Mostrando entradas con la etiqueta Lenin. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Lenin. Mostrar todas las entradas

jueves, 19 de junio de 2025

MOTIVOS POLÉMICOS (01)

 


(18 de junio de 2025)

 

Por Miguel Aragón

 

A continuación trascribo algunos párrafos, muy polémicos, del artículo Lenin, escrito y publicado por José Carlos Mariátegui, el 23 de setiembre de 1923 en la revista Variedades.

Anteriormente, se ha indicado que este año 2025, es el Año del Centenario del libro La Escena Contemporánea, libro que incluye artículos escritos entre los años 1923 y 1925.

También se ha indicado, y lo reiteramos, que el capítulo tercero, titulado Hechos e ideas de la revolución rusa, es el capítulo principal del libro, porque con la revolución rusa comenzó la revolución social, comenzó la época del proletariado, la época histórica del socialismo, la construcción del mundo nuevo.

También se ha indicado que, a su vez, el artículo Lenin es el artículo principal del tercer capítulo, y el artículo principal de todo el libro. Sin la lectura de este artículo no se comprende a cabalidad la importancia y trascendencia del libro, en el cual Mariátegui definió la primera parte de la base teórica del socialismo peruano.

La reproducción, comentario, debate y difusión de este artículo es un aporte y un mérito del foro 25 de noviembre, en cuya búsqueda hemos participado varios colaboradores de este foro.

Todo el artículo es sumamente polémico, del cual destacamos cinco párrafos, para promover su estudio y comentario.

 

-         I –

 

LENIN Y MUSSOLINI, OPONEN UNA DICTADURA DE CLASE A OTRA DICTADURA DE CLASE

 

Lenin y Mussolini, el caudillo de la revolución y el caudillo de la reacción, oponen una dictadura de clase a otra dictadura de clase. El choque, el conflicto entre ambas dictaduras inquieta a muchos pensadores contemporáneos. Se presiente que este choque, que este conflicto de clases reducirá a escombros a la civilización y sumirá al mundo occidental en una oscura Edad Media. (…)

 

-         II –

 

LOS SOVIETS SON EL ÓRGANO DE LA DICTADURA DEL PROLETARIADO.

 

El bolchevismo sostiene que no es posible utilizar la máquina actual del Estado para reformar la sociedad, sino que es indispensable sustituirla con una máquina adecuada; que el estado proletario, distinto del Estado burgués en sus funciones, tiene que ser también distinto en su arquitectura. El tipo de Estado proletario creado por los bolcheviques es el estado sovietal. La República de los Soviets es la federación de todos los soviets locales. El soviet local es la asociación de obreros, empleados y campesinos de una comuna. En el régimen de los soviets no hay dualidad de poderes. Los soviets son, al mismo tiempo, un cuerpo administrativo y legislativo. Y son el órgano de la dictadura del proletariado. Lenin, dice, defendiendo este régimen, que el soviet es el órgano de la democracia proletaria, tal como el parlamento es el órgano de la democracia burguesa. Así como la sociedad contemporánea y la sociedad medioeval han tenido sus formas peculiares, sus instrumentos típicos, sus instituciones características, la sociedad proletaria tiene que crear también las suyas.

 

-         III –

 

EL BOLCHEVISMO ES GRADUALISTA REVOLUCIONARIAMENTE

 

Lenin es el caudillo de la Tercera Internacional. El socialismo, como se sabe, está dividido en dos grupos: Tercera Internacional y Segunda Internacional. Internacional bolchevique y revolucionaria o internacional menchevique y reformista. La doctrina de una y otra rama es el marxismo. Su divergencia, su disentimiento, no son, pues, de orden programático sino de orden táctico. Algunos atribuyen al bolchevismo una idea mesiánica, milagrista, taumatúrgica, de la revolución. Creen que el bolchevismo aspira a una transformación instantánea, violenta, súbita del orden social. Pero bolchevismo y menchevismo son gradualistas. Solo que el bolchevismo es gradualista revolucionariamente y el menchevismo es gradualista reformísticamente.    

 

-         IV –

 

LENIN ES UN POLÍTICO, NO ES UN TEÓRICO

 

Lenin no es un ideólogo sino un realizador. El ideólogo, el creador de una doctrina carece, generalmente, de sagacidad, de perspicacia y de elasticidad para realizarla. Toda doctrina tiene, por eso, sus teóricos y sus políticos. Lenin es un político; no es un teórico. Su obra de pensador es una obra polémica. Lenin ha escrito muchos libros y, con frecuencia, interrumpe fugazmente su actividad de presidente del soviet de comisarios del pueblo, para reaparecer en su tribuna de periodista de “Pravda” o “Izvestia”. Pero el libro, el discurso, el artículo no son para él sino instrumentos de propaganda, de ofensiva, de lucha. Su temperamento polémico es característica y típicamente ruso (…)

 

-         V –

 

LA ORIENTACIÓN DE LENIN NO ES EMPÍRICA NI UTOPISTA

 

Lenin ha residido en Inglaterra, en Francia, en Italia, en Alemania, en Suiza. Su orientación no es empírica ni utopista. Sino materialista y científica. Lenin cree que la ciencia resolverá los problemas técnicos de la organización socialista. Proyecta la electrificación de Rusia (…)

jueves, 29 de mayo de 2025

LENIN VISTO POR JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI



mié, 28 may, 18:09 (hace 16 horas)

 

Srs. Tacna Comunitaria, muy agradecido, por divulgar esta propuesta de investigación del pensamiento de Mariátegui sobre "el pensamiento de Lenin". Nos encontramos en el año del Centenario de la publicación del libro "La Escena Contemporánea", En ese libro de siete capítulos, el capítulo más importante es el capítulo *Hechos e Ideas de la Revolución Rusa", y dentro de ese capítulo, el artículo más importante es el artículo "Lenin", escrito el 23 de setiembre de 1923. Artículo que "por motivos no conocidos" no está incluido en ninguna de las ediciones del libro. Les recomendamos a ustedes que trascriban y difundan ese artículo, que fue incluido en el número 30 de la revista "Amauta". Para conmemorar el Centenario del Libro "La Escena Contemporánea" se ha constituido el *Foro 25 de Noviembre", los invitamos a inscribirse y participar en las lecturas, estudios y debates.

 

Miguel Aragón

 

 LENIN[1]

La figura de Lenin está nimbada de leyenda, de mito y de fábula, Se mueve sobre un escenario lejano que, como todos los escenarios rusos, es un poco fantástico y un poco aladinesco. Posee las sugestiones y atributos misteriosos de los hombres y las cosas eslavas. Los otros personajes contemporáneos viven en roce cotidiano, en contacto inmediato con el público occidental. Lloyd George, Poincaré, Mussolini, nos son familiares. Su cara nos sonríe consuetudinariamente desde las carátulas de las revistas. Estamos abundantemente informados de su pensamiento, su horario, su menú, su palabra, su intimidad. Y se nos muestran siempre dentro de un marco europeo: un hotel, una villa, un automóvil, un pullman, un boulevard. Lenin, en cambio, está lejos del mundo occidental, en una ciudad mitad asiática y mitad europea. Su figura tiene como retablo el Kremlin y como telón de fondo el Oriente. Nicolás Lenin no es siquiera un nombre, sino un seudónimo. El leader bolchevique se llama Vladimir Illicht Ulianow, como podría llamarse un protagonista de Gorki, de Andrejew o de Korolenko. Hasta físicamente es un hombre un poco exótico: un tipo mongólico de siberiano o de tártaro. Y como la música de Balakirew o de Rimsky Korsakow. Lenin nos parece más oriental que occidental, más asiático que europeo. (Rusia irradia simultáneamente en el mundo su bolchevismo, su. arte, su teatro y su literatura. Sincrónicamente se derraman, se difunden y se aclimatan en las ciudades europeas los dramas de Checow, las estatuas de Archipenko y las teorías de la Tercera Internacional. Agentes viajeros del alma rusa, Stravinsky seduce a París. Chaliapine conquista Berlín, Tchicherine agita a Lausanne).

Lenin ejerce una fascinación rara en los pueblos más lontanos y abstrusos. Moscú atrae peregrinos de Persia, de la China, de la India. Moscú es actualmente una feria de abigarrados trajes indígenas y de lenguas esotéricas. La celebridad de Oswald Spengler, de Charles Maurras o del general Primo de Rivera no es sino una celebridad occidental. La celebridad de Lenin, en tanto, es una celebridad unánimemente mundial. El nombre de Lenin ha penetrado en tierra afgana, siria, árabe. Y ha adquirido timbres mitológicos.

Quienes han asistido a asambleas, mítines, comicios, en los cuales ha hablado Lenin, cuentan la religiosidad, el fervor, la pasión que suscita el leader ruso. Cuando Lenin se alza para hablar, se suceden ovaciones febriles, espasmódicas, frenéticas. Las gentes vitorean, gritan, sollozan.

Pero Lenin no es un tipo místico, un tipo sacerdotal, ni un tipo hierático. Es un hombre terso, sencillo, cristalino, actual, moderno. W. T. Goode, en el “Manchester Guardian”, lo ha retratado así: “Lenin es un hombre de estatura media, de cincuenta años en apariencia, bien proporcionado. A la primera mirada, los lineamientos recuerdan un poco al tipo chino; y los cabellos y la barba en punta tienen un tinte rojizo oscuro. La cabeza bien poblada de cabellos y la frente espaciosa y bien modelada. Los ojos y la expresión son netamente simpáticos. Habla con claridad y con voz bien modulada: en todo nuestro coloquio no ha tenido nunca un momento de agitación. La única neta impresión que me ha dejado es la de una inteligencia clara y fría. La de un hombre plenamente dueño de sí mismo y de su argumentación, que se expresa con una lucidez extraordinariamente sugestiva.” Arthur Ransome, también en el “Manchester Guardian”, ha dado estos datos físicos y psicológicos del caudillo bolchevique: “Lenin me pareció un hombre feliz. Volviendo del Kremlin a mi alojamiento, me preguntaba yo qué hombre de su calibre tiene un temperamento alegre como el suyo. No encontré ninguno. Aquel hombre calvo, arrugado, que voltea su silla de aquí allá, riendo ora de una cosa, ora de otra, pronto en todo momento a dar un consejo serio a quien lo interrumpa para pedírselo —consejo bien razonado que resulta más imperioso que cualquier orden— respira alegría; cada arruga suya ha sido trazada por la risa, no por la preocupación”.

