martes, 29 de junio de 2021

VARGAS LLOSA Y EL LIBERALISMO PUTREFACTO

 


Por: Álvaro García Linera

 

Todas las cosas envejecen: los organismos vivos, las personas y las ideas. Es la dureza de la segunda ley de la termodinámica. Pero hay maneras dignas de hacerlo, manteniéndose leales a los principios con los que se alcanzó el cenit de la existencia, consciente de los errores y sin arrepentimientos ni transformismos de última hora. Pero hay existencias que se corrompen por elección, que se degeneran por decisión. Son los seres que se revuelcan en la putrefacción del alma arrastrando tras de sí las pestilencias de un destino extraviado.

Este es el patético devenir del político Vargas Llosa de hoy; no de aquel genio literario que hizo méritos propios para entrar en la estantería de las letras universales con “La ciudad y los perros” o “Conversación en la catedral”. Su actual prosa política viene chabacana, llena de monstruosidades ideológicas que mancillan la pulcritud de los ideales conservadores que algún día profesó. Es como si hubiera un empeño deliberado por envilecer a la persona que obtuvo el Premio Nobel y dejar en pie a un decadente político atribulado por pasiones bárbaras.

Vargas Llosa se traga sus otrora enjundiosas convicciones democráticas para apoyar sin decoro a la heredera y encubridora del régimen fujimorista que cerró el Congreso de la Republica, suspendió al poder judicial, ordenó el asalto militar de medios de comunicación del Perú y promovió escuadrones de la muerte con decenas de masacres en su haber. Eso habla de un pervertido drama en el que un reposado liberal muta a un ardiente neofascista. 

Y no es un tema de temperamento débil o convicciones efímeras que quizá, en este caso, hayan ayudado a la elegancia de su prosa. En realidad, Vargas Llosa es un ejemplo, letrado de un desplazamiento emocional de la época.

Respalda groseras maniobras de la derrotada Keiko Fujimori que denuncia “fraude” electoral y anula miles de votos de comunidades indígenas y mantiene un curioso silencio frente al manifiesto de ex jerarcas militares para que las Fuerzas Armadas desconozcan la victoria de Pedro Castillo.  Así se emparenta ideológicamente con Trump que instigó a sus seguidores a tomar violentamente el Congreso de Estados Unidos en enero del 2021; o con el candidato presidencial Carlos Mesa que, al conocer su derrota en noviembre del 2019 contra Evo Morales, convocó a los suyos a incendiar los tribunales electorales bolivianos, incluidos los votos de los ciudadanos. Se trata de actitudes no muy diferentes a la de Bolsonaro que reprocha a las dictaduras brasileñas (1964-1985) el solo haber torturado en vez de haber matado a los izquierdistas; o a la indignidad de Piñera arrugando su pequeña bandera nacional, para mostrarle a Trump que sus colores y estrella cabrían en una esquina de la bandera norteamericana.

Son síntomas del ocaso de un liberalismo político que, en su rechazo a asumir con aplomo el crepúsculo de sus luces, prefiere desnudar sus miserias en la retirada. Antes podía jactarse de su filiación democrática, su tolerancia cultural y conmiseración por los pobres, porque, con independencia del partido político victorioso, los ricos siempre triunfaban en el mundo en el que las alternativas de “mundos posibles” estaban diseñados a su medida.

Ahora el planeta se ha sumergido en una incertidumbre de destino. Las élites dominantes divergen sobre cómo salir del atolladero económico y medioambiental que han provocado, los pobres ya no se culpabilizan de su pobreza, la utopía neoliberal se desvanece y los sacerdotes del libre mercado ya no tienen a sus pies a feligreses a quienes embaucar con redenciones futuras a cambio de complacencias actuales.

Es el tiempo del ocaso del consenso globalista. Ni los de arriba tienen criterios compartidos de hacia dónde ir; ni los de abajo confían en el viejo curso que los de arriba les señalaban. Todos viven un estado de estupor colectivo, de ausencia de futuro factible que desencadena, entre los humillados globales, estallidos de angustia, malestar, enojo y sublevación. Occupy Wall Street, el Movimiento de los Indignados en España, los “chalecos amarillos” de Francia, los levantamientos populares de Chile, Perú y Colombia, las oleadas de progresismos latinoamericanos, son los síntomas de una convulsa de época de ansiedades desatadas que apenas comienza. Nadie de los inconformes sabe con certeza hacia dónde ir, aunque saben con claridad plebeya y callejera lo que ya no pueden soportar. Es la época de un presente que desfallece y de un futuro que no llega ni anuncia su existencia y las viejas creencias dominantes se fisuran, se repliegan para dar paso a la incredulidad radical primero, y luego, a la búsqueda de alguna nueva certidumbre donde enraizar las esperanzas.

