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miércoles, 29 de abril de 2020

LENIN: EN EL 150 AÑOS DE SU NACIMIENTO


miércoles, 29 de abril de 2020

Estudié los textos de Lenin de manera intensiva en el periodo 1975-1980. En los tres últimos años de ese periodo estudié sus obras completas, que me proporcionaron una visión más compleja y rica del pensamiento leninista respecto a la que me proporcionaron los tres tomos de sus obras escogidas de la Editorial Progreso, textos fundamentalmente centrados en la lucha de clases. (Por supuesto que no estudié todos los artículos de los 42 tomos que constituyen las obras completas de Lenin). Desde aquel entonces estudio de manera periódica algunos textos que en mi educación teórica han sido decisivos: Los textos dedicados al análisis de las formas mercantiles y de la creación del mercado interior capitalista así como los textos dedicados al contenido económico de la ideología de las distintas clases de Rusia de aquel entonces, donde Lenin demuestra tener un gran dominio de El Capital de Karl Marx; los textos dedicados a la Nueva Economía Política (NEP), claves para entender la transición económica entre capitalismo y socialismo; los textos dedicados al análisis del socialismo utópico y reaccionario, en especial su texto Dos utopías y todos los artículos dedicados a la crítica de los eseristas; los textos dedicados al análisis de los partidos políticos rusos en la etapa parlamentaria; los textos dedicados al pensamiento dialéctico, en especial Escuela y Aparato; y los textos dedicados a la filosofía, en especial sus Cuadernos Filosóficos, donde Lenin demuestra un sentido práctico en la lectura de los textos de Hegel prodigioso.

¿Cuál fue la primera gran aportación de Lenin a la historia universal? Haber creado al frente del PCUS el primer estado socialista de mundo. No se trata de que Lenin hiciera realidad el pensamiento socialista de Marx, puesto que el 95 por ciento del pensamiento de Marx está dedicado a la crítica de la Economía Política, sino que bajo su dirección e iniciativa se dio un enorme salto en la historia universal: por primera vez la realidad del socialismo se convirtió en un problema práctico y un problema teórico. Sin este salto histórico hubiera sido impensable la otra gran revolución socialista del siglo XX: la revolución popular de China dirigida por Mao Zedong. Al margen de que el socialismo soviético no fuera democrático o que China tuviera que dar pasos atrás en su camino hacia el socialismo, lo cierto es que tanto una experiencia como la otra  son los dos grandes hitos de la historia universal del siglo XX. Y la Rusia actual, su poderío económico, no es posible explicarla sin las conquistas en el desarrollo de las fuerzas productivas y en el desarrollo de las ciencias debidas al régimen soviético.  

¿Cuál fue la segunda gran aportación de Lenin a la historia universal? La creación de los partidos comunistas. Nunca como hasta ese entonces la subjetividad, condición básica para que haya una revolución socialista, había logrado el nivel de organización y nivel teórico que se obtuvo gracias a la iniciativa e inteligencia de Lenin. Los poderosos partidos comunistas, después de la revolución bolchevique, se extendieron por toda la faz de la tierra. Y los antiguos partidos comunistas como los actuales partidos de la izquierda radical deben a Lenin su ser político y su núcleo ideológico. El nivel teórico alcanzado por el partido bolchevique no fue solo obra de Lenin, sino de todos cuadros dirigentes de ese partido. También del alto  nivel teórico  de los ideólogos de las clases dirigentes y de las clase de los campesinos de la Rusia de aquel entonces. Lenin creció teóricamente en lucha con los ideólogos de las otras clases y partidos rusos de su época e hizo suyas muchas de sus categorías. Un problema práctico puede ser teóricamente mal planteado y en consecuencia las soluciones no son las acertadas. Pero debemos al otro, al opositor ideológico,  el planteamiento del problema y la solución errónea. Y, por lo tanto, debemos reconocer en el otro su contribución en el desarrollo de la ciencia en cuestión, sea psicología, sociología o economía.

¿Cuál fue la tercera gran aportación de Lenin a la historia universal? La estrategia y táctica para la revolución socialista. Lenin fue el que planteó que para los países con escaso desarrollo capitalista la revolución socialista se debía dividir en dos etapas: la etapa democrática revolucionaria y la etapa propiamente socialista. Por la forma hablamos de etapa democrática revolucionaria, mientras que por el contenido hablamos de etapa democrática burguesa.  Mao Zedong aprendió esa lección y pudo dirigir a los campesinos chinos bajo la dirección del Partido Comunista de China hacia el éxito de una de las  revoluciones sociales más grandes de la historia universal en términos de masa social y extensión geográfica. La Nueva Economía Política  ideada por Lenin en 1921 es un ejemplo de cómo la revolución socialista todavía  tenía que realizar tareas que históricamente correspondía a la burguesía y que la contradicción entre la etapa democrática revolucionaria y la etapa propiamente socialista seguía viva y seguía siendo necesaria. Las reformas económicas chinas iniciada por Deng Xiaoping en 1978 demostró y confirmó igualmente que esa contradicción seguía siendo el motor del progreso social. Y en todos los países de economías mixtas la contradicción sigue siendo la misma: la existente entre las necesarias conquistas democráticas revolucionarias burguesas y las necesarias conquistas socialistas.

En el plano teórico Lenin tenía un nivel que no ha tenido ni tiene ningún dirigente político mundial. Su formación teórica era extremadamente rica y compleja, su sentido práctico era inigualable, y su capacidad para analizar los mínimos cambios en la realidad y en consecuencia cambiar la táctica a seguir no tiene parangón. Lenin escribía con una fluidez y una claridad que ya quisiera para sí cualquier teórico en ciencias sociales y políticas. Lenin además analizaba al detalle las ideas de sus contrincantes ideológicos, era muy conceptual, y todo lo razonaba y lo argumentaba.  Era profundamente dialéctico, su pensamiento no cesaba de cambiar y no dejaba de aportar nuevas idas. No era dogmático. Jamás quedaba atado a ideas fijas.

Desgraciadamente la caída de la URSS oscureció y manchó su nombre como nunca ha pasado con un líder histórico de su talla.

