Fabuloso!!!
Maravilloso!!!
Buenazo!!!
Importante!!!
Increíble!!!
Son los adjetivos con que califican a los chistes, parábolas, cuentos, consejos, pequeñas historias o leyendas, paisajes, ciudades, fotos, música, etc. que me envían por internet y que atiborran mi buzón.
Qué ingenuos son al generalizar y violar mi individualidad. Muy pocas veces comparto esos calificativos. Suponen que todos somos iguales. A esas pocas veces que comulgo con el calificativo del remitente respondo, agradeciendo. Y, aunque no agradezca, siguen los envíos.
Se identifica a los que generalizan ingenuamente porque son los que con mayor frecuencia remiten mensajes, únicamente son mensajeros; a eso se dedican exclusivamente. No escriben cosas originales, de su propia cosecha. Cualquiera que fuese el resultado, eso ya sería un logro.

Los más ingenuos de los ingenuos dicen: no vayas a dejar de reenviar este mensaje a tus amigos y familiares. Estas personas son buenas y bien intencionadas.
Pero, ahí no termina el asunto. Yo me pongo en cuestión y me pregunto. ¿No seré también como mis inocentes remitentes, con el agravante de la soberbia? Simplemente, en ejercicio de mi libertad, podría borrarlos antes de abrirlos o marcarlos y considerarlos como spam; a la tercera vez ya quedan bloqueados para siempre y no aparecerán más en mi buzón. Sin embargo, ¡qué horrible y monótona fuese la vida si todos serían como yo! En la diversidad se siente la vida y que uno vive.
Por eso es que mis ingratos e inocentes remitentes de repente me sorprenden y se trasmutan en venerables Maestros. Y, sin pretenderlo, me hacen recordar que la humildad es una virtud y que la soberbia es el pecado superlativo.

Por lo demás, ya sentenció nuestro José Carlos Mariátegui: La unanimidad es infecunda.
Lima, 04/11/2010
rengifoantonio@yahoo.com