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martes, 18 de octubre de 2016

¿ES CIERTO QUE LO QUE VEMOS NO ES LA REALIDAD?




 
A los seres humanos nos parece natural el hecho de que seamos conscientes de los objetos, situaciones y eventos del medio que nos rodea; resulta para nosotros algo tan obvio que no nos sorprende y a menudo lo aceptamos sin plantear preguntas al respecto. Damos por supuesto que percepción y realidad son una misma cosa. Sólo cuando los recursos de que disponemos para percibir el mundo se ven mermados, amenazados, o se pierden, llegamos a dudar sobre ciertas cuestiones.

Uno de estos casos fue el de una paciente que los investigadores llamaron D. F., estudiada por el psicólogo canadiense Melvyn Goodale entre 1991 y 1995. A los 34 años, sufrió una intoxicación con monóxido de carbono. La falta de oxígeno causó un daño severo e irreversible de su corteza cerebral visual.Como resultado, perdió algunos de los aspectos elementales de la visión consciente y desarrolló lo que los neurólogos llaman “agnosia visual”.

Si se le pedía reconocer formas, D. F. respondía como si estuviera prácticamente ciega: no podía diferenciar un cuadrado de un rectángulo; tampoco lograba reconocer la orientación (vertical, horizontal u oblicua) de una línea. Sin embargo, cuando se le pedía que pasara una tarjeta por una rendija inclinada, cuya orientación sin duda no lograba percibir,su mano se comportaba con una precisión perfecta. También adaptaba la apertura de la mano a los objetos para alcanzarlos, pero era por completo incapaz de hacerlo de manera voluntaria, no podía describir el tamaño percibido. Parecía que su sistema motor «veía» de manera inconsciente las cosas mejor de lo que ella podía hacerlo de forma consciente.

Desde entonces, numerosos investigadores se han interesado, estudiando este tipo de pacientes, por abordar el problema de cómo percibimos y somos conscientes de la realidad, recurriendo entre otras técnicas a la utilización de estímulos seleccionados que permitan enlentecer el proceso perceptivo y, así, estudiarlo minuciosamente desde la entrada del estímulo en el órgano sensorial hasta su recorrido en el cerebro y la respuesta de la persona. Y, apoyados sobre todo en descubrimientos relativos a las ilusiones visuales, la visión ciega, las alucinaciones y otros fenómenos de percepción visual que muchas personas experimentan; han llegado a la conclusión de que la realidad no es igual para todo el mundo, sino un producto elaborado y subjetivo que depende de la interpretación de cada uno, como veremos a continuación.

El cerebro, el principal órgano que regula la supervivencia de cada especie, está equipado para ello de sensores, que podríamos equiparar a una web-cam que inspecciona por un lado el medio externo o entorno en que vive y por otro, el medio interno, es decir, el propio cuerpo. La información que captan estos sensores, mediante los procesos perceptivos, se representa cognitivamente (es decir, simbólicamente, mediante el pensamiento) como lo que se ha denominado ‘mapas cognitivos’. Según esta teoría, se han descrito tres tipos de mapas cognitivos:

a) mapas interoceptivos, que informan del estado de lor órganos internos,
b) mapas propioceptivos, que informan del estado del aparato esquelético-muscular
c) mapas exteroceptivos, que informan del estado del mundo exterior.

Los mapas cognitivos jugarían un papel fundamental en la configuración de la conciencia humana, que es genuina, personal e intransferible del perceptor, como persona capaz de analizar el medio de analizarse a sí misma. Ahora bien, ¿Cómo llega a convertirse la información captada por nuestros sentidos en conciencia y pensamiento?

La teoría de los mapas cognitivos establece que su funcionamiento se basa en los cambios que se producen en el cuerpo y en el cerebro durante nuestra interacción física con los objetos del medio. Las señales neurales en forma de potenciales de acción, enviadas por los sensores desde los órganos sensoriales, construyen pautas o patrones neuronales que plasman en mapas estas interacciones. Dichos patrones neuronales, cuya finalidad es ayudar a gestionar y controlar de modo eficiente el proceso de la vida, son dinámicos, ya que crean una representación del mundo externo que se fija en la memoria y sirve para responder con mayor precisión a los objetos y acontecimientos: al poder ser revividos en nuestra mente a través de la evocación, es posible planificar e inventar respuestas cada vez más perfeccionadas.

