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viernes, 23 de marzo de 2018

LA CAÍDA DE PPK



23-03-2018

Bien podría decirse que el derrumbe de PPK se afirmó el 24 de diciembre del 2017, cuando el país conoció el írrito indulto que concediera a Alberto Fujimori, el más importante reo en cárcel de la mafia que mantuviera cautivo al Perú en la última década del siglo pasado.

Esta aciaga acción tuvo un doble origen. Por un lado, respondió a la afinidad ideológica del mandatario con el accionar del “chinito de la yuca”, alentado en todo instante por el Fondo Monetario y el Banco Mundial para la aplicación del “ajuste” neoliberal. Por otro, fue la consecuencia de un cálculo político a todas luces errado: PPK pensó que liberando al genocida, se ganaría la estima de la influyente familia Fujimori que vive en los umbrales del poder desde el inicio de este siglo.

La identificación de PPK con el neoliberalismo, tiene larga data. Como Sánchez de Losada, Kuczynski nació erróneamente en esta parte de América. En realidad, correspondió siempre a otra. Fue un norteamericano neto y estuvo al servicio de la Casa Blanca en todas sus acciones. Como funcionario del Banco Central de Reserva, en los años 60, sirvió dócilmente los planes del Imperio beneficiando a la empresa norteamericana Internacional Petróleum Cómpany. En años posteriores, a disposición del gran capital desempeñó tareas de diverso orden. La suerte, le puso en el camino la función presidencial peruana, y a ella dedicó se dedicó en los recientes 17 meses, sin perder de vista su identificación con Wall Street y los mandatarios yanquis. Eso, le hizo mantener el cordón umbilical que lo ata al imperio.

Fue, en definitiva, ese rumbo el que lo llevó a indultar a Fujimori hace casi 90 días. La vida los había puesto a él y a Keiko en una circunstancia concreta, en lugares opuestos en la campaña electoral del 2016 y PPK, consciente de su necesidad de vencer, tomó distancia de ella, pero no cambio su visión estratégica ni política.

Los que votaron por Kuzcynski en los comicios pasados, lo hicieron rechazando a Keiko y a los suyos, considerados una mafia detestable. Vencedor, en junio de ese año, PPK inicio su gestión alcanzando en su mejor momento el 65 % de la adhesión ciudadana. Después echaría miserablemente por la borda ese porcentaje por su debilidad manifiesta ante el acoso de sus adversarios y su voluntad conciliadora con el keikismo. Por allí anduvo hacia su descalabro final.

Cuando suscribió el Indulto de diciembre pensó que estaría asegurando su estabilidad, que con la gratitud de los hijos del dictador podría gobernar sin apremios y concluir su gestión en la víspera del Bicentenario, coronando su esfuerzo. Craso error. La mafia nunca le perdonó el haber sido candidato contra Keiko, y haberla derrotado. De inicio a fin, le hizo la vida a cuadritos.

Es claro que si alguien hizo realmente meritos para ser “vacado” fue el propio PPK. Sus continuos desaciertos, su apego al lucro, su voracidad por acumular riqueza, unidos a su obsecuencia y servilismo ante el amo yanqui, lo desacreditaron definitivamente ante los ojos del pueblo y lo mostraron como un simple lacayo del imperio. Su obsesión con Venezuela y su afán de “guerrear” con del proceso emancipador latinoamericano, lo marcaron a fuego. Ambas políticas fueron suficientes para que en la más reciente encuesta de opinión, alcanzara apenas el 14 % de adhesión ciudadana. En otras palabras, el 86 % de los peruanos era partidario de su salida del escenario. Y ella se produjo en las últimas horas.

El texto de su renuncia tiene sabor a lamento y a denuncia. Se lamentó por los ataques recibidos y denunció el accionar avieso de sus adversarios. Pero estuvo lejos de reconocer su propio “aporte”. Soberbio al fin, no fue capaz de admitir que su más craso error, fue abrir las puertas del Fundo Barbadillo para que saliera Alberto Fujimori. Tampoco aceptó su compromiso en la tarea de manipular consciencias, ni comprar votos para evitar su “vacancia”. En el tema, como los antiguos griegos, hizo mutis por el foro.

Su caída era previsible y se hizo inevitable con los “Kenyivideos” mostrados la tarde del martes 20. Ellos eran “la prueba” de una corrupción asentada en las más altas esferas de la gestión gubernativa: la compra de congresistas a cambio de prebendas y de proyectos, una vieja práctica de la democracia burguesa que se convierte en delito cuando así conviene al juez de turno.

