SIGLO XXI - QUINTO LUSTRO -
"Un nuevo orden emerge de la desintegración del capitalismo que irá reemplazando la célula económica (familia) por una nueva matriz reproductiva (comunas) que cumplirá funciones defensivas, judiciales, productivas y administrativas."
Iniciamos
un año en el que los acontecimientos acumulados a lo largo de estos últimos
meses, avanzan precipitadamente hacia la confirmación de un cambio cualitativo
de la realidad determinado por el hecho irrefutable de la crisis general del
capitalismo que impregna todo.
El
fétido olor de un Sistema que se descompone y que ya llega a todos los rincones
de la sociedad.
Resulta
casi imposible dudar de su quiebra estructural, expresada en el final de la
hegemonía y liderazgo absoluto del Bloque Occidental, encabezado por los EE.UU
y nucleado en torno a la OTAN.
Incluso
más allá de su expresión más bárbara y destructiva con el desarrollo de la
guerra de la OTAN en Ucrania contra Rusia, la decadencia sistémica del Bloque
que representa la realidad más avanzada y, consecuentemente violenta y
parasitaria, del capitalismo es absoluta.
Crisis general y orgánica que, desde la base material –económica-, alcanza no
solo a cada una de las estructuras de los estados que representan y defienden
sus intereses, sino que también se impone en todas las categorías sociales,
culturales e ideológicas sobre las que se ha estructurado la dominación
burguesa, y en la propia subjetividad y sociabilidad de las clases sociales.
También del proletariado y de sus organizaciones políticas y sindicales,
cooptadas mayoritariamente por el sistema.
Una
crisis con mayúsculas que, desde una concepción dialéctica de la lucha de
clases, abre un amplio abanico de oportunidades a las fuerzas revolucionarias,
pero que para su implementación se enfrenta a las dificultades derivadas de los
enemigos internos clásicos de la Revolución – la socialdemocracia y el
izquierdismo- y a la actual debilidad organizativa y programática de los
destacamentos de vanguardia.
Un nuevo ciclo histórico.
Todo
apunta a ello y parece confirmarse una nueva realidad fundamentada en una nueva
multipolaridad armada, en la que el eje del desarrollo económico, social y
político se desplaza hacia Oriente y en el que el epicentro que lo determina,
se ha desplazado de Washington a Pekín y del Pentágono y Wall Street, al
Partido Comunista de China y su dirigencia.
Una
situación diferente, que para nada es una meta y que, determinada por el doble
factor de la continuidad de la hegemonía de las relaciones capitalistas y la
belicosidad global de los EE.UU y la OTAN contra quienes cuestionan su
dominación, impone como grandes retos de las organizaciones de Vanguardia, la
lucha por la Paz y el combate constante por el poder obrero y el Socialismo.
Convertir
el análisis en acción.
Desde
la seguridad de lo correcto del análisis que realizamos y venimos compartiendo
fructíferamente con otros partidos comunistas y organizaciones revolucionarias
en el último periodo, la tarea absolutamente prioritaria que enfrentamos en el
PCPE, es hacerlo trascendente para el desarrollo de la lucha de clases. Lograr
que, progresivamente, sea compartido por las masas en una constante labor en la
que “toda la labor habitual, regular, corriente de todas las organizaciones y
grupos del Partido, la labor de propaganda, agitación y organización esté
orientada a fortalecer y ensanchar la ligazón con las masas”[1]
Una acción que necesita un Programa adecuado y requiere una táctica acorde, que
permita hacer llegar la conciencia socialista a la clase obrera a través del
imprescindible desarrollo dialéctico que, identificando la incapacidad del
poder burgués y sus estados para satisfacer las necesidades del pueblo
trabajador y evidenciando la podredumbre de sus instituciones, sitúe la
alternativa revolucionaria como el nuevo paradigma de sociedad por el que vale
la pena luchar.
Definir la Táctica
Cuando
la crisis azota con fuerza la economía de las familias y el horizonte se
avecina tormentoso, con un incremento exponencial de la pobreza y la progresiva
desvalorización de la fuerza de trabajo, la prioridad es organizar la respuesta
obrera y popular, confrontando con la patronal y los monopolios que nos roban y
explotan.
