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jueves, 18 de febrero de 2021

ESTADOS Y FARMACÉUTICAS: UNA ASOCIACIÓN ILÍCITA CONTRA LA SALUD DEL MUNDO

 


Por Eduardo Castilla

 

por Eduardo Castilla  * SEMANARIO IDEAS DE IZQUIERDA.

14 febr  2021

 

El 27 de abril de 2016, Andrés Flórez, embajador colombiano en EE. UU., escribió a Bogotá: «Dado el directo relacionamiento que hay entre un grupo significativo de congresistas con la industria farmacéutica en EE. UU., el caso del GLIVEC es susceptible de escalar hasta el punto de crear un inconveniente en la aprobación de los recursos de la nueva iniciativa denominada “Paz Colombia” /1

El vocero del país sudamericano devino lobbysta directo de las grandes farmacéuticas imperialistas. La gestión de Juan Manuel Santos había osado desafiar los intereses de la suiza Novartis, cuestionando su monopolio para la producción de Glivec, un medicamento contra el cáncer en la sangre. El fármaco tenía un costo de producción anual estimado en USD 180 dólares. En Bogotá, Medellín o Cali se adquiría a USD 19.000. El Estado colombiano ejercía, apenas, una mínima defensa del interés nacional. El poder imperial respondía con un escarnio público mundial y la amenaza directa de todo tipo de sanciones /2

La crisis provocada por la vacuna del Covid-19 desnuda el carácter irracional del sistema internacional de patentes y la propiedad privada capitalista.El Estado, engranaje fundamental de ese esquema, merece ser puesto bajo la lupa. Los investigadores Cecilia Rikap y Guillermo Folguera nos ayudan a pensar esos lazos.

El planeta asiste a una prepotencia de las grandes farmacéuticas. Emulando el (pobre) universo del cine postapocalíptico –cómo no recordar Resident Evil–, las corporaciones se presentan como un poder cuasitotalitario. Imposibilitados de obtener las dosis necesarias de vacunas para el Covid-19, diversos gobiernos proponen un relato que entremezcla protestas, malestar y cierta victimización, ejerciendo una condena moral contra esos monstruos llamados Pfizer, AstraZeneca o Moderna. Son, sin embargo, colaboradores activos de la gestión de ese poder. Socios de una alianza contra la salud de la inmensa mayoría de la humanidad.

Orden mundial y ciencia

En las décadas posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial, la hegemonía norteamericana se hizo potente, cuasi absoluta. El nuevo poder cimentó su expansión a base de una furiosa propaganda en favor de una democracia burguesa que –al interior de sus fronteras– incumplía aún más la falacia de la representación, negando voto y derechos políticos a millones; una democracia “exportada” mediante golpes de Estado hacia América Latina y el mundo semicolonial. Aquel despliegue encontró en la ciencia y la tecnología otro pilar legitimador. Empujado por las tensiones de la Guerra Fría, el Estado norteamericano invirtió en un desarrollo creciente y potente de la ciencia.

Guillermo Folguera es doctor en Ciencias Biológicas por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, licenciado en Filosofía e investigador del CONICET. En diálogo exclusivo con este medio, apunta que el poder de grandes laboratorios y farmacéuticas se fue erigiendo en aquel período:

Después de la Segunda Guerra Mundial y preparándose para la Guerra Fría, se diseñan políticas de Estado vinculadas con la ciencia y la tecnología. En muy pocos años se consolida un pensar que plantea, tanto en términos de salud como en producción de alimentos, que los Estados tienen que idear estrategias sostenidas en ciencia y tecnología. Cuando leés los documentos ya hay un acento en la importancia de conseguir inversiones privadas. Hay un fuerte acento en lo estatal, pero abriendo la ventana para lo que después va a ser la importancia de las multinacionales.

Aquella dinámica se acentuó en las décadas siguientes. Previo a esa posibilidad, la burguesía se vio obligada a derrotar la insurgencia obrera y popular que recorría el globo. Los 60 y 70 presentaron a la clase trabajadora, la juventud y múltiples sectores oprimidos dando batalla al gran capital y sus políticas de racionalización y ajuste. La revolución dijo presente. El poder burgués apeló a todas sus herramientas: en el centro del orden mundial combinó la fuerza, el engaño y la traición; en la periferia, también recurrió a las represiones sangrientas.

