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viernes, 16 de septiembre de 2022

CRISIS DEL CAPITALISMO: UN SISTEMA CON RESPIRADOR ARTIFICIAL

 


Por Fabio Vighi

Hemos entrado en un ciclo global de inflación secular que es único en la historia.

 

FABIO VIGHI - The Philosophical Salon 5 SEPT 2022

 

 El intento cínico de preservar un sistema basado en el supuesto ontológico de inyecciones monetarias permanentes implica ahora la demolición controlada de la economía real y del mundo quela sustenta. La liquidez artificial en constante expansión solo puede destruir las monedas. La consecuencia inmediata de este proceso implosivo, sin embargo, no es la liberación del capitalismo, sino una nueva fase capitalista de manipulación ideológica y violencia autoritaria, que ahora está sobre nosotros

. Cada paso en la caída económica mundial continuará siendo emparejado con narrativas de emergencia de la gravedad correspondiente. Esta es la razón por la cual cualquier resistencia al nuevo status quo en ciernes, ya sea motivada por el aumento insostenible del costo de la vida o el aumento de la discriminación sobre la vida humana, implicará una lucha para definir la causa de nuestra situación como sistémica en lugar de exógena.

El genio de la inflación

¿En qué tipo de mundo vivimos? Hay una respuesta que tiene prioridad sobre todas las demás: nuestro mundo globalizado es un sistema basado en la deuda de crecimiento financiero simulado que se basa en la expansión continua de la liquidez, que se crea "de la nada" en forma de deuda / crédito.

Nuestra civilización es adicta a la impresión de dinero y a las burbujas de activos, una dependencia que difícilmente se puede romper. En un mundo empapado de deudas como el nuestro, nada es más peligroso que interferir con la expansión de la falsa liquidez; nada más amenazante que una repentina "crisis crediticia", una hemorragia de dinero recién acuñado. El flujo de caja que se dirige a los mercados de valores debe seguir aumentando, cueste lo que cueste. Como he argumentado en mis artículos anteriores sobre este asunto, COVID-19 fue, en esencia, un intento sin precedentes de restaurar la capacidad expansiva de la liquidez artificial en un momento crítico de la historia del capitalismo de casino.

A finales de 2019, el sector financiero estaba, una vez más, en riesgo de volverse rápidamente ilíquido a medida que el dinero del Monopoly (juego de mesa basado en el intercambio y la compraventa de bienes raíces),se estaba agotando, un hecho predecible que ya había desencadenado la Gran Crisis Financiera.

 Sin embargo, en 2019 lo que estaba en juego era mucho más alto que en 2008, ya que la adicción monetaria del sistema había llegado a un punto de ruptura.

Hoy, en tiempos post-pandémicos, aparentemente posteriores a la pandemia, seguimos siendo rehenes de un esquema Ponzi (estafa financiera, piramidal en la que se pagan intereses con las propias inversiones o las de los inversores nuevos y no por medio de ganancias legítimas) donde los pasivos tóxicos actúan como garantía de otros pasivos tóxicos, en lo que es un rastro interminable de papel insustancial.

 Los bancos centrales amplían sus balances para comprar estos pasivos simplemente para evitar su pérdida de valor en papel.

Poner fin a la expansión monetaria es como provocar un paro cardíaco. Si la curva de oferta monetaria disminuye o incluso se aplana, nuestro mundo experimenta convulsiones, síntomas de abstinencia y se vuelve frío. Eventualmente, colapsa. Con un sistema financiero grotescamente sobre apalancado como el nuestro, toda la economía y el tejido social penden al borde de un precipicio. La elección que enfrentan la mayoría de los países, incluidos los ricos, pronto será el incumplimiento o la hiperinflación de la moneda necesaria para pagar los pagarés. Esto significa que la acumulación de capital en sí misma está ahora en respiración asistida ya que sus gerentes están atrapados en lo que solo puede describirse como una situación de pérdida o sea perder-perder.

Por un lado, saben que deben encontrar razones para atraer más liquidez (deuda) al presente a fuerza de lo que convencionalmente se conoce como "imprimirlo", o sea más impresión, MÁS CIRCULANTE

Por otro lado, también saben que este escamoteo apenas original solo puede conducir a una inflación desbocada y luego a la hiperinflación.

Lo que ocurre hoy como una cuestión de normalidad monetaria como se solía caracterizar en las economías en tiempos de guerra, es decir, la financiación directa a través de las prensas monetarias, impresión de moneda Si bien esto solo puede resultar con  la depresión de la economía real, generando simultáneamente una mayor desigualdad de riqueza registrada, lo que debería hacernos reflexionar es el pensamiento de que un mundo así,  rehén de la inflación de burbuja inevitablemente "se funde en el aire", perdiendo su base social así como el lenguaje para articular cualquier forma de resistencia. El colapso es a la vez económico, sociopolítico y cultural.

En agosto de 2019, BlackRock (quizás la entidad individual más poderosa del planeta) publicó un libro blanco/1 titulado sin ambigüedades 'Lidiar con la próxima recesión: de la política monetaria no convencional a la coordinación de políticas sin precedentes'. El documento advertía contra dos riesgos estrictamente interrelacionados: primero, que los mercados se estaban volviendo ilíquidos mientras el conjunto de herramientas de política estaba vacío (las tasas de interés ya eran negativas); en segundo lugar, que esa continua expansión monetaria conllevaba el riesgo de una hiperinflación similar a la de Zimbabue. Traicionando a más que una pizca de ansiedad, BlackRock instó a los bancos centrales (la Reserva Federal) a encontrar remedios "no convencionales" para evitar la próxima recesión.

Específicamente, impulsaron una "respuesta sin precedentes" descrita como "ir directo": "Ir directo significa que el banco central encuentra formas de poner el dinero del banco central directamente en manos de los gastadores del sector público y privado", al tiempo que se aseguran de que tal gigante monetario no desencadene una inflación potencialmente devastadora.

 Unos meses más tarde, sucedió algo verdaderamente sin precedentes: el COVID-19, seguido de lo que sigue apareciendo como un flujo imparable de emergencias globales. Como he argumentado con más detalle en otra parte (aquí y aquí), El Virus permitió que el plan de "ir directo" – la inyección similar a la metadona de billones en efectivo con clic del mouse – se ejecutara en modo de seguridad.

El tsunami hiperinflacionario temido por BlackRock se pospuso gracias, de nuevo, a confinamientos "sin precedentes", que evitaron que la economía inundada de liquidez se sobrecalentara. Sin embargo, como era de esperar, después del primer año de histeria deflacionaria del Covid, el monstruo salió del armario con una venganza, recordándonos el dilema existencial de BlackRock: "cómo volver a meter al genio de la inflación en la botella una vez que haya sido liberado"

Manteniendo las apariencias

La clave para entender nuestra situación económica es darnos cuenta de que la inflación, o más precisamente la calamitosa devaluación del medio monetario – es ahora estructural, ya que la simulación del crecimiento monetario ha penetrado en todas las formas de capital.

La liquidez financiera insustancial ha colonizado durante mucho tiempo la producción y el consumo de materias primas, mercancías, convirtiéndolos en rehenes de la industria del crédito. El sector financiero responde a lo que sucede en los mercados de bonos, que están cada vez más apuntalados artificialmente por las inoculaciones monetarias de los Bancos Centrales. Los bonos se emiten para recaudar dinero y pagar intereses fijos regulares al tenedor de bonos. Sin embargo, los bonos también son negociables, lo que significa que dan rendimientos llamados rendimientos de bonos.

Cuando, en un entorno económico críticamente estresado y con mucha tensión como el nuestro, los rendimientos de los bonos aumentan bruscamente y de manera aparentemente incontrolada, generalmente es una señal de que los precios de los bonos están cayendo a un ritmo igualmente dramático. Esto sugiere que los inversores se están retirando y, como consecuencia, el mercado de bonos se está hundiendo, lo que es una mala noticia para las acciones dopadas, drogadas con deuda. En resumen, el costo de financiar la propia deuda de uno aumenta rápidamente, y el fantasma de la insolvencia asoma su fea cabeza. Debido a que los atracones de deuda se dispararon después de 2008, cualquier turbulencia en los mercados de bonos ahora se registra como un shock en los mercados de valores.

 Es muy parecido a un reloj: cuando los rendimientos de los bonos suben rápidamente, las acciones reciben un golpe, lo que normalmente lleva a la caballería del Banco Central a la acción. La única manera de evitar que los bonos se deterioren es que los bancos centrales usen su poder de fuego ilimitado e impriman más efectivo para comprar los títulos de deuda no queridos; que es intrínsecamente inflacionario, asestando así otro golpe fatal al poder adquisitivo de las monedas fiduciarias.

Considere el rendimiento de referencia del Tesoro de los Estados Unidos a 10 años: cuando ese rendimiento se dispara rápidamente, indica que los inversores en deuda estadounidense están corriendo hacia la puerta, lo que significa la ruina y perdición para las "finanzas creativas" de Wall Street, ávidas de crédito.

Entonces, ¿qué sucede cuando la inversión en deuda, el alma del capitalismo contemporáneo, pierde su atractivo?

 El 13 de junio de 2022, los rendimientos de los bonos italianos superaron el 4% /2 causando una "fragmentación" en el costo del endeudamiento en toda la UE.

A la velocidad del rayo, el BCE (Banco Central Europeo) corrió al rescate /3  vendiendo bonos alemanes y otros bonos del norte de Europa cerca del vencimiento para comprar bonos italianos y otros bonos del sur de Europa, un subterfugio que apenas entusiasmó a los norteños "frugales".

Además, instituyó el ITP (Instrumento de Protección de la Transmisión) /4, también conocido como "escudo anti propagación", que permite compras de deuda específicas e ilimitadas, de facto, poniendo a los países que necesitan TPI bajo administración externa (BCE). El punto, sin embargo, es que cualquier intervención de este tipo del Banco Central sigue siendo inflacionaria, lo que nos lleva de vuelta al dilema original de la degradación irreversible del dinero.

A pesar de negar primero la inflación, luego llamarla "transitoria" y finalmente culpar a Putin, nuestros líderes políticos (los ejecutores) y sus banqueros centrales y no tan centrales (los ejecutores) han tenido que admitir recientemente que "tenemos un problema de inflación".

Entonces, cuando el 10 de agosto de 2022 el presidente Biden leyó rápidamente desde su podio de la Casa Blanca que en el mes de julio los Estados Unidos habían sido bendecidos con una inflación del 0%, y agregó que la economía de los Estados Unidos está en auge, por supuesto que deberíamos oler feo,  como a  una rata muerta : la distorsión flagrante de la realidad no es solo un truco electoral en vista de las elecciones intermedias, pero también parecería preparar el terreno para un "pivote de la FED", es decir, un alto a las alzas de tasas y un retorno a la flexibilización cuantitativa al Quantitative Easing –QE- (dinero fácil).

Esto se debe a que si las alzas de tasas continuaran más allá de los niveles cosméticos actuales, y el costo de los préstamos aumentara sustancialmente, los mercados saturados de deuda colapsarían, junto con las monedas y todo lo demás.

