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viernes, 10 de marzo de 2017

EL OCASO DE LA DEMOCRACIA



 
10-03-2017

No, el populismo no es la causa, proclama en un extenso trabajo Johannes Thumfart.
Es de pocas luces reducir el éxito de Trump y compañía a populismo, su éxito es tan sólo síntoma de una crisis global. La causa de este impulso autoritario hay que buscarlo en las democracias liberales mismas.

Se desploman muros, caen dictadores, en las elecciones libres triunfan los partidos democráticos. En las tres últimas décadas, entre 1974 y 2007, la democracia se ha propagado en el mundo como la pólvora. El “Fin de la historia”, pregonado en los noventa por Francis Fukuyama con la caída del bloque del este, parece hoy día estar al alcance de las manos.

Johannes Thumfart se doctoró en la Universidad Humboldt de Berlín con la tesis sobre “La historia de las ideas del derecho internacional de los pueblos”, enseña teoría política entre otros lugares en la Universidad Libre de Berlín, en la Universidad Iberoamericana de la ciudad de Méjico y en la Universidad de Cincinnati de Ohio.

La historia no tiene la costumbre –al igual que los ciclos de coyuntura- de discurrir linealmente y en modo alguno de finiquitar. A juicio del sociólogo conservador y muy influyente Larry Diamond de Stanford, nos encontramos en medio de una “recesión democrática”. Según él, desde hace unos 10 años se dibuja un cambio de tendencia global en cuestión de democracia. Los datos sobre derechos cívicos, procesos de elección, compromiso de la sociedad civil y corrupción, valorados y analizados por Diamond, muestran tendencias autoritarias a nivel mundial. La democracia está en retroceso ya se mire a Turquía, Méjico, Tailandia, Ucrania, Filipinas, Polonia, Hungría… y también en USA.

La tesis de la recesión democrática global es en especial un buen contrapeso para esa sensibilidad histérica en el debate sobre populismo. Si realmente percibimos una recesión global en democracia nos podemos ahorrar esos excursos psicológicos de andar por casa sobre el “narcisismo” de Trump al igual que esos safaris fotográficos, socialmente ramplones, de los fans de Trump a la cordillera de los Apalaches. Y lo mismo cabe decir sobre los rasgos característicos, claramente patológicos, de Erdogan, Kackzynski, Orbán y Putin así como de la estructura demográfica de las regiones que les apoyan. Un problema global no se puede explicar localmente, de hacerlo se cae en la trampa del culto personal de los populistas, atribuyéndoles una especie de originalidad sólo entendible por su psicología individual o por la mentalidad de una nación.

Para Diamond los populismos son más síntomas que causas de la crisis. Su verdadera raíz se hunde en las democracias liberales. El tránsito hacia el autoritarismo, según él, se apoya y ancla a nivel mundial las más de las veces en los procesos democráticos, también en los países en vías de desarrollo, sólo ocasionalmente en un putsch militar violento.

Las más de las veces el guión del nuevo autoritarismo se desarrolla así: La población apoya a políticos, que se manifiestan como delatores de su propia clase y saben hablar el mismo lenguaje de la gente, interpretar sus quereres. Prometen una manera de ejercer el poder más directa y eficiente, lo que en las democracias con sus procesos de encontrar consensos, normalmente laboriosos, es siempre un buen argumento.

Una vez en el poder, estos políticos proceden paso a paso a minar controles y equilibrios institucionales, a reblandecer derechos fundamentales y a ampliar su propio poder, el de su grupo y clientela. Paradójicamente el socavamiento de la democracia encuentra su límite en las instituciones claramente elitistas de la jurisprudencia, que según la cultura del derecho son en mayor o menor medida capaces de resistir.

En todo esto a la población le sucede como a la citada rana respecto al agua a punto de hervir, que espabila cuando es ya demasiado tarde (dice esa fábula, narrada por Peter Senge en La quinta disciplina y por Manfred Kets de Vries en Life and Death in the Executive Fast Lane : Si echamos una rana en una olla con agua hirviendo -a veces dicen agua muy caliente-, esta salta inmediatamente hacia fuera y consigue escapar. En cambio si ponemos una olla con agua fría -a veces dicen temperatura ambiente- y echamos una rana esta se queda tan tranquila. Y si a continuación empezamos a calentar el agua poco a poco, la rana no reacciona sino que se va acomodando a la temperatura hasta que pierde el sentido y, finalmente, morir achicharrada). O incluso no despierta por no ser necesario. Porque, como muestra la China actual, regímenes autoritarios pueden ser económicamente extraordinariamente exitosos. La envergadura de los círculos beneficiados por ellos es por consiguiente grande.