Se trata de un caos creador que erosiona las viejas tolerancias morales entre los de “arriba” y los de “abajo” y que, con ello, empuja al consenso neoliberal que agrupó a la sociedad a replegarse. La calle y el voto, ya no los medios de comunicación ni los gobiernos, son ahora los espacios de la gramática donde se escribirá el nuevo estado de animo popular.  La democracia se revitaliza desde abajo, pero paradójicamente por ello, se ha convertido en un medio peligroso para los ideólogos neoliberales que fueron demócratas en tanto el voto no pusiera en riesgo el consenso privatizador y de libre mercado. Pero, ahora que la calle y el voto impugnan la validez de este único destino, la democracia se presenta como un estorbo y hasta un peligro para la vigencia del neoliberalismo crepuscular.

Las denuncias de fraude que se extiende por las Américas, y que seguramente se harán presentes en Europa, no son sólo el aullido de guerra de los derrotados. Son la desesperada consigna de las ahora minorías neoliberales, para atacar sistemáticamente la institucionalidad democrática y la legitimidad del voto como modo de elección de gobernantes. El golpe de Estado tiende a instalarse como una opción factible en el repertorio político conservador.  Y todo ello lo hace cabalgando un lenguaje enfurecido que aplasta en su galope cualquier respeto por la tolerancia y el pluralismo. Enarbolan sin reparos el supremasismo racial contra indígenas y migrantes por igual.  Desprecian el inconformismo plebeyo al que califican de expresiones de “hordas salvajes”, “ignorantes” “alienígenas” o “terroristas”. Y en un anacronismo risible, desempolvan la fraseología “anticomunista” para encubrir con miedos atávicos el disciplinamiento violento de los pobres, las mujeres y los izquierdistas. El neoliberalismo va degenerando en un acomplejado neo fascismo.

Estamos ante la descomposición del neoliberalismo político que, en su fase de ocaso y perdida de hegemonía, exacerba toda su carga violenta y está dispuesto a pactar con el diablo, con todos las fuerzas tenebrosas, racistas y antidemocráticas, para defender un proyecto ya malogrado. El consenso universalista del que se jactaba el neoliberalismo en los años 90s, ha dado lugar al odio enfeudado de una ideología de outlet. Y, como lo demuestra el último Vargas Llosa, la narración de esta putrefacción cultural es un bodrio literario carente de la épica de las derrotas dignas.    

(Tomado de El DiarioAR)

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2021/06/27/vargas-llosa-y-el-liberalismo-putrefacto/

 

lunes, 28 de junio de 2021

DIALOGOS PALINGESICOS: 7 DIAS QUE CONMUEVEN AL PERÚ

 


27 junio 2021

Si, ha sido una semana caótica, pero creo que ha seguido cierto desarrollo lógico, diría como el flujo de una corriente subterránea, en las actuales circunstancias. Ha sido, creo, en cierta forma, una opereta donde los actores tienen una presencia simbólica de fuerzas históricas que están por encima de ellos. No pretendo desconocer el rol real de los actores, rol de sainete, pero peligrosamente trágico por sus consecuencias.

Quizás cabría decir, sin ánimo de grandiosidad, que fueron 7 días que conmovieron el mundo peruano, el mundo de los zorros, para prestarme la expresión de Arguedas. Esperemos que no sean más de 7 los días necesarios para desatar los nudos.

Estos sucesos, bien entendidos, confirman, al ojo avisado, por la forma en que se han alineado los actores dentro y fuera del Perú, el giro que está tomando la sociedad moderna, las luchas de clases a nivel internacional, las contradicciones internas en el Perú. Por supuesto, estoy muy lejos de decir con ello que el Perú determina estos desarrollos.

