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miércoles, 3 de julio de 2024

EN LA LUCHA CONTRA EL FASCISMO, ¿BASTA CON SER «ANTISISTEMA»?

 


HENRIQUE CANARY

En medio del ascenso de la extrema derecha, la izquierda anticapitalista se enfrenta a un debate: ¿debe radicalizarse y ocupar el espacio «antisistema» o enfocarse en preservar y defender las conquistas sociales existentes?

El resultado de las elecciones europeas ha impactado a todos. La extrema derecha ha avanzado significativamente en su proyecto de poder y sigue a la espera del resultado de procesos muy prometedores desde su punto de vista, como las elecciones francesas y estadounidenses, donde Le Pen y Trump podrían obtener la mayoría electoral. En Brasil, la resistencia y la fuerza del fascismo también son impresionantes. A pesar de la condena de Bolsonaro, el bolsonarismo sigue repleto de iniciativas políticas en una ofensiva que no da tregua al Gobierno. Ningún escándalo o error de cálculo puede hacer tambalear su sólido 35% de la sociedad.

Discutiendo esta realidad, muchos activistas y luchadores sociales han planteado un argumento interesante. Se ha dicho que la derecha ha crecido porque ha «ocupado el espacio antisistema que debería ser de la izquierda». Con variaciones, este es el argumento principal de quienes consideran que, en la lucha contra la derecha, se trata de luchar por ese espacio. ¿Quizás si fuéramos más radicales? ¿Si dejáramos más claro que estamos «contra todo y contra todos»? ¿Si convenciéramos a la gente de que la verdadera fuerza antisistema es la izquierda? Bueno, si el radicalismo ha ganado fuerza en la sociedad, ¡seamos aún más radicales! Argumentos de este tipo se han expresado cada vez con mayor frecuencia en debates y foros.

¿Tiene sentido este argumento? Nosotros pensamos que no. Partimos de la hipótesis de que la lucha contra la extrema derecha no pasa por disputar ningún espacio supuestamente «antisistema». De hecho, si seguimos por este camino, se podrían perder importantes oportunidades y empeorar las cosas. Abordaremos esta cuestión analizando la situación política brasileña. Veamos.

En primer lugar, hay que recordar que la izquierda anticapitalista es, de hecho, «antisistema». Estratégicamente, luchamos por el vuelco radical de todo el orden social y político actual, hacia la construcción de una sociedad socialista, es decir, de otro sistema social, basado en otros principios económicos, políticos y culturales. Nunca debemos olvidar que esta es nuestra naturaleza. El abandono de una estrategia de transformación radical ha sido la causa de la adaptación reformista y de la decadencia de una serie de organizaciones que se han disuelto en movimientos amorfos de carácter amplio y moderado. Sí, somos «antisistema» y es importante. Siempre lo ha sido y siempre lo será.

En segundo lugar, la ansiedad que se apodera de una amplia capa de activistas es comprensible. Ayudamos a elegir al gobierno de Lula, con gran dificultad y con un programa determinado. Pero a medida que pasa el tiempo, este gobierno recibe golpes de todos lados y sin embargo no se decide a luchar, no lucha coherentemente por las banderas que lo eligieron, prefiriendo la conciliación permanente con los sectores más retrógrados. Esto ha afectado negativamente a la izquierda, que pierde entusiasmo y motivación, y por lo tanto fuerza política. Ante esto, es comprensible que la respuesta de un sector sea la radicalización, como está haciendo la extrema derecha.

Pero analicemos más de cerca este problema. ¿Es cierto que la derecha ha «ocupado un espacio antisistema»? Creemos que no. A continuación trataremos de demostrarlo.

¿Es la base del bolsonarismo «antisistema»?

Analicemos la base social de la extrema derecha: ¿la base evangélica se unió a Bolsonaro porque buscaba una fuerza «antisistema»? ¿Es eso lo que este sector siempre ha anhelado y ahora ha encontrado en Bolsonaro? ¿Y la base vinculada al agronegocio en el centro-oeste? ¿Es «antisistema»? ¿Y la pequeña burguesía, la clase media y la alta función pública? ¿Son «antisistema»? ¿Y la alta burguesía? ¿Son «antisistema»? ¿Y la policía? ¿Quieren derrocar «todo lo que hay» y construir un nuevo orden social?