(He intentado ser muy sintético para evitar que el lector se pierda en los detalles.  Creo que los historiadores, ideólogos, teóricos marxistas y especialistas en ciencias políticas tienen mucho trabajo que hacer para  definir el sobresaliente papel de Vladimir Ilích Ulianov en la historia universal).

–El trabajo que hoy he entregado a los lectores lo he hecho sin tener frescas las ideas de Lenin, su modo de analizar y su modo de contrarrestar los argumentos ajenos con los suyos propios. Por eso carece del vigor y detalles que merece una personalidad tan grandiosa como Lenin. No obstante, he tomado entre mis manos el tomo I de sus obras completas. A continuación les detallo las ideas motoras que en su momento encontré en ese tomo y que suelo anotar en la primera hoja en blanco de dicho tomo: Método subjetivo en sociología, Psicología científica, La contradicción básica del capitalista, Lenguaje y Pensamiento, Necesidad histórica e individuo, La gran pregunta bajo el punto de vista práctico, Dialéctica y realidad, Objetivismo y materialismo, Concepto de pequeño burgués, Papel progresista de la burguesía, Individuo y grupo social, Mercado y cálculo social, y Método subjetivista en sociología. El lector podrá observar la riqueza y variedad de contenido de los textos de Lenin. Y solo les hablo de un tomo de sus obras completas y solo de las categorías que yo he cosechado. Sin duda que hay muchas más categorías motoras más que cosechar en ese tomo. Las llamo categorías motoras porque suelo utilizarlas como puntos de partidas para desarrollar constructos teóricos–.

–No quiero despedirme sin transcribirles una cita contenida en uno de los textos de ese tomo I titulado El contenido económico del populismo, donde Lenin demuestra su gran capacidad analítica y su gran capacidad para detectar errores teóricos que para el lector medio pasan desapercibidos: “Naturalmente –continúa el ideólogo de este pequeño burgués–, los hombres siempre trataron de influir de un modo u otro en el curso de los acontecimientos”. Y ante esta idea Lenin responde de este modo: “El “curso de los acontecimientos” consiste precisamente en las acciones e influencias de los hombres, y en nada más, de modo que nuevamente vemos aquí una frase huera”.

¿En qué consiste el error de Mijailovski, autor de la idea que critica Lenin? En que pone en un lado a los hombres separados del curso de los acontecimientos, y en el otro lado, el curso de los acontecimientos separados de los hombres. Pura metafísica. De ahí la réplica de Lenin: el curso de los acontecimientos consiste en las acciones e influencias de los hombres. Esto es solo un ejemplo de las habilidades teóricas de Lenin y de las cuales sus 42 tomos de sus obras completas están repletos. De ahí que piense que solo en el plano teórico a Lenin no se la ha hecho la debida justicia. Aunque sé que hay muchos leninistas de corazón y de voluntad que no dejan de gritar a los cuatro vientos que son más leninistas que nadie, también sé igualmente que hay pocos leninistas que conozcan de forma relativamente completa su rico y variado pensamiento. Así que en este ámbito todavía queda mucho por hacer. Sé igualmente que hay muchos leninistas que me catalogan de reformista y socialdemócrata. Pero lo cierto es que yo me considero en el plano teórico un leninista de pura cepa. Tal vez yo tampoco le he dado el reconocimiento que merece y no he sido lo agradecido que debiera por su influencia en la conformación de mi conciencia teórica–.



lunes, 11 de diciembre de 2017

EL CAPITAL DE KARL MARX (EN EL 150 ANIVERSARIO DE SU PUBLICACIÓN)





domingo, 10 de diciembre de 2017

Empecemos por detallar a grandes rasgos las secciones de El Capital.

Libro I: Transformación de la mercancía en dinero, transformación del dinero en capital, la plusvalía, el salario, y el proceso de acumulación del capital.

Libro II: La metamorfosis del capital y su ciclo, la rotación del capital y la reproducción y circulación del capital social global.

Libro III: La transformación de la plusvalía en ganancia, la transformación de la ganancia en ganancia media, ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia, el capital comercial, el capital productor de interés, la renta del suelo, y la renta y sus fuentes.

De todas ellas la sección que tiene más actualidad o más interés en el mundo actual es, sin lugar a dudas, el capital productor de interés. El capitalismo en su fase de globalización significa el absoluto imperio del capital productor de interés  y de todas las formas del valor autónomas sobre el resto de ramas y funciones del capital, cuya característica esencial es la multiplicación del valor sin la mediación de la producción. En estas formas autónomas del valor hay que incluir, además del crédito como su figura estrella, a las acciones, los bonos y los derivados. Como el capital productor de interés se presenta como la relación del dinero consigo mismo, cobran también especial importancia y actualidad las dos secciones del primer libro: la transformación de la mercancía en dinero y la transformación del dinero en capital. También una sección que cobra mucho interés en la actualidad es la dedicada a la renta del suelo, máxime cuando la crisis desatada en el 2008 fue en parte una crisis en el sector inmobiliario, que permitió a los dueños del suelo y a los constructores enriquecerse de manera irracional.

La crisis de 2008 supuso el descrédito y la bancarrota de la economía convencional. Por un lado, se puso de manifiesto que su carácter predictivo es falso, la economía convencional no puede predecir las crisis ni controlar sus efectos. El fondo de las crisis económicas capitalistas tiene que ver con la naturaleza de las relaciones económicas capitalistas y no con los métodos para regular el mercado, aunque un mercado altamente regulado es más justo socialmente que uno no regulado. Y por otro lado, se puso de manifiesto que su poderoso aparato matemático, con el que se esgrimía su superioridad sobre la economía marxista, fue un medio para que los grandes dueños del capital monetario y de las grandes fortunas  explotaran y saquearan a medio mundo. Esto no significa que la economía convencional como medio para entender y regular la economía de mercado sea inútil. Incluso en la primera etapa del socialismo, en el socialismo de mercado, la economía convencional es necesaria. El descrédito de la economía convencional a raíz de la crisis económica del 2008 hizo pensar a ciertas vanguardias de la izquierda marxista que El Capital iba a ganar protagonismo e incluso hasta cierta hegemonía teórica. Esto no fue así. El destino histórico de El Capital sigue siendo marginal, incluso en países que se reclaman del socialismo como pueden ser China y Cuba.

