Muerte Anunciada
¿Es
demagógica la tesis sobre la crisis terminal del capitalismo? Para responder
esa pregunta debemos comenzar por indagar si la crisis del capital es parcial,
regional, hemisférica o global; si es una crisis sólo económica o si es una crisis absoluta,
total, que abarca todas las esferas de la vida social; en fin, si el
capitalismo ha dejado de ser compatible con la vida y la existencia en el
planeta. Ciro Hernández nos entrega en esta oportunidad una explicación
magistral de la agonía del capitalismo. Una agonía que ha de considerarse como el proceso del siglo. Una agonía que debe mirarse como un todo porque las partes nos hacen perder la visión de futuro. Una agonía que ha de llevar a
la superación de un modo de vida imposible de sostener en el planeta tierra.
La naturaleza y la dinámica económico-social, están poniendo jaque mate -con 80 jugadas de anticipación- al capitalismo. El capital podrá realizar todavía
muchas jugadas, podrá alargar el proceso; pero, no podrá impedir el jaque mate.
Tacna,
09 mayo 2014
CRISIS DE SUPERPRODUCCIÓN, PERO NO CÍCLICA
09-05-2014
A
estas alturas de la película somos legión los que pedimos a gritos que la
crisis se ataje en sus verdaderas causas: una tremenda reducción de la demanda
de bienes y servicios consecuencia del empobrecimiento generalizado de la
población. Aunque la tesis es muy vieja -ya Marx había predicho el mecanismo
que finalmente se activaría por primera vez a finales del siglo XIX con la
crisis de 1873 (García Picazo). La sociedad internacional en el cambio de
siglo, (1885-1919), p.89)-, lo novedoso ahora es que esta no es otra crisis
económica más como las anteriores que han compartido sus mismas causas.
Para
explicar la diferencia tendremos que remontarnos a ese proceso imparable que se
produce desde los mismos comienzos de la era industrial: las innovaciones
tecnológicas a gran escala. Desde sus orígenes el capitalismo se ha tenido que
enfrentar a las consecuencias de reemplazar al factor humano en todas las áreas
de la actividad económica. La lógica del beneficio ha sido un poderoso estímulo
para este reemplazo.
Cualquier
empresario sabe que lo que puede hacer una máquina especializada le permite
ahorrarse un importante costo en el proceso de producir un bien o generar un
servicio cualquiera. Por lo general las máquinas se amortizan al poco de su
adquisición y no conllevan más costes que el de su mantenimiento y el del gasto
energético para tenerlas en funcionamiento. A las personas hay que pagarles un
salario de por vida, al que hay que sumar los costos que lógicamente impone el
sistema de protección social en las sociedades más avanzadas. Las máquinas no
descansan y pueden producir día y noche, todos los días del año. Por supuesto
que las personas no podemos ni debemos hacer esto porque biológicamente
necesitamos descansar. Las máquinas pueden realizar funciones repetitivas, e
incluso complejas, a un ritmo muy superior al de cualquier persona sin llegar a
experimentar fatiga.
Como
decíamos, estos factores han sido un gran estímulo para la innovación
tecnológica que ha resultado clave para el éxito del capitalismo como sistema
económico. La ambición de los empresarios y de las empresas les ha empujado
permanentemente a reemplazar a las personas por las máquinas con un
considerable ahorro en los costos de producción de bienes y servicios, lo que,
finalmente, permite el abaratamiento de los precios en general. Todo el consumo
de masas se basa precisamente en este eficiente mecanismo económico que, sin
embargo, presenta un serio desafío para la estabilidad y continuidad del propio
sistema.
Efectivamente
el proceso ha conseguido abaratar los productos y los servicios, llegando a
reducir los tiempos para generarlos y aumentando espectacularmente las
cantidades de ambos. Pero ¿Quién va a comprarlos si los potenciales clientes,
los mismos trabajadores, al ser privados de su sueldo han quedado excluidos del
sistema de rentas perdiendo su capacidad de compra? En una economía de mercado,
¿De qué sirve que los productos y los servicios sean más abundantes y baratos
si no hay quien los pueda comprar?
Esto,
y no otra cosa, es lo que hemos venido llamando convencionalmente ‘crisis
cíclica de superproducción’. El frágil equilibrio entre la oferta y la demanda
de bienes y servicios se rompe de manera recurrente. La realidad es que el
mecanismo que desencadena las crisis cíclicas en las economías post-industriales
es mucho más complejo de lo que lo describimos aquí de una manera muy
esquemática y simplificada. Pero en esencia esta es la idea.