Nuestra mente se vale para ello de múltiples mapas de diferentes modalidades sensoriales y el cerebro también tiene que establecer múltiples conexiones entre ellas. Dichas conexiones deben estar sincronizadas en el tiempo. Esta gran complejidad de señales generadas las experimentamos como estados mentales y se corresponden no sólo con la actividad de un área concreta del cerebro, sino más bien son el resultado de un proceso recursivo que tiene lugar entre distintas regiones ensambladas.

Según Damasio (2010), los patrones de ocurrencia de eventos y objetos en el espacio y el tiempo, así como sus relaciones espaciales y temporales (movimiento de los objetos), constituyen el proceso de la mente, como un continuo fluir de estos mapas que corresponden a imágenes del exterior, del interior, reales, recordadas o imaginadas. Estas imágenes se ordenan en secuencias y unas consiguen destacar más que otras en la corriente del pensamiento, según la importancia que tengan para el sujeto. Esta importancia proviene de los valores asignados a los mapas adquiridos a través de la experiencia. Así pues, el fenómeno de percibir es producto de complejos procesos, que desde hace poco tiempo se están empezando a comprender y, que, si pensamos sobre ellos, podemos preguntarnos por la certidumbre e incertidumbre de nuestro conocimiento. ¿Cómo capturamos un objeto y lo llegamos comprender? ¿Se corresponde la realidad con la representación cognitiva que el hombre tiene?, o ¿el mundo cognitivo es sólo un producto inventado por la mente humana? ¿Son fiables y válidos los datos informativos que los órganos sensoriales captan y transmiten? o ¿nos engañan los datos sensoriales?

Estas son incógnitas que nos asaltan a la hora de evaluar la correspondencia entre lo físico y lo psíquico y la validez de la percepción. Aunque existen una varias posiciones teóricas, en general, todos los autores parecen admitir que existe una cierta congruencia aceptable, aunque no en todas las personas y no siempre, entre la información proporcionada por la energía física y la experiencia psicológica correspondiente; asumiendo que, además de la información estimular y contextual, intervienen las experiencias previas, las motivaciones, inferencias, expectativas, etc., que añaden información única de cada persona en la construcción del mundo cognitivo desde el perceptual. 

Así que no percibimos una realidad única, invariable y exacta, sino una representación de ella. Percibir es algo más que ver, oír, oler, etc., se debe interpretar el estímulo y dotarlo de significación. La función perceptiva y la experiencia perceptiva no son exactamente la misma cosa, en contra de lo que parecen indicarnos nuestras experiencias cotidianas. No experimentamos directamente lo que ocurre en nuestras retinas, nuestras orejas o la superficie de nuestra piel.

El conocimiento lo experimentamos como “qualias” o cualidades singulares de experiencia (color, olor, sabor, tamaño/extensión, textura, etc.) en los cuales estamos inmersos. En el mundo físico existen cosas tales como una longitud de onda larga de la luz, vibraciones rápidas de una cuerda, moléculas de una sustancia química conocida como Cl-Na, materia sólida (una roca o un mineral, por ejemplo), etc., mientras que a éstas mismas cosas en el mundo psíquico (la mente) les hacemos corresponder otras cosas tales como: el color rojo, un tono agudo, sabor salado, textura rugosa y aspecto brillante, respectivamente. Se trata de las mismas cosas, pero expresadas en diferente lenguaje: los objetos del mundo los experimentamos como cualidades de experiencia y estas “qualias” son diferentes de su explicación física, son conceptos propios de otro dominio diferente, denominado por algunos autores la “conciencia fenomenológica”, al que pertenecería el psiquismo o, dicho de otra manera, la experiencia consciente personal. 

Por ejemplo, el cerebro debe establecer la correspondencia entre: a) Una determinada longitud de onda radiante y un color; b) Ciertas relaciones espaciales y la percepción de una forma; c) Determinadas relaciones espacio-temporales y percepción de movimiento; d) Cierta frecuencia temporal de un sonido y su tonalidad; etc. La forma de un objeto, las tres dimensiones, la profundidad y la distancia, el color, el movimiento o la posición exacta no son percibidos ni al mismo tiempo ni en el mismo lugar. El cerebro asocia esas informaciones, consulta otras percepciones subjetivas y emocionales y fabrica las imágenes finales.

