Los abstencionistas no son simples borregos
resignados a su suerte. Muchos de ellos y ellas actúan en función de una
memoria derivada de la experiencia, transmitida a veces de generación en
generación, y en virtud de la cual las elecciones, con contadas excepciones,
son una práctica de las élites intelectuales o burocráticas, de derecha,
centro o izquierda, que buscan el voto de los electores para ejercer el poder
en su beneficio propio.
Leopoldo Múnera Ruiz
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Andrés
Felipe Parra publica en las páginas de Palabras al Margen un
artículo titulado: “¿Debe la izquierda colombiana votar por Juan Manuel
Santos?” que contiene una argumentación sólida y convincente contra el voto
en blanco o la abstención en la segunda vuelta. Además, sintetiza el
sentimiento de muchas personas que no apoyaron al candidato-presidente en la
primera vuelta, pero piensan hacerlo en la segunda, o que van a hacerlo en
ambas, a pesar de no compartir partes esenciales de su programa para la
Presidencia de la República.
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El
texto de Andrés Felipe comienza con una hipótesis clara: los uribistas no son
una banda de sectarios que siguen ciegamente a su líder, sino sujetos
racionales que piensan que “la amenaza terrorista es una situación en donde
no pueden establecerse las distinciones éticas entre bueno y malo ni las
legales entre legal e ilegal.” Sin duda, un grupo de uribistas comparte este
argumento, pero a partir de una, dos o varias personas no es posible sostener
que así sucede con todos y todas. Basta relacionarnos con nuestro entorno más
cercano para saber que existen uribistas que también sienten una devoción
irracional por el caudillo, otros que han sido convencidos por años de
propaganda e información redundante y muchos que tienen una confianza ciega
en el expresidente y consideran a sus críticos como enemigos acérrimos. La
política colombiana no se reduce a los sujetos racionales. La campaña de Zuluaga
así lo comprendió. Por eso destinó millones de pesos para promover una
publicidad fugaz, mediante la cual intentó desvirtuar con patrañas la
autenticidad del video sobre el hacker.
La
racionalidad que Andrés Felipe les reconoce a los uribistas en su texto, se
las niega a los abstencionistas y a los partidarios del voto en blanco. En el
artículo, y en los comentarios que inspira, esta última opción parece ser una
alternativa superficial, dogmática o egoísta, frente a la única decisión
racional de votar por Santos para salvar a una generación de la “victoria
definitiva de la derecha”. Superficialidad, dogmatismo y egoísmo puede haber
en cualquier posición política e incluso, con frecuencia, podemos caer en los
tres errores al tiempo cuando reflexionamos sobre la política; pero
descalificar con tales adjetivos a quienes en la izquierda no quieren votar
por Santos, contradice la afirmación que se hace sobre el uribismo y
desconoce la posibilidad de que detrás de la opción abstencionista o del voto
en blanco exista una mezcla de sentimientos, memoria común y razón que tiene
fundamentos en la historia política colombiana.
Los
abstencionistas no son simples borregos resignados a su suerte. Muchos de
ellos y ellas actúan en función de una memoria derivada de la experiencia,
transmitida a veces de generación en generación, y en virtud de la cual las
elecciones, con contadas excepciones, son una práctica de las élites
intelectuales o burocráticas, de derecha, centro o izquierda, que buscan el
voto de los electores para ejercer el poder en su beneficio propio. Son muy
pocos los ejemplos recientes que desmienten esa memoria, sobre la cual se
fundamenta una racionalidad práctica con la que podemos no estar de acuerdo,
pero no ignorarla o menospreciarla.
Los
partidarios del voto en blanco tampoco son meros sujetos irracionales sumidos
en sus creencias dogmáticas: ligeras y vanidosas. No es la primera vez en la
historia del país que la izquierda se ve obligada a tomar una decisión
pragmática. En el pasado los argumentos han sido algo más que irracionales.