Según Diamond las “democracias” fracasan cuando “el pueblo pierden la fe en ellas y las élites abandonan sus normas por una especulación políticamente provechosa”. El origen de la recesión de la democracia, para él, se encuentra en el pueblo, él es el soberano, y no en otra parte. Sólo un antidemócrata podría admitir haber sucumbido ante la belleza infantil de unos hombres malos, como se presupone una y otra vez en el debate sobre populismo.

No es casualidad que la recesión de la democracia se inicie con la recesión económica en torno a la crisis financiera de 2008. “Unos bajos resultados económicos y una creciente desigualdad agudizan los problemas de abuso de poder y la vulneración de las reglas de juego”, escribe Diamond. En los países en vías de desarrollo la crisis ha agudizado las tendencias cleptocráticas, de rapiña, existentes. En las naciones de una industria desarrollada la crisis ha contribuido y favorecido un aumento de la desigualdad social. Pero sobre todo ha mostrado de manera palpable algo que ya conocían los banqueros inversionistas desde tiempos: o que es de una ingenuidad supina el contenido del aserto liberal de que la codicia de los pocos produce valores y riquezas para todos o que lo que se busca con ello es conducir deliberadamente al error.

A la vista de este análisis sorprende que la izquierda radical en casi ninguna parte del mundo haya sacado provecho de la crisis de la democracia liberal. Pero posiblemente las capas más bajas de la clase media saben lo que hacen cuando votan a señores que actúan autocráticamente como Trump y Erdogan.

La autocracia parece ser la conclusión lógica de la ideología neoliberal, bajo cuyo yugo y opresión tiene que vivir de todos modos la población –algo que ya supieron los Chicago Boys, que engatusaron a Pinochet. Quien pone todo en manos del interés privado y no confía en la mano pública, ese tal ve necesario transformar el estado, como última consecuencia de la agenda de privatización neoliberal, en propiedad del particular.

Siguiendo la lógica neoliberal sólo así podría lograrse una gestión eficaz del estado. Y problemas de eficiencia, como también escribe Diamond, anidan realmente en el DNS de las democracias. Sus procesos de encontrar consensos son por principio pesados y tediosos. Además producen una casta de políticos, que de hecho vive de la pesadez y lentitud de estos procesos, y desde ahí esa casta pueden desarrollar estímulos perversos tendentes a impedir una política eficiente.

Por otro lado en la decadencia y retroceso de la libertad democrática sólo las élites son las que realmente llevan las de perder, por eso, al menos en occidente, se posicionan en contra del populismo. En la vida real de un asalariado la libertad de opinión juega un papel muy de segunda mano.

El mismo Diamond parece tomar muy en serio la analogía de su tesis sobre los ciclos coyunturales. Confía en un incremento de democracia tras la recesión, y para ello se basa en un trabajo anterior de Samuel Huntington, que observó varios flujos, decadentes y crecientes, de democracia en los siglos 19 y 20. Según Diamond ya en estos momentos la sociedad civil ha comenzado a movilizarse mediante el nuevo populismo y estaría interesada en política como nunca lo estuvo antes.

Es cuestionable que tenga razón en esta visión optimista. USA, respecto a la democracia global, no es un país cualquiera. Su debilidad momentánea tendrá consecuencias fatales en la propagación de la democracia y potenciará aún más la recesión ya iniciada de la democracia.

Y esto es posible porque Rusia y China se van convirtiendo cada vez más nítidamente en superpotencias del nuevo autoritarismo, que apoyan movimientos antidemocráticos mediante medios basados en internet y ayuda al desarrollo. El que de una unión de autoritarismos el sistema global, como Daimond escribe, se muestre como menos estable es más escenario de horrores que consuelo. Sólo cabe esperar que Trump se comporte más razonable con el potencial nuclear destructivo que con sus mensajes twiteros.

Malas perspectivas para un final de la recesión de la democracia surgen también desde la economía. La estabilidad de la relación, no necesariamente armónica, entre democracia y capitalismo se obtuvo tras la Segunda Guerra Mundial mediante regalos a la clase media, generosos y en gran parte financiados mediante créditos. Es improbable que los sistemas sociales y de crédito, muy atareados, posibiliten tales regalos en el futuro.

La pregunta sobre la seriedad con la que uno toma la democracia con su promesa de libertad, igualdad y de eficiencia consensual, también en la vida real, en absoluto resulta trivial a la vista de la creciente desigualdad y a los desafíos políticos cada vez más complejos. Sólo si las nuevas democracias son capaces de desarrollar respuestas a la altura de las circunstancias, que satisfagan a su gran tradición utópica, lograrán de nuevo comprometer en la tarea a largo plazo a amplias capas del pueblo.


jueves, 4 de junio de 2015

EL DRAMA ACTUAL DEL CRISTIANISMO ES JESÚS DE NAZARET




04-06-2015

Días atrás el sacerdote y teólogo Félix Placer escribió en el periódico Gara un artículo titulado “La Iglesia vasca a debate” en el que, entre otras cosas decía “creemos que, a pesar de añoranzas anacrónicas y tendencias conservadoras, la Iglesia vasca puede contribuir a lograr una sociedad más justa y solidaria, y afirmar los derechos de un pueblo libre”.  

