin como Plejánov). Las fuerzas de la clase obrera eran entonces demasiado exiguas. Por eso nadie pensaba en la posibilidad de poder derrocar de un golpe a la burguesía. Se vislumbraba tan sólo la posibilidad de derrocar el zarismo, de conquistar la libertad de Organización de los obreros y campesinos, de obtener la jornada de ocho horas y cortar un poco las garras a los latifundistas. Pero nadie pensaba todavía en poder instaurar un Gobierno de la clase obrera y expropiar inmediatamente las fábricas y empresas de la burguesía. Tal era nuestro antiguo programa de 1903.

3. NECESIDAD DE FORMULAR UN NUEVO PROGRAMA

Desde aquella época a la revolución de 1917 han transcurrido muchos años, y las condiciones han cambiado notablemente. La gran industria en Rusia ha tenido un desarrollo enorme, y con ella, la clase obrera. Ya en la revolución de 1905 ésta se manifestó como un elemento potente. Cuando llegó la segunda revolución se vio claramente que la revolución no podía vencer sin la victoria de la clase obrera. Pero ahora la clase trabajadora no podía contentarse con lo que en 1905 le hubiera bastado, pues se había hecho lo suficiente fuerte para poder tener la pretensión de apoderarse de las fábricas, conquistar el Poder y suprimir a la clase capitalista. La razón de ello es que las condiciones internas de Rusia, desde la formulación del primer programa, habían cambiado fundamentalmente. Y, lo que es más importante, también las condiciones externas habían sufrido un cambio profundo. En el 1905 reinaba en toda Europa «la paz y la tranquilidad». Por el contrario, en 1917 estaba claro para toda persona inteligente que de las entrañas de la guerra mundial debía surgir la revolución mundial. A la revolución rusa del 1905 sólo sucedió un débil movimiento de los obreros austríacos y convulsiones en los países atrasados de Oriente: en Persia, en Turquía y en China. En cambio, la revolución rusa de 1917 ha sido seguida no sólo de la revolución en Oriente, sino también en Occidente, donde la clase obrera ha emprendido la lucha para el aniquilamiento del capital. Vemos que actualmente las condiciones internas y externas son completamente diferentes de las del año 1903, y, por tanto, sería absurdo que el partido de la clase obrera mantuviese en 1917-1919 el viejo programa de 1903.

Cuando los mencheviques nos echaban en cara el haber renegado de nuestro antiguo programa y, por lo mismo, de la doctrina de Carlos Marx, les respondíamos que, según la doctrina de Marx, los programas no salen de cerebros, sino que los plasma la vida. Cuando la vida ha cambiado profundamente, tampoco puede el programa permanecer el mismo. En invierno se usan las pieles. En verano sólo un loco llevaría una piel. Lo mismo ocurre en política. El mismo Carlos Marx es quien nos ha enseñado lo a tener en cuenta las condiciones históricas contingentes y a obrar en consecuencia. Esto no quiere decir que debamos cambiar de convicciones como una señora se muda de guantes. El objetivo primordial de la clase obrera es la realización del orden social comunista. Este es el objetivo constante e inmutable de la clase trabajadora. Se comprende que, según la distancia a que ésta se encuentra de esta meta, variarán sus reivindicaciones inmediatas. Durante el régimen autocrático la clase obrera debía actuar en secreto, dado que su partido era perseguido como una asociación de delincuentes. Ahora la clase obrerera está en el Poder, y su partido es el partido gobernante. Sólo una persona anormal pretendería que el programa de 1903 sea todavía válido en nuestros días. El cambio de las condiciones internas de la vida política rusa, parte del cambio de toda la situación internacional, han provocado la necesidad de efectuar un cambio de programa.