Andrés Felipe sostiene que apoyar a Santos no significa votar por la paz
santista, sino por un escenario donde están en juego diferentes concepciones
sobre la paz o al menos una de derecha y otra de izquierda. Estoy de acuerdo
con él. En estos momentos estamos frente a la disyuntiva entre un escenario
de paz y uno de guerra. No obstante, la opción que tomemos pasa por la
elección de un Presidente que puede ayudar a mantener abierto ese escenario o
cerrarlo definitivamente, como sería el caso de Zuluaga. ¿Santos es realmente
el candidato que puede mantener el escenario abierto, incluso ante una
oposición uribista agresiva en el Senado de la República? ¿La historia
personal de Santos y de sus compañeros políticos permite inferir que no va
terminar cediendo a las pretensiones de Uribe y condenándonos por los menos a
ocho años más de derecha guerrerista? ¿Cuál sería la suerte de una izquierda
que vote por Santos cuando se diga de cara al país que el Presidente lo
intentó todo, que incluso se jugó su capital político por la paz y que otros,
desde luego con la complicidad de los movimientos legales, echaron al traste
esa oportunidad única e histórica? ¿No fue lo que sucedió con Pastrana a
quién después sucedió Uribe? ¿Con la reelección Santos no quedan legitimados,
él y sus copartidarios, para imponer su concepción sobre la paz? También
podríamos profundizar las críticas que en este mismo medio se han expresado
en contra de las propuestas sociales y económicas de su campaña. ¿Estos interrogantes
y dudas, u otros similares, son irracionales o no tienen fundamento en
nuestra historia reciente y en la más lejana? ¿El voto por Santos no podría
significar también la “victoria definitiva de la derecha”, con la anuencia de
la izquierda?
Pero la
otra alternativa es Zuluaga. Existen mínimas posibilidades de que el voto en
blanco gane o que hubiera ganado en la primer vuelta. Todavía no parecen
dadas las condiciones para que la mayoría de los electores se manifiesten en
esa dirección. La opción uribista, como lo dice Andrés Felipe y como lo
sostuvimos en un texto anterior, implica la extensión de la guerra sucia a
todas las esferas de la vida social. Dentro de ella, la izquierda y el
movimiento popular están condenados a resistir y sobrevivir. En tal medida,
el voto por Santos, en contra de lo que dice Andrés Felipe, sería por un mal
menor que permitiría al menos tener la esperanza de mantener abierto en el
país un escenario de paz. Además, recogiendo los argumentos de un profesor de
la Universidad Nacional, el liberalismo político santista favorece otro
escenario, también vinculado con la paz, donde las discriminaciones de todo
tipo pueden ser controvertidas y contrarrestadas. Bajo su mandato no quedamos
condenados a vivir sometidos a las creencias ultramontanas que han orientado
la última Procuraduría y que tienen tantas afinidades ideológicas con el
uribismo puro. La elección de Santos no le garantiza nada a la izquierda e
implica la continuidad de la política económica y social que está devastando
al país. La de Zuluaga le garantiza cuatro años en la misma tónica y con
todos los horrores de la seguridad democrática. No es fácil votar con asco,
como dice el poeta, pero va a tocar hacerlo.
Los
argumentos de Andrés Felipe Parra -dejando a un lado sus descalificaciones-,
las conversaciones de estos días y el sentimiento de muchas personas
cercanas, quienes no quieren que se muera la posibilidad de construir una paz
con justicia social en el país, sin que hagamos un último intento por
salvarla, me llevan a replantear mi posición de votar en blanco y a acoger la
propuesta de Andrés Felipe. Desde luego, sigo abierto a escuchar y leer en
estas tres semanas otros argumentos y a tener otras sensaciones para tomar mi
decisión final. No obstante, coincido con el comentario de Anónima, el
voto de la izquierda no es suficiente para evitar el retorno del uribismo
puro a la Presidencia de la República. Son necesarios los votos de los
abstencionistas, de quienes sufragaron en blanco en la primera vuelta, de los
verdes y los conservadores antibelicistas. Lograr que las personas renuentes
a apoyar a Santos cambien su decisión implica comprender las razones,
sentimientos, memorias y temores que le impiden hacerlo. Bajo el supuesto de
que muchas de ellos y ellas no quieren que continúe la guerra degradada que
hemos estado viviendo en Colombia, muy poco sirve estigmatizarlos desde una
supuesta racionalidad política verdadera. Quizás esta pretensión a la verdad
definitiva e invariable en materia política es un rezago que nos impide
pensar libremente y que, colectivamente y mediante el diálogo, debemos
superar de una vez por todas en Colombia.