Un retorno al QE legitimado por una narrativa de inflación máxima (incluidos los precios del petróleo) parece un escenario creíble para el futuro cercano. Sin embargo, si bien el QE cumpliría con su tarea de mantener líquidos los mercados, sin embargo, retrocedería el reloj a 2019, con el sistema requiriendo formas aún más "no convencionales" de lidiar con el monstruo de la inflación. Como por ejemplo (de nuevo) los confinamientos.

¿Otoño caliente en Europa?

Al observar la actual crisis energética, que amenaza con poner a Europa de rodillas a más tardar este invierno, los confinamientos (o restricciones similares) no pueden dejar de aparecer como la forma más "práctica" de lograr ahorros de energía a gran escala. Las restricciones sociales no solo controlarían la inflación, sino que también nos ayudarían a los ciudadanos conscientes a "poner nuestro granito de arena" contra el cambio climático, alimentando la noble ilusión de que un "Green New Deal” un nuevo acuerdo verde ecológico de cero emisiones netas, apoyado, por supuesto, por un programa masivo de estímulo fiscal (es decir, más deuda) - que  desencadenará una nueva era de crecimiento capitalista.

 La adopción de políticas de confinamiento puede ser la única forma de que el "capitalismo verde" se afirme, ya que el sistema necesita mantener bajo control tanto la espiral inflacionaria como las masas empobrecidas.

El punto clave aquí es que el "crecimiento sostenible" a través de la tecnología verde sigue siendo una ilusión piadosa para un sistema que requiere niveles crecientes de producción intensiva en mano de obra para generar un valor económico real.

 Cada salto en la innovación tecnológica postindustrial impulsada por el capital, sin importar cuán verde o deseable sea, hará que el desempleo y la pobreza crezcan, junto con la imposición de medidas represivas generalizadas a poblaciones enteras.

En este sentido, una nueva ola pandémica a partir de este otoño podría proporcionar una mayor cobertura para el desastre social y económico en ciernes.

En las últimas semanas, virólogos, ministros de salud, medios de comunicación y LA OMS /5 han comenzado a "expresar su preocupación" por las nuevas variantes de Covid que se propagan rápidamente en la "región europea", que se espera que se conviertan en dominantes ya en septiembre.

Alemania, un país con alto riesgo de racionamiento energético debido a su dependencia del gas ruso, ya ha aprobado UN NUEVO PAQUETE /6 de restricciones pandémicas, que entrará en vigor el 1 de octubre y durará hasta el 7 de abril del próximo año. Estos incluirán no solo máscaras faciales obligatorias, sino también, cuando sea necesario, prueba de vacunación y pruebas negativas. En resumen, el espectro del corona todavía está rondando a Europa, sugiriendo que las contradicciones inmanejables del capitalismo contemporáneo continuarán siendo abordadas de manera autoritaria, y engañando a la gente a obedecer.

Como lo confirma la desaparición de Greta Thunberg de los principales medios de comunicación (donde ahora parece ser REPRENDIDA /7), este probablemente no sea el mejor momento para predicar la agenda capitalista de cero emisiones netas, que es una de las razones subyacentes de la escasez de energía que la guerra en Ucrania ha exacerbado (no causado).

Europa, más bien, se está preparando para el próximo escenario de crisis energética. Alemania está planeando ZONAS PÚBLICAS DE CALENTAMIENTO/8 para aquellos que no pueden pagar sus facturas de energía.

En Francia (y en otros lugares) la iluminación nocturna se está apagando, mientras que  Macron advierte sobre el próximo "FIN DE LA ABUNDANCIA" /9, culpando convenientemente a la guerra en Ucrania y al cambio climático, como si la indigencia no fuera ya desenfrenada.

En el Reino Unido, miles de personas se han unido a una campaña "Don't Pay" NO PAGUES https: //dontpay.uk/, contra el aumento del costo de las facturas de energía. Y el vicepresidente de la Comisión Europea está alentando a la gente a luchar contra Putin al no lavar su ropa.../10

¿Lograrán los tecnócratas ricos convencer heroicamente al pueblo empobrecido, cagado de frío, desaliñado y sin lavarse para que forme un frente unido contra el gas ruso en nombre del programa de creación de deuda también conocido como "transición verde"?

¿Se sentirá la gente atraída por las sugerencias condescendientes de sus políticos para "climatizar" sus hogares y cambiar a vehículos eléctricos prohibitivamente caros?

¿O necesitarán nuestros líderes una nueva "emergencia pandémica" para persuadirnos de manera concluyente?

Cualquiera que sea el resultado, la conclusión es que, no importa cuántas veces Wikipedia cambie la definición de "recesión", este invierno muchos europeos y estadounidenses se verán obligados a elegir entre poner comida en la mesa y pagar sus facturas de energía. Será cuestión de calentar o comer, una alternativa absurda teniendo en cuenta el potencial tecnológico y productivo de que disponemos.

Huelga decir que el problema no es la tecnología per se, sino que está ligada a una lógica económica en declive y, por lo tanto, particularmente virulenta basada en la extracción masiva de plusvalía del trabajo humano.

El mundo tiene capacidad humana y tecnológica más que suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero debido a que este potencial sigue sujeto a la dinámica ciega del capital, no puede ser utilizado para el bien común.

¿Recuerdas el escenario del " bloqueo de la cerradura " en el folleto de la Fundación Rockefeller de 2010, que predijo con tanta precisión tanto una pandemia zoonótica mortal ('la pandemia que el mundo había estado anticipando durante años finalmente llegó y  golpeó') con la consiguiente imposición de 'reglas y restricciones herméticas, desde el uso obligatorio de máscaras faciales hasta controles de temperatura corporal en las entradas a espacios comunes como estaciones de tren y supermercados'?

 ¿Qué también previó que "la rápida imposición y aplicación por parte del gobierno chino de la cuarentena obligatoria para todos los ciudadanos, así como su cierre instantáneo y casi hermético de todas las fronteras,  que "salvaron" millones de vidas, deteniendo la propagación del virus mucho antes que en otros países y permitiendo una recuperación post-pandemia más rápida"?

Y que además profetizó que "después de que la pandemia se desvaneció, este control y supervisión más autoritario de los ciudadanos y sus actividades se estancó e incluso se intensificó. Con el fin de protegerse de la propagación de problemas cada vez más globales, desde pandemias y terrorismo transnacional hasta crisis ambientales y aumento de la pobreza, los líderes de todo el mundo se hicieron de un control más firme del poder".

 Lo que se explica en esta notable pieza de escritura creativa del grupo de expertos, el think – tank de Rockefeller es, en última instancia, la conexión entre los confinamientos, bloqueos y la pobreza: el "control autoritario" ayuda contra los "problemas globales" como el "aumento de la pobreza".

¿No es este mundo autoritario el mundo en el que ya vivimos? ¿No es la ficción más real que la realidad misma? Aquellos que creen que los confinamientos son cosa del pasado, es mejor que se lo piensen dos veces. La normalización de la represión y la vigilancia que comenzó con el 9/11 y continuó con covid-19 y ahora está a punto de acelerarse.

Dos caminos, un solo destino

Mientras tanto, el Occidente globalizado está involucrado en una carrera loca hacia el fondo del pozo. Europa está liderando el camino, gracias al contraproducente demasiado predecible de las sanciones contra Rusia. Habiéndose hecho dependiente del gas ruso, Europa se ha marcado el más torpe de los autogoles, ¿intencionalmente?

Porque, ¿cómo podrían los líderes europeos que invocaron e incluso diseñaron las sanciones draconianas (mientras también esperaban continuar comprando gas ruso a escondidas) no ver que estas sanciones serían un boomerang para golpear a Europa en la cabeza?

 Es un caso de extrema incompetencia, de sumisión ciega a dictados externos (EE.UU.) o autoinmolación deliberada, tal vez una mezcla de todo esto.

El resultado probable es que tan pronto como se declare oficialmente la recesión, y se establezcan nuevas restricciones sociales, veremos a los bancos centrales pasarse de ser HALCONES Hawkins (aumento de tasas) a moderados (reducción y baja de tasas), es decir, la Fed & Compañía, volverá a una política de compras de activos a gran escala más inflacionarias y dinero barato.

La única otra opción disponible es llevar los mercados al suelo, al piso a través de alzas de tasas sostenidas y significativas. Este escenario sería deflacionario, pero solo a costa de una depresión repentina y devastadora que pulverizaría los capitales tanto en los mercados financieros como en el terreno, causando una amplia pérdida de empleos, cierres de negocios, disturbios, saqueos, etc.

Si la liquidez se seca, llegaremos a la espiral deflacionaria, es como conducir bajo los efectos del alcohol a toda velocidad contra una pared. Todo lo que ya no pueda financiarse a través del crédito se paralizará.

Los bancos se negarán a prestar y las cuentas bancarias podrían congelarse.

La destrucción deflacionaria del capital a través del colapso de la deuda y los mercados de valores aniquilaría las monedas y los medios de vida. Lo menos que se puede decir es que para que esto suceda como un accidente controlado, ya deben existir contramedidas confiables (autoritarias) destinadas a controlar el malestar social.

Para la mayoría de nosotros, entonces, el futuro parece ofrecer una opción entre la estanflación estructural (economía estancada con alta inflación) y una depresión deflacionaria abrupta, como una elección entre desangrarse hasta la muerte y o sufrir un ataque al corazón.

 De cualquier manera, la división entre los súper ricos y todos los demás aumentará aún más, con consecuencias catastróficas para la humanidad. Ya no es el clásico vaivén entre el auge y la caída, o un ciclo financiero que termina en un "momento Minsky", (se refiere al colapso del mercado debido a la imprudente actividad especulativa que define un período alcista insostenible) porque hemos alcanzado el límite absoluto de la expansión capitalista.

Es importante reiterar que estamos ante una implosión sistémica, no ante una crisis diseñada por banqueros malvados motivados por el sadismo y la codicia.

 Si bien estos últimos son los principales atributos del impulso capitalista como tal, ya que el capital no es más que un fin perverso en sí mismo, la implosión actual refleja el agotamiento histórico de la sustancia creadora de valor del capital; el hecho de que el ingrediente fundamental del valor mismo, el trabajo, está desapareciendo irreversiblemente mientras que la productividad automatizada (tecnológica) despega.

Debería ser suficiente observar que en una economía capitalista sana el precio del trabajo aumentaría. En cambio, el trabajo se ha devaluado durante décadas, lo que confirma dramáticamente que cualquier impulso monetario a la economía carece de sustancia de valor y está destinado a causar más miseria.

 Por lo tanto, es inevitable que, en algún momento pronto, la reproducción capitalista vuelva al suelo a través de la severa contracción de masas insustanciales de dinero ("burbujas"). La liquidez ficticia, creada sin ninguna base en la producción real, será degradada violentamente.

De la negación al sacrificio

Lo que se sigue negando, entonces, es que la devaluación del medio monetario es el síntoma clave de la implosión del capitalismo como una sociedad global de trabajo productora de mercancías mediada por el mercado e impulsada por la búsqueda ciega de la ganancia  y el beneficio como fin en sí mismo.

 Lo más doloroso de esta negación es que durante mucho tiempo ha conquistado el corazón y el alma de (lo que todavía se atreve a llamarse a sí mismo) la izquierda.

