lunes, 31 de diciembre de 2018

¡REVOLUCIÓN SÍ, GOLPE MILITAR NO! LA CONSIGNA QUE SALVÓ EL TRIUNFO DEL SOCIALISMO EN CUBA



Tras la victoria del Che Guevara en Santa Clara y la entrada de Fidel Castro a Santiago de Cuba, el triunfo de los rebeldes era inminente. Pero la fuga de Fulgencio Batista en la madrugada del 1 de enero de 1959, lejos de allanar el camino, creó un clima de rechazo y confusión por el anuncio de una nueva Junta Militar al mando.

El triunfo de la revolución cubana, ocurre cinco años, cinco meses y cinco días después del asalto al Cuartel Moncada de 1953. Fue a partir de la derrota del Moncada que comenzó en Cuba un proceso de enfrentamiento a la dictadura de Batista, establecida en el poder desde el 10 de marzo de 1952.
Camilo Cienfuegos y Fidel Castro, enero de 1959
© AP PHOTO /

En siete años cerca de 20.000 cubanos perdieron la vida en una lucha contra el Gobierno que siempre contó con el respaldado de Estados Unidos y de otras dictaduras de la región como Rafael Leonidas Trujillo, en República Dominicana.

Pero con la victoria del Che Guevara en Santa Clara el 31 de diciembre y la entrada de Castro a Santiago de Cuba, el triunfo era inminente. Batista huyó de Cuba en la madrugada del 1 de enero de 1959, en un avión rumbo a Santo Domingo.
Una junta militar al mando del general Eulogio Cantillo gobernaría la Isla y los rumores de un golpe militar en La Habana alcanzaron a los rebeldes, quienes se negaron a aceptar esta nueva situación.
Pedro Martínez, subdirector general de Radio Habana Cuba contó a Sputnik cómo este día fue decisivo para el destino de Cuba.
"Desde antes del triunfo se hicieron muchas maniobras para impedir que las fuerzas del 26 de julio, encabezadas por Fidel Castro, pudieran entrar a la ciudad de Santiago de Cuba y dentro de la burguesía estuvieron maquinando varias opciones: se hicieron movimientos dentro del Ejército y hasta se convocaron a algunas figuras de la sociedad civil", contó Martínez.
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Desde la emisora Radio Rebelde se alertó al pueblo: "La opinión pública no debe confundirse. Nuestros dirigentes no han hecho otra declaración que la que estamos haciendo por Radio Rebelde. No es cierto que nuestro máximo jefe Fidel Castro Ruz y el Presidente Provisional de la República reconocido por la Revolución, Dr. Manuel Urrutia Lleó, estén camino de La Habana", desmintieron.

Unos minutos más tarde, Castro se pronunció en una alocución histórica desde Santiago de Cuba, donde leyó un comunicado con instrucciones para todos los comandantes del Ejército Rebelde y el pueblo.

"Al parecer se ha producido un golpe de Estado en la capital (…) Las condiciones en que ese golpe se produjo son ignoradas por el Ejército Rebelde", precisó en su discurso.
Castro también convocó a una huelga general con la consigna "Revolución, Sí; golpe militar, No", y ordenó a sus comandantes Che Guevara y Camilo Cienfuegos continuar el avance hacia La Habana y tomar las posiciones claves de la capital.
Según contó Martínez, "este llamado fue la acción final para dar una respuesta contundente a las maniobras militares que pretendían impedir que los rebeldes asumieran el poder".

© AFP 2018 /

"No había dudas de que la dictadura había colapsado, los propios militares se estaban rindiendo en masa", aseguró el directivo.

"También con mucha inteligencia, Fidel hizo un recorrido desde Santiago hasta La Habana, a donde llegó el 8 de enero de 1959 luego de transitar por las provincias que permanecían en huelga. Esto quiere decir que estaba consolidado el triunfo de los rebeldes", destacó.
Había triunfado en Cuba, la primera revolución de América Latina que abrió paso a nuevos procesos sociales en la región y movimientos de izquierda.
La huelga general en La Habana se transformó en un multitudinario recibimiento a Fidel Castro y a los rebeldes que le acompañaban, dando inicio a una nueva etapa para Cuba y el mundo.