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COMENTARIOS
(10)
DULCE AVE
NEGRA
27
Mayo 2014 a las 23:46 | #
Me
parece que Múnera mató el tigre y se asustó con el cuero. Todas las preguntas
que hace las interpreto como preguntas retóricas porque es obvio y para
cualquier persona medianamente racional con alguna inclinación a la izquierda
es obvio que tienen una respuesta afirmativa. Si en lugar de plantearlas como
preguntas las hubiese planteado como argumentos, por lógica tendría que llegar
a la conclusión de que no vale la pena votar por Santos. Un poco decepcionante
esos cambios de opinión sin mayores fundamentos.
ANGELLO M
28
Mayo 2014 a las 05:44 | #
Como
él mismo lo dijo en una clase: "coitus interruptus" cuando llega a la
mejor parte salta violentamente a otra posición. Sería sumamente interesante
que alguien intente darle respuesta a esas preguntas que Múnera deja abiertas.
GORKI
28
Mayo 2014 a las 00:20 | #
Entonces,
según Múnera, los "anarquistas" colombianos estan mandando a votar
por Santos? Las vueltas que da la vida!
CATALINA
28
Mayo 2014 a las 00:34 | #
Y
acaso hay alguien que confiando en la posibilidad de un mundo mejor, no esté
asustado en este momento con la presente posibilidad de decisión electoral?
Santos o Zuluaga definitivamente representan lo que muchos -aunque no
suficientes- aborrecemos y es un modelo salvaje de expropiación, desplazamiento
forzado, de guerra sucia, de explotación generalizada, de paramilitarismo.
Nuestro miedo tiene fundamento -claro está que el miedo nunca nos desmovilizará
de la militancia por la vida, por la transformación-, la muerte que se ha
sembrado a nuestro alrededor por 8 años descaradamente y por 4 años más un
tanto disimulado, la pobreza que se ha intentado invisibilizar a través de
cifras vergonzosas y mentirosas hacen que hoy -personalmente- deba apostar por
regalar mi voto a un intento de llegar a consolidar acuerdos políticos y
sociales en una mesa de negociación con las guerrillas, mi voto -aunque con
desconfianza profunda y hasta dolor- será por Santos, quizá en algún momento de
este proceso sea el pueblo quien realmente determine los cambios que
necesitamos a través de una constituyente o consulta popular; algo que sin duda
nunca conoceremos en caso de que sea Zuluaga quien llegue a la presidencia.
Aquí no hay posibilidad para juzgar a quienes deciden abstenerse pues tienen
toda la argumentación necesaria para hacerlo, sin embargo quienes decidimos
votar para ejercer un contrapeso necesario a la guerra y obra paramilitar-
legitimada y legalizada- entonces también tenemos argumentos por lo cual en
este panorama no podemos dividirnos más frente a esa decisión al contrario,
creo que de una u otra manera todos estamos intentando visibilizar el
sentimiento de rechazo a este panorama de guerra total, el debate está abierto
y tenemos absoluta libertad de tomar y/o cambiar postura en este proceso.
Gracias por movilizar el pensamiento
JORGE
28
Mayo 2014 a las 00:41 | #
Actuar
con consecuencia, es el eje ordenador de nuestras decisiones, esto se cumple
siempre y cuando, su toma, su decisión, queden exclusivamente en nuestras
manos, y no dependan de alguien más, y por supuesto que habría que votar en
blanco, aun cuando los defensores del establecimiento ya hayan salido ha decir
que una eventual victoria del voto en blanco no tendría efectos jurídicos, por
supuesto que no los tendría bajo el marco legal vigente, pero ¿dónde estaba el artículo
de ley que "si aceptaba la séptima papeleta como expresión del cambio
constitucional"? Ahora, lo que sucede es que como el resultado final, la
victoria del voto en blanco, no se puede garantizar: básicamente porque no
tiene promotores a lo zuluaga ó santos (lideres reconocidos que salgan a
promoverlo), entonces sería muy riesgoso aventurarse a dejar el resultado en
manos del destino colectivo, así que tocará taparse la nariz y marcar al
candidato que nunca ha sido candidato, sino que gano por interpuesta persona.