Desde cualquier punto de vista, está claro que el supuesto carácter «antisistema» de la extrema derecha no es lo que atrae a estos grupos. Al contrario, todos estos sectores sociales buscan lo más atrasado, lo más conservador, lo más retrógrado, antimoderno y oscuro del espectro político. La tragedia radica precisamente en que estos sectores se han convencido de que el único «sistema» que hay que derrocar es el de las garantías sociales, la defensa de la naturaleza, la legalidad, la racionalidad, los derechos humanos, la defensa de la ciencia y la cultura. Como se suele decir, «en el fútbol ya no hay tontos», nadie se engaña ahí. La base de la extrema derecha comprendió perfectamente la estrategia de sus dirigentes y se adhirió conscientemente a ella. Desgraciadamente, esta base incluye a una parte significativa de la propia clase obrera y de los pobres, pero no a sus sectores más tradicionales, organizados y conscientes. Por lo tanto, no es siendo «más papistas que el Papa» como vamos a disputarle la base social a la extrema derecha.

¿Por qué ha crecido tanto la extrema derecha?

La extrema derecha se ha convertido en una fuerza decisiva en la sociedad no porque sea «antisistema», sino porque ha sabido presentarse ante la nación como un bloque político decidido, cohesionado, organizado y motivado.

Esto es lo que le ha hecho «diferente» de las demás fuerzas y le ha granjeado la simpatía de los sectores más conservadores y reaccionarios de la población (y no a su parte «antisistema»). Cuando, en marzo de 2016, la derecha reunió a cientos de miles de personas en la Avenida Paulista para pedir un golpe de Estado contra Dilma Rousseff, una parte significativa de la población (incluida parte de la clase trabajadora) quedó impactada por su poder movilizador y comenzó a seguirla con atención. A partir de ahí, sólo fue cuestión de cultivar lo conseguido e ir a por más: lucha ideológica y política, elección de diputados y alcaldes, acción masiva en las redes sociales, propaganda, iniciativa, espíritu combativo. De ahí a ganar la presidencia de la república sólo hubo un desarrollo natural.

La derecha ha crecido no porque defienda una política «antisistema», sino porque opera con el sentido común, el odio, los miedos, las frustraciones y los prejuicios más brutales que existen en nuestra sociedad. Así, una competición «a ver quién es más antisistema» sólo puede significar un tiro en el pie para la izquierda y una confusión entre izquierda y derecha. Nunca ganaremos esta lucha en esas condiciones porque pedir «fusilar a los petistas» siempre sonará más radical que defender el sistema de salud pública, la ciencia o la cultura.

El ejemplo de la lucha contra el proyecto «del estupro»

Esta es una batalla que todavía está en curso, pero que tenemos posibilidades de ganar. ¿Qué ocurrió en la lucha contra el llamado proyecto «del estupro» (un proyecto que pretende castigar a las mujeres que aborten después de la semana 22 de embarazo con una pena de prisión mayor que la pena por violación)? Desde luego, no éramos «antisistema». Luchamos por la preservación de una garantía civilizatoria en el derecho burgués, un importante derecho humano, nada más. No levantamos la bandera (justa y «antisistémica») de «¡legalización total del aborto ya!», porque eso iría en contra del sentido común y de la voluntad de lucha de la gente. En lugar de eso, fuimos más inteligentes: tachamos a la extrema derecha de partidarios de la violación y dijimos «¡las niñas no son madres!», apelando al simple sentido común progresista de defender a la niñez. ¿Podríamos imaginar una lucha más defensiva, más minimalista? ¿Una lucha menos «antisistema»? ¡Porque era por el mero mantenimiento de la legislación vigente! Y, sin embargo, constituimos una importante mayoría social, una masa crítica que ahora permite archivar el proyecto de ley (¡nada está garantizado!). Es más, nos presentamos de forma unitaria, cohesionada, al unísono, y sólo por eso fuimos escuchados por la masa de la población.