SOBRE EL “MARXISMO GUIÓN LENINISMO”


 
UNA CORRECCIÓN NECESARIA EN LA NUEVA CONSTITUCIÓN CUBANA


31-12-2018

Hace unos días, hemos conocido la decisión de sustituir en el texto de la nueva Constitución cubana, el término “marxismo-leninismo” por los de “marxismo” “y” “leninismo”. Según explicó el Secretario del Consejo de Estado, esa decisión se efectuó a instancias de una consulta a especialistas, y obedecía a la esencia “stalinista” de la formulación inicial. Puede suponerse también, que fue resultado de propuestas de modificación efectuadas por algunos ciudadanos.

Contribución a los argumentos 


El “marxismo-leninismo” comienza a constituirse en la Unión Soviética durante la segunda mitad de la década del 20, inmediatamente después de la muerte de Lenin (1924). Ese proceso de construcción y autodenominación finaliza en 1938, fecha en que queda plenamente establecido. Está asociado al fenómeno stalinista -como bien expresó el Secretario del Consejo de Estado-, y se utilizó a manera de argumento para reprimir, excluir, censurar, y purgar en ámbitos intelectuales, científicos, filosóficos, y políticos, fundamentalmente. Los textos de Stalin o que llevan su firma -todos escritos después de la muerte de Lenin-, y que definieron su contenido son: “Fundamentos del leninismo” (abril-mayo de 1924); “¿Trotskismo o leninismo?” (noviembre de 1924); “Cuestiones del Leninismo” (1926); y “Acerca del materialismo dialéctico y el materialismo histórico” en Historia del Partido Comunista (1938). Este tipo específico de marxismo fue ampliamente socializado a través de las directrices vinculantes de la Tercera Internacional, y Manuales de estudio, cuyo uso resultó muy extendido. El “marxismo-leninismo” está considerado como una construcción teórica de Stalin -y otros, pues se convirtió en norma e ideología, y como tal, fue compartida, creada y recreada-, para legitimar el poder de las fuerzas conservadoras y la burocracia, y su propia ascendencia -en la coyuntura de la muerte de Lenin- sobre Trotsky, otras personalidades soviéticas, e interpretaciones marxistas.

De manera que el “marxismo-leninismo” no es EL marxismo. Es solo una tendencia más, dentro del universo plural, heterogéneo, y hasta contradictorio de las tendencias que conforman la tradición marxista. De hecho, existía marxismo y leninismo mucho antes de 1924 -el marxismo se encontraba establecido en los años 90 del siglo XIX (en el campo político, teórico, e incluso el académico, éste último muy localizado pero significativo), sin embargo, había tomado cuerpo histórico efectivo desde anteriores décadas; y el leninismo a partir de 1902/1903-; y también más tarde, pues continuaron desarrollándose diversidad de interpretaciones que se han reconocido en el legado de Marx y Lenin. No obstante, en el lenguaje político, especialmente el asociado al movimiento comunista organizado y la URSS, fue -aún es, para un sector comunista, especialmente generado en aquel contexto) una práctica bastante generalizada la utilización del “marxismo-leninismo” como sinónimo de marxismo en general, o sea, como EL marxismo o el verdadero marxismo.

A propósito del “leninismo” debe precisarse lo siguiente: la palabra “marxismo” ya incluye el “leninismo”, pues abarca a toda la tradición que parte de Marx: Engels; Lenin; Luxemburgo; Trotsky; Gramsci; y muchos otros hasta la actualidad. Algunas de esas tendencias tienen nombre propio (“leninismo”; “trotskismo”; “luxemburguismo”; etc.); y no solo poseen entre sí una relación de continuidad, sino también de diferencias, rupturas, y contradicciones. En fin, la palabra “marxismo”, aún en singular, solo puede entenderse con realismo, si se asume la pluralidad que la integra.