Sobre esa derrota se edificó el ciclo neoliberal. Como una mancha de aceite que se propaga, el capital fue penetrando tramos y trozos de realidad, creando mecanismos para la construcción de un nuevo ciclo de ganancias. Soporte legal, jurídico y militar del mundo burgués, el poder estatal garantizó ese despliegue. El sistema de patentes se presentó como una suerte de piedra de toque en aquellas transformaciones.

Los herederos de Bob Dole

Bod Dole será, eternamente, uno de los protagonistas de aquel mítico capítulo de Los Simpson en que Kang y Kodos demuestran la pobreza del bipartidismo norteamericano. Las grandes farmacéuticas lo recordarán como un precursor en la satisfacción plena de sus intereses.

En 1980, junto al demócrata Birch Bayh, Dole fue autor de una ley fundacional para el poder de las grandes farmacéuticas. La Bayhl-Dole Act habilitó a que los resultados de la investigación financiada con fondos públicos pudieran ser patentadas por el sector privado. Otorgó a las grandes empresas una herramienta para maximizar su tasa de ganancia al permitirles apropiarse de los conocimientos creados por la investigación estatal.

Desde 1969 el concepto de “complejo médico-industrial” había entrado en la jerga política y científica para conceptualizar la creciente voracidad capitalista en el sistema de cuidados de salud /3. Los cambios en el sistema de patentes acompañaron ese despliegue.

Cecilia Rikap es doctora en Economía y especialista en economía de la ciencia, tecnología e innovación. Entrevistada en exclusiva, afirma que

En EE. UU. –y Europa luego lo copió–, desde los 70 y fundamentalmente desde los 80, hay un proceso de endurecimiento de los derechos de propiedad intelectual, que termina en el acuerdo TRIPS y todos los que siguen después, instalando un régimen de propiedad intelectual a nivel global, que favorece la emergencia de estas empresas como monopolios intelectuales.

Guillermo Folguera también sitúa en aquellos años 80:

… la aparición de una serie de engranajes muy importantes para comprender la situación general y la discusión actual en torno a las farmacéuticas. Aparecen fuertemente consolidadas las patentes, como un norte que tienen que perseguir instituciones estatales como las universidades para autoabastecerse.

En 1994, en la cumbre del ciclo neoliberal, nació a la vida el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC, TRIPS por sus siglas en inglés). Bajo ese esquema, las multinacionales extendieron el sistema de patentes al globo entero. Joel Lexchin lo describe así:

El objetivo de la industria farmacéutica era que todos los países adoptaran los mismos derechos de propiedad intelectual que los de los Estados Unidos, independientemente de su nivel de desarrollo o de su capacidad para administrar farmacoterapia a sus poblaciones a un precio asequible /4

Ese empoderamiento global de las corporaciones vino de la mano del nacimiento de la OMC (Organización Mundial del Comercio), el primer día de 1995. Describiendo el esquema naciente, el economista italiano Ernesto Screpanti reseñó que:

En los ADPIC, la Organización Mundial del Comercio revela claramente su naturaleza como una organización política que tiene el propósito de salvaguardar los intereses de las multinacionales. No por casualidad las grandes corporaciones jugaron un papel clave en la elaboración de los acuerdos […] Mientras que todos los demás acuerdos tienen formalmente el objetivo de ampliar la competencia y la libertad de comercio, los acuerdos ADPIC adoptan la forma de una regulación proteccionista. Buscan explícitamente proteger las posiciones monopólicas y los beneficios monopólicos que proveen la investigación científica y tecnológica, actividad en que sobresalen las grandes multinacionales del Norte /5.

¿Intocables?

En agosto de 2014, el escándalo golpeó las puertas de Valeant. En una operación nada traslúcida, la farmacéutica norteamericana invirtió en la empresa canadiense Biovall, que, a su vez, compró luego la mayor parte de su paquete accionario. Formalmente convertida en empresa extranjera, la multinacional mantuvo su nombre legal y su base operativa en suelo estadounidense. La maniobra financiera le permitió una reducción en las tasas corporativas a pagar, pasando de un 35 % a menos de un 5 % /6.

Cecilia Rikap la enlista dentro de las múltiples concesiones estatales al poder de las grandes farmacéuticas:

… la posibilidad de tener una tasa impositiva más baja que las que se pagan en sus países de origen o los vacíos legales que hay en los sistemas tributarios a nivel global, les permiten localizar sus ganancias en paraísos fiscales, por ejemplo.

Profundizando la descripción, añade que:

Hay toda una serie de políticas que contribuyeron a que se desarrollen. Cuando hablamos del Estado hablamos del Estado en EE. UU. y en Europa, que es donde están las grandes farmacéuticas […] No es que hacen algún tipo de financiamiento directo de estas empresas, sino que producen conocimientos públicos que estas empresas después se apropian.