Marx pensó en su época que el socialismo estaba al caer; también lo pensó Lenin. Pero en la realidad el capitalismo ha seguido firme en su desarrollo. Eso implica que bajo las relaciones de producción capitalista las fuerzas productivas pudieron desde aquel entonces seguir desarrollándose y lo han hecho de un modo prodigioso. Las formas del valor y las formas mercantiles se han consolidado y han brotado algunas nuevas. De ahí que El Capital, que debe pasar como la mejor obra teórica que analiza las formas de valor y formas mercantiles en general, siga teniendo total vigencia. Aunque es cierto que hay formas del valor o formar mercantiles nuevas que no existían en tiempos de Marx y que por consiguiente él no analizó, como pueden ser los derivados, esto no implica que El Capital haya quedado obsoleto. Marx nos proporcionó las herramientas teóricas para analizar las nuevas formas mercantiles. Pensemos en los derivados: se trata básicamente de asegurarme hoy en precio lo que va a suceder en el futuro. Yo he pactado comprar harina al precio de 200 euros la tonelada de trigo; si llegada la fecha de vencimiento del contrato el precio de la tonelada de trigo ha subido a 300 euros, yo seguiré pagando 200 euros. Pero yo puedo vender ese derecho y hacerlo por 280 euros, por ejemplo, embolsándome así una ganancia especulativa de 80 euros por tonelada. Aquí el derecho de compra se ha transformado en una mercancía. El capitalismo se caracteriza por convertirlo todo en mercancía. La  forma económico-social de los derivados merece sin duda un análisis más detallado, pero con lo dicho nos basta para demostrar que las herramientas proporcionadas por Marx son suficientes para analizar esas formas económicas. No niego tampoco la necesidad de estas nuevas formas económicas; lo que cuestiono es el sistema de apropiación de las ganancias especulativas. Todas las ganancias especulativas producidas por los efectos ciegos del mercado deben ser propiedad del Estado. La clave está en el sistema de propiedad y no en las formas económicas.

El mundo de Marx no es el mundo de hoy. Pero todo no va en contra del pensamiento socialista de Marx. Hoy día no hay economías capitalistas puras. Hoy día todas las economías son mixtas. Incluso economías como la cubana, por la penetración del capital extranjero y por las incipientes libertades mercancías, va camino de convertirse igualmente en una economía mixta. Lo importante a destacar es que el capitalismo moderno no puede existir sin una poderosa economía estatal. De hecho cuando las empresas punteras quieren invertir en un país, además de la estabilidad económica y política, tienen en cuenta el nivel de fortaleza y desarrollo del sistema educativo y del sistema sanitario. Dicho de forma sucinta: el capitalismo actual no puede existir sin el socialismo. La necesaria presencia del socialismo en el capitalismo se puso de manifiesto en la crisis de 2008, cuando incluso los mayores apologetas del capitalismo afirmaban que las pérdidas se socializaron. El hecho de que todas las economías actuales sean mixtas y deban considerarse como economías de transición es una victoria del socialismo. Esto lo digo porque muchos marxistas no ven el socialismo en el capitalismo, sino el absoluto predominio del capitalismo, como si fuera una realidad absoluta. Los mercados libres del siglo XIX y de principio del siglo XX han dejado de existir. La libertad pura de mercado es una metáfora o un recuerdo. Los mercados cada vez están más legislados y más regulados, además que en los grandes sectores de la economía predominan los oligopolios, de manera que las inversiones y los precios están planificados.

Otro rasgo que diferencia el capitalismo de los tiempos de Marx del capitalismo actual es el papel decisivo del consumo de masas. El capitalismo reformista que lucha por una mejora en los salarios y por un Estado del bienestar desarrollado, no es más que el reconocimiento del papel del consumo de masas en la marcha exitosa de la economía. En este sentido el pensamiento de Marx tampoco está tan lejos de esa realidad, si incluimos dentro de ese pensamiento el principio de lucha por la liberación económica de los trabajadores. Hay otro aspecto importante a destacar en el mundo actual que se refiere a la relación entre trabajo y propiedad. En los grandes bancos, también sucede en las grandes corporaciones, el número total de propietarios es superior al número de trabajadores. El capital se ha socializado. El contenido económico social de este cambio ya lo contemplaba Marx en El Capital. A este respecto, esto es, en relación con las sociedades anónimas, en el capítulo dedicado al papel del crédito en la producción capitalista, Marx se expresa en los siguientes términos: “El capital que descansa de por sí sobre un modo de producción y presupone una concentración social de medios de producción y fuerza de trabajo, adquiere aquí, directamente, la forma de capital social (capital de individuos directamente asociados) en contraste con el capital privado, y sus empresas aparecen como empresas sociales en contraste con las empresas privadas. Es la supresión del capital como propiedad privada dentro delos límites del propio modo capitalista de producción”. Lo he dicho en otras ocasiones: el punto clave de la dialéctica se encuentra, y mucho más en el mundo de hoy, en las transiciones; y Marx aquí nos da una lección ejemplar. A diferencia de aquella  anquilosada vanguardia marxista que solo piensa en términos de lucha de contrarios en su modalidad absoluta: en un lado el capitalismo y en otro el socialismo. Pero Marx lo deja aquí claro: las sociedades anónimas, y todas las grandes corporaciones lo son, representan la forma del capital social frente al capital privado, la empresa social frente a la empresa privada, la supresión de la propiedad privada dentro de los límites de la producción capitalista.