Algo parecido ocurrió con la Propuesta de Enmienda Constitucional (PEC) sobre la privatización de las playas: una lucha defensiva, de mínimos, basada en el sentido común y en el mero derecho a ir a la playa. ¡Una lucha por preservar una legislación que data de 1833! ¡Nada menos «antisistema» que el deseo de sol y playa en domingo! Resultado: la derecha a la defensiva.

Entonces, ¿cuál es el camino a seguir?

La idea de que debemos ser «antisistema» no es errónea en sí misma y para siempre. Puede ser que, en algún momento de la lucha de clases, surja esta necesidad y esto sea decisivo para ganar corazones y mentes. Pero hoy este razonamiento ignora un elemento decisivo para evaluar la coyuntura: la correlación de fuerzas. La lucha «antisistema» es, por naturaleza, una lucha ofensiva. Pero hoy la clase obrera y sus mejores representantes están a la defensiva. Insistir en el carácter «antisistema» de nuestra lucha sólo nos llevará a alejarnos de la conciencia media de la clase y de su voluntad real de lucha. Es la derecha la que está a la ofensiva. ¡El primer paso para cambiar este hecho es reconocerlo! El fascismo reunió a decenas de miles de matones el 8 de enero e intentó dar un golpe de Estado. Así de motivados están. ¿Tenemos fuerza para hacer lo mismo? ¿Qué dicen las acciones del 1 de mayo (actos extremadamente débiles que demostraron la fragilidad del movimiento sindical organizado brasileño) sobre nuestra capacidad de movilización para acciones «antisistema»? Después de todo, los que hablan mucho también deben ser capaces de hacer…

Antes de ser «antisistema», la izquierda necesita volver a la escena política y social del país. ¿Cómo hacerlo? Hay algunas condiciones.

La primera es la unidad. La izquierda necesita volver a presentarse ante la sociedad como una fuerza política decisiva. Unidad en las luchas sociales, en los sindicatos, en el movimiento estudiantil, en las elecciones. Es lamentable que vayamos a tener elecciones municipales en breve y que en muchas ciudades el PT esté priorizando la unidad con partidos centristas e incluso con arrepentidos de Bolsonaro. Hay que hacer como en Francia, donde la amenaza de Le Pen ha hecho surgir una nueva unidad de izquierdas que se presentará a la nación como una fuerza única y decidida con un programa de cambio social progresista. A otra escala (menos importante, pero también digna de mención), también es lamentable que las pequeñas organizaciones de la izquierda radical busquen todo tipo de justificaciones para romper la unidad, denunciando «futuras traiciones» y centrando toda su artillería en la lucha contra el Gobierno y los «gobernistas».

La segunda condición es la aplicación del programa ganador en las elecciones de 2022. Tenemos una enorme ventaja potencial en la lucha contra la extrema derecha: su programa fue derrotado en las urnas y nadie puede quejarse de que las diferencias no estaban claras. Todo el mundo entendió todo correctamente y votó por un programa de cambio social, de recuperación de derechos, de ampliación de logros y de defensa de la civilización frente a la barbarie. El problema es: ¿qué ha pasado con este programa? ¿Por qué el gobierno no lo aplica? ¿No lucha por él? ¿De dónde sacaron la idea de que el país necesitaba un nuevo ajuste fiscal? ¿Por qué el Centrão está en el gobierno aunque no haya entregado nada en el Congreso y actúe en la práctica como oposición? ¿Por qué no hacemos como en Colombia, donde el gobierno está cumpliendo lo que prometió y recientemente hizo una importante reforma previsional que amplía derechos?

La tercera condición es la lucha política e ideológica. No se trata sólo de que la comunicación del gobierno sea mala. Se trata de entrar en la pelea, romper falsos consensos, hacer propaganda y agitación a muy gran escala y no sólo promoción institucional. El gobierno tiene que decir lo que piensa, lo que defiende y explicar su estrategia. Esto se hace en televisión, en internet, pero también con la fuerza de la militancia, inspirada y convocada por sus dirigentes y organizaciones.

