Noam Chomsky (Filadelfia, 1928). Fotografía de Jean Baptiste Paris
Isa Ferrero
@isaferrero2
2 may
2021 06:00
La
opinión del filósofo no solo sigue siendo muy importante para entender el
mundo, sino que además es inspiradora para afrontar adecuadamente catástrofes
inminentes
Hace ya más de cuatro décadas, en 1979, Paul
Robinson en un artículo en The New York Times dijo de Noam Chomsky que
“posiblemente es el intelectual más importante vivo en la actualidad”. Muchas
veces esta afirmación ha sido sacada de contexto, dado que el objetivo de
Robinson no era más que criticar las visiones políticas del filósofo
estadounidense. El artículo titulado ‘El problema de Chomsky’ se preguntaba
cómo la persona capaz de realizar un trabajo tan sofisticado y con “una gran
cantidad de estudios lingüísticos revolucionarios y altamente técnicos, muchos
de ellos demasiado difíciles” para cualquier persona que no fuera lingüista,
era también la misma que había escrito un montón de textos políticos
“accesibles a cualquier persona alfabetizada, pero a menudo enloquecedoramente
simples”.
En el año 1986, en el libro El conocimiento del
lenguaje, Chomsky establece dos grandes problemas que concentraban su
atención: El problema de Platón que “consiste en explicar cómo conocemos tanto
teniendo en cuenta que los datos de los que disponemos son tan escasos” y El
problema de Orwell que “consiste en explicar cómo conocemos y comprendemos tan
poco, a pesar de que disponemos de unos datos tan ricos”. Tal como ha señalado
muchas veces Chomsky, Orwell se preguntaba por la libertad de expresión tanto
en estados totalitarios como en estados democráticos y libres, siendo este
último caso especialmente interesante para comprender el funcionamiento de
nuestras sociedades democráticas. Un ejemplo que siempre vale la pena recordar
es que al autor de Rebelión en la Granja le censuraron el prólogo de la
primera edición por hacer una crítica a la prensa británica. Según Orwell, la
prensa estaba “muy centralizada, cuya propiedad es, en su mayor parte, de unos
pocos hombres adinerados que tienen muchos motivos para no ser demasiado
honestos al tratar ciertos temas importantes”.
Siendo cuidadoso con los hechos, creo que resulta
justo afirmar que ‘El problema de Chomsky” formulado no hacía más que reforzar
“El problema de Orwell’. El historial terrible de la política exterior
estadounidense después de la Segunda Guerra Mundial y la propaganda mediática
son dos puntos que dan la razón al pensador estadounidense, ya que las críticas
a las conculcaciones de los derechos humanos por parte de los Estados Unidos
eran también apartadas de ese consenso aceptable para las élites, que explicó
con mayor detalle junto con Edward S. Herman en Manufacturing Consent.
Lo más interesante a la hora de plantear los
problemas de Platón y de Orwell es que para Chomsky, el de Orwell era “mucho
menos” profundo e “intelectualmente excitante” que el de Platón, aunque
seguidamente advirtiera de que “a menos que lleguemos a comprender El problema
de Orwell y a reconocer su importancia en nuestra vida cultural y social, y a
superarlo, existen pocas probabilidades de que la especie humana sobreviva el
tiempo suficiente para descubrir la respuesta al problema de Platón o a otros
que desafían nuestro intelecto y nuestra imaginación”.
El problema de Orwell también nos ayuda a entender
por qué Chomsky ha sido a lo largo de su vida descaradamente censurado por los
grandes medios a pesar de ser uno de los autores más citados del siglo XX. La
respuesta está en lo que se conoce muy bien desde la izquierda: cualquier
pensamiento que desafíe al Poder va a tender a ser censurado, ridiculizado y
tildado posteriormente de subversivo o radical.