Este retrato de un periodista británico, circunspecto y anastigmático como un objetivo Zeiss, nos ofrece un Lenin sana y contagiosamente jocundo y plácido, muy disímil del Lenin hosco, feroz y ceñudo de tantas fotografías. Ni taciturno, ni alucinado, ni místico, Lenin es, pues, un individuo normal, equilibrado, expansivo. Es, además, un hombre bien abastecido de experiencia y saturado de modernidad. Su cultura es occidental; su inteligencia es europea. Lenin ha residido en Inglaterra, en Francia, en Italia, en Alemania, en Suiza. Su orientación no es empírica ni utopista, sino materialista y científica. Lenin cree que la ciencia resolverá los problemas técnicos de la organización socialista, Proyecta la electrificación de Rusia. Bertrand Russell, que califica de ideológico este plan, juzga a Lenin un hombre genial.

La vida de Lenin ha sido la de un agitador. Lenin nació socialista. Nació revolucionario. Proveniente de una familia burguesa, Lenin se entregó, sin embargo, desde su juventud, al socialismo y a la revolución. Lenin es un antiguo leader, no sólo del socialismo ruso, sino del socialismo internacional. La Segunda Internacional, en el Congreso de Stuttgart de 1907, votó esta moción suya y de Rosa Luxemburgo: “En el caso de que estalle una guerra europea, los socialistas están obligados a trabajar por su rápido fin y a utilizar la crisis económica y política que la guerra provoque para sacudir al pueblo y acelerar la caída del régimen capitalista.” Esta declaración contenía el germen de la revolución, rusa y de la Tercera Internacional. Fiel a ella, Lenin explotó las consecuencias de la guerra para conducir a Rusia a la revolución. Timoneada por Lenin, la revolución rusa arribará en noviembre a su sexto aniversario. La táctica diestra y cauta de Lenin ha evitado los arrecifes, las minas y los temporales de la travesía. Lenin es un revolucionario sin desconfianza, sin vacilaciones, sin grimas. Pero no es un político rígido ni inmóvil. Es, antes bien, un político ágil, flexible, dinámico, que revisa, corrige y rectifica sagaz y continuamente su obra. Que la adapta y la condiciona a la marcha de la historia. La necesidad de defender la revolución lo ha obligado a algunas transacciones, a algunos compromisos. Sobre él pesa la responsabilidad de un generalísimo de millones de soldados que, mediante retiradas, fintas y maniobras oportunas, debe preservar a su ejército de una acción imprudente. La historia rusa de estos seis años es un testimonio de su capacidad de estratega y de conductor de muchedumbres y de pueblos. Lenin no es un ideólogo, sino un realizador. El ideólogo, el creador de una doctrina carece generalmente, de sagacidad, de perspicacia y de elasticidad para realizarla. Toda doctrina tiene, por eso, sus teóricos y sus políticos. Lenin es un político; no es un teórico. Su obra de pensador es una obra polémica. Lenin ha escrito muchos libros y, con frecuencia, interrumpe fugazmente su actividad de presidente del soviet de comisarios del pueblo, para reaparecer en su tribuna de periodista en “Pravda” o “Izvestia.” Pero el libro, el discurso, el artículo no son para él sino instrumentos de propaganda, de ofensiva, de lucha. Su temperamento polémico es característica y típicamente ruso. Lenin es agresivo, áspero, rudo, tundente, desprovisto de cortesía y de eufemismo. Su dialéctica es una dialéctica de combate, sin elegancia, sin retórica, sin ornamento. No es la dialéctica universitaria de un catedrático, sino la dialéctica desnuda de un político revolucionario. Lenin ha sostenido un duelo resonante con los teóricos de la Segunda Internacional: Kautsky, Bauer, Turatti. La argumentación de éstos ha sido más erudita, más literaria, más elocuente. Pero la disertación de Lenin ha sido más original, más guerrera, más penetrante.

Lenin es el caudillo de la Tercera Internacional. El socialismo como se sabe, está dividido en dos grupos: Tercera Internacional y Segunda Internacional. Internacional bolchevique y revolucionaria e internacional menchevique y reformista. La doctrina de una y otra rama es el marxismo. Su divergencia, su disentimiento, no son, pues, de orden programático, sino de orden táctico. Algunos atribuyen al bolchevismo una idea mesiánica, milagrista, taumatúrgica de la revolución. Creen que el bolchevismo aspira a una transformación instantánea, violenta, súbita del orden social. Pero bolchevismo y menchevismo son gradualistas. Sólo que el bolchevismo es gradualista  revolucionariamente y el menchevismo es gradualista reformísticamente.  El bolchevismo sostiene que no es posible utilizar la máquina actual del Estado para reformar la sociedad, sino que es indispensable sustituirla con una máquina adecuada; que el Estado proletario, distinto del Estado burgués en sus funciones tiene que ser también distinto en su arquitectura. El tipo de Estado proletario creado por los bolcheviques es el Estado sovietal. La República de los Soviets es la federación de todos los soviets locales. El soviet local es la asociación de obreros, empleados y campesinos de una comuna. En el régimen de los soviets no hay dualidad de poderes. Los soviets son, al mismo tiempo, un cuerpo administrativo y legislativo. Y son el órgano de la dictadura del proletariado. Lenin dice, defendiendo este régimen, que el soviet es el órgano de la democracia proletaria, tal como el parlamento es el órgano de la democracia burguesa. Así como la sociedad contemporánea y 1a sociedad medioeval han tenido sus formas peculiares, sus instrumentos típicos, sus instituciones características, la sociedad proletaria tiene que crear también las suyas.

Y esta resistencia al parlamento no es original ni bolchevique. Desde hace varios años se constata la crisis de la democracia y la crisis del parlamento. Y se sugiere la creación de un tipo de parlamento profesional o sindical basado en la representación de los intereses más que en la representación de los electores. Joseph Caillaux sostiene que es necesario “mantener asambleas parlamentarias, pero no dejándoles sino derechos políticos, confiar a nuevos organismos la dirección completa del Estado económico y hacer, en una palabra, la síntesis de la democracia occidental y del sovietismo ruso.” La aparición del Estado bolchevique coincide, pues, con una intensa predicación antiparlamentaria y una creciente tendencia a dar al Estado una estructura más económica que política. El parlamento, en fin, es atacado, de una parte, por la revolución, y de otra parte, por la reacción. E1 fascismo es esencialmente antidemocrático y antiparlamentario. Mussolini conquistó el poder extraparlamentariamente.  Primo de Rivera acaba de seguir la misma vía. Los organismos de la democracia, son dec1arados inaparentes para la revolución y para la reacción.

Lenin y Mussolini, el caudillo de la revolución y el caudillo de la reacción, oponen una dictadura de clase a otra dictadura de clase. El choque, el conflicto entre ambas dictaduras inquieta a muchos pensadores contemporáneos. Se presiente que este choque, que este conflicto de clases reducirá a escombros a la civilización y sumirá el mundo occidental en una oscura Edad Media. El Occidente se distrae de su drama con sus boxeadores, y se anestesia con sus alcaloides y su música negra. Y, en tanto, como escribía Luis Araquistain a don Ramón del Valle Inclán en julio de 1920, “por Oriente otra vez el evangelio asoma, como hace veinte siglos el cristianismo.”

 



[1] Publicado en “Variedades”, Setiembre 1923. Reeditado en Defensa del Marxismo La emoción de nuestro tiempo y otros temas, con “Una palabra sobre Mariátegui” por Waldo Frank, Ediciones Nacionales y Extranjeras, 1934 (JCM, “Lenin”, setiembre de 1923; reproducido en Amauta Nº XXX, abril mayo 1930, pag 11)




domingo, 25 de mayo de 2025

PRIMEROS ARTÍCULOS DE MARIÁTEGUI SOBRE LENIN

 


Estimado Alonso.

 

Felicitaciones por el desarrollo exitoso de la segunda sesión del Taller online La Escena Contemporánea de José Carlos Mariátegui.

A continuación, anotaré algunas informaciones complementarias a mi breve intervención del día de hoy.

1.- Los artículos que aparecen en el libro LEC fueron escritos por JCM entre setiembre de 1923 y setiembre de 1925. Aparte de esos artículos, también escribió otros artículos sobre los mismos temas, los cuales posteriormente fueron recogidos por los editores de la COC-JCM en el Tomo I de Figuras y Aspectos de la Vida Mundial. Recomiendo leer este volumen en paralelo con el libro LEC. En ese Tomo I, tampoco incluyeron el artículo Lenin.

2.- Los tres primeros artículos semanales que escribió Mariátegui y los publicó en la revista Variedades, como parte de la serie Figuras y Aspectos de la Vida Mundial fueron:    Mussolini y el fascismo (08 de setiembre de 1923), Lloyd George (15 de setiembre de 1923) y Lenin (22 de setiembre de 1923). Después continuó escribiendo otros artículos semanales, hasta la víspera de morir.

Cuando Mariátegui escribió esos tres artículos, los tres personajes, Mussolini, Lloyd George y Lenin, todavía estaban vivos. Una característica muy notoria en Mariátegui, era que mayormente escribía sobre personajes que continuaban en actividad, aunque también hizo algunas excepciones, como fue el caso al escribir sobre Jaures (fallecido el año 1914).  

3.- El segundo de esos artículos, Mariátegui lo comenzó de la siguiente manera: “Lenin es el político de la revolución; Mussolini es el político de la reacción; Lloyd George es el político del compromiso, de la transacción, de la reforma”.

Recordemos que al escribir el Manifiesto Comunista (1848), Marx planteó la lucha de clases durante la época moderna como una lucha entre Burgueses y Proletarios (revisar primer capítulo del MC).

Por su parte, Mariátegui al analizar la lucha de clases en los comienzos de la época contemporánea, inicialmente planteó la lucha de clases en los términos de lucha entre tres fuerzas o tres bandos, “Revolución, reacción y reforma”. Esos tres bandos representaban al proletariado, a un sector de la pequeña burguesía reaccionaria (¿?), y a la burguesía, respectivamente. Tema por definir.

Posteriormente, a medida que avanzaba la investigación y la redacción de los artículos del libro, JCM amplió ese espectro de la lucha de clases, tal como yo lo he comentado en mi carta a Manuel Velásquez del 23 de mayo, en la cual yo utilicé la metáfora de la naranja dialéctica (ver carta Algunas ideas para ubicar el capítulo N° 06: El mensaje de Oriente).

4.- Seis meses después de haber iniciado la serie de artículos semanales, Mariátegui incluyó en la contratapa del N° 5 de la revista Claridad de marzo de 1924, un aviso, en el cual anunció “próximamente aparecerá Figuras y Aspectos de la Vida Mundial, libro de José Carlos Mariátegui, que reunirá, completados y revisados, sus estudios sobre Lenin, Wilson, Lloyd George, Poincare, Mussolini (…)” y otros personajes más. (A continuación, enviaré copia de ese aviso).

