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viernes, 25 de agosto de 2017

MUJERES & COMUNA DE PARÍS: LOUISE MICHEL, LA COMBATIENTE DE LA COMUNA DE PARÍS



25-08-2017
Maestra, poeta y libertaria, esta menuda mujer representa el espíritu de una revuelta en la que las mujeres no solo conquistan el derecho a la educación, al divorcio y al trabajo, sino también a combatir codo a codo con los hombres.


“Cuando la multitud hoy muda Ruja como el océano Y a morir esté dispuesta La Comuna resurgirá Volveremos multitud sin número Vendremos por todos los caminos Espectros vengadores surgiendo de las sombras Vendremos estrechándonos las manos La muerte llevará el estandarte La bandera negra velo de sangre Y púrpura florecerá bajo el cielo llameante.”
(Louise Michel. Canción de las prisiones, mayo de 1871)

Durante la semana del 20 de mayo de 1871, el ejército de Versalles (la burguesía francesa aliada a los prusianos) avanza contra la Comuna de París. En el cementerio de Montmartre, en el corazón de la Comuna obrera, una mujer calzada con botas de soldado dispara su fusil. La metralla sostenida que retumba sobre su cabeza le hace pensar en un océano descargando su furia desde el cielo. Los obuses hacen temblar la tierra y las flores de las tumbas vuelan por el aire. Louise Michel se escabulle por un agujero de la tapia, solo para volver enseguida con refuerzos.

De los 50 hombres que la acompañan, pronto queda la mitad; poco después, quince; finalmente, solo tres siguen defendiendo la barricada sobre la calle Clignancourt. París arde en llamas la noche del 24 de mayo. Los fuegos pueden verse desde lejos: la calle Royale, Rivoli, las Tullerías, el Hôtel-de-Ville, el teatro lírico, la orilla izquierda, se destacan por el rojo crepitar sobre el cielo negro. Si la Comuna no va a sobrevivir, no se entregará a Versalles sin luchar. En aquellos días, Louise Michel siente que el tiempo es flexible. “Todo lo ocurrido se acumula, como si en esos días hubiéramos vivido mil años.”

Esta mujer menuda, de 40 años, representa el espíritu de la Comuna de París, donde las mujeres no solo conquistan el derecho a la educación, al divorcio y al trabajo, sino también el derecho a combatir codo a codo con los hombres.

Las mujeres de la Comuna

Tras la caída del Segundo Imperio de Luis Napoleón Bonaparte, con la derrota en la guerra franco-prusiana en septiembre de 1870, París proclama la República.

Con la ciudad sitiada por el ejército de Bismarck, el gobierno francés de Adolphe Thiers termina firmando la capitulación de Francia, aceptando la ocupación de la capital por los prusianos. Pero la Guardia Nacional parisina, formada en su mayoría por obreros y artesanos, se niega a rendirse al enemigo. Thiers se retira a Versalles y el pueblo de París toma el control de la ciudad.

El 18 de marzo, el ejército de Versalles intenta aplastar la rebelión y arrebatar los cañones en manos de los parisinos. Ese día, fueron las mujeres las primeras en salir a las calles, en una insurrección que da comienzo a la Comuna de París. Así lo cuenta Louise Michel: “Todas las mujeres se hallaban ahí. Interponiéndose entre nosotros y el ejército, las mujeres se arrojaban sobre los cañones y las ametralladoras, los soldados permanecían inmóviles. La revolución estaba hecha”. Poco después se convocan a elecciones para elegir los representantes de la Comuna de París, el primer gobierno obrero de la historia.

Como ya había ocurrido durante la Revolución francesa de 1789, las mujeres participaron activamente en la Comuna, formando asociaciones como el Comité de Vigilancia de las Ciudadanas y la Unión de Mujeres para la Defensa de París. Según Michel, más de 10.000 mujeres “diseminadas o juntas, combatieron por la libertad en los días de mayo”. “Con la bandera roja al frente habían pasado las mujeres; tenían su barricada en la plaza Blanche. Estaban allí Elisabeth Dmitrieff, la señora Lemel, Malvina Poulain, Blanche Lefebvre, Excoffons. André Leo estaba en las de Batignolles.”