FCHJ
28
Mayo 2014 a las 03:51 | #
He
leído tu postura, muy clara por cierto. Yo por mi parte no puedo dejar de
pensar que caemos a nivel de izquierda en la idea de pedirle peras al olmo y
señalar lo que es Santos, no es necesario en ese contexto de pensamiento
crítico. Santos y Uribe son en definitiva representantes del fascismo de
derecha, uno convencional y eventualmente criminal y otro abiertamente
exterminador. En ese sentido, me compadezco de la ignorancia social que los
puso a disputarse el poder, la compadezco por ser la primera víctima de la
alienación que nos tiene hechos una masa, un verdugo de sí misma. Inicialmente
pensé en abstenerme de votar en segunda vuelta y pese a que voté por Clara en
primera sabía cómo todo el mundo quienes se disputarían la presidencia, y
finalmente reconozco que a la izquierda le debe saber a mierda pensar en la
sola idea de votar por Santos ahora, con toda la razón, sentirse como la tabla
de salvación de la derecha. Yo tengo una lectura diferente acaso esté
equivocado, pero no dejo de ver un panorama sombrío que no puedo ignorar,
santos tiene afán de Gloria y de pasar a la historia como el
"pacificador" y así lavar los pecados de las élites ante la comunidad
internacional, un hecho que se cristalizó en herida para la ultra derecha y que
ha tenido unos pre-acuerdos sin precedentes en los procesos de negociación con
las FARC, por eso haciendo un corte hasta hoy, creo que mi voto será
pragmático, me aterra ver resurgir el paramilitarismo. Es una lectura de seguro
irritante para la gente de la izquierda y creo que tienen derecho a no votar o
hacerlo en blanco, pero si un análisis objetivo sobre las proyecciones en
materia de violación a derechos humanos y la posibilidad de perpetuación de la
impunidad paramilitar, sugiere que los diálogos de la habana deben continuar,
sería coherente hacerse a un lado?
ANDRÉS TAFUR
28
Mayo 2014 a las 04:37 | #
Es
una situación muy difícil, parece "clichesudo" decirlo: pero son
tiempos interesantes. Yo también iba a votar en blanco. Avizorando el panorama,
renegué mil veces de la posibilidad de votar por Santos. Sin embargo, en la
discusión con otros, he reconocido que las implicaciones prácticas del regreso
del uribismo a la presidencia son muy desfavorables para cualquier posibilidad,
no de la izquierda institucional en el Polo o la que queda en la Alianza Verde,
que incluso podría hacerse de nuevo con la alcaldía de Bogotá; sino para el
movimiento social y popular, que es donde a mi juicio anida la posibilidad de
cambios sustanciales. Descontando los argumentos de Andrés Felipe y del
profesor Múnera a favor del "voto ingrato" por Santos, los cuales
acepto, también creo que en el plano internacional, un gobierno de Zuluaga
sería nefasto para Venezuela. No creo que tenga que explicar por qué, la
demagógica "categoría" es un abrebocas a lo que vendría. Votaré por
la posibilidad de una salida negociada al conflicto político militar
colombiano, porque de la buena salud del proceso y del éxito de su conclusión,
puede originarse una ruptura al tiempo histórico-oficial y una oportunidad para
que hagamos política, que es lo que el conflicto hace mucho tiempo no nos
permite hacer. Por eso son tiempos interesantes. Saludos.
ANDRÉS TAFUR
28
Mayo 2014 a las 04:39 | #
La
"categoría" a la que me refiero, por supuesto con hondo sarcasmo, es
al mentado "castrochavismo"... no sé por qué no apareció.