La izquierda política es oportunistamente e ignorante o está atrapada en la ilusión neoliberal de que un tipo virtualizado de capitalismo financiero es posible, tal vez incluso "con rostro humano".

Como resultado, casi nadie en la izquierda se atreve o incluso es capaz de conectar el rápido deterioro de las condiciones socioeconómicas con el giro autoritario del "capitalismo de emergencia" de hoy, ya explícito en el trato brutalmente discriminatorio de "los no vacunados", o en los niveles crecientes de la propaganda de nuestros principales medios de comunicación.

¿Todavía no está claro para la izquierda que la cara política del "capitalismo de ruptura" es el fascismo, aunque articulado en nuevas y más sofisticadas formas (¡progresistas!) de violencia y represión?

La única forma en que nuestro sistema comatoso puede prolongar su vida útil es abandonando su fachada liberal y aumentando dramáticamente su capacidad inherente para la barbarie.

En términos capitalistas, nos enfrentamos a un giro irónico en la infame TINA de Margaret Thatcher: no hay alternativa (TINA eslogan político QUE puede interpretarse como que el mercado, el capitalismo, y la mundialización, son fenómenos necesarios y beneficiosos, y que cualquier otra orientación está destinada al fracaso)

Pase lo que pase, seguiremos viendo una drástica devaluación de las monedas fiduciarias y la rápida disolución del vínculo social.

 Tal como yo lo veo, el final del juego involucra dos estrategias principales:

1. La manipulación de un flujo continuo de emergencias globales que inducen miedo, cuya función última es trasladar la culpa de la implosión sistémica a algún agente externo mientras se introduce

 2. Un novedoso sistema de crédito social (o sistema de calificación) basado en la miseria masiva y CBDC (Monedas Digitales del Banco Central), que ahora se están probando en más de 100 países.

El sujeto esclavizado a la distopía capitalista "no tendrá nada, y sin embargo estará (convencido de que es) feliz" ,tanto a través del miedo como, especialmente, de la internalización de un nuevo sistema de valores basado en la culpa colectiva, la responsabilidad, el sacrificio y la obediencia

. En otras palabras, no solo no tendremos nada, sino que lo más importante es que seremos persuadidos "para disfrutarlo"

La ideología consumista que impulsa el capitalismo moderno ya está siendo reemplazada por el mandato de "no disfrutar (tener) nada"

Queda por ver si tal conversión a una forma castigadora de capitalismo tendrá éxito.

Sin duda, un cambio de paradigma de este calibre necesita el apoyo de un sistema de creencias capaz de transformar la arrogancia consumista en sumisión esclavista.

 La humanidad (particularmente las clases medias) tendrá que comprometerse con causas comunes que podrían justificar que se les prive del "regalo" (incluso como un objeto de fantasía) del consumo ilimitado: el miedo por sí solo no será suficiente.

 Para que el paradigma neofeudal tenga éxito, la fantasía de "trabajar y disfrutar" que mantiene al consumidor moderno funcionando debe desvanecerse en el fondo y ser reemplazada por una nueva ética del sacrificio.

Como lo explicó Macron en su ya mencionado discurso del "fin de la abundancia", estamos en un punto en el que "nuestro sistema basado en la libertad... puede exigir sacrificios a sus ciudadanos».

Aquí está la artimaña ideológica del capitalismo senil: montar una ola interminable de "emergencias globales" que podrían inducirnos a aceptar la pérdida de las libertades elementales para salvar la libertad del capital.

Lo que cambia aquí es la relación del sujeto con la nada: si en el capitalismo de consumo "nada" se disfraza de "más" (ya que la lógica capitalista del deseo se basa en no tener nunca suficiente de "eso"), en el capitalismo neofeudal "más" se venderá como "nada", es decir, un apego cuasi religioso a la renuncia.

Aprovechar el deseo humano  y encauzarlo hacia un nuevo contrato social basado en protegernos de las calamidades globales será crucial para la capacidad del sistema de reproducirse. Las emergencias son el nuevo "regalo" capitalista, y lo  seguiran  dando.

El potencial de este Leviatán moderno podría ser desbloqueado por un nuevo espíritu de sacrificio colectivo, razón por la cual el capitalismo contemporáneo está tan ansioso por secuestrar la retórica de la izquierda: "sabe" que solo en nombre de "ideales progresistas" pueden las masas explotadas aceptar nuevas formas de dominación disfrazadas de sacrificios necesarios.

Si ese es el caso, las narrativas supuestamente "progresistas" y "humanitarias" se traducirán en formas superiores de conservadurismo y tiranía.

Hoy en día, esta lógica emerge claramente con el chantaje emocional sobre el cambio climático: se supone que los individuos progresistas deben asumir cambios drásticos en el estilo de vida (para peor) compartiendo la culpa por causar daño a la Madre Tierra, mientras que el planeta continúa expuesto a la dinámica (re)productiva y mediada por el mercado del capital.

Esta actitud se puede reconocer en el conocido fenómeno de los "eco-guerreros famosos", un derivado del "capitalismo filantrópico". Leonardo DiCaprio, por ejemplo, tuitea regularmente sobre la lucha colectiva contra el cambio climático (por ejemplo, 'Si no actuamos juntos, ¡seguramente pereceremos!'), pero lo hace desde su súper yate de 315 pies, en cubierta de helicóptero y 110 millones de dólares, que al viajar solo un par de millas contamina tanto como lo hace su automóvil promedio en un año, difícilmente "actuando juntos".

Precisamente como actor, sin embargo, debería saberlo mejor, ya que comenzó con Titanic y todos sabemos cómo terminó esa película.

En otras palabras, el tortuoso intento elitista de cooptar el espíritu izquierdista de compromiso con una causa colectiva podría, en algún momento durante la caída del sistema, ser contraproducente, que es probablemente la única esperanza que tenemos.

 

1/  | perspectivas macroeconómicas mundiales BlackRock

2/ https://finance.yahoo.com/news/1-euro-zone-bond-yields-080040417.html?guccounter=1

3/ https://www.reuters.com/markets/europe/exclusive-ecb-channel-cash-north-south-bid-cap-spreads-sources-2022-06-30/

4/ https://www.ecb.europa.eu/press/pr/date/2022/html/ecb.pr220721~973e6e7273.en.html

5/ https://www.who.int/europe/news/item/19-07-2022-rapidly-escalating-covid-19-cases-amid-reduced-virus-surveillance-forecasts-a-challenging-autumn-and-winter-in-the-who-european-region

6/ https://www.dw.com/en/covid-german-cabinet-signs-off-on-rules-for-autumn-and-winter/a-62909823

7/https://www.youtube.com/watch?v=aHZym4QG7UQ

8/ https://www.thelocal.de/20220712/no-one-should-freeze-german-cities-plan-public-warming-halls-for-winter/

9/https://www.theguardian.com/world/2022/aug/24/macron-warns-of-end-of-abundance-as-france-faces-difficult-winter

10/ https://rmx.news/european-union/take-shorter-showers-and-air-out-your-clothes-instead-of-washing-them-ec-vice-president-tells-citizens/

Fabio Vighi es profesor de Teoría Crítica e Italiano en la Universidad de Cardiff, Reino Unido. Entre sus trabajos recientes se encuentran Critical Theory and the Crisis of Contemporary Capitalism (Bloomsbury 2015, con Heiko Feldner) y Crisi di valore: Lacan, Marx e il crepuscolo della società del lavoro (Mimesis 2018).

Fuente: https://infoposta.com.ar/notas/12643/un-sistema-con-respirador-artificial/

 

martes, 13 de agosto de 2019

LA FÁBRICA DE DINERO: EL PROPULSOR OCULTO DE LA DEGRADACIÓN SOCIAL



13 agosto, 2019
Alfredo Apilanez

Texto elaborado para la ponencia homónima desarrollada en el marco del Foro que, bajo el título “El derecho a la vivienda frente al capitalismo financiero”, se desarrolló en Madrid, organizado por la PAH Madrid y por 500×20, los días 12 y 13 de julio de 2019

“Los obreros ponen en manos de sus enemigos armas para conservar la organización existente de la sociedad que les oprime” 
Carlos Marx

Introducción: No entendemos las fuerzas que mueven el mundo en el que vivimos

Según relata el filósofo libertario Agustín García Calvo, en una de las interminables asambleas del 15-m, en las que con 85 años participó activamente, se planteó la siguiente cuestión: “A ver, imaginemos: ¿es posible, se puede vivir sin dinero?”. A lo cual, uno que andaba por allí, se adelantó a preguntar con un tris de sorna: ¿No sería mejor que nos preguntáramos antes si se puede vivir con dinero? García Calvo matiza que el interviniente se refería a otro significado de la palabra vida.

Sorprendentemente, aunque estamos sin duda ante el elemento material más importante de la vida social, este tipo de debates sobre las implicaciones de nuestra absoluta dependencia del ‘vínculo de todos los vínculos’ como lo llamaba Marx, brillan por su ausencia. Como dice, muy poéticamente, el propio Marx: “El dinero, en cuanto posee la propiedad de comprarlo todo, en cuanto posee la propiedad de apropiarse de todos los objetos es, pues, el objeto por excelencia. El dinero es el alcahuete entre la necesidad y el objeto, entre la vida y los medios de vida del hombre”. Tratándose de un elemento tan esencial, ¿no sería de desear un mayor conocimiento por parte de sus forzados usuarios? La economista Ann Pettifor, autora del texto,  ‘La producción de dinero’, constata la ignorancia generalizada acerca del particular: “Una de las constataciones más impactantes de la última fase de la evolución del capitalismo es la total incomprensión de la naturaleza del dinero en nuestras sociedades”. Según una encuesta promovida por una organización británica en pos del dinero “honesto”, curioso oxímoron, el 77% de los ciudadanos cree que el dinero que tienen en el banco es legalmente suyo y no del banco, alrededor del 61% sostiene la idea de que los bancos son simples intermediarios que canalizan el ahorro hacia la inversión y una proporción similar cree que el dinero lo crea el Estado o un banco central público –la poderosa metáfora de la impresora de billetes-. Los resultados anteriores indican que no tenemos ni la más remota idea de cómo funcionan realmente el dinero y las instituciones financieras que centralizan todo el circuito de pagos y préstamos del que depende nuestra vida cotidiana. Tengamos en cuenta que nada menos que el 96% de la población tiene algún producto bancario. La propia Pettifor avanza una explicación, quizás demasiado pueril, de esta asombrosa ignorancia de las fuerzas que determinan nuestra realidad cotidiana: “esta incomprensión del papel del dinero en la vida social se deriva de los  esfuerzos deliberados del sector financiero para oscurecer sus actividades con el objetivo de mantener su omnipotencia”.