La cuarta condición es la movilización popular y la gobernabilidad «en caliente». De nuevo, el ejemplo de Colombia puede ser útil. Gustavo Petro no gobierna sobre la base de una mayoría parlamentaria inestable y poco confiable, sino sobre la base de la movilización popular. Su base social está constantemente movilizada y agitada. Esto es lo que le garantiza la legitimidad. La idea de que los gobiernos no hacen política nos ha sido impuesta por la gran burguesía, que sigue soñando con «un gobierno técnico», mientras se sigue desperdiciando el enorme potencial movilizador de Lula y del PT.

Así que, mucho más que ser «antisistema» en esta situación reaccionaria que quiere devolvernos a la Edad Media, necesitamos ser políticos, actuar juntos, actuar inteligentemente aprovechando las oportunidades. Nuestra lucha es el Frente Único para la defensa de la civilización, de los derechos sociales y humanos y para que el programa de la clase obrera y de sus organizaciones vuelva a ser una referencia para el conjunto de la sociedad, en una palabra, la lucha por la hegemonía. No hay atajos. Las aventuras «antisistémicas» sólo pueden aislarnos de las masas y alejarnos aún más de este rumbo.

Fuente: https://jacobinlat.com/2024/07/02/en-la-lucha-contra-el-fascismo-basta-con-ser-antisistema/

 

jueves, 6 de abril de 2023

AUTONOMÍA Y REBELIÓN EN CHERÁN. EL PUEBLO MEXICANO QUE EXPULSÓ A POLÍTICOS, NARCOS Y POLICÍA



6 de abril. Fuente: Todo por hacer

Se cumplen doce años desde que un pequeño pueblo de catorce mil habitantes y su comunidad indígena organizaran un grito de rabia en la meseta michoacana, México. El 15 de abril de 2011 pusieron fin a la violencia estatal, a las extorsiones, los secuestros, las violaciones y asesinatos. Y es que ya desde comienzos del siglo XXI, el pueblo indígena purépecha de ese territorio, tuvo que hacer frente al narcotráfico que comenzaba a controlar y dominar completamente la región, abriéndose un conflicto social con terribles consecuencias para el municipio de Cherán. Sometidos a una situación descontrolada de continuada extorsión, estos grupos narcotraficantes actuaban con la connivencia de las propias autoridades mexicanas.

El negocio de la tala de montes para el narcotráfico mexicano

Grupos del narco expropiaban y saqueaban los terrenos, fundamentalmente sus tierras de bosques de encinos. Los denominados «talamontes» llegaban a la región, y talaban cientos de hectáreas de árboles para conseguir madera y, por consiguiente, arrasaban el territorio. Estos grupos armados abusaban continuadamente del pueblo de Cherán de manera muy violenta, les obligaban a ponerse bajo sus órdenes y establecían un pacto obligado de silencio, con la colaboración o permisividad de las autoridades políticas del territorio, que también se llevaban su parte del pastel.

Entre 1976 y 2005 se perdió un total de 20 mil hectáreas de bosque en la meseta purépecha michoacana, y se calcula que representaba el 71.24% de su cobertura forestal. A partir de 2006, con la aparición de un cártel narcotraficante en Michoacán, el incremento de esa pérdida de bosque fue de 1.500 hectáreas cada año. El narcotráfico en Michoacán tiende a vincularse con la deforestación de los ecosistemas forestales a través de dos finalidades: primeramente la tala clandestina para habilitar los narco laboratorios y crear rutas seguras. En segundo lugar, como lavado de dinero a partir de la tala ilegal y la expansión de plantaciones comerciales.