ESTEBAN
ÁLVAREZ
28
Mayo 2014 a las 06:40 | #
Como
siempre, a Leopoldo le queda algo de anarquista, le duele que a los
“abstencionistas” nos violenten de una manera tan grosera, que nos traten peor
que a los uribistas (desde los diferentes lugares del espectro político que de
alguna manera cree en la vía electoral). Sin embargo resulta deprimente que cada
vez que su espíritu libertario intenta salir a flote le gana la pesadez, y no
juego aquí con su gordura, la cual me parece muy atractiva, de hecho haré una
confesión: esos rollos me encantan, aunque su efecto político performativo sea
a veces el de generar temor reverencial, como otrora sucedía con la larga barba
de los sabios anarquistas y comunistas, igual no es eso lo que me atrae,
palabras más palabras menos simplemente me arrecha, y bueno, las posiciones de
poder son una puerta al sexo, que muchos “ilustres docentes” de la Nacho han
decidido usar… En fin, aquello de la pesadez lo digo en un sentido nietzscheano
que él conoce. No divagaré más porque sospecho que él o muchxs lectorxs dejarán
de tomarme en serio, como toman en serio a Zuluaga y se mean en el
“abstencionismo”. Estimado profesor Leopoldo, sólo quisiera que recordara una
de las enseñanzas que me dejó en Teorías del Poder, cuando pasamos gratamente
por Spinoza: “a las multitudes serviles, sometidas, las mueve el miedo y la
tristeza, a las libres las moviliza la alegría”… No apoyar a santos no implica
dejar ganar a Zuluaga, si Zuluaga gana es gracias a aquellos que lo apoyan y
que lo manifiestan con su voto y/o sus prácticas diarias. Los anarquistas al no
votar no habremos dejado ganar a Zuluaga, ni a su proyecto, a quien no oponemos
un tarjetón sino nuestra entera existencia. No obstante, la izquierda
“pragmática” al votar sí habrá apoyado a Santos, habrá cedido al miedo, y habrá
sobrevalorado el potencial de depositar un papel en una urna. Que el proyecto
guerrerista no nos lo achaquen a los anarquistas, sino a quienes se mueven por
el miedo y a quienes se identifican con dicho horizontes. Besos viejo ácrata…
espero haber tocado tu corazoncito, como lo hizo conmigo una de las madres de
Soacha que me dijo recientemente: “si de usté piensa que Santos es mejor que
Zuluaga no hablemos de política, dígaselo a alguien a quien ese señor no le
haya matado un hijo”.
ZEROZEN
LEUCH
28
Mayo 2014 a las 09:27 | #
¿El
voto en blanco una tercera Opción?
A
todos aquellos que critican el voto en blanco e iban a votar por Clara,
Peñalosa o Martha: ¿serán coherentes con sus perspectivas y orientaciones
políticas, o caerán en la dinámica del voto útil, de votar por el menos peor?
cuando ni Santos ni Zuluaga son alternativas de cambio. Si van a votar por
Santos no vengan a decir acá que quienes votamos en blanco somos quienes más
ayudamos a Uribe o Santos, pues nosotros si somos coherentes "no votaré
por alguien a quien no quiero presidente y lo expresaré en urnas" "no
venderé mis principios por un deseo vacío de victoria" "no venderé mi
voto a la promesa de elegir al segundo menos peor, pues para Colombia solo
quiero lo mejor". La anterior una de las frases provocadoras que me
comentaba un promotor del voto en blanco, la cual quise traer aquí pues por
medio del presente escrito quisiera dar una tercia, tomar parte y dar mi
posición, en el debate suscitado a raíz de los artículos: “¿Debe la Izquierda
Colombiana Votar Por Juan Manuel Santos? y ¿Son los abstencionistas y los partidarios
del voto en blanco simplemente superficiales, dogmáticos y egoístas?, artículos
de Andrés Felipe Parra y Leopoldo Múnera, respectivamente.