Resulta más que evidente, que el artículo N° 1 de esa relación escrita en marzo de 1924, era el artículo Lenin que él había escrito el 22 de setiembre de 1923.  

5.- Reitero lo que dije hoy día, en el desarrollo del Taller.

La época contemporánea, o época del socialismo, o época del proletariado, comenzó con la revolución rusa en noviembre de 1917. Actualmente continuamos viviendo en esta época del socialismo. El calificar nuestra época, como época del imperialismo, no tiene ningún sustento serio.  

De los siete capítulos, o siete ensayos, que conforman el libro La Escena Contemporánea, el capítulo más importante es el capítulo III Hechos e Ideas de la revolución rusa, compuesto por cinco artículos (incluido Lenin).

De esos cinco artículos, a su vez, el artículo más importante fue Lenin. Sin ese artículo, no se entiende la profundidad del capítulo, y no se entiende la amplitud y trascendencia del libro en su conjunto.

6.- VICISITUDES DEL ARTÍCULO LENIN

6.1 El artículo Lenin fue publicado en la revista Variedades, el 22 de setiembre de 1923. Yo lo revisé, en la Sala de Investigaciones de la BNP, cuando funcionaba en la Av. Abancay, a mediados de la década de 1970, hace cincuenta años. ¡Pucha como pasa el tiempo, pero yo mantengo mi misma inquietud y mi entusiasmo juvenil!

6.2 El artículo Lenin no apareció incluido en la primera edición del libro LEC publicada el 25 de noviembre de 1925 por Mariátegui. Yo tengo un volumen de esa edición. Hasta el presente, hay varias opiniones especulativas sobre la omisión, pero no son definitivas. El comentario de este tema, lo dejo para otra oportunidad.

6.3 Al fallecer Mariátegui, el artículo Lenin fue publicado en la página 11 de la revista Amauta N° 30, de abril mayo 1930. (¿Fue decisión de Mariátegui antes de morir, o de Ricardo Martínez de la Torre? Tema por investigar)

6.4 Casi treinta años después, el año 1959 se publicó la segunda edición del libro (primera en formato popular). Se mantuvo la omisión del artículo Lenin

6.5 El año 1963, Guillermo Roullion publicó la segunda edición de su monumental Biobibliografía de Mariátegui. Con el N° 1024, incluyó la ficha titulada Lenin.  Rouillon anotó “Breve semblanza política de Lenin. Incluido después en su “La Escena Contemporánea”. Rouillon fue un intelectual muy meticuloso y muy serio en su trabajo. Esa anotación debe de haber sido un error involuntario, o tal vez un llamado de atención, para que el artículo sea incluido en el libro. (Otro tema por investigar)

6.6 Me parece que el artículo Lenin fue incluido en un número del periódico Bandera Roja, que se publicaba en la segunda mitad de la década de 1960. En estos momentos, no estoy seguro, la memoria no es la misma de antes, sería cuestión de verificarlo. Espero que alguien colabore y visite la Biblioteca Nacional.

6.7 El año 1977, César Lévano publicó una excelente selección de 35 artículos de Mariátegui, titulada Mariátegui: La revolución de octubre. Escritos 1917/1930. En la página 70, de esa selección está incluido el articulo Lenin del 22 de setiembre de 1923.

6.8 El año 1989, Alberto Flores Galindo publicó una amplia selección de artículos de Mariátegui, titulada Invitación a la Vida Heroica. En la página 187 de esa selección, está incluido el artículo Lenin del 22 de setiembre de 1923. En la trascripción del artículo, hay una pequeña, pero muy importante, diferencia con la versión incluida en el libro editado por Lévano. (otro tema para investigar)

6.9 El año 2015, la Universidad Socialista del Perú José Carlos Mariátegui, publicó una muy buena colección de cinco libros de Mariátegui, titulada Mariátegui: Política Revolucionaria. Contribución a la Crítica Socialista (Cinco años antes se había publicado esta colección en edición venezolana. No la conozco). 

El Tomo I de esta colección de la USP se titula La Escena Contemporánea y otros escritos. Como anexos al libro original, se incluyen cerca de 30 artículos adicionales, que estaban dispersos en otras recopilaciones. En la página 195, bajo el titulo general Lenin, se incluyeron cuatro artículos de Mariátegui sobre Lenin, entre ellos el Lenin del 22 de setiembre de 1923, al cual le colocaron el título Conductor de muchedumbre y de pueblos pp. 197. 

6.11 El investigador Miguel Aragón, en los últimos meses ha estado publicando en las redes, varios artículos sobre la importancia del libro La Escena Contemporánea, llegando a la conclusión que, sin conocer y entender el contenido de este libro, no se podrá entender en toda su plenitud el libro 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana, que fue publicado el 6 de noviembre de 1928. Esta conclusión está en debate contra la conspiración del silencio.  

6.12 Este año 2025, Año del Centenario del libro La Escena Contemporánea, se están publicando, y posiblemente se publiquen otras ediciones del libro. Tendremos que revisarlas y comentarlas.

Los socialistas peruanos, y de toda Nuestra América, tenemos hasta noviembre de 2025, para analizar, debatir y decidir por mayoría, cuál debe ser la ubicación de este artículo Lenin.   

Estimado Alonso, te agradeceré que compartas esta carta, con Claudio y los otros asistentes al Taller, que estuvieron presentes el día de hoy.  Sobre los otros temas comentados el día de hoy, lo enviare en otro comentario.

 

Atentamente, nos vemos el próximo viernes.

 

Miguel Aragón

CUATRO ARTÍCULOS DE MARIÁTEGUI SOBRE LENIN...

 



 

(24 de mayo de 2024)

 

Por Miguel Aragón

 

Alonso, Carlos y Jimmy, reciban mi saludo, por interesarse en conocer, revisar (y espero se animen a comentar) el artículo Lenin escrito por Mariátegui y publicado en la revista Claridad N° 5, de la segunda quincena de marzo de 1924, que acabamos de reproducir en el Foro 25 de noviembre.

Este fue el cuarto artículo sobre Lenin escrito por Mariátegui, en un breve lapso de seis meses, desde el 22 de setiembre de 1923, hasta la segunda quincena de marzo de 1924.

 

CUATRO ARTÍCULOS SOBRE LENIN


La secuencia cronológica de esos cuatro artículos sobre Lenin fue la siguiente:

 

Lenin, en Variedades, 22 de setiembre de 1923

 

(Cuatro meses después, Lenin murió el 21 de enero de 1924)

 

Lenin en Variedades, 26 de enero de 1924

 

Elogio de Lenin, Conferencia en el local de Motoristas y Conductores, 26 de enero de 1924

 

Lenin, en Claridad N°5, segunda quincena de marzo de 1924

 

Antes de escribir estos cuatro artículos, Mariátegui había expuesto varias conferencias sobre la revolución rusa, en la UPGP, en las cuales había mencionado y destacado el trabajo de Lenin.

 

CONTINUACION DEL ESTUDIO Y DEFENSA DEL PENSAMIENTO DE LENIN

 

Posteriormente a la publicación del libro La Escena Contemporánea (25 de noviembre de 1924), Mariátegui, comenzó a preparar el plan y escribir un libro más orgánico, como el mismo anunció en la presentación de LEC.

Al nuevo libró lo tituló Polémica Revolucionaria. Según su plan, iba a constar de dos ensayos bastante extensos. El primero fue Teoría y Práctica de la Reacción, que lo comenzó en enero de 1926, y por analogía, yo supongo que el segundo se iba a titular Teoría y Práctica de la Revolución, que lo comenzó en julio de 1928.  Ya culminado ese segundo ensayo, Mariátegui le colocó el nombre definitivo de Defensa del Marxismo. En el libro La Correspondencia de Mariátegui hay cartas en las cuales JCM informó porque le cambio el nombre al libro.

Si revisamos con atención el largo ensayo Defensa del Marxismo, podemos comprobar que en esos artículos, Mariátegui no comentó el pensamiento de Marx como tema central.  Lo que Mariátegui comentó y defendió, fue el pensamiento de Sorel y el pensamiento de Lenin, que fueron continuación y desarrollo del pensamiento de Marx, y por lo tanto formaban parte del marxismo. Por el contrario, Henry de Man proponía ir más allá del marxismo, y él no fue el único.

En esos artículos del segundo ensayo del libro Polémica Revolucionaria, Mariátegui retomó el comentario del pensamiento y de la acción de Lenin. Esos artículos vendrían a ser continuación de los primeros cuatro artículos citados más arriba.  

 

ARTÍCULOS SOBRE LA REVOLUCION RUSA HASTA FINES DE 1925

 

Para los fines del Centenario del libro La Escena Contemporánea, convendría comentar todos los artículos incluidos en el capítulo sobre la Revolución Rusa que están en el libro La Escena Contemporánea, más los otros artículos escritos antes del 25 de noviembre de 1925 sobre el mismo tema, que en su conjunto serían:

Lenin, en Variedades, 22 de setiembre de 2023

 

Máximo Gorky y Rusia, Variedades, 27 de octubre de 1923

 

Tchitcherin y la política exterior de los soviets, en Variedades, 23 de febrero de 1924

 

Trotsky, en Variedades, 19 de abril de 1924

 

Zinoviev y la Tercera Internacional, en Variedades, 22 de noviembre de 1924

 

Dos testimonios, (fecha por confirmar)

 

El Partido bolchevique y Trotsky, en Variedades, 31 de enero de 1925

 

Lunatcharsky, en Variedades, 14 de febrero de 1925

 

Alejandro Block, en Variedades, 19 de setiembre de 1925

 

TOTAL DE ARTÍCULOS DE MARIATEGUI SOBRE LENIN Y SOBRE LA REVOLUCION RUSA

 

Para fines de conocer todo el pensamiento de Mariátegui sobre Lenin, habría que leer los más de 70 artículos escritos por Mariátegui sobre la revolución rusa. Una meta oportuna, para este estudio más amplio, podría ser el 7 de noviembre de 2027, con motivo del Aniversario 110° de la revolución rusa.

La evolución del pensamiento de Mariátegui sobre Lenin, no se desarrolló al margen del debate de ideas que se desarrollaba en esos años, en Perú, en América, en Europa, y en especial en la URSS.  Resulta necesario contrastar la evolución del pensamiento de Mariátegui, con la evolución del pensamiento de otros autores de su tiempo.