Lo que realmente experimentamos, aquello de lo que somos conscientes, es la suma de muchos procesos de interpretación, el resultado de lo que Dennett llamaría «proceso editorial»

Uno de los campos de investigación que mayor conocimiento ha aportado sobre como los estímulos percibidos son interpretados y elaborados por el cerebro para alcanzar la conciencia de realidad y permitir una respuesta a ella es, como decíamos al inicio, el de la percepción visual. Así, los investigadores han ido concluyendo que, precisamente como consecuencia de que los datos extraídos del estímulo son interpretados, en ocasiones, cometemos errores de interpretación, al basar las inferencias en ‘pistas’ (claves) inadecuadas.Veamos cómo en ocasiones el cerebro modifica por su cuenta la información que llega a la retina:
  • El cerebro inventa la información que le falta:
    Punto ciego (el cerebro nos hace creer que vemos en una zona donde no nos está llegando información): En el lugar donde penetra el nervio óptico en la retina, llamado disco, tenemos un punto ciego, denominado así porque en ese punto no disponemos de conos ni bastoncillos (células visuales) lo que hace que no podamos transformar los fotones que llegan a él en impulsos nerviosos que lleven esa información al cerebro. Todas las personas normales somos inconscientes de este déficit (el punto ciego) que anula una parte de nuestro campo visual, aunque el déficit está ahí, no nos damos cuenta de él. Esto se debe a que el cerebro “rellena” el espacio que no vemos con información que deduce o imagina según las características del resto de la imagen percibida. 
  • El cerebro ignora la información que no le conviene:
    Supresión sacádica: Otro de los ejemplos que nos indican que nuestra visión no funciona como una simple cámara fotográfica que se limita a captar punto por punto lo que tiene enfrente, es el de los movimientos sacádicos de los ojos: movimientos rápidos de los ojos que hacemos cuando cambiamos de un punto a otro de fijación de nuestra vista. Si estamos mirando algo y después miramos a otro lado, hacemos un movimiento sacádico. También efectuamos estos movimientos cuando leemos, de hecho en esa tarea nuestros ojos efectúan pequeños saltos entre las palabras. Imaginenos que hacemos lo mismo con una cámara de vídeo:  la velocidad de los movimientos sacádicos es tan alta que aparecería en la grabación una imagen borrosa. Si tenemos en cuenta que hacemos más de un movimiento sacádico por segundo de media, deberíamos estar viendo borroso buena parte del tiempo. ¿Por qué, entonces, no vemos borroso durante estos movimientos de los ojos? La explicación está en la supresión sacádica: una interrupción en la recogida de información visual que experimentamos durante el movimiento sacádico de los ojos. Una forma de observar esta supresión es intentar detectar el movimiento de nuestros ojos en un espejo sin girar la cabeza. Si mantenemos la cabeza estática y movemos los ojos de un lugar a otro, no conseguiremos pillar a nuestros ojos moviéndose, por mucho que lo intentemos.Gracias a la supresión sacádica vemos el mundo de una manera estable aunque la imagen en nuestra retina se mueve casi continuamente.
  • El cerebro puede recibir y procesar información sin que seamos conscientes de ello:                                                                                                                Visión ciega: (El cerebro nos hace creer que no vemos a pesar de que hay evidencias de que la información es percibida y procesada) Se ha denominado así a la peculiaridad de ciertas personas que afirman que no ven determinadas zonas de su campo visual y sin embargo se ha comprobado en numerosos experimentos que utilizan información que se les presenta en esa zona. Por ejemplo, fogonazos de luz en la zona ciega del paciente aceleran el tiempo de reacción a estímulos visuales presentados en su campo normal. También palabras presentadas ensu zona ciega, les facilita el reconocimiento de palabras con el mismo significado (reconocimiento semántico) en su zona normal. Un ejemplo es el caso de la paciente D.F. que mencionábamos al inicio,cuya habilidad inconsciente para realizar acciones motoras no se correspondía con su capacidad para percibir de manera consciente las mismas formas visuales. Otros pacientes estudiados, aunque consideraban que eran totalmente ciegos, podían caminar por un pasillo transitado sin chocarse con objetos.                                                                     Negligencia espacial:  una lesión en el hemisferio derecho, impide que estas personas puedan prestar atención al lado izquierdo, es decir, a toda la mitad izquierda de una escena u objeto. Un paciente se quejaba con vehemencia porque no le habían dado suficiente comida: había ingerido todo el alimento situado en el lado derecho de su plato, pero no percibía que el lado izquierdo todavía estaba lleno. En realidad los pacientes con negligencia espacial no son ciegos en el campo visual izquierdo. Sus retinas y su corteza visual funcionan perfectamente; pero desconocemos el modo en que una lesión en un nivel más alto no les permite prestar atención a esta información y registrarla en un nivel consciente. Sin embargo, la información a la cual no se presta atención no se pierde: la corteza todavía procesa la información desatendida, pero en un nivel inconsciente.
