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sábado, 10 de marzo de 2018

EL CINISMO DE LOS PODEROSOS Y LA POLÍTICA PERUANA




10-03-2018

Finalmente los dos últimos días de febrero Jorge Barata, el funcionario de Odebrecht encargado de administrar los recursos de la empresa brasileña en el Perú, respondió ante la fiscalía peruana en Sao Paulo. La espera, que duro casi dos años desde que fuera anunciada, se convirtió en algo así como un Tsunami, que dejó en escombros a la cúpula corrupta que tiene en sus manos las riendas del Poder en nuestro país. 

Ya desde las declaraciones formuladas por Marcelo Odebrecht, se tenía idea de lo que se vendría. Los funcionarios brasileños, procesados en su país y requeridos en otros escenarios, no tenían otra posibilidad, sino hablar contando la verdad, para acogerse a la “colaboración eficaz” que los convertiría de reos, en testigos del procedimiento judicial en marcha. 

Librarse de los cargos originalmente esbozados contra ellos, sólo era posible a partir del reconocimiento previo de la naturaleza de los delitos cometidos; pero además, de la entrega de información esencial para desbaratar la red de corrupción montada en nuestro país, y conocer y sancionar a los responsables de ella. Así estuvo trazado el cuadro en la populosa ciudad brasileña a fin de febrero pasado, cuando los funcionarios encargados del trámite de rigor viajaron a Brasil. 

La deposición entregada por Barata, saldrá cara a las más connotadas figuras de la política nacional. El propio Jefe del Estado -Pedro Pablo Kuczynski- salió severamente chamuscado de la cita; pero más afectada que él quedó, por cierto, Keiko Fujimori. La candidata de “Fuerza Popular”, recibió un total de 1 millón 200 mil dólares, como aporte para su Partido el 2011. 

Es verdad que tanto Keiko como Alan García pudieron decir después que ellos no habían sido mencionados, ni acusados, como receptores de las sumas de dinero procedentes de la empresa brasileña; pero también es verdad que ellos -y otros- se cuidaron bien de usar testaferros que operaron en su nombre, y que retiraron los montos cedidos por el consorcio. 

La jugada, fue casi perfecta. En representación de PPK, fue Susana De la Puente actual embajadora del Perú en Gran Bretaña, la que pidió y obtuvo la “ayuda”. En nombre de Keiko, fueron Jaime Yoshiyama y Augusto Bedoya, los intermediarios. Alan García derivó esa tarea en Luis Alva Castro; y Alejandro Toledo en Abi Dan On, el israelita que fuera Jefe de Seguridad de Palacio durante su gobierno. En todos esos casos, los fondos entregados emanaron del Departamento de Operaciones Estructuradas, esa suerte de Cajero Automático que usaba la empresa para pagar coimas a altos funcionarios del Estado. 

Hasta lo que se sabe, los dineros para Ollanta Humala y Nadine Heredia, siguieron otra vía. No habrían sido entregados por decisión de Odebrecht, sino más bien por iniciativa del PT y a petición expresa del ex Presidente Luis Ignacio Lula Da Silva. Aparece así la suma como un “donativo” que debiera ser debidamente acreditado. 

La diferencia entre Humala y el pelotón de corruptos, no queda sólo en eso. Se extiende además, al hecho que él y su esposa son los únicos que dieron la cara, y se presentaron ante la justicia. Son, obviamente los únicos encarcelados desde hace ocho meses. Todos los demás, tienen un status distinto. Por lo pronto, los fujimoristas Yoshiyama y Bedoya huyeron 24 horas antes de la cita de Sao Paulo, en lo que bien podría interpretarse como un “sálvese quien pueda”. 

El procedimiento seguido por el Consorcio cuestionado, permite hoy a los “titulares” de las coimas proclamar a viva voz que con ellos, no es. Por lo menos por ahora no se ha podido mostrar prueba alguna que involucre a García o a Keiko como beneficiarios directos de los dineros procedentes de gigante brasilero. Como en los films de la Mafia, ellos actuaron a través de intermediarios, que probablemente no soltarán prenda. 