Desde el año 2008, se observaban salir diariamente alrededor de 180 a 250 camiones cargados cada uno de ellos con tres metros cúbicos de madera de pino, encino y oyamel (árbol endémico del territorio mexicano). Una de las dinámicas del crimen organizado era cobrar aproximadamente mil pesos mexicanos a cada camión por un día de protección, además de prender fuego al resto del bosque una vez que terminase la tala. Este último proceso se hacía con la finalidad de ampararse en la Ley Forestal, la cual permitía talar madera muerta o derivada de incendios. Al quemar el bosque, los grupos del crimen organizado proporcionan una cobertura falsa para sus acciones, además de ser una dinámica utilizada para el despojo a las comunidades locales de sus bosques.



 El estallido social en Cherán: de la revuelta a la autonomía política

En abril de 2011 un numeroso grupo de hombres, mujeres y jóvenes de la comunidad decidieron tomar las calles de la población utilizando para autodefenderse lo que tenían a mano: palos de manera, machetes y otros instrumentos de labranza. Esta iniciativa popular que comenzó siendo una revuelta contra esta situación concreta de violencia, acabó deviniendo en un auténtico conflicto contra el Estado mexicano y por la lucha de su autonomía. Es un verdadero ejemplo de cómo iniciar un movimiento organizado desde abajo para luchar contra un enemigo que les explota.

Una enseñanza de cómo construir un pueblo fuerte, de cómo una chispa bajo una necesaria organización social puede resultar en una revuelta abierta contra toda autoridad y contra todo un sistema que invisibiliza y reprime. Queda bastante claro en el testimonio de un comunero de Cherán: «tardamos unas horas en reaccionar pero lo hicimos, dijimos: compañeros, vamos a levantarnos que ya estuvo bueno, y todo el pueblo se alzó, mujeres, jóvenes, niños, todos, y ahí detuvimos los carros y los quemamos, y agarramos presos a los talamontes».

A partir de ese punto de no retorno, lo que podría haber devenido en una revuelta social como expresión de una rabia acumulada en un momento concreto, derivó en una auténtica rebelión para construir su autonomía comunitaria, y la lucha que inicialmente se orientaba a defender el bosque del territorio, fue mucho más allá de esa reivindicación inicial. El pueblo entero estaba sometido al narco y las autoridades políticas municipales, con elecciones amañadas cada tres años nombrando representantes mediante sufragio, pero realmente elegidos por los intereses de los narcotraficantes. Bajo ese contexto de mercantilización de sus tierras y dominación de sus vidas, poco o nada tenían que perder. El pueblo aprendió sobre las relaciones de poder municipal, y no querían estar tampoco sometidos a los regidores del ayuntamiento local gobernado por el PRI (Partido Revolucionario Institucional, de tendencia derechista y autoritaria).

Se organizaron barricadas en las calles, e instalaron casetas de seguridad comunitaria para controlar los accesos, e impedir tanto la entrada de narcos como de policías. Se constituyó una entidad, no ya de carácter policial en absoluto contra la comunidad, sino de autodefensa del pueblo. Se le denominó como «ronda comunitaria», constituida por un centenar de personas voluntarias del pueblo, elegidas por el Consejo Mayor de Gobierno Keri’s. Este grupo era responsable de evitar que a la comunidad ingresaran armas que pudieran caer en manos de talamontes escondidos y reaccionar violentamente, impedir el acceso de alcohol, drogas, o publicidad de partidos políticos oficiales.

Este proceso de autonomía se va trazando a lo largo del año 2011, y además, la comunidad de Cherán creó una coordinación general de carácter provisional, que incluía la comisión política, la de alimentación, la de abasto de agua, la de barrios, la de prensa y la de vigilancia. La comunidad creía que por la vía legal no había esperanzas, y se pusieron a imaginar cómo sería el camino para continuar resistiendo y construir su propio proyecto de autonomía. En noviembre de 2011 rechazaron participar de las elecciones municipales votando a partidos políticos oficiales como se había hecho hasta entonces, y comenzaron a organizar su nueva autonomía política sobre la base de los usos y costumbres purépechas. En los años siguientes se conectan con otras comunidades en México que también luchan por su autonomía desde hace varias décadas.

