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domingo, 20 de septiembre de 2020

¿CÓMO ACABAR CON ESTE CAPITALISMO MORTAL?

 


Stéfanie Prezioso

19 septiembre 2020

 

El capitalismo desafía la supervivencia de la humanidad en la tierra, sobre todo la de las poblaciones más pobres. Reduce el precio del trabajo de reproducción de la fuerza de trabajo cuando las mujeres no pueden llevarlo gratis dentro de la familia. ¿Cómo acabar con ello poniendo la defensa de la vida en el centro?

Desde hace varios meses, con la aparición de la Covid-19, la imperiosa necesidad de romper con un sistema mortífero, coreado en los últimos años en manifestaciones por la justicia climática, se ha plasmado muy concretamente en la vida de cientos de millones de personas. La pandemia, ligada a las consecuencias de la globalización capitalista, que amenaza el clima, la biodiversidad y, por ende, la salud de los seres humanos, ha encendido la pólvora. De forma brutal, ha dado cuerpo a esta aterradora imagen propuesta por el economista marxista Jean-Marie Harribey según la cual el capitalismo mundial es un “agujero negro” camino de “tragarse” las actividades humanas, la naturaleza, los seres vivos, el conocimiento, etc. “Tragar, es decir someter todo a la ley de la rentabilidad, el lucro y la acumulación de capital” (Le trou noir du capitalisme. Pour ne pas y être aspiré, réhabiliter le travail, instituer les communs et socialiser la monnaie, 2020).

La vida en el centro de nuestras preocupaciones

En los últimos meses, las razones por las que las mujeres de muchos países se declararon en huelga y salieron a las calles masivamente estos últimos tres años, y también las razones por las que millones de jóvenes se han manifestado a favor del clima, se han hecho totalmente evidentes para amplios sectores de la población. De hecho, estos dos movimientos muestran ciertas preocupaciones comunes al situar la vida en el centro de su lucha: una tierra nutritiva, comida, agua, pero también “los nutrientes sociales necesarios para una vida plena” (Tithi Bhattacharya). ¿De qué se trata? De los cuidados diarios, y más en caso de enfermedad, especialmente para los ancianos, así como del cuidado y la educación de los niños, en parte proporcionados dentro de la familia; de los ingresos monetarios (sueldos, pensiones, seguros y diversas ayudas sociales) que permiten la adquisición de bienes de primera necesidad en el mercado; servicios públicos que hagan que la educación, la salud, el transporte y la vivienda sean accesibles para todos y todas; tiempo libre para hablar, participar, implicarse, crear… Poner la vida en el centro permite también así reapropiarse de las cuestiones esenciales planteadas por las ecofeministas del Sur global, de este tercer Estado del mundo que fue el epicentro de la revolución en las décadas de la posguerra; un feminismo anclado en un “territorio de vida” popular, y por eso basado en la experiencias de vida comunitaria y las luchas antiimperialistas contra las multinacionales (agua, minas, petróleo o agricultura ).

Es sobre la base de estas consideraciones que las compañeras pudieron escribir en nuestro bimensual [revista Solidarités], en vísperas de la huelga de mujeres / feministas de junio de 2020, que en adelante “las feministas marxistas revolucionarias habían […] encontrado más relevante analizar el sistema de acuerdo con la contradicción capital / vida, que abarca tanto la preservación de los seres humanos como del medio ambiente, en lugar de la tradicional contradicción capital / trabajo”. En parte, tenían razón. Sí, el capital se opone a la vida porque agota las dos fuentes de toda riqueza: el trabajo humano y la naturaleza. En este sentido, la contradicción continúa agudizándose entre el capital y las condiciones mismas de existencia de la especie humana en la tierra. Y de esta manera, el capitalismo podría socavar las bases objetivas de su propia sustentabilidad para dar lugar a una forma de barbarie sin precedentes. De hecho, este modo de producción, como señaló Marx, tiende inexorablemente a sembrar la muerte. Debido a que “tiene tan buenas razones para negar los sufrimientos de la legión de obreros que lo rodea”, ya no se desvía de sus objetivos “por la perspectiva de una futura degradación de la humanidad -y en último término por su despoblación incontenible- como por la posible caída de la Tierra sobre el Sol. (…) Después de mí, el diluvio ! es la divisa de todo capitalista y de toda nación de capitalistas. El capital, por consiguiente, no tiene en cuenta la salud y la duración de la vida del obrero, salvo cuando la sociedad le obliga a tomarlas en consideración”(El Capital, Tomo I, vol. 1, p. 325). Y el orden neoliberal ha acelerado estas tendencias destructivas. Sin embargo, la vieja contradicción capital/strabajo permanece en el corazón de la lucha por derrocar al capitalismo y establecer una sociedad de productores asociados, reconciliados con la naturaleza.