Esta particularidad les ha permitido a todos dar muestras de un cinismo descomunal. Esto, claro, independientemente del hecho que muy pocos les han creído. Por el contrario, la mayoría ciudadana se ha mostrado indignada por el comportamiento de tan altas personalidades, que detentan, detentaron, o pretenden detentar; la máxima jefatura de la Nación. 

Debe advertirse, adicionalmente, que la indagación fiscal y judicial en marcha se reduce a la empresa Odebrecht, pero hay hasta otras cinco empresas brasileñas que han usado similares procedimientos en nuestro país. Y otros consorcios, de distintas nacionalidades, que lo han hecho también en las mismas, y en otras circunstancias ¿Se investigara algún día todo ello? 

Los pedidos de prisión para los denunciados, no sólo abarcan un espacio voluminoso; sino que habrá de extenderse en las próximas semanas si es que las autoridades judiciales no adoptan medidas acordes con la ira pública. 

Un tema adicional, pero no por eso menos importante, es lo que se ha dado en llamar “la secuela social” del caso Odebrecht. Como consecuencia del escándalo surgido -lo anotó el diario “La República”- 60 mil trabajadores fueron despedidos desde febrero del año pasado; y 562 pequeñas y mediadas empresas, vieron afectadas. 175 de ellas, simplemente quebraron. 

Otro elemento que resulta indispensable subrayar es que una parte de los “donativos” entregados Por el consorcio brasileño el 2011, fueron destinados a alimentar una “bolsa” que finalmente sumó dos millones de dólares, y cuyo propósito fue hacer “campaña” contra Ollanta Humala. Ella se hizo “en nombre del empresariado” y sirvió para alimentar el caudal de quien asomara en la condición de “rival” de OH, es decir, Keiko Fujimori. Ella no se benefició sólo con los aportes recibidos por su colectividad, sino también con los que financiaron campañas en contra de su adversario de entonces.
Ricardo Briceño Villena, quien era Presidente de la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas -la CONFIEP- aparece involucrado en este enredo. Y aunque formalmente el Directorio de la entidad se ha “desmarcado” del caso; el actual titular del cargo, Roque Benavides ha confirmado ese papel asumiéndolo de manera categórica, y ciertamente muy cínica. 

Benavides, conocido en el ámbito político por su muy clara adhesión al APRA; ha reivindicado el derecho de los empresarios a “usar su plata como mejor les parezca”, al tiempo de reconocer que él se ha sentido siempre muy cercano a Alan García, Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski; es decir, el trío que hoy baila con la misma música.
Hay que decir que el accionar de todos estos personajes revela con extrema claridad el comportamiento de la clase dominante, esa oligarquía envilecida y en derrota que se aferra al Poder a cualquier precio y que no estará nunca dispuesta a retirarse. Si Jorge Barata no hubiese revelado -por ejemplo- el tema de los 200 mil dólares para la CONFIEP, Roque Benavides habría callado en siete idiomas. La evidencia, lo ha hecho hablar 

Esa clase sabe que más allá de las circunstancias, que pueden asomar hoy adversas, cuenta con la complicidad del empresariado, el apoyo de la “Prensa Grande”, y el respaldo de la estructura de dominación laboriosamente construida por ella. Porque eso es así, desde distintos estamentos del Poder formal han surgido llamados a “la calma” y a “la cautela”, en procura de evitar “la explosión social”, que asoma cada día con más fuerza. 

La “explosión social” a la que aluden, es por cierto el poder revolucionario de las masas, que se perfila como una luz en el horizonte, y por la que “los de arriba”, sienten simplemente pavor. Por eso sus voceros se esmeran cada instante, en llamar a la “prudencia”, exhortando al pueblo a “no perder la democracia”, supuestamente boyante. 

En nombre de las grandes palabras, asoma un descomunal cinismo que merece el más claro y profundo rechazo ciudadano. 

Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera.

martes, 6 de febrero de 2018

EN EL FUNERAL DE LA DEMOCRACIA NEOLIBERAL, LA CONSIGNA ES DEMOCRATIZAR




05/02/2018

La democracia neoliberal en América Latina y el Caribe ha engendrado un compuesto monstruoso de imposición corporativa y restauración conservadora. La una, con aires pseudoinnovativos. La otra, con olor a inquisición medieval. De democracia, poco. De liberal, menos. De nuevo, nada.