Puesto que la comunidad teórica marxista entiende por “marxismo-leninismo” a esa específica tendencia stalinista, y el contenido que le es propio desde los años 20 y 30, no puede entonces asignársele arbitrariamente otro contenido o intentar resignificarlo. El “marxismo-leninismo” ha sido criticado y cuestionado por buena parte de la propia tradición marxista y revolucionaria durante casi un siglo y, por tanto, mucho antes de la caída del socialismo en la URSS y Europa. Para la inmensa mayoría de los marxistas, el “marxismo-leninismo” no es marxismo ni leninismo, pues: divide arbitrariamente en segmentos económicos, políticos, y filosóficos –también fragmentados en su interior-, el pensamiento unitario de los fundadores del marxismo -irreductible a esos campos, y siempre integrado alrededor de la teoría de la revolución-; descontextualiza, cambiando el significado, las tesis de Marx, Engels y Lenin; convierte el marxismo en fórmulas abstractas y especulativas a memorizar, y estériles para la transformación revolucionaria; establece un listado arbitrario de citas, pasajes, y obras, deslegitimando al resto; convierte al marxismo en teoría positiva y no crítica; es determinista y economicista; tiene una actitud de sectarismo, dogmatismo, censura, y exclusiones -negación a reconocer y estudiar otro tipo de marxismo o teoría no marxista, pues se autodeclara como “única” interpretación “científica”-; subvalora los temas sociales, que constituyeron el centro del marxismo y el leninismo originarios -las estrategias revolucionarias fueron desplazadas por la atención a teorías y conceptos especulativos, siempre rechazados por Marx-; modificó arbitrariamente para su publicación, ciertos textos de Marx, Engels, y Lenin; etc. 
De manera que el “marxismo-leninismo” desvirtúa la teoría y praxis revolucionaria del marxismo originario. Especialmente, y al contrario de lo que puede indicar su nombre, no representa con certeza y dignidad la teoría y praxis de Lenin. 

Cuba

La corrección que propone el nuevo texto de Constitución tiene profundos significados, entre ellos: la actualización -tal y como se realiza en otros ámbitos de la sociedad cubana- del lenguaje teórico, aunque, obviamente, no es solo un asunto terminológico; la ruptura con aquel tipo de marxismo soviético recogido en manuales que inundara la enseñanza en los `60, después, y aún sobrevive de diversas maneras -“ladrillos soviéticos” llamaba el Che a esos Manuales, en su carta a Hart de 1965-; el abandono de una de las manifestaciones de copia respecto a la URSS, que se prolongaba de manera extemporánea y sin justificación; el reconocimiento implícito de errores e inconsecuencias, ejercicio siempre provechoso (el documento de 2017 “Conceptualización del modelo...”, aprobado por el Tercer Pleno del CC; el 7º Congreso del PCC; y la Asamblea Nacional del Poder Popular ya había sustituido la formulación del GUIÓN que, sin embargo, regresó sorprendentemente en 2018, en la versión inicial del Proyecto de Constitución); la disposición del Estado (eventualmente del PCC) a considerar justa y críticamente –a instancias de ciudadanos y especialistas- un pilar simbólico que conformaba los fundamentos teóricos del país; y la oportunidad del replanteo social -puesto que este asunto adquirió nivel ciudadano a través del sistema de enseñanza- y radical de la pregunta por la esencia del marxismo y su función.

Significa, sobre todo, la oportunidad de poner en correspondencia la palabra con los hechos. La revolución cubana ha desbordado históricamente ese GUIÓN en muchísimas cuestiones -aunque esta no ha sido una actitud homogénea ni sistemática-; y debe ser en lo sucesivo –para eso se trabaja-, más innovadora; creativa; realista y utópica a la vez; inclusiva; de fortalezas horizontales; asertiva respecto a aportes y críticas; de principios y diálogo abierto con toda las experiencias históricas y la cultura; y siempre crítica de sí. Todo lo cual, resulta ajeno al “marxismo-leninismo”.