Ahora
bien ¿Por qué decimos que esta crisis de superproducción no es como las
anteriores? Hasta no hace mucho cada innovación tecnológica había favorecido la
aparición de nuevas ocupaciones derivadas del uso de esa misma tecnología. Sólo
había que cualificar a las personas para que desempeñasen los nuevos cometidos
y volverlas a emplear.
Pero
el problema del desempleo se ha empezado a hacer crónico con la irrupción
estrepitosa en el escenario económico de una nueva tecnología que lo está
trastocando todo: la informática. Esta sofisticada herramienta es la
responsable de que cada vez más, de forma irremisible y constante, el factor
humano sea reemplazado en todas las áreas de actividad económica de una manera
definitiva. Como todos sabemos, el desarrollo de sistemas programables y
automáticos hace posible que las funciones desempeñadas por las máquinas sean
cada vez complejas. Esto a su vez permite prescindir de las personas incluso
cuando estas llevan a cabo funciones altamente sofisticadas que hasta ayer solo
era capaz de ejecutar la racionalidad humana.
Pongamos
algunos ejemplos. Hace solo un par de décadas la gestión administrativa era
desempeñada por un ejército de contables que llevaban las cuentas en sesudos
libros llenos de asientos contables donde se registraban los gastos y los
ingresos. Hoy en día, donde antes había diez, doce o más administrativos, en la
actualidad solo hay un ordenador con el programa adecuado y con un operador que
realiza esa función de una manera mucho más eficiente y segura que lo que lo
hacían los antiguos equipos de contables administrativos. Esto cabe extenderlo
a todo el sistema burocrático-administrativo. Otro caso ilustrativo es el de la
navegación aérea. Seguro que hemos oído hablar de que en la actualidad un avión
es capaz despegar, dirigirse a su destino y tomar tierra sin la intervención de
la tripulación o de los controladores aéreos. Pero resulta que, además, esto
mismo también puede hacerse extensivo a todos los medios de transporte por
tierra y por mar gracias a los avances alcanzados en el uso del GPS (Global
Position System). Por otro lado, ya se está experimentando con máquinas que son
capaces de hacer un diagnóstico médico y proponer un tratamiento a través de un
formulario presentado al paciente y de la realización de las pertinentes
analíticas. Aunque la mayoría de estos sistemas se encuentran en fase
experimental, lo cierto es que más tarde o más temprano entrarán en activo
sustituyendo a los profesionales que venían desempañando esta sofisticada
función, aunque solo sea en sus aspectos menos complejos y arriesgados.
Ilustrativo resultará también contemplar el vídeo en el siguiente enlace: http://www.wimp.com/traintrack. Imaginemos por un momento la cantidad de
operarios que serían necesarios para realizar el trabajo que ahora hace esta
prodigiosa máquina. Y así podríamos poner otra infinidad de ejemplos que sirven
para ilustrar perfectamente esta evidencia.
En
suma, las imparables mejoras y aplicación de la potencia de los sistemas
informáticos o las TICs (tecnologías de la información) no harán otra cosa que
destruir más empleo del que son capaces de crear.
De
la existencia de una crisis de superproducción sin precedentes dan cuenta
determinados datos sumamente alarmantes. Japón, la otrora pujante potencia
industrial, ha tenido estancada su economía a lo largo de la primera década del
siglo XXI . Esto le forzó a mantener unos tipos de interés escandalosamente
bajos, próximos al cero por ciento, para estimular un crecimiento que solo
llegó después del terremoto de 2011. Precisamente Japón es uno de los mejores
ejemplos que podemos poner de economía altamente tecnificada.
De
otra parte, USA se queja de que China mantiene el tipo de cambio de su divisa,
el yuan, artificialmente bajo frente al dólar. Se queja porque sabe que esto
provoca un claro desequilibrio en las balanzas comerciales de ambos países
claramente favorable para la capacidad exportadora de China. Desde hace un
tiempo venimos oyendo hablar en las noticias de la existencia de una ‘guerra de
divisas’. Esta guerra no consiste en otra cosa que en el empeño de los
gobiernos por devaluar sus monedas frente a las divisas rivales para mejorar
sus balanzas de pago y evitar así el endeudamiento y la dependencia exterior.
Pero lo que en realidad se esconde detrás de esta batalla por la exportación es
la búsqueda de mercados exteriores donde colocar la producción porque sus
propios mercados están relativamente saturados y su demanda interna es muy
débil.
No
menos alarmantes resultan los datos de deflación en la UE. Los precios de los
productos caen porque no hay quien los pueda comparar ¿Qué mejor prueba
queremos de que la demanda en la euro-zona está a la baja? Lo peor de todo es
que las recetas tradicionales apenas parecen tener efecto alguno para lograr
estimular el crecimiento. Como pasó en Japón, en Europa el mantenimiento de los
tipos de interés bajos tampoco es capaz de cambiar la situación. Esto es lo que
sucede específicamente en España, donde la austeridad y las altas tasas de
desempleo no han servido para otra cosa más que para estrangular su economía al
tiempo que para mejorar sensiblemente su balanza comercial con el exterior
reequilibrando las demandas externa e interna.