El Capital de Marx no sirve para suplantar a la economía convencional. El pensamiento económico de Marx no es un pensamiento absoluto, que lo abarca todo y es instrumento para todo. La economía convencional, heredera de la economía vulgar, es la sistematización de la experiencia de los agentes económicos en la producción capitalista. Luego es un saber necesario. La economía convencional complementa el pensamiento de Marx. La economía convencional empieza donde acaba el pensamiento de Marx. Así cuando leemos un tratado de economía convencional, observamos que su punto de partida es el mercado, la organización de la empresa y los mercados de factores: la tierra, el trabajo y el capital. Todo lo que en la economía convencional es el punto de partida, en El Capital es el punto de llegada. Las secciones de El Capital  tituladas “La circulación de las mercancías”, “La transformación de la ganancia en ganancia media” y “La transformación de los valores en precios de producción” son análisis que se realizan en el ámbito del mercado. Pero Marx estudia el mercado bajo el punto de vista de cómo se engendran nuevas formas de valor y cómo ocultan la naturaleza del valor. La economía convencional, por el contrario, no dedica una palabra a la naturaleza del valor ni al análisis de las formas de valor. Para la economía convencional las formas económicas representan objetos y los presenta como dados, sin mediación y sin origen. Cabe resaltar que la última sección de El Capital se titula Las rentas y sus fuentes, lo que vuelve a poner de manifiesto que el punto de llegada del pensamiento económico de Marx es el punto de partida de la economía convencional.

Hablemos de la esencia y de la apariencia. Los empiristas y neopositivistas niegan la esencia, como si se tratara de  una cosa oculta, misteriosa e inaccesible. Para esta corriente filosófica solo existen las relaciones aparentes, camino que sigue la economía convencional. Esto se debe a que su método de pensamiento es  metafísico: captar las cosas en las formas de ser y no como procesos. Los marxistas dogmáticos, por el contrario, solo piensan en términos de esencia y niegan la importancia de la apariencia. Pero Marx hereda el pensamiento de Hegel, de manera que considera que la realidad se compone de apariencia y de esencia, y asume un principio fundamental: la apariencia es la manifestación de la esencia. Su punto de partida son las relaciones esenciales y estudia después como se transforman en relaciones aparentes. Basta como ejemplo la sección primera del libro tercero titulada La transformación de la plusvalía en ganancia y de la cuota de plusvalía en ganancia. No obstante, no siempre el camino en Marx parte de la apariencia para llegar a la esencia, en ocasiones es al revés: al inicio de El Capital se parte del valor de cambio para llegar al valor. Pero una vez analizada la naturaleza del valor, la relación esencial, retorna al análisis de las formas del valor, las relaciones aparentes.

Hablemos un poco más de las esencias, pero bajo el punto de vista de la ocultación. El valor de una mercancía producida bajo el régimen de producción capitalista se representa mediante la fórmula siguiente: M = C + (V + P). C es el capital constante, capital invertido en materias primas, maquinarias e instalaciones, capital que no modifica su valor durante el proceso de producción; V es el capital variable, capital invertido en fuerza de trabajo, que produce más valor del que cuesta; y P es el plusvalor creado por los trabajadores y apropiado por el capitalista. Pero como advierte Marx, una cosa es lo que cuesta la producción de la mercancía y otra muy distinta es lo que le cuesta al capitalista. Para el capitalista lo que invierte en materias primas, maquinarias e instalaciones es de igual naturaleza que lo que invierte en salarios. De ahí que el capital constante más el capital variable se le presentan al capitalista como precio de coste. De manera que para el capitalista el valor de la mercancía se representa mediante la siguiente fórmula: M = Pc + P. Pero desde que el capital total desembolsado se le presenta al capitalista como precio de costo, la plusvalía adopta la forma de ganancia (G). Así que la fórmula que representa el valor de la mercancía para el capitalista sea la siguiente: M = Pc + G. Bajo esta fórmula se oculta que la ganancia proviene de la  variación del capital invertido en fuerza de trabajo. Esta ocultación es aún mayor en cuanto el mercado modifica la naturaleza individual del valor de las mercancías. Una vez establecida la cuota media de ganancia y los precios de mercado, cada capitalista se lleva la parte alícuota de la plusvalía total presente en el mercado. De manera que la ganancia se le presenta al capitalista como la diferencia entre el precio de venta (Pv) y el precio de costo (Pc). Así que la fórmula que representa la ganancia para el capitalista sea la siguiente: G = Pv – Pc. Y como en el mercado está repleto de irregularidades e incidencias y los precios no son los mismos para todos los clientes mayoristas, la ganancia se presenta en parte como fruto de las habilidades del capitalista en el mercado.  

En el salario se presenta también una ocultación. El salario se presenta como precio del trabajo. Marx afirma que el salario en tanto precio del trabajo es una expresión irracional, puesto que el trabajador no vende su trabajo sino su fuerza de trabajo. Así que el concepto de salario oculta el hecho de que al trabajador se le paga solo el valor de su fuerza de trabajo y no el valor total creado por la fuerza de trabajo. Hoy día la ocultación del salario ha sufrido una enorme inversión. Los sueldos que ganan los grandes directivos y las estrellas del cine, de la música y del deporte son gigantescos. De manera que bajo el concepto de salario se ocultan enormes masas de plusvalía. Esta apropiación de enormes masas de plusvalía bajo el concepto de salario se produce por varias razones, por causa de monopolios naturales, por el dominio de los mercados globales ayudado por los grandes medios de comunicación de masas, que incluye el consumo de centenas de millones de personas, y por el papel de la publicidad en las grandes corporaciones. Las formas de enriquecerse en el mercado global se han multiplicado de manera prodigiosa y ha escapado al control consciente de las personas. No existe un Estado global y, por esa razón, el liberalismo se ha apoderado de la vida de millones de personas. Todo este mundo merece ser más estudiado y más duramente criticado.