Por otra parte, no podemos permitir que siga sobreviviendo el “marxismo-leninismo” en los diversos ámbitos de la vida social, disfrazado ahora tras una COMA o una Y griega, que se continúe rigiendo por dogmas; repitiendo frases vacías y sin sentido; o repitiendo lo ya establecido para asegurar confort o estatus -cerrando la posibilidad a aquello por considerar y quizás establecer-; deslegitimando personas, palabras, actitudes, preguntas, dudas, o razonadas certezas; utilizando la información y el secretismo para marcar jerarquías; convirtiendo al marxismo en profesión o calificación, en jerga de identidad, en palabras justificativas y no en herramientas transformadoras; y ahogando el pensamiento crítico haciendo uso de todo lo que tiene a su alcance. Obviamente, cualquier término puede dar escusa y refugio a esos comportamientos. Sin embargo, la recuperación del “marxismo” y el “leninismo” sin más, puede ser oportunidad y promesa de exploración teórica, invitación a pensar, estudiar, y transformar con efectividad revolucionaria la realidad. 

También en el ámbito académico (y otros) debe tomarse una actitud de consideración crítica sobre el uso del término “marxismo-leninismo”, sus contenidos, presentaciones y organización docente. Esa frase aún permanece en umbrales de puertas institucionales, así como encabezando documentos y acciones académicas programáticas, que habrá que rectificar, para ser consecuentes y entrar en el nuevo marco constitucional. 

Hay que recordar que, al menos desde los años 60 –para hablar de una época relativamente cercana-, importantes intelectuales y académicos cubanos -por ejemplo, los hoy Premios Ciencias Sociales Aurelio Alonso y Fernando Martínez, este último también Premio Casa de las Américas-, así como un segmento de sucesivas generaciones de profesores, investigadores, y especialistas, han expresado sus consideraciones críticas sobre el “marxismo-leninismo”, intentando socializar argumentos y esclarecer. En los últimos tres años, algunos profesores de la Universidad de La Habana, interesados en ofrecer argumentos para decisiones impostergables de naturaleza académica, hemos insistido otra vez, realizando acciones al respecto, y publicado algunos textos que contribuyen a esclarecer este asunto. Y es que ese diagnóstico crítico elaborado por la tradición marxista, estaba listo desde fines de los años 20 del siglo XX. 

Esta es, en fin, una rectificación constitucional necesaria. 

Natasha Gómez Velázquez. Profesora de la Universidad de La Habana



DOGMATISMO: ¿UNA REALIDAD DESCONECTADA DEL PENSAMIENTO?



31-12-2018

“... como no fueran de tres naciones, Pijaos (nasas), Taironas (arhuacos) y Araucanios (mapuches), que son las tres naciones de la gente más valiente de las indias…”
Pedro Ordóñez de Ceballos 

El sociólogo brasileño Emir Sader publicó un escrito titulado “Un pensamiento desconectado de la realidad”, en donde se queja de que la teoría “quedó recluida en las universidades y centros de estudio” y que los intelectuales “no participan activamente en la construcción de las nuevas políticas y muchas veces ni siquiera participan en el intenso debate ideológico” [1].

El único planteamiento que se puede considerar como una explicación del problema que se describe es “la estalinización de los partidos comunistas y el abandono por parte de la socialdemocracia del anticapitalismo”. ¿Será ésta una razón convincente para lograr que la intelectualidad se conecte con las luchas de resistencia de los pueblos y de los trabajadores?

Las preguntas que surgen serían: ¿Por qué se dio esa “estalinización” y ese “abandono del anticapitalismo”? ¿Desde hace cuánto tiempo la lucha “práctico-teórica” (para seguir hablando en términos dualistas) en el campo de la acción revolucionaria ha estado relativamente “desconectada”? ¿Cuáles son las causas de que el pensamiento crítico aparezca en este momento como si estuviera desconectado de la realidad y de las luchas anti y pos capitalistas?

¿No será más bien al revés? ¿No será que la “realidad” que conciben quienes creen que el Estado es el único terreno para derrotar las políticas neoliberales no es la misma realidad que captan los pueblos en lucha y algunos intelectuales (estén o no estén vinculados a universidades) que hacen esfuerzos “desde abajo” para orientar las luchas efectivamente emancipadoras?