Trabajar en el corazón de la creación y de la reproducción de la sociedad

Las tareas del cuidado diario y la educación representan un ámbito esencial de la actividad humana. En el mundo capitalista, cubren actividades remuneradas o no remuneradas, dentro o fuera del marco familiar, que son esenciales para la reproducción de la fuerza de trabajo y su explotación a largo plazo. Con la Covid-19 y el confinamiento de esta primavera, la centralidad de este trabajo de reproducción social se ha impuesto de pronto sobre todos. Tanto es así que ya no parecía necesario explicar su carácter indispensable para la economía: el papel esencial de quienes más se exponían les valió un fuerte aplauso. En el apogeo de la crisis, hizo falta esfuerzo y coraje para mantener a flote los sistemas de salud pública severamente debilitados por los recortes presupuestarios, así como los sistemas educativos también puestos a prueba, del mismo modo que la distribución de alimentos y los servicios de limpieza tan expuestos como mal pagados, realizados en gran parte por trabajadores y trabajadoras precaria, de los cuales las mujeres y las personas de color constituyen la gran mayoría. Por no hablar de quienes, trabajando ilegalmente, perdieron su trabajo sin compensación al inicio del confinamiento, o todas las demás mujeres cuyas tareas domésticas se han disparado dentro de la familia.

Este trabajo, imprescindible para el mantenimiento de la vida, se alabó, pero no sin contribuir de paso a la consolidación de la imagen tradicional de la mujer salvadora, esposa y madre, como en tiempos de guerra, en el siglo pasado: la valoración de un sacrificio supuestamente aceptado, en vez de un análisis concreto de las condiciones de vida y de trabajo, que debe cuestionarse radicalmente. De hecho, ¿a qué se refiere la noción de reproducción social? En primer lugar, en la perspectiva del Capital, a la necesidad de reproducir y reconstituir día tras día la fuerza de trabajo de la que deriva sus beneficios (la famosa plusvalía). Ya en la década de 1960, las feministas marxistas desarrollaron un análisis concreto de lo que debe considerarse como la cara oculta de la explotación capitalista, en parte subcontratada en forma de trabajo remunerado mal pagado, incluso informal, realizado de forma gratuita, principalmente por mujeres, dentro de la familia. No es posible desarrollar aquí en toda su complejidad los ricos debates liderados por autores como Johanna Brenner, Susan Ferguson o Lise Vogel… Allanaron el camino para una nueva generación de feministas marxistas. Así, en un libro reciente, Social Reproduction Theory. Remapping Class, Recentering Oppression (2017), Tithi Bhattacharya apunta a un tema decisivo: en realidad, el trabajo productivo y reproductivo van juntos. Después de haber definido la reproducción social como el conjunto de actividades necesarias para “producir la vida, mantenerla y garantizar la sucesión de generaciones”, continúa: “el trabajo humano está en el corazón de la creación o reproducción de la sociedad en su conjunto”.

El trabajo vivo en el corazón del cambio social

El movimiento feminista, así como el del clima, se apoderó del término huelga, palabra cargada de historia de las luchas del trabajo vivo, único productor de riqueza, a veces para arrancar exiguas victorias a los poseedores. del capital, del trabajo muerto, resultado de la explotación de generaciones anteriores. Al hacerlo, siempre buscaron, aunque confusamente, el camino hacia la emancipación a través de la acción colectiva. El uso de este término es de particular importancia para el movimiento feminista, porque sugiere que la producción y la reproducción social son parte de la “misma unidad capitalista” y que, en consecuencia, la lucha de clases no puede en ningún caso ignorar el ámbito de la reproducción social en toda su complejidad. Una idea recogida en el Proyecto de resolución sobre el nuevo auge del movimiento de mujeres de la Comisión de Mujeres de la IV Internacional: “El uso de la huelga, la centralidad de las luchas por la reproducción social, la aspiración por comprender los procesos de producción y reproducción como un todo integrado, y su funcionamiento como vector de politización y radicalización de las masas, hacen de este nuevo movimiento feminista un proceso de subjetivación de clase en sí mismo. […] ”.