En este caso los “jueces” fueron los reos de ayer, la mafia fujimorista sancionada antes exactamente por los mismos -y peores- delitos. Ellos le ajustaron las clavijas y lo sometieron a su antojo hasta hacerlo caer. Y hoy lamentan apenas que no les pidiera perdón antes de expirar. 

Nadie debiera sentir, por cierto, nostalgia por la caída de PPK. Ni alegrarse tampoco de ella. El hecho forma parte de la picaresca criolla. Es un acontecimiento más, en el drama de un país envilecido, que no habrá de recuperar su sitial en la vida, si no es capaz de librarse de las cadenas que lo tienen atado.

La lucha no termina, entonces. Debe seguir con la fuerza del pueblo hasta barrer definitivamente a la mafia apro-fujimorista que hoy pretende “cantar victoria”. No, ella no ha ganado. Hace falta un poco más de fuerza para hacer justicia. Nunca se sabe cuántas vueltas da la tuerca, pero todo indica que dará, por lo menos, una vuelta más.

Cuando el viernes 23 de marzo asuma la presidencia de la República Martin Vizcarra, no se habrá consumado un golpe de Estado, sino más bien un recambio en la estructura del poder. Es de esperar que este mandatario de modesto origen provinciano haga honor a sus ancestros y eluda las prácticas abyectas hoy en boga. Tiene al frente un reto: el éxito de la Cumbre de las Américas, que puede fracasar si se empeñan –como quiere la CIA- en excluir mandatarios que nos sean del gusto de Washington. También en el tema, los peruanos tenemos la palabra.

Gustavo Espinoza M., miembro del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. http://nuestrabandera.lamula.pe

sábado, 13 de enero de 2018

UN COMENTARIO AL ÚLTIMO EDITORIAL DE HILDEBRANDT: ¿EXISTEN O NO CLASES SOCIALES?




(13 de enero de 2018)
Por Miguel Aragón

Recomiendo leer, con mucha atención, este último editorial de César Hildebrandt (CH), del viernes 12 de enero de 2018 (ver trascripción más abajo)

Para CH, en la sociedad peruana, y en la política peruana actual, NO EXISTEN CLASES SOCIALES, ¡así de simple!

Para CH, el fujimorismo no representa políticamente a UN SECTOR DE LA CLASE DOMINANTE. No, nada que ver. Para CH, el fujimorismo simplemente es un “grupo de delincuentes”, que no interviene en la lucha de clases. Según CH los “fujimoristas” no reciben financiamiento  de parte de los grandes grupos de poder económico, No. Para CH los “fujimoristas” les “meten la mano a los bolsillos” a los ricos.  

Es muy cierto lo que nos recuerda  CH. Él  criticó al fujimorismo desde un comienzo, allá por los inicios de la década de 1990. Claro que si, en esos años CH fue parte del aparato de propaganda del movimiento político gran burgués FREDEMO,  que en las elecciones de 1990 postuló  a la presidencia  al arrogante aristócrata, disfrazado de “liberal”, Mario Vargas Llosa.

La mayoría de la "izquierda" de esos años, toda ella magullada y recién salida de la ruptura de Izquierda Unida, cometió el grave error de apoyar al, en ese entonces desconocido, candidato  Fujimori: “PARA OPONERNOS A VARGAS LLOSA”, nos decían (Muchos veteranos actuales, ya se olvidaron de esa “gran hazaña” que perpetraron en esos años. Para los jóvenes que no están informados, les recomiendo visitar la Sala de exposición de “periódicos viejos” que hay en la Biblioteca Nacional).

En la segunda vuelta de esas elecciones de junio de 1990, en la cual competían dos candidatos burgueses, el mundialmente conocido Mario Vargas Llosa y el desconocido Alberto Fujimori, yo opté, casi en solitario,  por el VOTO NULO. 

Y esa misma mayoría de la "izquierda" que votó contra Vargas Llosa en 1990,  en todas las elecciones posteriores, apoyó a los candidatos impuestos por el grupo económico y político manipulado precisamente por Vargas Llosa. ¿No ha sido así?, ¿estoy equivocado?, o ¿tal vez estoy mintiendo?