El último libro sobre Chomsky, Chomsky for
Activists, ha arrojado bastante luz a este respecto. En el libro se recogen
unas entrevistas al lingüista estadounidense y se da voz también a muchos de
los amigos con los que ha compartido experiencias a lo largo de su vida. Este
es el caso del actor Wallace Shawn que admite que The New York Times (NYT)
censuró una respuesta suya cuando el medio estadounidense le pregunto sobre sus
opiniones políticas. Shawn respondió: “si quieres tener una respuesta simple,
diría que creo en el tipo de cosas que Chomsky cree. Así que, si lees sus
libros, tendrás una buena idea de lo que yo pienso”. El NYT decidió cortar
estas declaraciones porque según le dijeron a Shawn, un jugador de hockey había
dicho lo mismo hacía tres meses y “no podían seguir promocionando a este individuo”.
Chomsky
siempre ha sido 1% genialidad y 99% inspiración. Una persona que trabajaba 20
horas al día, que ha viajado por todo el mundo y que siempre ha trabajado con
pasión, humanidad y sobre todo mostrando mucha empatía hacia toda la gente que
veía sufrir
Chomsky for Activists se hace también muy interesante
por todo lo que ha significado a una generación de activistas no solo en los
Estados Unidos, sino en todo el mundo. Tal como dijo hace poco el experto en
ciencia política, Norman Finkelstein, contando
una anécdota muy divertida, Chomsky siempre ha sido 1% genialidad y 99%
inspiración. Una persona que trabajaba 20 horas al día, que ha viajado por todo
el mundo y que, como se recuerda en este libro, siempre ha trabajado con
pasión, humanidad y sobre todo mostrando mucha empatía hacia toda la gente que
veía sufrir. Una persona que podía romper a llorar tras escuchar los
testimonios de los refugiados en Laos, tal como le sucedió en el año 70.
A pesar de ver con sus propios ojos la destrucción
a menudo causada por Occidente, Chomsky nunca ha perdido el optimismo dentro de
esta fatalidad que le ha animado siempre a denunciar: “las experiencias más
esperanzadoras que he tenido ha sido involucrarme con las personas realmente
pobres y desfavorecidas que estaban luchando y obteniendo logros”.
En el libro también se recoge un alegato a la
esperanza y al optimismo en un momento en el que podemos sentirnos tentados a
tirar la toalla. Durante las entrevistas se sacan varios temas que siguen sin
perder actualidad y que empujan a un relativo optimismo si colocamos todo en la
correcta perspectiva.
Conviene hacer una pequeña contextualización con
una de las ideas más importantes para el activismo que siempre ha recordado
Chomsky apoyándose en uno de sus filósofos favoritos, David Hume. Según
Chomsky, contrario a lo que se supone muchas veces, el poder siempre está en
manos de los “gobernados”. Es La Paradoja de Hume. Lo interesante es descubrir
que esta subordinación al poder se hace más interesante en el caso de las
sociedades democráticas debido a la importancia que adquiere el consenso. Saber
esto significa ser lo suficientemente audaz y buen estratega para combatir toda
la propaganda que el poder utiliza para perpetuar situaciones injustas. Las
experiencias personales que ha vivido Chomsky lo confirman. Lo que a veces
parece imposible, se convierte en realidad. Las victorias son posibles porque
el verdadero poder lo tienen los gobernados.
Un gran ejemplo es precisamente la guerra de
Vietnam donde Chomsky vivió en primera persona cómo al principio del conflicto
era prácticamente imposible manifestarse. Chomsky relata que en los mítines
había siempre cuatro gatos y que era precisamente “la policía” quien “protegía
a personas como nosotros de ser asesinadas. No porque les resultáramos
agradables, sino simplemente porque no querían un derramamiento de sangre”. Por
esos cuatro gatos que se manifestaban contra un imperio, acabaron produciéndose
manifestaciones masivas que denunciaron los crímenes de las administraciones
estadounidenses. De sobra es sabido que el activismo de los años 60 cambió para
siempre los Estados Unidos.
Este cambio radical no habría sido posible sin “las
innumerables pequeñas acciones de personas desconocidas” como recordaba siempre
el historiador Howard Zinn. El libro también nos hace acordarnos de Zinn, de la
historiadora Marilyn Young y del exanalista Daniel Ellsberg. “Estuve [en
Washington en 1971] con un grupo de lo que se llamaba entonces gente mayor.
