A
los seres humanos nos parece natural el hecho de que seamos conscientes de los
objetos, situaciones y eventos del medio que nos rodea; resulta para nosotros
algo tan obvio que no nos sorprende y a menudo lo aceptamos sin plantear
preguntas al respecto. Damos por supuesto que percepción y realidad son una misma cosa. Sólo cuando
los recursos de que disponemos para percibir el mundo se ven mermados,
amenazados, o se pierden, llegamos a dudar sobre ciertas cuestiones.
Uno de estos casos fue el de una paciente que los investigadores llamaron D. F., estudiada por el psicólogo canadiense Melvyn Goodale entre 1991 y 1995. A los 34 años, sufrió una intoxicación con monóxido de carbono. La falta de oxígeno causó un daño severo e irreversible de su corteza cerebral visual.Como resultado, perdió algunos de los aspectos elementales de la visión consciente y desarrolló lo que los neurólogos llaman “agnosia visual”.
Si se le pedía reconocer formas, D. F. respondía
como si estuviera prácticamente ciega: no podía diferenciar un cuadrado de un
rectángulo; tampoco lograba reconocer la orientación (vertical, horizontal u
oblicua) de una línea. Sin embargo, cuando se le pedía que pasara una tarjeta
por una rendija inclinada, cuya orientación sin duda no lograba percibir,su mano
se comportaba con una precisión perfecta. También adaptaba la apertura de la
mano a los objetos para alcanzarlos, pero era por completo incapaz de hacerlo
de manera voluntaria, no podía describir el tamaño percibido. Parecía que su
sistema motor «veía» de manera inconsciente las cosas mejor de lo que ella
podía hacerlo de forma consciente.
Desde entonces, numerosos investigadores se han
interesado, estudiando este tipo de pacientes, por abordar el problema de cómo percibimos
y somos conscientes de la realidad, recurriendo entre otras técnicas a la
utilización de estímulos seleccionados que permitan enlentecer el proceso
perceptivo y, así, estudiarlo minuciosamente desde la entrada del estímulo en
el órgano sensorial hasta su recorrido en el cerebro y la respuesta de la persona. Y,
apoyados sobre todo en descubrimientos relativos a las ilusiones visuales, la
visión ciega, las alucinaciones y otros fenómenos de percepción visual que
muchas personas experimentan; han llegado a la conclusión de que la realidad no es igual para todo el mundo, sino un
producto elaborado y subjetivo que depende de la interpretación de cada
uno, como veremos a continuación.
El cerebro, el principal órgano que regula la
supervivencia de cada especie, está equipado para ello de sensores, que
podríamos equiparar a una web-cam que inspecciona por un lado el medio externo
o entorno en que vive y por otro, el medio interno, es decir, el propio cuerpo.
La información que captan estos sensores, mediante los procesos perceptivos, se
representa cognitivamente (es decir, simbólicamente, mediante el
pensamiento) como lo que se ha denominado ‘mapas
cognitivos’. Según esta teoría, se han descrito tres tipos de mapas
cognitivos:
a) mapas interoceptivos, que informan del estado de lor órganos internos,
b) mapas propioceptivos, que informan del estado del aparato esquelético-muscular
c) mapas exteroceptivos, que informan del estado del mundo exterior.
Los mapas cognitivos jugarían un papel fundamental en la configuración de la conciencia humana, que es genuina, personal e intransferible del perceptor, como persona capaz de analizar el medio de analizarse a sí misma. Ahora bien, ¿Cómo llega a convertirse la información captada por nuestros sentidos en conciencia y pensamiento?
La teoría de los mapas cognitivos establece que su
funcionamiento se basa en los cambios que se producen en el cuerpo y en el
cerebro durante nuestra interacción física con los objetos del medio. Las
señales neurales en forma de potenciales de acción, enviadas por los sensores desde
los órganos sensoriales, construyen pautas o patrones neuronales que plasman en
mapas estas interacciones. Dichos patrones neuronales, cuya finalidad es ayudar
a gestionar y controlar de modo eficiente el proceso de la vida, son dinámicos,
ya que crean una representación del mundo externo que se fija en la memoria y
sirve para responder con mayor precisión a los objetos y acontecimientos: al
poder ser revividos en nuestra mente a través de la evocación, es posible
planificar e inventar respuestas cada vez más perfeccionadas.
Nuestra mente se vale para ello de múltiples mapas de diferentes modalidades sensoriales y el cerebro también tiene que establecer múltiples conexiones entre ellas. Dichas conexiones deben estar sincronizadas en el tiempo. Esta gran complejidad de señales generadas las experimentamos como estados mentales y se corresponden no sólo con la actividad de un área concreta del cerebro, sino más bien son el resultado de un proceso recursivo que tiene lugar entre distintas regiones ensambladas.