Lo que podemos comprobar a finales de 2018 es que los pueblos sí contamos con algunos importantes intelectuales (tal vez una minoría o… ¿quién sabe?) que desde diversos espacios y desde variadas miradas contribuyen con el avance de las luchas revolucionarias y emancipatorias de los pueblos y de los trabajadores del mundo entero.

Otra cosa muy diferente es que dichos intelectuales no estén interesados en participar de proyectos políticos que repiten los errores del pasado y, decidan, con total lucidez y claridad, seguir construyendo desde abajo, con las gentes sencillas y con absoluta paciencia, un camino diferente, tal vez más difícil, más escabroso, pero más cierto y consistente.

Un ejemplo de lo que podrían ser esos intelectuales revolucionarios, son todos aquellos pensadores –algunos con títulos y publicaciones, otros anónimos y hasta auto-invisibilizados– que colaboran de una u otra manera con proyectos socio-políticos que han roto con la “estrategia estatista” y que en intensa relación “teórico-práctica” (no dualista), ayudan modestamente (sin honores ni sueldos) a mantener vivos y dignos esos valiosos y necesarios esfuerzos.

Allí siguen vigentes y en pleno desarrollo los procesos de construcción de una nueva sociedad post-capitalista en el sur de México (Chiapas), en el Kurdistán (Rojava), en el sur de Chile (Wajontu Mapu), y en muchas zonas y regiones del planeta, en donde el “viejo topo” ha asumido otras fisonomías, nuevas formas de acción y de organización, diversas maneras de comunicarse y comportarse, sin pedirle permiso a nadie, sin hacerse ilusiones en la institucionalidad de “los de arriba”, aunque tampoco rechazan los esfuerzos de quienes intentan ayudar desde esos espacios.

Y, de alguna manera, esos pueblos en lucha a cada rato les envían mensajes a aquellos “gobernantes” que actúan de buena fe en el terreno de la institucionalidad dominante. Si ellos tuvieran en cuenta el contenido de esos mensajes, podrían realizar su trabajo burocrático con mayor eficacia, sin ilusionar a los pueblos con milagros (promesas) que no pueden cumplir, y contribuir –en su justa dimensión– con la neutralización (debilitamiento gradual) del poder de la oligarquía plutocrática global.

Si ellos logran captar el contenido revolucionario de esos mensajes, no solo podrán contar con los intelectuales que ayuden en la acción “por arriba” (no se requieren muchos) sino que lograríamos que el grueso de la intelectualidad democrática se vinculara a los enormes esfuerzos que se hacen “desde abajo” y que en ese proceso se conviertan en intelectuales orgánicos, anti y pos capitalistas.

De esa forma, intelectuales y estudiantes en formación podrán contribuir a que los “rizomas” de la vida llena de “multiplicidades complejas” que brotan a diario de las profundidades de la sociedad, no sean destruidos (o cooptados y capturados) por el capitalismo, sino que florezcan y produzcan –siempre desde abajo– los frutos del trabajo humano en concordancia con las necesidades de la naturaleza y el desarrollo del pensamiento.

Notas:

Abdulá Öcalan, intelectual y líder del pueblo kurdo quién se replanteó muchas ideas de la “izquierda estatista”, preso en Turquía desde 1999, contribuye desde la cárcel con las luchas de los pueblos y los trabajadores. Igual lo hacen numerosos intelectuales que actúan en la sombra y en la clandestinidad en el mundo entero.

[1] Sader, Emir. “Un pensamiento desconectado de la realidad”: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=250733
@ferdorado 


domingo, 30 de diciembre de 2018

LOS CHALECOS AMARILLOS Y LA MEMORIA HISTÓRICA PROFUNDA



29-12-2018

A la memoria de Osvaldo Bayer, historiador anticapitalista y hombre de una sola pieza.


La lucha de clases, de la que la rebelión de los chalecos amarillos franceses forma parte, es como un río cársico que cuando parece hundirse en la arena reaparece en la superficie más tarde y a distancia porque mientras existan las clases explotadoras y la opresión será inevitable la resistencia de los explotados y su búsqueda de una alternativa social.