Con motivo de la muerte de Lenin, así como Mariátegui se pronunció casi de inmediato, en enero y marzo de 1924, de igual manera se pronunciaron Stalin, Zinoviev, Kamenev, Bujarin, Trotsky y otros dirigentes e intelectuales de la URSS y de otros países, como Gramsci, Lukacs, y otros. Para un estudio de mayor alcance, habría que ordenar esas lecturas. Ese trabajo de búsqueda y ordenamiento, podría ser una tarea adicional para los relatores del capítulo 3 del libro, y para el conjunto de todos nosotros. Ya es tiempo que elevemos el nivel de nuestra formación teórica, como verdaderos continuadores de Mariátegui, ya es tiempo que dejemos atrás los comentarios unilaterales, superficiales, y las frases de cliché.

23 de mayo de 2025

 

viernes, 29 de noviembre de 2024

BALIBAR, LENIN Y LA «VÍA DEMOCRÁTICA» AL SOCIALISMO

 

Ed Rooksby

Traducción: Natalia López

En la década de 1970, Étienne Balibar elaboró una de las defensas más rigurosas y sofisticadas del pensamiento de Lenin sobre el Estado. Sin embargo, su análisis también revela con mayor claridad las limitaciones de este enfoque.

Este artículo forma parte la serie «La izquierda ante el fin de una época», una colaboración entre Revista Jacobin y la Fundación Rosa Luxemburgo.

 

Ed Rooksby, un joven escritor e investigador socialista, falleció prematuramente a los 46 años durante la pandemia de COVID-19. Sus trabajos se distinguieron por su originalidad, lucidez, rigor e inteligencia, y su blog recopila muchas de sus valiosas contribuciones a la teoría socialista. En Jacobin, hemos traducido algunos de sus textos y publicado una semblanza tras su lamentable fallecimiento. En este artículo presentamos dos entradas de su blog: una dedicada al libro Sobre la dictadura del proletariado de Balibar y otra que ofrece una crítica desde el pensamiento de Poulantzas.

 

En este texto quiero primero resumir y discutir Sobre la dictadura del proletariado de Balibar, considerado actualmente como una especie de clásico marxista, y sin duda una defensa muy impresionante de la lógica fundamental del argumento que Lenin expone en El Estado y la revolución en particular. Posteriormente, pasaré a una crítica de Balibar, informada en parte por la perspectiva de Nicos Poulantzas en su obra posterior.

Sobre la dictadura del proletariado de Etienne Balibar

Sobre la dictadura del proletariado de Etienne Balibar es casi con toda seguridad una de las defensas más sofisticadas conceptualmente, si no la más, de los argumentos que Lenin establece en El estado y la revolución (y textos estrechamente asociados como La revolución proletaria y el renegado Kautsky). Publicado por primera vez en 1976, el libro de Balibar fue en gran medida producto de circunstancias políticas específicas. Fue escrito como una intervención política en el debate dentro del Partido Comunista Francés (PCF) sobre la decisión del partido en su 22º Congreso de suprimir las referencias a la «dictadura del proletariado» de los objetivos oficiales del partido (e incluso renunciar a este concepto por considerarlo anticuado e inadecuado para las condiciones francesas modernas) y sustituirlo por el objetivo de una «vía democrática al socialismo». El libro puede considerarse parte de un diálogo teórico más amplio sobre la trayectoria «eurocomunista» de los PC de Europa Occidental en aquella época. De hecho, la decisión del PCF de abandonar el objetivo de la «dictadura del proletariado» debe verse en el contexto específico del giro hacia una estrategia de alianzas electorales «amplias» por parte de los PC franceses, españoles e italianos (desde 1972, el PCF había orientado su estrategia política hacia un «Programa Común» con el Partido Socialista y los Radicales de Izquierda) y sus intentos simultáneos de distanciarse de la URSS.

El otro texto importante que surgió de esta coyuntura -y del debate dentro y alrededor del PCF en particular- fue Estado, poder, socialismo, de Nicos Poulantzas, publicado por primera vez dos años después del libro de Balibar. De hecho, podemos ver estos dos textos como antagonistas polarizados en esta confrontación: Poulantzas elaborando una justificación teórica de una «vía democrática al socialismo» (aunque debemos tener cuidado de recordar que Poulantzas estaba muy a la izquierda de la dirección del PCF – su concepción eurocomunista de «izquierda» de la transición al socialismo no era en absoluto compartida por Georges Marchais), mientras que Balibar trataba de defender los principios «leninistas» clásicos. Sin embargo, al igual que Estado, poder, socialismoSobre la dictadura del proletariado conserva hoy una actualidad muy aguda que se eleva por encima del contexto histórico específico en el que fue escrito. Se trata de un intento -extraordinariamente rico y lúcido- de articular, de forma rigurosa, la lógica del pensamiento de Lenin en relación con el poder del Estado y la transición al comunismo, y no creo que la sofisticada interpretación/defensa de Balibar de los preceptos «leninistas» en estos aspectos haya sido nunca superada. Como tal, vale la pena investigar a Balibar por lo que su texto tiene que decirnos acerca de la continua relevancia del pensamiento de Lenin, tal como se formula en particular en El Estado y la revolución.

El libro de Balibar comienza con su argumento central (y el principal impulso de su intervención en el debate dentro del PCF: que la «dictadura del proletariado» no es (como Graham Lock dice en su introducción al texto de Balibar) «una política o una estrategia que implique el establecimiento de una forma particular de gobierno o instituciones, sino, por el contrario, una realidad histórica» (Lock, en Balibar, 1977, p. 8). Es, en palabras de Balibar, «la realidad de una tendencia histórica», «una realidad tan objetiva como la propia lucha de clases, de la que es consecuencia» (Balibar, 1977, p. 134). En efecto, la dictadura del proletariado no es otra cosa que el propio socialismo entendido como período histórico de transición entre el capitalismo y el comunismo. Como tal, «no es una cuestión de elección, sino de política: y, por tanto, no puede “abandonarse”, como tampoco puede “abandonarse” la lucha de clases, salvo de palabra y a costa de una enorme confusión» (Lock, en Balibar, 1977, p. 8).

El primer capítulo es una crítica muy interesante de la forma en que, según Balibar, los que proponen que se abandone el concepto tienden a presentar la «dictadura del proletariado» [en adelante, DdP] como un régimen particular, o un conjunto particular de tácticas que bien pueden haber sido inevitables dadas las «condiciones rusas», pero que serían innecesarias e inapropiadas para una democracia burguesa avanzada como la Francia de los años setenta. En este punto, Balibar extrapola un divertido tipo de complicidad entre la facción «Tankie» del PCF y sus oponentes eurocomunistas. Ambos están fundamentalmente de acuerdo en que la DdP es «lo que existía en Rusia» (el Estado autoritario de partido único, etc.), pero mientras que los primeros sostienen que esto proporciona un «modelo» a aplicar también en otros lugares, los segundos lo rechazan basándose en una contraposición simplista entre «dictadura» (apropiada para condiciones «atrasadas») y «democracia» (posible y apropiada para el contexto europeo occidental). Esta última posición eurocomunista, como sugiere Balibar, permite a la dirección del partido realizar una hábil maniobra en la que puede distanciarse de la URSS y proclamar sus propias credenciales democráticas (parlamentarias) al tiempo que parece mantener algún tipo de fidelidad a la Revolución de Octubre y (lo que quizá sea más importante) eludir cualquier pregunta potencialmente incómoda sobre su apoyo histórico y su justificación anteriormente ultraleal de las prácticas estalinistas en Rusia (y más allá).

Pero también existe otro tipo de complicidad entre el eurocomunismo y el estalinismo. En una sección realmente fascinante, Balibar relata lo que considera un antecedente histórico del abandono de la DdP por parte del PCF: «fueron los propios comunistas soviéticos, bajo la dirección de Stalin, quienes primero “abandonaron” históricamente el concepto de dictadura del proletariado» (Balibar, 1977, p. 49 [en adelante, todas las referencias son a este texto a menos que se indique lo contrario]). Concretamente en 1936, con ocasión de la introducción de la nueva Constitución soviética, se proclamó que la lucha de clases había terminado en Rusia y que, como tal, se había alcanzado el «socialismo en un solo país». No se afirmaba que se hubieran abolido las clases, sino que se habían eliminado las relaciones de antagonismo entre ellas y que, en consecuencia, el Estado soviético era ahora el «Estado de todo el pueblo». Lo que esto implicaba, por supuesto, era que el período de la DdP (el período en el que había sido necesario un Estado específicamente proletario para suprimir a la antigua clase dominante) había sido superado en Rusia y, además, que la DdP constituía una etapa temporal de transición hacia el socialismo, que a su vez era una etapa histórica distinta de transición hacia el comunismo e incluso un modo de producción propio caracterizado por la propiedad estatal de los medios de producción.

La complicidad aquí con la perspectiva eurocomunista del PCF era que esta última adoptaba supuestos similares en relación con la DdP y el socialismo, a saber, que la DdP era simplemente una minifase histórica de transición dictatorial hacia el socialismo entendido como un modo de producción en el que un Estado universal de «todo el pueblo», despojado de su determinación de clase y en una especie de control directo de las «alturas de mando» de la economía, supervisaría una sociedad en la que se habían superado los antagonismos de clase. La única diferencia es que los eurocomunistas imaginaban que podrían pasar directamente al «socialismo democrático» (al menos tras un periodo inicial preparatorio de reformas bajo la «democracia avanzada») sin necesidad de una fase intermedia de «dictadura». Pero el socialismo, según Balibar, no es más que una fase de intensificación de la lucha de clases -un terreno contradictorio y dialéctico en el que dos modos de producción (capitalismo y comunismo) se superponen y se enfrentan y en el que las potencialidades comunistas embrionarias surgidas en el seno del capitalismo se hacen cada vez más reales (o no, es una lucha conflictiva y, como tal, el resultado no está predeterminado)- y una fase de transición, además, que debe entenderse como sinónimo de la DdP. Además, la contraposición de los eurocomunistas (esencialmente burguesa) de la «democracia» y la «dictadura» como alternativas distintas se basa, para Balibar, en una tergiversación fundamental de la comprensión del marxismo clásico de estos términos. Más que nada, esta tergiversación oculta la realidad, desde la perspectiva marxista clásica, de que la democracia parlamentaria es en sí misma un tipo de dictadura. Concretamente, es una forma particular que adopta la «dictadura de la burguesía».