Según Damasio (2010), los patrones de ocurrencia de eventos y objetos en el espacio y el tiempo, así como sus relaciones espaciales y temporales (movimiento de los objetos), constituyen el proceso de la mente, como un continuo fluir de estos mapas que corresponden a imágenes del exterior, del interior, reales, recordadas o imaginadas. Estas imágenes se ordenan en secuencias y unas consiguen destacar más que otras en la corriente del pensamiento, según la importancia que tengan para el sujeto. Esta importancia proviene de los valores asignados a los mapas adquiridos a través de la experiencia. Así pues, el fenómeno de percibir es producto de complejos procesos, que desde hace poco tiempo se están empezando a comprender y, que, si pensamos sobre ellos, podemos preguntarnos por la certidumbre e incertidumbre de nuestro conocimiento. ¿Cómo capturamos un objeto y lo llegamos comprender? ¿Se corresponde la realidad con la representación cognitiva que el hombre tiene?, o ¿el mundo cognitivo es sólo un producto inventado por la mente humana? ¿Son fiables y válidos los datos informativos que los órganos sensoriales captan y transmiten? o ¿nos engañan los datos sensoriales?
Estas son incógnitas que nos asaltan a la hora
de evaluar la correspondencia entre lo físico y lo psíquico y la validez
de la percepción. Aunque existen una varias posiciones teóricas, en general,
todos los autores parecen admitir que existe una cierta congruencia aceptable,
aunque no en todas las personas y no siempre, entre la información
proporcionada por la energía física y la experiencia psicológica
correspondiente; asumiendo que, además de la información estimular y
contextual, intervienen las experiencias previas, las motivaciones,
inferencias, expectativas, etc., que añaden información única de cada persona
en la construcción del mundo cognitivo desde el perceptual.
Así que no percibimos una realidad única,
invariable y exacta, sino una representación de ella. Percibir es algo más que
ver, oír, oler, etc., se debe interpretar el estímulo y dotarlo de
significación. La función perceptiva y la experiencia perceptiva no son
exactamente la misma cosa, en contra de lo que parecen indicarnos nuestras experiencias
cotidianas. No experimentamos directamente lo que ocurre en nuestras
retinas, nuestras orejas o la superficie de nuestra piel.
El conocimiento lo experimentamos como “qualias” o cualidades singulares de experiencia (color, olor, sabor, tamaño/extensión, textura, etc.) en los cuales estamos inmersos. En el mundo físico existen cosas tales como una longitud de onda larga de la luz, vibraciones rápidas de una cuerda, moléculas de una sustancia química conocida como Cl-Na, materia sólida (una roca o un mineral, por ejemplo), etc., mientras que a éstas mismas cosas en el mundo psíquico (la mente) les hacemos corresponder otras cosas tales como: el color rojo, un tono agudo, sabor salado, textura rugosa y aspecto brillante, respectivamente. Se trata de las mismas cosas, pero expresadas en diferente lenguaje: los objetos del mundo los experimentamos como cualidades de experiencia y estas “qualias” son diferentes de su explicación física, son conceptos propios de otro dominio diferente, denominado por algunos autores la “conciencia fenomenológica”, al que pertenecería el psiquismo o, dicho de otra manera, la experiencia consciente personal.
Por ejemplo, el cerebro debe establecer la correspondencia entre: a) Una determinada longitud de onda radiante y un color; b) Ciertas relaciones espaciales y la percepción de una forma; c) Determinadas relaciones espacio-temporales y percepción de movimiento; d) Cierta frecuencia temporal de un sonido y su tonalidad; etc. La forma de un objeto, las tres dimensiones, la profundidad y la distancia, el color, el movimiento o la posición exacta no son percibidos ni al mismo tiempo ni en el mismo lugar. El cerebro asocia esas informaciones, consulta otras percepciones subjetivas y emocionales y fabrica las imágenes finales.
