03-05-2014
Presionado por la opinión pública, el ex Presidente
García tuvo que presentarse a declarar en el juicio que se sigue por la mataza
de Accomarca, ocurrida en agosto de 1985. Desde un inicio, hizo resistencia, y
se negó a comparecer, alegando no tener nada que decir por cuanto los hechos
habían ocurrido casi al inicio de su primera gestión gubernativa y cuando él
ignoraba muchos de los entretelones del Poder.
Esta vez
acudió a la cita judicial, aunque fue acompañado de una agresiva turba que
pretendió blindarlo y que, en el extremo de la prepotencia, llegó a enfrentarse
con los familiares de los asesinados en esos parajes andinos y por quienes
buscan justicia.
En su
defensa García se circunscribió a declarar con voz engolada: ”Los sucesos
de Accomarca fueron un hecho aislado que ocurrió durante mi gobierno”.
Debió decir, en primer lugar que no hubo un muerto –lo que podrìa considerarse
“un hecho aislado”, sino 69. Omitió reconocer, además que, a partir de allí,
ocurrieron numerosos otros “actos aislados”: Pucayacu, Llocllapampa,
Umaro, Callca, Bellavista, Pomatambo, Parcco Alto, Puccas, Huancapi, Cayara,
Santa Rosa, y otros; fueron solo algunos de los nombres de pueblos arrasados
por el Terrorismo de Estado en los años de García. Ellos configuraron la
política del régimen en ese entonces, y por la cual -tarde o temprano- deberá
responder ante la justicia de los hombres.
En la
mayoría de los casos estos hechos fueron atribuidos a Sendero Luminoso, o se
presentaron ante la ciudadanía como resultado de un “duro enfrentamiento” entre
efectivos militares y la “guerrilla maoísta”. Una breve investigación permitió
demostrar que las acciones aludidas no fueron ejecutadas por SL, sino por
efectivos de la Marina de Guerra o del Ejército; y que los “enfrentamientos
armados” sólo existieron en la febril imaginación de la “prensa grande” o en
los reportes interesados de la institución castrense. Ellos mismos le dieron
categoría de “guerrilla maoísta” a la que no era más que una estructura
terrorista artificialmente inflada.
La diligencia
celebrada recientemente, y a la cual el señor García debió comparecer más bien
cómplice; nos permite recordar los sucesos en cuestión, que se iniciaron el 14
de agosto de 1985, y se prolongaron a vista y paciencia de las autoridades, por
casi un mes. Incluso el 9 de septiembre fueron registradas acciones militares
contra la población indefensa, allí y en otras comunidades contiguas.
Si bien pudo
haber ocurrido que el Jefe del Estado fuera sorprendido en un comienzo ¿cómo
explicar que estos hechos continuaran despiadadamente sin que nadie hiciera
nada por detenerlos, y que en ese lapso fueran muertas otras personas,
incineradas aldeas, robado ganado y precarias pertenencias de los campesinos?
Pero hay
más: los crímenes que ocurrieron en esa circunstancia -todos- fueron ocultados
al país. 69 personas, -incluidos niños, mujeres y ancianos- fueron quemados
vivos. Los introdujeron a la fuerza en una choza, y les lanzaron luego bombas
incendiarias hasta hacerlos víctimas de una muerte horrenda.
En esa etapa,
las autoridades no solamente no castigaron a nadie, sino que ni siquiera lo
denunciaron. Ni lo informaron al país. Prefirieron guardar silencio albergando
la ilusión de la impunidad. Incluso, la Comisión del Senado que investigó el
caso, fue presionada para ocultarlo, al extremo que el propio Senador aprista
Vallerriestra -que la presidía- se vio forzado a renunciar a ella. Por lo
demás, el informe final en torno al tema, quedó archivado como documento para
la historia y sólo hoy asoma considerado como una “referencia” de lo ocurrido.
Es claro que
el gobierno de entonces y la Clase Dominante, creyeron que jamás se sabría la
verdad. Y es que habían eliminado a todos, incluidos los que creían que fuesen
“los únicos testigos” de esa conducta horrenda.
Sucedió, sin
embargo que hubo pobladores que, angustiados, lograron huir del escenario del
crimen, se refugiaron en inhóspitos parajes andinos, y fueron después abordados
por parlamentarios interesados en la materia. Eso permitió hacer la luz. El
diputado Jorge Tincopa Calle ubicó las tumbas de los muertos. Si eso no hubiera
ocurrido el crimen hubiese permanecido oculto.