Una
intervención decidida en este sentido en el movimiento obrero y popular, contra
la carestía de la vida, por la recuperación del poder adquisitivo y por la
defensa de los servicios públicos y la nacionalización de los sectores
estratégicos (banca, energéticas, distribución de alimentos…), además de contra
el Pacto Social y las políticas de conciliación de clases, resulta
absolutamente inasumible por el Estado, la patronal y la socialdemocracia
política y sindical, y abre nuevos espacios de organización y contrapoder.
Cuando
la crisis institucional jalona la realidad con constantes escándalos de todos los
poderes del Estado, incluyendo maniobras de unos contra otros como las
recientes del poder judicial contra el ejecutivo en el que se enfrentan a cara
de perro las distintas fracciones del capital que se reparten el poder, es necesario marcar un nuevo paradigma de
Estado republicano que, desde el reconocimiento efectivo del derecho a la
autodeterminación de los pueblos, se articule desde la base material del poder
obrero y la democracia protagónica del pueblo trabajador.
La
Constitución del 78, ya no es capaz de contener en su seno la compleja realidad
territorial, social y económica de una formación social como la española,
sumida en una profundísima crisis a todos los niveles.
Organización
y movilización de masas en un radical sentido rupturista con la herencia del
franquismo y la Transición es el objetivo. República, Memoria, Reparación,
Justicia, Autodeterminación, No al Concordato con la Santa Sede, laicidad, OTAN
no, bases fuera, ni UE, ni euro…, son las consignas con las que empezar a
quebrar los consensos sociales generados en torno a la Constitución del 78, en
un amplio movimiento de denuncia política y confrontación con los ejes
centrales de la dominación burguesa. Alianzas tácticas de desarrollo temporal y
puntual en los más diversos campos de intervención política que,
necesariamente, deben acompasar el desarrollo de este proceso de ruptura
política con el poder de la oligarquía y la totalidad de sus instituciones.
Cuando de la mano del atlantista gobierno de coalición PSOE/UP, los gastos
militares y policiales alcanzan los 56.000 millones de € y se acercan al 4 %
del PIB[2],
es necesario reclamar la neutralidad de España, el abandono inmediato de todas
las misiones militares y policiales en el extranjero[3], la salida de la OTAN,
el cierre de las bases yanquis y la drástica reducción de los gastos militares
y policiales, así como de la inversión en armamento.
La
lucha contra la OTAN y sus guerras imperialistas son un propósito absolutamente
inasumible por el estado del capital; sin embargo constituyen un propósito
unitario de carácter internacionalista y antiimperialista sobre el que
organizar y movilizar al pueblo trabajador.
Cuando de la mano de las
multinacionales energéticas y acompañada por la acción constante de todos los
gobiernos, sean estos del color que sean, se da una inmensa transferencia de
recursos públicos al sector privado bajo la excusa de la llamada “transición
energética”, es hora de decir basta y denunciar la hipocresía del discurso del
capitalismo verde que está destruyendo el territorio en interés exclusivo de
los monopolios energéticos y burgueses subvencionados.
El
diesel barato, que es el motor insustituible de esta dopada sociedad mercantil
llamada a explotar la Naturaleza, llega a su fin y no hay manera de suplirlo.
Reivindicar una gestión democrática y científicamente informada, al servicio
del pueblo y no de las multinacionales, de los recursos energéticos y el
medioambiente, es una tarea urgente en la que confluir diversas generaciones en
defensa del Planeta y en contra del Capitalismo que lo destruye. Y esto solo es
posible bajo un sistema de planificación al servicio de las necesidades de la
mayoría social, a través de la construcción del socialismo.
No
son ni mucho menos, todos los campos de intervención colectiva que con carácter
de clase pueden desarrollarse. La lucha de las mujeres trabajadoras en contra
de la doble esclavitud a la que son sometidas por la alianza del Patriarcado
con el Capitalismo, o las reivindicaciones de la juventud obrera a la que el
Sistema le niega el presente y el futuro, así como las reivindicaciones del
movimiento vecinal de los barrios obreros, también son trincheras ineludibles
de las reivindicaciones económicas y políticas inmediatas de nuestro Programa
dirigido a la clase obrera y al conjunto del pueblo trabajador.