La
actualidad colombiana se encuentra en un momento en que como bien lo han
argumentado Andrés Felipe, estamos en un cuello de botella en el que solo hay
dos [aparentes] situaciones: una, la del proceso de paz y el acumulado que poco
a poco ha venido construyendo la izquierda para afrontarlo y enfrentar a Santos
y su idea de la paz, derrotándolo a través de las urnas, la movilización social
y si es el caso, una asamblea nacional constituyente. Otra, la del fin del
proceso de paz y el ascenso de un proyecto uribista envalentonado que haría de
la solución militar un punto de no retorno.
Observando
este último como el punto crucial del debate se exige la elección entre
opuestos radicales, la paz o la guerra, la vida o la muerte, la decisión entre
mantener una coherencia ideológica y no pisotear la propia memoria ante los
agravios a la sociedad cometidos por Santos y votar en blanco, o anteponer el
beneficio colectivo, y elegir la menos peor de las opciones, “votar con asco”,
votar por Santos.
Es
claro que como debate sigue llamando la atención está contraposición de ideas
sin embargo va perdiendo profundidad porque es evidente que la vida es mejor
que la muerte, que la paz es lo que “toca”, lo que se “debe” y que el voto en
blanco es un egoísmo o utopía. Con tal fuerza el debate se inclina a votar con
asco y votar por Santos que el profesor Leopoldo públicamente desistió de su
elección inicial que era votar en blanco como lo afirmaba antes de las
elecciones en el artículo “Campañas sucias y pragmatismo político”.
Es
en razón a lo anterior y a que desde diversos sectores se tiende a generalizar
tanto a quienes votan por Zuluaga, como a quienes votan por Santos, igualmente
a quienes piensan votar en blanco o abstenerse con el adicional de un desprecio
y subvaloración. He decidido estar en contacto con diversos promotores del voto
en blanco y escuchar sus posiciones para rescatarlas aquí.
Contrario
a como se piensa habitualmente entre quienes votan en blanco no prima la pereza
y la falta de actitudes democráticas, al contrario se trata de un proyecto
social y político en el que se busca devolver al voto en blanco el carácter que
inicialmente se había pensado que de acuerdo con la sentencia C-490 de 2011 de
la Corte Constitucional, que declaró la exequibilidad de la Ley 1475 (Reforma
Política), el voto en blanco es “una expresión política de disentimiento,
abstención o inconformidad, con efectos políticos” y agrega que “el voto en
blanco constituye una valiosa expresión del disenso a través del cual se
promueve la protección de la libertad del elector. Como consecuencia de este
reconocimiento la Constitución le adscribe una incidencia decisiva en procesos
electorales orientados a proveer cargos unipersonales y de corporaciones
públicas de elección popular”. Además El voto en blanco es una posición
política para demostrar el inconformismo que se tiene hacia los candidatos que
se han presentado a elección, es una herramienta válida dotada de capacidad
jurídica a diferencia de los votos nulos o la abstinencia.
Se trata de devolver para la sociedad colombiana al voto en blanco como una
alternativa en una democracia, una alternativa que curiosamente en un país con
una democracia deforme por el personalismo político resulta más pertinente pues
obliga a cambiar de nombres.
Lo que se ha visto es que a cuentas claras el voto en blanco como opción
democrática ha sido más deslegitimado y vilipendiado que la izquierda
colombiana, pues: 1. ni siquiera para muchos es considerado el voto en blanco
una opción democrática. 2. Para el voto en blanco no hay doliente, no hay
garantías, no hay medios., 3. Si en los imaginarios de la sociedad se tacha en
ocasiones a las alternativas de izquierda de inviables a las propuestas del
voto en blanco aún más pues 4. De hecho desde los mismos sectores
“alternativos” se ataca al voto en blanco. Mejor diría desde todos los sectores
excepto desde quienes votan en blanco se subvalora y asignan prejuicios
odiosos.
Quienes
promueven el voto en blanco reconocen que a Colombia le falta más independencia
a la hora de votar, en parte una victoria del voto en blanco podría ayudar,
pues la parte educativa del voto en blanco no es para los políticos es para la
ciudadanía que siempre hace uso del voto útil y estratégico (realmente inútil),
que siempre quiere estar del bando ganador antes de pensar en la democracia.