Quizá teníamos 40 años [...] Éramos un pequeño grupo afín y estábamos tratando
de que nos arrestaran. No lo hicieron porque solo querían arrestar a los
jóvenes. Entonces, te sientas en medio de la calle y los autos de la policía
corren hacia ti, pero se desvían a tu alrededor, mientras que jóvenes que
caminaban con vaqueros eran detenidos”.
En mi opinión, una de las mayores aportaciones que
hace Chomsky for Activists es brindar esa sensación de que pese a todo,
todavía las cosas no están perdidas. Es algo que tenemos que asumir si tenemos
en cuenta que afrontamos posiblemente la mayor amenaza que la humanidad ha
enfrentado jamás. Sobre esto, Chomsky advierte de que todo este cambio debe
producirse en un tiempo muy pequeño a modo de evitar “el fin de la vida humana
organizada”. Lo importante es que se puede hacer y es perfectamente realizable.
Además, hay buenos síntomas que invitan al
optimismo. Un indicio muy grande es que, según el filósofo, nunca en la
historia ha habido tanta gente involucrada como en la época actual. Es cierto
que hay grandes retos que superar, como las más de cuatro décadas de
atomización de la sociedad y de duro neoliberalismo, pero los cambios son
posibles si aprendemos bien de los errores pasados y sabemos adaptarnos a la
estrategia adecuada que aceleren estos cambios tan urgentes.
Sobre la crisis climática, hay que recordar que hay
opciones muy viables para alcanzar los objetivos que marca la comunidad
científica. También, el año pasado, Chomsky publicó un libro junto a Robert
Pollin, Climate Crisis and the Global Green New Deal, donde se señalaba
que impulsar una economía verde no solo es posible, sino que además no supondrá
un esfuerzo excesivamente grande si lo comparamos con otros períodos
históricos. Esta es la visión “del economista Jeffrey Sachs que concluye, en un
cuidadoso estudio, que ‘al contrario de lo que se afirma en algunos comentarios,
la descarbonización no requerirá una movilización de la economía estadounidense
comparable a la de la Segunda Guerra Mundial. Los costos adicionales de la
descarbonización por encima del costo normal de energía serían del 1% o 2 % del
PIB (Producto Interior Bruto)’”.
La catástrofe climática que estamos viviendo en la
actualidad es uno de los tres motivos por los que El Boletín de Científicos
Atómicos ha alertado de que la humanidad esté tan cerca de su extinción. Nótese
que el hecho de que los científicos adviertan de que nos estamos acercando al
precipicio y de que la opinión pública no esté hablando lo suficientemente de
ello vuelve a dar la razón a la predicción de Chomsky de hace 35 años: si no
somos conscientes de El Problema de Orwell existen pocas probabilidades de que
la especie humana sobreviva y, por tanto, va a ser imposible salir de la crisis
climática.
Otro aspecto que da más vigencia que nunca a Orwell
es que en los medios de comunicación apenas se ha comentado el peligro
constante que supone vivir en un mundo con armas nucleares. Los planes de Trump
de cargarse poco a poco los tratados internacionales y de tensar las relaciones
con Irán, o las pretensiones posteriores de Biden de seguir una política
exterior que no solucione parte de los errores Trump, deberían haber venido de
una condena unánime por parte de los medios de comunicación, o al menos de los
medios en Estados Unidos. Es verdaderamente ilustrativo que la administración
Biden haya sido incapaz de volver a uno de los escasos logros de la
administración Obama en Oriente Próximo: el pacto nuclear con Irán. En este
punto, de momento la administración Biden sigue adoptando la misma estrategia
que su predecesor. Un ejemplo muy claro lo estamos viendo de nuevo en Yemen,
país en el que sigue sin estar dispuesto a forzar la paz después de que Barack
Obama apoyara una intervención militar que ha matado a cientos de miles de
personas.