BREVÍSIMA
SEMBLANZA Y HOMENAJE A LA COMUNA DE PARÍS
La
evaluación de Marx y la democracia ecomunitarista
Pese a su corta duración, la Comuna de París (1871)
es una referencia obligada para todas las luchas que se proponen construir un
nuevo orden socioambiental sostenible, más allá del capitalismo.
En marzo de 2021 se conmemoran los 150 años del
inicio de la Comuna de París. Esa experiencia de poder popular en París duró
sólo desde el 18 de marzo al 28 de mayo de 1871, pero hasta hoy es una
referencia obligada para todas las luchas que se proponen construir un nuevo
orden socioambiental sostenible, más allá del capitalismo.
Marx (en “La Guerra civil en Francia”) dirá que la
Comuna demostró que no basta con que la clase obrera asuma el poder del Estado
vigente para ponerlo a su servicio (pues deberá destruirlo para crear otro, que
luego tendrá que extinguirse), y reconocerá todos los méritos revolucionarios
de las medidas adoptadas por la Comuna. Así, destaca: “La Comuna se formó con
los concejales elegidos por sufragio universal en los distintos distritos de
Paris. Eran responsables y sustituibles en cualquier momento. La mayoría de
ellos procedía evidentemente de los obreros y de representantes de la clase
obrera. La Comuna no debía ser un cuerpo parlamentario sino un cuerpo ejecutivo
y legislativo al mismo tiempo. La policía, que hasta entonces había sido el
instrumento del gobierno estatal, fue despojada inmediatamente de sus
peculiaridades políticas y transformada en un instrumento de la Comuna
responsable y sustituible en cualquier momento. Lo mismo ocurrió con los
funcionarios de todas las ramas de la Administración. Desde los miembros de la
Comuna hacia abajo, el servicio público tenía que ser realizado por un salario
obrero. Desaparecieron los derechos adquiridos y los dineros de representación
de las altas dignidades del Estado a la vez que desaparecieron ellas mismas.
Los cargos públicos cesaron de ser propiedad privada de los esbirros del
gobierno central. En manos de la Comuna se puso no sólo la administración
municipal sino también toda la iniciativa que hasta entonces había sido tomada
por el Estado”.
La Comuna anula los alquileres no pagos entre
octubre de 1870 y abril de 1871, suspende la venta de los objetos depositados
en préstamo pignoraticio (y autoriza la devolución gratuita de los de valor
inferior a 20 Francos), da tres años de mora para el pago de deudas pendientes,
paga una pensión a las viudas y huérfanos de guardias nacionales muertos en
combate (y crea orfelinatos) y también a los heridos, edita un decreto de
requisición de casas vacías para alojar a víctimas de los bombardeos de los
prusianos y versalleses, instala ventas públicas de alimentos con precios
solidarios, distribuye comidas gratis y bonos de pan; también readopta el
calendario republicano y asume como símbolo la bandera roja. En el plano
social y político destacan sus iniciativas favorables a los trabajadores y a la
democracia directa o participativa. Así expropia sin indemnización las
propiedades de Thiers, y con indemnización los talleres abandonados por sus
propietarios (huidos a Versalles), para ponerlos a disposición de cooperativas
obreras, al tiempo en que los encargados serían elegidos por los trabajadores,
la jornada laboral sería reducida a 10 horas (pues era entonces de por lo menos
12) y se establece un salario mínimo; los burós de empleo son municipalizados,
se prohíbe el trabajo nocturno en las panaderías, se persigue el trabajo
clandestino y se prohíben las multas con deducción de salario tanto en el
sector público como en el privado. La democracia directa o por lo menos
participativa es establecida en las empresas: un consejo de dirección es
elegido cada 15 días y un obrero es encargado de transmitirle las
