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viernes, 26 de octubre de 2018

LA POBREZA EN EL PERÚ, LOS ÚLTIMOS RESULTADOS DEL ESTADO


Foto: andina.com.pe


Información
25/10/2018

Según el último Censo de Población y Vivienda realizado por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) el año 2017 cuyos datos recién vienen siendo publicados, tenemos datos muy interesantes sobre la medicación de la pobreza, pobreza monetaria, que es la que resalta.

Según el INEI, en el Perú, las personas que no son pobres, son aquellas que tienen ingresos individuales por encima de los 338 soles, es decir, sobre algo más de 150 dólares al mes. Los pobres extremos, serían aquellos que ganan menos de 183 soles al mes, es decir, menos de 80 dólares.

El salario mínimo vital se encuentra en los 930 soles, es decir, en más de 415 dólares. Por lógica, un individuo con estos ingresos, según esta lógica, solamente con un sueldo mínimo vital normado por el Estado, ya no es pobre, es clase media y además, logra un ingreso con el que supuestamente podría cubrir las necesidades de una persona adicional. ¿Esto será cierto?

Según esta lógica, hemos pasado de tener 42,4% de población en situación de pobreza el 2007, a tener, 21,7% de población en situación de pobreza (más de 6 millones de habitantes) el 2017. Según esta estimación, además, mientras la pobreza en la zona urbana se encuentra alrededor del 15%, en la zona rural se encontraría alrededor del 44%. La desigualdad es enorme.

En la misma estimación, a la fecha, el departamento más pobre del Perú sería Cajamarca (52%), el mismo lugar donde opera el tercer yacimiento minero más grande del mundo (Yanacocha) operado por Newmont Mining, Buenaventura y World Bank.

Por otra parte, según estos mismos cálculos, la pobreza extrema, habría pasado de 11,2% el 2007, a 3,8 el 2017. Como en el caso anterior, la desigualdad de la misma entre lo rural y urbano, es abismal. 1,2% en la zona urbana y 12,8% en la zona rural. Y como en el caso anterior, la pobreza extrema nuevamente se situaría en Cajamarca con más de 20% de la población en esta situación.

Ahora, el peso poblacional de los pobres urbanos y rurales, estaría equiparado, es decir, existen casi tantos pobres urbanos (3 millones 752 mil) como rurales (3 millones 154 mil) sin embargo, la diferencia está en las cantidades absolutas, es decir, aparentemente hay más población, pero, menos pobres en la zona urbana pues, hay mayores oportunidades de ganar más de 150 dólares por mes en estas que en las zonas rurales. De estos pobres, el 33% habla un idioma indígena y más del 40% del total, indígena y no indígena, es población de 0 a 14 años de edad.

De todos, casi el 70% no cuenta con títulos de propiedad, el 42% vive en casas de adobe y el 58% bajo pisos de tierra. El 73% de estos pobres no tiene acceso a agua pública. Y el 50% de ellos y ellas, solamente ha estudiado el nivel primario. Más del 80% no cuenta con ningún seguro de salud. El 53% se dedica a la agricultura (ya no cruzamos esto con la capacidad de asistencia técnica y crédito de estos y el conjunto de agricultores que está por debajo del 10%).

En el año 2014, un diario local decía: “El Perú tendría la oportunidad de convertirse en un país de primer mundo en los próximos 13 años, es decir en el 2027, si logra un crecimiento sostenido anual del 6%, así lo estimó el Instituto de Economía y Desarrollo Empresarial (IEDEP) de la Cámara de Comercio de Lima (CCL)”1 La pregunta sería, ¿con estos indicadores, será cierto que seríamos un país del primer mundo aquí a 10 años?