Un aspecto relacionado con lo anterior es la sorprendente ausencia, en contraste con los variados ámbitos en los que se desarrolla el activismo en los nuevos movimientos sociales feministas, ecologistas, antirracistas y por el derecho a la vivienda, de colectivos –quizás con la excepción de los muy minoritarios bancos de tiempo- que promuevan la modificación de nuestro modo de relacionarnos con el dinero, la deuda o las instituciones financieras como vías de transformación de la vida cotidiana. El viejo Marx decía una cosa maravillosa al respecto de las consecuencias de la perniciosa sujeción del obrero a la banca: “La caja de ahorros es la cadena de oro con la que el gobierno sujeta a una gran parte de los obreros. Éstos no sólo están así interesados en el mantenimiento de las condiciones existentes. No sólo se produce una escisión entre la parte de la clase obrera que participa en las cajas de ahorro y la parte que no participa. Los obreros ponen así en manos de sus propios enemigos armas para conservar la organización existente de la sociedad que los oprime”. Es importante pues resaltar la importancia de revelar los ‘grilletes’ invisibles que inconscientemente contribuimos a ponernos al participar con nuestros actos de consumo y endeudamiento del entramado del sistema financiero. No se me ocurre producto más tóxico y fraudulento y mejor ejemplo de esa ‘cadena de oro’ a la que se refiere Marx que una hipoteca a 30 años, sin duda la base de la matriz de rentabilidad del sistema económico actual -recordemos sin ir más lejos el colapso de la última década- y el principal capítulo de gasto de millones de compatriotas, atraídos por el brillo deslumbrante de la promesa propietaria de la clase media aspiracional. Si se me permite una broma un poco provocadora propondría que, en lugar de una asociación de afectados por la hipoteca lo que necesitamos con urgencia es una asociación de liberados o desintoxicados de la hipoteca que defienda el boicot al producto tóxico por excelencia y que trate de evitar que los trabajadores contribuyan a su propia opresión a través de la servidumbre financiera de por vida. Sin desmerecer las numerosas campañas, emprendidas por organizaciones como ATTAC o los sindicatos de inquilinos y la PAH, contra los paraísos fiscales, los fondos buitre, la especulación inmobiliaria o las cláusulas abusivas de la legislación hipotecaria, llama vivamente la atención la ausencia casi absoluta de iniciativas que pongan de manifiesto el sustrato común de tales procesos: el modo de producción del dinero moderno en manos privadas y la necesidad de modificar radicalmente esa máquina de succión de riqueza social. Trataré de poner un granito de arena para convencerles de ello a continuación.

Pero sin duda hay otros culpables de esta formidable confusión generalizada acerca de todo lo relacionado con el objeto por excelencia. Algo de culpa tendrá también en esta fenomenal inconsciencia acerca de los efectos de nuestros actos monetarios cotidianos la doctrina oficial sobre el dinero de la ortodoxia económica, yo la llamo la música celestial porque su función principal es ocultar la función real del dinero y las instituciones financieras en el capitalismo senil. Quizás no sea pues mala idea comenzar haciendo un somero repaso de las mentiras de la música celestial que vomitan diariamente todos los sedicentes expertos de la ortodoxia económica, omnipresente en todas las tribunas mediáticas y facultades de economía desde las que se lava el cerebro de los sufridos estudiantes.

Falacias de la música celestial

Primera falacia: El dinero-lubricante

¿Qué es el dinero? El dinero es un elemento externo -exógeno, dicen los de la música celestial- al circuito económico, que sólo sirve para facilitarnos las cosas y evitar que andemos todavía cambiando abalorios como los hombres primitivos hacían con el trueque. Como dice John Stuart Mill, uno de los pontífices de la música celestial: “En resumen, no puede haber una cosa intrínsecamente más insignificante en la economía de la sociedad que el dinero: un artilugio para ahorrar tiempo y trabajo. Es una máquina para hacer rápida y cómodamente lo que se haría, aunque de manera menos rápida y cómoda, sin ella”. Otro mandamás de la música celestial, Alfred Marshall, cuyo manual sigue siendo la base del catecismo de la teología económica con el que se lava el cerebro a los pobres estudiantes, introduce la metáfora del dinero-lubricante: “Puede, pues, compararse el dinero al aceite necesario para que una máquina funcione fácilmente. Una máquina no puede funcionar a menos que se engrase, de lo que alguien ingenuamente quizás pudiera inferir que cuanto más aceite se ponga mejor funcionará, pero, en realidad, si se pone más aceite del necesario la máquina quedará obstruida”. ¿Fantástica descripción verdad? Para ilustrar la imagen que transmiten los economistas oficiales del vil metal y resaltar las creencias erróneas arraigadas en la mayor parte de la población, nada mejor que recordar el experimento que proponía el señor Friedman, el amigo de Pinochet y padre del monetarismo neoliberal, alias ‘helicóptero Milton’, como ilustración de las nefastas consecuencias de echar demasiado lubricante y obstruir la maquinaria: “imagínate que una mañana te despierta el sonido de un helicóptero que sobrevuela tu barrio. Te asomas a la ventana y ves que de él están arrojando paquetes que caen frente a cada una de las casas de tu calle. En cada paquete hay 10.000 dólares en billetes nuevos, un regalo de tu gobierno. ¿Qué harías?” ¿Qué harían ustedes?

Segunda Falacia: El Estado es como una familia y no puede vivir por encima de sus posibilidades

Las implicaciones sobre la política económica de esta concepción del dinero como algo neutro, un simple lubricante de los intercambios son enormes. El antropólogo David Graeber resume el fundamento real de las políticas neoliberales: “Es esta concepción la que nos permite continuar hablando sobre el dinero como si fuera un recurso limitado, como la bauxita o el petróleo, para decir simplemente ‘no hay suficiente dinero’ para financiar programas sociales y para hablar de la inmoralidad de la deuda gubernamental o del gasto público”. No hay dinero. No hay suficiente dinero. ¿Cuántas veces habremos escuchado esta frase en boca de supuestos expertos, políticos y tertulianos? No hay dinero para pagar pensiones dignas, para gastar en sanidad, educación o prestaciones sociales. Pero sí lo hay evidentemente para generar montañas de hipotecas y de productos de la ingeniería financiera, sobre esta extraordinaria paradoja volveré más adelante. ¿Y por qué no hay dinero para incrementar el gasto público y prestar servicios sociales? Pues porque el Estado no puede vivir por encima de sus posibilidades, nos dice la música celestial. Porque si el estado gasta más de lo que ingresa tiene que endeudarse, subirán los tipos de interés y, además de perjudicar la financiación del resto de agentes económicos, esos intereses tendrá que sacarlos de algún sitio. ¿Y de dónde saca el estado despilfarrador el dinero para pagar los intereses de la deuda? Pues sí, lo han adivinado, de los impuestos, es decir de los bolsillos de los sufridos ciudadanos y los heroicos emprendedores. El gobierno derrochador que fríe a impuestos a sus ciudadanos es la ‘bestia negra’ de las legiones de discípulos de Friedman que pululan por los platós y los hemiciclos. Así que el Estado tiene que apretarse el cinturón. Exactamente igual que una familia. Al prestigioso economista Don Mariano Rajoy le gustaba mucho hacer este símil. Ellos, los de la música celestial, lo llaman políticas de austeridad y consolidación fiscal, que suena muy bien y los burócratas europeos lo llaman ‘regla de oro’ del gasto y es el primer mandamiento de la política comunitaria actual.

Tercera Falacia: La inflación, el peor de los males

Así que hay que tener mucho cuidado con la mágica herramienta. Si se imprime demasiado -para dárselo por ejemplo al gobierno derrochador o a un ayuntamiento populista-ocurrirá uno de los grandes males que nos empobrecen a todos. Es como las siete plagas bíblicas o el cuarto jinete del apocalipsis para los apóstoles de la música celestial. Friedman lo dice muy clarito: “La inflación es una enfermedad, una peligrosa y a veces fatal enfermedad que, si no es controlada a tiempo, puede destrozar una sociedad” ¡Cuánto dramatismo verdad! ¿Y, se preguntarán ustedes, por qué la inflación es el mal más terrible? ¿No parecen mucho peores el paro, la miseria o la brutal desigualdad que padecemos? La inflación es la coartada perfecta del neoliberalismo monetarista para imponer sus políticas antisociales. Pero ojo, ¿qué clase de inflación? Sólo les obsesiona, de hecho es el único mandato del BCE, la inflación de bienes y servicios, el famoso IPC. Sin embargo, no les preocupa en absoluto la brutal inflación de rentas causada por los precios desorbitados de la vivienda o los astronómicos pagos de intereses producto de una deuda colosal que ahoga la actividad económica. El gasto en vivienda –hipoteca y alquiler- supone más de la mitad del gasto total de una familia media pero eso a los sesudos expertos de la banca central se la trae al pairo, quizás porque sus políticas se basan precisamente en provocar la brutal subida de los precios inmobiliarios para que se forren sus colegas del casino financiero. Esto es lo que entiende por política económica la música celestial: desmantelar el Estado del bienestar y facilitar la acumulación de poder en el sector privado capitaneado por la banca. Quizás les suene: se llama neoliberalismo y lleva en el poder cuarenta años.

Cuarta falacia: Los bancos son únicamente intermediarios financieros que canalizan el ahorro hacia la inversión y la deuda privada es irrelevante

En este punto aparece un ligero problemilla, una china en el zapato para la música celestial de la ortodoxia económica. Si el dinero es algo insignificante, un simple lubricante de los intercambios, ¿qué pasa entonces con los niveles colosales de deuda privada que existen actualmente? ¿Sólo es mala la pública, generada por el estado derrochador? ¿No sabemos todos que la colosal deuda hipotecaria y el castillo de naipes de activos financieros derivados levantado sobre ella han causado la reciente crisis con todas las terribles consecuencias que aún padecemos? ¿Tiene eso algo que ver con el dinero y su modo de producción en eso que algunos radicales-que no son economistas de la música celestial- llamamos aún capitalismo? Quizás ya hayan adivinado la respuesta. No, en absoluto, la deuda privada no representa ningún problema para la música celestial, para ellos es como el dinero, algo insignificante, un lubricante del circuito virtuoso de la economía libre de mercado. Piensen, si no me creen, en lo siguiente: ¿algún economista serio alertó del enorme peligro de las montañas de deuda hipotecaria que había en la economía mundial antes del crack de 2007? ¿Y saben por qué? Verán que explicación más sencilla nos dan: la deuda sólo refleja el flujo de ahorro canalizado hacia la inversión de los benditos emprendedores. No es dinero nuevo ni se añade nada a los circuitos económicos que no estuviera antes en ellos, por tanto no provoca la pesadilla de la inflación ni desequilibrio alguno sobre la economía. ¿Y adivinan ustedes quién canaliza el sacrosanto ahorro hacia la inversión? Sí, lo han adivinado: los serviciales bancos. Esa es la función que les asignan los sesudos manuales de la música celestial: los bancos son sólo intermediarios financieros, así los llaman a los angelitos. Este es el círculo virtuoso de una economía sana de mercado que proporciona, insisto, si no se entromete el estado derrochador, prosperidad y bienestar para todos.