Paso a ahora a detallar algunos de los errores de los teóricos marxista y más especialmente de los especialistas en el estudio de El Capital. Primero están aquellos que reclaman a Marx no haber hablado de cosas que en parte no tiene sentido que hable y en parte porque se le pide haberlo contemplado todo. Algunos hablan que en Marx no hay una teoría de las crisis capitalistas. En primer, lugar creo que las crisis no deberían tener una teoría específica, en segundo lugar, Marx no veía el futuro y no podía analizar hechos específicos del capitalismo del siglo XX y del siglo XXI, y en tercer lugar, la clave de las soluciones del capitalismo no está en predecir y darle solución a las crisis capitalistas, sino en cambiar las relaciones de producción capitalista en relaciones de producción socialista. Segundo, están aquellos que siguen dándole vuelta a las contradicciones existentes en la transformación de los valores en precios de producción, cuando quien haya leído detenidamente a Marx sabe que hay diferencias cualitativas y cuantitativas entre valor y precio. Y si observamos la realidad, esa contradicción es prácticamente inevitable. Solo se trata de seguir la idea de Marx: los precios gravitan, acercándose o alejándose, en torno a los valores. Y de todos modos, por mucho que el precio se diferencie de su valor, eso no quita nada al hecho de que el precio sea la expresión del valor en dinero. Del mismo modo que por mucho que un espejo nos dé una imagen muy deformada de nuestra apariencia cromática, eso no quita nada al hecho de que la imagen es un reflejo de nuestra apariencia cromática. Tercero, están aquellos que creen que si a El Capital se le dota de un mejor aparato matemático, sus rendimientos teóricos mejoran notablemente. Esto es un error y lleva a una enorme confusión. El Capital es esencialmente una obra teórica dedicada al estudio y análisis de las formas económicas mercantiles y capitalistas, es un análisis de carácter cualitativo. Sin embargo, en la economía convencional, tanto en la macroeconomía como en la microeconomía incluida la contabilidad, el aparato matemático es fundamental.  Y cuarto, están aquellos que han vaciado al pensamiento económico de Marx de la filosofía hegeliana, esto es, han eliminado una de las fuentes decisivas del pensamiento de Marx, y con ello el pensamiento económico de Marx ha perdido riqueza, fuerza y profundidad.

Resumo: El Capital es una obra teórica sobre economía mercantil y economía capitalista. Su gran valor reside en el análisis de las formas económicas. Su metodología, que parte de las esencias para llegar a las apariencias, nos permite vincular la economía marxista con la economía convencional. No hay obra como la de Marx para analizar la naturaleza del dinero, siendo el dinero la quintaesencia del mundo capitalista moderno. Y aunque el dinero virtual se consolidara, como el bitcoin o cualquier otra moneda digital, la esencia y sustancia del dinero no sufriría modificación alguna. Puesto que hay que distinguir entre la esencia de una cosa y sus múltiples y confusas manifestaciones. Tampoco hay otra obra como El Capital para analizar la naturaleza del capital productor de interés y el sistema de crédito. E igualmente no hay obra como El Capital para entender cómo se enriquecen los capitalistas. Y por último, no hay análisis mejor del mercado que el proporcionado por Marx en El Capital, en lo que afecta al análisis de las formas del valor y su realización. Y me despido con una consigna para la lucha teórica: Hay que recuperar el pensamiento de Hegel y devolvérselo al pensamiento de Marx.





lunes, 13 de noviembre de 2017

UN HOMENAJE A LOS 150 AÑOS DE “EL CAPITAL” DE MARX




13/11/2017

Les brindamos, como anticipo y como nuestro homenaje a los 150 años de El Capital, el prólogo de nuestro nuevo libro.

Prólogo:

¿Por qué fracasa el socialismo en el largo siglo XX?

 El propósito inicial de este libro fue respondernos a la pregunta: ¿por qué el socialismo fracasa en el siglo XX? Esta nueva versión, de un trabajo anterior[1], quiere subrayar ese propósito; porque la promoción entusiasta del llamado “socialismo del siglo XXI”, no posee un diagnóstico en regla del fracaso del socialismo pasado. Sólo escuchamos y leemos argumentos que abogan por una “adaptación” teórico-práctica a la situación promovida por el capitalismo tardío (lo cual recuerda la carta de presentación del posmodernismo, situándonos en una “condición post-moderna” que supuestamente habría dado fin a las “grandes narrativas”, marxismo incluido); de modo que, al no haber una exposición crítica de los límites, sobre todo teóricos, del “socialismo del siglo XX”, tampoco se produce una nueva fundamentación del nuevo socialismo.

            Esta falta de reflexividad crítica se acentúa cuando, como secuela posmodernista, se asume un escenario post-marxista. El abandono de la obra de Marx fue promovido por el posmodernismo, dejando a toda la izquierda indefensa ante la argumentación que, desde Weber hasta Popper, había desarrollado la ciencia burguesa a título de ciencia universal [2]. Hasta ahora los marxistas no saben distinguir el concepto de ciencia que presupone la obra de Marx y que responde a la tradición de la Wissenschaft o ciencia crítica, en contraposición a la science anglosajona o ciencia estándar (pertinente al capitalismo); la segunda se impone definitivamente, por las armas, desde la segunda guerra mundial y nuestras academias, cuando adoptan inocentemente el concepto de ciencia del triunfador, no son capaces de hacer esa distinción capital a la hora de proponerse la producción de conocimiento propio.

En la perspectiva de la science anglosajona –defendida por el empirismo lógico, el racionalismo crítico, la filosofía analítica y el posmodernismo– se forman generaciones de marxistas que ya no pueden hacer una recepción crítica de la obra de Marx[3] sino que, o la convierten en un dogma de fe o la declaran mera ideología sin importancia científica. Por eso no fue de extrañar la abjuración pública que se desató ante el derrumbe del muro de Berlín; pasarse de bando fue lo más natural, al extremo de advertir que varios de los impulsores del neoliberalismo fueran precisamente apóstatas. El fracaso era doble no sólo porque se había perdido la lucha, con la caída del socialismo, sino por el abandono, deserción, y delación que protagonizaba esa migración política. Una cosa es perder, pero otra capitular, pasarse a las filas del enemigo y concluir su cometido.

            Pero aquello es la culminación del desencanto. Que la izquierda haya siempre estado implicada en la reversión de los procesos revolucionarios para reponer a la derecha siempre acechante, forma parte de la constante histórica que retrata el fracaso en su más hondo desconcierto. En esa historia, su propia vocación de poder quedó siempre relativizada y condenada a ser siempre resistencia y nunca transformación efectiva.