4. IMPORTANCIA DE NUESTRO PROGRAMA

Nuestro programa (de Moscú) es el primer programa de un partido de la clase obrera en el Poder. Por esta razón nuestro partido tenía que concretar en él todas las experiencias adquiridas por la clase obrera en la administración y constitución de un nuevo edificio social. Esto tiene importancia no sólo para nosotros, los obreros y campesinos rusos, sino también para los compañeros extranjeros. No sólo nosotros aprendemos con nuestros éxitos y nuestros fracasos, con nuestros errores y nuestras culpas, sino la totalidad del proletariado internacional. Por eso nuestro programa no contiene únicamente lo que nuestro partido tiene el propósito de realizar, sino también lo que en parte ya ha realizado. Nuestro programa debe de ser conocido en todos sus detalles por todo miembro del Partido. Pues sólo puede ser miembro del Partido el que ha reconocido el programa, es decir, aquel que lo cree justo. Pero esto no es posible si no lo conoce. Es cierto que hay mucha gente que, sin jamás haber visto un programa, se insinúa en el Partido Comunista para obtener alguna ventaja y para ocupar algún puesto. A éstos no los queremos por nocivos. Sin conocer nuestro programa nadie puede llegar a ser un comunista verdadero. Todo obrero y campesino pobre, consciente, debe conocer el programa de nuestro Partido. Todo proletario extranjero debe estudiarlo para aprovecharse de las experiencias de la revolución rusa.

5. CARACTER CIENTÍFICO DE NUESTRO PROGRAMA

Ya hemos dicho que un programa no debe ser el producto artificial de una mente, sino que se debe sacarlo de la misma vida. Antes de Marx, muchos defensores de la clase obera habían trazado cuadros encantadores del paraíso futuro; pero ninguno se había preguntado si era éste alcanzable y cuál era el camino que a él conducía. Marx siguió un método totalmente distinto. Partió de un escrupuloso examen del orden malo, injusto y bárbaro que hasta entonces regía en todo el mundo. Marx examinó el orden social capitalista con la objetividad y la precisión con que se examina un reloj o una máquina cualquiera. Supongamos que examinando un reloj nos encontramos con que dos ruedas no engranan bien y que en cada vuelta nueva se incrusta cada vez más una en la otra. En este caso podemos vaticinar que las ruedas se se pararán y dejará de funcionar todo el reloj.

Marx no examinó un reloj, sino el sistema capitalista; estudió la vida social tal como se presenta bajo la dominación del capital.  De este estudio sacó la conclusión de que el capital se cava su propia fosa, que esta máquina se destruirá precisamente por la fatal sublevación de los trabajadores que transformarán todo el mundo según su voluntad. Marx recomendó a todos sus discípulos que estudiasen en primer lugar la vida en sus manifestaciones reales. Sólo así es posible formular un programa verdadero. Por esto es natural que nuestro programa comience con una exposición del dominio del capital.

Ahora, en Rusia, el dominio del capital se ha derrumbado. Las previsiones de Carlos Marx se presentan ante nuestros ojos. La vieja sociedad se va yendo a pique. De las cabezas de los emperadores y de los reyes van cayendo las coronas.  En todos los países los obreros se preparan para la revolución y la instauración del poder de los Soviets. Para comprender cómo se ha llegado a esto es menester conocer con exactitud cómo está constituido orden capitalista. Entonces veremos que éste tiene inevitablemente que morir. Y cuando hayamos reconocido no se puede volver atrás, que la victoria del proletaria es segura, continuaremos con mayor energía y segunda la lucha por la nueva sociedad del trabajo.

Notas

1. Partido Constitucional Democrático, agrupació de burgueses liberales, conocido como Cadete por sus iniciales K. D.. Príncipal partido contrarevolucionario en 1917.

2. Miembros del partido Narodnaya Volya («Voluntad del Pueblo» o «Voluntad Popular»), el cual predicaba que la reforma agraria serviría de entrada al desarrollo socialista de Rusia.

(Tomado de Archivos Marxistas)

Fuente: https://elporteno.cl/bujarin-y-preobrazhenski-nuestro-programa/#more-19166

 

jueves, 22 de agosto de 2013

STALINISMO Y TROTSKYSMO








22-08-2013





La muerte de Lenin provocó la lucha política entre los partidarios de Stalin y los de Trotsky por captar el poder político de la Unión Soviética. Según Stalin, el socialismo podría ser alcanzado por Rusia por tratarse de un país gigantesco y con mucho recurso, en cambio Trotsky postuló la tesis de la revolución permanente, según la cual la revolución en un país atrasado como Rusia no podía sobrevivir a menos que la revolución triunfara en los países más avanzados del mundo. Trotsky creía que la historia le había jugado una broma pesada a la humanidad al crear condiciones revolucionarias en un lugar donde las bases materiales para dar cuerpo a las ideas socialistas no se habían alcanzado y que lo pasado en Rusia era el preámbulo de lo que debería suceder en Alemania o los Estados Unidos, le pareció imposible pretender la edificación del comunismo en la Unión Soviética por carecer ésta de una clase obrera desarrollada. También sostuvo que Stalin había sustituido la frase /el Estado soy yo,/del rey Sol, por /la sociedad soy yo,/y lo acusó de abandonar la revolución mundial por algo imposible, por la construcción del socialismo en un solo país, para lo cual, según Stalin, era necesaria la dictadura del proletariado. No pensaba así el marxista Plejanov, quien escribió que la dictadura de un partido termina siempre en la dictadura de una persona; por eso, para Trotsky, la de Stalin debía degenerar hasta constituirse en la negación misma del comunismo.