Las feministas marxistas sitúan así el trabajo humano en el centro de su pensamiento, entendido en su diversidad y su carácter global, que siempre se basa en la contradicción entre capital y trabajo. En efecto, es para rebajar el precio de la fuerza de trabajo que compra y para aumentar la plusvalía que de ello se deriva, por lo que el capital busca constantemente reducir el costo de su reproducción, soportado principalmente por mujeres mal pagadas o que trabajan gratis para producir los servicios esenciales para la reconstitución y sostenibilidad del trabajo vivo. Cierto, en Occidente, en particular, muchas familias, siempre que tengan los medios, dependen del trabajo doméstico asalariado, a menudo mal pagado e informal, que involucra principalmente a mujeres inmigrantes, racializados, a menudo sin estatus legal, para cuidar de sus hijos, de sus mayores, así como de las tareas del hogar de todo tipo. Estos servicios también pueden ser prestados por plataformas, como UberEats, Deliveroo. que contratan falsos autónomos y así se evitan todas las cargas sociales e incluso fiscales derivadas de ello, etc. En las familias de clase trabajadora, que lo usan menos, los hombres asumen una mayor proporción de las tareas del hogar, aunque las mujeres siempre hacen más.

Comprender el papel que juega el trabajo productivo y reproductivo (asalariado y no asalariado) para asegurar la acumulación capitalista es también entender que solo el trabajo vivo, porque es la condición misma de las ganancias de una pequeña minoría de explotadores, es capaz de derrocar el yugo del capital, mediante la lucha colectiva por su emancipación. Sobre todo, solo su inmenso número y su posición estratégica en el corazón de las relaciones de producción capitalistas pueden dar a los trabajadores y trabajadoras la fuerza para derrocar este modo de producción mortal y fundar un orden social ecosocialista basado en la libre asociación de productores, en la igualdad de género y el respeto del metabolismo esencial entre las actividades humanas y el medio natural.

14/09/2020

Fuente: https://vientosur.info/como-acabar-con-este-capitalismo-mortal/

 

 

miércoles, 14 de noviembre de 2018

¿SON LOS TRABAJADORES LOS «SEPULTUREROS» DEL CAPITALISMO?


Matt Vidal 09/11/2018

La sabiduría recibida mantiene que la historia ha probado que la teoría de Marx de la clase obrera está equivocada. Esta afirmación gira en torno a la así llamada tesis del sepulturero.
De acuerdo con el destacado experto de las relaciones industriales Paul Edwards, en la teoría de la clase trabajadora de Marx es central la predicción de que «hay una tendencia inherente de la clase trabajadora a identificar y luchar por intereses específicos de clase, en particular, el derrocamiento del capitalismo». Para Edwards, «cualquier marxismo correcto» debe respaldar esta tesis.[1]
De manera similar, el sociólogo Paul Thompson, cuya innovadora investigación sobre el trabajo y el empleo se inspira bastante en los conceptos y categorías de Marx, insistió en que su teoría no es marxista porque no mantiene que «el proletariado será compelido a desafiar y transformar la sociedad de clases en virtud del lugar objetivo en el sistema de producción».[2]
Y el influyente sociólogo marxista Michael Burawoy afirmó «Marx sostuvo que había tendencias inmanentes en el capitalismo que revelarían a los trabajadores el movimiento tras las apariencias». Burawoy concluyó que «la historia ha mostrado que la prognosis de Marx fue inadecuada».[3]
Es cierto que en El Manifiesto Comunista, Marx y Engels escribieron: «Lo que la burguesía produce, ante todo, son sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables»[4]. Pero una lectura amplia de su obra demuestra que esto fue un recurso retórico, con la intención de incitar a la clase trabajadora a la acción, no una predicción científica.
El Manifiesto es un panfleto político –cuya primera edición tenía apenas veintitrés páginas– que expresa el propósito de educar y agitar a la clase obrera. Su propia existencia asume que el desarrollo de la conciencia de clase revolucionaria no es inevitable; si lo fuera, ¡no habría necesidad de tal manifiesto político!
¡La declaración sepulturera aparece en una sección del Manifiesto que presenta un esbozo de la historia comenzando con la antigua Roma y atravesando el siglo XIX en diez páginas! La entera discusión del capitalismo e inminente, «inevitable» revolución capitalista está articulada en tan solo seis páginas.
La ausencia de la tesis sepulturera en los escritos maduros de Marx
La tesis sepulturera está casi completamente ausente en los escritos científicos maduros de Marx. En los tres volúmenes del Capital, que comprenden más de dos mil páginas de texto, Marx lo discutió en una sección de tres páginas del Volumen I, repitiendo el esbozo avanzado en las seis páginas en el Manifiesto.
En sus escritos periodísticos, incluyendo El Dieciocho Brumario y La Lucha de Clases en Francia, Marx fue profundamente sensible a la fragmentación de clases y al complejo conjunto de procesos políticos e ideológicos necesarios para que unas clases basadas estructuralmente se desarrollen en movimientos sociales con conciencia de clase.
Sus escritos científicos maduros enfatizaron los obstáculos a la formación de un proletariado unido y consciente de su clase, incluyendo la fragmentación de la clase trabajadora en cuanto a la aptitud y la autoridad, la mistificación de las relaciones de clase por las instituciones capitalistas, la dependencia material al salario y los crecientes estándares de vida.
¿Qué fue, entonces, la teoría de Marx de la clase trabajadora?
Si la tesis del sepulturero no es central en la teoría de la clase trabajadora de Marx, entonces ¿cuál es el núcleo de su teoría de la clase trabajadora?
Llamar al proletariado la clase revolucionaria, sepulturera del capitalismo, fue, como Hal Draper observó, «no una descripción de eventos actuales» sino más propiamente una designación del proletariado como «una clase con el potencial histórico de hacer una revolución»[5]. Mientras que la revolución burguesa concentró el poder en las manos de una clase minoritaria, la revolución proletaria transferiría el poder a una clase representante de la mayoría.
Marx propuso que el capitalismo está basado en una estructura de clases consistente en una pequeña clase capitalista y una gran clase trabajadora que abarca la inmensa mayoría de la población. En lugar de ver un proceso universal de pérdida de cualidades que resulta en una clase trabajadora no especializada, homogénea, como es comúnmente atribuido a Marx, él arguyó que el capitalismo requeriría de una compleja división del trabajo incluyendo trabajadores no-cualificados, trabajadores cualificados y una jerarquía de directores para coordinarlo todo.
En Los Grundrisse escribió que, incluso bajo la división del trabajo, quedará «una jerarquía de poderes laborales, a la cual corresponde una escala de salarios. […] A lo largo de las gradaciones de la jerarquía, aparece la simple separación de los trabajadores en cualificados y no-cualificados»[6].
En el Volumen III del Capital Marx teorizó cómo la detallada división del trabajo requiere una compleja jerarquía directiva: «Un ejército industrial de trabajadores bajo el comando de un capitalista requiere, como en un ejército real, oficiales (directivos) y suboficiales (capataces, supervisores), quienes comandan durante el proceso laboral en nombre del capital»[7].
El sociólogo Erik Olin Wright desarrolló[8] un modelo de la estructura de clases distinguiendo nueve fragmentos basados en el nivel de aptitud (experto, cualificado, no-cualificado) y la autoridad (directivo, supervisor, sin-autoridad), como indica la Figura 1.