Autores
materiales de esa masacre, que abarcó los predios de la localidad, fueron
oficiales del ejército; pero los operativos fueron ordenados por la Jefatura de
la Fuerza Armada que operaba entonces en el cuartel Los Cabitos, de la ciudad
de Huamanga. Por eso, a la hora de las indagaciones saltaron los nombres de
Sinesio Jarama -hoy fallecido-, Enrico Praeli y Wilfredo Mori, Jefe Político Militar
de la Zona de Emergencia éste último. Varios de ellos fueron retirados de su
función, pero ninguno fue sometido a la justicia ordinaria. Allí, a
todos les salió barata la aventura.
Hoy lo
reconoce el propio García quien ante el juez sostuvo que “lamentablemente” el
tema solo fue visto “en la justicia militar”. ¿Y qué hizo él para variar ese
rumbo? Ud. amigo lector puede responder a esa pregunta.
La impunidad
campeó en esa circunstancia y se prolongó durante los cinco años de García en
los que, además, se alimentó la capacidad operativa de los destacamentos
punitivos de la zona, lo que dio lugar a otras acciones: que fueron posibles
porque sus autores sabían que nada habría de ocurrirles. En esos predios
ubicados en los contrafuertes andinos, y virtualmente alejados de la
civilización, actuaron con entera libertad las tropas del ejército causando
enormes bajas a la población civil.
Nada les
ocurrió a los autores intelectuales del crimen, pero ¿a los autores materiales?
Tampoco. Thelmo Hurtado -el subteniente que comandaba la columna, tuvo
un mal rato porque debió comparecer ante una Comisión Parlamentaria; pero
después, se libró de todo. Juzgado en el fuero castrense se le sancionó
-inicialmente con 8 días de rigor- por “desacato” y “abuso de
autoridad”. Nadie la había ordenado matar, ni menos hacerlo de manera
brutal ¿verdad? Ya eso, fue su propia iniciativa.
Después
Hurtado volvió a la cancha. Siguió en la institución armada todos los años de
García, ascendió impunemente, e incluso fue condecorado por los “servicios
prestados” a la institución castrense. Finalmente descubierto, fue pasado a
retiro en un gesto administrativo. ¿Nadie es responsable de que eso haya
ocurrido así? El Presidente de entonces ¿pudo no haber tenido culpa alguna en
estos hechos?
El
mandatario aprista se valió de sus altas funciones en la estructura del Estado
para encubrir los hechos y proteger a los autores materiales e intelectuales de
los mismos. ¿No debió informar a la justicia en ese entonces? Claro que sí. Lo
que ocurre. es que no es sólo García el implicado.
En la zona
operó una columna militar apodada Lince, que estuvo a cargo del general Williams
Zapata. Sus acciones depredadoras fueron denunciadas, pero nunca castigadas
Después, ya bajo el fujimorismo, fue Jefe del Batallón Chavín de Huántar, y se
coronó en esa clase de acciones el 22 de abril del 97, cuando “recuperó” la
sede de la residencia nipona en manos del MRTA. Solo que la secuela, fue la
muerte de todos los muchachos -dos mujeres, una de ellas en estado de gestación-
que con Cerpa Cartolín atacaron cuatro meses antes ese lugar.
Incluso más
tarde, cuando ocurrió en conocido “Andahuaylazo” -la insurrección de Antauro
Humala-, este mismo general fue convocado “de urgencia” para dirigir las
recientes acciones militares orientadas a debelar la insurgencia. La actitud de
los alzados, que depusieron cautamente las armas impidió que el general tuviera
ocasión de operar en la región. Hubiese sido una nueva cirugía sangrienta.
Demandar
ahora que no sólo Thelmo Hurtado comparezca, sino que la investigación y la
sanción por estos hechos infaustos se extienda a quienes fueron cómplices,
responsables y encubridores de los sucesos de Accomarca; no constituye ningún
pedido fuera de lo común. Lo que si carecería de sentido es que se confirme la
impunidad que durante todos estos años ha caracterizado la conducta oficial en
la materia.
Hoy, como
antes, las víctimas de estos crímenes horrendos, claman justicia. Y es que
Accomarca y el Infierno, fueron sinónimos.
Gustavo Espinoza M. Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera
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