            Las consecuencias políticas del fracaso destacan esa fatalidad. Y se reafirma más por el hecho que, cuando se accede al poder, sucede una suerte de domesticación que, no sólo modera los ímpetus revolucionarios, sino que promueve la abdicación. Por eso las oportunidades perdidas son sucedidas por décadas de repliegue popular, ante nuevas y más impetuosas arremetidas conservadoras. Por eso son fracasos históricos. Entonces, ¿cómo se explica esta tragedia que envuelve la historia del socialismo, sobre todo, en el siglo XX?

            La adopción de un concepto de ciencia no es, como se cree, indiferente al proyecto político que me propongo. Las apuestas políticas son siempre, y de modo previo, apuestas que ya se dan epistemológicamente. Porque aquello, además, viene determinado por el “marco categorial”[4] que presupongo (del cual no siempre soy consciente); éste define el tipo de relación que establezco con la realidad, es decir, en tanto expresa una perspectiva, define también la praxis que impulso, porque el tipo de relación que establezco con la realidad, configura los márgenes de factibilidad (lo que es posible y lo que no). Por eso la realidad no es nunca una realidad a secas sino que está determinada por el “marco categorial” que presupongo y, desde el cual, interpreto la realidad. La realidad se me aparece con sentido desde cierta perspectiva; veo sólo lo que tiene sentido y guarda correspondencia con esa perspectiva, por eso me permite inteligir y pensar sólo aquello que destaca esa perspectiva.

            La falta de reflexividad en torno a los “marcos categoriales”, por parte del marxismo, denota la ausencia de reflexión dialéctica a la hora de emprender el camino de la ciencia. Marx mismo subtitula a El Capital: “crítica al sistema de categorías de la ciencia económica burguesa”. Con ello está ya indicando un punto de partida: el concepto de ciencia que reivindica es crítico, o sea, no es descriptivo. Por eso sostiene en la famosa tesis 11 sobre Feuerbach que, hasta ahora, sólo se ha interpretado la realidad, cuando “de lo que se trata es de transformarla”, o sea, de originar una nueva apertura de posibilidad con la realidad, o sea, un nuevo concepto de praxis.

Marx es consciente de la reflexión categorial porque la lógica dialéctica que despliega su crítica le conduce a desmontar el carácter fetichista, ya no sólo de la mercancía, sino del sistema de categorías de la ciencia burguesa (expresado en la economía pero extensible a todos los otros ámbitos). Es decir, lo que Marx descubre es que el encubrimiento sistemático de las relaciones de explotación y dominación que produce el capital, se desarrolla en el sistema de categorías que fundamenta a la ciencia burguesa.

            Ahora bien, ese sistema de categorías, como decíamos, constituye una perspectiva, una visión de mundo, que enmarca hasta nuestras expectativas y que, por eso mismo, presupone un determinado “modelo ideal”[5] que sostiene y legitima al horizonte que abre aquella perspectiva. Entonces, lo que, metodológicamente, la dialéctica le permite a Marx, es remontarse lógicamente al “modelo ideal” que presupone el capitalismo.

Pero esto sólo es posible si parte desde otro “modelo ideal”, porque en el anterior se funda el sistema de categorías que está sometiendo a crítica; por eso dice: “imaginemos una comunidad de hombres libres”[6], o sea, propongámonos otro mundo, ya no éste sino definitivamente otro. O sea, lo que está diciendo es que transitemos existencialmente hacia otro “modelo ideal”. Cuando hace esto es que se le aparece el capitalismo y el mundo que ha constituido en todas sus miserias y contradicciones; por eso, al final de su vida, no deja de expresar “su odio y desprecio cada vez mayores hacia la sociedad capitalista [Marx] quien antes había dado la bienvenida al impacto del capitalismo occidental sobre las estancadas economías precapitalistas como una fuerza inhumana pero históricamente progresista [se muestra] cada vez más horrorizado por esta inhumanidad”[7].

Esa inhumanidad es producida y la produce la producción capitalista, es decir, produce una humanidad deshumanizada, ¿cómo produce eso?, por medio del consumo. Porque nunca consumo sólo mercancías sino lo que contienen y expresan; en definitiva, una forma de vida. Esa forma de vida, mediante el consumo, llega a formar parte de mí, o sea, constituye mi subjetividad. Y la constituye de acuerdo al “modelo ideal” que presupone. Por eso Marx, para exponer la lógica suicida del capital, expone su “modelo ideal” y en éste aparecen sus mitos (a los que Marx llama “robinsonadas”). Entonces, lo que consumo son sus mitos; por eso dice que la mercancía capitalista se halla envuelta en el “misticismo del mundo de las mercancías, en la magia y la fantasmagoría que nimban los productos del trabajo fundados en la producción de mercancías”[8].

Ese misticismo, magia y fantasmagoría denota una cobertura mítica que le otorga, a la mercancía, un aura hasta religiosa; por eso su carácter fetichista consiste, entre otras cosas, en su consagración en cuanto objeto de culto. Pero la mercancía no adquiere semejante carácter por sí sola, esto es sólo posible si el portador de aquélla se vacía de vida para, por una cesión de voluntad, transfiere valor a la cosa, de modo que la cosa aparece como persona y la persona como cosa.

Esto sucede con el desarrollo. El carácter fetichista de la mercancía no aparece con la mercancía sino que ella sintetiza este carácter porque el fetichismo forma parte constitutiva del “modelo ideal” que presupone el capitalismo: la modernidad. Por eso el capitalismo produce, mediante el consumo, el tipo de humanidad que la hace posible: la sociedad moderna (sólo “modernizándose” es que el capitalismo tiene sentido). Mediante el consumo es que me constituyo en subjetividad moderna porque, si lo que consumo, es el “modelo ideal” contenido, lo consumo en la forma de mitos; los mitos son el aura mágica que alimenta mis sueños y expectativas. Uno de esos mitos es el desarrollo. Mi consumo entonces ya no está determinado por mis necesidades sino por el mito; el mito es como un velo que no me permite ver lo que ese tipo de consumo produce en mí.