reclamaciones. Y desde el 22 de marzo el llamado del Comité Central de la
Guardia Nacional enuncia que “los miembros de la asamblea municipal, sin cesar
controlados, vigilados, discutidos, son revocables...y responsables” ante los
ciudadanos y que su mandato es imperativo. Se organiza un movimiento
femenino-feminista que entre otras cosas reclama igualdad de salarios entre
hombres y mujeres (hoy todavía por alcanzar en la mayor parte del Planeta); y
la Comuna reconoce la unión libre. La educación es laicizada y se abren dos
escuelas profesionales, una de muchachos y otra de mujeres; las directrices
para la enseñanza femenina quedaban a cargo de una comisión exclusivamente
femenina; se establece la igualdad salarial entre hombres y mujeres en el
personal de la educación, remunerado por el municipio; algunos distritos
decretan la educación laica y gratuita. La Comuna decide que los funcionarios
(incluyendo los de la Justicia y la enseñanza) serán elegidos por sufragio
universal, y tendrán un salario máximo anual equivalente al de un obrero,
prohibiéndose la acumulación de salarios. También reconoce la libertad de
prensa, que sirve para que en París los periódicos reaccionarios lancen
violentos ataques contra la Comuna, y cuando son prohibidos, reaparecen
rápidamente con otro nombre (mientras que en Provincias los periódicos
favorables a la Comuna eran completamente prohibidos por el gobierno
versallés). La Comuna también decreta la gratuidad de los actos notariales
(como el contrato de casamiento) y prohíbe las prisiones sin mandato, al tiempo
en que instaura una fiscalización de las cárceles. Y proclama la separación de
la Iglesia en relación al Estado (y la supresión del financiamiento de cultos y
la nacionalización de las propiedades eclesiásticas y religiosas).
Y también acoge la Comuna en la ciudadanía a los
extranjeros (superando la exclusión a la que estaban condenados desde la
democracia ateniense y que aún no ha sido superada en la gran mayoría de los
países) a partir de considerar que “la bandera de la Comuna es la de la
República universal y que toda ciudad tiene el derecho de dar el título de
ciudadano a los extranjeros que la sirven”.
Ahora bien, Marx dirá también que la Comuna tuvo
omisiones y errores capitales para la suerte revolucionaria, como lo fueron no
haber atacado Versalles y no haber expropiado el tesoro del Banco de Francia.
Pero ya en 1875 Marx opinó también que la
Asociación Internacional de Trabajadores (que él contribuyó a crear en 1864)
perdió vigencia tras la Comuna de París de 1871; nótese que entonces ya se
había inaugurado la época de los Partidos Obreros laborando al interior de cada
Estado europeo (como ocurría, por ejemplo, en Alemania). De ahí que las ricas
observaciones de Marx acerca de la democracia obrera se dan en el marco de su
crítica al programa que el Partido Obrero alemán había formulado en las bases
resumidas en su Congreso realizado en la ciudad de Gotha. Y eso a pesar de que
en Francia, por ejemplo, la vieja SFIO (Sección Francesa de la Internacional
Obrera) sobrevivirá hasta 1905 cuando será sustituida por el Partido Socialista
(el que, a su vez, se verá dividido en 1920 por la creación del Partido
Comunista). Hay que recordar que tras la muerte de Marx se crea en 1889, para
conmemorar los 100 años de la Revolución Francesa, la Segunda Internacional,
cuyo perfil unionista de los esfuerzos de los Partidos socialdemócratas de
Europa naufragó estrepitosamente al declararse la Primera Guerra Mundial en
1914, pues la mayoría de sus afiliados se plegó al gobierno de su país en la
guerra inter-imperialista, abandonando el internacionalismo proletario
(mantenido por honrosas excepciones, como la de Lenin, que
rompieron con aquella Internacional).