Sin hacer mucho esfuerzo mental, podemos recordar, que los candidatos Toledo (2000 y 2001), Humala (2011), y PPK (2016), contaron por un lado, con el padrinazgo de Vargas Llosa,  y por el otro lado, contaron con el apoyo de esa desorientada mayoría de la “izquierda”, pero que, en los procesos electorales realizados en los  últimos veinte  años de contiendas político electorales, ahora lo hacía PARA OPONERSE AL FUJIMORISMO. Si pues, para oponerse al mismo fujimorismo, al cual la mayoría de la “izquierda” había apoyado en las cruciales y decisivas elecciones de 1990.

En la contienda político electoral de 1990 se diseñó, aprobó,  e impuso el PLAN DE GOBIERNO DEL FREDEMO, que es la Hoja de Ruta que han aplicado todos los gobiernos desde 1990 hasta el presente.   

Lo que  está haciendo Cesar Hildebrandt en los últimos meses, es nuevamente manipular la opinión pública, para colocar en primer plano la contradicción secundaria  entre fujimoristas y "antifujimoristas", para pretender ocultar, y relegar a segundo plano,  la contradicción principal entre el pueblo peruano y la clase dominante

¿Lucha de clases? ¿Qué cosa es eso? No señores, la lucha es “contra la corrupción” nos lo recuerdan todos los días.

En estos momentos, MVLl  y su grupo de apoyo económico y político, ya deben de estar preparando a su nuevo “ahijado”, al próximo  candidato del movimiento “antifujimorista” (el partido político más grande del Perú, según Fernando Rospigliosi) para las elecciones presidenciales de 2021.

¿Quién será el próximo elegido? Todavía no lo sabemos, pero el abanico de opciones es muy amplio. Tal vez sea “Alvarito” Vargas Llosa, o quizás “Jaimito” Bayli. O, porque no, César Hildebrandt o el periodista Gorriti, o tal vez el candidato Guzmán  y su movimiento morado, sin descartar claro está, al demagogo Fernando Olivera, o tal vez  a Alfredo Barnechea, con quien MVLl acostumbra compartir algunas  tardes soleadas en los palcos preferenciales de la plaza de Acho, para juntos gritar ¡olé!    

Y parece que, lo que todavía queda, de esa mayoría de la "izquierda" confundida, ya se debe de estar preparando para nuevamente apoyar al "mal menor"2021 que será impuesto por MVLl  y el  grupo de poder económico y político que lo respalda desde 1980 hasta el presente. No olvidemos que los principales aliados del segundo gobierno de Belaunde (1980-1985) fueron justamente Vargas Llosa y PPK.

         Por eso mismo, vuelvo a reiterar, la importancia que tiene para las fuerzas renovadoras, actualizar el análisis de las clases sociales, y de las contradicciones entre las clases,  en la sociedad peruana actual. Para así, precisar con claridad, cuál es la contradicción principal, y quien es el enemigo principal del pueblo peruano, en el actual periodo histórico que estamos viviendo.

         Para los que son algo “perezosos” en el estudio, les adelanto que la alternativa es muy simple, solo hay dos opciones fundamentales. Todo lo demás son simples elucubraciones “teoréticas” de sociólogos.

         Si coincidimos en que, el enemigo principal del pueblo peruano es la clase dominante, cuya cúpula principal en la actualidad está formada por los propietarios de los bancos, los propietarios de las grandes empresas comerciales, y los propietarios de la gran minería, entonces podremos entendernos y tendremos muy claro que nuestra tarea principal del momento es continuar fortaleciendo el frente unido del pueblo peruano.

         Pero, si por el contrario, consideramos que el enemigo principal del pueblo peruano, es únicamente el ocasional movimiento “fujimorista”, entonces no tendremos ningún escrúpulo para apoyar al próximo candidato “antifujimorista” que nos imponga el grupo acaudillado por Mario Vargas Llosa.
  

 
LECTURAS INTERESANTES Nº 804
LIMA PERU          12 ENERO 2018

VOLVIO USTED A HACERLO, SEÑOR KUCZINSKI

César Hildebrandt

Tomado de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 379, 12ENE18 p. 12


Lo hiciste mal otra vez, presi­dente.

Tendrías que haber opta­do por un indulto político y enfrentado la situación desde esa perspectiva. Eso hacen los líderes que creen estar obrando bien (como Santos con la pacificación de Colombia, tú sabes).

Pero volviste a tomar el atajo, la senda oscura, y escogiste el “indulto humanitario”, aunque para eso tuviste que festinar trámites, adulterar hechos y violar la ley. Con el riesgo de que el “canceroso en fase terminal” y el “fibrilante amenazado” saliera a una casa de lujo desde donde ha empezado a dar consejos a todos los peruanos (¡milagro patentado por el doctor Aguinaga!).