El desarrollo es imposible sin otro mito: el “progreso infinito”. Una sociedad funcionalizada en torno al “progreso infinito”, vive para el “progreso”. El “progreso” se vuelve un fetiche que promete todo, a condición de que, también, se comprometa todo. En ese comprometerlo todo es que descubre su carácter fetichista, pues eso tiene un límite, pero el “progreso” no vislumbra límites. El bienestar y la opulencia que produce, produce también derroche, lo que caracteriza a la sociedad moderna, diseñada en torno al aprovechamiento ilimitado de los recursos.

El desarrollo nace de ese diseño. Pero los recursos no son infinitos y, en consecuencia, el derroche tiene un límite. Pero la lógica del desarrollo requiere un crecimiento económico siempre exponencial. Esta contradicción es lo que destaca la crisis climática producida por la civilización petrolera, sostenida por el mito del desarrollo y el progreso. El prometerlo todo hace que lo arriesgue todo, como el iluso: cree que nunca ha de perder nada. Así actúa la sociedad moderna, basa su forma de vida en una ilusión: los recursos son infinitos, por eso derrocha todo. Por tenerlo todo, inevitablemente, destruye también todo. Es la constancia del capitalismo: produce destruyendo. Destruye la fuente de donde procede todo lo que hace posible nuestra vida. Pero ya no vemos aquello, porque lo que vemos es lo que el mito quiere que veamos.

Vemos “desarrollo”, pero ya no vemos la destrucción que se produce. Vemos “progreso”, pero ya no vemos las ruinas que deja a su paso. Vemos “modernización”, pero ya no vemos el costo humano y natural que representa aquello; las mercancías se abaratan, porque el precio real lo pagan otros, con sus vidas. Pero nada de eso vemos, porque el mito encubre nuestra visión. Vemos sólo lo que el mito quiere que veamos. Eso se llama fetichismo. 

El marxismo ortodoxo parte, muy a su pesar, de una metafísica de la historia. Ve al capitalismo como la etapa desarrollista que presupone el socialismo, en una secuencia fatídica de las supuestas “leyes de la historia”. Esta metafísica, culminada en la “filosofía de la historia” de Hegel, atraviesa al socialismo. Pese a que las revoluciones socialistas no se dan, precisamente, en los países capitalistas más avanzados (para desmentir aquella metafísica), lo que hace el socialismo es desarrollar a sus países en los términos desarrollistas que propagandizan los países ricos. Pero con esto no se genera las condiciones para socializar la economía sino todo lo contrario, siembra el contexto para la contra-revolución.

La visión desarrollista, naturalizada en la propia izquierda, le hace perder de vista que el capitalismo, para imponerse, necesita destruir toda otra forma de producción y, con ello, toda otra forma de vida, para imponerse e imponer su propia forma de vida: la sociedad moderna (sólo de ese modo aparece como lo único posible). Para ello genera una nueva visión de la historia, donde todo lo previo se inferioriza, es decir, se cancela toda posibilidad histórica de restauración y, de ese modo, toda apuesta sólo puede enmarcarse dentro del discurso auto-justificativo de la modernidad; y de esto se da cuenta hasta el propio Marx, gracias al diálogo que entabla con los populistas rusos: “… subrayó [Marx] en forma creciente la viabilidad de la comuna primitiva, sus poderes de resistencia a la desintegración histórica e incluso su capacidad de transformarse en una forma superior de economía sin destrucción previa”[9]. El propio socialismo, en lo sucesivo, se encargará de anular toda esta capacidad de trasformación de lo más genuino de nuestros pueblos, para constituirse en el generador de la reposición conservadora y la consecuente adopción del capitalismo más acabado –por no decir salvaje– en nuestros países.

            Ingenuamente se cree que el desarrollo es independiente del proyecto político que se asuma, pero el desarrollo propaga y sostiene toda una ideología prescriptiva que modela y enmarca una visión de mundo pertinente exclusivamente para el capitalismo. Atrapados en el “modelo ideal” que presupone el capitalismo, es decir, la modernidad, los socialistas piensan que oponerse al desarrollo es volver a la prehistoria, haciendo gala de un eurocentrismo que afirmar su colonización mental; creyendo, como dogma de fe, en la descualificación que produce la modernidad de todo lo que no es ella, para aparecer siempre, la modernidad, como lo único posible y deseable.

Lo que ponemos a consideración crítica, en este texto, es que es imposible superar el capitalismo si no se desnuda y desmonta el “modelo ideal” que lo hace posible y que se encuentran expresados en los mitos que le legitiman. El fracaso del “socialismo del siglo XX” es producto de una falta de reflexividad crítica que, entre otras cosa, sucede por una recepción a-crítica de la obra de Marx. Una recepción crítica debiera de haber producido el paso metodológico de la teoría del fetichismo a una teoría de la descolonización. Sólo de ese modo podría haberse emprendido una crítica al mito del progreso y el desarrollo. Cuando Marx habla de “otras formas de producción”, se está refiriendo a “otros modelos ideales”. El marxismo interpretó aquello con pasar la producción, en el mejor de los casos, a manos obreras, o a la dirección estatal; pero nunca se propuso lo que se colige de “otra forma de producción”, esto es, la producción de una nueva subjetividad. Si la subjetividad sigue siendo moderno-capitalista, es imposible esa otra forma, porque la producción produce, siempre y en primer lugar, sujetos: qué tipo de sujetos vamos a producir depende de qué tipo de producción vamos a impulsar.

La tematización del desarrollo, en cuanto mito, nos descubrió una constante que se advierte en casi todos los teóricos del socialismo: nadie pone en duda el horizonte de expectativas que promueve el propio capitalismo y que podría sintetizarse en: la “modernización radical” (“desarrollo” y “progreso”) como programa de vida. El posmodernismo nunca atinó a considerar que la verdadera “gran narrativa” había relativizado todo, incluso la vida, para ser el sacrificio perfecto en el altar del desarrollo. La “condición posmoderna” no era post sino la modernidad acabada; como también el socialismo no fue sino, en palabras de Franz Hinkelammert, “modernidad in extremis”.