El principal interés del libro de Balibar para mí, sin embargo, es su relato de lo que él considera la base de la teoría de la DdP tal como se encuentra en Lenin, y la posterior elaboración de Balibar de un «análisis más completo» (p. 63) sobre esos cimientos. La teoría de la DdP, señala Balibar, «puede resumirse a grandes rasgos en tres argumentos, o tres grupos de argumentos, que Lenin repite incesantemente y pone a prueba» (p. 59). Estos tres argumentos teóricos, tal y como los articula Balibar, son realmente muy llamativos y audaces. El primero se refiere al poder del Estado. Balibar lo resume así: El poder del Estado es siempre el poder político de una sola clase, que lo detenta en su carácter de clase dominante en la sociedad» (p. 59). Ello implica que en la sociedad capitalista, como precisa Balibar, «el poder del Estado es detentado de manera absoluta por la burguesía, que no lo comparte con ninguna otra clase, ni lo reparte entre sus fracciones» (p. 59). A continuación, señala que esta tesis «tiene la siguiente consecuencia: la única “alternativa” histórica posible al poder del Estado de la burguesía es una detentación igualmente absoluta del poder del Estado por parte del proletariado» (pp. 59-60).

El segundo argumento se centra en el aparato del Estado y puede resumirse «diciendo que el poder del Estado de la clase dominante no puede existir en la historia, ni puede realizarse y mantenerse, sin tomar forma material en el desarrollo y funcionamiento del aparato del Estado» (p. 60). El núcleo de esta «máquina del Estado» está constituido por los aparatos represivos del Estado, aunque Balibar también señala que Lenin nunca afirmó que este núcleo fuera el solo aspecto de esta «máquina del Estado». Este núcleo represivo, comenta Balibar, comprende «por un lado, el ejército permanente, así como la policía y el aparato legal; y, por otro lado, la administración del Estado o “burocracia”» (p. 60). Esta segunda tesis, prosigue, implica que «el derrocamiento del poder del Estado de la burguesía, es imposible sin la destrucción del aparato del Estado existente en el que el poder del Estado de la burguesía toma forma material» (p. 60).

Estos dos primeros argumentos, argumenta Balibar, no fueron «descubiertos» como tales por Lenin, sino que estaban explícitamente presentes en los escritos de Marx y Engels. Pero la contribución de Lenin fue, primero, «rescatar» estos argumentos de la deformación y la oscuridad en el contexto de la deriva oportunista de la socialdemocracia de la Segunda Internacional y, segundo, insertarlos «por primera vez de manera efectiva en el campo de la práctica» (p. 61). El tercer argumento, sin embargo, aunque no carece de precedentes, fue una contribución mucho más propia de Lenin y la descubrió como el producto de las luchas de clases en Rusia durante el período revolucionario (y por lo tanto, este descubrimiento es posterior a la redacción de El Estado y la Revolución). Este argumento es el que ya hemos encontrado, parcialmente, en el primer capítulo: que son solo las relaciones sociales comunistas las que son realmente incompatibles o irreconciliables con las capitalistas y que el socialismo es una fase contradictoria de transición de un modo de producción al otro. Esto, dice Balibar, «implica que el socialismo no es otra cosa que la dictadura del proletariado» – además, la DdP «no es simplemente una forma de “transición al socialismo”, no es una “vía de transición al socialismo” – es idéntica al socialismo mismo» (p. 62).

Una vez identificados estos tres argumentos centrales, Balibar se dispone, a lo largo de los tres capítulos siguientes, a dilucidarlos con más detalle y a extraer sus implicaciones ulteriores. Uno de los componentes fundamentales del primer argumento es la opinión (sorprendentemente similar a la de Poulantzas) de que el poder del Estado es relacional: el Estado «se basa en una relación de fuerzas entre clases, que desarrolla y reproduce» (p. 88). Al igual que Poulantzas, Balibar establece una distinción analítica entre el «poder del Estado», por un lado, y el «aparato del Estado» (o lo que Poulantzas denomina la «materialidad institucional» del Estado), por otro. Este movimiento conceptual (y su atribución a Lenin como una distinción al menos implícita en su pensamiento) permite a Balibar desarrollar una interpretación muy interesante de algunos de los escritos de Lenin, aunque no estoy en absoluto convencido de que Lenin realmente trabaje sobre la base de este marco conceptual. Por ejemplo, Balibar sugiere que la línea bastante notoria en La revolución proletaria y el renegado Kautsky de que la «dictadura revolucionaria del proletariado es el dominio conquistado y conservado mediante el uso de la violencia por el proletariado contra la burguesía, dominio que no está restringido por ninguna ley» no es tanto, como a menudo se interpreta, una declaración que celebra la violencia arbitraria sin límite o restricción, sino más bien una declaración que indica el estatus extralegal (o prelegal), a priori, del equilibrio de fuerzas de clase. Solo que, para el marxismo clásico, la ley y el aparato de Estado burgueses, en última instancia, tienen sus raíces en un conjunto particular de relaciones de clase que existen antes de esa ley y ese aparato de Estado (y que estos dos últimos reflejan y reproducen), por lo que la DdP debe descansar, también, en un equilibrio particular de fuerzas de clase que, en última instancia, se reduce a la fuerza. La explotación de clase bajo el capitalismo es una relación de fuerza, independientemente de que el aparato del Estado adopte una forma democrática parlamentaria o autoritaria. Del mismo modo, la DdP -tome o no una forma política institucional altamente represiva- descansa, en última instancia, en la supremacía de clase del proletariado. Ahora bien, tal vez ésta sea una lectura totalmente obvia de Lenin, pero tengo que decir que nunca se me había ocurrido que eso era lo que quería decir, y también debo decir que realmente no me convence mucho. No estoy convencido, es decir, de que esto sea realmente lo que Lenin está planteando en el pasaje citado, y soy escéptico de que él, de hecho, haga la distinción conceptual analítica más amplia que Balibar dice que hace. Sin embargo, da que pensar.

El poder del Estado pertenece, absolutamente, a una sola clase, sostiene Balibar, porque el Estado está fundamentalmente enraizado en el antagonismo de clase y en «la reproducción del conjunto de las condiciones de este antagonismo» (p. 77); no hay una tercera vía entre el mantenimiento y la extensión de esta explotación (es decir, los intereses de clase de la burguesía) y la lucha por su abolición (es decir, los intereses de clase del proletariado). Así pues, el poder del Estado es o bien posesión de la burguesía (la dictadura de la burguesía) o bien posesión de la clase obrera (la DdP). También se deduce de esto, comenta Balibar, que dado que el poder del Estado tiene sus raíces en la explotación y dominación de clase y las reproduce, es posesión de la clase dominante en su conjunto y no sólo o principalmente de cualquiera de sus fracciones internas. Además, no hay ninguna parte del Estado, ni ninguna de sus funciones, que quede fuera del campo de la determinación de clase. Balibar se basa aquí en la polémica de Lenin contra Vandervelde (que hemos encontrado en un texto anterior). Tiene en mente aquellos argumentos eurocomunistas que parecen sugerir, como Vandervelde, que ciertos aparatos o funciones del estado manifiestan o sirven a un «interés social general» -el Estado en «sentido amplio», a diferencia de los aparatos represivos de clase (el Estado en «sentido estricto»)- y podrían así, una vez que las peores partes del Estado sean «cortadas» (¡Engels!), servir a un «interés social universal» poscapitalista. El conjunto del Estado bajo el capitalismo es siempre absolutamente el poder político de (toda) la burguesía.

Lo que esto implica a su vez, por supuesto, como hemos visto, es que el conjunto del aparato del Estado existente (que es la forma material adoptada por el poder del Estado de la burguesía, pero no puramente lo mismo que el equilibrio de fuerzas subyacente) debe ser derrocado por el proletariado y uno nuevo, que manifieste la forma material-institucional de su poder del Estado construido en su lugar. Balibar insiste, como lo hace Lenin por supuesto, en que el pivote esencial del oportunismo es su posición sobre el aparato del Estado a este respecto. No es necesariamente que el oportunismo se desvíe del marxismo clásico en la cuestión abstracta del ejercicio del poder, o que niegue que el proletariado deba «tomar el poder», o incluso que se niegue a usar el término «dictadura del proletariado» – «el oportunismo socialdemócrata, desde Kautsky a Plejánov y León Blum, siempre se refirió formalmente a la “dictadura del proletariado”» (p. 89). Pero lo hicieron «vaciándola al mismo tiempo de su contenido práctico, la destrucción del aparato del Estado» (p. 60).

El aparato de Estado desempeña dos funciones esenciales y entrelazadas, según Balibar (de nuevo, no muy distinto de Poulantzas): en primer lugar, organiza y unifica a una clase dominante que, de otro modo, sería fragmentaria y, en segundo lugar, organiza la dominación de la sociedad bajo esa única clase dominante. Pero las formas concretas que adopte esta doble función general diferirán según el modo de producción. Esto lleva a Balibar a señalar que es imperativo que «comprendamos un hecho muy importante, que Lenin subrayó constantemente», que es «el hecho de que cada gran época histórica, basada en un modo de producción material determinado, comprende tendencialmente un tipo de Estado, es decir, una forma general determinada de Estado» (p. 95). «Una clase dominante», prosigue:

no puede servirse de cualquier tipo de aparato de Estado; está obligada a organizarse en formas históricamente impuestas, que guardan relación con las nuevas formas de lucha de clases en las que se halla sujeta. El tipo de organización feudal-eclesiástica es completamente ineficaz como medio de organizar el dominio de clase de la burguesía. El mismo punto general es válido, por supuesto, con respecto a la dictadura del proletariado. Si la lucha de clases librada por el proletariado es de un tipo diferente a la de la burguesía, se deduce que, incluso si necesita algún tipo de aparato de Estado, no puede hacer uso pura y simplemente -como si fueran instrumentos que pudieran manipularse a voluntad- del ejército permanente, los tribunales y sus jueces, las fuerzas policiales secretas y especiales, el sistema parlamentario, la burocracia administrativa, inmune a prácticamente cualquier forma de control por parte del pueblo…, etc. (p. 95).

La expresión «pura y simplemente» (que recuerda, en este sentido, la famosa ambigüedad de la frase de Marx «no puede simplemente apoderarse») parece dar mucho juego aquí y, como veremos, Balibar parece enturbiar un poco las aguas en su discusión de las formas que tomará la «destrucción» del aparato del Estado burgués, pero la idea central de su argumento es el énfasis en el control «absoluto» de la clase dominante sobre «su» Estado. Una nueva clase dominante debe reemplazar todo el antiguo aparato estatal (que manifiesta y refleja un equilibrio particular de poder de clases y formas específicas de explotación) con un tipo completamente nuevo de aparato estatal. Así como el poder estatal es o el poder estatal de la burguesía o el del proletariado, una forma particular de «máquina estatal» (conjunto de aparatos) es o una máquina capitalista o una de la clase trabajadora. La característica principal y definitoria del aparato de Estado proletario, según Balibar, es que institucionaliza la democracia proletaria de masas: funciona como una especie de vector y punto de apoyo para la intervención directa de las masas en la escena política.

En este sentido, existe una diferencia cualitativa entre la democracia burguesa y la democracia proletaria, y esto es también un indicio de la forma en que las instituciones del aparato del Estado burgués -especialmente las centrales- son incompatibles con la DdP.