Creo que Castillo, o más bien el sufrido pueblo peruano, ya ha vencido. Si el gobierno de Castillo pudiera realizar los cambios que intenta, no cabe duda que se abriría un periodo histórico de engrandecimiento para el pueblo peruano. Obviamente, no se trata de la realización de un programa socialista, pero creo, sin embargo, que las reformas y desarrollos que se intentan no se oponen al sueño de una sociedad más igualitaria en la cual el pueblo tenga una participación efectiva en el manejo de la nación peruana y en la determinación de sus metas. En estos tiempos, eso, lejos de apartarnos del ideal socialista, debe servir para reafirmarlo y tomarlo como el norte de nuestras acciones. Para ello habrá que tener siempre presente la necesidad de una política de clase de los trabajadores, que sin negar ni oponerse infantilmente a un gobierno democrático, trabajen en el desarrollo de los propios intereses de la clase.

Romper las cadenas seculares del gamonalismo citadino y de la corrupción sería ya y también un gran paso democrático burgués, una nueva base que, en las actuales circunstancias, hacen pensar con optimismo el futuro. Pero habrá que vencer en el camino a las fuerzas oscurantistas (limpiar el poder judicial, entre las medidas más importantes).

Rebelde Marxista

UN PARTIDO QUE SE PAREZCA A LA SOCIEDAD QUE SE DESEA CONSTRUIR

El imperativo de ensanchar el corredor político-cultural crítico no capitalista en la sociedad cubana no implica demonizar las prácticas no estatales.

28/06/2021

Del 16 al 19 de abril de 2021 se celebró el 8vo. Congreso del Partido Comunista de Cuba, en un escenario pautado por dos fenómenos negativos de diferente naturaleza, pero interrelacionados: la pandemia de la Covid y la permanencia del bloqueo económico, financiero y comercial de los Estados Unidos contra Cuba, recrudecido por las nuevas medidas restrictivas impuestas por Trump y mantenidas por Biden. La Revolución estaba y está siendo objeto de maniobras contrarrevolucionarias asociadas al llamado “golpe suave.” El escenario estuvo también impactado por la implementación de una estrategia económica con vista a promover el desarrollo económico sostenible, aun en medio de las afectaciones mencionadas.

Dicha estrategia comprende la implementación de nuevas medidas para liberar de trabas burocráticas a la empresa estatal socialista de todo el pueblo, forma de propiedad fundamental que sostiene la meta de construir un socialismo próspero y sostenible. Unido a ello, se argumentó profundamente la legitimidad de las formas de propiedad y gestión no estatales (cooperativa y privada); se legitimó la contribución que debe realizar el llamado trabajo por cuenta propia o autoempleo, así como la micro, pequeña y mediana propiedad privada. El Congreso se pronunció por la superación de estereotipos que estigmatizaban a priori como antisocialistas a estas prácticas.

Al mismo tiempo que se reconoce el papel fundamental de la empresa estatal socialista de todo el pueblo como garantía del proyecto socialista, se convocó a facilitar los encadenamientos productivos entre todas las formas de propiedad y gestión estatales y no estatales en el entendido de que en las condiciones de Cuba todas sostienen la opción patriótica, antimperialista y socialista de la revolución cubana.

Se comprende que la sacralización de la propiedad privada (esa que al decir del joven Marx en los Manuscritos económicos y filosóficos de l844 nos ha hecho tan estúpidos al hacer depender la felicidad humana de la apropiación uso o disfrute individual, personal de los objetos), no es el antídoto adecuado para erradicar el estereotipo antes mencionado. Al contrario, la idealización de la propiedad privada deviene un mito que la ideología neoliberal esgrime para justificar la exigencia de las instituciones financieras del imperialismo, como el FMI, para exigir a los gobiernos latinoamericanos la privatización de la empresa pública. Resulta obvio que en las campañas contra Cuba se coloque en el centro de los ataques del proceso de actualización a la empresa estatal socialista, negándosele a priori su capacidad para lograr eficacia y eficiencia.

El imperativo de ensanchar el corredor político-cultural crítico no capitalista en la sociedad cubana no implica demonizar las prácticas no estatales, incluyendo los tipos de propiedad privada antes mencionados. Es importante también estimular la posible aparición de formas asociativas y de cooperación, comunitarias, que generen modos de intercambio no necesariamente ajustados a las leyes del mercado.