En la plaza Blanche se mantiene una barricada defendida por un batallón de 120 mujeres. En el bulevar Sebastopol varias mujeres trabajan llenando sacos de tierra y cestas de mimbre. Las petroleuses, las incendiarias. Así llaman sus enemigos a las mujeres de la Comuna. Cada mujer que atraviesa las calles con ropa humilde y con un cacharro entre las manos es sospechosa. En Francia regía en aquellos años el Código napoleónico, que imponía a las mujeres la condición de menores de edad, sometidas al padre o al marido, sin derecho a ninguna actividad independiente, sin derecho al voto, ni al divorcio.

Las mujeres obreras se ven sometidas a una doble explotación y opresión. Por eso la Comuna de Paris trae la esperanza de un mundo nuevo para las mujeres del pueblo. En el muro del cementerio del Père-Lachaise, que hoy se conoce como el muro de los comuneros, cientos de luchadores fueron fusilados. Otros miles, deportados y exiliados Louise Michel, maestra abnegada, escritora y poeta, ocupa su puesto de combate en las barricadas. Defiende la París obrera que desde el 18 de marzo ha tomado en sus manos su propio destino. La Comuna ha creado una nueva forma de gobierno, con delegados electos y revocables que cobraban un salario obrero. Ha condonado las deudas a los inquilinos, expropiado los talleres abandonados para cederlos a cooperativas obreras.

La Comuna ha establecido la igualdad de las mujeres ante la ley, separando la Iglesia del Estado y expropiando al clero; un conjunto de medidas que no había tomado ninguna república liberal. La Comuna había defendido París, entregada por Thiers a los prusianos. La heroica Comuna había desafiado a la Europa del orden y el capital, eliminando “el ejército permanente, la policía, la burocracia, el clero y la magistratura”, al decir de Marx en el Manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores, escrito entre abril y mayo de 1871.

La represión y el exilio


Según las fuentes históricas, más de 30.000 personas fueron asesinadas en la semana sangrienta de mayo, cuando la represión se ensañó en las calles de París. En el muro del cementerio del Père-Lachaise, que hoy se conoce como el muro de los comuneros, cientos de luchadores fueron fusilados. Otros miles, deportados y exiliados. Louise Michel logró escapar, pero su madre fue detenida por la policía en su lugar, por lo que Louise se entregó para salvar su vida. Junto con decenas de presas fue hacinada en prisión, donde escuchaban por la ventana los fusilamientos de otros comuneros.

El juicio, en diciembre de 1871, se transforma en una tribuna para reafirmar su compromiso con la Comuna y con la lucha. “No quiero defenderme, no quiero ser defendida”, exclama Louise Michel, “pertenezco por entero a la revolución social y declaro aceptar la responsabilidad de todos mis actos; la acepto sin restricción”, relata Lissagaray en su historia de la Comuna. La heroína de Montmartre es deportada a la isla de Nueva Caledonia, colonia francesa en el Pacífico. El viaje a bordo del Virginie es también un descubrimiento; Michel señala que en esa travesía, reflexionando sobre la experiencia de la Comuna, se hizo anarquista. En la lejana isla del Pacífico, Louise Michel convive con los canacos, tribus originarias sometidas a la opresión francesa. La maestra enseña a los niños canacos y se convierte en defensora de su causa. “Una noche de tormenta durante la insurrección canaca, oí llamar a la puerta de mi compartimento en la choza. ¿Quién es? pregunté. Taïau, respondieron. Reconocí la voz de nuestros canacos, los que nos traían los víveres (taïau significa amigo).

En efecto se trataba de ellos, venían a despedirse de mí antes de alejarse a nado bajo la tempestad para unirse a los suyos y combatir a ‘blancos malvados’, decían ellos. Entonces, dividí la banda roja de la Comuna, que había conservado a través de mil dificultades, y se la di como recuerdo”. Después de varios años en Caledonia, Louise Michel puede volver a Francia en 1880. Allí retoma su actividad política -- por lo que pronto vuelve a ser encarcelada-- participando en movilizaciones contra el desempleo y en mítines y conferencias. Muere en enero de 1905, a los 74 años.

Su espíritu indomable sigue siendo la imagen viva de la Comuna.


Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.


viernes, 18 de agosto de 2017

FEMINISMO & SOCIALISMO MARXISTA: ELEANOR MARX, LA CUESTIÓN DE LA MUJER Y EL SOCIALISMO







 (Eleanor Marx. Internet Archive Book Images 16 de Agosto de 2017)

18-08-2017
Escritora, actriz, organizadora sindical, militante socialista y feminista, fue la primera traductora de Madame Bovary al inglés y la primera biógrafa de su padre, Karl Marx. La historia de una mujer que se ganó un nombre propio en la historia del socialismo.

Mayo de 1871. Francia se encuentra conmocionada por la Comuna de París, que concentra las esperanzas de la clase obrera y el odio de la burguesía europea. Durante la semana sangrienta del 20 de mayo fueron asesinados más de 30.000 trabajadores y más de 8.000 encarcelados. Pocos días antes, dos mujeres jóvenes cuyo apellido podía hacer saltar las alarmas de la policía francesa ingresaban al país con nombre falso.

Jenny y Eleanor Marx iban a Burdeos para buscar a su hermana, Laura, cuyos hijos estaban enfermos. Su esposo, Paul Lafargue, había desaparecido poco antes, después de viajar a París para ponerse al servicio de la Comuna. Jenny y Eleanor ayudaron a poner a salvo a la familia Lafargue atravesando los Pirineos, pero cuando regresaron a Francia para borrar sus huellas fueron detenidas. Retenidas en arresto domiciliario durante una semana, serían interrogadas sobre el supuesto escondite de armas y artefactos para construir bombas.

La prensa europea acusaba a Marx de ser el artífice de la Comuna, por lo que sus hijas eran consideradas peligrosas. La policía francesa perseguía a las pétroleuses, mujeres que habían tenido un papel destacado durante la Comuna, como la amiga personal de los Marx, Elisabeth Dimitrioff. Cuando su padre muere, en 1883, Eleanor tiene 28 años y junto con Engels trabajan para preservar su legado, sus manuscritos y su correspondencia Eleanor Marx tenía 16 años y ésta fue su primera experiencia política, que la marcará para siempre. Cuando regresa a Londres se pone a militar activamente, participa en la organización del Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores y en el comité de ayuda a los refugiados de la Comuna de París. Su perfecto manejo del inglés, alemán y francés le permite hacer de intérprete y se ocupa de organizar el primer acto de aniversario en homenaje a los comuneros.

Algunos, como el húngaro exiliado Leo Frankel, se enamoran perdidamente de la joven Marx. Pero quien despierta su interés es otro destacado comunero, el vasco francés Hippolyte Prosper-Olivier Lissagaray, quien poco después escribirá la primera historia sobre la Comuna de París con la ayuda de Eleanor. “Hans Röckle era un mago que llevaba una tienda de juguetes: hombres y mujeres de madera, animales fantásticos, gnomos y gigantes.

Las dificultades económicas lo obligaban a vender sus creaciones al diablo y los muñecos vivían grandes aventuras hasta regresar a la tienda”. Con seis años, la pequeña Tussy, como la llamaban en casa, escuchaba por las noches las historias que inventaba su padre. En ese período, Marx pasaba horas trabajando en sus manuscritos para El Capital, con la pequeña Eleanor jugando a su lado o montando a caballo sobre sus hombros. Sumida en grandes dificultades económicas, la familia Marx sobrevivía con la ayuda de Federico Engels, el General, como llamaba Tussy a su “segundo padre”.

En la casa de Jenny y Karl Marx todos eran lectores. Colecciones de historia, filosofía, las recientes obras de Darwin, escritos de Hegel, Rousseau y Fourier, novelas de Balzac y Dickens, la poesía de Goethe. El preferido era Shakespeare, que Tussy aprendió a recitar de memoria desde chica y despertó su amor por el teatro.

A los 18 años, Tussy busca independizarse --algo raro para una mujer soltera en la Inglaterra victoriana--, encuentra trabajo enseñando en una academia de mujeres en Brighton y mantiene una relación --por momentos clandestina-- con Lissagaray. Pero una crisis de nervios, la mala alimentación y el deterioro de su salud la obligan a regresar a Londres. Su actividad política no decae y en los años siguientes participa en los debates sobre Irlanda, los intentos de formación de un partido socialista independiente y la campaña de amnistía para los comuneros. Cuando su padre muere, en 1883, Eleanor tiene 28 años y junto con Engels trabajan para preservar su legado, sus manuscritos y su correspondencia.