Desaparece el miedo y las desconfianzas que habían desunido al pueblo, y se comienza a vivir un día a día comunitario de convivencia, por lo que reconocen que la autonomía social que llevaron a cabo, ha mejorado inestimablemente sus vidas de manera personal y colectiva. Las hogueras nocturnas de vigilancia en los barrios frente a posibles ataques que pudieran sufrir del exterior, se convirtieron en espacios de reunión social, de intercambio de opiniones, y en esas ágoras es donde nacía la política del municipio. Esas fogatas de convirtieron en un punto central de defensa en el autogobierno de Cherán. Esta experiencia representa un buen ejemplo de organización en diversos niveles, estableciendo una autodefensa contundente y acción directa frente a quienes les violentaban, pero construyendo la paz necesaria que la comunidad requería para reparar las heridas que el Estado mexicano y el narcotráfico habían dejado como huella.

Una memoria de resistencias, un presente de autodefensa

A doce años de la organización autónoma en Cherán, siguen manteniendo esas entidades sociales que constituyeron, porque la propia experiencia y la conexión a otras luchas en el territorio mexicano han mantenido vivo el fuego de esas hogueras donde construir justicia social y dignidad, y su voluntad de vivir en autonomía. Se consiguió paralizar la tala indiscriminada de árboles de los bosques del territorio, siendo utilizados solo aquellos recursos naturales que suman al bien comunitario. Se ha logrado igualmente reforestar gran parte de los bosques, porque la comunidad de Cherán no solamente piensa en el presente, sino en el bienestar futuro. El sistema educativo se ha adaptado a las necesidades de los conocimientos que necesita su población para vivir dignamente, se enseña la historia del pueblo purépecha, siempre marginalizada en la historia oficial, y se ofrecen herramientas pedagógicas para sostener esa autonomía y su lucha social frente a cualquier intento de derribarla.

Lo sucedido en Cherán antes de lograr su autonomía es una mirada a una situación de desigualdad insostenible y violencia particularmente extrema, pero esa criminalidad y sometimiento es extendible a todas las latitudes donde domina el sistema capitalista. Es la manera que tiene de actuar el neoliberalismo, rompiendo cualquier atisbo de armonía social y con la naturaleza, buscando siempre llevarnos a un estado de shock extremo, y vivir en la violencia extenuante, de ahí que solo tengamos dos opciones: socialismo o barbarie.


La autodefensa practicada en el municipio de Cherán buscaba la libertad para toda la comunidad social, la construcción de un pueblo fuerte, de unas relaciones de poder horizontales y no de dominación. Una experiencia política en la que las decisiones son tomadas desde lo colectivo, y se crean instituciones con esa finalidad de mantenerse vigilante para no crear nuevas jerarquías y relaciones de dominio. El capitalismo es un espejo distópico hecho pedazos, y habitualmente genera una oposición a sí mismo que representa un reflejo de lo peor de su seno, heredando brutalmente ese autoritarismo algunas estrategias emancipatorias. El poder de la fuerza social debe evitar la reproducción de esas relaciones dominantes que conocemos del sistema capitalista, y generar otras entidades sociales desde otras relaciones de carácter horizontal y colectivo.

La producción económica social debe funcionar bajo otros paradigmas que no sean la comercialización de recursos en el mercado neoliberal. Desde la perspectiva comunitaria de los indígenas purépechas de Michoacán, tanto la relación entre los individuos de una sociedad, como su relación con la propia naturaleza, no coincide en absoluto con esa dominación impuesta por el capitalismo a través de narcos, policías y regidores políticos. La autonomía alcanzada en Cherán supuso ir más allá de un levantamiento contra las injusticias y crímenes cometidos por los «talamontes», sino que han repensado sobre la opresión del Estado nacional mexicano, estableciendo otras instituciones de carácter municipal y bajo democracia directa. Organizaron una auténtica sociedad contra el Estado, y en tierras mexicanas ya van siendo varias décadas de práctica de resistencias y gobiernos autónomos en comunidades indígenas.

Fuente: https://info.nodo50.org/Autonomia-y-rebelion-en-Cheran-El-pueblo-mexicano-que-expulso-a-politicos.html