En la misma sintonía, describe la conformación de … un sistema de investigación y de financiamiento público que favorece constantemente lo que yo llamo monopolios intelectuales, del que las grandes farmacéuticas son un ejemplo paradigmático. Se trata de empresas que acumulan capital sobre la base de monopolizar conocimiento. Y esa monopolización de conocimientos les permite apropiarse de rentas intelectuales, es decir apropiarse de parte del valor que se produce en el resto de la sociedad.

Bajo esa misma mecánica, el Estado debilita los instrumentos formalmente destinados a controlar el poder de las farmacéuticas. En EE. UU. la institución encargada de esa labor es la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA por sus siglas en inglés). Su relación con las grandes corporaciones nace preñada de una contradicción fundamental: parte importante de su presupuesto surge de aportes hechos por los grandes usuarios corporativos. Es decir, su financiamiento está atado a recursos que provienen de quienes deben ser controlados. Lo mismo sucede con la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios del Reino Unido (MHRA) en Gran Bretaña. En las tierras (caóticamente) conducidas por Boris Johnson, desde 1989 ese organismo estatal recibe la totalidad de sus recursos de contribuciones hechas por los usuarios corporativos /7.

El poder y entrelazamiento del gran capital farmacéutico avanza –sin dudas o culpa– sobre el mundo de la academia y la educación. Hilary y Steven Rose describen cómo

Las ciencias de la vida[…] han creado una nueva forma híbrida ubicada en un espacio nuevo, a medio camino entre la universidad y la industria. Las viejas disciplinas de la ciencia y la tecnología mutan y se fusionan. Prolifera la hibridez. Los laboratorios industriales, con todos sus requisitos de confidencialidad, se sitúan cada vez más en el propio campus universitario, con parques científicos construidos en zonas convenientemente cercanas para los emprendimientos creados por los mismos académicos /8.

La resultante es una legión de profesionales formados bajo la ideología neoliberal, atentos a la defensa estricta de la ganancia empresaria. Hace pocos años Victor Dzau se convirtió en ícono de ese vínculo. Desde 2014 ejerce como presidente de la Academia Nacional de Medicina. Sus lazos con el gran empresariado –que sorpresivamente nadie parece haber notado– eran más que estrechos: había sido parte de las juntas de directores de empresas vinculadas a la salud como Medtronics, Alnylam Pharmaceutical y Genzyme /9.

La tendencia lejos está de ser puramente foránea. En Argentina, el Conicet cuenta en su Directorio a Graciela Ciccia, también Directora de Innovación y Desarrollo Tecnológico del Grupo INSUD, propiedad de Hugo Sigman.

El Estado en su pureza capitalista

La pandemia del covid-19 desnudó la decadencia de la salud pública a escala global. Apilándose sobre los años neoliberales, el ciclo de ajuste fiscal que siguió a la crisis de Lehman Brothers aceleró la declinación. La imagen dramática de médicos italianos eligiendo quién vive y quién no humedeció millones de retinas en todo el mundo.

Ratificando su naturaleza de clase, los Estados concedieron a grandes laboratorios y farmacéuticas la potestad de producir la vacuna. Gigantescos recursos públicos fueron puestos en función de esa labor. Solo el gobierno de EE. UU. –bajo la gestión de Donald Trump– entregó más de USD 10 mil millones sin que las empresas estuvieran obligadas a ofrecer la vacuna a un precio justo o a compartir los derechos de propiedad intelectual. Las grandes farmacéuticas contaron, además, con las ventajas de la investigación estatal.En noviembre de 2020, un informe publicado en el sitio Public Citizen daba cuenta de que “las vacunas Pfizer y Johnson & Johnson se desarrollaron utilizando una tecnología de proteína de espiga que había sido descubierta por científicos de los Institutos Nacionales de Salud” /10.

Sin embargo, en el caótico laberinto de la creación de vacunas, no todos los poderes estatales asisten al mismo trato. Los gobiernos de Israel, Canadá o Gran Bretaña, entre otros, han logrado acceder a una cantidad de dosis que garantiza iniciar un serio plan de vacunación. En el otro extremo, los países de África siguen condenados a ser parias del mundo. A inicios de febrero, solo seis países habían recibido cantidades mínimas de vacunas /11. Consultada sobre esa situación, Cecilia Ripak indica que:

Hay que diferenciar entre Estados de los países centrales versus Estados de países periféricos. Los Estados de los países centrales van a tener mayor capacidad de negociación. EE. UU. tiene la capacidad de presionar a Pfizer o a Moderna sobre la cantidad de vacunas que le va a dar, cuándo se las va a dar y qué priorizar. No significa que va a ganar cualquier batalla. Sí que va a tener mayor capacidad para sentarse en mayor igualdad de condiciones con la farmacéutica.

