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martes, 19 de noviembre de 2024

LOA A LA DIALÉCTICA

 

Con paso firme se pasea hoy la injusticia

Los opresores se disponen a dominar otros diez mil años más.

La violencia garantiza: "Todo seguirá igual".

No se oye otra voz que la de los dominadores,

y en el mercado grita la explotación: "Ahora es cuando empiezo".

Y entre los oprimidos, muchos dicen ahora:

"Jamás se logrará lo que queremos".

Quien aún esté vivo no diga "jamás".

Lo firme no es firme.

Todo no seguirá igual.

Cuando hayan hablado los que dominan,

hablarán los dominados.

¿Quién puede atreverse a decir "jamás"?

¿De quién depende que siga la opresión? De nosotros.

¿De quién que se acabe? De nosotros también.

¡Que se levante aquel que está abatido!

¡Aquel que está perdido, que combata!

¿Quién podrá contener al que conoce su condición?

Pues los vencidos de hoy son los vencedores de mañana

y el jamás se convierte en hoy mismo.

 

Bertolt Brecht

 

viernes, 4 de noviembre de 2022

TRILCE: UNA PUERTA EN LAS ENTRAÑAS DEL ESPEJO


Sergio Ramírez

Periódico La Jornada

miércoles 02 de noviembre de 2022 , p. 19

Los libros que cambian para siempre la literatura no tienen siempre la suerte de ser reconocidos por su trascendencia a la hora de publicarse, ni salen a la calle en grandes tiradas. Azul, de Rubén Darío, publicado en Chile en 1888, se imprimió en una modesta edición, financiada por amigos del poeta; y despreciado por la prensa local, no estalló como una novedad sino cuando don Juan Valera, sumo sacerdote de la crítica entonces, le dedicó desde Madrid dos de sus Cartas americanas.

En 1922, hace ahora un siglo, se publicó en Lima Trilce, de César Vallejo, que cambiaría de manera radical la lengua, y que corrió entonces una suerte peor que la de Azul. Para empezar con los infortunios, Vallejo había recién salido de la cárcel de Trujillo, donde escribió parte de los poemas del libro, preso por represalia política bajo la acusación de incendio y saqueo en su pueblo natal de Santiago del Chuco.

Trilce fue impreso en los talleres tipográficos de la Penitenciaría Central de Lima, sufragado por el propio autor, que retiraba por parte los ejemplares en la medida en que los iba pagando, para venderlos a tres soles cada uno, sin asomo de éxito de público, ni tampoco de crítica. Los viejos, recuerda su contemporáneo Luis Alberto Sánchez, lo calificaban de disparate, y los jóvenes de mera pose.

Ya impresos los primeros pliegos resolvió cambiar el nombre que había elegido, Cráneos de bronce, por el otro tan luminoso de Trilce, y resolvió también firmar con su propio nombre y no con el seudónimo de César Perú, dos decisiones muy afortunadas. Trilce, una invención absoluta, es el mejor nombre que pudo hallar para este libro tan imprescindible como imperecedero.

Antenor Orrego, decía en el prólogo: “César Vallejo está destripando los muñecos de la retórica. Los ha destripado ya…ha hecho pedazos todos los alambritos convencionales mecánicos”. Era cierto. Y Vallejo le escribió en una carta: “El libro ha nacido en el mayor vacío… asumo toda la responsabilidad de su estética… siento gravitar sobre mí una hasta ahora desconocida obligación sacratísima, de hombre y de artista: ¡la de ser libre! Si no he de ser hoy libre, no lo seré jamás”.

Trilce era el puente de libertad que Vallejo tendía entre el modernismo, del que era ejemplo postrero su libro anterior de 1919, Los heraldos negros, y la vanguardia, que aún no existía como movimiento.

Un adelantado que descoyuntaba las palabras, trastocaba la sintaxis, creaba neologismos, convertía los verbos en sustantivos, despellejaba el lenguaje hasta dejarlo en carne viva, porque su propósito no era espantar a los incautos con novedades provocadoras, un simple juego pirotécnico donde lo que importara fuera el artificio, sino calcar sus amargas experiencias de vida, la soledad y el sufrimiento. Un espejo oscuro en el que cada uno llegara a encontrar su propia claridad, y con el que revelaba la pesadumbre de la intimidad: la muerte reciente de su madre; una pena amorosa que pareciera de letra de bolero, porque su amada se alejaba de él, enferma de tuberculosis; la injusticia de la cárcel que no hacía sino revelar la injusticia social de un país estructuralmente injusto.

El atrevimiento desmedido, que después se vuelve herencia cuando entra en el caudal incesante de la lengua, llama siempre al asombro, al descrédito, a la burla: La simple calabrina tesórea / que brinda sin querer, / en el insular corazón, / salobre alcatraz, a cada hialóidea grupada. / Gallos cancionan escarbando en vano…

Y las palabras buscan los entreveros de la infancia en el hogar desierto ya para siempre, metido en los escondrijos del pasado. Aguedita, Nativa, Miguel, los hermanos que se vuelve sombras en la memoria. Y acaban de pasar gangueando sus memorias / dobladoras penas, / hacia el silencioso corral, y por donde / las gallinas que se están acostando todavía, se han espantado tanto. / Mejor estamos aquí no más. / Madre dijo que no demoraría. Dijo que no demoraría, y no volverá.