  • El cerebro se apoya en la memoria para compensar la falta de estímulos: (el cerebro reacciona y responde aunque no hay estímulo sensorial)
    Sindrome de Charles Bonnet: es un tipo de alucinación, descrito por Ramachandran y Blakeslee en1998, en el que los pacientes, que han sufrido una lesión en el cortex visual quedan parcial o totalmente ciegos; sin embargo, cuando mantienen los ojos abiertos,  experimentan alucinaciones visuales muy realistas,como para «compensar» la realidadque les falta. El contenido de estas alucinaciones suele proceder de la vida cotidiana, aunque en ocasiones también sea extravagante (personajes de historieta, ángeles, duendes, lluvia de estrellas,figuras imaginarias). Las alucinaciones, en general, conllevan la percepción de algo que no está físicamente presente, por parte de una persona despierta y consciente: son una sensación sin estímulo.Se diferencia de la ilusión visual en que una ilusión es una reacción real frente a una sensación real en la que la persona se equivoca al atribuir la causa.
    Vuelo fuera del cuerpo: Es otro caso de situaciones en que la estimulación sensorial esta ausente, pero la percepción subjetiva varía. En algunas ocasiones los pacientes de cirugía informan que dejaron sus cuerpos durante la anestesia, describiendo una sensación irrefrenable de haber flotado cerca del techo e incluso haber mirado hacia abajo, hacia su cuerpo inerte. El neurólogo suizo Olaf Blanke realizó una serie de experimentos sobre las experiencias extracorporales. Tras investigar a muchos pacientes neurológicos y quirúrgicos, Blanke descubrió que existía una región cortical que, cuando sufría algún daño o alguna perturbación eléctrica,causaba repetidamente una sensación de transportación fuera del cuerpo (Blanke,Landis, Spinelli y Seeck, 2004, Blanke, Ortigue, Landis y Seeck, 2002). Esta región está situada en una zona de alto nivel del cerebro donde convergen múltiples señales: aquellas provenientes de la visión, de los sistemas kinestésico y somatosensorial (nuestro mapa cerebral de las señales musculares, de acción y del tacto corporal) y del sistema vestibular (la plataforma biológica de la inercia, localizada en nuestro oído interno, que monitorea los movimientos de la cabeza). Al unir estas valiosas pistas,el cerebro genera una representación integrada de la localización del cuerpo en relación con su entorno. Sin embargo, este proceso puede funcionar mal si las señales no concuerdan o se vuelven ambiguas como resultado del daño cerebral. La conclusión es que el estado extracorporal sería parecido a una forma exacerbada del mareo que todos experimentamos cuando nuestra vista no concuerda con nuestro sistema vestibular, como en un barco en alta mar.
  • El cerebro cambia de opinión sobre lo que está viendo:
    (El cerebro responde preferentemente ante los cambios en los estímulos, por encima del juicio inicial sobre un estímulo en particular).                                Postefectos: Si observamos de manera continuada una figura verde, durante un par de minutos, e inmediatamente miramos una hoja de papel blanco, veremos exactamente la misma figura, pero en el color complementario, es decir, en rojo. En escasos segundos habrá desaparecido. Otro ejemplo: al mirar, por un tiempo prolongado, determinadas figuras geométricas planas (espiral, aspas, remolinos, etc.), rotando a cierta velocidad, si se detiene la rotación súbitamente, percibiremos un movimiento en el sentido contrario de estas figuras. 
  • El cerebro lucha continuamente contra sí mismo:
    Rivalidad binocular: Es una poderosa ilusión óptica descubierta por Charles Wheatstone en 1838. Al presentar una imagen distinta ante cada ojo; en un momento dado sólo veremos una de ellas. En el experimento, se le presentaba al sujeto un rostro al ojo izquierdo y una casa al derecho. En lugar de ver dos imágenes fusionadas, veía un sinfín de alternancias entre el rostro, la casa, y así sucesivamente.Este efecto da una prueba contundente de la percepción subjetiva: si bien el estímulo es constante,el espectador informa que lo que está viendo cambia.
    Nunca procesamos en realidad dos elementos no relacionados de manera consciente justo en el mismo momento. Cuando intentamos prestar atención a dos cosas a la vez, como nuestra conciencia no puede percibir de manera simultánea dos objetos en la misma localización, nuestro cerebro es el escenario de una competencia feroz. Se accede a uno de ellos, que entra en la percepción consciente, pero el otro debe esperar.
Las conclusiones alcanzadas sobre los efectos visuales investigados, permitieron a científicos como  Ramachandran aventurar una hipótesis: todo acto de percepción parece implicar un juicio por parte del cerebro; «parece que lo que llamamos percepción es, en realidad, el resultado final de una interacción dinámica entre las señales sensoriales y la información almacenada a alto nivel sobre imágenes visuales del pasado « (Ramachandran y Blakeslee, 1998).