La ratificación de la política internacional del sistema de patentes equivale a perpetuar la pandemia. La liberación de las mismas –reclamada por múltiples ONG y organizaciones sociales– permitiría extender su producción a naciones con la capacidad técnica de producirla, como Argentina. Resulta evidente que el poder de las multinacionales –impulsado y avalado por sus Estados– resulta avasallante para los gobiernos de los países dependientes y atrasados. Sin embargo, en esa tensión, las clases dirigentes de esas naciones no pueden ser presentadas como meras víctimas. Poco importa el relato político de turno. En los hechos, las corporaciones tienen una alfombra roja de bienvenida.

En su libro La ciencia sin freno, Guillermo Folguera ilustra en cantidad y calidad las concesiones del Estado argentino frente al poder de corporaciones multinacionales y nacionales. Los acuerdos entre grandes empresas y universidades públicas de todo el país –ejemplificado en el firmado entre Bayer y la Facultad de Agronomía de la UBA /12–;así como los convenios secretos firmados con la norteamericana Chevron, deben contabilizarse en ese rubro.

Si se atiende específicamente a la adquisición de las vacunas, el Estado argentino cedió abiertamente al chantaje de los grandes laboratorios internacionales. En octubre de 2020 se votó –con la oposición del Frente de Izquierda– una norma que, entre otras cosas, imponía la resolución de conflictos en tribunales internacionales y obligaba al Estado nacional a hacerse cargo de eventuales indemnizaciones. Peronistas y cambiemitas, sin denunciar la enorme extorsión que sufría el país, levantaron la mano para convalidar el poder de las farmacéuticas.

Derecho contra derecho

No desarrollamos este producto para el mercado indio, seamos honestos. Desarrollamos este producto para pacientes occidentales que pueden pagarlo». Esta cruel confesión fue realizada por Marijn Dekkers, consejero delegado de Bayer, en enero de 2014. El empresario alemán quería negar a más de mil millones de personas el acceso al Nexavar, un fármaco de avanzada para tratar cánceres de hígado y riñón.

Estructurada sobre la permanente búsqueda de ganancia, la racionalidad capitalista remite, casi necesariamente, al desprecio por la vida /13. Un desprecio que recorre el interior de cada empresa, pero desborda esas fronteras y avanza sobre el conjunto de la vida humana.

Hace ya demasiado tiempo, Karl Marx escribió en los Grundrisse que el capitalismo era el primer modo de producción de la historia en haber convertido al progreso histórico en prisionero /14, al punto de atar la ciencia y la técnica a los designios de la creación de riqueza en su forma específicamente burguesa,es decir, convirtiendo todo en mercancía susceptible de ser vendida.

Iniciada la tercera década del siglo XXI, el sistema de patentes que rige el mundo se presenta como una forma concreta, real, de ese aprisionamiento. Las grandes multinacionales farmacéuticas, imponiendo su interés particular, rechazan hacer universal y público un conocimiento que permitiría evitar decenas de miles de muertes diarias. El avance de la ciencia y la técnica, orientado hacia el lucro, se contrapone a la salud y la vida de la inmensa mayoría de la población mundial.

El derecho a la propiedad privada se opone al derecho a la existencia. El Estado actual, fiel a su naturaleza capitalista, funciona como garante y socio activo de esa continuidad histórica, jurídica y social. La casta política que lo gestiona ratifica la primacía del interés burgués por sobre la vida y la salud de miles de millones.

Esa irracionalidad del capital, avalada y sostenida por el Estado no es, empero, inmodificable. Contra toda visión apocalíptica del desarrollo científico y tecnológico, estos pueden ser orientados en un sentido socialmente distinto, puestos en función de cuidar y salvar la vida de la humanidad.

Pero esa tarea requiere una perspectiva revolucionaria que, barriendo el poder político del gran capital, inicie la construcción de un Estado de nuevo tipo–al decir del revolucionario italiano Antonio Gramsci– donde el motor de las nuevas creaciones no sea el lucro privado sino las necesidades, crecientes y constantes, de las grandes mayorías. Donde todas las potencialidades de la técnica y la ciencia pueden ser puestas al servicio de una progresiva mejora en la salud de los miles de millones de explotados y oprimidos que pueblan el globo. Donde la dirección y gestión de los procesos de producción de medicamentos –llevada a cabo por científicos y trabajadores– garantice la prioridad de la vida sobre otras variables.