Los trabajadores reconstituyen su unidad en la lucha y en ella construyen su conciencia de clase sobre la base de valores morales antiguos - como la solidaridad, la fraternidad, la justicia, la igualdad, el altruismo, la acción comunitaria, la democracia de iguales nacida- que nacieron mucho antes de la construcción de Estados y de aristocracias, esa división en estratos sociales separados y congelados que los pueblos bárbaros imitaron queriendo parecerse a Egipto y Roma.

Toda gran ola social de fondo arrastra inevitablemente desclasados y desechos sociales, delincuentes y fascistas pero, al mismo tiempo, destruye las barreras a la alegría y la creatividad de los pueblos y fomenta heroísmos, abnegación, desarrollo humano, origina canciones y, porque confusamente busca cauces al desarrollo de una sociedad justa y bella, tiene reiterados momentos lúdicos y no sólo expresiones de una antigua y profunda ira.

Francia nos da un ejemplo. Con sus jacqueries (sublevaciones campesinas) y sus intelectuales subversivos obligó en 1788 al rey a convocar los Estados Generales que dieron origen a la revolución que terminó decapitándolo y creando la República de Robespierre y Saint Just. Los Cuadernos de Reclamos que prepararon esos Estados Generales fueron amasando un pensamiento común y las discusiones en las asambleas de los Clubes infundieron seguridad y audacia a los quejosos y afinaron sus propuestas y soluciones.

Enterrada la República por Napoleón I, esas experiencias reaparecieron en 1830 en la huelga insurreccional de los tejedores de seda de Lyon y, después de la derrota de éstos, en las barricadas en los barrios obreros de París en 1848 que restauraron la República. Después, culminaron y se expandieron en la Comuna de París de 1871 y el Frente popular en 1936 con su huelga general masiva o el 1968, con la mayor huelga general de la historia de Francia y el libertarismo juvenil, mantuvieron en alto esas antorchas.

Hoy los alcaldes en lucha contra el poder central de tipo monárquico que les quita derechos y fondos reúnen nuevamente Cuadernos de Reclamos para sostener la lucha de los Chalecos Amarillos y de sindicatos, asambleas locales y piquetes surge la exigencia de Estados Generales (de la Sanidad, de la Educación, del Transporte). Por su parte, las acciones de los Chalecos Amarillos, que el 78 por ciento de los franceses apoyan, son autoconvocadas, democráticas y autogestionarias y no tienen ni jefes ni delegados omnipotentes mientras la canción de los guerrilleros comunistas italianos Bella Ciao se canta hasta en las fiestas junto con la reciente On lâche rien! (¡No nos rendiremos!).

Existe una conciencia histórica profunda que hace que los trabajadores y los sectores populares reproduzcan siempre los momentos del pasado en que se vieron a sí mismos en toda su fuerza y capacidad potenciales al rebelarse contra el poder monárquico- burgués, como el de Luis XVI. Esa seguridad histórica les da un fuerte espíritu de ofensiva que convence y arrastra a otros sectores oprimidos y explotados de Francia y del resto del mundo, donde la historia popular francesa tiene gran peso.

“Los muertos agarran a los vivos”. La historia actúa hoy porque los seres humanos toman conciencia apoyándose en las experiencias pasadas y encontrando en ellas materia para reconstruir sus formas organizativas y su visión del mundo y de sí mismos.

Los Chalecos Amarillos hicieron ceder dos veces al gobierno y le desbarataron sus planes pues la reforma de las jubilaciones que aquél pensaba hacer resulta ya políticamente imposible. Hundieron así la arrogancia y la prepotencia de Macron, dividieron al partido de éste (la República en Marcha) amenazando con barrerlo del escenario político y sus acciones y reivindicaciones son hoy el centro de la vida política francesa, en la cual Macron y el capital financiero han perdido protagonismo y la iniciativa política.