Lo que realmente experimentamos, aquello de lo que
somos conscientes, es la suma de muchos procesos de interpretación, el resultado
de lo que Dennett llamaría «proceso editorial»
Uno de los campos de investigación que mayor
conocimiento ha aportado sobre como los estímulos percibidos son interpretados
y elaborados por el cerebro para alcanzar la conciencia de realidad y permitir
una respuesta a ella es, como decíamos al inicio, el de la percepción
visual. Así, los investigadores han ido concluyendo que, precisamente como
consecuencia de que los datos extraídos del estímulo son interpretados, en
ocasiones, cometemos errores de interpretación, al basar las inferencias en
‘pistas’ (claves) inadecuadas.Veamos cómo en ocasiones el cerebro modifica por
su cuenta la información que llega a la retina:
- El cerebro inventa la
información que le falta:
Punto ciego (el cerebro nos hace creer que vemos en una zona donde no nos está llegando información): En el lugar donde penetra el nervio óptico en la retina, llamado disco, tenemos un punto ciego, denominado así porque en ese punto no disponemos de conos ni bastoncillos (células visuales) lo que hace que no podamos transformar los fotones que llegan a él en impulsos nerviosos que lleven esa información al cerebro. Todas las personas normales somos inconscientes de este déficit (el punto ciego) que anula una parte de nuestro campo visual, aunque el déficit está ahí, no nos damos cuenta de él. Esto se debe a que el cerebro “rellena” el espacio que no vemos con información que deduce o imagina según las características del resto de la imagen percibida. - El cerebro ignora la información
que no le conviene:
Supresión sacádica: Otro de los ejemplos que nos indican que nuestra visión no funciona como una simple cámara fotográfica que se limita a captar punto por punto lo que tiene enfrente, es el de los movimientos sacádicos de los ojos: movimientos rápidos de los ojos que hacemos cuando cambiamos de un punto a otro de fijación de nuestra vista. Si estamos mirando algo y después miramos a otro lado, hacemos un movimiento sacádico. También efectuamos estos movimientos cuando leemos, de hecho en esa tarea nuestros ojos efectúan pequeños saltos entre las palabras. Imaginenos que hacemos lo mismo con una cámara de vídeo: la velocidad de los movimientos sacádicos es tan alta que aparecería en la grabación una imagen borrosa. Si tenemos en cuenta que hacemos más de un movimiento sacádico por segundo de media, deberíamos estar viendo borroso buena parte del tiempo. ¿Por qué, entonces, no vemos borroso durante estos movimientos de los ojos? La explicación está en la supresión sacádica: una interrupción en la recogida de información visual que experimentamos durante el movimiento sacádico de los ojos. Una forma de observar esta supresión es intentar detectar el movimiento de nuestros ojos en un espejo sin girar la cabeza. Si mantenemos la cabeza estática y movemos los ojos de un lugar a otro, no conseguiremos pillar a nuestros ojos moviéndose, por mucho que lo intentemos.Gracias a la supresión sacádica vemos el mundo de una manera estable aunque la imagen en nuestra retina se mueve casi continuamente. - El cerebro puede recibir y procesar información sin que seamos conscientes de ello: Visión ciega: (El cerebro nos hace creer que no vemos a pesar de que hay evidencias de que la información es percibida y procesada) Se ha denominado así a la peculiaridad de ciertas personas que afirman que no ven determinadas zonas de su campo visual y sin embargo se ha comprobado en numerosos experimentos que utilizan información que se les presenta en esa zona. Por ejemplo, fogonazos de luz en la zona ciega del paciente aceleran el tiempo de reacción a estímulos visuales presentados en su campo normal. También palabras presentadas ensu zona ciega, les facilita el reconocimiento de palabras con el mismo significado (reconocimiento semántico) en su zona normal. Un ejemplo es el caso de la paciente D.F. que mencionábamos al inicio,cuya habilidad inconsciente para realizar acciones motoras no se correspondía con su capacidad para percibir de manera consciente las mismas formas visuales. Otros pacientes estudiados, aunque consideraban que eran totalmente ciegos, podían caminar por un pasillo transitado sin chocarse con objetos. Negligencia espacial: una lesión en el hemisferio derecho, impide que estas personas puedan prestar atención al lado izquierdo, es decir, a toda la mitad izquierda de una escena u objeto. Un paciente se quejaba con vehemencia porque no le habían dado suficiente comida: había ingerido todo el alimento situado en el lado derecho de su plato, pero no percibía que el lado izquierdo todavía estaba lleno. En realidad los pacientes con negligencia espacial no son ciegos en el campo visual izquierdo. Sus retinas y su corteza visual funcionan perfectamente; pero desconocemos el modo en que una lesión en un nivel más alto no les permite prestar atención a esta información y registrarla en un nivel consciente. Sin embargo, la información a la cual no se presta atención no se pierde: la corteza todavía procesa la información desatendida, pero en un nivel inconsciente.
- El cerebro se apoya en la
memoria para compensar la falta de estímulos: (el cerebro reacciona y responde aunque no hay estímulo sensorial)
Sindrome de Charles Bonnet: es un tipo de alucinación, descrito por Ramachandran y Blakeslee en1998, en el que los pacientes, que han sufrido una lesión en el cortex visual quedan parcial o totalmente ciegos; sin embargo, cuando mantienen los ojos abiertos, experimentan alucinaciones visuales muy realistas,como para «compensar» la realidadque les falta. El contenido de estas alucinaciones suele proceder de la vida cotidiana, aunque en ocasiones también sea extravagante (personajes de historieta, ángeles, duendes, lluvia de estrellas,figuras imaginarias). Las alucinaciones, en general, conllevan la percepción de algo que no está físicamente presente, por parte de una persona despierta y consciente: son una sensación sin estímulo.Se diferencia de la ilusión visual en que una ilusión es una reacción real frente a una sensación real en la que la persona se equivoca al atribuir la causa.