Ahora, en su Crítica al programa de Gotha Marx postula
que la democracia socialista obrera debe ser caracterizada como la dictadura
del proletariado, una vez que el Estado es una máquina de dominación de una
clase sobre otras. Esa dictadura deberá apoyarse, según Marx, en la puesta de
los medios de producción bajo dirección obrera, como patrimonio común (por lo
que la democracia comienza en cada fábrica, como lo quiso el ministro de
Mitterrand expulsado de su cargo cuando dijo que la ciudadanía debía transponer
hacia adentro los portones de las fábricas). En el socialismo cada uno
deberá recibir según su trabajo (apuntando hacia la sociedad comunista en la
que, en base a un derecho desigual, cada uno contribuirá según su capacidad y
recibirá según su necesidad); y el trabajo, su duración y la participación femenina
e infantil deberán estar regulados (dando potestad a los obreros para denunciar
ante tribunales los abusos). Marx opina que en esa nueva democracia la
educación debe ser financiada y fiscalizada por el poder público, pero se niega
a que la Escuela esté en manos del Estado (y, obviamente, tampoco en manos de
Iglesias, pues Marx pregona la liberación de “la conciencia de todo fantasma
religioso”; Crítica al programa de Gotha, p. 25); nótese que Marx no es
favorable a la simple prohibición del trabajo infantil pues considera que la
búsqueda de la superación de la división entre trabajo manual y trabajo
intelectual, con la consecuente expansión de un individuo multilateralmente
desarrollado, debe incluir la actividad productiva en el proceso de educación
de la juventud (ibid., p. 26); igualmente ve al trabajo productivo como
componente indispensable en la recuperación de los presidiarios (ibid., p.
27).
Por nuestra parte, inspirados en la democracia
instaurada por la Comuna, proponemos en perspectiva ecomunitarista que el nuevo
orden democrático poscapitalista debe, entre otras cosas:
1) estar basado en la democracia directa (hoy
facilitada por los recursos de internet),
2) superar la división en Partidos, a partir
de la participación protagónica del conjunto de la ciudadanía,
3) las responsabilidades representativas que
sea imprescindible mantener deben ser rotativas y con un número de mandatos
consecutivos limitados a dos (para evitar la emergencia de una nomenklatura
dominante) y revocables a cualquier momento por los electores,
4) esa democracia debe tener carácter pluri e
intercultural, y a) debe hacer realidad el principio que reza “de cada uno
según sus capacidades y a cada uno según sus necesidades, manteniendo los
equilibrios ecológicos y la interculturalidad” mediante una economía ecológica
y sin patrones, con actividades rotativas y tiempo de actividad
productiva tendiente a cero (cuando todos trabajan, cada uno trabaja menos, lo
que se potencia con la tecnología ya disponible y la que vendrá, para sustituir
por máquinas el esfuerzo humano, dejando a los humanos más tiempo libre para la
cultura, los deportes formativos-cooperativos y el ocio), b) pone en manos de
las comunidades los monopolios y oligopolios mediáticos actuales, para que la
comunicación comunitaria se vuelva libre y simétrica (donde no habrá una casta
de “formadores de opinión”, pues tod@s lo serán), c) se apoya en una educación
ambiental socialmente generalizada, que atraviesa todos los espacios de la
educación formal y no formal (y que integra una educación sexual
promotora de una erótica liberadora que defiende el libre y consensuado placer
compartido que no dañe a la salud de l@s amantes, y una educación física
promotora del deporte formativo y cooperativo), d) promueve una estética de la
liberación (donde cada un@ será creador/a de arte y cultivad@ disfrutador/a de
la misma, en todas sus expresiones), y e) habrá de abarcar al Planeta entero en
una Organización de los Pueblos Unidos, en la que desaparecerá la asimetría hoy
reinante en la ONU entre países dominantes y países sometidos, y en la que,
mediante un permanente intercambio solidario en todos los órdenes, se irán
borrado las fronteras entre países.
López Velasco, Sirio (2017). Contribuição à Teoria
da Democracia: uma perspectiva ecomunitarista, disponible gratuitamente en https://www.editorafi.org/196sirio
Marx, Karl (1871). La guerra civil en Francia, in
C. Marx y F. Engels, Obras Escogidas, vol. II, p. 214-256, Ed. Progreso,
Moscú
. . . (1875). Crítica al programa de Gotha,
inC. Marx y F. Engels, Obras Escogidas, vol. III, p. 9-27, Ed. Progreso,
Moscú