Sin embargo, los Chalecos Amarillos aún deben crecer y definirse mejor para evitar desvíos o pérdidas de impulso siempre posibles. Para imponer la alternativa anticapitalista que les anima pero que por ahora sólo esbozan deben incorporar a los inmigrados antiguos y recientes (físicamente poco presentes en manifestaciones y piquetes) y a los trabajadores sindicalmente organizados, ayudándoles de paso a democratizar y politizar sus sindicatos.

Lo que todavía es consciente a medias y constituye su memoria histórica profunda debe incorporarse como conciencia de clase para que una huelga general unida a la resistencia civil pueda abrir las puertas a otra política.



LA DESTRUCCIÓN DEL REINO




GUTIÉRREZ, Miguel
Ed. Milla Batres.  1ra. Edición.
Lima, 1992, pp. 160.
Incluye fotografías de Julio Olavarría.

            No hace muchos años, un presuntuoso y destacado periodista escribió contenciosamente sobre Miguel Gutiérrez; afirmando que era un escritor mínimo.  Poco después, aparecieron dos obras de Gutiérrez:   La Generación del 50, ensayo, y Hombres de caminos, novela.  Y, el año pasado, La Violencia del tiempo, novela en tres tomos con la que se consagró.  Ahora acaba de ser editada:  La Destrucción del Reino.

            Es evidente que tal fecundidad no ha sido motivada para contravenir la afirmación del contencioso periodista.  Simplemente, coincidió con la opción vital de Miguel que requiere una explicación.  Para Miguel llegó el momento en que no pudo soportar más la disociación entre trabajar, para sobrevivir materialmente, y su vocación creativa.

            Entonces, con determinación y exactitud dijo:  Uno no puede ser literato de fin de semana.  Renunció a su trabajo y con un modestísimo ingreso asumió su cometido a dedicación exclusiva.  Hasta que un editor intuitivo y aventurero como Carlos Milla Batres, lo instaló definitivamente en la galería de los grandes literatos al publicar sus dos últimas obras.

            La Destrucción del Reino, se originó de manera insólita.  Julio Olavarría, fotógrafo y paisano de Miguel, iba a publicar en Suiza un álbum sobre el paisaje piurano y le pide a Miguel que escriba las glosas.  Al emprender esta tarea, Miguel fue cogido por la seducción de lo que escribía; es decir, cayó en su propia trampa.  Gracias a ello, nos hizo el obsequio de una obra de arte.  Ahora las fotos acompañan acompasadamente a la serie de relatos.

            En todas las fotografías llama la atención la presencia de un testigo enigmático:  el niño con el velo.  Este personaje es aprovechado por Miguel como recurso narrativo, pues, la capilaridad social que le confiere al niño permite el tránsito de un sector social a otro; hasta que, ya en la pubertad, es ubicado definitivamente.

            Por lo demás, Miguel se identifica a veces con el mismo niño; no sólo por los indicios que se descubren en los relatos;  sino porque  como todo artista, y a pesar de la madurez que tiene, siempre subyace en él, el alma de un niño.  Y Miguel, por cierto, no ha perdido la capacidad de asombrarse ni de asombrarnos.

            Además de asombrarnos con la visión descarnada del mundo y de la semifeudalidad piurana.  La Destrucción del Reino también nos estremece, pues toca conflictos que están muy cerca de los nuestros y que muchas veces pasan inadvertidos; razón por la cual, y a pesar de la fluidez de la narración, se necesita remontar la lectura para luego seguir avanzando.

            Como Miguel no ha diseñado los personajes a partir de una moral maniquea, podría decirse que el lector es inducido a descubrir que el bien y el mal no están tan alejados y que pueden transmutarse inopinadamente.  El autor, con gran dominio del oficio, ha domeñado las pasiones encontradas de los protagonistas para sujetarnos al encanto literario.

            En la serie de relatos que conforman La Destrucción del Reino, los protagonistas padece de problemas de ubicación social, de identidad, son seres fatalizados, sin salida, que van indirectamente al encuentro de la muerte y que tienen el “pecado” de haber nacido o de ser hijos no deseados.