Una de
las mayores preocupaciones de Chomsky en los últimos tiempos es conseguir
precisamente destensar Oriente Próximo. Lo lleva repitiendo años y años y lo
volvió a hacer recientemente en La Conferencia Inaugural de Universidad de
Rojava
Una de las mayores preocupaciones de Chomsky en los
últimos tiempos es conseguir precisamente destensar Oriente Próximo. Lo lleva
repitiendo años y años y lo volvió a hacer recientemente en La
Conferencia Inaugural de Universidad de Rojava. El principal obstáculo para
conseguir una zona libre de armas nucleares sigue siendo Israel y los Estados
Unidos. Esto lo evidencia fundamentalmente que cada vez más Israel se está
quedando solo en el panorama internacional, aunque sigue teniendo un apoyo
decisivo por parte de EE.UU. Esto puede cambiar en cualquier momento y, de
hecho, se están produciendo maravillosos cambios dentro de los Estados Unidos.
Se hace bastante evidenciable en la postura que tienen los grandes medios de
comunicación en comparación con hace más de una década. Una lectura rápida al
NYT confirma rápidamente esta buena noticia. De nuevo, Chomsky tiene una
respuesta bastante convincente. La lucha constante del activismo ha conseguido
desplazar a buena parte de los medios de comunicación hacia la izquierda. Es
interesante, por ejemplo, comparar la complacencia de los grandes medios de
comunicación en España hacia los comportamientos trumpistas y neofascistas de
Ayuso y VOX, con la contundencia que mostraron los medios estadounidenses hacia
Donald Trump.
Es otra señal para ser optimista, aunque hay que
tener en cuenta que estos cambios deben hacerse inmediatamente para aumentar
las posibilidades de que la especie humana sobreviva. El caso de Qasem
Soleimani evidencia que en cualquier momento puede saltar una chispa que
suponga una guerra nuclear, en otras palabras, el fin del mundo.
El tercer motivo de que estemos en una situación
muy delicada tiene que ver con el deterioro continuo de las democracias en el
mundo. Esto motivó unas declaraciones de Chomsky en la Iglesia de Old South en
abril del 2019, recogidas también por el libro Cooperación o Extinción: “Hoy no
nos enfrentamos al auge de algo como el nazismo, pero sí estamos ante la
propagación de lo que alguna vez se ha llamado la Internacional Reaccionaria”.
Chomsky advierte de que esta deriva actual tiene en
algunos sentidos mayores peligros que el fascismo de los años 30. El punto no
está ni mucho menos en despreciar los crímenes del fascismo y el nazismo
(recordemos que los padres de Chomsky eran judíos), sino en advertir cuál es el
riesgo que enfrentan nuestras democracias. Esta es la razón por la que antes de
celebrarse las elecciones en los Estados Unidos, dijo en una entrevista para The Independent que “Trump era peor
que Hitler”, a pesar de que “Hitler matara 6 millones de judíos y 30 millones
de eslavos”. Lo que llevó a hacer una declaración de este tipo es intentar
hacer caer en la cuenta al público de que tipos como Donald Trump están
intentando destruir “con pasión la vida humana organizada en la Tierra”. En
consonancia con el respeto que siempre Chomsky ha mostrado hacia Adam Smith,
dijo que “las payasadas de Trump eran toleradas por aquellos a quienes Adam
Smith denominó ‘los amos de la humanidad’: en su época, los comerciantes y
fabricantes de Inglaterra, en la nuestra, las corporaciones multinacionales y
las instituciones financieras, llamados ‘los amos del universo’”.
De igual forma, el coronavirus ha mostrado de una
forma bastante impactante las grandes deficiencias del neoliberalismo y la
destrucción que provoca en nuestras sociedades. De nuevo, en Chomsky for
Activists se hace una mención expresa a este destrozo. En primer lugar, las
advertencias de la comunidad científica fueron desatendidas con especial
intensidad por parte de gobernantes reaccionarios entre los cuales Trump es un
buen ejemplo. Es inevitable para un ciudadano español no volver a pensar en
Isabel Díaz Ayuso y en cómo ha copiado parte del discurso del excepcionalismo
estadounidense, aunque llevándolo a un plano incluso más ridículo y más zafio.