Por lo que la realidad, es para cada ser humano, ni más ni menos que una serie de señales bioeléctricas que contienen información codificada sobre el mundo exterior. Al procesar esas señales, interpretándolas, en el cerebro, inferimos las cualidades y relaciones de las cosas y seres en el mundo externo al yo. Pero nadie puede asegurar la certeza absoluta de esta inferencia. Y, en consecuencia, cada persona solo tiene constancia de su subjetividad, cada persona dispone de un punto de vista subjetivo en el mundo, una particular manera de vivir y entender este mundo, su realidad. Y cuando el ser humano coincide consensuadamente con las subjetividades de otros seres humanos, podemos otorgar a este conocimiento la categoría de objetividad.


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domingo, 17 de julio de 2016

MATERIALISMO EN TIEMPOS CUANTICOS: HUYENDO DE LA VISIÓN ESTRECHA Y LIMITADA





domingo, 17 de julio de 2016

Hay que saber en qué marco teórico se plantea un debate. Hay que saber con quién se debate. Hay que saber qué percepciones, representaciones y conceptos entran en juego. No todo debate es sano. Hay intelectuales que hablan como si vivieran espiritualmente en el mundo de hace cuarenta años. Hay debates que  entierran nuestro espíritu y nos limitan la visión. Hay que huir del localismo. Hay que escapar de los pequeños debates con aíres trascendentes pero de visión limitada. Hay que huir del populismo. Hay que escapar de las concepciones estrechas y limitadas. Hay que huir de las palabras que aparentan profundidad. Hay que apartarse de las concepciones simplificadas del mundo. Nos embarramos y nuestro mundo se vuelve amarillo y mortecino. Hay que separarse de los discursos dirigidos a las masas con bajo nivel de conciencia. Hay que escapar del mundo superficial y banal. Hay que darle la espalda a los debates espectáculos. Hay que refugiarse en otros lugares para respirar aire limpio.


Me he refugiado en el libro de Frank Wilczek titulado La ligereza del ser. Me haré con prontitud con dos libros de Richard P. Feynman titulados El carácter de la ley física  y Seis piezas fáciles. Me refugiaré durante semanas, tal vez meses, en la física cuántica. ¡Qué alivio! Huyan de los libros divulgativos. Recurran a los autores originales. Todo será siempre más fácil. Todo será más claro. Todo será más grande. Les transcribo las palabras iniciales del libro de Wilczek escritas bajo el título el origen de la masa: “La materia no es lo que parece. Su propiedad más evidente, denominada, según los casos, resistencia al movimiento, inercia o masa, puede ser comprendida, en mayor profundidad, en términos totalmente diferentes. La masa de la materia ordinaria es la expresión de la energía de los elementos fundamentales más básicos que, a su vez, carecen de masa. Tampoco el espacio es lo que parece. Lo que a nuestros ojos tiene el aspecto de espacio vacío se revela a nuestra mente como un medio complejo repleto de actividad espontánea”.