            -Laureano Carnero, propietario de la hacienda Tuluma, fue maldecido por su padre al nacer; pues, a medida que avanzaba el embarazo de su madre, ésta languidecía, muriendo en el parto.  Su padre le prohibió que lo llamara como tal y lo confinó a vivir con la servidumbre.  De niño presenció el asesinato de su padre, quien había sido especialmente cruel y despótico con él.  Vivió encapsulado en visiones bíblicas –como su padre- y obcecado en cobrar venganza; no se casó ni tuvo hijos.  El seguimiento para dar caza a cada uno de los asesinos de su padre alcanza ribetes cinematográficos.  Miguel describe el paisaje en función del estado de ánimo de los personajes, dándole perfecta unidad a las escenas.

            -La Zarca nació en un establo y fue abandonada por su madre; llega a ser jefa de una partida de bandoleros, imponiéndose en un ambiente en donde campeaba la rudeza y la agresión sexual masculina

            Ella tiene el conocimiento objetivo que el amor y el poder –como todas las pasiones- son excluyentes; y va al encuentro de su destino en el duelo singular que sostiene con el bandolero romántico Carmen Domador.  Este duelo concita tremendamente la atención y nos convierte en espectadores fanatizados, gracias al influjo literario de Gutiérrez.

            También este relato es enriquecido por la íntima relación de la bandolera con Paula La Birítica; quien, luego de ser ultrajada por El Negro Chepecera y su banda se suicida.  La Zarca desafía al Negro y después de vencerlo, lo capa.

            De todos los relatos que componen La destrucción del Reino, quizá, la historia de La Zarca alcance mayor popularidad.  Por una parte, las historias de bandolera no son frecuentes en el mundo.  Y, por otra parte, las sociólogas han puesto de moda las investigaciones sobre “las relaciones de género”.

            -Ella Patricia, gran terrateniente de inconcebible belleza, fue producto de una indeseada gestación.  Sus padres pertenecían a dos ramas familiares enemigas; la madre de extirpe chola y de excluida belleza fue seducida en un acto de burla por su primo que era bello y de ojos azules.  Cuando la emergencia campesina y la Reforma agraria velasquista afectan sus latifundios, Ella Patricia se siente desubicada e ingresa en un proceso de degradación autodestructiva, arrastrando consigo al hijo menor que estaba identificado con ella.  Este es un relato de lectura sumamente fácil y entretenido, aunque no por ello deja de estremecer.

            -Artimidoro Alberca, joven propietario de una pequeña granja, vivió con su abuelo y su madre en un paraje desolado.  A la madre se le desencadenan las apetencias sexuales en la adolescencia, después de aceptar los requerimientos de un apuesto terrateniente y sale encinta.  Al notarlo su padre, es decir, el futuro abuelo de Artimidoro, decide trasladarse con su hija a un paraje aislado para evitar la vergüenza y conjurar los impulsos sexuales de la hija.  Con el tiempo el abuelo muere; pero, poco antes, le encomienda a su nieto el cuidado de la madre.  Artimidoro asume el encargo obsesivamente; tal es así, que no se casó ni tuvo hijos.  Sin embargo, al enterarse de su origen bastardo decide matarla. Este conocimiento no fue el móvil del crimen, sino el factor precipitante. La historia de Artimidoro Alberca es un relato imperecedero; por momentos adquiere la dimensión de una tragedia griega.  Gutiérrez al configurar la personalidad del matricida, ha hecho gala de la destreza que posee en el oficio.

            Con esa misma habilidad presenta en toda su obra las diferencias sociales, especialmente a través de las versiones que de los mismos sucesos vierte el grupo señorial y el de la servidumbre.  En ese sentido, las páginas 92 a 99 son las más ilustrativas;  ahí destaca la revelación de la vieja cuarterona, que eventualmente continúa al servicio de los patrones.

            Finalmente, el reconocimiento a Carlos Milla Batres, quien ha elevado la actividad editorial a oficio artístico.  A él se debe la hermosa composición de la portada, aunque no figura como tal en los créditos respectivos por la sencillez que lo caracteriza.

Antonio Rengifo Balarezo
KACHKANIRAQMI
Revista N°8, II época
Lima marzo 1993.
Sección:  Comentarios Reales
pp. 71/73.-