La clase capitalista propiamente dicha incluye los auto-empleados que dan empleo a diez o más empleados. La categoría de expertos y directivos constituye el asalariado: trabajadores asalariados con altos ingresos. El asalariado es parte de la clase capitalista expandida porque sus densos lazos con la clase capitalista como tal, incluyendo una compartición de la autoridad sobre los trabajadores a sueldo, una participación en la formulación política organizativa y una profunda intervención financiera en el sistema capitalista.
Los fragmentos de clase restantes consisten en trabajadores por horas. Dado que los supervisores (cualificados y no-cualificados) probablemente han sido promocionados de posiciones trabajadoras (cualificadas y no-cualificadas), estas cuatro series de localizaciones tienen una cercana relación laboral en el mercado. Como tal, constituyen la clase trabajadora.
 Basado en la definición anterior, la clase trabajadora como porcentaje del total de la fuerza laboral es el 76% en Suecia, el 71% en el Reino Unido, el 67% en los Estados Unidos y el 66% en Canadá y en Noruega. Japón es un atípico, teniendo todo el 23% de su población en auto-empleo y el 53% en la clase trabajadora.
 La predicción de Marx de que el capitalismo generaría una clase trabajadora en expansión, constituyendo la mayoría de la población y sin tener participación en la propiedad de los medios de producción, ha sido confirmada. En cualquier caso, se mantiene internamente diferenciado a lo largo de la aptitud, autoridad, identidad y orientación política. Esta es la cuestión central para el análisis de clase y la política de clase.
Conciencia de clase
Los escritos de Marx sobre la clase son fragmentarios, pero arguyó consistentemente que es solo a través de la lucha activa –esto es, un movimiento laboral activo y organización de partido– que la conciencia de la clase trabajadora se difunde.
En La ideología alemana, Marx y Engels escribieron que «Tanto para la producción a escala de masas de la conciencia comunista, como para el éxito de la causa misma, la transformación de los hombres en una escala de masa es necesaria, transformación que solo puede tener lugar en un movimiento practico, una revolución»[9].
En La Miseria de la Filosofía Marx estableció que los intereses comunes no son suficientes para el desarrollo de la conciencia de clase:
Las condiciones económicas habían primero transformado la masa del pueblo de un país en trabajadores. La combinación de capital había creado para esta masa una situación común, intereses comunes. Esta masa es, pues, ya una clase como contra-capital, pero no todavía para sí misma. En la lucha, de la cual hemos apuntado solo unas fases, esta masa deviene unidad y se constituye como una clase para-sí.[10]
Finalmente, en el Volumen I del Capital, Marx enfatizó en cómo la combinación de la ideología dominante reproducida fuera de la producción capitalista, junto con la dependencia material de un salario, trabajaron en obstaculizar la realización de la conciencia de la clase trabajadora:
El avance de la producción capitalista desarrolla una clase trabajadora que por medio de educación, tradición y costumbre considera los requerimientos de este modo de producción como auto-evidentes leyes naturales. […] En el curso ordinario de las cosas, el trabajador puede ser arrojado a las «leyes naturales de la producción», i.e., es posible confiar en su dependencia del capital, que aflora de las condiciones de producción como tal y está garantizada perpetuamente por ellas.[11]
La teoría de Marx del fetichismo de las mercancías propone que las instituciones capitalistas mistifican la operación de la economía de mercado y la verdadera fuente del beneficio (el trabajo de los obreros).
Conclusión
En suma, Marx sostuvo consistentemente que solo la lucha activa de clase (organización sindical y políticas de partido) pueden cambiar la conciencia del obrero; sin esto, las condiciones obreras comunes experimentadas por la mayor parte de la clase trabajadora serán insuficientes para asegurar el desarrollo de una conciencia revolucionaria de clase.
Él también explicó que las instituciones de la sociedad presentan el capitalismo como natural en inevitable, que los trabajadores son dependientes de sus salarios para vivir y que bajo el capitalismo los estándares de vida incrementan, incluso para la clase trabajadora (pero en una tasa mucho más lenta que la del crecimiento de la productividad y la acumulación del capital).
Las cuestiones a las que respondió y las categorías analíticas que desarrolló se mantienen como la mejor fuente para entender el capitalismo.
Notas:

[1] Edwards, P. (1986). Conflict at Work: A Materialist Analysis of Workplace Relations. Nueva York: Blackwell., pp. 58 y 94. [Existe traducción al español: (1990). El conflicto en el trabajo: un análisis materialista de las relaciones laborales en la empresa. Madrid: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.]
[2] Thompson, P. (1990). «Crawling from the Wreckage: The Labour Process and the Politics of Production», en Knights, D. y Willmott, H. (eds), Labour Process Theory. Londres: Macmillan., p. 102.
[3] Burawoy, M. (1982). Manufacturing Consent: Changes in the Labor Process under Monopoly Capitalism. Chicago: University of Chicago Press., p. 29 [Existe traducción al español: (1989). El Consentimiento en la producción: los cambios del proceso productivo en el capitalismo monopolista. Madrid: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.]
[4] Marx, K. y Engels, F. (1978).  [1848] «Manifesto of the Communist Party», en Tucker, R. (ed), The Marx-Engels Reader. Nueva York: New York Norton. [Existen múltiples traducciones al español, como: Marx, K. y Engels, F. (2011). El Manifiesto del Partido Comunista. México: Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx.]
[5] Draper, H. (1977). Karl Marx’s Theory of Revolutionvolume 2The Politics of Social Classes: Nueva York: NYU Press., p. 51.
[6] Marx, K. (1993). [1857-8], Grundrisse: Foundations of the Critique of Political Economy. Londres: Penguin., pp. 469-470. [(1976). Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (3 vols.). Buenos Aires: Siglo XXI Editores.]
[7] Marx, K. (1981) [1894]. Capital, volume 3. Londres: Penguin. [Existen diferentes ediciones en español, como: (1987). El Capital. Libros 1, 2, y 3 (8 vols.). México: Siglo XXI Editores.]
[8] Wright, E. O. (1997). Class Counts: Comparative Studies in Class Analysis. Cambridge: Cambridge University Press.
[9] Marx, K. y Engels, F. (1996) [1846]. The German Ideology. Moscú: International Publishers., p. 193. [Existen varias traducciones, como: (2014). La ideología alemana. Madrid: Akal.]
[10] Marx, K. (1975) [1847]. The Poverty of Philosophy. Moscú: International Publishers., p. 173, cursiva en original. [(1987). Miseria de la filosofía. México: Siglo XXI Editores.]
[11] Marx, Capitalop. cit., p. 899.

es profesor de sociología y economía política en la Universidad de Loughborough
Fuente:
https://jacobinmag.com/2018/10/working-class-gravediggers-marx-theory-revolution
Traducción:
Roberto Álava



jueves, 5 de julio de 2012

"LO QUE NOS HACE HUMANOS ES LA COOPERACIÓN"