Dos términos expresan lo escrito por Wilczek: dialéctica y complejidad. La materia tiene espacio vacío y el espacio vacío contiene materia. Cada extremo de la contradicción incluye a su opuesto. Pero donde yo he dicho “espacio vacío”, Wilczek ha dicho: “elementos fundamentales carentes de masa”. Y donde yo dije que “el espacio vacío contiene materia”, Wilczek dijo “medio complejo de actividad espontánea”. Son importantes los matices y las transiciones. Es decisivo exponer lo viejo enriquecido con lo nuevo. Distingue también Wilczek entre cómo son las cosas en apariencia y cómo son para la mente (o concepto). Siempre atraviesa la ciencia el conflicto entre conocimiento sensible y conocimiento conceptual. En los nuevos avances de la ciencia siempre surgen los problemas tratados por la filosofía en su disciplina estelar: la teoría del conocimiento. Y si leyéramos el resto de los capítulos de la obra de Wilczek, fácilmente concluiríamos que el mundo físico, tanto a nivel atómico como en los espacios siderales, es notablemente complejo. Y  si el mundo físico es notablemente complejo, como así lo pone de manifiesto la cromodinámica cuántica, el mundo humano, que incluye un mayor número de variables, debe ser aún más complejo.

¡Qué alegría respirar un aíre limpio! ¡Qué alegría encontrar en la física cuántica el espíritu filosófico esencial del pensamiento de Hegel y de Marx! ¡Qué alivio sumergirse de nuevo en el pensamiento dialéctico y complejo! ¡Cuánto entusiasmo me genera el movimiento profundo de la ciencia que va de la apariencia al pensamiento! Muchas gracias Frank Wilczek. Seguro que también tendré que darle las gracias a Richard Feynman.



jueves, 27 de marzo de 2014

UN NUEVO COMIENZO POR LA VÍA DEL MARXISMO (PARTE 2)


PALABRA Y ESENCIA PURA

sábado, 22 de marzo de 2014

En la página 84, editorial Gustavo Gili, de El lenguaje clásico de la arquitectura, John Summerson se expresa en estos términos: “En el caso de que alguien me preguntara: ¿está usted completamente seguro que todas estas obas –Piazza de San Pedro, fachada este del Palacio del Louvre y el Blienheim– son barrocas puras?, yo le respondería inmediatamente: no, por supuesto que no estoy seguro. Y es que no existe ese barroco puro, ya que el mero hecho de que exista una palabra no quiere decir que exista también la esencia pura que designa. Hay además otra razón: si bien puede demostrarse más allá de toda duda razonable que estos edificios tienen títulos suficientes para que los llamemos barrocos, podría demostrarse con idéntica certidumbre que hay en ellos elementos suficientes para descalificarlos como tales en ciertos contextos. Así que no nos calentemos más la cabeza. Miremos estos edificios en sí mismos y veamos lo que nos dicen”.

Los filósofos sí deberían calentarse la cabeza, pero con el fin de que los demás no se la calentaran. Desgraciadamente muchos filósofos más que aliviar las calenturas de cabeza las propagan y alimentan. Algunos creen que la filosofía es eso: calentarse la cabeza. No obstante, si observamos la conducta intelectual de Summerson, vemos la solución filosófica para no incurrir en ese error: nos invita a dejar a los conceptos de lado, en este caso el concepto de barroco, para ir a las cosas mismas y que ellas nos digan lo que nos tienen que decir. Es una invitación para que los conceptos se acomoden a las cosas y no para que las cosas queden atrapadas en las redes conceptuales vigentes. Las cosas de continuo rompen la unidad de los conceptos viejos, proponen nuevos contenidos que estos no poseen, exigen su renovación.  
La realidad siempre supera los conceptos, los desborda, los envejece. El dogmático, sin embargo, sigue atado a los viejos conceptos. Eso sucede mucho en el seno de la izquierda radical y marxista. La realidad les demuestra una y otra vez que no existe el socialismo puro, que no existe una esencia pura del concepto de socialismo, pero ellos siguen examinado la realidad con los contenidos conceptuales viejos del socialismo. Y de ese modo no enriquecen el concepto de socialismo con las realidades nuevas, no transforman el socialismo en un concepto flexible, sino que lo transforman en un ideolograma anquilosado, inútil, muerto.  