Trotsky era un impaciente que se dejaba arrastrar por su inmodestia y no lograba ocultar sus ambiciones personales, lo que le granjeaba el rechazo de algunos de sus camaradas. Proclamaba que el capitalismo jamás permitiría edificar una nueva sociedad y que sus ataques derrumbarían lo poco que se lograra erigir; asimismo, manifestaba que los rusos eran tan atrasados que, en el mejor de los casos, lo único que podrían establecer sería una caricatura del comunismo. Pero, a pesar de que era un conocedor erudito de la cultura europea y de su enorme preparación intelectual, fue derrotado fácilmente por Stalin no sólo porque éste supo extraer pingüe provecho del ancestral antisemitismo del pueblo ruso, y Trotsky era judío, sino porque controlaba el Partido Comunista.

Stalin no era eslavo sino georgiano, y según un decir ruso, por donde pasa un georgiano un judío no tiene nada que hacer. También fue un típico capricorneano: testarudo y tan diamantino de voluntad que sus mandatos eran inamovibles; le sobraba astucia para urdir todo tipo de intrigas; tenía la paciencia de una araña que espera a su víctima en un rincón, una ambición sin frontera y no se conocía ni lo que pensaba ni lo que deseaba. Dominaba el don de la ubicación, siempre maniobraba para estar en mayoría y en los lugares y momentos precisos. Mientras que sus camaradas dirigían el ejército, la seguridad y los sindicatos, creyendo estar más próximos al poder, él tomó un puesto que todos despreciaron, la Secretaria General del Partido Comunista de la Unión Soviética y, a través de sus organismos, controló todos los resortes del Estado. Supo sacar ventaja de las debilidades y aspiraciones de sus adversarios: se unió con Zinoviev y Kamenev para vencer a Trotsky; y con Bujarin para derrotar a Zinoviev y Kameniev. Después no le costó trabajo terminar con Bujarin, que quedó totalmente aislado.


La verdad es que tras las bizantinas discusiones sobre la revolución permanente y la fiel interpretación del legado de Lenin estaban ocultos los intereses de las distintas fracciones revolucionarias que luchaban por la toma del poder. Finalmente triunfó Stalin, y Trotsky, luego de ser expulsado del partido comunista, se exilió y organizó la "Oposición de Izquierda Internacional" a través de una facción de la Tercera Internacional. Luego de la llegada de Hitler al poder en la Alemania Nazi y de la persecución de los comunistas en Europa, Trotsky formó la Cuarta Internacional, se exilió en México, donde fue asesinado por Ramón Mercader, un personaje oscuro de la historia del que se sospecha que era agente de los servicios secretos soviéticos.


El stalinismo fue la época de la más dura represión en la Unión Soviética, pero no comenzó así, en un inicio se reprimía a la gente con la intención de reeducarla. Las construcciones de los canales Mar Blanco-Báltico y Moscú-Volga fueron, según el decir de esa época, eran escuelas de transformación de las clases parasitarias en clases útiles. Todo eso fue visto con buenos ojos por el pueblo ruso, que lo conjeturó una posibilidad de superar el ayer y obtener del hombre sus mejores cualidades. ¿Acaso no debe ser el trabajo la mejor manera de perdonar los pecados del pasado? La inmensa mayoría de los condenados a veinte años prisión por sus actividades contrarrevolucionarias fue liberada por buena conducta después de tres años de trabajo forzado. Esta "magnanimidad" duró hasta el treinta y cuatro, cuando Stalin inició su sanguinaria orgía incluso contra los comunistas.


En ese entonces se aceptaba que todos los ajusticiados debían estar involucrados en algún monstruoso complot, nadie podía suponer que se los hubiera detenido y juzgado de ser inocentes. ¿Cómo no creer en la culpabilidad de los condenados si muchos de ellos se presentaban en público, confesaban a voz en cuello sus horribles crímenes y clamaban por ser castigados con la pena máxima? ¿Cómo imaginar que todo eso fuera una farsa? Por otra parte, la gente se percataba de las exageradas e inexplicables detenciones, más que nada por el carácter masivo del fenómeno, pero querían ignorarlo pensando: ¡Ah! ¡con que fulanito ha sido un enemigo del pueblo! ¿quién lo hubiera dicho?, y se alegraban de no haber sido ellos mismos las víctimas y continuaban con su intranquilo sueño durante las madrugadas.