Por
si quedaran dudas de todo ello, pensemos que las economías emergentes, los
conocidos BRICS, consiguen mantener unas tasas de crecimiento sostenidas frente
a las menguantes de las potencias occidentales porque allí todo está por hacer,
en particular la tecnificación de sus economías. Todavía su demanda interna se
mantiene vigorosa. Pero cabe suponer que más tarde o más temprano se
encontrarán con el mismo techo que los países más desarrollados.
Entonces
¿Cuál puede ser la solución a un problema de esta envergadura? Ya lo
anticipábamos al principio. La lógica del beneficio es la responsable del
imparable reemplazo del factor humano en todas las áreas de actividad
económica. Por eso John Maynard Keynes se dio cuenta de que, para atajar las
crisis cíclicas de superproducción, lo mejor era sustituir el papel del mercado
en la economía como origen de la contracción de la actividad por el papel del
Estado. Para hacer frente a las consecuencias del Crack de 1929 Keynes le
propuso a Franklin Delano Roosevelt que realizara una serie de inversiones
estatales, de manera especial en las infraestructuras, para recuperar y
sostener la actividad económica desde el sector público de la economía
estadounidense. Con la institución de la FED, se crearon muchos empleos
públicos y privados gracias a los contratos de la administración que en
conjunto tuvieron un efecto en cascada sobre el resto de los sectores
económicos al tirar de toda la demanda económica.
Resulta
que la receta para hacerle frente al problema ya era perfectamente conocida.
Solo que esta vez puede que el efecto de reemplazo del factor humano en la
economía sea tan agudo que tengamos que ir más lejos de lo que nos propuso
Keynes. El problema ya no solo se refleja en los crecientes índices de
desempleo en el conjunto de Europa. También podría ser la causa de que fallen
todas las recetas tradicionales a la hora de conseguir el necesario crecimiento
económico y la consecuente creación de empleo. Y no nos referimos en exclusiva
a los altos índices de desempleo en las economías del sur europeo. Los
conocidos ‘minijobs’ alemanes no son otra cosa que el reparto del empleo apenas
residual en la economía alemana por la vía de la precarización social y
laboral. Se reducen la jornada y los sueldos a sus mínimos, se produce en
función de la demanda y se incrementan las actividades temporeras y
estacionales. De esta menara es como se disimula el problema de la falta de
empleos, empobreciendo a la población. Es evidente que esto está muy lejos de
arreglar el problema y de aumentar la demanda. Tan solo sirve para mantener una
balanza comercial con un superávit respecto del exterior mientras la demanda
externa permanezca superior a la interna.
Por
eso nosotros pensamos que ahora tendríamos que transferir una gran parte de la
gestión económica desde el sector privado de la economía, desde el mercado, a
manos del gobierno y de la administración pública para sustraerla a la lógica
del beneficio. Después de todo, el problema ya no es que la productividad sea
todavía demasiado baja como para no poder satisfacer las necesidades de la
sociedad en su conjunto. Al contrario, el capitalismo post-industrial es
hiperproductivo por su alta tecnificación. El problema es meramente de reparto.
Está claro que la lógica del beneficio no lo resuelve, lo agrava. Luego no nos
queda otra salida que transferir la esfera de la decisión económica desde los
agentes en el mercado hacia el gobierno y la administración para que, además de
recuperar el empleo, se reduzcan las crecientes desigualdad y tensión social.
Pensamos que, de no hacerlo, más tarde o más temprano nos tendremos que
enfrentar con el hecho de que otros países se ahogan en el mismo problema que
nosotros tras la tecnificación de sus economías. Entonces será tarde para
arreglarlo si no es mediante una contienda internacional. Ya ha ocurrido antes
en la historia reciente de la humanidad.
Todavía
estamos a tiempo de evitarlo a pesar de los inquietantes acontecimientos a los
que asistimos. Por momentos mucho nos tememos que tales acontecimientos se
parecen asombrosamente a un peligroso juego de influencias de poder entre unas
economías pujantes y otras economías debilitadas y en crisis. Reparemos
entonces en las diferencias estructurales entre unas y otras más allá de la
mera diferencia entre su grado de desarrollo. Puede que ahí esté la clave de
toda nuestra explicación y su misma justificación. El tiempo lo dirá.
Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia
de Creative Commons, respetando su
libertad para publicarlo en otras fuentes.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=184350
No hay comentarios:
Publicar un comentario