Un horizonte así no tiene nada de utópico. Requiere, es cierto, un duro combate por derribar el poder de las clases dominantes. Se trata de una tarea urgente, necesaria y apasionante.

* Eduardo Castilla es periodista y editor general de La Izquierda Diario.

NOTAS AL PIE


[1] Memorando de Cancillería. 27/04/2016. Consultado en https://www.keionline.org/sites/default/files/Florez-27April2016.pdf.


[2Novartis v Colombia. Cómo las grandes farmacéuticas sabotearon la lucha por un tratamiento asequible contra el cáncer, en https://isds-americalatina.org/casos/novartis-v-colombia/.


[3] Robb Burlage and Matthew Anderson, “The Transformation of the Medical-Industrial Complex: Financialization, the Corporate Sector, and Monopoly Capital”, en Health Care Under the Knife: Moving Beyond Capitalism for Our Health, compilado por Howard Waitzkin, Monthly Review Press, 2018, pp. 73-74.


[4] “La industria farmacéutica en el capitalismo contemporáneo”, en https://monthlyreview.org/2018/03/01/the-pharmaceutical-industry-in-contemporary-capitalism/.


[5] Ernesto Screpanti, Global Imperialism and the Great Crisis. The Uncertain Future of Capitalism, Montly Review, 2014, p. 110. Ernesto Screpanti es un economista marxista, autor de numerosos libros. Actualmente es profesor de Economía Política en la Universidad de Siena, en Toscana.


[6] Robb Burlage y Matthew Anderson, ob. cit., pp. 76-77.


[7] Joel Lexchin, ob. cit.


[8Genes, células y cerebros, Ediciones IPS, 2019, p. 35.


[9] Robb Burlage y Matthew Anderson, ob. cit.


[10] Julia Rock, “COVID-19 Vaccine Developers Want to Keep Getting Billions in Public Money With No Strings Attached”, en https://jacobinmag.com/2021/02/covid-vaccine-developers-pfizer-johnson-government-funds-prices. El informe se puede leer en https://www.citizen.org/article/leading-covid-19-vaccines-depend-on-nih-technology/.


[11] “African nations fear more Covid deaths before vaccination begins”, en https://www.theguardian.com/global-development/2021/feb/04/african-nations-fear-more-covid-deaths-before-vaccination-begins.


[12] “Cabe recordar que Bayer ha comprado recientemente a Monsanto y es una de las empresas más grandes del mundo en materia de agronegocios. El convenio es por “capacitación”: la división agro de Bayer (Cropscience) pagó 530.000 pesos por temas de “alta dirección en agronegocios y alimentos”, destinados a “empleados, técnicos y empresarios”. Eran ocho módulos, de diez horas de clase cada uno, que se dictaron en la sede de Bayer (Buenos Aires, CFP24 Editora, 2020, p. 63).


[13] John Parrington lo resume señalando que “dado que el capitalismo se trata de la búsqueda de ganancias, esto significa que, de última, la industria farmacéutica se trata de la generación de ganancias. Ya sea mediante productos que tengan utilidad o no, al final del día todo se trata de generar ganancias”. Entrevista en https://www.laizquierdadiario.com/Coronavirus-vacunas-ciencia-y-capitalismo.


[14] “…pero es el capital el primero en haber hecho prisionero al progreso histórico (las ciencias y las técnicas) para ponerlas el servicio de la riqueza” (citado en Bensaïd, Daniel, Los desposeídos, Prometeo, 2011, p. 48.

Fuente: https://infoposta.com.ar/notas/11640/estados-y-farmac%C3%A9uticas-una-asociaci%C3%B3n-il%C3%ADcita-contra-la-salud-del-mundo/

 

jueves, 9 de abril de 2020

LAS CAUSAS DE LA PANDEMIA: NO LE ECHEN LA CULPA AL MURCIÉLAGO

Silvia Ribeiro en la cumbre sobre cambio climático 

Imagen: Francis Dejon

Silvia Ribeiro, investigadora nacida en Uruguay que vive en México hace más de tres décadas es la directora para América Latina del Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (ETC), con estatus consultivo ante el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas. La soberanía alimentaria y el impacto de los desarrollos biotecnológicos en la salud y el ambiente son algunos de los temas sobre los que investiga y que la llevaron a cuestionar, desde el inicio de la pandemia, la ausencia, no solo de la descripción de las causas sino también de las propuestas para modificarlas. En esta entrevista se refiere a este punto nodal, al sistema capitalista de producción y a lo que podemos avizorar, desde el aislamiento obligatorio, como futuro.