Bien, volvamos a la cruda realidad. Dejemos los  mandamientos del catecismo de la pseudociencia económica, que por desgracia son la base del conocimiento común sobre tan neurálgicos asuntos de la mayor parte de la población. Como dice el economista Steve Keen, uno de los que no se creen toda esta sarta de monsergas -y por eso precisamente, sí que anticipó el tremendo batacazo de 2008-: “si estás creando un modelo económico sin dinero ni deuda privada, será formal y matemáticamente grandioso, pero no estás modelizando el capitalismo”. Jordi Llanos abunda en el delirio de la ideología dominante: “Una de las cosas más destacables es que la crisis explotó en un sector –el financiero- que desde el punto de vista del corpus neoclásico es meramente auxiliar, un simple intermediario que canaliza el ahorro hacia la inversión. “El dinero y el sistema financiero carecen de relevancia para el paradigma dominante, lo que para un profano debe de resultar asombroso y, ciertamente, lo es”. Asombroso sin duda, pero también muy eficaz para legitimar las políticas neoliberales de austeridad y recortes de servicios sociales. Claudio Katz resume la agenda oculta que esconden las falacias dominantes: “El mito de la moneda exógena, pasiva y neutral ha servido especialmente para justificar el otorgamiento de plenos poderes a los banqueros, que manejan la política monetaria”. Tratemos pues de desentrañar estas mentiras que ocultan la realidad de la máquina de succión de riqueza social que representa el modo de producción del dinero en el capitalismo actual.

¿Cómo nos explotan las finanzas? Les presento a la máquina de succión

Primer nivel: La bancarización global. La máquina de succión del dinero privado y la guerra contra el efectivo

Uno de los ámbitos donde, como dice el viejo Marx, resulta más patente la inconsciencia con la que participamos activamente de los mecanismos a través de los que se agudizan nuestro empobrecimiento y el sometimiento al poder de las grandes corporaciones es el uso masivo que hacemos de los últimos avances tecnológicos en medios de pago. Deslumbrados por la imagen que se transmite de la economía digital como algo “empoderante”, moderno y aspiracional, ignoramos que la omnipresente tarjeta de crédito o la última aplicación de pagos de Facebook activan un cúmulo de dispositivos ocultos cuyos efectos inciden directamente en nuestras condiciones de vida. Más allá de las formidables consecuencias derivadas de la trazabilidad y el control social que supone el registro de cantidades ingentes de datos, el uso del dinero privado de la banca alimenta la maquinaria de extracción de riqueza real que encarece los bienes y servicios básicos a través del flujo continuo de comisiones e intereses ocultos generados por el nivel creciente de endeudamiento de los agentes económicos. En un artículo titulado gráficamente ‘Ganancias usureras sobre dinero fantasma’ Ellen Brown describe la suculenta tarta de comisiones que supone el dinero electrónico-digital para las grandes corporaciones proveedoras del servicio y los intermediarios bancarios depositarios de nuestros ahorrillos: “Hay multas por retraso en el pago, por exceder el límite de crédito, cargos por gastos de transferencia entre cuentas, por retiro de efectivo y otras tasas, además de las muy lucrativas comisiones sobre los comerciantes. Los clientes cubren el coste con precios más altos”. Como explica Brett Scott, que se refiere a este proceso como ‘La gentrificación del pago’, por la progresiva exclusión del efectivo de las transacciones ordinarias: “El pago digital es el dominio de las empresas financieras transnacionales. Utilizar —o ser obligado a utilizar— el pago digital supone entrar en su esfera de poder e influencia y exponer cualquier acto de consumo a su monitorización y trazabilidad”. La diferencia entre el dinero público y el privado es pues sustancial. El primero genera ingresos públicos de señoreaje derivados del privilegio de emisión del banco central, carece de trazabilidad y no se emite como deuda generadora de intereses. El segundo sin embargo es una máquina de comisiones e intereses derivados de su origen como deuda creada por los bancos. Scott resalta el punto clave: “Esta moneda digital es legalmente distinta del efectivo. Son pagarés privados que emite un banco, con la promesa de que accedas a la divisa nacional. Las profundas implicaciones para reforzar los mecanismos de control social de este gran hermano financiero son evidentes. “Los intermediarios pueden ver tus transacciones y recoger información sobre tus actividades económicas cotidianas, las instituciones públicas pueden expropiar o congelar el dinero, puede haber fallos en las infraestructuras y ciberataques. Dicho sin rodeos, el pago digital favorece un nuevo y vasto horizonte de vigilancia y control financieros, favorecido por la masiva bancarización de la población, al tiempo que expone a los usuarios a nuevos riesgos que no existen en la infraestructura del pago físico. Hay mucho en juego y el lobby bancario-tecnológico emplea ingentes recursos en imponer como sentido común la idea de que la economía digital es empoderante y práctica y presentar el efectivo como anticuado y peligroso, un apoyo del submundo del crimen y la economía sumergida o una excentricidad de ludditas monetarios. La masiva extensión del dinero bancario o de las nuevas aplicaciones electrónicas de pagos representa pues la expansión camuflada de la expropiación financiera y el control social con el que la banca extrae suculentos réditos de un bien público del que nadie puede prescindir. Sin embargo este primer nivel de la máquina de succión palidece ante la monumental maquinaria de extracción de riqueza social que representa la generación de deuda a través de los préstamos hechos ‘del puro aire’ por parte de la banca privada.

Segundo Nivel: Expropiación financiera. La fábrica de dinero-deuda del ‘puro aire’ de la banca privada 

¿Cómo se fabrica el dinero? ¿Cómo crea el BBVA los 5 o 6000 que te da tan alegremente para financiarte un máster o la compra de una motocicleta? A pesar del mito, tan profundamente arraigado, de la impresora de billetes en manos del banco central, la creación de dinero es el gran negocio de la banca privada que genera el 97% del que circula. Por tanto, el dinero nace como deuda generada por la banca y muere cuando se paga la deuda con intereses. Vivimos sobre montañas de deuda. Deuda de las empresas, de las familias y del Estado. Actualmente en España la deuda total -con su colosal carga de intereses a cuestas- triplica la riqueza generada en la economía y, aunque parezca increíble, no se ha reducido en absoluto tras el colapso del castillo de naipes financiero de hace una década. Veamos pues un poco más de cerca cómo funciona esta enorme máquina de succión de riqueza real que representa la fábrica de dinero-deuda en manos privadas. La cosa realmente parece mágica. Un economista bastante honesto llamado Galbraith dijo algo muy ilustrativo al respecto: El proceso de creación de dinero por los bancos es tan simple que repugna a la mente. Un banco fabrica deuda. Pero no es como una empresa que produce bienes con materias primas y demás factores productivos. Un banco crea deuda de la nada, del puro aire se suele decir. Frente al mito del intermediario financiero, lo cierto es que no necesita depósitos previos para poder prestar. En ese momento se crea el dinero, mediante una anotación electrónica, unos dígitos mágicos que aparecen en la cuenta bancaria del prestatario. Y ya está. Lo anotan en una pantallita y a correr. Lo reconocen hasta los sesudos papers de los bancos centrales. Un magnate yanqui -un tal Henry Ford, no sé si les suena- decía que si la gente conociera cómo funcionan realmente los bancos habría una revolución antes del día siguiente. Lo que es seguro es que no existe otro sector en el que los consumidores sean tan absolutamente ignorantes de las características del producto que adquieren. La inferencia lógica es de una relevancia económica tan extraordinaria como ignorada: los bancos crean dinero para el principal del crédito pero no para los intereses. Éstos se tienen que pagar con más créditos y más extracción de riqueza real, lo que convierte la vida económica en una desesperada lucha por encontrar fuentes de ingresos que permitan sufragar los costes financieros de la montaña de deuda creada por la banca privada. Una gigantesca extracción de riqueza social hacia la cúspide de la pirámide y un enorme propulsor de la desigualdad social. Se calcula que el 10% más rico de la población es receptor neto de los flujos de intereses a través de los rendimientos de sus activos financieros mientras que el resto somos sufridos pagadores, incluso aunque no tengamos crédito alguno, a través por ejemplo de los intereses ocultos que mencionábamos antes. Ese es el gran secreto del poder de la banca. Planificar la economía dirigiendo la financiación hacia determinados sectores y actividades, los que ellos deciden. Y cada vez más la expropiación financiera se dirige al crédito personal, principalmente hipotecario. Fíjense en la composición del crédito del BBVA: sólo un 15% es crédito productivo y más del 60% es crédito personal, principalmente hipotecario. Les voy a poner sólo un simpático ejemplo de las asombrosas situaciones que ocurren cuando se descorre el velo de misterio que oculta las actividades de la banca privada. Se trata de un famoso juicio hipotecario ocurrido en USA en el 69 que relata Alejandro Nadal. El demandante, un abogado llamado Daly, que había impagado un préstamo hipotecario y estaba a punto de perder la casa, denunció al banco alegando que no le podía quitar la casa porque en realidad había creado el dinero del puro aire y no había puesto nada de su parte al hacer el préstamo. Sigo con el relato de Nadal: En su testimonio ante el juez, el director de la sucursal declaró que, en efecto, su banco había creado íntegramente los 14 mil dólares al inscribir una entrada en su contabilidad acreditando dicha suma al señor Daly, tal como si éste hubiera realizado un depósito por esa cantidad. En las curiosas palabras del funcionario del banco, ‘tanto el dinero como el crédito comenzaron su existencia cuando fueron creados de esta forma”. Me suena muy fraudulento,” expresó el pasmado juez. La sentencia fue favorable al demandante al quedar acreditado que el contrato era nulo y el señor Daly conservó su casa. Imagínense ustedes el “pifostio” que se montaría si de repente un juez dijera que todo el préstamo hipotecario es fraudulento e ilegal. Ojo, no sólo las cláusulas suelo, el vencimiento anticipado o demás cláusulas abusivas sino el hecho mismo de ceder la garantía sobre la vivienda al banco y comprometerse a devolver el principal más jugosos intereses a cambio de un dinero creado del puro aire. Imagínense que un juez de estos del supremo, tan imparciales a la hora de servir los intereses de la ciudadanía, dictaminara que los bancos no tienen derecho a quedarse con la casa y que, en caso de impago del préstamo, tienen que aceptar la pérdida como todo hijo de vecino. ¿Qué les parece? ¿Se dan cuenta de que se derrumbaría el colosal negocio del crédito hipotecario y del castillo de naipes de la titulización de hipotecas que sostiene la matriz de rentabilidad del casino financiero global? A la luz de esta constatación, dicho sea de paso, se entiende mejor el trasfondo de la crítica por parte de algunos abogados y organizaciones de vivienda a la política estrella de la pah-barcelona ante la oleada de desahucios y ejecuciones hipotecarias tras la crisis financiera: la dación en pago. A pesar de la apariencia de victoria sobre el poder omnímodo de la banca privada, se trata en realidad del reconocimiento de una derrota que desarma a los afectados al renunciar a la vivienda a cambio de la condonación de la deuda restante en lugar de plantear la batalla legal en torno a la completa falta de legitimidad del crédito hipotecario. La PAH-Madrid, una de estas organizaciones críticas con la casa matriz, describe la dación en pago como “una alternativa tóxica y letal en su aplicación generalista y populista”. Y lo cierto es que, como han demostrado quienes han tenido el coraje de ir más allá en la investigación y denuncia de los atropellos perpetrados por la banca patria, motivos para cuestionar la legalidad de todo el sistema no faltaban en absoluto.
El fraudulento crédito hipotecario es pues el núcleo de la matriz de rentabilidad del capitalismo financiarizado. Costas Lapavitsas, autor de un libro magnífico de título ilustrativo: ‘Beneficios sin producción: cómo nos explotan las finanzas’, explica muy bien la diferencia esencial entre el crédito empresarial y el personal: “las finanzas dirigidas a los ingresos personales apuntan a satisfacer necesidades básicas de los trabajadores -vivienda, consumo, seguros-. Difieren cualitativamente de las finanzas dirigidas a la producción capitalista. Estrictamente, la ganancia de la banca puede dividirse entre, primero, el interés obtenido de los préstamos hechos a los capitalistas y, segundo, el interés obtenido de los préstamos hechos a los trabajadores. El primero representa habitualmente una proporción de la plusvalía. El segundo incluye una proporción de la renta personal y es un resultado característico de la expropiación financiera”. Al trabajador se le explota en el trabajo -de ahí el capitalista paga a la banca los intereses del crédito que le concedió para emprender su actividad-, y fuera del trabajo, cuando se le extraen los intereses de la hipoteca, de las tarjetas de crédito y demás productos bancarios. No es difícil imaginar la bomba de relojería que supone basar la actividad económica y la rentabilidad del sistema capitalista en el endeudamiento masivo. Freeman lo explica muy clarito: “en última instancia el ingreso financiero sigue dependiendo de la producción; una hipoteca entra en impago cuando el valor real que paga por ella deja de producirse”. Michel Aglietta explica de nuevo el punto clave sobre la función real del dinero y la deuda en nuestra sociedad. Fíjense qué lenguaje más diferente al que estábamos habituados en los manipuladores voceros de la música celestial: “Si los salarios crean división social, determinando el poder de una clase social sobre otra, ese poder es el poder del dinero. Para ser más precisos, es el poder de aquellos que detentan la prerrogativa de crear dinero, con el fin de transformarlo en un medio de financiación de la producción y el consumo de los obreros, sobre aquellos cuyo único acceso al dinero es la venta de su capacidad de trabajo”. Así pues el dinero es la encarnación del poder social al servicio del interés privado. Si fuera sólo un lubricante de los intercambios, como reza la música celestial, el capitalismo simplemente no existiría, así de sencillo.