Entrevista a Michael Tomasello, especialista en psicología comparada entre humanos y simios

Ima Sanchís
La Vanguardia
05-07-2012

La semilla

El departamento de psicología comparativa y del desarrollo del instituto Max Planck, que dirige, investiga los procesos cognitivos que forman parte del aprendizaje y la creación tanto en humanos como en chimpancés y grandes simios. Tomasello era adolescente en los sesenta, así que creyó que era posible convivir pacíficamente entre nosotros y con la naturaleza. No ocurrió exactamente así, pero esa semilla se convirtió en una vida dedicada a la investigación para llegar a afirmar que la cooperación es lo que nos hace humanos, y que tal vez deberíamos volver a la prehistoria y comenzar de nuevo. El ciclo de conferencias de la Asociación de Becarios de La Caixa lo invitó para hablar de ello.

Uno de nuestros trabajos más recientes fue con niños que cooperaban o que no cooperaban.

¿Y?

Si no cooperaban, no compartían. Repartíamos caramelos de forma no equitativa, a uno le tocaban tres y a otro uno. Resultó que los que habían trabajado juntos los compartían y los que no habían trabajado juntos reaccionaban diciendo: "Así es la suerte, yo tres y tú uno".

Trabajar juntos fomenta el compartir.

El mismo estudio realizado con chimpancés dio otro resultado: daba igual que hubieran trabajado juntos, no compartían los caramelos. Cuando los simios cooperan y están haciendo algo juntos, lo que buscan es si hay algo ahí para ellos.

Hay mucho simio con corbata.

Una de las diferencias entre nosotros y los simios es el lenguaje. Pues bien, el lenguaje ha evolucionado en contextos de colaboración en los que debemos coordinarnos y ayudarnos los unos a los otros para poder establecer un objetivo común.

Usted tiene una teoría al respecto.

Sí, que esos contextos de colaboración no sólo forman el núcleo de algunas de nuestras actividades cognitivas más destacadas, como el lenguaje, sino también de nuestras cualidades morales.

¿A qué se refiere?

La moralidad es una forma especial de cooperación que requiere ayudar a los demás, compartir cosas de manera justa y seguir las normas que hayamos acordado. Estos son algunos aspectos de la moralidad y todos derivan de la interdependencia.

La vida en sí es el resultado de la cooperación entre bacterias.

Pero, en la evolución, la cooperación sólo se produce si no implica el sacrificio del individuo: esa es la condición humana, la tensión entre perseguir mis intereses y preocuparme de la sociedad.

Equilibrio, la palabra mágica.

Una de las cosas que hemos hallado en nuestros estudios con niños es que los más pequeños, de dos años, empiezan a cooperar de manera indiscriminada; pero cuando crecen empiezan a preocuparse de si alguien les está mintiendo o se está aprovechando de ellos.

¿Nos estropeamos con la edad?

Esa sería la versión rousseauniana, que nacemos puros y que la sociedad nos corrompe. Si me forzase, le diría que sí, pero la gran conclusión de todo ello es que lo que hace que los humanos sean únicos en este mundo biológico deriva de su manera de relacionarse, de la cooperación.

Entendido.

Si un niño creciera en una isla desierta lejos de todo contacto con los humanos, de adulto tendría adaptaciones biológicas para la cooperación, la cultura y la comunicación, pero no sería muy distinto de los simios.

Necesitamos tanto las adaptaciones biológicas como nacer en una sociedad.

Eso es. Nuestro cerebro es tres veces más grande que el de los simios, y la mayor parte está dedicada a la interacción con los demás y no en ser individualmente más inteligentes.

Pues no parece que se nos dé muy bien lo de cooperar.

En casi toda nuestra historia hemos vivido en grupos pequeños, de unas cien personas, que cooperaban y no tenían propiedad privada, y no existían individuos dominantes porque los rechazaban.

Una manera inteligente de vivir.

La caída del edén vino con la llegada de la agricultura, de las ciudades y de la civilización. Había que proteger los excedentes y la propiedad, así nacieron armas y guerras.

Y ahí estamos.

En el mundo moderno creemos que hemos superado la desconfianza al que no es de nuestro grupo, pero es falso. Favorecemos a los que consideramos de nuestro grupo, nos preocupa nuestra reputación dentro del grupo y eso hace que respetemos las reglas. Forma parte de nuestra historia evolutiva.

Dentro del grupo vestimos igual, hablamos igual, comemos igual...