3 de abril de 2020

-Aunque llevamos meses hablando de este virus, vale la pena repreguntar: ¿Qué es el Covid -19?

-- Es una cepa -la que da origen a la declaración de pandemia actual- de la familia de los coronavirus, que provoca enfermedades respiratorias generalmente leves, pero que pueden ser graves para un porcentaje de los afectados, debido a su vulnerabilidad. Forma parte de una familia amplia de virus, que como todos muta muy rápidamente. Es el mismo tipo de virus que dio origen al síndrome respiratorio agudo severo (SARS) en Asia, y al síndrome respiratorio agudo de Oriente Medio (MERS).

--¿De dónde proviene?

Si bien hay un consenso amplio, científico, que es de origen animal, y se le atribuye su origen a murciélagos, no está claro el lugar de donde proviene, porque la mutación de los virus es muy rápida, y hay muchos lugares en donde se podría haber originado. Con la intercomunicación que hay hoy en día a nivel global, se podría haber llevado de un lugar a otro muy rápidamente. Lo que sí se conoce es que empieza a ser una infección significativa en una ciudad en China. Sin embargo éste no es el origen, sino el lugar en dónde se manifiesta primero.

Rob Wallace, un biólogo que ha estudiado un siglo de pandemias durante 25 años, y que es también filo geógrafo, por lo que ha seguido el trayecto de las pandemias y los virus, dice que todos los virus infecciosos de las últimas décadas están muy relacionados a la cría industrial de animales. Nosotros -del grupo ETC y de GRAIN-, ya habíamos visto con el surgimiento de la gripe aviar en Asia, y de la gripe porcina (que luego le pusieron A H1N1 para que sea un nombre más aséptico), también del SARS, que está relacionado a la gripe aviar, que son virus que surgen en una situación en dónde hay una especie de fábrica de replicación y mutación de virus que es la cría industrial de animales. Es porque hay muchos animales que están juntos, hacinados. Esto se repite tanto en los pollos como en los cerdos, que no se pueden mover, y por lo tanto tienden a crear muchas enfermedades. Hay cepas diferentes de virus, de bacterias, que se trasladan entre muchos individuos en un espacio reducido. Los animales son sometidos a aplicaciones regulares de pesticidas, para eliminar otra serie de cosas que hay dentro del propio criadero. También hay venenos en los alimentos -en general es maíz transgénico lo que se les da-. Todo está muy relacionado con el negocio de venta de transgénicos para forraje. Les dan una cantidad de antibióticos y antivirales, para prevenir las enfermedades, lo que va creando resistencias cada vez más fuertes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) llamó a las industrias de cría de animales, sobre todo de pollos, cerdos, pero también la piscícola y la de pavos, a que dejaran de aplicar tantos antibióticos, porque entre el 70 y el 80% de los antibióticos en el mundo, se usan en la cría industrial de animales. Como son animales que tienen un sistema inmunológico deprimido, están expuestos todo el tiempo a enfermedades, y además también les dan antivirales. Les suministran antibióticos no tanto para prevenir enfermedades, sino para que engorden más rápido. Estos centros industriales de cría, desde el feedlot hasta la cría de cerdos, de pollos, y de pavos, muy hacinados, crean una situación patológica de reproducción de virus y bacterias resistentes. Pero además, están en contacto con seres humanos que los sacan a las ciudades.

--¿Pero proviene o no de los murciélagos?

-- Hay gente que se pregunta: “si se dice que se encontró en un mercado y que proviene de murciélagos ¿cómo llega a los animales que están en cría? Lo que sucede es que los murciélagos, las civetas, y otros que se supone que han dado origen a varios virus -incluso una de las teorías es que el virus del SIDA proviene de una mutación de un virus que estaba presente en los simios-, los expanden debido a la destrucción de los hábitats naturales de esas especies, que se desplazan hacia otros lugares. Los animales silvestres pueden tener un reservorio de virus, que dentro de su propia especie están controlados, existen pero no están enfermando a los animales, pero de pronto se trasladan a un medio donde se vuelven una máquina de producir virus, porque se encuentran con muchas otras cepas y virus. Llegan a esos lugares desplazados de sus hábitats naturales. Eso tiene que ver sobre todo con la deforestación, que paradójicamente es también por la expansión de la frontera agrícola. La FAO reconoce que el 70% de la deforestación tiene que ver con la expansión de la frontera agropecuaria. Incluso la FAO dice que en países como Brasil, donde acabamos de ver todo lo que ha pasado con los incendios, por la deforestación para la ganadería, la causa de la deforestación es la expansión de la industria agropecuaria en más del 80%.