Jorge Arboccó
Antropólogo peruano



viernes, 27 de octubre de 2017

LOS CENSOS TAMBIÉN SIRVEN PARA ENCUBRIR O DISFRAZAR LA REALIDAD




Contaba con catorce años de edad cuando llegó a mis manos un libro ilustrado de gran tamaño y volumen intitulado «La sabiduría de Occidente» de Bertrand Russell. Lo leí con entusiasmo, oscilando entre asombros y preguntas. Una de ellas tuvo que ver con el acápite dedicado a Pitágoras, el filósofo y matemático de la antigua Grecia. Su teorema y sus representaciones geométricas no me tentaron, sí el doble significado que le confirió a los números, así como su uso hermético. Un 10 representaba al universo y al poder. Por añadidura presidía su ritual, su juramento de lealtad. Años más tarde, mi inquietud por la relación entre los números y el poder tomó otro curso, otra lectura. La relación de los números bajo su forma estadística en la retórica zarista aplicada a la educación, fue desnudada por Lenin - ¿en 1912? - advirtiéndole a sus lectores sobre la fascinación de los números y su capacidad de encubrir o disfrazar la realidad. Demostró que la educación pública no había crecido en número ni en calidad en Rusia. Sostuvo que era una argucia numérica. El gobierno sacaba un porcentaje favorable al comparar los establecimientos educativos del presente frente al número de escuelas de hace una década o dos, olvidándose de ponderar el crecimiento de la población y por ende, de su real demanda y oferta de servicios educativos. La educación zarista iba realmente como el cangrejo, pero su mañosa retórica numérica, la convertía en progreso. La fuerza simbólica del dato numérico comúnmente deja en silencio a la nación y a sus intérpretes de oposición. La magia de los números, la fuerza cabalística de las estadísticas amañadas desde el poder, repintan la crisis, la falta de empleo, la escasez, etc., etc. y nos llevan del oído o del ojo, al mundo imaginario que nos dibujan con la finalidad de que le demos las espaldas a todo lo que en realidad es obvio o transparente. Otras estadísticas son posibles y confiables, no las que carecen de la falsa neutralidad estatal.

Con el paso de los años, en los años ochenta, me tocó calar en los asuntos censales de la población indígena en México. Los censos de población, con especial énfasis a partir de la década del 40, construyeron una curva descendente de las poblaciones originarias. Al cotejar esas cifras con las que arrojaban mis experiencias etnográficas, descubrí el eje que sesgaba esta tendencia. El modo de registrar la adscripción étnica a través del idioma o la indumentaria. Una y otra invisibilizaban su peso demográfico real. La categoría censal "Otros" se convirtió en ese hoyo negro donde desaparecía parte de la real diversidad etnocultural. El censo como instrumento del poder puede negar a la alteridad incómoda o indeseable de su concepción acerca de la nacionalidad y la nación. Este no era un asunto privativo de México ni de los países capitalistas. Me lo recuerda el borramiento de los macedonios en los censos de población de Bulgaria, así como el desvanecimiento desmesurado de "negros" o afrocubanos en su censo del 2000.

El más reciente censo de población en el Perú es una joyita para el análisis de la retórica y los usos del poder. Quizás les ayude a muchos a poner las cifras del gobierno -cualesquiera que esté de turno- bajo la lupa, la pregunta, la crítica.

México, 2017
Ricardo Melgar Bao

Fuente: https://socialismoperuanoamauta.blogspot.pe/



miércoles, 2 de septiembre de 2015

COLOMBIA: DANE PRESENTA PRIMEROS RESULTADOS DEL CENSO AGROPECUARIO

Propiedad de la tierra
Después de 45 años de espera, la nación suramericana obtiene datos no tan positivos sobre la situación del sector agrario en todo el territorio.

El Censo Nacional Agropecuario (CNA) es un registro que cubre las zonas rurales de todos los municipios existentes en Colombia, a fin de obtener los datos sobre el sector campesino de la nación, con miras a realizar mejoras que puedan potenciar el desarrollo rural.

Este es el primer censo que se realiza en el país suramericano después de 45 años, y según las autoridades del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE) ha sido el más incluyente de la historia, debido a que los 25 mil censistas cubrieron el 98,9 por ciento de los mil 101 municipios existentes en la nación.