Las reflexiones, debates y encuentros se han celebrado los días 1 y 2 de junio en Gasteiz y los organizadores y dinamizadores han sido las comunidades cristianas de base de Euskal Herria, agrupadas en torno a la revista “Herria Eliza 2000”, y con una nutrida asistencia.
 
De entrada y por mi parte agradecerles la invitación para hablar libremente sobre la Iglesia y Dios, algo que se agradece también en el 2015, tras 20 siglos de cristianismo. Y es que, por mucho que se manifieste su actual alcalde, el Sr. Maroto, en contra, Gasteiz sigue siendo un lugar de encuentro y entendimiento

Ya a finales de los años sesenta del pasado siglo decía el entonces cardenal brasileño Helder Cámara en el circo Krone de la calle Marsstrasse de Munich: “Si doy de comer a los pobres me dicen que soy un santo, pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista” o, en frase posterior de un kurdo huido a las montañas tras ser bombardeado su pueblo: “Quienes nos bombardean dicen que somos terroristas”.
 
Hoy es patente y claro que el cristiano obtiene la verdad divina de segunda mano, de mano extraña, que su verdad es una verdad mediatizada y censurada. El dios, que el hombre creyente encuentra al final de la cadena distribuidora eclesial, es un dios censurado. La verdad, o lo que quedó de ella, está terciada, enturbiada, interpretada, degenerada por la incomprensión teológica de pastores, tiempos, mediaciones e interpretaciones. Los diez tomos de “Historia criminal del cristianismo” en alemán de KarlHeinz Deschner (Kriminalgeschichte des Christentums, publicados en castellano tan sólo los cinco primeros que hacen nueve) lo muestran de manera rotunda: “Dios camina sobre abarcas del diablo” o, en palabras del jesuita Volk (a quien la regla decimotercera de su orden impone creer): “que lo que tengo por blanco no es tal, sino negro, si lo manda la jerarquía eclesiástica”. En los últimos años han aparecido diversos libros dentro del cristianismo con títulos como “El gran fraude” del famoso exegeta Gerd Lüdemann o el “Credo falsificado” y “Falsificaciones y engaños” del historiador KarlHeinz Deschner, por citar tan sólo algunos. 

Ya Friedrich Nietzsche se dio cuenta cuando dijo: “Yo condeno el cristianismo, yo formulo contra la Iglesia cristiana la más formidable acusación que jamás haya expresado acusador alguno. Ella es para mí la mayor de las corrupciones imaginables, [...], ha hecho de toda verdad una mentira…”. 

Nos hallamos en la primera mitad del siglo XVIII en Hamburgo, Alemania. Hermann Samuel Reimarus profesor, filósofo, teólogo, es también un especialista de lenguas orientales y de la Biblia, en especial del Nuevo Testamento. Escribe, entre otras, su gran obra “Apologie oder Schutzschrift für die vernünftigen Verehrer Gottes (apología o escrito en defensa de los adoradores sensatos de Dios). Pero no se atreve a publicar por temor a represalias eclesiales. Su libro se publicará por fín en los años setenta del siglo XX. Este hombre es un pionero de la crítica bíblica. Con él se inicia la búsqueda del Jesús histórico. Y aunque parezca mentira es verdad, el Jesús histórico de los cristianos seguía siendo, por entonces, un gran desconocido; se presentaba al Jesús de los Evangelios, al Jesús de la Iglesia católica, encostrado y embadurnado con siete capas de huevo, harina y pan rallado, como el Jesús de Nazaret, el Jesús histórico, el hombre que caminó por las calles y el polvo de su tiempo, el que bebió agua de sus fuentes. 

Reimarus descubre y afirma que Jesús y sus discípulos persiguieron objetivos distintos, que Jesús anunció la llegada del reino y fracasó, que los discípulos inventaron el mensaje de su resurrección y de su segunda venida, que no podemos fiarnos de lo que los apóstoles nos dicen sobre Jesús porque lo que ellos dicen no responde a lo que él dijo y enseñó. Luego otros muchos, desde cátedras universitarias, apoyados en una mayor libertad de pensamiento y crítica y siendo fieles a las leyes de la ciencia, han certificado que los evangelistas proyectan en sus escritos, los Evangelios, sus pensamientos e ideas, muy otras que las de Jesús. El Jesús de los Evangelios, a la vista de la investigación actual, ha quedado hecho trizas como un Jesús de la reflexión de los cristianos de su tiempo, y en concreto de aquellos creyentes vencedores en sus discusiones, convertidas en palabra de dios. 