Son varios factores que se conjugan. Los animales que salen de sus hábitats naturales, sean murciélagos u otro tipo de animales, incluso pueden ser muchos tipos de mosquitos que se crean y se hacen resistentes por el uso de agrotóxicos. Todo el sistema de la agricultura industrial tóxica y química también crea otros virus que producen enfermedades. Hay una cantidad de vectores de enfermedades que llegan a sistemas de hacinamiento en las ciudades, sobre todo en las zonas marginales, de gente que ha sido desplazada y no tiene condiciones de vivienda y de higiene adecuadas. Se crea un círculo vicioso de la circulación entre los virus.

--¿Qué opinás sobre los modos en que se está enfrentando la pandemia en el mundo?

-- Nada de lo que está pasando en este momento está previniendo la próxima pandemia. Lo que se discute es cómo enfrentar esta pandemia en particular, hasta que ojalá en algún momento el propio virus encuentre un tope, porque hay una resistencia adquirida en una cantidad importante de población. Entonces éste virus en particular puede desaparecer, como desapareció el SARS y el MERS. Ya no va a afectar, pero van a aparecer otros, o el mismo Covid 19 se va a transformar en el Covid 20 o el Covid 21, por otra mutación, porque todas las condiciones se mantienen iguales. Es un mecanismo perverso. Se tendría que poner en discusión el sistema alimentario agroindustrial, desde la forma de cultivo, hasta la forma de procesamiento. Todo este círculo vicioso que no se está considerando, hace que se esté preparando otra pandemia.

-- ¿Es posible ubicar a los responsables de esta pandemia?

-- Es el típico mecanismo del sistema capitalista, que crea enormes problemas que van desde el cambio climático hasta la contaminación de las aguas, de los mares, la crisis enorme de salud que hay en los países por la mala alimentación, pero también por los tóxicos a los que está expuesta, que producen una crisis de salud en los humanos. Por supuesto el sistema capitalista no lo va a revisar, porque para eso tendría que afectar los intereses de las empresas transnacionales que son las que acumulan, las que concentran tanto desde la cría industrial de animales, como los monocultivos, como incluso las empresas forestales y la deforestación hecha en forma comercial. En cada uno de los escalones de la cadena del sistema agroalimentario industrial, vamos a encontrar a unas cuantas empresas. Estamos hablando de tres, cuatro, cinco, que dominan la mayor parte de ese rubro, como pasa con los transgénicos que son Bayer, Monsanto, Singenta, Basf, y Corteva. Lo mismo pasa con las que producen forraje para los animales. Por ejemplo Cargill, Bunge, ADM. Todas tienen intereses en la cría industrial de animales, porque son su principal cliente. Muchas veces son copropietarias de estas fábricas de virus.

Además de cuestionar las causas,… habría que cambiarlas. Y cambiarlas cuestiona las bases mismas del sistema capitalista. Es necesario cuestionar los sistemas de producción, sobre todo el sistema agroalimentario en forma inmediata. Pero también está relacionado con muchas cosas. Por ejemplo: ¿a quién afecta más en este momento la pandemia? A la gente más vulnerable: a quienes no tienen casa, a quienes no tienen agua. Son los mismos desplazados por ese sistema, y porque no pueden acceder a sistemas de salud.

--¿Cómo es la respuesta desde los sistemas de salud?

-- En estas décadas de neoliberalismo no se ha atendido a la necesidad de sistemas de atención primaria de la salud, que es lo fundamental; pero tampoco hay sistemas de salud como para atender ahora a toda la gente que se está enfermando en muchos países. Los países donde ha habido menos muertos en relación a la población, son países que tenían sistemas de salud relativamente capaces de atender a su población. Los que los han desmantelado, han quedado peor frente a la pandemia. El sistema es injusto no solamente desde la producción. Es injusto desde el consumo, porque no todos pueden consumir lo mismo. Es injusto en los impactos que provoca en la gente más afectada, que es la más vulnerable. En algunos será por la edad, pero en muchos otros es por enfermedades causadas por el propio sistema agroalimentario industrial, como por ejemplo la diabetes, la obesidad, la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares, todos los cánceres del sistema digestivo. Todo eso está relacionado con el mismo sistema que produce los virus. En medio de eso, vienen los sistemas de “salvataje” de los gobiernos, y en todos los países del mundo, por más que digan que primero van a atender a los pobres, aunque pueda haber esa intención –en otros ni siquiera la hay como en Estados Unidos- en realidad lo que tratan de salvar es a las empresas, porque dicen que son los motores de la economía. Entonces, se vuelve a repetir el mismo esquema. Se vuelve a salvar a las empresas que crearon el problema.