Para entender lo que pasó en aquella época basta con ver un sólo caso. Bujarin, en su libro “La Economía en el Período de Transición”, dio una detallada clasificación de los grupos sociales que debían ser liquidados con la finalidad de construir el socialismo, la lista parece interminable: los directores de la producción, el mando militar y espiritual, los banqueros, los altos burócratas del Estado, la grande y pequeña burguesía, los profesionales, científicos y, en general, toda la inteligencia técnica.


Lo llamaban “El amado de Lenin” y fue fusilado en 1938 luego de ser condenado en los famosos juicios públicos de 1936 cuando se declaró culpable del grave delito de traición. Con lágrimas convincentes en los ojos pidió la pena máxima para sí por deslealtad con su pueblo al haberse vendido a sus enemigos de clase y por ser un agente del nazi-fascismo. Hoy se sabe que aquellos juicios fueron una farsa y que al actuar así salvaba, según previo acuerdo con la tiranía, la vida de su joven y amada esposa. Su patética declaración persuadió incluso a Joseph Davis, autor del libro “Misión en Moscú”, quien sostuvo que la Unión Soviética no sería derrotada por la Alemania Nazi porque había eliminado a tiempo su quinta columna. Se refería a la orgía de sangre desarrollada en los trágicos años cuando él fue el primer Embajador de los Estados Unidos en ese país.


En 1988, durante la “Perestroika”, se destapó parte de la horrible tragedia. Uno de los testimonios que más hondo caló en el corazón de la sociedad mundial fue el de la viuda de Bujarin. ¡Quién lo creyera! ¡Cincuenta años después del asesinato de su esposo, vivía todavía la viuda que apenas tenía setenta y tantos años!


Bujarin, viendo eliminar uno a uno a sus antiguos camaradas y al presentir su futuro arresto, escribió un hermoso ditirambo titulado “A Las Futuras Generaciones”. En él, a más de execrar la tiranía, revelar su ideal político y proclamar su inocencia, pregonaba su firme lealtad al comunismo, en cuyo nombre ofrendaba la vida, confiando en que la historia tarde o temprano le daría la razón. Este largo documento histórico, imitando a los antiguos rapsodas, lo aprendió de memoria su cónyuge repitiéndolo todos los días algunas veces ante él. Por eso, cuando las pesquisas, lo arrestaron y confiscaron cuanto papel encontraron luego de espulgar hasta el último escondrijo de su vivienda, no pudieron hacer lo mismo con su testamento político por estar oculto en los intrincados laberintos del cerebro de esta valiente mujer.


¡Pasado medio siglo, la viuda recitaba ante una asombrada prensa el testimonio escamoteado en los juicios del año 1936!, como si fuera un médium trasmitía el mensaje de ultratumba de un optimista Bujarin, que ella había guardado en su férrea memoria a través de largos años de desolación, y a pesar de todo su infortunio nunca perdió la esperanza de que viniesen días mejores. Sin embargo, la tragedia de su marido fue completa, su ideario político se conoció demasiado tarde, cuando ya el pueblo ruso había perdido la confianza en todo lo que sonaba a comunismo.

En Stalin se concentró toda la tragedia de los pueblos de la Unión Sovética, porque en la URSS nacían, crecían y morían bajo su férula protectora; sólo a él se lo oía opinar sobre política, literatura y arte, veían las películas que le gustaban, cantaban sus canciones predilectas, escuchaban los chistes que lo hacían reír y, en general, vivían un estilo de vida que él aprobaba con meticuloso detalle. La intolerancia y delirios de grandeza de los rusos son y fueron asimismo frutos de su psiquis.


Con la muerte de Stalin, en 1953, se produjo por parte de Kruschev la crítica a sus métodos y al denominado culto de a la personalidad del camarada Stalin. Pero ¡cómo podía Kruschev intentar desestalinizar la Unión Soviética si en el fondo él mismo era un stalinista!, por haber formado parte de las troikas, grupos formados por tres dirigentes del partido que condenaban a muerte a cualquier inocente sin apelación alguna.


Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.