Esta intervención de la masa del pueblo en el aparato del Estado y en el ejercicio del poder del Estado a medida que aumenta es también, simultáneamente, el vector principal del proceso de «extinción» del Estado. Dado que el modo de producción comunista, al que el socialismo, como una época histórica de transición, tiene como objetivo y destino, es una sociedad sin clases y, por lo tanto, sin Estado, la máquina estatal del DdP debe considerarse como un vestigio del modo de producción capitalista con el que aún está entrelazada. En este sentido, sugiere Balibar, todo aparato de Estado -incluso un «Estado de nuevo tipo» bajo la DdP- es siempre burgués, incluso cuando los trabajadores lo utilizan contra las relaciones sociales capitalistas. Este argumento (aunque no creo que no sea problemático para su tesis más amplia) permite a Balibar ser claro, de una manera que no creo que Lenin lo sea en los escritos clave que hemos visto, que el Estado proletario en todo momento representa necesariamente una amenaza potencial para la clase obrera contra la que debe protegerse constantemente (como hemos visto Lenin tiende a asumir una sinonimia absoluta entre el proletariado y su Estado). Puesto que el Estado proletario es proletario, pero también en cierto sentido es siempre burgués -resabio de un modo de producción moribundo-, Balibar comenta que «la noción misma de Estado proletario designa… una realidad contradictoria, tan contradictoria como la situación del proletariado en su papel de “clase dominante” de la sociedad socialista» (p. 122). Pero lo que en conjunto «define la dictadura del proletariado es la tendencia histórica del Estado que ella instaura: la tendencia a su propia desaparición, y no a su reforzamiento» (p. 122).

Algunos de los pasajes más interesantes del libro de Balibar (pero para mí también algunos de los más frustrantemente opacos) se encuentran en la sección en la que discute «lo que hay que “destruir”» en relación con el aparato del Estado burgués (pp 99 – 110). Tiene (bastante) claro, junto con Lenin (al menos en teoría más que en la práctica) que el aparato represivo (que comprende, recordemos, «la burocracia» además de los órganos de coerción directa) debe sufrir una «destrucción inmediata» como «condición y primera consecuencia de la revolución» (p. 99). Pero esto no significa que «todos los aspectos del aparato del Estado burgués puedan ser destruidos de la misma manera, con los mismos métodos y al mismo ritmo» (p. 99). La «destrucción de todo un aparato de Estado y su sustitución por nuevas formas políticas de organización de la vida material y cultural de la sociedad no puede llevarse a cabo inmediatamente, solo puede iniciarse inmediatamente» (p. 102). En este sentido «este proceso de destrucción» no puede tomar otra forma «que la de una larga lucha de clases que ya está en sus fases preparatorias antes de la revolución, y que se agudiza plenamente después» y aquí Balibar apunta a lo que él llama la «idea “ultraizquierdista” de la abolición inmediata de las instituciones burguesas y la aparición de la nada de nuevas instituciones “puramente” proletarias» (p. 105) que dice que es un mito que Lenin repudió explícitamente.

Aquí hay muchas cosas que no están muy claras. Parece estar diciendo que, si bien las instituciones represivas deben ser destruidas inmediatamente, otros órganos del aparato del Estado burgués (aunque no estoy seguro de esto …. ¿qué quiere decir, precisamente, con la palabra ‘aspectos’ en la frase «aspectos del aparato del Estado burgués»?) podrían ser incorporados a la DdP, aunque no da ninguna indicación de cuáles podrían ser. También parece decir que las instituciones de la democracia de masas no pueden establecerse de la noche a la mañana y que las instituciones de la DdP deben proporcionar, en cierto sentido, un período de aprendizaje para la clase obrera -una fase de educación política experimental que comienza antes, y que también debe extenderse más allá, del momento de la toma revolucionaria del poder- antes de que puedan desarrollarse plenamente. También parece decir que el aparato del Estado burgués resiste la destrucción en la medida en que se permite que las formas de parlamentarismo y la división social más amplia del trabajo manual e intelectual se reproduzcan dentro de instituciones de tipo soviético (¿son estos los «aspectos» del aparato del Estado burgués que sobreviven al proceso revolucionario inicial de «aplastamiento» en lugar de órganos específicos como tales?). Las cosas no están realmente mucho más claras a este respecto por el ejemplo relativamente concreto que Balibar elige para ilustrar este proceso a largo plazo, que es un comentario de Lenin sobre la necesidad de conseguir «políticos pro-soviéticos en el parlamento» con el fin de «desintegrar el parlamentarismo desde dentro» (Lenin, en Balibar, p. 106) – pero esto es claramente una táctica a aplicar antes de la toma del poder y no nos dice nada acerca de la supervivencia de las instituciones específicas después.

La parte final del argumento de Balibar (aunque el libro también contiene un «dossier» que comprende extractos de contribuciones al debate en el XXII Congreso del PCF -incluida una contribución realmente interesante de Althusser- y también el epílogo de Balibar) se centra en el tercer argumento clave identificado anteriormente. Ya hemos visto las principales dimensiones de este argumento, pero Balibar lo complementa con algunas consideraciones adicionales interesantes. Entre ellas argumenta (junto con Marx, por supuesto, pero creo que Balibar lo expresa particularmente bien) que el comunismo debe ser visto como una «tendencia real, ya presente en la propia sociedad capitalista» y que esto es cierto en «dos sentidos, por un lado, «en la forma de la tendencia a la socialización de la producción y de las fuerzas productivas» y, por otro, «en la forma de las luchas de clase del proletariado, en las que se manifiesta primero la independencia y después la hegemonía ideológica y política del proletariado» (p. 135). Sin embargo, la parte más aguda y fascinante del argumento de Balibar es cuando señala que, mientras que en el capitalismo estas tendencias siguen siendo bastante distintas (de hecho, se oponen mutuamente, actuando una sobre la otra en una relación conflictiva), en la DdP, en la medida en que la clase obrera toma el control del proceso de desarrollo y socialización de las fuerzas productivas, estas tendencias comienzan a fusionarse.

Y en la medida en que se fusionan, «la socialización de la producción tiende a dejar de adoptar la forma capitalista» (p. 136) para pasar al comunismo. «La historia de la dictadura del proletariado», como señala Balibar, «es la historia del desarrollo y de la resolución de esta contradicción» (p. 136).

En este sentido «económico», además de la dimensión «política» del Estado proletario (aunque, por supuesto, estas dos dimensiones no son totalmente distintas y el movimiento tendencial hacia el comunismo también fusiona progresivamente las relaciones «políticas» y «económicas»), el socialismo/la DdP representa una realidad contradictoria que expresa en sí misma una batalla entre dos modos de producción diferentes. De este modo, como muy bien dice Balibar, el socialismo es «dos mundos dentro de un mismo mundo, dos épocas dentro de una misma época histórica» (p. 146). La transición de uno a otro solo puede adoptar la forma de un largo proceso de lucha, pero además, este proceso solo puede desarrollarse si, desde el principio, se entiende que «la realización efectiva del socialismo solo es posible desde el comunismo» (p. 63). Es decir, el comunismo no debe tratarse como un ideal lejano, es decir, la idea de que primero se consolida el socialismo y solo después, más allá, aparece el comunismo en la agenda histórica. Por el contrario, según Balibar, el socialismo no es más que un proceso en el que el comunismo -ya presente como «tendencia real»- se va instanciando progresivamente.

Una crítica poulantziana

Aunque hay mucho que admirar en la muy lúcida y sofisticada defensa (y ampliación) que hace Etienne Balibar de la lógica del pensamiento de Lenin , no creo, en definitiva, que supere algunos de los problemas clave de El Estado y la revolución y otros textos asociados. De hecho, el argumento de Balibar me parece simplemente repetir y reforzar algunas de las dificultades de los textos originales y tal vez incluso hacerlas más visibles, revelando más explícitamente dificultades que a menudo permanecen parcialmente sumergidas en los clásicos.

Tal vez lo más sorprendente del argumento de Balibar, particularmente tal como lo expone en resumen en relación con los dos primeros de los tres argumentos (que según él son) avanzados en Lenin, es el extremo (¿me atrevo a usar los términos? No se me ocurren otros mejores…) reduccionismo y esencialismo de su enfoque. El poder del Estado es siempre el poder de una sola clase que detenta este poder de forma absoluta y como un todo indivisible (tanto el poder del Estado como la clase que lo detenta). La única alternativa posible al dominio absoluto del poder del Estado por parte de la burguesía en su conjunto, es un dominio igualmente absoluto del poder del Estado por parte del proletariado en su conjunto; y, por tanto, cualquier aparato del Estado que materialice este poder es , o bien, absoluta y simplemente, la dictadura de la burguesía, o bien, absoluta y simplemente, la dictadura del proletariado. Esta lógica esencialista, en la que se supone que el Estado capitalista es totalmente y en todos los aspectos burgués, también está presente en Lenin, pero de forma menos explícita. Aquí está, en el libro de Balibar, con todos los adornos, lo que al menos cumple el servicio de enunciar esta lógica en términos crudos e inconfundible y, por lo tanto, señalar claramente la inverosimilitud de los supuestos fundamentales sobre los que se construye el enfoque leninista del poder del Estado. Y esta lógica, así planteada, es en mi opinión totalmente inverosímil.

Por un lado, la lógica totalmente binaria de o lo uno o lo otro parece no dejar espacio conceptualmente para ningún tipo de transición que no sea alguna forma de transformación instantánea y total a la manera de encender o apagar un interruptor de luz. El poder del Estado es absolutamente burgués o absolutamente proletario; no puede haber ningún punto intermedio, ninguna zona gris entre estos absolutos. Por supuesto, hemos visto que Balibar tiene mucho que decir sobre el requisito de un largo proceso de transición – la necesidad de «una larga lucha de clases que ya está en sus etapas preparatorias antes de la revolución, y que se agudiza plenamente después», como él dice. Y de hecho, como también hemos visto, el socialismo, es decir, la época histórica de la DdP, es para Balibar, precisamente, un largo período de lucha transicional. Pero el problema aquí, sin duda, es que la propia noción de transición -de un período intermedio de transformación- está en agudo conflicto con la lógica tajante de o lo uno o lo otro que sustenta su teoría del Estado. Podríamos preguntarnos, por ejemplo, qué sentido tiene argumentar (junto con Lenin) que el inicio del proceso de «aplastamiento» del aparato del Estado burgués puede comenzar antes de la toma del poder mediante la colocación de políticos socialistas en el parlamento para «desintegrar el parlamentarismo» desde dentro si, bajo la dictadura de la burguesía, el control de la burguesía sobre el poder del Estado es absoluto y total. Merece la pena señalar a este respecto que en su introducción al texto de Balibar, Graham Lock (ofreciendo un resumen del argumento de Balibar, que parece aceptar completamente) afirma que simplemente no es el caso que

ni siquiera cuando consigue elegir «representantes» en el parlamento nacional (socialistas o incluso comunistas), la clase obrera adquiere con ello el más mínimo control del poder del Estado, ni que retenga la más mínima parcela del poder del Estado. (Lock, en Balibar, p. 31)

Pero si es cierto que esto no confiere ningún tipo de poder en relación con el Estado bajo ninguna circunstancia, entonces ¿cómo podría tener lugar un proceso de «desintegración» del parlamentarismo desde dentro, como el que prevén Balibar y Lenin? De hecho, más ampliamente que esto, es difícil ver, dada la lógica esencialista del enfoque de Balibar, cómo cualquier forma de lucha de la clase obrera podría tener algún efecto sobre la integridad y el funcionamiento del Estado burgués.