--¿Y cuál es el lugar de las industrias farmacológicas frente a la pandemia?

Ni siquiera frente a la pandemia se habla de las causas, sino que se buscan nuevos negocios, por ejemplo, con la vacuna. Todo el negocio de las vacunas que está habiendo en estos momentos, a ver quién llega primero, quién la patenta. Las farmacéuticas están buscando el negocio. También es un negocio para todas las empresas de informática, con las comunicaciones virtuales. Justamente antes de la pandemia, las famosas empresas GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft), ya eran las empresas más valorizadas a nivel de valor de mercado de sus acciones. Y son las empresas que están haciendo ganancias enormes, porque ha habido una sustitución de la comunicación directa, aún más, a la comunicación virtual. Los proyectos de salvataje de la economía van a apoyar a este tipo de empresas, a las farmacéuticas que van a monopolizar las vacunas, a las empresas de la agricultura industrial que producen estos virus. Es como una repetición permanente de este tipo de sistema capitalista injusto, clasista, que afecta mucho más a quienes ya de por sí estaban mal.

Hay que decir también que el 72% de causas de muerte en el mundo es por enfermedades no transmisibles: diabetes, enfermedades cardiovasculares, cánceres, hipertensión. Son enfermedades respiratorias pero no por contagio infeccioso sino por contaminación en las ciudades, con el transporte. Todo lo que se está haciendo ahora respecto al coronavirus, es porque da la ilusión en el sistema capitalista, que se puede atacar. Que si hay una pandemia es un problema tecnológico, y la respuesta es crear situaciones reguladas en cada país, que es una resolución de tipo tecnológica.

-- Pero ¿hay otra posibilidad de enfrentar esta crisis que no sea la del aislamiento social?

-- Quiero aclarar que yo estoy de acuerdo en que se tomen las medidas de distanciamiento físico, no social, pero eso debería ser acompañado con medidas que puedan apoyar a quienes no tienen condiciones de hacerlo por su vulnerabilidad. El hecho de seleccionar una enfermedad en particular como en este caso es una enfermedad infecciosa, para desatar toda la batería de lo que sería un ataque global a la situación de pandemia, por un lado no cuestiona las causas, pero por otro lado instala una serie de medidas represivas incluso, muy autoritarias, desde arriba, de decir a la gente: “Haga esto, haga lo otro, porque nosotros sabemos lo que usted tiene que hacer y lo que no”. Todo eso está relacionado con no ver el fondo del problema, las causas, y al mismo tiempo, decir que los únicos que pueden manejar la situación en la que vivimos hoy globalmente, es desde arriba, desde gobiernos, empresas, que son los que nos darían la solución y por lo tanto deberíamos aceptar todas las condiciones que nos imponen. Ante esto creo que es fundamental rescatar y fortalecer las respuestas colectivas y desde abajo.

-- ¿Por ejemplo?

Por un lado, necesitamos entender que hay un sistema alimentario que es el que llega al 70% de la población mundial. Hay trabajos muy serios de investigación de ETC y de GRAIN que muestran que el 70% de la población mundial se mantiene por la producción en pequeña escala de campesinos, pequeños agricultores, también huertas urbanas, y otras formas de intercambio y recolección de comida que son pequeñas, descentralizadas, locales. Esto es lo que le da de comer a la mayor parte de la humanidad. Y no solo es comida más sana, sino es la que llega a la mayor parte de la gente. Habría que fortalecer y apoyar estas alternativas. Es como un paradigma para pensar soluciones desde abajo, descentralizadas, colectivas, de solidaridad, para ver cómo cuidarnos, frente a una amenaza que nos puede infectar, pero cuidarnos también entre nosotros, y seguir trabajando en la creación de culturas completamente cuestionadoras y contrarias al sistema capitalista, porque es lo que está enfermando a toda la humanidad, a la naturaleza, a los ecosistemas y al planeta.