Y a mi modo de ver aquí está el gran drama del cristianismo, que ya se venía gestando como digo desde el siglo XVIII: La Biblia ni es palabra de dios, ni Jesús es el hijo de dios, ni ha resucitado. Lo que se pone en duda y niega es la fundamentación misma de la Iglesia católica, su teología, su revelación divina. 

Muchos cristianos, desde el inicio de la Iglesia hasta el día de hoy, apelan a Jesús únicamente para atribuirle y poner en su boca y vida los deseos de cada cual, y esto ocurre también a los autores de los escritos bíblicos. La Biblia es el compendio de una serie de libros de estilos diversos, de calidad literaria desigual, reflejo de la mentalidad de diversos grupos, a veces muy contradictorios, que se sintieron pueblo especial dentro del mundo que les tocó vivir, pero que desde un punto de vista científico y de ética y altura humana nada tienen que enseñar al mundo actual sobre la formulación de su génesis o sobre derechos humanos. Muy al contrario, sus autores, la Iglesia católica, al igual que las demás Iglesias, y el mismo dios debieran aprender a respetarlos. 

No hay constancia de ninguna revelación divina, ni buena ni mala. No consta que dios se haya revelado nunca, por el contrario, dios brilla por su ausencia, y hacer teología de un dios mudo es harto difícil y mera paja mental. El dios fabricado por el creyente y la Iglesia es a base de denigrar al hombre, como ladrillo de su ignorancia y desconocimiento. A medida que avanza el conocimiento humano retrocede el campo que se ha hecho pisar a dios. El crecimiento del hombre supone la retirada, el retroceso de dios. 

A estas alturas, confiesa el creyente tenue Manuel Olasagasti en “Otras noticias de Dios”, el atributo más irrefutable de los dioses es su silencio. Son las religiones las que han querido que Dios sea locuaz, que hablase. Y ante su silencio a martillazos ellas han hablado hasta por los codos. Las religiones siguen sin aprender la lección, su parloteo es desautorizado constantemente por el silencio de su dios. 

El Nuevo Testamento sabe demasiadas cosas de dios; comenzó a divinizar a aquel hombre Jesús de Nazaret, levantó y construyó sobre él una teología y una cristología, un mondongo, que hoy constituye un verdadero drama para la Iglesia: se asienta en una mentira piadosa, en un vacío deseo. 

Dios ha sido esperanza para el hombre acorralado. Y en esa liberación del hombre de nuestro tiempo, de sus gobiernos criminales que les roban sus finanzas, su trabajo y dignidad para exportar y hacer guerras en otras partes, en ese juntar puños y energías para parar nuevas esclavitudes y fomentar solidaridades entre hombres y mujeres, para crear una vida más risueña, con más olor y sabor a dignidad humana, amanece un largo y ancho camino para un proyecto común anclado en raíces y experiencias vitales distintas. 

En abril de este año fue juzgado en Alemania Oskar Gröning, acusado de haber contribuido al asesinato de 300.000 personas en Auschwitz. Hoy tiene 94 años. Y no niega que estuviese al tanto de las matanzas masivas, de su gasificación y cremación. Pero lo que más indignó en la sala fue que afirmara que “él contribuyó a que la matanza fuera lo más dignamente posible, se hiciera con limpieza”. Y de haber matado con limpieza, sin salirse de la fila, él se siente orgulloso. ¡Así de imbécil puede llegar a ser el hombre! 

La octogenaria Eva Mozes Kor sobrevivió a ese campo de horror y al “limpio” trabajo de ese hombre, si bien fueron gaseados sus padres y dos de sus hermanas. Y dice haber sobrevivido porque perdonó a los nazis: “Tomé las riendas de mi vida, porque con rabia y dolor una no puede vivir largo tiempo. El perdón es un acto de autoliberación, gratis y sin efectos secundarios”. 

Hace poco Goio Ubierna, en conversación amigable de taberna y con un vaso de vino tinto, nos dijo que hay que decir desde dónde se habla, determinar la esquina desde la que se mira. En Gasteiz yo hablé desde la increencia. Gasteiz y las comunidades cristianas de base de Euskal Herria en torno a la revista “Herria Eliza 2000” crearon un muy buen espacio de libertad apuntalando un ensudado y comprometido trabajo en pro de la persona y una sociedad solidaria. Y eso se agradece también en el 2015.