El águila
calva, símbolo de los Estados Unidos de América.
por Thierry
Meyssan
Washington trata de no perder terreno
sin tener que desatar la Tercera Guerra Mundial para conservarlo,
lo cual parece un objetivo imposible de alcanzar. Moscú le ofrece una
puerta de escape en Siria y en Yemen. Pero si Estados Unidos
opta por esa vía, tendrá que abandonar a algunos de sus aliados.
Red
Voltaire | Damasco (Siria) | 18 de octubre de 2016
Desde que se rompió en Siria el cese de
hostilidades del Aid, ha surgido un abismo entre el ambiente de
despreocupación que las sociedades occidentales se empeñan
en mantener y la grave preocupación de las sociedades rusa y china.
En Moscú, la televisión transmite imágenes sobre
los refugios antiatómicos y juegos de equipos en campos de obstáculos para
entrenamiento militar. Mientras tanto, en Washington se burlan
de la paranoia de los rusos que creen posible el estallido de una Tercera
Guerra Mundial.
Sin embargo, los Dos Grandes se envían
entre sí mensajes que ponen los pelos de punta. A raíz de las
amenazas estadounidenses de ataques aéreos contra Siria, Moscú suspendió
el acuerdo sobre la limitación de los volúmenes de plutonio e hizo
disparos de pruebas con 3 misiles intercontinentales para hacer ajustes en
su sistema de lanzamiento de armas nucleares. El vocero de las fuerzas
armadas rusas advirtió al Pentágono anunciando que el armamento de la
Federación Rusa es capaz de destruir cualquier objetivo aéreo
estadounidense, ya sean misiles de crucero o aviones, e incluso sus
aeronaves “furtivas”. El jefe del estado mayor de las fuerzas terrestres
de Estados Unidos respondió afirmando orgullosamente que en caso de
guerra abierta las fuerzas aéreas y marítimas rusas y estadounidenses
se neutralizarían rápidamente entre sí y que Washington ganaría
durante las operaciones terrestres. Su discurso marcial no impresionó
a los rusos, pero sí inquietó enormemente a los miembros del Congreso de
Estados Unidos, al extremo que 22 congresistas escribieron
al presidente Obama pidiéndole que se comprometa a no iniciar él
una guerra nuclear recurriendo al arma atómica antes que el adversario.
Por otra parte, Moscú dio instrucciones a sus diplomáticos en los países
miembros de la OTAN para que sus familias regresen a Rusia,
instándolos además a estar listos a repatriarse ellos también en cualquier
momento.
Los romanos de la Antigüedad tenían un principio
muy claro: Si vis pacem, para bellum, o sea «Si quieres
paz, prepárate para la guerra». Eso quiere decir que, en caso de
desacuerdo internacional, quien prevalece, sin guerra, es aquel que parece
capaz de imponerse por las armas.
El hecho, en definitiva, es que la población rusa
se prepara para la guerra –por ejemplo, esta semana 40 millones
de rusos participan en ejercicios de evacuación de inmuebles y de lucha contra
incendios– mientras que en Occidente la gente sigue con las narices pegadas
a las vitrinas de los centros comerciales.
Por supuesto, siempre podemos esperar que
el sentido común acabe imponiéndose para evitar la guerra mundial.
En todo caso, las exhibiciones de músculo de unos y otros
indican que lo que está en juego desde hace 5 años aquí,
en Siria, no es lo que todos creen. Si lo que el
Departamento de Estado buscaba al principio era concretar su plan de
«primavera árabe» –o sea, el derrocamiento de los regímenes
laicos de la región y su sustitución por la Hermandad Musulmana–, Rusia
y China llegaron rápidamente a la conclusión de que el mundo
no puede seguir bajo el control de Estados Unidos y de que
ese país no puede seguir conservando un poder de decisión sobre
la vida y la muerte de los pueblos de todo el planeta.
Al cortar el trayecto histórico de la Ruta de la
Seda a través de Siria, y posteriormente también la nueva ruta de la
seda a través de Ucrania, Washington detuvo el desarrollo
de China y Rusia. Pero con eso también empujó a los dos países a
establecer una alianza. La imprevista resistencia del pueblo sirio ha
obligado a Estados Unidos a poner en juego su predominio
mundial. El mundo, que se había hecho unipolar en 1991, con la
operación «Tormenta del Desierto», está a punto de sufrir
un nuevo cambio y hacerse nuevamente bipolar, incluso es posible que
posteriormente se vuelva multipolar.
En 1990-1991, el cambio de orden mundial
se concretó sin guerra –la invasión de Irak no fue
la causa de ese cambio sino una de sus consecuencias. Pero el precio de
aquel cambio fue el derrumbe interno de la Unión Soviética. El nivel de
vida de los pueblos ex soviéticos se desplomó drásticamente,
sus sociedades se vieron profundamente desorganizadas,
sus riquezas nacionales fueron saqueadas en aras de la sacrosanta
privatización y su esperanza de vida descendió en más de 20 años.
Después de haber creído que estábamos asistiendo a la derrota del sistema
soviético, hoy en día sabemos que el derrumbe de la Unión
Soviética fue –probablemente en primer lugar– resultado del sabotaje de la CIA
contra la economía soviética.
En todo caso, aquel proceso demostró que un
reequilibrio mundial no tiene que provocar fatalmente un enfrentamiento
generalizado. Y, en un esfuerzo por evitar la guerra mundial, la discusión
entre John Kerry y Serguei Lavrov, se desplazó ahora de la batalla
de Alepo a un alto al fuego general para toda Siria y también
Yemen. En efecto, acaba de anunciarse una tregua de 8 horas
en Alepo y de 72 horas en Yemen.
El problema es que la caída de Estados Unidos
de un primer lugar que nadie le discutía –plaza que se apropió y
que tan mal utilizó– a una situación de igualdad con Rusia, tendrá
obligatoriamente para Washington –o para sus aliados– su correspondiente
precio.
Los cinco países árabes, así como Turquía e
Irán, que Kerry y Lavrov invitaron el sábado a Lausana, salieron
del encuentro extrañamente satisfechos, a pesar de que era
su destino lo que estaba decidiéndose. Ninguno de ellos parece pensar
que tengan que rodar cabezas, como rodaron en el pasado las de los dirigentes
del Pacto de Varsovia. En la actual situación, es posible evitar
tener que barrer con una parte de la Humanidad, pero la importancia del
retroceso estadounidense será directamente proporcional al número
e importancia de los aliados que Washington va a sacrificar.
Fuente
Al-Watan (Siria)
Al-Watan (Siria)
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