¿Es sostenible este modelo de acumulación basado en la deuda a muerte? ¿Cuál es la relación entre esta exacerbación de la expropiación financiera y la evolución del capitalismo neoliberal?

Toda la evolución económica del último medio siglo se puede resumir en una escalada degenerativa reflejada en la dependencia creciente de la máquina de producir dinero-deuda para sostener el maltrecho entramado de la economía capitalista que ya no se sostiene por sus propios medios. Anselm Jappe en un texto de título muy expresivo, Crédito a muerte, resalta el punto clave: El crédito puede posponer el momento en el que el capitalismo alcance sus límites sistémicos, pero no puede abolirlos. Incluso el mejor de los encarnizamientos terapéuticos debe concluir algún día”. En los precisos términos de Michel Husson:“El consumo derivado de ingresos no salariales (rentistas) y el recurso al crédito personal deben compensar el estancamiento del consumo salarial. He aquí, por cierto, la raíz del brutal aumento de la desigualdad. De este modo, la falta de oportunidades para sostener una acumulación rentable, a pesar de la recuperación de los niveles de ganancia gracias a la ofensiva neoliberal sobre los trabajadores de todo el mundo, movilizó una masa creciente de rentas financieras en busca de valorización: esta es la fuente del proceso de financiarización”. Jorge Beinstein hace una magnífica descripción de la toxicidad de un modelo semejante: El aparente “circulo virtuoso” había mostrado su verdadero rostro: en realidad se trataba de un círculo vicioso donde el parasitismo financiero se había expandido gracias a las dificultades de la economía real, a la que drogaba cargándola de deudas cuya acumulación terminó por bloquear el fabuloso crecimiento del globo financiero”. La catástrofe, a pesar de los cantos de sirena de los guardianes de la ortodoxia, era inevitable. Lapavitsas describe el castillo de naipes levantado sobre la colosal montaña de hipotecas como el detonador de la crisis de hace una década: “Para los bancos comerciales, involucrarse en expropiación financiera se traduce primariamente en créditos hipotecarios y de consumo. Pero dado que las hipotecas típicamente tienen larga duración, una fuerte preponderancia de las mismas habría vuelto las hojas de balance bancario insoportablemente ilíquidas. La respuesta fue la titulización, es decir, la adopción de técnicas de banca de inversión. Las hipotecas se originaban pero no se mantenían en la hoja de balance”. He ahí el gatillo que provocó el colapso de 2008. Cuando el hilillo de riqueza real proveniente de los menguantes ingresos de millones de trabajadores estadounidenses se secó, el castillo de naipes creado por la ingeniería creativa de los magos de las finanzas se derrumbó. El juego se había acabado.

Diez años después, no parece en absoluto que se haya alterado la matriz de rentabilidad del capitalismo senil. Más bien podríamos decir que vuelve por sus fueros: “La deuda global alcanzó en el primer trimestre de 2018 la friolera de 247 billones de dólares, situando el ratio de apalancamiento con respecto al PIB mundial en el 318%, según los últimos datos dados a conocer por el Instituto Internacional de Finanzas”

En un artículo muy detallado, The Economist, una de las biblias de los gurúes del casino, constata preocupado que “los mercados son alcistas en todos los activos”. Hay numerosas burbujas. En los mercados bursátiles pero también, una vez más, en el sector inmobiliario. El tono es alarmista. Pronto o tarde una o varias de estas burbujas van a estallar, tal vez simultáneamente. El economista marxista Michael Roberts califica la economía actual de ‘mundo fantástico’: “La Larga Depresión se ha convertido en un mundo fantástico en el que suben los precios financieros y se inflan enormes burbujas de activos, baja la inversión y se reduce el crecimiento de la productividad, en el que casi todo el mundo puede conseguir un trabajo a tiempo parcial, temporal o por cuenta propia pero no ganar para vivir dignamente”. Según Andrés Piqueras: “Hoy vivimos en un capitalismo irreal, ficticio, moribundo, cuya economía aparenta que sigue funcionando porque vive asistida a través de la invención incesante de dinero de la nada, y de una deuda creciente que está devorando toda la riqueza social y natural”. El mayor responsable de la evolución hacia este capitalismo ‘fantasmagórico’ es el otro protagonista estelar de la máquina de succión: la banca central moderna.

Tercer Nivel: La máquina de succión de la deuda pública: la banca central independiente. El bombero pirómano

Hay un protagonista estelar de las políticas desarrolladas por la gobernanza del capital para paliar la debacle de 2008: la banca central independiente, la clave de bóveda en el andamiaje de la máquina de succión del dinero moderno. El principio fundamental de la banca central global es la prohibición de financiar directamente a los gobiernos con la excusa del peligro despilfarrador del gasto público que, como decíamos, es una de las falacias favoritas de la música celestial. De este modo, el más importante de todos los poderes, la autoridad para crear el dinero de curso legal, pertenece a una institución totalmente opaca que está al servicio del lobby financiero global –véanse las puertas giratorias entre sus ejecutivos Lagarde, Dragui, etc- para exprimir los recursos públicos a través del servicio de la deuda. El esquema se repite: la “máquina de succión” de la deuda pública volcando ‘masas colosales de riqueza’ real al sector financiero. “En 2011, el gobierno federal de los Estados Unidos pagó 454.000 millones de dólares en intereses sobre la deuda federal (casi ¡un tercio! del total de 1.1 billones de dólares pagados en impuestos sobre la renta ese año) en una colosal transferencia de rentas hacia la cúspide de las finanzas globales”.

Carlo Vercellone explica el punto clave en referencia al BCE: “En la eurozona los Estados se encuentran privados de la existencia de un prestatario de última instancia y dependen de los mercados financieros para su financiación. De este modo ha podido instalarse el gobierno de la renta a través de la deuda soberana, un gobierno ya explícito que dicta las políticas económicas de austeridad y de expropiación de las instituciones del bienestar social”. El pago de intereses –el principal no se devuelve nunca- de la deuda pública supone en España el tercer capítulo del gasto público después de las pensiones y las transferencias autonómicas: más de 30000 millones de euros anuales, mucho más de lo que se gasta el gobierno en subsidios de desempleo o en servicios sociales. Theotonio Dos Santos resume el punto esencial: “La misión de estas instituciones es transferir, bajo las más diversas formas, masas colosales de riqueza al sector financiero. Se trata de una expropiación de los recursos obtenidos por los distintos tipos de ingresos fiscales para transferirlos al sistema financiero bajo los pretextos más increíbles y las maneras más inventivas”.

No sólo eso. La banca central independiente se ha convertido asimismo en el salvador del sistema financiero y por extensión del capitalismo global tras la debacle de 2008. Les presento al esotérico ‘relajamiento cuantitativo’, la famosa QE, la mayor manguera de liquidez enchufada al sistema financiero de la historia de las finanzas globales. Bajo toda la jerga tecnocrática y el oscuro lenguaje de los Mario Dragui y compañía se esconde el rescate más colosal de la banca privada y de todo el sistema financiero mundial que han visto los tiempos. No les voy a abrumar con tecnicismos. En resumidas cuentas, el BCE absorbió toda la morralla de deuda basura y de activos titulizados procedente del colapso de la crisis financiera en manos de los grandes bancos privados a cambio de dinero fresquito de su cosecha para sanear los balances de la banca quebrada. Como dice Lapavitsas, al final es el dinero público de la banca central y el rescate fiscal de los estados los que pagan los platos rotos del festín financiero: “Ya fuera en forma de flexibilización cuantitativa o de crédito normal a los bancos, la provisión de liquidez por parte de los bancos centrales representa también un subsidio público, ya que sustituye el crédito privado con riesgo por crédito publico seguro.

Y dirán ustedes también, pensando un poquito más sobre el aparentemente milagroso remedio, ¿realmente puede el todopoderoso banco central restablecer la salud de la economía él solito atiborrando de dinero fresco los canales financieros? La colosal inyección de liquidez a la banca, que representa el ‘relajamiento cuantitativo’, no ha ido a parar a la inversión productiva –no ha hecho acto de presencia el llamado ‘efecto goteo‘  hacia las PYMES y empresas no financieras-. Y si no díganme si alguien se cree el cuento ese de que hemos salido de la crisis. Veamos, después de una década de encarnizamiento neoliberal de recortes sociales y de austeridad, la desigualdad social está en niveles record en todo el mundo, el desempleo sigue en valores elevados y la precariedad campa por sus respetos, los precios de la vivienda vuelven a ser prohibitivos y los niveles de deuda estratosféricos que provocaron la crisis se han duplicado. Entonces, ¿para qué ha servido la Qe? No se lo van a creer. Únicamente para restablecer y sanear los balances de la banca y del casino financiero e inflar nuevas y colosales burbujas financieras e inmobiliarias que provocan brutales incrementos en la desigualdad social. La Qe es un motor de desigualdad al potenciar únicamente la ganancia del capital ficticio: dividendos, intereses y rentas. Como dice Michael Roberts: “La principal forma en que la desigualdad de la riqueza ha aumentado es mediante el aumento de los precios de los activos financieros”. Resalta el hecho de que más de 10 años después de la crisis financiera mundial, cualquier retorno a lo que antes se consideraba una política monetaria “normal” está más lejos que nunca, y la economía y el sistema financiero dependen completamente de la provisión de dinero ultra barato proveniente de los bancos centrales. ¿Y cuál de ellos encabezó el rescate del sistema financiero estadounidense traspasando al resto del mundo –de ahí la crisis de la zona euro- el grueso de los costes colosales del derrumbe del castillo de naipes del casino global? El dueño del billete verde, la moneda mundial y el pilar fundamental de la hegemonía imperialista estadounidense. Les presento al privilegio exorbitante.