El libro recoge también unas palabras de Chomsky
que resumen muy bien cómo el capitalismo en su versión neoliberal forma parte
de los problemas que hemos visto:
“En el fondo, la pandemia de Covid-19 es el resultado de un colosal fallo en
el mercado, muy parecido a la crisis medioambiental. Se sabía desde hacía años
que era probable que se produjera una pandemia. La epidemia de SARS fue causada
por un coronavirus similar. Pronto se secuenció su genoma y se desarrollaron
vacunas, aunque no pasaron del nivel preclínico. Eso debería haber ayudado a
investigar virus relacionados como el de hoy y a desarrollar defensas y curas,
al menos para tener las instalaciones preparadas para hacer frente a una crisis
importante. Las grandes farmacéuticas tenían poco interés. Siguiendo la buena
lógica capitalista, se adhirió a las señales del mercado, que dictan que no hay
beneficio en prepararse para una crisis catastrófica. Las instituciones
sanitarias mantuvieron conceptos de eficiencia: no había reservas en el
sistema, por lo que cualquier imprevisto drástico [iba a] causa[r] una
catástrofe”.
Las críticas por parte del filósofo han ido subiendo
de tono en consonancia con muchas de las demandas de las ONG, como por ejemplo
lo que está ocurriendo con la vacunación en el mundo y en la protección de los
intereses de las grandes empresas farmacéuticas. Chomsky alertó recientemente
en una entrevista que “es entendido perfectamente en todos los
ámbitos que, a menos que haya una vacunación rápida de las personas en los
países pobres va a ser un desastre [...] El capitalismo se ha vuelto loco.
Tenemos que ser codiciosos, incluso si nos mata y sabemos que nos está
matando”. ¿Qué estamos haciendo? “Atesorar vacunas y no usarlas con el
conocimiento consciente de que nos estamos suicidando”.
El pasado 26 de abril, el Financial Times
—uno de los medios preferidos de Chomsky— llegó a esa misma conclusión: “el
riesgo para el resto del mundo es que cuanto más grande sea el grupo de
infecciones a nivel mundial, mayor será el riesgo de que las mutaciones
produzcan variantes más contagiosas o resistentes a las vacunas”.
Esta es una de las razones por las que cuesta mucho
trabajo intentar descifrar qué es lo que pretende la administración Biden no
solo manteniendo parte de la doctrina Trump en relación a Cuba, Venezuela o
Irán, sino también presionando a Brasil para que no compre la vacuna rusa. Esto
lo hemos sabido gracias a un informe salido en enero donde se buscaba “persuadir” a
Brasil para que no comprara vacunas a Rusia, ya que de esta forma podría
expandir su influencia “en detrimento de la seguridad de los Estados Unidos”.
Después de que un oficial de la Casa Blanca se distanciara del informe, lo
cierto es que la secretaria de prensa, Jen Psaki, ha asumido de nuevo esta
retórica al decir que “estaba preocupada por el uso o intento de uso de vacunas
como medio de diplomacia por parte de Rusia y China”.
La situación actual en Brasil es verdaderamente
dramática. Después de años de gran progreso con Lula Da Silva, cuando mucha
gente salió de la pobreza, el país vive ahora uno de los momentos más obscuros
en su vuelta a la democracia. Jair Bolsonaro está al mando de un país que es
testigo de sus delirios fascistas. De un tipo tan miserable que es capaz de
criticar a la dictadura brasileña por no haber matado lo suficiente. Esto se
traslada en todos los aspectos: desde su pretensión de acabar con el Amazonas,
en la abominable forma de gestionar la pandemia, y en la adopción del
neoliberalismo más dañino para el pueblo brasileño. Antes de la llegada del
coronavirus y ante todo el panorama nefasto que se zanjó con la encarcelación
de Lula, Chomsky decidió viajar a sus 89 años de edad a Brasil para visitarlo
antes de que este saliera de la cárcel.