Efectivamente a los políticos les vale lo mismo, a mí me interesa rescatar al
voto en blanco como opción para la ciudadanía. En primera vuelta siempre fueron
6 opciones pero solo nos detuvimos en 5. Ahora en segunda vuelta son 3 opciones
y nos centraremos en 2, tesis del registrador y medio país [por ahora].
Otro
problema es que todo ahora se piensa a corto plazo, necesitamos demostrarle a
todo el mundo que el voto en blanco también es una opción que tanto la
oligarquía como los políticos tradicionales temerían que un pueblo vote
programáticamente, no matemáticamente. La abstención es tan alta tanto porque
no se le da oportunidades a sectores alternativos como las izquierdas y demás,
como porque tenemos una sociedad en la que al voto en blanco una opción
democrática se le trata como si fuera solo un adorno o instrumento de otros.
Cuando la tesis del voto en blanco es simple y clara: si no te gusta ningún
candidato das voto en blanco.
Realmente
el problema de las miradas a corto plazo y largo plazo en política son fuente
de las mayores contradicciones y paradojas en las que nos encontramos, quienes
votan por Santos hacen una mirada de largo plazo en retrospectiva, dan cuenta
de lo difícil que ha sido la historia de Colombia y su conflicto interno, por
ende ven en el proceso de paz actual una posibilidad de un cambio importante.
Para quienes votamos en blanco hay una mirada de largo plazo a futuro en donde
por supuesto reconocemos lo importante del proceso de paz, pero evidenciamos
como a costa de la paz firmada con Santos (pudiendo ser con otra persona) gran
parte del futuro socio económico del país se verá afectada. La economía
campesina, la dependencia económica y la cuestión ambiental por poner algunos
ejemplos, son procesos que se han ido configurando no solo desde el gobierno
Santos sino desde antes, pero impulsada por este, lo que ocurrirá en una mirada
de largo plazo es que lo que creíamos grandes cambios, se convirtieron en
alternativas sistémicas para seguir igual y peor. Por elegir entre peores hemos
conseguido un “second best” que nada tiene de “best”, vivimos en un país en que
es viable políticamente la pobreza, la guerra, la desigualdad, la falta de
oportunidades, la persecución a la oposición. Si seguimos eligiendo, observando
un corto plazo del futuro, seguiremos profundizando un modelo que tiene y tendrá
raíces más profundas que el propio conflicto colombiano.
Reconozco
que la lucha contra la mirada cortoplacista somos nosotros mismos y nuestra
propia forma de pensar, hemos permitido que la democracia se convierta en un
espacio para la secesión del accionar político, debemos lograr que las calles y
las urnas logren una mayor coherencia, el inconformismo debe estar en las urnas
así como en las calles. Hemos permitido que las urnas sean una cosa desde
arriba y las pensamos dejar así, por eso es que las calles se llenan y las
abstención hace presencia. Porque no utilizamos todos los espacios de lucha. En
las calles también se construye de ahí que la defensa del proceso de paz no se
da solo en las urnas.
Hasta
el momento he procurado hacer una descripción de las posiciones y formas de
argumentar el voto en blanco desde nuestras lides, desde quienes pensamos en el
voto en blanco como una tercera alternativa. Sin embargo miento si digo que a
mí también como al profesor Múnera no me ha causado malestar saber que cada
paso que dé para impulsar al voto en blanco pone un pie más en la Casa de
Nariño al líder guerrerista Oscar Iván Zuluaga.
Antes
de exponer mi decisión final ante las elecciones de segunda vuelta, quisiera
hacer algunos comentarios sobre porque muchos compañeros afines al voto en
blanco seguimos en esta lucha, a pesar de lo difícil y utópico que se ha
tornado salir vencedores. Lo primero sería desmentir la ya muy divulgada
frase del registrador “aunque el voto en blanco se contabiliza en la segunda vuelta,
no tiene efectos jurídicos sobre ella”.