Nivel 4: La aspiradora de la riqueza global: el privilegio exorbitante

Sin duda la aspiradora de riqueza que corona la máquina de succión del sistema financiero global es el privilegio exorbitante que sustenta la hegemonía geopolítica y financiera de EEUU a través del dominio del dólar en la esfera monetaria mundial. La función del billete verde como moneda de reserva en los intercambios globales y en los mercados financieros permite mantenerse a la superpotencia a costa de la riqueza generada en el resto del mundo. Estamos ante la clave oculta de la actual geopolítica, belicosa y agresiva, del imperio en decadencia. Michael Hudson explica el punto clave: “Ante el hecho de que cerca de la mitad de los gastos discrecionales del gobierno de EE.UU. son para operaciones militares – incluyendo el mantenimiento de más de 750 bases militares en el extranjero y operaciones bélicas cada vez más costosas en países de producción y transporte de petróleo – el sistema financiero internacional está organizado de tal manera que financia al Pentágono”. El funcionamiento del dólar como moneda cuasi mundial durante las últimas cuatro décadas, justo al comienzo de la hegemonía de las políticas neoliberales, ha supuesto un factor propulsor de la financiarizacion. Tal privilegio implica una máquina de succión de riqueza real del resto del mundo hacia la superpotencia. Como explica Varoufakis, en su tratado sobre el tema titulado muy gráficamente ‘El Minotauro global’: Siempre que una conductora nigeriana echa gasolina en su coche o que una fábrica china adquiere carbón australiano, la demanda de dólares estadounidenses aumenta. Todas las naciones exportan e importan. Si se importa demasiado, se reducen las reservas de divisas y es necesario obtener financiación. Esto vale para todas las naciones, pero no para los EE.UU, el único país que paga sus importaciones en su propia moneda. Estos dólares son utilizados asimismo como reservas internacionales para la adquisición por ejemplo de deuda pública estadounidense o activos bursátiles o financieros de Wall Street. Y la economía estadounidense es una máquina de generar deuda. Como dice Varoufakis: ¿Y quién iba a pagar los números rojos? Fácil: ¡elresto del mundo! ¿Cómo? Mediante un permanente tsunami de capital que fluía incesantemente a través de los dos grandes océanos para financiar los déficits gemelos de América. Todas las medidas adoptadas en las diferentes fases de la evolución de las geofinanzas imperiales de los últimos cuarenta años tienen el único propósito de mantener el dólar como divisa hegemónica, aun a costa de hacer saltar en pedazos el sistema monetario internacional vigente desde 1944 en Bretton Woods. De este modo, la globalización financiera aparece como un intento por preservar la hegemonía del imperialismo norteamericano. Y si no es suficiente con el imperialismo financiero de Goldman Sachs o de la Reserva Federal el Pentágono entra inmediatamente en acción. El carácter crecientemente agresivo de la política exterior de EEUU se explica –como refiere Hudson- principalmente por su creciente necesidad de mantener el privilegio exorbitante ante su declive productivo. Todos los ataques imperialistas al eje del mal –Libia, Irak, Siria o Venezuela- así como las surrealistas sanciones en la actual estrategia de la tensión contra Irán- tienen en común que son países que no tienen un banco central independiente y que tratan de salirse del circuito del dólar al igual que las potencias emergentes Rusia y China.

Resultante de la máquina de succión del dinero moderno: La acelerada degradación social

El dinero, o mejor, su modo de producción y circulación como instrumento de poder al servicio del interés privado es, como hemos tratado de mostrar, la clave de bóveda de la creciente asimetría entre las capacidades que podría tener el sistema económico, adecuadamente organizado para subvenir las necesidades de las personas y mantener los maltrechos equilibrios ecológicos con la tecnología y recursos existentes, y la concreción real de esas capacidades en un capitalismo cada vez más degenerativo. Keynes decía que en el año 2030 trabajaríamos quince horas a la semana debido al aumento de la productividad del trabajo causado por el extraordinario desarrollo científico y tecnológico y que viviríamos en un paraíso de abundancia en el que los rentistas y la especulación financiera habrían pasado a mejor vida. ¡Qué dotes proféticas verdad! Lo contrario sería mucho más cierto. Los rasgos descritos de los distintos niveles de la ‘máquina de succión’ de las finanzas modernas –y otros que nos hemos dejado en el tintero como los paraísos fiscales, auténticos agujeros negros del fraude y los flujos financieros globales sustraídos del control público- generan pues un agudo deterioro de la cohesión social. El economista francés Thomas Piketty, autor del best seller, ‘El capital en el siglo XXI’, pone el acento en uno de los aspectos más visibles: el enorme incremento de la desigualdad de rentas y riqueza en el capitalismo neoliberal. La tesis básica de Piketty es que si el rendimiento de la riqueza patrimonial –rentas, dividendos e intereses y patrimonio heredado, lo que nosotros llamamos la máquina de succión- es superior al crecimiento económico de la economía real, los propietarios de riqueza heredada o los receptores de rentas o dividendos de sus activos financieros se harán progresivamente más ricos que los que viven de su trabajo. La fase neoliberal de la globalización ha evolucionado hacia un ‘capitalismo de rentistas’ en el que hay cada vez más ingresos que acaban en manos de quienes poseen propiedad física, financiera o intelectual y menos en quienes se ganan la vida con el sudor de su frente. Lo que el periodista y escritor Guy Standing denomina plutocracia global. Piketty achaca esa peligrosa deriva al desmantelamiento del welfare state de los treinta gloriosos años posteriores a la segunda guerra mundial y a la hegemonía de las políticas neoliberales. El hecho sociológico más relevante de ese capitalismo con rostro humano fue el desarrollo de una clase media patrimonial –en España el 80% de las viviendas son en propiedad- que constituye, según Piketty, la “principal transformación estructural de la distribución de la riqueza en el siglo XX”. El peligro de erosión de ese colchón amortiguador debido a la creciente polarización social agudizada tras la crisis de la última década, junto con la creciente fragmentación y precariedad de la clase trabajadora son las causas profundas del movimiento de placas tectónicas que amenaza con romper la cohesión social de las llamadas naciones civilizadas. El rentismo financiero e inmobiliario, que sustituye a la economía productiva y al obrero fabril como eje de la vida económica, es pues un vector fundamental de la degradación social. Y el desconocimiento abrumador por parte de la población, directamente afectada por sus efectos, de las causas profundas de esa degradación social provoca el creciente protagonismo de irracionalismos ideológico-políticos de variado pelaje. Los pequeños rentistas, sobresaltados por la sacudida de la crisis y preocupados por su deterioro patrimonial, por sus pensiones futuras y por el precariado al que se ven abocados sus hijos son pues el caldo de cultivo que alimenta el cacareado avance del fascismo.

Como presenciamos actualmente, la tendencia en la política mundial, ante el fracaso del proyecto reformista de la izquierda light para paliar el embate neoliberal y la incapacidad de los sistemas formalmente democráticos de desarrollar políticas que mejoren las condiciones de vida de la gente, es hacia el populismo pseudofascista de la guerra entre pobres y a la degradación acelerada de la política espectáculo: ‘lo llaman democracia y no lo es’ clamaban los quincemayistas. El peligro ideológico que se deriva de esta configuración es que los Trump, Bolsonaro, Salvini y los fantoches mucho más cutres que sufrimos en la piel de toro ofrecen soluciones demagógicas pero seductoras–contra la inmigración, la inseguridad, la corrupción e incluso la especulación- que no mejoran en absoluto las condiciones de vida de las clases populares pero dan una protección aparente contra el abismo de precariedad y desigualdad provocado por la degeneración del sistema: el fascismo rampante ya ha permeado la capilaridad de la vida cotidiana. Si estos cantos de sirena de la extrema derecha consiguen captar la atención del precariado y de los que no quieren despertar del sueño propietario de la clase media patrimonial, como parece que ya está ocurriendo en todo el mundo, nos esperan tiempos muy oscuros. El hecho capital es pues una vez más el desconocimiento abrumador por parte de la población de las causas profundas de esa degradación social. Se trata de lo que el sociólogo Boaventura Dos Santos califica de ‘fascismo financiero’: “Hasta ahora, políticamente, las sociedades son formalmente democráticas. Hay libertad de expresión, relativa pero existe. Hay elecciones libres, por así decirlo, aun con toda la manipulación. Pero los asuntos de los que depende la vida de la gente están cada vez más sustraídos al juego democrático. El mejor ejemplo es el fascismo financiero. El fascismo financiero tiene una característica especial: permite salir del juego democrático para tener más poder sobre el mismo. Esa es la perversidad del fascismo financiero”. Todo el entramado que hemos descrito de extracción masiva de riqueza social se basa en la dictadura de las finanzas globales para condicionar decisivamente los aspectos de los que depende la vida de la gente por encima de cualquier control mínimamente democrático. Contra esta amputación de la soberanía de los pueblos llevada a cabo con éxito por el capitalismo financiarizado el reformismo es totalmente impotente al haber sido cercenadas las herramientas fiscales y monetarias que permitían hacer políticas redistributivas que limitaran el poder del capital. El capital no necesita ya, al contrario de los años 30, al fascismo clásico. Le basta con la deuda a muerte y la amputación de soberanía provocados por el potro de tortura neoliberal. Y tras el fracaso del reformismo socialdemócrata surgen los monstruos. Eric Toussaint destaca el punto clave que explica ese fracaso: “La crítica fundamental que se le puede hacer a Piketty es que piensa que su solución puede funcionar aunque se mantenga el sistema actual. Propone un impuesto progresivo sobre el capital para redistribuir las riquezas y salvaguardar la democracia, pero no se cuestiona las condiciones en las que estas riquezas se originan ni las consecuencias que resultan de ese proceso. Su respuesta sólo remedia uno de los efectos del funcionamiento del sistema económico actual, sin atacar la verdadera causa del problema. Pero sobre todo no nos puede satisfacer un reparto más equitativo de las riquezas, si éstas son producidas por un sistema depredador que no respeta las personas ni los bienes comunes , y acelera la destrucción de los ecosistemas”.

¿Es posible obligar al capitalismo a funcionar a medio gas?: les presento a los curanderos monetarios

He aquí pues la gran pregunta: ¿es posible poner la fábrica de dinero al servicio de un sistema económico que privilegie las inversiones productivas en una economía saludable y sostenible, que potencie los mecanismos redistributivos y reduzca la desigualdad? ¿Son viables medidas paliativas como la renta básica o el trabajo garantizado que tratan de paliar los deletéreos efectos de la máquina de succión y avanzar hacia un capitalismo atemperado?