En
Brasil, en 2013, el lingüista fue bastante crítico con la corrupción del
Partido de los Trabajadores, pero no pasó por alto que la clase empresarial
brasileña había decidido utilizar estos momentos de crisis para llevar a cabo
un Golpe de Estado
Hay que recordar que el lingüista fue bastante
crítico con la corrupción del Partido de los Trabajadores, pero no pasó por
alto que la clase empresarial brasileña había decidido utilizar estos momentos
de crisis para llevar a cabo un Golpe de Estado. En una conversación para
Democracy Now! en mayo de 2016, Chomsky alertó de un “golpe suave” contra Dilma Rousseff, motivado
porque “la élite brasileña detestaba al Partido de los Trabajadores y esta[ban]
utilizando esta oportunidad para deshacerse del partido que ganó las
elecciones”.
Dos años después, tras visitar a Lula en la cárcel,
Chomsky denunció su persecución y que había sido condenado “prácticamente de
por vida”. El lingüista reportó que Lula estaba aislado “sin acceso a la
prensa” y “con visitas limitadas un día a la semana”. Finalmente, Chomsky
consideró a Lula como “el prisionero político más importante del mundo”. A día de
hoy, Lula tiene posibilidades reales de convertirse en presidente de Brasil
tras haber sufrido un auténtico calvario.
Aunque hay otras cuestiones muy importantes que
trata el libro, se hace muy interesante escuchar las respuestas de Chomsky a
las preguntas del entrevistador sobre las políticas identitarias. Las respuestas
son igualmente sencillas, pero eso no significa que no nazcan de la adecuada
meditación del filósofo. A pesar de que a sus 92 años de edad podría mostrar
desprecio hacia los grandes avances culturales y de derechos humanos que hemos
visto en los últimos años, Chomsky vuelve a ser esa excepción maravillosa de
una mente que sigue abierta en muchos aspectos. A la hora de plantear los
posibles conflictos entre las políticas identitarias y los desafíos económicos
y sociales, el filósofo estadounidense no ve solo incompatibilidad, sino que
cree que deben ir de la mano.
Como buen anarquista, para Chomsky siempre es
importante prestar atención a las estructuras de poder actuales y a las
resistencias a los cambios que tienen dichas estructuras para utilizar la mejor
estrategia para desmantelarlas en el caso de que no se justifiquen y
remplazarlas por algo más libre y justo. En este sentido, admite que los
avances en políticas identitarias enfrentan menor resistencia por parte de las
élites, pero no por eso son menos importantes ni hay que degradarlas:“El
problema no está en centrarnos en lo que se llama políticas de identidad, que
significa los diversos tipos de derechos humanos y civiles. Eso tiene mucho
sentido. El problema es eliminar el tema de la política centrada en las clases
sociales. [En la era neoliberal] es lo que se ha omitido y marginado: el
verdadero problema. Las políticas de clase e identidad deberían identificarse
casi por completo”.
Por último, todas estas luchas que el activismo
debe llevar a cabo tienen que estar conectadas por el inevitable hecho de que
la humanidad debe decidir en los próximos años si quiere seguir sobreviviendo:
“Estamos destruyendo la posibilidad de que persista la vida humana organizada.
Ese es un problema en común”. Esta es quizá la idea más importante que Chomsky
lleva repitiendo con mucha insistencia durante los últimos tiempos y tiene un
fuerte carácter conmovedor. Después de tantos años de lucha contra la crueldad
de nuestros gobiernos, sigue manteniendo la esperanza.
Pensándolo bien, seguramente El verdadero problema
de Chomsky consista en responder adecuadamente a esta pregunta: ¿Cómo es
posible que la misma persona que ha seguido con tanto detalle nuestras peores
miserias, sea capaz de mantener la esperanza ante un mundo que no para de
quebrarse a pedazos? Sinceramente, creo que la respuesta es bastante sencilla:
no hay otra alternativa.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/laplaza/el-problema-de-chomsky