Esta frase no debe tomarse como definitiva pues es bien sabido que lo jurídico
y lo político se impregnan en demasía más cuando se trata de favorecer la
voluntad del constituyente primario y en un caso en el que de darse una
victoria del voto en blanco todo dependería de elementos interpretativos, pues
las normas no son claras de suceder este fenómeno. De esta manera la utopía
jurídicamente no está cerrada, cabe un espacio de interpretación jurídica que
cuestionaría a la misma constitución y evidenciaría un vacío o probables
tensiones al respecto.
Por
otro lado, se dice que procesos como el voto en blanco le cuestan mucho al
país, sin embargo permitir para el país la continuidad de un gobierno que
profundiza un modelo extractivista, y desigual ¿Cuánto nos costará?
Cabe recordar que el voto en blanco no es una cuestión de izquierdas y
derechas, pues realmente lo que se pretende con polarizar al elector entre una
u otra tendencia es establecer unos marcos y parámetros a la decisión. En el
caso del voto en blanco tales parámetros no existen pues quien vota en blanco
simplemente ha identificado que ningún candidato corresponde a lo que para el
país se desea, puede votar en blanco conservadores, petristas, peñalosistas,
etc., sin necesidad de ningún acuerdo colectivo.
Es
evidente que pensar en una victoria del voto en blanco hoy día es una utopía,
pero una pseudo utopía pues existe una alejadísima e importante alternativa. Se
requeriría una difusión y expansión de la idea del voto en blanco, una unidad
social, acuerdos con los más diversos sectores que dicen #NiSantosNiZuluaga con
las personas que no tienen representación, se requería una real unidad de las
izquierdas, sí esa que no la hay hace tiempos. Si se logra lo imposible el voto
en blanco será una alternativa, pero debe ser una opción clara, sino la única
cosa que pasará será que llegará Zuluaga y nuestras pesadillas.
Repito,
mi interés es rescatar para Colombia el voto en blanco como una opción para la
democracia, una opción real, no un adorno, un instrumento que utilice la
sociedad para evitar que cuando las maquinarias están en el tarjetón ya no nos
queda más que elegir entre ellos, una expresión que sea una real alternativa en
la que abandonemos el “second best” el voto matemático y calculador por un voto
programático. Este proyecto político que me propongo esta en sí mismo marcado
por una doble paradoja, por un lado es el momento en el que en la sociedad hay
más inconformismo acumulado si hacemos esta lectura del nivel de abstencionismo
y el reciente record del voto en blanco y por el otro lado, que el riesgo de
que un intento afanado y fallido por el voto en blanco catapulte a Zuluaga como
el vencedor y a Colombia entera como la gran prisionera.
Sí
con todo lo que he dicho no he logrado responder a la paradoja vida o muerte,
guerra o paz, Santos o Zuluaga. Pero si traigo aquí mi decisión personal,
dedicaré mis esfuerzos a crear el imposible a articular a la sociedad en torno
a la idea del voto en blanco, no será una lucha ciega será consciente en el
sentido de que me daré un plazo de diez días, diez días para cambiar el
espectro político, convertir al voto en blanco en la mayor o segunda
alternativa a boca de urnas, buscar apoyos en las izquierdas coherentes, y en
las incoherentes, buscar apoyo del abstencionista, buscar apoyo del conservador
que no sea santista ni uribista, de los verdes. Sé que este camino tiene más
barreras que posibilidades, pero ¿de qué otro modo es una revolución?
Reitero,
mi decisión es consciente tomaré diez días (desde el 29 de mayo) como plazo, si
no logramos impulsar al voto en blanco como alternativa haré lo mismo que
Leopoldo replantearé mi posición y votaré con mucho asco por Santos. Sirva esto
como mensaje a los Leopoldos que van cediendo (con razón y corazón) a votar por
Santos, la propuesta es clara apoyen a este resurgir de la inconformidad social
activa en las urnas al menos en una parcialidad del tiempo que queda de aquí a
las elecciones, pero no demos por cerrada una revolución que podría tener más
fuerza de la que pensamos.
Atentamente,
Zerozen Leuch desde las montañas de Bogotá.
(Aunque quisiera se publicara para explicitar
el debate no puedo porque no soy miembro de la página espero sea observado)