Los autores intelectuales del delito son los mismos que crearon esta falsificación de la democracia: banqueros y grandes empresarios, dueños de medios hegemónicos y el aparato de conspiración estadounidense. Sus sicarios se valen de golpes, represión, engaño mediático y persecución judicial. Utilizan el miedo, la extorsión, la estafa para lograr lo que quieren.

No podía ser de otra manera. ¿Quién puede creer que hombres dedicados al lucro sin escrúpulo dejarían sus negocios al arbitrio y decisión de las mayorías?

Ningún ente puede desarrollarse en un entorno esquivo. Democracia real y capitalismo no se llevan bien, son enemigos por definición. Hay que aceptar las consecuencias de esta verdad evidente: la democracia capitalista, ahora corporativa y financiera, supone un estado de sitio permanente a las libertades y la solidaridad humanas. Una amenaza existencial.

Unidad sí, ¿pero en torno a qué?

Lo anterior hoy está más claro, incluso para muchos que veían en la dicotomía capitalismo-democracia un maniqueísmo extremo. En el seno de las diversas corrientes y movimientos que no se resignan a la pesadilla de la gobernanza de las transnacionales, se escucha con insistencia la palabra de oro: unidad. ¿Pero unidad en torno a qué?

La sumatoria en base al criterio de simple acumulación de fuerzas no es suficiente. Su fragilidad de proyecto y el oportunismo que suele albergar la hacen vulnerable. Los “acuerdos de mínima” se resquebrajan ante la primera amenaza.

Por el contrario, en un mundo tendiente a la diversidad, no puede pretenderse que la uniformidad sea criterio de unidad. Tal desatino conduce a la divergencia centrífuga, a la fragmentación.

¿Personificar la unidad? Si bien la valoración del liderazgo es culturalmente importante en América Latina y el Caribe, su sobrevaloración no es pertinente. Construir unidad solamente en base a liderazgos personalizados conduce a la dependencia, relativiza la idea de construcción social de base, desliga a la ciudadanía de su corresponsabilidad, abre el campo a la posterior burocratización.

Por otra parte, si se toma en cuenta la persecución en curso a líderes progresistas en base a causas judiciales inventadas, las crecientes trabas electorales y el inevitable recambio generacional, la personificación excesiva debilita la posibilidad de transferir roles de conducción.

Basar la unidad en criterios de necesidad de coyuntura es tan volátil como la misma. Si bien puede ser conducente en un primer momento, no ofrece plataforma fértil de coincidencias futuras, una vez superado el escollo táctico.

¿En torno a qué entonces lograr la bendita “unidad”?

Es posible lograr una sutil unidad de significados, desarrollando multiplicidad de lenguaje, acciones y formas. No tan sólo “tolerando” la diversidad, sino motivándola. La traducción de significados comunes en vertientes distintas, comprendiendo la unidad de intenciones, extrayendo sus motivaciones centrales, es un camino que permite acuñar unidades esenciales sin caer en preciosismos externos.

Todo aquel que construye equidad, que restringe la ya abultada porción de las cúpulas para repartirla entre todos, que genera la posibilidad de una mejor vida y de decisión plena para los que hoy sufren enormes carencias; Quien ayuda a organizar y cualificar al colectivo social, es un compañero de tareas y de lucha. No importa tanto el nombre que elija para hacerlo.

Habrá distintos matices y sensibilidades, bienvenidas sean. Esta diversidad es imprescindible para llegar a distintos sectores sociales, a las distintas generaciones, a las necesidades diversas. Es además el único modo de aprender a considerarnos iguales, siendo distintos.

¿Cuál es entonces aquel significado compartido alrededor del cual puede crecer una poderosa unidad, capaz de contrarrestar al poder del dinero? La democratización.

Democratizar, ¿qué significa?

Democratizar significa balancear el poder de decisión social, evitando que los sectores de poder decidan por los demás. Implica devolverle al todo social su soberanía arrebatada. Es el modo de afrontar la acumulación histórica de desigualdad que nos pesa como especie.