Ese año de 1922 se publican otros dos libros capitales de la literatura universal: Ulises, de James Joyce, y La tierra baldía, de T. S. Elliot. También, como Trilce, son propuestas de ruptura incomprendidas, que se adelantan a su tiempo, y se publican en ediciones escasas, entre múltiples dificultades.

Joyce comentaba sobre La tierra baldía lo mismo que se podría decir de su propio Ulises, y así mismo de Trilce: “Seguro que van a decir, como sé que lo dicen de mí, que carece de lógica. Pero no se trata de hacer proposiciones lógicas… lo que el escritor tiene que hacer hoy es trasladar emociones, y éstas tienen un componente irracional”.

Y el propio Vallejo agrega sal a la misma herida: “La gramática, como norma colectiva en poesía, carece de razón de ser. Cada poeta forja su gramática personal e intransferible, su sintaxis, su ortografía, su analogía, su prosodia, su semántica”.

Cerrad aquella puerta que / está entreabierta en las entrañas de ese espejo, dice Vallejo en Trilce. Y con eso lo dice todo.

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Fuente: https://www.jornada.com.mx/notas/2022/11/02/politica/trilce-una-puerta-en-las-entranas-del-espejo/

 

jueves, 4 de marzo de 2021

EL AÑO NUEVO DE JUAN GONZALO ROSE

31 de diciembre de 2020

Juan Gonzalo Rose (Barrios Altos, 1928-Lima, 1983) que destacó por su poesía social. Ingresó a la Facultad de Letras de San Marcos y, como todo joven por aquella época, tomó posición política. Eran tiempos de posguerra, de luchas contra el fascismo, tiempos del general Manuel Apolinario Odría, a quien los intelectuales le causaban urticaria y que, pronto, ardido su abultado cuerpo, exilió a un gran grupo de librepensadores hacia tierras mexicanas. 

Allí Juan Gonzalo estuvo con Gustavo Valcárcel entre otros camaradas peruanos, conoció a Fidel Castro y al Che Guevara, con quienes estuvo a punto de embarcarse en el yate Granma, ese que el 2 de diciembre de 1956 encalló en la costa de la isla caribeña para dar inició a la revolución cubana. César Lévano, amigo del poeta, recuerda que en una conferencia éste dijo “fracasado como guerrillero me dediqué a bohemio”.

El poema que transcribimos a continuación lo creó Juan Gonzalo en la época en que estuvo desterrado en México por su militancia en la Juventud Comunista, incluido en su obra Canto desde lejos, 1957. En él, a punto de llegar el final de año y, en el contexto de la explotación de clase e imperialista, recuerda que no, en realidad, no tienen año nuevo pueblos como el suyo, Perú, sometidos a las ambiciones de la minoría y de las potencias extranjeras,

No tienen año nuevo los pueblos como el mío:
será nuevo paisaje, pero la misma ausencia;
será pañuelo nuevo, pero la misma lágrima;
será nueva mortaja, pero distinta muert
e.

Aunque, como ya habían señalado Marx y Engels hacía años, y después aplicado para construir estados socialistas Lenin, Stalin o Mao, y tal como estaban intentando en aquellos momentos en Cuba los camaradas que había conocido en México, exiliados por el imperialismo de muchos países de Latinoamérica, solamente hay un camino para hacerlo: "feliz año, fusil: enséñame a cantar los años nuevos".

Los versos de Juan Gonzalo Rose nos recuerdan la necesidad de aprender a cantar esos "años nuevos" luchando contra la explotación y el imperialismo, atentos a Mao cuando nos avisaba de que "el poder nace del fusil" y a las palabras de Lenin en El estado y la Revolución, recordando que "La necesidad de educar sistemáticamente a las masas en esta, precisamente en esta idea de la revolución violenta, es algo básico en toda la doctrina de Marx y Engels"


Año nuevo


Año nuevo en la sangre de los asesinados. Año nuevo en la sala de torturas

y en el ojo del hombre prisionero

donde un tiempo sin sol hace su nido.

 

Año nuevo en la mesa del tirano

y en la percha vacía del destierro.

Año nuevo en la madre y en el hijo

separados tan sólo por un puente.

 

No tienen año nuevo los pueblos como el mío:

será nuevo paisaje, pero la misma ausencia;

será pañuelo nuevo, pero la misma lágrima;

será nueva mortaja, pero distinta muerte.

 

Pero violo el contrato con mi alma

y créceme en el pecho un abrazo tremendo:

feliz año, arbolito de mi calle,

feliz año, baúles de mi casa…

 

Que tenga feliz año

la sombra ya sentada de papá,

los sueños nacionales,

las gaviotas y el mar.

 

Feliz año, dolor,

rabia del pueblo,

odio del justo,

cólera del santo;

feliz año, fusil:

enséñame a cantar los años nuevos.

 

Publicado por JL F

 

Fuente: http://cuestionatelotodo.blogspot.com/2018/01/ano-nuevo-juan-gonzalo-rose.html