En el Congreso se profundizó sobre la alternativa cubana hacia un socialismo próspero y sostenible, el cual supone la asunción de la visión martiana sobre prosperidad, siempre a partir de las pautas ambientales que deben regir los procesos de desarrollo económico. Miguel Díaz-Canel, Presidente de la República, electo Primer Secretario del Comité Central, retomó en varios momentos la idea de Raúl Castro de que el hecho de tener un sistema político asentado en un partido único de la nación, obliga a que el Partido sea ejemplo de una práctica democrática participativa real. Y si como expreso Díaz-Canel que la labor del Partido era no solo defender sino revolucionar la propia Revolución, se comprende que esa práctica de democracia interna, antiburocrática partidista, se refracte en todas las instancias de la sociedad. Esto es en el gobierno, el estado y las organizaciones de masas que también manteniendo el espíritu fundacional de defensa de la Revolución deben atemperar sus prácticas y discursos al desarrollo político y cultural alcanzado por la sociedad cubana.

Pensar y actuar como país es un objetivo permanente que supone concebir la democratización socialista, no como un acto que se realiza de una vez y para siempre, sino como un proceso continuo de participación y empoderamiento popular en el que todavía tenemos mucho por andar. Pensar y actuar como país implica no separar nunca a Cuba del destino de nuestra América. Haciendo viable la alternativa cubana, contribuimos a descolonizar la subjetividad que padece el movimiento social-popular en América Latina y el Caribe, imponiéndose como única alternativa la variable neoliberal del dominio capitalista.

El perfeccionamiento de la democracia en nuestro país supone concebir la democratización socialista como un proceso ininterrumpido en el que consenso y disentimientoi no necesariamente sean dos polos de una antinomia imposible de armonizar e integrar en un juicio positivo. En no pocas ocasiones, los disentimientos producidos en una época o momento determinado, devienen fundamentos de nuevos consensos bajo otras circunstancias. De manera que existe una dialéctica entre ambos momentos que no debe ser simplificada por un pensamiento binario o dicotómico, que lejos de solucionar tensiones y conflictos, más bien, los perpetúan en el tiempo.

Por supuesto, en el caso del proceso histórico cubano, existe un parteaguas entre disentimientos que expresen una opción antagónica a la asumida por la voluntad mayoritaria del pueblo y otros tipos de disensos que expresen modos y caminos diferentes de arribar a un mismo objetivo.

En relación con los desafíos que tiene para la política revolucionaria el golpe suave, es válido aguzar la sospecha bien fundamentada, como momento necesario y legítimo inherente a la actitud de defensa de la Revolución, siempre y cuando no se erija sobre la base de un único patrón axiológico atemporal para deslindar “lo revolucionario” de “lo no revolucionario”. La diversidad no es un lastre a superar sino un aprendizaje político y humano que debemos articular en función de la hegemonía popular y socialista en nuestra sociedad.

En la sociedad deseada no tiene cabida ningún tipo de racismo ni de discriminación por el color de la piel. La heteronormatividad acendrada en nuestra cultura no debe ser esgrimida como dogma que legitime la discriminación de la diversidad sexo-genérica que nos conforma como sociedad. Estas ideas encontraron también eco en las discusiones del Congreso, quedando claro que el Partido debe ser paradigma de ese tipo de convivencia y unidad no discriminatoria.

De amplio consenso entre los delegados e invitados al evento partidista y en especial en el pueblo que escuchó y vio las intervenciones y debates fue el apoyo a las medidas dictadas por el gobierno para estimular la producción de alimentos, y generalizar buenas prácticas de tipo agroecológico que contribuyan a erradicar la mentalidad importadora de productos agrotóxicos, a la vez que que se garantiza la inocuidad y la elevación del valor nutricional de los alimentos.

Por último, se trata de que las circunstancias adversas que entorpecen el despliegue de ese pensamiento y acción colectivos nos obliguen a asumir el llamado a pensar y actuar como país sin retorizarlo como una frase recurrente en el discurso político actual.

Cada cual tendrá que interpretar y asumir y trabajar de modo distinto, superando vicios burocráticos y formalistas que inhiben la capacidad creadora de nuestro pueblo, y el papel asignado por Díaz-Canel al Partido de revolucionar a la Revolución.

 

i Ver Rafael Hernández, oncubanews.com

 

https://www.alainet.org/es/articulo/212828