Sí, desde la prehistoria. Con la agricultura comienza la mezcla cultural, religiosa y de costumbres que vemos hoy a gran escala en los países y que tantos conflictos causa. La cuestión es si podremos trasladar nuestras habilidades de pequeños grupos al gran grupo. Necesitamos estructuras institucionales que animen a todos a cooperar.

Hay un movimiento social en busca de igualdad, justicia y respeto por la naturaleza, ¿tiene algo que ver con la evolución?

Sí, es una reacción a las sociedades modernas estratificadas en las que un pequeño grupo tiene el poder, y creo que esto forma parte de nuestra tendencia natural que heredamos de los grupos prehistóricos.

¿Hay razón para el optimismo?

Sí. La raza humana es cooperativa (lo vemos en los niños y la prehistoria), le preocupa el bienestar de los demás, pero nuestras sociedades han llegado a un punto en el que esas tendencias naturales no tienen cabida más allá de la familia. Si somos lo suficientemente inteligentes para potenciarlas...

Quiero ser prehistórica.

Elinor Ostrom, Nobel de Economía 2009, estudió el modo como las personas consiguen alcanzar acuerdos de cooperación en casos de escasez de recursos y demostró que se resuelven mejor sin acudir a la ley. Demostró que cuando la moralidad es muy fuerte no se necesitan leyes.

Fuente: http://www.lavanguardia.com/lacontra/20120705/54321217732/la-contra-michael-tomasello.html

lunes, 2 de enero de 2012

EL FRACASO COMO POSIBILIDAD Y EXPERIENCIA


El éxito o el fracaso siempre están y estarán, como una espada de Damocles, en el horizonte de toda organización que se atreve a poner en práctica sus ideas, sus planes o proyectos. Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia. Maurice Maeterlinck decía: “Cada vez que cometo un error me parece descubrir una verdad que no conocía.” El error y el fracaso son una posibilidad y una experiencia en la espiral de la historia. Toda experiencia conlleva el riesgo del error y la ilusión de llegar a la meta deseada. Todo fracaso obliga un nuevo comienzo por otro camino. Si esa no es la vía para llegar al paraíso, debe buscarse nuevos caminos al cielo.

Hace poco volví a leer, y compartiré con ustedes, BEGIN THE BEGINNING, un llamamiento para salir del hoyo negro del fracaso. En 1983, Ramón García Rodríguez escribía, no hay por qué esperar más para abrir los ojos y aceptar la realidad y, sin dejar lugar a dudas, sentenciaba, “la realidad indica eso: FRACASO.” ¿Hoy la realidad de más de una fracción del socialismo peruano qué indica? Pero, dejemos esa arista sensible para algunos de nuestros camaradas para otro momento. Sólo recordemos con García. Enfrentados a la eventualidad de un fracaso no cabe resignarse sino REBELARSE: ¡NO HEMOS FRACASADO EN DEFINITIVA! ¡Así actúa la humanidad! Por eso, hemos llegado a donde llegamos: de la caverna a la civilización.

A casi 30 años de los hechos (1983), nos preguntamos qué proyecto o paradigma de partido fracasó en aquél entonces. Un punto más en la controversia, en la teoría y praxis de la construcción del primer gran partido de masas y de ideas de toda nuestra historia republicana.


01 Enero 2012
Edgar Bolaños Marín

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BEGIN THE BEGINNING
El hombre llega
Para partir de nuevo.

JCM T.3 – 21

Camarada:

Se cumple el sexto mes, tercer bimestre, segundo trimestre del Plan – 83. En agosto se cumple dos años de la presente actividad de vorágine, que signa todo nuestro quehacer actual. Y como de seguro han sido ya escuchadas “las opiniones solícitas en expresarse” , no hay por qué esperar más para abrir los ojos y aceptar la realidad.

“Luchar, fracasar, volver a luchar, fracasar de nuevo, volver otra vez a luchar y así hasta la victoria: esa es la lógica del pueblo” . Entonces, luchar y fracasar, luchar y vencer son las dos constantes de la realidad. No se fracasa si no se lucha; tampoco se vence si no se lucha. La clave, entonces, está en la lucha. Luchar sin desmayar y sin abatirse, que quien no espera vencer está vencido. “Al ir a la lucha debemos desear la victoria y saber indicar el verdadero camino que conduce a ella” .

“Cien derrotas han sufrido en esos países los partidos socialistas, las masas sindicales. Sin embargo, cada nuevo año, la elección, la protesta, una movilización cualquiera, las encuentra siempre acrecidas y obstinadas” .