Así como la situación “poscolonial” no significa la superación de la colonialidad, así también, podemos decir, que el socialismo de los gobiernos “progresistas”, aun cuando se planteen un post-neoliberalismo, nunca se proponen un post-capitalismo. No saben cómo salir de ese entuerto, porque no basta con criticar (porque no todo el que critica es crítico) sino de haber podido trascender existencialmente el paradigma de vida que presupone el capitalismo.

Entonces, este texto quisiera, a diferencia de otros tantos que critican al desarrollo, mostrar metodológicamente el cómo es posible transitar hacia un más allá que el desarrollo para organizar una efectiva trascendencia de los límites hasta cognitivos que nos ha impuesto el mundo moderno del desarrollo. Una crítica al desarrollo no concluye con un no al desarrollo sino con delimitar lo que es: el desarrollo no es un fin en sí mismo, por lo tanto, no podría ser, ni siquiera, criterio económico, menos para una nueva economía (porque lo que interesa, en ésta, son sus finalidades, el para qué).

El “socialismo del siglo XXI” debiera ser consciente del eurocentrismo que ha preñado a la tradición marxista y que ha devenido en la colonialidad subjetivada de sus protagonistas. El fracaso histórico del socialismo tendría incluso que, poner en la mesa de debate, si el socialismo tiene todavía sentido. Para acabar de desencajar a los ortodoxos: así como Marx terminó dando la razón a los populistas, en contra de los bolcheviques; así también, podemos decir que, Marx, daría la razón, hoy en día, a los “pachamamistas”, en contra de los desarrollistas. Pero ya no se trata de dilucidar qué pensaría sino de actualizar su pensamiento ante los retos actuales. Se trata de pensar con Marx, más allá de Marx. Y eso tiene que ver con recuperar y restaurar formas de vida negadas y excluidas, que puedan proporcionarnos nuevas alternativas, ante la orfandad utópica en la que nos ha hundido el mundo moderno.

Por último, debo señalar que estas reflexiones no podrían ser posibles sin una comunidad de argumentación; en ese sentido, quisiera manifestar mi agradecimiento a nuestra comunidad de argumentación que, como comunidad de vida, hace posible que despleguemos estas ideas y las vayamos afinando y puliendo siempre, para su mejor comprensión. Entonces, a los y las integrantes de “el taller de la descolonización”, a la “comunidad del águila y el cóndor”, mi más sincero agradecimiento. Y, con el permiso de nuestras Huacas, Achachilas, Uywiris, nuestra PachaMama y nuestro AlajPacha, a nuestros abuelos y abuelas, a nuestros ancestros y nuestros muertos, a todos ellos va dedicado este libro.


La Paz, Chuquiapu Marka, 8 de abril de 2017

 Notas

[1] Bautista S., Rafael: Del mito del desarrollo al horizonte del Suma Qamaña”, CBDDHH, 2012.

[2] A qué nos referimos cuando hablamos de ciencia, lo exponemos en la Introducción de este trabajo.

[3] La obra de Hugo Zemelman nos sirve precisamente para advertir que no basta tener ante sí, una teoría crítica, porque se puede hacer una recepción a-crítica hasta de una teoría crítica. Cfr. Zemelman, Hugo: Uso crítico de la teoría, IPN, México, 1987.

[4] A diferencia de los “marcos teóricos”, que delimitan recortes cognitivos de la realidad, los “marcos categoriales” configuran relaciones de sentido con la realidad; de modo que fundan el sentido de la praxis (o el tipo de intervención en la realidad) que impulso. El sentido es lo que establece las condiciones de posibilidad de la praxis, o sea, la factibilidad de un proyecto no es algo privativo o el apriori que impone lo dado (de los “realistas”) sino que, también se enmarca en la apertura de objetividad de la perspectiva asumida. Cfr. Hinkelammert, Franz: Las armas ideológicas de la muerte, DEI, San José, Costa Rica, 1977; también: Zemelman, Hugo: op. cit.

[5] Ver nota 103.

[6] Cita proveniente del capítulo I de El Capital: El carácter fetichista de la mercancía y su secreto. Amplifiquemos la cita, dice: “como la economía política es afecta a las robinsonadas, hagamos primeramente que Robinson comparezca en su isla”; o sea, Marx dice que la economía burguesa es afecta a las “robinsonadas” y no es consciente de ello, es decir, parte de una situación hipotética inventada y pretende, mediante aquello, explicar la realidad, pero si Robinson comparece en su isla, resulta que la situación (o “modelo ideal”) de la cual parte la economía burguesa, el capitalismo, nunca existió y, por lo tanto, no puede ser punto de partida; por eso dice después: “trasladémonos ahora de la radiante ínsula de Robinson a la tenebrosa Edad Media europea”, o sea, realicemos un tránsito, trascendamos el “modelo ideal” que presupone el capitalismo y lo que encontramos, ya no es la “tenebrosa edad media”, porque desde el capitalismo y el mundo moderno, todo lo anterior aparece como “inferior”, “salvaje”, devaluado, pero, si ya no vemos con los ojos del capitalismo, lo que encontramos es que, “en lugar del hombre independiente nos encontramos con que aquí todos están ligados por lazos de dependencia”, es decir, la libertad liberal, lo que hace, es romper con los lazos de solidaridad que poseían los mundos anteriores, que no eran tan malos como dice la modernidad; por eso remata con la necesidad de partir, de modo consciente, de otro “modelo ideal”, porque la praxis humana se impulsa desde un horizonte de creencias que no se funda en la razón, por eso dice: “imaginémonos finalmente, para variar, una comunidad de hombres libres que trabajen con medios de producción colectivos y empleen, conscientemente, sus muchas fuerzas de trabajo individuales como una fuerza de trabajo común”. Cursivas nuestras.

[7] Prólogo de Eric Hobsbawn, en: Marx, Karl y Hobsbawn, Eric: Formaciones económicas precapitalistas, México, Siglo XXI, 1978, p. 36.

[8] Capítulo I de El Capital: El carácter fetichista de la mercancía y su secreto.

[9] Prólogo de Eric Hobsbawn: op. cit., p. 36. Cursivas nuestras.