Como Piketty, hay otros herejes de la música celestial y nostálgicos del Estado del Bienestar que proponen reformas de la maquinaria de fabricar dinero para corregir el rumbo degenerativo del capitalismo. Empecemos por los curanderos del dinero seguro. Verán qué receta mágica más maravillosa proponen: “Hay que sacar el dinero de la gente de los bancos, así se acabarán las crisis financieras y los costosísimos rescates con dinero público”. ¿Y dónde estaría el dinero entonces? Pues lo tendríamos a buen recaudo en una cuenta digital en el banco central, ese gran amigo del pueblo llano. ¿Quién se puede resistir a esta mágica receta? ¿Y qué harían los bancos entonces? Pues muy sencillo. Se dedicarían únicamente a prestar el dinero de los ahorradores a los benditos emprendedores, precisamente lo que dice la música celestial. Se les acabó el chollo a los angelitos de crear el dinero de la nada levantando el castillo de naipes del sistema financiero global. Nuestro querido Mafo, gobernador nada menos que del Banco de España de 2006 a 2012, los años más duros de la crisis inmobiliaria, se ha subido ahora al carro de los curanderos: “Si tuviéramos un sistema de ‘dinero seguro’ no habría crisis financieras” decía el arrepentido sobre la irresistible panacea. Su medida estrella se llama QE para la gente –recuerdan el helicóptero de mister Friedman soltando paquetes llenos de billetes, pues algo parecido- y consistiría en que el banco central apunte su manguera de liquidez a las cuentas de los ciudadanos que así tendrían un ingreso extra para desendeudarse y aumentar los niveles de consumo. ¡Qué maravilla verdad! Sólo hay un pequeño inconveniente. Pues que la máquina de succión de las finanzas globales se sostiene con la creación del puro aire de dinero deuda por la banca privada con la inestimable ayuda de la banca central independiente. ¿Alguien en su sano juicio puede creer que ambos renunciarían graciosamente a este privilegio? Como ven la propuesta de nuestros curanderos rezuma realismo por los cuatro costados. En un referéndum reciente en Suiza sobre la propuesta de dinero seguro fuera de los bancos, los precavidos helvéticos prefirieron mantener las cosas como están y dejarse de experimentos, no fuera a ser peor el remedio que la enfermedad.

Curanderos del dinero soberano y del trabajo garantizado: la teoría monetaria moderna.  

¿Qué les parecería a ustedes una economía con pleno empleo y salarios dignos para todos? ¿Quién podría resistirse al atractivo de una metamorfosis tan maravillosa del despiadado capitalismo realmente existente? ¿Y cómo hacemos esto? Pues ya verán qué sencillo y mágico resulta para estos curanderos. Una nación con dinero soberano, es decir, con un banco central propio, puede garantizar el pleno empleo. Se trataría, simple y llanamente, de poner al banco central al servicio del estado para financiar actividades productivas y crear empleo garantizado y universal. Randall Wray, uno de los apóstoles de la Teoría monetaria moderna, lo dice muy clarito: “El gobierno soberano es el monopolio proveedor de su moneda. Como tal, tiene una capacidad ilimitada de pagar por las cosas que desea comprar y cumplir los pagos futuros prometidos”.

Sí, lo han oído bien. Adiós a los recortes de servicios públicos y gasto social, adiós a las brutales dimensiones de la desigualdad y a la crueldad de las políticas de austeridad. ¿Y el pleno empleo? ¿No resulta irresistible una propuesta que garantizaría el trabajo para cualquier ciudadano dispuesto y laborioso en una sociedad arrasada por el desempleo y la precariedad? ¿Y qué hacemos con los bancos privados, esos angelitos? Aquí se diferencian de sus colegas, los curanderos del dinero seguro, porque les dejarían seguir creando dinero deuda y funcionando más o menos como hasta ahora. Salvo un pequeño detalle: habría que obligarles a portarse bien, a financiar actividades productivas y no especulativas. Todo muy realista como ven.

Ni que decir tiene que todos los grupos progresistas, que seguro que están aquí nutridamente representados -IU, Podemos, Attac y lo más granado de la izquierda internacional, Varoufakis, Corbyn y Sanders- apoyan entusiasmados la propuesta de la TMM. Bien, y entonces, ¿dónde está de nuevo el problema? El argumento más común de los curanderos subraya que la autonomía de las finanzas es consecuencia de la declinación de la industria, y en ese sentido contraponen “dos modelos de capitalismo”, el productivo y el especulativo. De esta distinción ilusoria surge la idealización de un “capitalismo sin especulación” que jamás existió. Como dice Michel Husson, el problema de los curanderos y de todo el reformismo en general –incluido la mayor parte del movimiento por el derecho a la vivienda encabezado por la PAH y los sindicatos de inquilinos- es que ignoran cuestiones tan elementales como que al capitalismo no le gusta funcionar a medio gas ni el Estado ha sido nunca una institución neutral que se pueda poner al servicio de los intereses generales de la población: “La fórmula de los reformistas monetarios es que la salida de la crisis implicaría que el capitalismo acepta funcionar con una tasa de beneficio menos elevada y que la finanza privilegia las inversiones útiles y no especulativas. Lo que es al mismo tiempo cierto pero incompatible con el fundamento mismo del capitalismo”. Es decir, que si reducimos el papel de las finanzas depredadoras, encaminándolas a inversiones productivas y alejándolas de la especulación estamos ignorando el leit motiv de la evolución del capitalismo en los últimos cuarenta años. Como dice, un poco cruelmente eso sí, Rolando Astarita: “La realidad es que los males del capitalismo –las crisis, la desocupación y la miseria- no se arreglan imprimiendo papelitos, o imaginando absurdas ingenierías bancarias”.

Conclusión: Cortar por lo sano

Lo que he tratado de contarles lleva pues a dos desagradables constataciones. En primer lugar: el capitalismo actual es irreformable (salvo implosión interna provocada por un nuevo colapso financiero) y la fábrica de dinero también, de hecho son una y la misma cosa. Y, en segundo lugar, la lúgubre conclusión que se desprende de lo anterior es que la democracia formal ha quedado completamente vaciada de contenido y que la degradación social generada por el carácter crecientemente parasitario del sistema de la mercancía sólo puede corregirse modificando de raíz la máquina de succión de la creación de dinero moderno. Por tanto, no queda más remedio que cortar por lo sano. Ninguna solución será realmente eficaz si no corta de raíz la base del poder del fascismo financiero: la fábrica de dinero en manos privadas como motor de la decadente acumulación de capital. Hay que ponerse pues de nuevo radicales y recuperar las viejas proclamas de la izquierda revolucionaria: nacionalizar o socializar la banca privada y acabar con la independencia de la banca central y recuperar así el control público y democrático de la fábrica de dinero como pasos imprescindibles para una transformación de auténtico calado. Tiene precedentes: uno de los primeros decretos de la revolución rusa fue la nacionalización de la banca. Obviamente, no se trata de una propuesta realista pero, a diferencia de las recetas de los curanderos, muestra que solamente las transformaciones radicales pueden combatir realmente la degeneración acelerada del capitalismo y el peligro fascista que conlleva. Aunque esta degradación progresiva, como expresa brillantemente el filósofo Alba Rico, quizás sea por desgracia la opción más probable: “Un sistema que, cuando no tiene problemas, excluye de una vida digna a la mitad del planeta y que soluciona los que tiene amenazando a la otra mitad, funciona sin duda perfectamente, grandiosamente, con recursos y fuerzas sin precedentes, pero se parece más a un virus que a una sociedad. Puede preocuparnos que el virus tenga problemas para reproducirse o podemos pensar, más bien, que el virus es precisamente nuestro problema. El problema no es la crisis del capitalismo, no, sino el capitalismo mismo. Y el problema es que esta crisis reveladora, potencialmente aprovechable para la emancipación, alcanza a una población sin conciencia y a una izquierda sin una alternativa elaborada”. No crean que sólo les voy a rememorar sonoras y utópicas proclamas revolucionarias. Existen también  opciones más al alcance de nuestra mano. Como les decía al principio, una forma de limar aunque sea simbólicamente, el poder omnímodo de la banca es romper relaciones con ella y prescindir de sus omnipresentes productos. Rescatar la acción directa y la propaganda por el hecho de los viejos anarquistas. Si me permiten la confesión, en este ámbito predico con el ejemplo ya que no tengo cuenta corriente ni ningún otro producto bancario. Se lo recomiendo, a pesar de las inevitables molestias se vive mucho más tranquilo y se ahorra uno ir por la vida con la nariz tapada por tener tratos con tan honorables instituciones. Se trata de un consejo práctico y cotidiano, al alcance de todos. Y probablemente no exista otro ámbito de la realidad socioeconómica en el que una modificación sustancial de nuestra relación con el dinero y sus fabricantes pueda desencadenar efectos más desestabilizadores. No sé si recuerdan la acción  “guerrillera” propuesta por el ex-futbolista Eric Cantona de retirar masivamente “el dinero de los bancos” como forma de derribar el sistema. Más allá de su efectismo al menos acertaba en señalar el poner el dedo en la llaga. En fin, tampoco hay que hacerse ilusiones pero me permito romper una lanza por la máxima cristiana de ‘predicar con el ejemplo’.  No creo que sea menos realista en absoluto que defender la renta básica o el trabajo garantizado y, al contrario de estas utópicas propuestas, esta puede llevarse a cabo. Sin embargo, lo anterior no deja de ser un remedo sumamente imperfecto de lo que en realidad debería ser el objetivo final: una sociedad humana sin dinero en la que se cumpla la máxima del muy honesto y pobre Carlos Marx: “a cada uno según sus necesidades y de cada cual según sus capacidades”. Existen algunos ejemplos, no se crean que hablamos de utopías marcianas. Según cuenta el historiador Jérôme Baschet, autor de un libro de título tan inspirador como ‘Adiós al capitalismo’: “En los comunicados zapatistas, resulta omnipresente la crítica del mundo del dinero y el culto que se le rinde al Dios Dinero en el reino del capital. Durante una de las sesiones de la Escuelita zapatista, una maestra se paró en medio de su explicación y presentó dos bolsas, una con monedas, otra con maíz. La conclusión de la lección fue que el maíz es vida y el dinero muerte”. Magnífica conclusión también para mí. Que contesta de paso negativamente a la pregunta que nos planteábamos inicialmente: ¿se puede vivir con dinero? He ahí la cuestión pertinente si no queremos seguir engañándonos con falsas esperanzas de microrreformas o esperar sentados el próximo colapso financiero global que nos haga seguir adentrándonos aceleradamente en la barbarie. Les dejo ya con una última reflexión de otro economista honesto que sirve como réplica final a todos aquellos que piensan que todos estos rollos son superfluos y teóricos y que no tienen nada que ver con las cosas de las que depende nuestra dura subsistencia cotidiana: “Lo importante es que estos procesos afectan diariamente a la gente; aumenta la tasa de explotación laboral, las jornadas de trabajo, los recortes en la seguridad social, en la asistencia médica y en la educación; y todo ello se debe a que la parte más importante de la remuneración de los capitales, en el casino global, es fruto del trabajo humano”