Me parece que hay un problema similar también en términos de lo que dice Balibar sobre la propia DdP. Si formas de parlamentarismo burgués pueden reafirmarse dentro del aparato del Estado proletario y si, de hecho, el aparato del Estado burgués resiste en cierto sentido el proceso de su propia destrucción incluso bajo la DdP, entonces esto parecería sugerir que, de hecho, el proletariado como clase dominante no necesariamente detenta el poder del Estado de forma absoluta bajo el socialismo. La clase obrera, de hecho, parece poseer solo un control bastante contingente e incompleto sobre el poder del Estado y el aparato estatal proletario en el periodo de la DdP en gran parte del relato de Balibar. Entonces, ¿en qué sentido es esto compatible con la lógica binaria subyacente de absolutamente o lo uno o lo otro: o la burguesía tiene el poder del Estado absolutamente o lo tiene el proletariado? El problema aquí solo se hace más profundo una vez que consideramos el comentario de Balibar acerca de que todo Estado es esencialmente burgués, incluso el proletario, ya que la forma de Estado es en esencia un resabio del modo de producción capitalista. Supongo que podría decirse que la afirmación simultánea de Balibar de que el Estado proletario es absolutamente proletario, pero también esencialmente burgués, es una contradicción de tipo dialéctico y, por tanto, no es realmente un absurdo lógico, pero me resulta bastante difícil tragarme eso. De hecho, me parece, además, que toda la idea del socialismo como una época de transición, de «dosmundos dentro del mismo mundo» tiene poco sentido en conjunción con la cruda lógica esencialista y binaria de las premisas teóricas subyacentes de Balibar.

Ya se señaló que lo que Balibar tiene que decir en relación con el proceso de destrucción del Estado burgués es opaco y, de hecho, bastante ambiguo. Esta ambigüedad se cruza con las dificultades de coherencia lógica mencionadas anteriormente. Se recordará que mientras Balibar parece bastante claro que el aparato represivo del Estado debe sufrir una «destrucción inmediata», parece permitir que ciertos órganos no especificados del Estado burgués puedan sobrevivir a la toma del poder para ser incorporados a la DdP y luego abrirse progresivamente a la intervención de masas como parte del proceso de marchitamiento. Esto es bastante problemático, pero tengo que decir que ni siquiera estoy seguro de que su discusión sobre los diferentes «métodos» y «ritmos» por los que se llevará a cabo la destrucción de los diversos órganos del Estado capitalista no sugiera que, de hecho, determinados «aspectos» de «la burocracia» -es decir, partes del aparato represivo del Estado en el esquema leninista- se abrirían al control participativo progresivo de las masas en el período de la DdP, lo que claramente contradiría las prescripciones específicas sobre la necesidad de «aplastar» inmediatamente el aparato de represión. Otra lectura, igualmente plausible, de la sección en cuestión (pp. 99-110) sería decir que las formas institucionales que Balibar prevé sometidas progresivamente a la intervención directa de las masas son, de hecho, nuevos órganos del Estado de un nuevo tipo, es decir, la revolución barre completamente todas las instituciones del Estado burgués y las sustituye por otras nuevas que se democratizan gradualmente al ritmo del avance de las capacidades organizativas prácticas de la clase obrera.

Así que, en general, parece que tenemos dos lecturas igualmente plausibles de los ambiguos comentarios de Balibar aquí – una en la que todo el aparato del Estado burgués es «inmediatamente destruido» y sustituido por otro de nuevo tipo proletario y que luego se democratiza cada vez más, y otra en la que solo (¿algunos?) aparatos represivos del Estado burgués son aplastados inicialmente, mientras que otros órganos y funciones del antiguo régimen (¿aparatos ideológicos del Estado?) se incorporan al nuevo marco y luego se democratizan progresivamente. El problema es que ninguna de estas posibles interpretaciones es compatible con el esquema más amplio del argumento de Balibar. Por un lado, la idea de que todo el aparato del Estado burgués podría ser abolido y reemplazado de la noche a la mañana parece en tensión con su rechazo de lo que él llama la «idea ultraizquierdista» de la abolición inmediata de las instituciones burguesas y la aparición de la nada» (p. 105) de otras nuevas. Pero, por otra parte, la deriva de su argumento que sugiere que ciertos órganos del viejo Estado sobreviven y se fusionan en el marco institucional de la DdP parece estar en conflicto abierto con la lógica básica esencialista de su teoría en la que se insiste en que el Estado capitalista es totalmente y en todos los aspectos burgués. De hecho, en la medida en que predomina la segunda de estas dos derivas dentro del argumento de Balibar (lo que me parece que ocurre), Balibar parece encontrarse atrapado en el mismo proceso de oscilación entre dos posiciones incompatibles que hemos visto que marca el argumento de Lenin: un proceso en el que Lenin se mueve hacia adelante y hacia atrás entre, por un lado, formulaciones que parecen pivotar sobre una lógica muy descarnada relativa a la naturaleza absolutamente capitalista de todo el Estado burgués y, por tanto, la necesidad de destruirlo totalmente y, por otro lado, posiciones más aparentemente matizadas que parecen desbaratar y socavar esa lógica. Es difícil no concluir que esto indica un problema fundamental con todo el enfoque leninista del poder del Estado y el proceso revolucionario.

También deberíamos observar la lógica extremadamente funcionalista que parece acompañar al argumento de Balibar -algo, de nuevo, que comparte con el argumento de Lenin en El Estado y la revolución y que, de nuevo, parece apuntar hacia un problema fundamental en esta tradición de pensamiento en relación con el poder del Estado. Al igual que para Lenin, el enfoque de Balibar parece implicar muy fuertemente que el Estado desempeña necesariamente una función particular determinada por la estructura de clase en la que está incrustado, con muy poca indicación de cómo precisamente esta función (siempre-ya) se lleva a cabo. Es como si, tanto en el enfoque leninista como en la famosa crítica al enfoque realista del Estado en la corriente dominante de las Relaciones Internacionales, el Estado fuera una especie de «caja negra» que siempre se supone, misteriosamente, que funciona con perfecta coherencia y eficiencia en su desempeño de imperativos sistémicos particulares que siempre, simplemente, están dados. De hecho, no hay ninguna indicación en el libro de Balibar de que los Estados capitalistas puedan actuar de alguna manera que pueda ser subóptima o disfuncional para el capital, o de manera que pueda entrar en conflicto con los intereses de determinadas fracciones del capital.

Aquí, por supuesto, el enfoque de Balibar parece tropezar con las mismas dificultades que a menudo se asocian con las llamadas teorías «instrumentalistas» del Estado, es decir, si el poder del Estado está en manos y es ejercido directamente, de alguna manera, por la clase dominante en su conjunto (como de hecho sostiene Balibar que es), entonces ¿cómo es posible explicar los casos de la política estatal por parte del Estado británico históricamente, por ejemplo, que parecen haber favorecido a determinadas fracciones del capital (financiero) en detrimento de otros (fabricación)? Además, dado que determinados Estados capitalistas han actuado a menudo de forma contraria a los intereses a corto plazo de grandes sectores del capital -incluso si esto es funcional para el capital en su conjunto a largo plazo (el New Deal de Franklin Roosevelt se menciona a menudo como el caso clásico)-, ¿cómo puede explicar esto cualquier teoría del poder del Estado que pivote sobre la afirmación de que la clase capitalista, especialmente como un todo indiferenciado, posee directamente el poder del Estado?

Lo que todos estos elementos esencialistas, funcionalistas e instrumentalistas inherentes a la perspectiva de Balibar implican, por supuesto, es una visión del Estado capitalista como una entidad perfectamente coherente. De hecho, podríamos decir que la perspectiva de Balibar es, en este sentido, el non plus ultra de la perspectiva «leninista» sobre el Estado tan rotundamente tachada de casi inútil por Nicos Poulantzas en Estado, poder y socialismo. La principal crítica de Poulantzas al enfoque «leninista», por supuesto, es que pivota sobre el supuesto insostenible, y a fin de cuentas fundamentalmente absurdo, de que «el Estado no está atravesado por contradicciones internas, sino que es un bloque monolítico sin fisuras de ningún tipo» (Poulantzas, 2000, p. 254). ¿No es la concepción de Balibar del poder del Estado burgués como algo detentado de forma absoluta por la burguesía en su conjunto, sin tener en cuenta las divisiones internas de esa clase, y con exclusión total y absoluta de la clase obrera exactamente una visión del Estado como «bloque monolítico sin fisuras de ningún tipo»?

Observamos una amplia similitud en relación con el planteamiento de Poulantzas y Balibar sobre el poder del Estado: concretamente, el poder del Estado, para ambos teóricos, manifiesta una especie de relación social. Como dice Balibar, el Estado «descansa sobre una relación de fuerzas entre clases, que desarrolla y reproduce» (p. 88). Pero aquí, la superioridad del enfoque de Poulantzas se hace muy evidente en mi opinión. La conceptualización de Balibar de esta base relacional es extremadamente estática, en la que las fuerzas proletarias y populares siempre están subordinadas a las fuerzas burguesas y siempre están totalmente excluidas del terreno del poder del Estado. De este modo, Balibar tiende a centrarse únicamente en una dimensión de la relación de fuerzas que se considera que encarna el Estado, como si la relación social en cuestión (el equilibrio de fuerzas de clase cristalizado por el Estado) fuera una relación en la que solo una de las partes tiene alguna agencia y como si esta lucha fuera siempre un tráfico unidireccional. En otras palabras, la dimensión relacional de la teoría de Balibar no es, a fin de cuentas, tan relacional. La idea de una relación de fuerzas, y ciertamente la idea de una relación de fuerzas de clase, sin duda connota un proceso de interacción entre más de una fuerza antagónica; y sugiere, además, que estas fuerzas son, precisamente, fuerzas y no meros receptores pasivos de la presión ejercida por agencias externas. Además, la idea de una relación de fuerzas también implica, sin duda, cierto grado de contingencia y, por tanto, un conflicto en el que ningún resultado concreto está totalmente garantizado y en el que ningún equilibrio específico de fuerzas es permanente. Todo esto está ausente del esquema de Balibar.