Pero hiciste más, señor presidente: te metiste en el asunto Pativilca y blindaste a Fujimori zurrándote en las fechas y plazos y en los fueros jurisdiccionales.

De modo que lo que pudo ser un gesto de grandeza y generosidad se convirtió, gracias a tu vocación por las sombras, en una maniobra de abogados de Azángaro. Y las citas del pobre Borea se fueron por el inodoro.

No asumo, por si acaso, como ar­gumento, ciertas histerias discursivas presentes en los alegatos de alguna izquierda. A mí el fujimorismo planeó matarme, como le consta a los colegas de “La República”, y me correspondería, en todo caso, estar al frente de la ira más vieja. Combatí a Fujimori desde que fue candidato y más tarde, cuando se me cerraron todas las puertas en el Perú, hube de vivir en España por un periodo de cuatro años. Fui el director de “Liberación” cuando difundimos las primeras pruebas bancadas de los robos de Vladimiro Montesinos y me echaron de otros dos programas de la TV por combatir a esa mafia repugnante.

Mientras otros asesoraban a Hurtado Miller o se ganaban la vida negociando con el Estado infectado por el fujimo­rismo, hubo quienes no dimos tregua en la lucha contra la banda.

De modo que a mí no me van a dar clases de antifujimorismo. Mi desprecio por el fujimorismo no se alimenta de la basura del pasado. Es desprecio vigente y actual en la medida en que Keiko Fu­jimori encama, duplicados, los vicios de su padre. Y por eso Fuerza Popular -estoy convencido de ello- no es un partido político que acepte las reglas democráticas: es la organización que simulará modales tolerantes mientras prepara el segundo y probablemente final asalto sobre las instituciones. Su actitud en el Congreso y el talante arrabalero de sus voceros y escribas son apenas el aviso de lo que serán si llegan otra vez al poder.

No era mala idea indultar po­líticamente a Fu­jimori para preci­pitar la corrosión de la maquinaria fujimorista. Si re­sultaba desagra­dable ver al “pa­triarca” en la calle, resultaba más que intolerable ver al fujimorismo par­lamentario como una aplanadora conducida por un chofer de combi.

Quebrar ese diseño de coerción y chan­taje que nos llevaba al despeñadero po­día ser un relámpago ajedrecístico que iluminara la noche.
Pero para eso se requería coraje. Se requería que el indultador se aliase con los disidentes de Fuerza Popular y con los grupos políticos que se habían nega­do a votar por la vacancia presidencial. Se requería hacer de Fuerza Popular (versión keikista) el gran adversario. Se trataba de hacer política, no de mearse los pantalones por enésima vez. Se trataba de nombrar un gabinete brioso y con miras políticas y no este triste remedo de continuismo.

Porque ahora resulta que tras el indulto formalmente manchado -y reversible en instancias internacionales si la causa de Pativilva prospera- tenemos que el señor Kuczynski apuesta por la reconciliación con el fujimorismo en general. La verdadera traición no es haber liberado a Fujimori, como piensan algunos tiranosaurios que jamás hablan de lo que pasaba en las dictaduras comunistas y que creyeron que los senderistas  eran “hermanos extraviados” en la gran marcha de Yenán y que siguen  sin pronunciarse sobre los desmanes presupuestívoros de madame Villarán.

No, la verdadera traición es haber libe­rado a Fujimori y estar embarcando al país en una coalición de barraganía con Fuerza Popular. Con lo que el indulto, a la larga, no habría servido para partir sino para unificar, bajo el reinado de Keiko Fujimori, a la única fuerza capaz de liquidar la democracia en el Perú. Treinta monedas.

Ha vuelto el Kuczynski que elogiaba a Alberto Fujimori en un mitin de su primogénita del año 2011. Ha vuelto el abuelo mañoso que mete mano a las cuentas del Estado y que se hace pagar abogados caros a la hora de enfrentar uno de los casos de su ya vasto pron­tuario. Ha vuelto, en suma, lo peor del Perú.

Y, por supuesto, junto a esta ruma de harapos personales ha vuelto la debilidad de un gobierno que no sabe qué quiere, que ignora dónde va, que carece de metas y horizonte. Ha vuelto, en suma, el belaundismo en una ver­sión próxima al Alzheimer y con risa de idiota.

Habrá que buscar una salida demo­crática que nos devuelva a la vigilia, a los desafíos del siglo XXI, a la tarea de reconstruimos. Somos un país media­namente importante en América Lati­na. No somos este montón de estiércol que ahora parecemos.