martes, 11 de marzo de 2014

FRANCISCO UMPIÉRREZ: PENSAR Y ACTUAR EN GRANDE


viernes, 7 de marzo de 2014

Llevo un tiempo desilusionado y desganado con lo que ocurre en la realidad. Lo que sucede en la realidad contradice mi fondo de esperanza, que no es otro que ver algún día una manifiesta y aplastante victoria del trabajo sobre el capital. Solo observando los conflictos sociales de Ucrania podemos comprobar que las luchas entre las grandes regiones económicas están determinando el curso del desarrollo social y no las luchas sociales entre capital y trabajo. Me desgana aún más ver a insignes representantes de la izquierda radical caer una y otra vez en el mismo error: tomar como punto de partida de sus análisis no lo que ocurre en la realidad, sino lo que gravita en su pensamiento. Siguen presa de la representación de la lucha de clases del siglo  XIX y principios del siglo XX: las diferencias entre el capital y el trabajo eran en ese entonces claras y sus contornos no se confundían. Pero aquel mundo ha dejado de existir. No en el sentido de que la lucha de clases y con ella las clases sociales hayan desparecido, sino en el sentido en que las transiciones entre las clases sociales y las formas mixtas de clase son lo dominante. Este mundo nuevo, que tomó cuerpo después de la segunda guerra mundial, fue lo que provocó el revisionismo de los partidos comunistas europeos y la volatilización de los principios de la izquierda radical, que sigue moviéndose en los márgenes de la historia. Sigue hablando de los trabajadores como si constituyeran una masa homogénea con intereses comunes fáciles de organizar, aunque la realidad, y la prueba la encontramos en las consultas electorales, sigue demostrándoles que dicha masa es enormemente heterogénea.


La heterogeneidad de las clases sociales: propiedad y gestión

En el siglo XIX quienes percibían beneficios se volvían ricos, mientras que los que percibían un salario solo tenían para satisfacer sus necesidades básicas. Antes  para enriquecerse había que ser propietario privado de los medios de producción, mientras que hoy día puedes enriquecerte hasta los topes sin necesidad de cumplir con ese requisito. Desde que surgieron las grandes empresas, desde que la propiedad de las empresas se volvió social, los grandes directivos se volvieron los amos del mundo. En concepto de salario, primas e incentivos ganan más dinero en un mes que lo que ganan en concepto de beneficio los pequeños y medianos capitalistas en un año. Resulta contradictorio que cuando sobrevino la propiedad social de las empresas, cuando los propietarios de las empresas se cuentan por millones, el enriquecimiento de las minorías se ha vuelto disparatado e incontrolable. A los consejos de administración de las grandes empresas nadie los controla y sus miembros ganan lo que quieren. Han convertido el contrario del capital, esto es, el trabajo, bajo la modalidad especial de directivo, en una fuente  de tal caudal de ingreso que el más avispado de los capitalistas del siglo XIX jamás pudo imaginar. Marx celebraba el advenimiento de las sociedades anónimas, con la separación de la propiedad de la gestión, como un momento clave en la transición entre la sociedad capitalista y la sociedad socialista. Se demostraría de ese modo que los capitalistas se enriquecían no por su trabajo sino por ser los propietarios de los medios de producción. No pudo imaginar en ese entonces que el golpe de gracia a favor del capitalismo más desaforado iba a provenir de la función de trabajo y no de la función de la propiedad. Y así ha sido: los sueldos de los directivos de las grandes empresas no dejan de impresionarnos. Los sueldos, por ejemplo, de los directivos del BBVA pueden ascender a 7 millones de euros anuales. En diez años se vuelven inmensamente ricos.