Le escribe a Kautsky: “Su obra debe conservarse tal como es y todos debemos intentar aprender de ella. Así todos podremos caminar con sus largas piernas”. La mujer y el socialismo Golpeado por la muerte de su gran amigo, Engels revisa los estudios de Marx sobre la cuestión de la familia en la historia y da forma a su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884), obra pionera del feminismo socialista. Eleanor colabora, leyendo y discutiendo los borradores. Publica junto con su esposo, Edward Aveling, su propio trabajo: La cuestión de la mujer, un punto de vista socialista. Eleanor defiende que la lucha por la emancipación de las mujeres solo puede lograrse en el socialismo, y que ésta es un prerrequisito para aquel. Durante el agitado año de 1886, Eleanor y Aveling recorren 35 ciudades de Estados Unidos invitados por el Partido Socialista Laborista.

Tussy habla sobre la situación de los trabajadores y las mujeres obreras. El movimiento sindical norteamericano es un hervidero, después del encarcelamiento de los mártires de Chicago, que serán fusilados ese mismo año. El éxito de la gira solo se enturbia al final por unas denuncias contra Aveling, que derrocha parte del dinero del SLP en gastos superfluos. Aveling esconde a Eleanor sus relaciones con numerosas mujeres y miente sobre sus deudas. Contra la opinión de muchos dirigentes sindicales, Eleanor planteaba la necesidad de organizar a las mujeres y a los trabajadores no calificados.

En la década siguiente Eleanor Marx se dedica a numerosas tareas políticas y de organización del movimiento obrero. Participa del Congreso de fundación de la Segunda Internacional, donde conoce a Clara Zetkin (traduce su discurso sobre las mujeres) y cumple un papel destacado colaborando con las huelgas de los portuarios, los trabajadores del gas y las fábricas químicas de Silvertown. Auspicia la formación de la primera sección de mujeres en el Sindicato de trabajadores del gas, asesora a las trabajadoras de comercios en huelga y apoya la organización sindical de las obreras más explotadas que pelaban cebollas en fábricas alimenticias.

Contra la opinión de muchos dirigentes sindicales, Eleanor planteaba la necesidad de organizar a las mujeres y a los trabajadores no calificados. Después del fallecimiento de Engels, Eleanor recibe la mayoría de los papeles de Marx y se dedica a editar sus manuscritos. En 1897 publica Salario, precio y ganancia, mientras avanza en la biografía de Marx, pero el creciente deterioro de su vida personal le impide continuar. Aveling miente cada vez más y acumula deudas a costa suya.

Finalmente, la crisis alcanza su cenit cuando Eleanor se entera que Edward se ha casado con otra mujer, usando un nombre falso. Sumida en una grave crisis personal, Eleanor muere a los cuarenta y tres años en marzo de 1898 después de ingerir veneno. Al igual que la protagonista de la novela de Flaubert, Eleanor no logró sobrellevar su propia tragedia privada. Muchos de sus amigos y allegados consideraron a Aveling responsable --directo o indirecto-- de su muerte, y éste fallece pocos meses después.

El triste final de Eleanor Marx no oscurece la intensidad de su vida, sus aportes al movimiento obrero y al feminismo socialista. Como escribe su biógrafa, Rachel Holmes, “Eleanor Marx cambió el mundo. En el proceso, se revolucionó a sí misma.”

El 4 de mayo de 1890, 250.000 trabajadores se reunieron en Hyde Park, en Londres, para celebrar por primera vez el día internacional de los trabajadores. Eleanor Marx tomó la palabra ese día desde la tribuna. Al terminar el discurso, citó una de sus estrofas preferidas de Shelley:
Alzaos cual leones tras un largo sueño.
En número invencible.
Sacudíos vuestras cadenas y que caigan a la tierra como el rocío
que durante el sueño se posó sobre vosotros.
Vosotros sois muchos y ellos son pocos.