El registro arrojó como resultados preliminares, que solo el 6,3 por ciento del área rural de Colombia (7,1 millones de hectáreas), es usada para cultivos agrícolas, mientras que el 93,7 por ciento restante es utilizada para otras actividades como la ganadería; lo que hace evidente la necesidad de aumentar drásticamente la extensión de las tierras cultivadas, para poder producir más comida y de más calidad, en beneficio de este sector que registra una alta tasa de pobreza (44,7 por ciento).

Asimismo, el censo deja ver una injusta distribución de la propiedad rural, debido a que el 0,4 por ciento de los propietarios poseen el 46 por ciento de las tierras, divididas en terrenos de hasta 500 hectáreas. En tanto, otro 70 por ciento de los propietarios solo tienen cinco por ciento del total de la zona rural colombiana, con predios de máximo cinco hectáreas.

La estadística señala además que el 83 por ciento de los productores del campo manifestaron no haber utilizado maquinarias en sus labores y un 89 por ciento no ha solicitado créditos bancarios, ni ha accedido a asesoría o asistencia técnica.

Los resultados revelados por el DANE son un primer avance del censo, pues a finales de año estarán disponibles los microdatos que permitirán llegar a más detalles y conclusiones sobre el campo.

Injusta distribución de tierras

Los resultados de este censo confirman la existencia de una “injusta distribución de tierras” en Colombia, que ha sido debatida durante los Diálogos de Paz entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo (FARC-EP), como una de las bases del conflicto armado y social.

El sociólogo y periodista colombiano, Alfredo Molano, en entrevista exclusiva a TELESUR, asegura que este sondeo se hizo necesario ante el desconocimiento por parte del Gobierno de Colombia de la cantidad de tierras que estaban a nombre de la nación cuando se firmó el Fondo Nacional de Tierras, en el marco del proceso de paz en La Habana, Cuba.

Según el especialista, estos datos son muy “importantes, para decidir el tamaño de ese fondo, porque son las tierras que se pondrían a disposición de los campesinos una vez se haya firmado el acuerdo”.

Molano añade que luego de que se conozcan los resultados concretos de la estadística, el Gobierno debe realizar el catastro, y en este proceso “podría haber todo tipo de problemas, porque probablemente se desocupen a algunos colonos y campesinos” que trabajan en las tierras sin títulos de propiedad.

El periodista indica que la constitución de Colombia establece que los colonos o campesinos están en pleno derecho de ocupar y trabajar las tierras, sin tener títulos de propiedad.

En cuanto a las minas antipersonas sembradas en diferentes partes del territorio nacional, el sociólogo descarta que éste sea uno de los factores que influya en el poco aprovechamiento de las tierras para la agricultura, debido a que los colombianos no tienen conocimiento de donde están sembrados los explosivos.

Resalta que “el hecho más protuberante es que la gran mayoría de tierras es utilizada por los ganaderos, y estas tierras también podrían utilizarse para cultivar alimentos”.

Algunos analistas aseguran que otra posible causa de la injusta distribución, es que hay quienes fragmentan las parcelas productivas a medida que crecen las familias, y los hijos se reparten las tierras, sin embargo, otros insisten en que las políticas de diferentes gobiernos a lo largo de los años, han beneficiado a los grandes terratenientes.

Alfredo Molano recordó que la lucha por las tierras inició en la década de 1920, cuando la expansión cafetera hizo que las tierras subieran de precio y los campesinos decidieron sembrar este rubro por su cuenta, en lugar de seguir trabajando como peones de grandes hacendados.

El país debe buscar cómo producir más carne y leche con menos tierra, dedicarle más área a la agricultura, y producir mucho más por hectárea en cada cultivo.
Foto: DANE
TOMADO DE TELESUR
de: Clara Niño <musicolombiana@hotmail.com>
para: (…)
fecha: 19 de agosto de 2015, 17:21
asunto: FW: PROPIEDAD DE LA TIERRA
enviado por: hotmail.com

Colectivo Perú Integral
2 de septiembre de 2015