Hay otra cuestión más importante. Para dominar el mundo no necesitas poseer la mayoría de las acciones de una empresa. Piénsese que Emilio Botín posee solo el 1 por ciento de las acciones del Banco Santander y preside esa entidad bancaria desde 1986. Su patrimonio asciende a más de 1.600 millones de euros. Se ha enriquecido mediante la función de trabajo y mediante la propiedad minoritaria del banco. Hay un cambio sustancial en las relaciones entre  capital y  trabajo tal y como se daba en el siglo XIX y tal como se ha ido dando desde los años veinte del siglo pasado. Capitalistas, en el sentido de propietarios de acciones, lo son una gran masa social, donde debemos incluir a muchos trabajadores. Los trabajadores dueños de acciones no son trabajadores puros, han sido flechados por las formas del capital y cobran dividendos, aunque sean en poca cantidad.  Y los directivos, como Emilio Botín, son capitalistas flechados por la función de trabajo, la de gestor, y por ese concepto se enriquecen más que por su condición de propietario de capital. O para mayor precisión: el dinero que ingresan bajo el concepto de salario lo convierten de continuo a la forma de capital. De ahí que afirme que las clases sociales en la actualidad no son puras sino mixtas. Pero los líderes más destacados de la izquierda radical siguen representándose el mundo de forma errónea: en un lado ponen a los trabajadores, como una gran masa social desposeída de los medios de producción, y enfrente  ponen a los capitalistas, como los grupos minoritarios propietarios de los medios de producción. Les domina la representación de la lucha de clases del siglo XIX frente a la realidad actual, donde solo el caso de Emilio Botín demuestra que el mundo ya no es aquel, pues poseyendo solo el 1 por ciento de las acciones tiene el poder del Banco de Santander, esto es, el poder de un capital social cuya capitalización asciende al 28 de febrero de 2014 a 75.909 millones de euros.

Los dueños de preferentes y subordinadas, aunque sean muchos de ellos familias de trabajadores y hayan sido estafados, han participado de los beneficios que reporta las formas del capital productor de interés. Luego una gran masa de trabajadores no solo perciben ingresos derivados de su función de trabajo, sino también de su función de propietarios de capital. Si a ello sumamos el hecho de que hay bastantes trabajadores que tienen  viviendas en alquiler, esto nos afianza aún más en la idea de que las clases sociales tienen formas mixtas. Y las formas mixtas es el anuncio de que vivimos en una época de transición. Lo que sucede es que muchos creen que cuando se habla de transición  se habla de un periodo corto, de un puente que nos lleva de un lugar a otro; pero en la historia económica esto no es así: los periodos de transición pueden durar siglos.

La globalización y la adecuación de las fuerzas sociales


Que el mundo se haya vuelto global significa no solo una mayor interdependencia entre las naciones respecto a periodos anteriores, puesto que desde el descubrimiento de América podemos considerar que el mundo inició la etapa de su globalización, sino que la regionalización de la economía ha recibido nuevos impulsos –la Unión Europea es una de las pujantes manifestaciones de esa regionalización– y  los fenómenos económicos se han vuelto más simultáneos, hecho que se demuestra fundamentalmente en el ámbito financiero. La época de la globalización exige fuerzas sociales globales y, por lo tanto, superpoderosas. En este respecto son las grandes empresas y en especial los grandes bancos los que más se adecuan por sus dimensiones al mundo global. Han quedado por detrás los Estados y aún más por detrás los partidos políticos. De ahí la importancia de los macroestados, como son los casos de EEUU, China y Rusia, como medio para combatir el desenfreno generado en el mercado mundial por las grandes empresas. De ahí igualmente la necesidad de avanzar en el proceso de institucionalización de la Unión Europea. No podemos pensar en pequeño y actuar con fuerzas pequeñas en el periodo histórico donde domina lo grande. En este sentido las tendencias dominantes en la izquierda radical siguen siendo desoladoras: por una parte, por esa tendencia imparable a crear pequeñas formaciones políticas, y por otra parte, por esa tendencia carente de horizonte y de apego a la realidad que la lleva a defender que España se salga de la unión monetaria europea. Si ya desde la Unión Europea resulta difícil luchar contra las fuerzas capitalistas globales, mucho más lo será desde una nación aislada. Creo que sin la mentalidad de pensar en grande en el ámbito de la actuación política, el destino de la izquierda radical seguirá siendo los márgenes de la historia.