Para luchar siempre acrecidos y obstinados, debemos aprender a soñar. ¡Soñar! ¿Puede el proletariado soñar? Pues, no sólo puede sino que debe soñar. “La historia le da siempre la razón a los hombres imaginativos () El progreso ha sido realizado siempre por los imaginativos. La posteridad ha aceptado, invariablemente, su obra () Los idealistas necesitan apoyarse sobre el interés concreto de una extensa y consciente capa social. El ideal no prospera sino cuando representa un vasto interés. Cuando adquiere, en suma, caracteres de utilidad y comodidad. Cuando una clase social se convierte en instrumento de su realización”.

¡Soñar! Ahora debemos soñar. Precisamente ahora, cuando el fracaso es mayor y hasta monumental, es que debemos soñar.

Porque la realidad indica eso: FRACASO. Pero debemos armarnos de coraje y exclamar ¡NO IMPORTA! Y reiniciar la marcha y seguir nuestro Camino. “Que no deje en mí ninguna huella moral. Que no deposite en mi pensamiento ni en mi corazón ningún germen de amargura ni de desesperanza. Es indispensable para que mi palabra conserve el acento optimista de antes. Quiero defenderme de toda influencia triste, de toda sugestión melancólica. Y siento más que nunca la necesidad de nuestra fe común” .
Debemos buscar explicaciones sólidas. ¡Y hasta disculpas pueriles que nos hagan menos amargo este cáliz de hiel! Pero recordando siempre que quien se excede en la crítica es porque es deficitario en la autocrítica.

“Un mes de retraso en el inicio efectivo es también un mes de retraso en la convocatoria efectiva. Dos meses de retraso indican grave crisis. Y tres meses son el desastre completo, irremediable e inapelable. Y no necesitamos llegar a diciembre para saberlo. ¡Sólo necesitamos no llegar a marzo!” . Y NO LLEGAMOS.

“Los documentos del C.C., específicamente los documentos del magno certamen (Informe del C.C., Resolución Política, Programa y Estatuto) materializan la preparación del magno certamen. La importancia de esta labor se expresa en que si no hay documentos no hay certamen, así se haya realizado cualquier otro trabajo colateral” . Y NO HAY DOCUMENTOS.

Podemos buscar chivos expiatorios. Pero esa sería una disculpa en extremo pueril y en modo alguno beneficiosa.

“Hay que aspirar a Papa para llegar a Obispo” decía el castellano viejo. Hé ahí una disculpa muy pueril pero también beneficiosa. Es nuestra ambición la que nos ha llevado a esta situación. ¡Hemos aspirado a mucho, siendo actualmente capaces de tan poco!

Es una loca ambición aspirar a tanto con tan poco. Pero la nuestra es una locura como la del verso escolar: “!Oh locura sublime la de Cristóbal Colón!”

Y si la nuestra es una de esas locuras, entonces ¡NO HEMOS FRACASADO EN DEFINITIVA! Apenas si hay tensión y confusión a mitad de la jornada, por no ver ya la costa atrás y no ver aún la nueva orilla adelante. Pero si Cristóbal Colón llegó en tres frágiles barquichuelos, ¿por qué no hemos de llegar nosotros si contamos con tres poderosas Carabelas?

¡La llegada está inscrita en nuestra fe común!

No está aún cercano nuestro Octubre. ¡Pero existe! ¡No es espejismo de náufrago a la deriva ni de perdido en el desierto! ¡Existe! ¡Existe!

Marx nos enseña: “Deja que la gente murmure, y sigue tu camino” . Debemos, por tanto, ¡volver a empezar! Sin tardanza ni dilación ningunas. ¡El hombre llega para partir de nuevo!

Debemos arrojar la carga inútil. ¡Eso debemos hacer!

El lastre del sello paleodemocrático ¡arrojémoslo!

El espíritu de círculo ¡arrojémoslo!

Debemos reforzar la carga útil. ¡Eso debemos hacer!

El Estilo Proletario ¡fortalezcámoslo!

El Espíritu de Partido ¡fortalezcámoslo!

La Idea Socialista, el Camino de Mariátegui, su Construcción Partidaria, ¡sólo ese equipaje debe ir a bordo de Nuestras Tres Carabelas!

Carga inútil ¡arrójala!

Carga útil ¡acógela!

Como decía don Ramón Castilla: “La masa, la masas hay que elaborarla primero”. Por tanto ¡busquemos con quién colaborar, o busquemos quién nos colabore! Si solos nada podemos, unidos todo lo podemos. Y quien me busque ¡aquí me tiene!; que si uno es ninguno, dos son ya una gran multitud.

¡VIVA EL COMUNISMO CIENTÍFICO!
¡VIVA EL CAMINO DE MARIÁTEGUI!
¡VIVA LA LINEA GENERAL!

Ramón García Rodríguez
14.06.83 (01.07.83)