La gran intuición de Poulantzas fue comprender que si el poder del Estado (como todas las formas de poder) es relacional (de clase), entonces debemos comprender el modo en que la lucha entre clases (y fracciones de clase) se inscribe en la estructura institucional y el funcionamiento del Estado. Si el Estado es una «condensación material específica de una relación de fuerzas entre clases y fracciones de clase» (Poulantzas, 2000, p. 129), entonces debemos estar atentos a las formas en que los antagonismos de clase impregnan la totalidad de la «materialidad institucional» del Estado. Esto significa que el Estado no puede ser nunca propiedad absoluta de una clase (fracción) con exclusión total de todas las demás fuerzas. Para Poulantzas, el Estado, en tanto que relación social, debe entenderse como un terreno estratégico en perpetua lucha entre fuerzas sociales antagónicas que, en cierto sentido, están «presentes» en ese campo de batalla, y que, como tal, también debemos entender que las luchas de la clase obrera atraviesan permanentemente la materialidad institucional del Estado. Para Poulantzas, las estructuras del Estado se configuran y reconfiguran constantemente en respuesta a las luchas de la clase obrera y, por lo tanto, el poder del Estado siempre se manifiesta e integra en cierta medida en la clase obrera y sus intereses se reflejan en aspectos de la política estatal. Las divisiones internas de clase del Estado se hacen más evidentes cuando los trabajadores del sector público se declaran en huelga, por ejemplo, pero también está claro que la política estatal se moldea en respuesta a las presiones de clase que se ejercen sobre ella, incluidas las que emanan de la clase trabajadora. Es difícil explicar la provisión de medidas de «bienestar», por ejemplo, sin hacer referencia a los intereses, demandas y movilización de la clase trabajadora (incluso si las medidas de «bienestar» están subordinadas a los imperativos de la acumulación de capital).

El relato unidimensional de Balibar sobre el poder del Estado -en el que ese poder siempre lo ejerce una fuerza contra otra (no) fuerza pasiva- no capta nada de esto. De hecho, la descripción crítica de Poulantzas de la forma en que los enfoques leninistas del Estado tienden a tratar el poder como «una sustancia cuantificable en manos del Estado que debe ser arrebatada de sus manos», como si el Estado fuera «una cosa-instrumento que puede ser arrebatada, … [o] una fortaleza que puede ser penetrada por medio de un caballo de madera, … [o] una caja fuerte que puede ser destruida con un caballo de madera, … [o] una caja fuerte que puede ser destruida con un caballo de madera, … [o] una caja fuerte que puede ser destruida con un caballo de madera, …]». (Poulantzas, 2000, 257-8) parece aplicarse con toda su fuerza a Balibar.

Curiosamente, Poulantzas parecía tener en mente a Balibar como principal defensor del burdo enfoque del poder del Estado que pretendía demoler de una vez por todas en Estado, poder y socialismo (EPS). Hay un par de referencias de refilón a Sobre la dictadura del proletariado de Balibar, una hacia el principio del libro de Poulantzas y otra hacia la mitad, ¡y ambas son bastante despectivas! Merece la pena destacar lo que Poulantzas tiene que decir específicamente sobre el libro de Balibar. Uno de los principales objetivos de la ira de Poulantzas en EPS es lo que él llama el «teoricismo formalista de los enfoques (y de nuevo el enfoque leninista es el principal culpable aquí) que tratan el Estado como un fenómeno transhistórico y que por lo tanto asumen la posibilidad y la legitimidad de una «teoría general del Estado» tomada como un objeto epistemológicamente distinto a través de diferentes modos de producción. Para Poulantzas, el concepto de Estado no puede «tener la misma extensión, campo o significado en los distintos modos de producción», ni tampoco en las distintas fases de un mismo modo de producción, porque la posición del campo político del Estado frente a la economía ha cambiado a medida que lo han hecho las relaciones de producción y explotación. Además, el terreno de la dominación política varía «con la forma precisa y el régimen asumido por el Estado dentro de cada etapa o fase [del capitalismo]: ya sea una forma particular de gobierno parlamentario, o presidencial, fascismo o dictadura militar» (Poulantzas, 2000, p. 124). Así pues, solo un análisis coyuntural del poder del Estado que fuera sensible a la etapa y la fase del capitalismo y a la forma concreta que adoptara un Estado determinado dentro de estas etapas y fases sería aceptable. Esto es lo que Poulantzas sostiene que Balibar no hace.

Para Poulantzas, Balibar fue un exponente clave de un «dogmatismo formidable» (Poulantzas, 2000, p. 20) que «trata las proposiciones generales de los clásicos marxistas como una “Teoría General” (la teoría “marxista leninista”) del Estado, reduciendo el Estado capitalista a una mera concretización del “Estado en general”». Con respecto a la dominación política», continúa, «esto resulta en poco más que el siguiente tipo de banalidad dogmática: todo Estado es un Estado de clase; toda dominación política es una especie de dictadura de clase; el Estado capitalista es un Estado de la burguesía» (Poulantzas, 2000, p. 124). Como Poulantzas señala a continuación:

Evidentemente, un análisis de este tipo es incapaz de hacer avanzar la investigación ni una pulgada. Es totalmente ineficaz en el análisis de las situaciones concretas porque es incapaz de esbozar una teoría del Estado capitalista que explique las formas diferenciales y las transformaciones históricas de este Estado como no sea invirtiendo los factores sin alterar el producto». (Poulantzas, 2000, pp. 124-5)

Me parece que ésta es una observación absolutamente devastadora que pone al descubierto un problema clave del planteamiento de Balibar. La lógica de la perspectiva de Balibar es, en efecto, sugerir que hay muy poca diferencia en absoluto entre las diferentes formas de Estado capitalista, ya que todas son en esencia absolutamente lo mismo: la dictadura de la burguesía. El poder del Estado está o bien en manos de la burguesía absolutamente o bien en manos del proletariado absolutamente, estas son las dos únicas alternativas significativas; y por supuesto, esta lógica dicotómica saca del marco del análisis cualquier otra (sub)variación o al menos implica fuertemente que estas deben ser insignificantes. Esto es importante porque, como señala además Poulantzas

Los fallos de este análisis tienen consecuencias políticas incalculables:… ha conducido a una serie de desastres políticos, especialmente en el periodo de entreguerras, cuando hubo que adoptar una estrategia frente al ascenso del fascismo.Encontró su expresión en la llamada estrategia del «socialfascismo» de la Comintern, que se basaba precisamente en esta concepción del Estado y en la incapacidad de distinguir entre la forma parlamentaria-democrática del Estado y la forma bastante específica que es el Estado fascista. (Poulantzas, 2000, p. 125)

De hecho, es difícil ver cómo el enfoque reduccionista y esencialista propugnado por Balibar podría inocularse contra este tipo de lógica.

Lo que la crítica de Poulantzas al «teoricismo formalista» del libro de Balibar llama nuestra atención es que es el intento de Balibar de derivar una «Teoría General» – una «teoría marxista-leninista del Estado»- a partir de una serie de proposiciones generales de los clásicos la raíz de muchos de los problemas que hemos encontrado anteriormente en relación con el marcado esencialismo y funcionalismo de su propia teoría. Su argumento se reduce a la afirmación de ciertos axiomas leninistas como verdades evidentes, del mismo modo que el argumento de Lenin, en mi opinión, se basa en última instancia en la afirmación como axioma de la opinión que extrae de Marx de que el Estado es «un órgano de dominación de clase, un órgano para la opresión de una clase por otra». Pero por muy sofisticado que sea el argumento de Balibar, en el fondo es una defensa de ciertos artículos de fe: el Estado capitalista es total y absolutamente burgués; mientras exista solo funcionará para oprimir al proletariado; es total y absolutamente impermeable para las fuerzas proletarias; solo puede ser «aplastado» en un asalto frontal por fuerzas totalmente externas a él y debe ser sustituido por un nuevo tipo de Estado que será total y absolutamente proletario; que realmente solo pueden ser reformulados en los términos esencialistas y funcionalistas que los definen.

Vale la pena decir, para concluir esta discusión, que en los últimos 40 años desde la publicación de Sobre la dictadura del proletariado Balibar ha cambiado fundamentalmente su punto de vista y de hecho ha abandonado las posiciones que defendía en la década de 1970. Como señala en un ensayo («Comunismo y ciudadanía: sobre Nicos Poulantzas»), su defensa del concepto de dictadura del proletariado fue «en retrospectiva, irrisoria» y una manifestación de «dogmatismo escatológico y profético» (Balibar, 2014, p. 146). Además, continúa comentando: «… diré, cuando se trata de la “condensación de la relación de fuerzas” o del “concepto relacional del Estado”, que hace tiempo que he concedido este punto a Poulantzas» (Balibar, 2014, p. 147). Ahora admite que las luchas de clases atraviesan efectivamente el Estado como una especie de terreno estratégico y, además, dice que es necesario rechazar «el mito de la exterioridad de las fuerzas revolucionarias (partidos o movimientos) en relación con el funcionamiento del Estado en el capitalismo avanzado» (Balibar, 2014, p. 147). Este segundo punto en particular parece poner a Balibar en consonancia con las coordenadas fundamentales de la concepción de Poulantzas de la «vía democrática al socialismo» en EPS (o mejor, como él lo expresó en otro lugar, la «vía revolucionaria al socialismo democrático») – un enfoque que busca articular la lucha de masas extraparlamentaria con una lucha paralela (y dialécticamente entrelazada) dentro del Estado para reconfigurar y transformar su «materialidad institucional».

Y sin duda es significativo que el autor de una de las defensas más sofisticadas de la lógica de El Estado y la revolución de Lenin acabe abandonándola por completo y concediendo el argumento a su antiguo rival -el principal oponente del enfoque «leninista» del Estado y del enfoque asociado de la estrategia en aquellos debates de la década de 1970 dentro y alrededor del PCF- Nicos Poulantzas.

 

Referencias

Balibar, E. (1977) Sobre la dictadura del proletariado. 

Balibar, E. (2014) Equaliberty: Political Essays. 

Poulantzas, N. (2000) Estado, poder y socialismo.

FUente: https://jacobinlat.com/2024/11/balibar-lenin-y-la-via-democratica-al-socialismo/