Vuelo fuera del cuerpo: Es otro caso de situaciones en que la estimulación sensorial esta ausente, pero la percepción subjetiva varía. En algunas ocasiones los pacientes de cirugía informan que dejaron sus cuerpos durante la anestesia, describiendo una sensación irrefrenable de haber flotado cerca del techo e incluso haber mirado hacia abajo, hacia su cuerpo inerte. El neurólogo suizo Olaf Blanke realizó una serie de experimentos sobre las experiencias extracorporales. Tras investigar a muchos pacientes neurológicos y quirúrgicos, Blanke descubrió que existía una región cortical que, cuando sufría algún daño o alguna perturbación eléctrica,causaba repetidamente una sensación de transportación fuera del cuerpo (Blanke,Landis, Spinelli y Seeck, 2004, Blanke, Ortigue, Landis y Seeck, 2002). Esta región está situada en una zona de alto nivel del cerebro donde convergen múltiples señales: aquellas provenientes de la visión, de los sistemas kinestésico y somatosensorial (nuestro mapa cerebral de las señales musculares, de acción y del tacto corporal) y del sistema vestibular (la plataforma biológica de la inercia, localizada en nuestro oído interno, que monitorea los movimientos de la cabeza). Al unir estas valiosas pistas,el cerebro genera una representación integrada de la localización del cuerpo en relación con su entorno. Sin embargo, este proceso puede funcionar mal si las señales no concuerdan o se vuelven ambiguas como resultado del daño cerebral. La conclusión es que el estado extracorporal sería parecido a una forma exacerbada del mareo que todos experimentamos cuando nuestra vista no concuerda con nuestro sistema vestibular, como en un barco en alta mar. - El cerebro cambia de opinión
sobre lo que está viendo:
(El cerebro responde preferentemente ante los cambios en los estímulos, por encima del juicio inicial sobre un estímulo en particular). Postefectos: Si observamos de manera continuada una figura verde, durante un par de minutos, e inmediatamente miramos una hoja de papel blanco, veremos exactamente la misma figura, pero en el color complementario, es decir, en rojo. En escasos segundos habrá desaparecido. Otro ejemplo: al mirar, por un tiempo prolongado, determinadas figuras geométricas planas (espiral, aspas, remolinos, etc.), rotando a cierta velocidad, si se detiene la rotación súbitamente, percibiremos un movimiento en el sentido contrario de estas figuras. - El cerebro lucha continuamente
contra sí mismo:
Rivalidad binocular: Es una poderosa ilusión óptica descubierta por Charles Wheatstone en 1838. Al presentar una imagen distinta ante cada ojo; en un momento dado sólo veremos una de ellas. En el experimento, se le presentaba al sujeto un rostro al ojo izquierdo y una casa al derecho. En lugar de ver dos imágenes fusionadas, veía un sinfín de alternancias entre el rostro, la casa, y así sucesivamente.Este efecto da una prueba contundente de la percepción subjetiva: si bien el estímulo es constante,el espectador informa que lo que está viendo cambia.
Nunca procesamos en realidad dos elementos no relacionados de manera consciente justo en el mismo momento. Cuando intentamos prestar atención a dos cosas a la vez, como nuestra conciencia no puede percibir de manera simultánea dos objetos en la misma localización, nuestro cerebro es el escenario de una competencia feroz. Se accede a uno de ellos, que entra en la percepción consciente, pero el otro debe esperar.
Las conclusiones alcanzadas sobre los efectos
visuales investigados, permitieron a científicos como Ramachandran
aventurar una hipótesis: todo acto de percepción parece implicar un juicio por
parte del cerebro; «parece que lo que llamamos percepción es, en realidad, el
resultado final de una interacción dinámica entre las señales sensoriales y la
información almacenada a alto nivel sobre imágenes visuales del pasado «
(Ramachandran y Blakeslee, 1998).
Por lo que la realidad, es para cada ser humano, ni más ni menos que una serie de señales bioeléctricas que contienen información codificada sobre el mundo exterior. Al procesar esas señales, interpretándolas, en el cerebro, inferimos las cualidades y relaciones de las cosas y seres en el mundo externo al yo. Pero nadie puede asegurar la certeza absoluta de esta inferencia. Y, en consecuencia, cada persona solo tiene constancia de su subjetividad, cada persona dispone de un punto de vista subjetivo en el mundo, una particular manera de vivir y entender este mundo, su realidad. Y cuando el ser humano coincide consensuadamente con las subjetividades de otros seres humanos, podemos otorgar a este conocimiento la categoría de objetividad.
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