Democratizar la economía, la salud, la educación.

Sin condiciones de vida digna, no hay elección posible. Hoy el hambre afecta a cerca de mil millones de personas y la riqueza está concentrada en manos de menos del 1% de la población mundial. Nada hace pensar que esto vaya a cambiar por sí sólo.

El acceso a la educación y a cuidados de salud no está garantizado de manera igualitaria. No es un sistema eficiente, como suele autopublicitarse el capitalismo, sino deficiente. Un sistema ignorante y enfermo. Injusto, por tanto ilegítimo. Democratizar la economía, la salud, la educación no es un pasatiempo accesorio, es pura y dura necesidad. Forjar idénticas posibilidades, no tan sólo derechos virtuales ante la ley, es la perspectiva.

Democratizar la comunicación

Unas pocas agencias de noticias, unos pocos conglomerados de medios deciden qué es verdad y qué no, qué es lo correcto y qué lo repudiable, cuáles son los buenos y cuáles los malos de la película. Ellos definen la realidad, mostrando en infinitas pantallas lo que les conviene que las personas crean. Como en el circo, todos saben que es un truco, pero no es fácil descubrirlo. Estos manipuladores han logrado apropiarse de la palabra “democracia”, maquillando a los criminales como angelitos y haciendo ver a los que sí quieren democratizar, revolucionando y evolucionando, como demonios.

La comunicación, por tanto, debe democratizarse, prohibiendo su concentración en manos de unos pocos monopolios. La comunicación es un servicio público, no puede estar al servicio del lucro privado.

Democratizar la cultura

Hoy casi nadie decide cómo quiere vivir. La forma de vida, los modales, las vestimentas, la música, los aparatos, las películas y hasta las festividades, son dirigidos desde una cultura imperial, pretendidamente superior, increíblemente racista, imposiblemente única. Gran parte del auge de los nacionalismos y el giro a la derecha de los pueblos, tiene que ver con ello. Esta situación no es solamente ilegítima, es insostenible. Democratizar la cultura es salir del embudo en el que nos quieren a todos y a todas.

Democratizar las relaciones humanas

Todas. Más de la mitad de las personas en este planeta, por el sólo hecho de haber nacido mujer, es relegada, maltratada, acosada, discriminada, asesinada. No hace falta explicar más, es necesario transformar radicalmente este tipo aberrante de relación de dominancia patriarcal. Para ello, al igual que en todos los otros ámbitos, hay que democratizar el acceso al poder de decisión. Mujeres en sitiales de decisión, eso es empoderar, no cursos de cocina.

Democratizar la mundialización

El mundo es uno, aunque existan infinitos mundos adentro y afuera de él. Sin embargo, unas pocas naciones se arrogan el derecho de decidir sobre todas las demás. Ese es el actual diseño de las Naciones Unidas, en el que cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad tienen derecho a veto, minimizando la voluntad de los ciento ochenta y ocho países miembros restantes. El proceso de democratización está en curso pero debe acelerarse, mal que le pese a los ogros del Norte o a los burócratas que viven una vida lujosa gracias a su financiación.

Democratizar la democracia

Como dijimos, la casta dominante, para permanecer en su sitial de privilegio, ha vaciado de sentido democrático a la democracia. Así, ésta se convirtió en el imaginario corriente en la emisión periódica de un voto. Eligiendo autoridades en general desconocidas aunque ampliamente publicitadas. Ese voto, al eximir por regla general al votante de posteriores actividades, deja en manos de representantes decisiones primordiales para la vida en común. El problema radica en que los representantes no siempre representan a quienes dicen representar, sino que en innumerables ocasiones representan a quienes financian y/o promueven sus campañas. Ese es el sencillo motivo por el cual, en las democracias neoliberales, todo es formalidad y nada es democrático.

En síntesis, si bien democracia y democratización comienzan igual, se llega con ellas a orillas bien distintas. Como el vampiro que no resiste la luz, la plutocracia no resiste la democratización.

- Javier Tolcachier es un investigador perteneciente al Centro Mundial de Estudios Humanistas, organismo del Movimiento Humanista.

https://www.alainet.org/es/articulo/190853